Glosar la importancia de Will Eisner dentro del mundo del cómic es algo que supera con creces un blog dedicado a la CF como este. Su “The Spirit” de la posguerra–nada que ver con el bodrio cinematográfico que sufrimos pocos años atrás- es una auténtica enciclopedia de las posibilidades narrativas del medio además de un magnífico estudio sobre la condición humana. Tras abandonar ese héroe enmascarado en 1952 y pasar una larga temporada dedicado a otras actividades relacionadas con el arte gráfico, en 1978 Eisner retorna al cómic con “Contrato con Dios”, una magnífica novela gráfica en la que mezclaba los recursos narrativos de la literatura y el cómic para contar varias historias cortas de temática costumbrista.
Su segundo escalón en esa reincorporación al cómic a través de formatos y conceptos adultos sería “Life in Another Planet”, serializado originalmente en ocho episodios de dieciséis páginas bajo el título “Signal from Space” en la revista Spirit Magazine entre 1978 y 1979. El álbum coloreado apareció en 1983).
Dos astrónomos captan una señal de origen incuestionablemente inteligente procedente del planeta Barnard. Inmediatamente, tal descubrimiento desata una serie de conspiraciones políticas y empresariales que tratarán de monopolizar el suceso y sacar el máximo provecho del mismo sacando a relucir lo peor de la naturaleza humana.
Eisner escoge un acontecimiento planetario, un hecho que marca un antes y un después en la crónica de la Humanidad, y lo disecciona a través de pequeñas historias que tratan de ilustrar las diferentes reacciones que podrían surgir: el empresario sin escrúpulos, el fanático pseudomístico que se rodea de ilusos tan desgraciados como él, los científicos que pretenden llegar hasta el final de sus experimentos sin importar el coste moral, el estrambótico dictador africano que con tal de no pagar la deuda externa se proclama colonia de los extraterrestres, los políticos corruptos e incompetentes,…
Desde el principio queda claro que lo que le interesa a Eisner es la reacción humana a la llegada de la señal. Hasta cierto punto, el autor consigue su propósito. Entre sus propuestas más sólidas se cuentan el surgimiento de cultos y sectas relacionados con los alienígenas, las intrigas gubernamentales y la locura de algunos dictadores africanos. El problema es que la historia se diluye, pierde el foco y la intensidad debido al amplio espectro que quiere abarcar, cayendo a menudo en el absurdo especialmente en lo que se refiere a la ciencia, campo este en el que Eisner demuestra una severa ignorancia: la lucha de los servicios de espionaje americanos y soviéticos por los dos astrónomos descubridores de la señal no tiene sentido desde el momento en que ellos ya no cuentan con información secreta que no pueda ser inmediatamente captada por cualquier radiotelescopio; no se aclara ni cómo los científicos consiguen crear un ser-planta, sino por qué creen tan ciegamente que esa forma de vida medrará en el planeta Barnard; se toman los años-luz como medida de tiempo y no de distancia (lo que lleva a los personajes a asumir erróneamente que es un viaje asumible para nuestra tecnología y biología)…
Sencillamente, hay demasiadas historias abiertas como para que en las 128 páginas de la novela gráfica, un lenguaje como el del comic pueda profundizar adecuadamente en todas ellas. La cuestión inicial se pierde, la señal extraterrestre y sus consecuencias globales se dejan a un lado en favor de las intrigas de un puñado de personajes que apenas llegan a trascender la categoría de tópicos. A esto hay que añadir la presentación de caracteres supuestamente importantes que son rápidamente abandonados sin tan apenas haber tenido desarrollo alguno, como el asesinado presidente norteamericano o su sustituto, un trasunto de Richard Nixon; o el político Howard Grayson. El personaje principal, Jim Bludd está poco perfilado y no resulta verosímil (¿un astrofísico espía de la CIA que además hace el papel de agente de campo en delicadas misiones sin haber recibido adiestramiento?); la intervención de la mafia y su asesino a sueldo no hace más que embrollar la historia sin aportar nada respecto al hilo argumental principal; el papel que la espía comunista Nadine y su misterioso club de sabios juegan en todo el asunto no llega a estar bien aclarado; el alcoholizado Marco, que pone en marcha la secta Gente Estelar, es rápidamente olvidado; la supuesta nueva forma de vida híbrida creada por los científicos no se nos muestra; la relación de Bludd y la CIA con la empresa multinacional que trata de manipular todo el asunto no se explica; el subargumento propio de la Guerra Fría en el que servicios secretos rusos y americanos se enfrentan en las alcantarillas de la política se difumina hasta apenas quedar nada….
Es una historia con un buen comienzo, pero que a medida que avanza y aumentan continuamente los personajes implicados en la trama, empieza a derivar alejándose de la ciencia-ficción propiamente dicha para convertirse en un thriller político impregnado de sátira pesimista. El problema es que a Eisner nunca le interesó la ciencia-ficción y eso se nota demasiado para una obra que quería ser calificada de tal. El resultado del intento es una irregular mezcla de géneros en el que encontramos espionaje, política, romance, denuncia social… pero poca ciencia-ficción.
No todo es negativo. La parte gráfica es ciertamente destacable, con un Eisner que demuestra su dominio del lenguaje narrativo. Prescinde en buena medida de la clásica división en viñetas bien acotadas, realiza composiciones arriesgadas en las que narra simultáneamente dos acciones paralelas, combina a la perfección la sobriedad gráfica con la máxima expresividad y demuestra que es capaz de transmitir con su dibujo cualquier emoción humana.
Me encanta el trabajo de Eisner, creo que es uno de los más grandes artistas de la historia del cómic. Y por eso es desagradable –y no bien acogido en el mundillo- tener que escribir una crítica negativa de una de sus obras. Desgraciadamente, esta incursión suya en la ciencia-ficción es un trabajo fallido dentro de una bibliografía por lo demás brillante. Él mismo debió verlo así, puesto que en sus siguientes trabajos se circunscribiría al campo en el que mejor se desenvuelve: el de las pequeñas historias costumbristas y cotidianas con tintes autobiográficos o fantasías urbanas con el acento en la construcción de personajes.
Libros, películas, comics... una galaxia de visiones sobre lo que nos espera en el mañana
sábado, 31 de diciembre de 2011
viernes, 30 de diciembre de 2011
1969-HE AQUI EL HOMBRE - Michael Moorcock
A mediados de los años sesenta, la revista británica "New Worlds" se convirtió en heraldo y escaparate de la nueva ciencia-ficción británica. Autores ingleses como J.G.Ballard, John Brunner o Brian Aldiss y norteamericanos como Roger Zelazny o Thomas M.Disch tuvieron la oportunidad de publicar en sus páginas su material más polémico y complejo. El editor de la revista en aquella época (1964-69) era Michael Moorcock, cuya autoimpuesta misión era insuflar a la CF calidad literaria, riqueza conceptual y vanguardismo estético. Él mismo contribuyó con varios relatos, como la saga de Jerry Cornelius o esta historia, que nació como una novela corta en 1966 (ganadora del premio Nébula en 1967), ampliada posteriormente para su edición en libro en 1969.
