viernes, 3 de octubre de 2025

2019- HACIA EL LAGO

 

Pocas series de CF televisiva han sido más perturbadoramente proféticas que la rusa “Epidemiya”, traducida en inglés y español como “Hacia el Lago”. Y es que el estreno de los ocho episodios que conformaron su primera temporada (y que adaptan parcialmente la novela “Vongozero”, de la escritora rusa Yana Vagner), en noviembre de 2019, en la plataforma rusa Premier, se anticipó apenas un mes a la detección de los primeros casos de Covid-19 en Wuhan, China. Tres meses después, el 11 de marzo de 2020, la OMS declaró que aquel brote se había convertido ya en una pandemia, llevando al planeta a una crisis global como no se había visto nunca en la Historia y que jamás olvidarían quienes la vivieron y sobrevivieron. Con eso en mente, ver “Hacia el Lago” en su momento tuvo que ser una experiencia todavía más desasosegante de lo que es en la actualidad, porque no hubo que esperar más que unas semanas para comprobar que los síntomas de una enfermedad de gran letalidad capaz de cambiar el mundo no tenían porque incluir elementos propios del género de terror (ojos en blanco, aparatosos esputos de sangre, palidez extrema…).

 

Dicho esto y como la mayoría de las ficciones sobre apocalipsis víricos o zombis, desde “El Día de los Trífidos” (1951) a “The Walking Dead” (2010-2022) pasando por “28 Días Después” (2002) en lo que hace hincapié esta historia es en cómo los seres humanos, cuando se ven empujados a situaciones desesperadas, pueden resultar más peligrosos que la enfermedad en sí.

 

La psicoterapeuta, Anna (Viktoria Isakova), tras sufrir una pesadilla, recibe el consuelo de su pareja, Sergei (Kirill Käro), quien poco después recibe un mensaje en el móvil que le hace acudir de forma un tanto apresurada al centro de Moscú desde su lujosa residencia en las afueras. Se trata de su suegra, que lo ha avisado para que pase un rato con su hijo Anton (Saveliy Kudryashov), encuentro clandestino que es interrumpido por su temperamental exmujer, Irina (Mariana Spivak), que obstaculiza las visitas de Sergei al hijo que tienen en común para vengarse por el abandono de éste en favor de Anna. Mientras los cuatro están en un parque, uno de los transeuntes sufre un colapso víctima de algún tipo de enfermedad y la madre de Irina, médico, trata de ayudarlo.

 

A continuación vemos a Lyonya (Aleksandr Robak) recogiendo de un centro de rehabilitación a su rebelde hija adolescente, Polina (Viktoriya Agalakova). El terapeuta le dice que está sobria, pero los actos vandálicos de la muchacha demuestran lo contrario. Una vez en casa, no tarda ni un segundo en demostrar lo mucho que desprecia a la joven y embarazada amante de su padre, Marina (Natalja Zemtsova). Por el camino de regreso, encuentran en la carretera a Sergei y el hijo autista de Anna, Misha (Eldar Kalimulin), el cual se siente inmediatamente atraído por Polina, algo que no se le escapa a la joven.

 

Lyonya invita a cenar a Sergei, Anna y Misha y, durante la velada ,exhibe sus malos modales y humor ofensivo. Por su parte, Polina provoca y excita a Misha. Tras la desastrosa experiencia y de vuelta en su casa, Sergei y Anna se enteran por las noticias de que la pandemia se está extendiendo por Moscú. Se trata de una variante particularmente virulenta y contagiosa de la gripe aviar. A los afectados se les decoloran los iris, escupen sangre y mueren al cabo de pocos días. Las autoridades han bloqueado los accesos y salidas de Moscú para tratar de contener el virus.

 

Esa noche, aparece Boris (Yuriy Kuznetsov), el ya anciano padre de Sergei y con quien éste había cortado toda relación, para advertirles de que deben marcharse cuanto antes. El ejército no podrá contener a las masas de gente que, desesperadas y hambrientas, tratarán de huir de la capital y se diseminarán por los alrededores (incluida la exclusiva urbanización donde viven las familias de Sergei y Lyonya) dispuestos a todo para conseguir algo de agua, comida y recursos de cualquier índole. Les urge a que recogan lo imprescindible y se pongan en marcha hacia una casa que él tiene en la región de Carelia. Es un lugar aislado, en una zona dominada por bosques y lagos, donde podrán hallar refugio hasta que pase la crisis.

