Hay una ironía implícita en ciertos títulos, como el de esta serie norteamericana. Durante su emisión inicial, que constó de tres temporadas con un total de 83 episodios, fueron alternándose diversos grados de éxito y fracaso creativos, ofreciendo una clara indicación del dilema al que se ha tenido que enfrentar la ciencia ficción desde sus inicios, a saber: ¿debe tener más peso la ciencia o la ficción? ¿Aventura, Emoción y Miedo o Física, Química y Matemáticas?
Es una pregunta bastante clara y razonable, pero las productoras televisivas establecieron ya desde sus inicios que la ciencia ficción no sería totalmente ni la una ni la otra, lo cual, naturalmente, tiene todo el sentido. Después de todo, ¿quién quiere ver un documental analizando la fuerza gravitacional de la Luna cuando pueden utilizar la ficción para viajar a Titán o fundar la base Alpha en el Mar de la Tranquilidad?
Aquí estamos, de cumpleaños.... Porque con el artículo anterior este blog cumplió nada menos que cuatrocientas obras comentadas. ¡Quién me lo iba a decir hace cinco años, cuando di a luz a este pequeño rincón de Internet! Poco a poco, dedicándole mucho tiempo e ilusión, ha crecido hasta donde está hoy.
Pero esto no es el final, claro. Sigo adelante y espero que algún día pueda celebrar las mil.... Por lo pronto, abajo -haced click en "Leer Mas"- os incluyo una relación, por orden cronológico, de todas esas obras aquí comentadas. No todas tienen etiquetas anexas -sobrepasado cierto número de etiquetas, este sistema de clasificación se vuelve engorroso- y quizá así podáis encontrar alguna serie, novela o película que se os haya pasado... Siento no incluir los links, pero comprendereis que eso me llevaría un trabajo ímprobo. Podréis acceder a ellas mediante el cuadro de búsqueda a la derecha del blog.
También os quiero anunciar que en otra esquinita de Internet he abierto un nuevo blog dedicado exclusivamente al comic, otra de mis pasiones. Ahí se duplicarán algunos artículos de tebeos de ciencia ficción que ya vieron la luz en este blog, pero también y mayoritariamente se revisarán obras de muchas otras temáticas realizadas tanto en Estados Unidos como en Europa -lo siento, no soy un gran amante del manga-. El título del blog es "Un Universo de Viñetas" -no tenía ganas de exprimirme los sesos tratando de dar con un nombre ingenioso- y podréis encontrarlo aquí. A aquellos de vosotros que os guste el mundo de la narrativa dibujada, os invito a que le deis una oportunidad.
Lo dicho, espero seguir viendoos por aquí dentro de otras cuatrocientas entradas... ¡Nos seguimos leyendo!
(Viene de la entrada anterior)
En un periodo de ocho años, Dredd había pasado de ser un recién llegado a convertirse en el personaje de comic más famoso de Gran Bretaña, relegando incluso a su heroico predecesor viñetero, Dan Dare. Los tiempos habían cambiado y era Dredd quien más en sintonía estaba con ellos. Paradójicamente, conforme su popularidad se extendía generando el correspondiente merchandising y sus historias se multiplicaban en diversos formatos (tiras de periódico, álbumes, reimpresiones), saltando a otros países e incluso poniendo un pie en Estados Unidos, su interés, frescura y originalidad fueron disminuyendo.
(Viene de la entrada anterior)
El Juez Dredd era cada vez más popular entre los lectores de “2000 A.D.”, pero no fue hasta la publicación de su primer arco argumental largo, “Las Guerras de Robots”, que conquistó el puesto de superestrella del comic británico, un puesto que no ha perdido desde entonces.
Dredd es el más duro, estricto, despiadado y eficiente de toda una élite policial conocida como “Jueces”, encargados del mantenimiento de la ley y el orden en las ciudades terrestres del siglo XX. Su ámbito de actuación es Mega-City Uno, una enorme conurbación que comprende toda la vertiente oriental de Norteamérica, habitada por 800 millones de potenciales infractores de la ley. En el segundo episodio de la serie se la describía así: “En 2099, las ciudades americanas del Este se habían fundido en una vasta mega ciudad que se extendía desde Montreal en el norte hasta Georgia al sur”. Existen además otras grandes ciudades-estado repartidas por el territorio norteamericano, separadas por grandes páramos contaminados producto de las guerras atómicas libradas años atrás.