Karl Glogauer tiene un final brusco en su viaje en el tiempo. Náuseas, costillas rotas, desorientación, fiebre... pero ha conseguido su objetivo: llegar a la Palestina del siglo I de nuestra era. Su intención: buscar a Jesucristo en el momento de la crucifixión. En su lugar y tiempo de origen (la Inglaterra de la década de los setenta del siglo XX) se ha preparado para tal misión: ha aprendido arameo y ha estudiado la historia y geografía del lugar. Enfermo y delirante, es recogido por la secta de los esenios, entre los que se encuentra Juan el Bautista, un hombre de presencia imponente más preocupado por la liberación política de los judíos y el derrocamiento de Herodes que por cuestiones de ortodoxia religiosa. La llegada del misterioso hombre en un extraño "carro de fuego" le convence de que es un enviado de Dios para que lidere la revuelta -impresión reforzada por el nombre que Glogauer inventa para la ocasión, "Emmanuel", que en hebreo significa "Elegido de Dios"-. Glogauer se irá viendo envuelto en los acontecimientos e intrigas locales, empujado por sus propios desequilibrios y su insana voluntad de integrarse y complacer. Busca a José, María y su hijo Jesús, encontrando, aterrado, que la realidad no se parece en nada a lo reflejado en los Evangelios. Su inestable mente le convence de que deberá ser él quien se convierta en Jesucristo, tratando de seguir los hechos narrados en los textos sagrados tal y como él los leyó en el futuro y confiando en que las deformaciones de los cronistas harán el resto.
La paradoja temporal autocumplida que nos propone Moorcock no es el aspecto más original del relato. Por nombrar sólo un ejemplo similar, en 1955 William Tenn escribió "El descubrimiento de Norniel Mathaway", en el que un historiador viaja hacia atrás en el tiempo, hasta mediados del siglo XX, con la intención de estudiar a un artista, encontrándose con circunstancias que le fuerzan a convertirse precisamente en ese artista. Lo que sí hizo Moorcock es elegir un momento y un personaje con un carisma y un poder emocional extraordinario que ha marcado todos los niveles de la cultura y la sociedad occidentales. La imagen de un hombre colgado de una cruz, con clavos en sus manos y pies, el rostro contraído por la agonía y cubierto de sangre... La Pasión de Cristo toca una fibra sensible en los corazones de millones de personas. ¿Cómo pudo soportar nadie tal castigo? ¿Por qué eligió ese camino? Sin duda es por su carácter divino... ¿O no?
Lo que hace Michael Moorcock es explorar los motivos que pueden llevar a un hombre a imitar la Pasión. Alternando con los pasajes en Palestina, el protagonista va rememorando aquellos acontecimientos de su vida que le han llevado a tan extraño destino: su desgraciada infancia, el abandono de su padre, los maltratos físicos y psicológicos en el colegio, sus escarceos homosexuales, su incapacidad para establecer relaciones estables con mujeres, su desorientación emocional y espiritual, su obsesión con las tesis de Jung, la confusión entre lo que quiere, lo que desea y lo que necesita y una patológica identificación con el símbolo de la cruz (asociado a experiencias traumáticas de tipo sexual). Poco a poco, Glogauer desarrollará una neurosis en la que se ve como un mesías redentor de los males del mundo y, tras un desengaño amoroso, decide aceptar la propuesta de un científico amigo suyo para viajar en el tiempo y encontrar al Mesías por antonomasia: Jesús.
Moorcock asume un desafío poco habitual en la CF: el de apoyar la historia no tanto en la acción, como en la construcción y evolución psicológica del personaje principal. Glogauer es un ser complejo, contradictorio, alienado e incapaz de aceptarse a sí mismo. Al estructurar la novela como una alternancia entre la acción principal en la Palestina del siglo I con flashbacks de la vida pasada (o futura, según se mire) del protagonista, el autor nos muestra simultáneamente cómo su trayectoria emocional en el siglo XX influye en las decisiones que va tomando en su nueva existencia como profeta "judío". Poco a poco pierde la conciencia de su antiguo ser y se identifica con el nuevo. Sabe que es un fraude (utiliza trucos psicológicos para curar a los enfermos, cuenta las parábolas que recuerda y se muestra deliberadamente ambiguo, forzando él mismo los acontecimientos que llevarán a su detención y martirio), pero se siente obligado a convertir en realidad el mito cristiano. El lector sabe cuál será el trágico final, pero se siente intrigado por la versión alternativa, más mundana y muy poco divina, de los episodios que llevarán hasta él.
En definitiva, nos encontramos ante un libro brillante que utiliza la CF para plantear cuestiones más profundas. ¿Estamos simplemente ante una ácida denuncia de la religión y la fe ciega que la gente deposita en sus creencias? En una primera lectura, es lo que parece. Karl Glogauer es un ser débil y trastornado y, sin embargo, el martirio al que le conduce su neurosis lo convierte en una figura admirada por generaciones de devotos de todo el mundo, cambiando en el proceso la historia de la Humanidad. Aun así, la novela ofrece algo más que mera crítica. Porque, al fin y al cabo, el "Jesús" de esta historia no es el que se invoca en las misas cristianas: los devotos no adoran al desequilibrado Glogauer, sino a una sublimación de los mejores valores humanos, un ideal al fin y al cabo. Así, la novela no es tanto un simple rechazo antirreligioso, sino una invitación a reflexionar sobre los orígenes de la fe cristiana, su transición de lo material y humano a lo místico y divino y de cómo nuestras necesidades espirituales nos llevan a la creación de mitos.
jueves, 29 de diciembre de 2011
1634-SOMNIUM- Johannes Kepler
Johannes Kepler fue concebido a las 4.37 horas del 16 de mayo de 1571, nació prematuramente el 27 de diciembre a las 14.30, tras un embarazo que duró 224 días, 9 horas y 53 minutos. Semejante precisión, que se desprende de sus propias cartas astrológicas, nos da una imagen de Kepler como hombre de grandes contrastes y contradicciones, algo habitual en los momentos de profundas transformaciones históricas. Se dice que Kepler provenía de una familia noble caída en desgracia, no sólo económica sino psicológica. La madre del astrónomo fue criada por una tía que acabaría quemada en la hoguera acusada de brujería. Ella misma, curandera, a punto estuvo de sufrir el mismo destino. Su padre, mercenario, se libró por poco de ir a galeras. Una ascendencia peculiar para quien sería no sólo una de las mentes más brillantes de la Revolución Científica, sino uno de sus especuladores más atrevidos.
En 1593, Kepler consiguió su primer trabajo: profesor de matemáticas en la localidad austríaca de Graz. Por desgracia, un cerebro privilegiado no es necesariamente compatible con el talento pedagógico. Su entusiasmo le conducía a frecuentes digresiones y divagaciones, a inventar nuevas palabras, internarse en complejos métodos para probar esto o aquello... que despistaban y aburrían a los asistentes a sus clases. En su primer año docente sólo tenía un puñado de estudiantes. El segundo, ninguno. Era el ejemplo perfecto de profesor de mente ausente y discurso ininteligible.