 

Sergei se las arregla para sobornar a uno de los camioneros autorizados a llevar suministros a Moscú para que lo esconda en su vehículo, con el fin de recoger a su hijo –y, consecuentemente, a Irina- y que se unan a la expedición de la que también formarán parte sus vecinos Lyonya, Marina y Polina. Éstos, mientras esperan el regreso de Sergei, deberán afrontar el primer peligro fruto del apocalipsis en curso: militares desertores y fuertemente armados están saqueando las casas del vecindario y tratan de violar a Marina.

 

Este es tan sólo el resumen del primer episodio, cuyos primeros treinta minutos (de una duración de 55), apenas dan informacion sobre la pandemia más allá del mencionado incidente en el parque y una entrevista televisiva con un experto que niega las cifras oficiales por absurdas y al que se ve claramente muy nervioso. A diferencia de otras series que optan por prescindir de la construcción previa de los personajes para introducir la acción cuanto antes, “Hacia el Lago” se molesta en describir muy eficazmente el carácter de los protagonistas y las relaciones que mantienen entre ellos.

 

Anna, por ejemplo, explica con detalle durante la cena en casa de Lyonya en qué consiste el trastorno de su hijo, interpretado de forma sobresaliente por Eldar Kalimulin. Polina demuestra un carácter rebelde que obedece claramente al odio que siente hacia su padre debido a algo que se nos revelará más adelante. Pero también resulta ser una chica valiente y decidida cuando debe hacer frente al saqueador que entra en su casa. Sergei es un pusilánime incapaz de decirle que no a su indeseable vecino o pararle los pies a su agresiva exmujer. Lyonya es un tipo maleducado, arrogante y sin escrúpulos que presume de su dinero y de su joven esposa ex stripper. Anna parece ser la más sensata del grupo aunque, como se verá hacia el final, esconde su propio y vergonzante secreto.

 

En los primeros treinta minutos ya sabemos que Anya odia a Lyonya, Irina odia a Anya, Misha está enamorado de Polina, etc. Establecer claramente quiénes son los personajes es importante para una serie como esta, que va a estar completamente centrada en ellos y que quiere que el espectador se preocupe por lo que les pase. Con las bases bien asentadas, en cada episodio, el guion puede aprovechar mejor las personalidades y deseos egoístas de cada uno de ellos para intensificar la tensión y el suspense que ya de por sí generan los obstáculos que encuentran a su paso.

 

Los siete episodios que siguen al primero narrarán el muy accidentado viaje huyendo del virus y de una sociedad que se derrumba, recorriendo en pleno invierno carreteras poco frecuentadas que atraviesan parajes boscosos cubiertos de nieve y durante el cual no sólo tendrán que ir haciendo frente a diferentes crisis y peligros, sino que aprender a convivir juntos y confiar los unos en los otros. Las experiencias que comparten exteriorizan lo mejor de algunos de ellos y lo peor de otros, revelan secretos y fantasmas del pasado y distancian a algunos uniendo a otros. Pasarán por averías y accidentes, muertes y extravíos, encuentros con militares fuera de control, pueblos cuyos vecinos están siendo exterminados o individuos que, en su aislamiento, o bien han sabido mantener cierta integridad moral o bien se han abandonado a sus peores instintos.

 

Como apuntaba al principo, en sus temas y argumento, “Hacia el Lago”, no se diferencia tanto de muchas ficciones apocalípticas, sobre todo las que presentan un virus como el origen del derrumbe social: un grupo de personajes que deben sobrevivir hasta llegar a un destino en el que creen que podrán estar a salvo y que, en el trayecto, deberán enfrentarse no tanto al riesgo de contagio como a unos humanos tan sanos como ellos pero despojados de cualquier principio moral y dispuestos a lo que sea para seguir vivos un día más.

 

La serie, no obstante, tiene algunos rasgos diferenciales que la elevan por encima de la media. En primer lugar, siempre es agradable ver a actores, entornos y costumbres con las que estamos poco familiarizados en relación a las producciones anglosajonas. La inmediata derivada es una sensibilidad diferente, una forma distinta de enfrentarse a los acontecimientos y mostrarnos el drama que, sin embargo, tampoco exige un conocimiento previo de la cultura e idiosincrasia rusas.

 

A decir del productor, Valeriy Fedorovich, “Hacia el Lago” no debe considerarse una crítica social o política. Más bien, refleja lo que la gente es capaz de hacer cuando está sometida al miedo de perder la vida, cuando su vida está en peligro. Es nuestra visión de cómo podría reaccionar la gente ante un nuevo orden cuando las restricciones sociales dan paso al caos”. La serie se centra exclusivamente en la supervivencia y el drama humanos, sin incorporar agendas políticas; los dilemas morales se abordan desde la perspectiva de la necesidad de supervivencia, no desde la corrección política. Claramente, la televisión rusa no está tan preocupada por incorporar diversidad racial, de género u orientación sexual como los medios occidentales, lo que da como resultado un thriller más directo, crudo y realista.