La única forma de mantener semejante aglomeración humana bajo cierto control, siempre precario, es hacer cumplir estrictamente las leyes y mantener tolerancia cero con los criminales. Así, la ciudad está dirigida autocráticamente por el Consejo de los Cinco, una oligarquía que supervisan a los conocidos como Jueces de Calle. Éstos patrullan la ciudad a bordo de sus poderosas motocicletas a la busca de delincuentes y criminales y tienen autoridad para apresar, condenar e incluso ejecutar en el acto a los infractores. Y el más riguroso, eficaz e inconmovible de todos ellos es el Juez Dredd, uno de los personajes más emblemáticos del comic mundial.
El concepto de superhombre ha quedado hoy muy ligado en la mente colectiva al de superhéroe, entendido este como el justiciero disfrazado que domina el panorama del comic book norteamericano. Sin embargo, la idea de un hombre dotado de extraordinarias características físicas o mentales es muy antiguo, pudiendo remontarnos para encontrarla a algunos héroes clásicos de la antigüedad, desde Aquiles a Hércules. La llegada de la revolución científica y tecnológica supuso un abandono del misticismo a favor de la ciencia y la tecnología, y autores como W.H.Rhodes (“El ojo telescópico”, 1876) o J.H.Rosny Aines (“Otro Mundo”, 1895), ya presentaban seres –en ambos casos niños- con capacidades portentosas.
El argumento más comúnmente esgrimido por los detractores del cine de CF puede resumirse así: “La mayoría de las películas de ciencia ficción son basura; a menudo poco más que espectáculos de efectos especiales intercalados con escenas con malos diálogos e interpretaciones dignas de aficionados”. De acuerdo con lo que normalmente se denomina la Ley de Sturgeon (por el autor de ciencia ficción Theodore Sturgeon), no hay nada vergonzoso o extraño en reconocer que el 90% de toda la ciencia ficción es, en sus palabras, una “mierda”.
Pero esto no es exclusivo de nuestro género. Cojamos otro tan ampliamente estudiado y analizado como el western. Cuando John Ford dirigió su primer western sonoro en 1939, “La diligencia”, ninguno de los grandes estudios quiso ni tocarla. ¿Quién quería mancharse las manos con un western, esos subproductos destinados a las sesiones matinales de los sábados, producidos con plantilla por productoras de segunda como Monogram o Republic? No hay que decir que en los años que aguardaban en el futuro esos mismos estudios se mostrarían encantados de pagar las facturas de westerns que han quedado como clásicos indiscutibles del cine, desde “Solo Ante el Peligro” a “Centauros del Desierto”. Pero incluso entonces, paralelamente y sin salir de ese género, se estrenaban cada año montañas de… bueno, mierda. Incluso buen material era de vez en cuando calificado como tal si carecía del pedigrí adecuado y sólo años o incluso décadas después los críticos entenderían que ciertas películas repudiadas en su día eran merecedoras de una atenta revisitación.
La ciencia ficción siempre ha sido una buena forma de tomar el pulso de una sociedad: sus tendencias, esperanzas, problemas, desafíos… puesto que al proyectarlos a un escenario futuro, se puede reflexionar sobre ellos con cierta distancia e incluso plantear los posibles escenarios a los que aquellos podrían dar lugar. En la década de los cincuenta del siglo pasado, una nueva generación de editores de ciencia ficción comenzó a ofrecer una aproximación más liberal al género y, al mismo tiempo, con mayor calidad literaria que cualquier cosa que Hugo Gernsback o John W.Campbell hubieran podido imaginar años atrás.
La sátira económica y social, por ejemplo, fue una de las temáticas preferidas de Horace.L.Gold, editor de “Galaxy Science Fiction”. Así, en sus primeros años de existencia, esta revista publicó clásicos del peso de “El Hombre Demolido” de Alfred Bester, “Amos de Títeres” de Robert A.Heinlein, las historias que conformarían “Mercaderes del Espacio” de Frederik Pohl y C.M.Kornbluth, y, en su quinto número, el relato corto,”El Bombero”, de Ray Bradbury, germen de lo que más adelante se convertiría en “Fahrenheit 451”.