Mientras que Galileo ya era un científico en el sentido moderno, Kepler nunca llegó a distanciarse del misticismo propio del mundo medieval. A diferencia de Galileo, que carecía de lastres espirituales, Kepler -que había estudiado en su infancia en un seminario- estaba fascinado por las implicaciones mágicas de un universo centrado en el Sol. Y aunque era un entusiasta de la investigación y del descubrimiento científicos, sus libros sobre astronomía, en los que intentaba desvelar los secretos íntimos del cosmos, no dejaban de ser una amalgama de geometría, música, astrología, astronomía y ocultismo. Sus famosas Tres Leyes del Movimiento Planetario están enterradas bajo varias capas de elaborada fantasía. Y es que aunque cualquier libro básico de astronomía menciona dichas leyes, el verdadero espíritu del personaje, su auténtica esencia, nos lo proporciona el "Somnium"
Desde el principio, la CF tuvo un matiz subversivo. Kepler estructuró "Somnium" como artificio narrativo que le permitiera presentar el modelo copernicano que tanto admiraba como si se tratara de un sueño. De esta forma, pudo evitar el ataque de los aristotélicos representantes de la Iglesia ocultando sus posturas radicales bajo una apariencia de mitología clásica: un narrador anónimo nos cuenta que una noche, tras observar las estrellas y la Luna, se quedó dormido y soñó que leía un libro, la biografía de Duracotus, un hombre nacido en Islandia de una bruja llamada Fiolxhilda. Tras pasar algún tiempo en Europa trabajando con el famoso astrónomo danés Tycho Brahe (el propio Kepler, en su juventud, había sido su ayudante), Duracotus regresa a su isla nórdica para aprender de su madre los secretos de los demonios (que ella llama "sapientissimi spiritus", los espíritus más sabios) que viajan entre la Tierra y Levania (la Luna). De vez en cuando, estos demonios transportan seres humanos. La bruja invoca uno de estos espíritus y madre e hijo cubren sus cabezas con una sábana (tal y como exige el ritual) mientras uno de esos seres les habla sobre la auténtica naturaleza de la Luna. Casi todo el resto de "Somnium" consiste en las explicaciones de ese demonio.
Copérnico había colocado al Sol en el centro del universo. El propósito de Kepler era explorar este nuevo cosmos de mundos alienígenas desde un punto de vista alternativo: el de la Luna. Quería describir esa nueva astronomía no centrada en la Tierra desde la perspectiva de otro cuerpo celeste, realizando nuevas observaciones de los cielos y la misma Tierra. En este sentido, "Somnium" es un trabajo extraordinario, un viaje de descubrimiento del "nuevo" firmamento expuesto por Copérnico. Como libro de viajes imaginarios se inspira en historias de la antigua Grecia, como "La Cara de la Luna" de Plutarco o la sátira de Luciano "Una historia verdadera". Pero en todo lo demás, la obra supone una ruptura con el mundo clásico.
El espíritu revela en primer lugar cómo su raza viaja aprovechando los eclipses lunares o solares, sirviéndose del cono de sombra que toca tanto a la Tierra como a la Luna. En su obra "Astronomia Nova" (Nueva Astronomía, 1609), Kepler se había aproximado al concepto de gravedad. En "Somnium", la da por hecho. Con gran acierto, propone la existencia de zonas de gravedad cero "...porque, como tanto las fuerzas magnéticas de la Tierra y la Luna atraen al cuerpo y lo mantienen suspendido, el efecto resultante es como si ninguna de ellas lo atrajese". Va un paso más allá en la misma dirección asumiendo que hay mareas en la Luna debido a la atracción conjunta del Sol y la Tierra. Incluso apunta con acierto que la ruta más corta a la Luna no es la línea recta imaginada por Luciano o Plutarco, sino una trayectoria que, partiendo de la Tierra, interceptara en un momento dado la órbita del satélite. Adelantándose a Newton, Kepler introdujo también en "Somnium" el concepto de inercia, trasladándolo al espacio (la velocidad del vuelo lleva a los viajeros "casi enteramente por su exclusiva voluntad, por lo que finalmente sus cuerpos avanzan hacia su destino por su propia cuenta"); o los peligros del viaje lunar: aunque los demonios pueden llevar humanos con ellos, el trayecto es muy duro debido al frío y la dificultad de respirar (los demonios lo solucionan traspasando parte de su calor corporal al pasajero y colocando esponjas mojadas en su boca).
La comprensión del sistema Copernicano de que hace gala Kepler es total. Aunque el viajero del libro llega a la Luna impulsado por espíritus, pasa inmediatamente a estar gobernado por las leyes de la física: la ciencia se sobrepone a la fantasía.
Una vez en la Luna, el demonio nos describe su geografía y su movimiento a través del espacio, explorando luego la superficie y sus habitantes. Es una Luna retratada con un detallismo copernicano: desde la salida del sol hasta el ocaso el día lunar dura dos semanas, al igual que la noche, a medida que el satélite gira alrededor de su eje una vez al mes. Como también le cuesta un mes ejecutar una órbita, la Luna siempre muestra la misma cara a la Tierra. Las criaturas selenitas conocen a la Tierra como "Volva" (de "revolvere", girar). La mitad de la Luna vuelta hacia la Tierra la llaman "Subvolva", mientras que la cara oculta es "Privolva"; ambas caras tienen un año de doce días y doce noches.
Kepler no imagina utopía alguna para nuestro satélite. Todo lo contrario. Pensó acertadamente que existían diferencias mortales de temperatura entre las dos caras: días infernales y noches gélidas que condicionarían geografía y vida. Los estrellados cielos de la bóveda lunar son igualmente extraños. Sobre un fondo negro como el carbón, las estrellas, el Sol y los planetas van y vuelven sin cesar debido a la órbita que sigue la Luna alrededor de la Tierra. Esta cautivadora astronomía "lunar" que presenta Kepler mantendría su validez durante siglos antes de que otra obra de ficción pudiera siquiera acercarse.
En la propia superficie de la Luna, el panorama es igualmente desolador. Los extraterrestres de Kepler no son humanos, sino criaturas adaptadas a vivir en un entorno extremadamente hostil. Todos los organismos imaginados por Kepler tienen un tamaño monstruoso y se alimentan solamente de noche, porque hacerlo tras el amanecer es arriesgar la vida bajo el achicharrante sol. Doscientos años antes de Darwin, Kepler había entrevisto el lazo que une a las formas de vida y el hábitat en el que se desarrollan. Los privolvianos se llevan la peor parte. No hay consuelo en sus noches de nieve, hielo y vientos gélidos, ni siquiera el brillo del Sol reflejado por la Tierra, porque nunca llegan a ver nuestro planeta. Su día no es mejor: durante dos semanas, un Sol despiadado cuece el aire lunar hasta el punto de ser "quince veces más caliente que nuestra África". Los privolvianos no tienen "hogares fijos y seguros; viajan en hordas, atravesando en un solo día todo su mundo, siguiendo las aguas en retroceso a pie...o con alas o barcos". En el hemisferio subolviano, las noches son suavizadas por la luz y el calor reflejados por la Tierra, que cuelga inmóvil del cielo "como si estuviera clavada". Además, los subvolvianos disfrutan del gran espectáculo de ver "amanecer" y "ponerse" la gran esfera terrestre, quince veces más grande que la Luna.
Los nuevos mundos, conocidos a veces como novum, necesitan de un lenguaje diferente para ser comprendidos más allá de los meros datos. Las historias de ficción nos ayudan a descubrir aspectos de la ciencia al margen de revelaciones religiosas, aunando el talento creativo con el sentido crítico y la objetividad. Fue a partir de este momento cuando los científicos y los sabios (los primeros de entre ellos, los miembros de la prestigiosa Royal Society británica), decidieron adaptar su lenguaje a las nuevas exigencias de la ciencia: abandonaron las florituras gramaticales, las imágenes, exageraciones y digresiones, para recuperar una pureza y concisión perdidas.