 

Siendo una serie muy rusa que, aún así, puede ser comprendida y disfrutada por un público internacional y que no trata de crear polémicas, defender posturas ideológicas o lanzar dardos críticos, tampoco se libró de tener algunos problemas en el momento de su estreno en la antedicha plataforma rusa Premier, previamente a la adquisición por Netflix. El quinto episodio muestra a agentes de la OMON (acrónimo ruso para Escuadrón Móvil para Propósitos Especiales o Unidad Móvil de Propósitos Especiales, una unidad de la policía) masacrando civiles sin ningún tipo de escrúpulo. Pues bien, poco después del estreno, la plataforma eliminó la escena aduciendo “razones de márketing”, lo que llevó al director a denunciar censura. El episodio fue finalmente restablecido, aunque incluyendo una aclaración: los asesinos eran personas “que se hacían pasar por agentes de seguridad”. Medios rusos indicaron que el ministro de Cultura, Vladimir Medinsky, pudo haber influido en la restauración del episodio.

 

A pesar de que, obviamente, la plataforma temió pisar el callo de las autoridades, no se detecta en “Hacia el Lago” una crítica política explícita, aunque sí es cierto que hay matices que pueden comprender mucho mejor los rusos. Por ejemplo, Sergei y Anna pertenecen al 1% más rico de Rusia, y su viaje representa una “odisea” fuera de su burbuja cosmopolita de Moscú, hacia un mundo más real y reconocible para la mayoría de la población de ese país. En cualquier caso, si bien el público internacional no aprenderá demasiado sobre Rusia con esta serie, su calidad y buena recepción sí propició que plataformas como Netflix apoyaran más contenido producido y distribuido en otros países alejados de la órbita anglosajona.

 

La caracterización realista y la crudeza son otras dos virtudes que pueden destacarse de la serie. Los protagonistas, en su periplo, encuentran individuos que les ayudan de buena fe pero cuya confianza traicionan y abusan recurriendo a la fuerza. Con la excepción de Misha, que debido a su condición tiene una forma muy sencilla y moralmente clara de ver el mundo, no hay héroes prístinos en esta historia (e incluso éste, en un momento determinado, no duda en causar un gran sufrimiento a su madre para hacer lo que él cree que es correcto). Casi todos, en un momento u otro, cometen errores y caen víctimas del miedo, la debilidad, la traición, la desconfianza, el abuso, la insensatez o la venganza, recordándonos que, después de todo, son personas corrientes que viven unas circunstancias extraordinarias. En cualquier caso, sus actos son siempre coherentes con lo que ya sabíamos de ellos y están siempre bien justificados por el guión y la evolución que han ido experimentando conforme avanza la peripecia. En general, los personajes reaccionan a las amenazas de forma natural: con pánico, discusiones, parálisis, confusión o impulsividad. No hay momentos propios de una película de superhéroes ni melodramas exagerados, sino emociones crudas y comportamientos realistas.

 

El buen trabajo de caracterización es lo que hace que cada peligro al que se enfrentan los protagonistas cause un impacto emocional en el espectador, manteniéndole en suspense y preocupado por sus destinos. Pero la solidez de los personajes no sólo depende de un buen guion, sino de unas interpretaciones convincentes que consigan que la premisa, por extraña e improbable que parezca, resulte creíble. Y en este apartado, “Hacia el Lago” también acierta. Kirill Käro encarna con intensidad contenida a Sergei, un hombre común algo apocado al que las circunstancias han convertido en líder. No es en absoluto un héroe de acción, sino un padre agotado, asustado y que trata de mantener el equilibrio emocional entre las dos familias de las que forma parte. Mariana Spivak hace un excelente trabajo como Irina, rebosante de amargura y orgullo herido. Es un personaje particularmente complejo porque puede ser terca, agresiva y brusca, pero en momentos de desesperación, aflora su vulnerabilidad.

 

Viktoriya Isakova aporta una fuerza sutil a Anna, la nueva esposa de Sergei. Sus expresivos ojos transmiten terror, amor y celos, a veces, todo ello a la vez. Dignos de mención son también los dos actores más jóvenes. Viktoriya Agalakova está memorable como Polina, la rebelde hija adolescente de Lyonya, a la que infunde una mezcla de insubordinación, miedo y anhelo perfectamente coherentes con una adolescente que alcanza la madurez en pleno apocalipsis. Su química con Eldar Kalimulin (que interpreta a Misha, el hijo autista de Anna) es tierna y auténtica.

