Ray Bradbury fue un escritor excepcional. Sus ficciones, sobre todo los cuentos, son imaginativos y sentidos, con una elegante prosa que irradiaba ironía y melancolía a partes iguales. En cada una de esas condensadas pero potentes píldoras literarias, Bradbury roe los huesos de la sociedad hasta revelar el túetano de la realidad. Todas sus historias comparten una fracción de su sabiduría, extraída de la contemplación y la meditación sobre la naturaleza humana, muchas veces describiendo desastres que podrían haberse evitado de no habernos comportado como individuos corruptos o consumidos por nuestras pasiones. Una y otra vez expone una situación pura y deseable que, de alguna forma, el hombre corrompe con su estupidez. Los suyos son cuentos que desfilan por la estrecha línea que separa la misantropía de la esperanza en una redención colectiva.