Su mezcla de hechos y ensoñaciones es también característica de la ficción de Kepler, una ficción que le sirvió de refugio y desahogo en los más difíciles momentos de su vida: la muerte de tres de sus hijos y de su primera mujer, las persecuciones que sufrió a consecuencia de las guerras religiosas en Europa o el proceso de brujería a que fue sometida su madre. Kepler había trabajado intermitentemente en "Somnium" desde 1593, tan solo cincuenta años después de nacer el nuevo modelo copernicano, y ya se hallaba en imprenta en 1630 cuando el astrónomo falleció. Fue finalmente publicado por su hijo Ludwig en 1634.
Puede que entonces esta obra pasara por un romance fantástico, pero la gran cantidad de apéndices y notas nos sugiere que hay algo más. Uno de los apéndices contiene 223 notas, algunas bastante largas; el Apéndice Selenográfico incluye 65 notas, ya sean explicaciones que revelan la inspiración del autor a la hora de crear ciertos pasajes o bien datos detallados sobre la Luna, astronomía y cuestiones científicas de carácter general.
Precisamente uno de los principales problemas que el lector moderno se encuentra al abordar el "Somnium" es el tratar de reconciliar estos dos lenguajes: el uno, fantástico y estrambótico; el otro, científico y sobrio. Y, sin embargo, esa dialéctica entre la magia (brujas y demonios) y lo científico (la astronomía y mecánica celeste) es propia de la CF y el acierto de la obra reside en ser capaz de enlazar esos dos opuestos. Este principio estético se lleva a niveles profundos y sorprendentes. La nota 206 nos indica que la Luna tiene un cuarto del tamaño de la Tierra. Y esta proporción se traslada al propio texto, cuya primera parte tiene 3.800 palabras, mientras que las notas suman unas 15.000. O lo que es lo mismo, la longitud del texto del "Somnium" es un cuarto de la de sus notas. Éstas, más pesadas y científicas, adoptan el papel "terrestre", mientras que la parte más pequeña –la narración propiamente dicha-, más ligera y fantástica, corresponde a la Luna.
La bruja Fiolxhilda, invocadora de los demonios de Levania, es un personaje que merece la pena comentarse un poco más detalladamente. El propio Kepler vivió cerca del corazón geográfico y temporal de la quema de brujas que tuvo lugar en Europa. Entre 1560 y 1660 se condenó a unas 100.000 brujas, de las cuales 30.000 fueron alemanas, especialmente de aquellos territorios que cargaban con una historia religiosa plagada de enfrentamientos y problemas. El propio Kepler hubo de defender a su propia madre de cargos de brujería. Y aunque hoy podamos pensar que esta fascinación por lo demoniaco y la magia negra era algo irracional y contrario al espíritu científico, no era exactamente así. En lugar de interpretarse como discursos opuestos, "magia" y "ciencia" eran contemplados por los principales pensadores de la época como aspectos complementarios de una misma verdad. El mismo Kepler trabajó tanto como astrónomo como astrólogo y aunque pensaba a veces que la segunda disciplina era la hija “tonta” de la primera, para él ambas jugaban un papel en la comprensión de los cielos.
Los estudios de demonología se escribían con una escrupulosidad y detalle dignos de un tratado científico. Según aquéllos, los demonios -tal y como describía Kepler en "Somnium"- podían transportar físicamente a humanos de un sitio a otro. Marsilio Ficino (1433-1499) escribió un extenso estudio de las habilidades demoniacas en su "De vita coelitus comparanda" (1489), en el que distinguía dos significados para el término "demonio": ángel guardián / demonio bueno o bien malvado / demonio malo. Los demonios, según él, eran principalmente planetarios, aunque los había también elementales y celestiales (estos últimos carecían de cuerpo); existían demonios malos, de un estatus inferior, con cuerpos etéreos, que infectaban los pensamientos y almas de los hombres. Más tarde, a mediados del siglo XVI, Cardano, en "De rerum varietate", restringió la actividad demoniaca a los cielos. Los planetas superiores (de acuerdo con el modelo ptolemaico) eran puros, inmutables y participados por la esencia divina, pero la Luna y las áreas inferiores eran mutables y corruptibles, campo de operaciones perfecto para los demonios malvados.
Siguiendo las directrices de Cardano, Kepler limitó el hábitat de sus demonios a las regiones aéreas entre la Tierra y la Luna y estableció una interacción muy limitada con los humanos. Tal perspectiva trata de establecer una zona intermedia entre lo mágico y lo científico. La ciencia- ficción trataba de liberarse de su antecesora, la fantasía mágico-religiosa.
"Somnium" marcó un antes y un después: el final del mundo antiguo y la llegada de la nueva ciencia. Kepler creía que era científicamente posible que el hombre visitara la Luna y eso era lo que le distinguía de otros escritores utópicos anteriores a él. Sus hipótesis sobre la vida extraterrestre abrieron la mente de los lectores a posibilidades desconocidas hasta entonces, arrojando nueva luz tanto sobre nuestro propio mundo como sobre nuestros vecinos en el Sistema Solar. Fue la primera ficción espacial científica y, tras él, otros autores próximos en el tiempo como Francis Godwin o Jonathan Swift, volverían sobre el viaje espacial como marco narrativo de historias en las que satirizar sobre la insignificancia del hombre.
La influencia de "Somnium" fue enorme, inspirando directa o indirectamente otros viajes interplanetarios a autores posteriores como John Wilkins, Henry More, H.G.Wells o Arthur C.Clarke. Kepler fue el pionero de una nueva visión del espacio exterior como hogar de una pluralidad de mundos habitados. No hay mejor testimonio que este del poder evocador de la ciencia ficción: a pesar de las minúsculas probabilidades que existen de que podamos detectar la existencia de vida extraterrestre, en el siglo XX se han gastado billones de dólares en proyectos científicos serios de búsqueda de vida alienígena (por no hablar de la fiebre OVNI y los océanos de tinta que ocupó). Aquella búsqueda comenzó con Kepler.
miércoles, 28 de diciembre de 2011
1912- JOHN CARTER Y EL CICLO DE BARSOOM- Edgar Rice Burroughs ( y 2)
(Continúa de la entrada anterior)
Cuando Burroughs comenzó la segunda parte, "Dioses de Marte", al año siguiente, había aprendido que los lentos preliminares no aportaban nada a lo que se esperaba de él. Así que tras unas cuantas páginas de mero trámite, Carter, de vuelta en Marte, empuña la espada y ya no la suelta hasta el final. Encima, tiene la buena suerte de ir a aparecer junto a su viejo camarada, Tars Tarkas, justo a tiempo para enfrentarse a unos desagradables hombres-planta y los ya conocidos simios blancos.
El dúo no tarda en averiguar que el Valle de Dor, una especie de Shangri-La al que los marcianos peregrinan voluntariamente cuando creen llegado su momento de morir, no es el supuesto edén de amor y paz. Los incautos que no son devorados por los hombres-planta o los simios, son esclavizados por los thern, una raza humanoide de sacerdotes de piel blanca. Pero, a su vez, éstos viven en un engaño, pues el Templo de Issus, su último y más sagrado destino, no es más que el centro de poder de una raza de piratas negros, los Primeros Nacidos. La propia Issus, a la que consideran una gran diosa, sólo es una vieja caprichosa y sanguinaria.