 

“Hacia el Lago” es, también, una serie tan dura como el invierno ruso en el que transcurre la acción. Sin llegar a pecar de un exhibicionismo gore gratuito y facilón, sí ofrece momentos e imágenes muy perturbadoras pero absolutamente coherentes con el escenario que nos plantean: actos de crueldad e inhumanidad, cadáveres, asesinatos a sangre fría o defensa propia, canibalismo… No podría ser de otra forma porque los temas que explora “Hacia el Lago” son los clásicos de la supervivencia y la fragilidad de la capa de civilización ante situaciones extremas. Una y otra vez, la serie plantea la pregunta de qué estaría uno dispuesto a hacer para proteger a su familia cuando las instituciones sociales colapsan. Y, a diferencia de la mayoría de ficciones apocalípticas occidentales, que tienden a suavizar la crudeza de la situación, esta serie no rehúye la violencia que se desprende de la adopción de difíciles decisiones morales por parte de los personajes, quienes, a menudo deben decidir entre ayudar a extraños o conservar los recursos para sí; mantener los principios morales o asegurar la propia supervivencia; confiar en la solidaridad ajena o sospechar por sistema como mecanismo de autodefensa...

 

Teniendo un ritmo relativamente lento, su historia está bien narrada, con una buena dosis de giros, sorpresas y crisis que están puestas en escena con una fotografía muy cuidada. Todo en el aspecto visual evoca frío y desolación. Los planos suelen estar bañados en tonos azules y grises que capturan la inhóspita belleza de la taiga rusa en invierno. Las tomas panorámicas y en picado de bosques nevados y carreteras desiertas transmiten continuamente una sensación de aislamiento. Casi se puede sentir el frío penetrante y el silencio sepulcral de un mundo que se ha venido abajo.

 

Cabe destacar que ese realismo se consigue gracias a los efectos tradicionales y el rodaje en localizaciones al aire libre. Se usa muy poco CGI, optando en cambio por el fuego real, la nieve de verdad y los entornos naturales. De hecho, el rodaje se realizó en condiciones de frío extremo para lograr mayor autenticidad. Algunos vehículos, por ejemplo, se averiaron incapaces de soportar temperaturas de -26°C. Este compromiso con el realismo se traduce para el espectador en una experiencia inmersiva y carente de artificios digitales.

 

La cámara acompaña en su movimiento la atmósfera y tono de la escena correspondiente. En espacios reducidos, se mueve nerviosamente alrededor de los personajes, evocando claustrofobia. Al aire libre, suele alejarse para revelar vistas impresionantes de la naturaleza salvaje que hacen parecer insignificantes a los supervivientes y nos recuerdan el poder implacable de la naturaleza.

 

En su momento, “Hacia el Lago” causó sensación a nivel internacional al convertirse en una de las primeras series rusas de gran éxito que llegaron a Netflix, y la recepción fue mayoritariamente positiva, tanto entre la crítica como entre el público, alcanzando el cuarto puesto en la lista global de Netflix una semana después de su estreno mundial en octubre de 2020. Como podía esperarse y aunque no fuera intencionado, la serie también dio que hablar por su “oportuno” lanzamiento, ya que se estrenó, como he dicho al principio, justo en el inicio de la pandemia de COVID-19. Los críticos elogiaron su trama llena de suspense y la profundidad de sus personajes, considerándola una alternativa muy recomendable a las historias apocalípticas salidas de la factoría Hollywood. Incluso el maestro del terror, Stephen King, la ensalzó públicamente.

 

Y, ciertamente, en cuanto a calidad de producción e interpretación, “Hacia el Lago” no tiene nada que envidiar a otras series internacionales de subgénero apocalíptico del catálogo de esa plataforma, como la belga “Into the Night” o la danesa “The Rain”. Por su ambientación y tono diferenciales, su atmósfera oscura, visceral y nihilista, la verosimilitud de sus personajes, la universalidad de sus temas y emociones y la intensidad de su drama, “Hacia el Lago” es una serie que demuestra no sólo que se puede hacer buena CF que respete la inteligencia del espectador fuera de la esfera anglosajona sino que tampoco son necesarios ni presupuestos abultadísimos ni sofisticados efectos especiales.

 

Ahora bien, todo lo comentado se refiere a la primera temporada. La segunda, compuesta por otros ocho capítulos, existe, pero no está disponible actualmente en Netflix, al menos en España. Y, siendo también abierto el final de ésta, debería haber algún día una tercera temporada. Pero, por el momento y dado que los derechos están en posesión de la plataforma, todo esto no va a ser posible debido a las sanciones aplicadas contra Rusia por la guerra de Ucrania. Que cada cual decida si le merece la pena empezar a ver una serie con todas las virtudes antes apuntadas sabiendo que, previsiblemente, no va a poder conocer su conclusión.

 


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