Carter consigue escapar tanto de los therns como de los piratas, encontrar a su ya adolescente hijo Carthoris, promover una rebelión en la arena del circo, regresar a Helium, caer prisionero víctima de una conspiración por el poder, evadirse y liderar un ejército de un millón de hombres y diez mil naves para conquistar el Valle de Dor, exterminar a los thern y los Primeros Nacidos y rescatar a su amada Dejah Thoris. Por desgracia, ésta queda atrapada en una cámara del Templo del Sol que sólo se abre una vez al año y lo último que ve Carter antes de que la puerta se cierre es un cuchillo descender sobre su amada.
"Guerrero de Marte" (1913-14, las fechas son las de serialización en revista, no de publicación como volumen independiente) cierra la primera trilogía de la serie. Varios meses después del final del libro anterior, Carter recibe información de un thern disidente acerca de una puerta secreta al Templo del Sol. Por el camino, ha de enfrentarse a toda una serie de aventuras al estilo clásico/exótico: pozos sin fondo, cámaras rebosantes de reptiles, enemigos armados con espadas, laberintos de cristal...Mientras tanto, el traicionero thern huye con Dejah Thoris al polo norte. Carter atravesará la impenetrable barrera helada a través de las Cavernas de la Carroña, llegando a Okar, la tierra de una raza perdida de marcianos amarillos. Su emperador trata de obligar a la esposa del héroe a casarse con él. Carter escapa a nuevos peligros y vuelve a encabezar una rebelión de esclavos justo cuando llega la flota de Helium al rescate. El final no puede desentonar con el resto de la saga: el héroe, de vuelta en Helium, vive feliz con su esposa e hijo y recibe el honor de ser nombrado "Guerrero de Marte".
¿Sigue siendo legible hoy? Eso depende del lector. Desde mi punto de vista, la primera trilogía de Barsoom es como una película de CF con poca historia pero repleta de maravillosos efectos especiales: imágenes poderosas y sugerentes con escasa entidad argumental que la sustente más allá de una acción trepidante sin matiz alguno. Ciertamente, Burroughs nos presentó un nuevo Marte, un planeta rojo de aventureros, criaturas maravillosas y princesas atractivas alejado de cualquier pretensión satírica, didáctica o moralista. No es literatura de calidad, no hay personajes con múltiples niveles, crítica social o reflexiones políticas o filosóficas.
John Carter es tan perfecto que llega a resultar insoportable. Valiente, leal con sus amigos, noble, fuerte, maestro en todo tipo de armas, amante fiel, piloto experto... Puede que no sea muy inteligente y poco despierto en todo lo referente al carácter femenino, pero hasta eso nos lo venden como prueba de su suprema masculinidad. No hay enemigo, peligro ni dificultad que su ardor guerrero no derrote. Su superior agilidad y fuerza, potenciadas por la escasa gravedad marciana, lo sacan de todos los apuros. Y esto resulta aburrido, porque de antemano el lector sabe que da igual lo seria que sea la amenaza que deba enfrentar, este Übermensch de manual saldrá victorioso de lo que sea.
Los personajes de Burroughs escapan en cuanto pueden del entorno urbano para correr sus aventuras en las tierras más salvajes y desconocidas. No creo que esto sea una casualidad. De hecho, su continua celebración de la violencia primitiva puede ser entendida como una reacción al control creciente de la vida americana favorecido por la expansión tecnológica. John Carter -como también Tarzán- apareció con ocasión de la entusiasta asunción de las filosofías tayloristas por parte de la industria y el gobierno norteamericanos. Según esos principios de la gestión empresarial científica, se podían analizar detalladamente cada uno de los movimientos del obrero con el fin de extraer leyes, reglas y fórmulas que reemplazarían con su objetividad el criterio humano. Las hazañas de Carter no sólo evocan una edad heroica perdida que contrasta agudamente con nuestros tiempos mecanicistas rígidamente programados y supervisados por la tecnología, sino que proponen una visión racial alternativa de la hegemonía norteamericana fantaseada por Garrett P.Serviss en sus novelas de Edison.
El resto de personajes tampoco revisten mayor interés. Se limitan a ser comparsas del protagonista, meros artificios narrativos construidos a base de estereotipos y diálogos vacuos con la única misión de hacer avanzar la historia, bien sea ayudando al héroe o luchando contra él en aventuras cargadas de violencia (significativamente, el capítulo 26 del primer libro se titula "De la matanza al júbilo")
Así que lo que tenemos es una obra simple -que no sencilla-, directa, sin personajes interesantes, con un estilo efectivo pero poco elegante, sin profundidad intelectual ni matices morales. Eso sí, quien busque cuadros de altura épica, con grandes batallas, titánicos combates cuerpo a cuerpo, entornos y criaturas exóticas, héroes nobles y villanos traicioneros, hermosas mujeres que rescatar y razas perdidas… todo ello hilado en un relato de acción trepidante sin pausa ni respiro, aquí tendrá un entretenimiento a su medida.
Pero la saga de Barsoom no finalizó con la primera trilogía. El problema es que John Carter ya había tenido una dosis más que generosa de aventuras en su ascenso de extraño alienígena a máximo guerrero del planeta. ¿Cómo continuar la historia? Pues con otro viejo recurso: dejando descansar al héroe y recurriendo a sus hijos. El siguiente ciclo sería un conjunto de libros algo aburridos y con menos emoción que los anteriores, donde Carthoris se convierte en un plano sosias de su padre.
En "Thuvia, Maid of Mars" (1916), el hijo de Carter y Dejah Thoris se dedica a perseguir a Thuvia, otra princesa de enorme carga sexual que había sido presentada en "Dioses de Marte". Por desgracia para Carthoris, no solamente se halla prometida a otro, sino que es víctima de una complicada conspiración cuyo objetivo es empujar a Helium a la guerra con otras tres ciudades-estado. Ambos amantes acaban prisioneros en la ciudad perdida de Lothar, habitada por los supervivientes de los días en los que grandes océanos cubrían el planeta. Viendo su número reducido a menos de un millar, los lotarianos no son guerreros sino sabios y se las arreglan para rechazar las hordas de marcianos verdes conjurando una especie de enormes ejércitos de arqueros fantasmales. Se suceden las habituales huidas, peleas, duelos a espada,... hasta que Carthoris rescata a Thuvia de su prometido y regresa victorioso a Helium.
En "Chessman of Mars" (1936) el protagonismo lo asume Tara, la hija de John Carter y Dejah Thoris, cuya atención amorosa reclama Djor Kantos, un príncipe de Gatol. El resto del argumento es una repetición de todo lo anterior: chica secuestrada, rescate, peleas, ciudades perdidas, nuevas razas marcianas de grotesca apariencia (en esta ocasión cabezas inteligentes en relación simbiótica con animales irracionales), juegos de gladiadores en la arena del circo y final feliz....
Habiendo casado a los dos hijos de la apuesta pareja protagonista, el siguiente libro de Burroughs, "Mastermind of Mars" (1928) se centra en las aventuras de Ulysses S.Paxton, un capitán de infantería norteamericano, combatiente en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, que se encuentra, como John Carter antes que él, transportado a Marte. Es capturado por Ras Thavas, un cirujano marciano con la ética de Menguele que se gana la vida trasplantando los cerebros de marcianos ricos y viejos en cuerpos de esclavos jóvenes y sensuales. Su motivación no es la codicia sino su afán investigador (por ejemplo: ¿qué ocurrirá si trasplantas medio cerebro marciano a un simio?)
Paxton se enamora de Valla Dia, una princesa increíblemente atractiva (en Marte todas las princesas son increíblemente atractivas) cuyo cuerpo ha sido comprado por una reina sádica. Aliado con un asesino deseoso de recuperar su antiguo cuerpo y un simio inteligente, Paxton se embarca en la ya típica odisea de batallas y evasiones. Al final todo el mundo acaba con su cerebro en el cuerpo correcto y el protagonista con la chica -en su jugoso cuerpo original-.
"A Fighting Man of Mars" (1931) está protagonizado por un marciano normal y corriente, Hadon de Hastor, humilde teniente del ejército de Helium. Se trata de una historia excesivamente lenta que vuelve -y van...- a contarnos cómo el valeroso protagonista emprende una misión de rescate de su amada con el desfile ya habitual de escenarios y figurantes hasta el previsible y heroico desenlace.
Llegado este momento, ya era más que evidente que la inventiva de Burroughs había caído en un punto muerto. Sin embargo, aunque en los siguientes años continuaría escribiendo novelas de Tarzán cada vez peores y entregas igualmente mediocres para sus otras series (Carson, Pellucidar), aún tuvo algunos destellos de brillantez para la saga de Barsoom.
Una de las cosas que se echaban de menos en las novelas de John Carter era un retrato de las ciudades marcianas. Burroughs se pasaba tanto tiempo empujando a sus héroes a través de una interminable sucesión de ciudades perdidas, reinos ocultos y razas exóticas, que las ciudades "normales" acaban siendo poco más que puntos de partida para sus extravagantes aventuras. Incluso los campamentos nómadas reciben más atención que las ciudades en las que los principales personajes viven y pasan más tiempo.
"Espadas de Marte" (1936) es lo más cerca que Burroughs llegó de una novela urbana. John Carter recupera el protagonismo al infiltrarse con una identidad falsa en el Gremio de Asesinos de Zodanga. Durante la mitad del libro se tiene la esperanza de que la serie haya encontrado un nuevo camino, más urbano y centrado en la intriga. Pero esa esperanza se desvanece pronto: el malvado líder del Gremio, Ur Jan, secuestra a Dejah Thoris y la envía a una de las lunas de Marte, Fobos, a bordo de una nave recién inventada. Así que Carter, utilizando su propia nave, emprende la canónica persecución orbital hasta Fobos, que resulta no ser diferente del planeta madre: espadas, calabozos, huidas, peleas... Al final Ur Jan queda tan impresionado con las capacidades marciales y valor de Carter que decide jurarle lealtad.
La última novela de Barsoom, "Hombres Sintéticos de Marte" (1940) es con diferencia la peor de la saga. El perverso cirujano Ras Thavas hace una reaparición al frente de un ejército de hombres creados artificialmente con los que pretende -cómo no- conquistar Marte. Carter vence a Ras Thavas (su ejército no era una masa de idiotizados seres), pero una cepa de tejido sintético desarrolla una especie de virus que la hace reproducirse sin control amenazando con engullir todo el planeta. Nada que temer: unas cuantas bombas incendiarias bien colocadas y todo solucionado.
El final de la serie, no obstante, no tuvo un nivel tan decepcionante. Para cuando Burroughs escribió "Lanna de Gatol" en 1940, los días dorados de los relatos pulp ya habían pasado. Este libro fue publicado en "Amazing Stories" como una serie de cuatro novelas cortas. En cada una de ellas, John Carter y su nieta Llana luchaban / escapaban de: 1) otra ciudad perdida habitada por supervivientes de los marcianos originales; 2) un desconocido reducto de los Primeros Nacidos; 3) un ejército de marcianos amarillos dispuestos a conquistar el planeta y 4) otra ciudad perdida cuyos habitantes habían descubierto el secreto de la invisibilidad. Aunque no es más que un refrito de cosas ya vistas en las anteriores novelas, al menos está al nivel de la trilogía original en cuanto a ritmo y acción.
El decimoprimer libro de la serie, "John Carter de Marte" apareció en 1964 póstumamente durante el revival que la saga disfrutó a comienzos de los sesenta. Compila dos novelas cortas: "John Carter y el Gigante de Marte" (1940) y "Hombres Esqueleto de Júpiter" (1943), conectadas tangencialmente con la serie principal. Se cree que la primera fue escrita por el hijo de Burroughs y revisada por él mismo con el fin de venderla rápidamente a una revista. Está llena de incoherencias con respecto a los escenarios planteados en la saga original y su historia es tan absurda que me abstengo de comentarla.
La segunda es algo mejor. Los "hombres esqueleto" son los Morgor, versión joviana de los nazis terrestres. No investigan, no crean arte, no levantan construcciones bellas (Burroughs describe su capital como "tan deprimente como Salt Lake City (...) en un día nublado de febrero). Lo único que les interesa es la guerra y la conquista. Tras hacerse con el dominio de Júpiter, posan sus ojos sobre Marte. Secuestran a Carter y su esposa con la intención de obtener información acerca de las defensas planetarias (parece que su inteligencia militar tiene el mismo nivel que su arte) pero lo único que descubren es que a Carter se le da tan bien escapar de los calabozos jovianos como de los marcianos. Aunque el argumento sigue la rutina de siempre, un nuevo escenario y la perspectiva de una guerra interplanetaria la convertían en una prometedora apertura de una novela más larga que nunca llegó a escribirse.
Porque para cuando "Hombres Esqueleto de Júpiter" se publicó en 1943, Burroughs se hallaba en el Pacífico Sur como corresponsal de guerra para el Honolulu Advertiser. Tras la Segunda Guerra Mundial, su salud se deterioró tanto (debido a la enfermedad de Parkinson y varios infartos) que no volvió a escribir más. Si lo hubiera hecho, seguro que Carter hubiera sumado a sus títulos honoríficos el de Guerrero de Júpiter.
El trabajo de Burroughs inspiró imitaciones por parte de otros escritores que no trabajaban para las revistas pulp, como Ralph Milne Farley y su serie “The Radio Man” (1924); o la serie de Otis Adelbert Line iniciada con “The Planet of Peril” (1929), ambas situadas en Venus. El "Flash Gordon" que Alex Raymond creó para los comics en 1934, tomaba también iconografía e ideas de la obra de Burroughs, así como "Star Wars" (1977) de George Lucas. El subgénero retuvo su popularidad cuando las novelas sustituyeron a las revistas pulp, como lo demuestra la saga de “Gor”, obra de John Norman, “Callisto” por Lin Carter y la de “Dray Prescot” por Alan Buró Akers (alias de Kenneth Bulmer). Y eso por nombrar sólo unos pocos.
Las nubes de guerra iban acumulándose en Europa, pero mientras tanto los norteamericanos vivían ajenos al negro futuro que se avecinaba gracias a autores como Burroughs y sus personajes Tarzán y John Carter. Un África idealizada y un Marte de fantasía no podían estar más lejos de la realidad.
martes, 27 de diciembre de 2011
1912- JOHN CARTER Y EL CICLO DE BARSOOM- Edgar Rice Burroughs (1)
La primera revista que dedicó enteramente su contenido al género de la CF fue “Amazing Stories”, publicada por Hugo Gernsback a partir de 1926 y de la que hablaremos en una futura entrada. Pero ya desde hacía tiempo las revistas periódicas habían acogido historias de este género. Publicaciones literarias británicas del siglo XIX, como Blackwood´s y The Strand, o americanas como Putnam´s y Atlantic Monthly, incluían ocasionalmente relatos de fantasía y proto-CF junto a narraciones realistas. A comienzos del siglo XX, gracias a la disponibilidad de papel barato, aparece un fenómeno editorial nuevo: los pulp.
“Pulp” es una palabra que se usa para definir un determinado tipo de historia, impresa en revistas especializadas. Las historias estaban escritas por autores tremendamente prolíficos que trabajaban a destajo. El nombre de las revistas, "pulp", provenía de la pulpa de madera que se utilizaba para elaborar su papel, de bajo tramaje, escasa calidad y rápido deterioro. La estrategia comercial era muy simple: mantener los costes bajos (los editores solían pagar mal a sus autores), vender barato y en cantidad y, por lo tanto, maximizar el beneficio.
A menudo se identifica el primer pulp con la revista norteamericana The Argosy, que se publicó desde 1886 y que llevaba en sus páginas todo tipo de ficción, incluyendo CF (su título se había tomado de una revista británica muy diferente que se había venido editando desde 1865). En los años veinte del siglo XX ya existían revistas pulp que atendían a una amplia selección de gustos temáticos, desde las aventuras, las intrigas policíacas, los dramas románticos, la fantasía… y la ciencia ficción.
Lo que podríamos llamar "estilo pulp" (melodramas de poca calidad literaria heredados de las novelitas baratas, repletos de acontecimientos y acción, protagonistas de personalidad magnética, un código ético muy simple y maniqueo y entornos exóticos y maravillosos), así como su popular formato de publicación periódica y barata, condicionaron profundamente y durante mucho tiempo el desarrollo de la ciencia-ficción. Y también fue responsable de la escasa consideración que el género ha tenido entre la "élite" intelectual. Sin embargo, otros campos de la ficción que también se desarrollaron en los pulp, como el policiaco, sí disfrutan de general respeto y aceptación. ¿A qué se debió esa discriminación?
En primer lugar, al formato: las obras de ciencia-ficción -al menos las norteamericanas- no empezaron a aparecer directamente en forma de novela hasta los años cincuenta y sesenta, siendo hasta entonces la edición en revista su soporte primario. Por otro, las razones del desprecio del "mainstream" literario son las mismas que explican su éxito popular: era una literatura pueril y estéticamente limitada, reducida a los más comunes denominadores, a menudo reaccionaria desde el punto de vista ideológico, sólo en muy raras ocasiones algo más que literatura de evasión… y, sin embargo, hay algo más. Su contenido era tan luminoso, tan sorprendente, que despertaba el sentido de la maravilla en mayor medida que las historias pulp de otros géneros.
Las revistas pulp necesitaban historias a mansalva con las que cubrir sus páginas cada semana y ello dio oportunidad a un sinnúmero de autores de publicar sus obras. Muchos ya han sido olvidados, pero otros tuvieron en ellas el pasaporte a la fama y, en algunos casos, la inmortalidad. Jack London fue uno de ellos. Edgar Rice Burroughs otro.
En 1911, Burroughs tenía 36 años y su vida profesional era un fracaso. Su último intento en el mundo de los negocios se deslizaba inexorablemente hacia la bancarrota. Evadiéndose de su poco prometedora situación, comenzó a escribir en sus horas muertas una novela para aquellas revistas pulp. Trataba de un hombre que viajaba a Marte.
Aquella historia, una narración de capa y espada, acción, aventura y romance que transcurría en un moribundo Planeta Rojo, era tan extravagante que no se atrevió a usar su propio nombre, firmándola con un seudónimo: Norman Bean. El relato se tituló “Bajo las lunas de Marte" y fue serializado entre febrero y julio de 1912 en la revista "All-Story Magazine", siendo recopilada posteriormente como novela bajo el título "Una Princesa de Marte”. El éxito que obtuvo convenció a Burroughs para emprender una nueva carrera: la de escritor. Su siguiente historia, un romance histórico, no tiene mayor interés, pero su tercera novela, "Tarzán de los Monos", lo convertiría en uno de los autores más vendidos del siglo XX.
Ahora bien, aunque los libros de Tarzán eclipsaron el resto de su obra -en buena medida gracias a sus adaptaciones cinematográficas-, los once libros de que consta la serie de Barsoom (nombre con el que, en esa ficción, los marcianos denominan a su propio planeta) fueron no sólo su mejor trabajo, sino el más influyente. Y aunque el hombre-mono hizo que el gran público ignorara el papel fundamental de Burroughs como escritor de ciencia-ficción, prácticamente todos los autores del género que triunfaron años después en la conocida como Edad de Oro (y otras personalidades, como el astrónomo Carl Sagan, que admitió haberse sentido fascinado en su niñez por las aventuras de John Carter en Marte e inspirado para investigar más de ese planeta) crecieron leyendo los seriales de Burroughs en las diferentes revistas que los publicaron (Argosy, Bluebook, Amazing Stories y Fantastic Adventures). No sólo son relatos de puro y sencillo entretenimiento, sino que fueron la primera serie de libros ambientada íntegramente en un entorno alienígena.
Existe cierta controversia acerca de si Burroughs plagió una obra anterior, "Gulliver of Mars" (1905), escrita por Edwin Lester y que ya comentamos en una entrada anterior. No me extenderé mucho sobre ello puesto que no quiero convertir estas entradas en un estudio comparativo. Que el lector contraste ambas reseñas y saque sus propias conclusiones. Personalmente, creo que existen demasiadas coincidencias entre ambas obras como para tratarse de una afortunada casualidad.
Aunque la imagen del planeta presentada en la historia debía más a las descripciones especulativas del astrónomo Percival Lowell (“Mars as the Abode of Life”, 1908) que a la ciencia, Burroughs utilizó sus ideas como decorado para una fantasía de enorme influencia. Barsoom es un mundo que se muere. Sus océanos se secaron hace mucho tiempo, dejando las antiguas costas punteadas de ciudades abandonadas y en ruinas. Los famosos canales no son más que tristes sombras de un pasado magnífico. La cada vez más tenue atmósfera sólo es respirable gracias a una enorme planta recicladora de aire. Pero la civilización marciana, aunque decadente, está lejos de haber desaparecido. Si bien la mayor parte del planeta se halla bajo el dominio de hordas nómadas semi-bárbaras de marcianos verdes de cuatro brazos y cuatro metros de alto, una raza humanoide de marcianos rojos mantiene viva la civilización gracias a una red de ciudades amuralladas enzarzadas en un perpetuo enfrentamiento.
El primer libro de la saga, "Una Princesa de Marte" (1912) comienza de una forma un tanto extraña. Se nos explica algo del pasado de John Carter y su inverosímil "viaje" -más bien transición- de una abandonada cueva de Arizona al planeta rojo. Una vez que Carter se encuentra sorprendentemente transportado en mitad de un mar seco de Marte, comienza la acción. El protagonista es inmediatamente capturado por una partida de seres humanoides de cuatro metros de altura, cuatro brazos y color verde, una especie de versión alienígena de las hordas mongolas. Sin embargo, su reducido tamaño y densa masa muscular se convierte en ventaja a la hora de luchar gracias a la menor gravedad marciana, lo que incrementa su agilidad y fuerza. Así no tarda en adquirir prestigio e incluso rango entre los bárbaros "hombres verdes".
Durante una batalla, los "verdes" capturan a la princesa Dejah Thoris, una humanoide de piel roja, hija del líder de otra raza de marcianos, los "rojos", más civilizados que los "verdes". Por si fuera poco ser princesa de Helium, la principal ciudad-estado del planeta, la mujer es bellísima y le encanta deambular escasa de ropa. Como buen humano varón, Carter no puede resistirse y cae estúpidamente enamorado de la chica.
Consiguen escapar de su cautiverio pero se separan y Dejah Thoris cae presa del malvado y decadente líder de Zodanga, una ciudad "roja" marciana en guerra con Helium. Ese dictadorzuelo pretende casarlo con su hijo a cambio de la paz. La ceremonia nupcial finaliza en un baño de sangre cuando John Carter lidera un asalto a la ciudad tras haber forjado una alianza sin precedentes entre los marcianos rojos y verdes.
Pasan los años y Dejah Thoris pone un huevo de Carter (los marcianos son ovíparos sin que ello al parecer sea incompatible con la biología mamífera de los humanos terrícolas) y mientras se incuba, la planta de tratamiento atmosférico que mantiene respirable el aire de Marte, se estropea. El edificio es inexpugnable y sólo los guardianes que había dentro conocían la contraseña mental para acceder a su interior. Con su último aliento y cuando ya la población marciana sucumbe masivamente a la asfixia, Carter consigue abrir la puerta del edificio antes de perder la conciencia... y despertar en la cueva de Arizona de donde había partido años antes.
Como primera apreciación sobre la creación de Burroughs, llama la atención la despreocupación del autor en lo que se refiere a la verosimilitud de los viajes del protagonista de la Tierra a Marte y viceversa. Simplemente, parece que el planeta Marte "tira" de su cuerpo astral y lo traslada hasta su superficie, reconstruyendo allí su cuerpo terrestre, más denso y fuerte que el de los nativos marcianos por efecto de la menor gravedad. Mirando más atrás, al siglo XIX, vemos una grieta siempre creciente -y que continuaría ampliándose en el siglo XX- que separa, por un lado los optimistas racionales y tecnológicos, trabajando en un marco mental casi militarista, que imaginan una sociedad próspera y unida bajo el mandato de la lógica y la máquina; por otro, un grupo rebelde que recela de la tecnología y que se impregna de un misticismo pseudocientífico.
Símbolos respectivos de ambas posturas son la “Antigravedad” (que representa la capacidad de la ciencia para romper las ataduras terrestres) y la “Voluntad” (la noción, muy común en la CF de este período, de que sencillamente con desearlo, el cuerpo, o mejor dicho, el cuerpo astral, podía viajar a cualquier parte). Ahora contamos con la suficiente perspectiva como para ver que ninguna de las dos aproximaciones resistió el paso del tiempo como motor narrativo de las historias de CF; pero mientras que la ciencia ha rechazado totalmente la noción de Antigravedad (puesto que un objeto con esa característica no tendría, por ejemplo, inercia y no se cumplirían las leyes físicas conocidas; el propio Burroughs recurriría a las naves espaciales cuando escribió su serie Carson de Venus), la doctrina de la “Voluntad” aún conserva un respetable pedigrí filosófico.
La tecnología marciana que Burroughs imaginó era una inverosímil mezcla de atavismos y artilugios futuristas cuya única coherencia era la de servir convenientemente a la acción. El principal medio de transporte son los "voladores", vehículos que anulaban la gravedad gracias a depósitos del "Octavo Rayo Barsoomiano". Su tamaño oscilaba entre aeronaves individuales y acorazados militares y podían alcanzar velocidades de 300 km/h. En cambio, el transporte terrestre se realiza a lomos de bestias de ocho patas. El armamento comprende desde revólveres y "fusiles de radio" que disparan proyectiles explosivos a 150 km de distancia hasta lanzas y espadas.
Los once libros que Burroughs escribió ambientados en Barsoom no tenían como objetivo la especulación tecnológica. Al contrario, su esquema básico era muy simple. Por un lado, y a un nivel general, teníamos la vieja historia "chico conoce chica, chico pierde chica, chico recupera chica", más vieja que el propio Marte. Esa rutina se inscribía dentro de un marco propio del western. El mundo se dividía en una zona civilizada y aislada y otra gran área, salvaje, nueva y aún por descubrir a la que un hombre valiente podía viajar para encontrar su destino y acumular fortuna. Precisamente, la primera novela de la saga comienza en el Oeste americano. Tras la Guerra de Secesión, un John Carter sin futuro en su tierra sudista se traslada con un compañero a las tierras auríferas de Arizona. Allí, los indios matarán a su amigo y él se verá obligado a esconderse en una misteriosa cueva. Desde allí, viajará a Marte, un territorio aún más peligroso y extraño que el Oeste.
Una situación típica de los westerns es la del héroe con ideales y sensibilidades propias del "Este", pero con las habilidades combativas y la resistencia de los nativos del "Oeste". Así, John Carter se identifica con los hombres rojos de Marte, a quien identifica con los antecesores de su propio linaje. Pero los guerreros más poderosos del planeta son los gigantescos hombres verdes -a quienes compara con los indios apaches que le atacaron al comienzo de la novela-. Carter luchará junto a los hombres rojos, pero con la fuerza y la habilidad de los verdes. Eso sí, demostrará ser tan hábil con las palabras como con la espada, lo que apela a las nuevas sensibilidades de los lectores.
Los esquemas narrativos, por tanto, eran muy viejos. Pero Burroughs era un narrador competente que sabía salpicar sus historias con exotismo y emoción: razas perdidas, criaturas extrañas y monstruos terroríficos, ciudades misteriosas e incluso unos cuantos científicos locos. El héroe cruzará su espada con una interminable serie de enemigos y animales de grotescas formas (normalmente con muchas patas). Burroughs era de la opinión de que "cuanto más grande, mejor": los perros guardianes tienen el tamaño de ponis, y los simios blancos son tan altos como jirafas y feroces como leones.
Con tanto esgrima, no nos extrañará que Burroughs propusiera a Douglas Fairbanks, el rey de las películas de acción del cine mudo, que encarnara a su héroe John Carter en la pantalla. Sin duda lo hubiera hecho bien, porque el papel le venía como un guante: un maestro de la esgrima, valiente, leal e inteligente, que no dudará en enfrentarse a cualquier peligro con tal de rescatar a la dama en apuros. Y no sólo saldrá victorioso, sino que lo hará con elegancia.
En los tiempos que corren, con los medios de comunicación inundados de sexo -con escaso estilo las más de las veces- resulta gracioso comprobar los esfuerzos de Burroughs por crear en sus historias tensión sexual sin traspasar la línea de lo entonces aceptable. Todo el mundo va desnudo a excepción de una especie de correajes diseñados no para tapar las partes pudendas sino para acarrear armamento y adornos. Puede que las mujeres marcianas sean ovíparas, pero están tan bien dotadas como cualquier mamífero y sus genitales son compatibles con los del homo sapiens. Ahora bien, aunque las líneas están ahí, Burroughs nunca se decidió a completar el dibujo por miedo a los censores. El héroe se comporta siempre caballerosamente y el villano, por mucho que amenace a la chica en apuros con el tópico "destino peor que la muerte", siempre acaba comportándose.
(Continúa en la siguiente entrada)
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