Es difícil pensar en un subgénero del terror tan monótono como el de zombis a la vista de los limitados parámetros en los que suele moverse y cuyas únicas variaciones suelen consistir en llevar la acción a escenarios poco habituales, como el espacio.
Y, sin embargo, los zombis, aunque con altibajos, han mantenido su popularidad desde hace tiempo, quizá porque, a pesar de sus orígenes más clásicos (¿acaso el monstruo de Frankenstein no es, en cierto modo, un zombi?), simbolizan algunos de nuestros temores contemporáneos. Mientras que el vampiro tradicional aludía a los tabúes sexuales victorianos, la mayoría de edad del zombi llegó durante la Guerra Fría, cuando el miedo a las consecuencias del poder nuclear (muerte o mutación por envenenamiento radioactivo, colapso de la sociedad y las agonías de los supervivientes –normalmente tipos normales un tanto libertarios y bien surtidos de armas-) tomó la forma en la figura del muertos vivientes. Siempre que se tratara de capturar el sentimiento de miedo al cambio o de derrumbamiento social, el zombi estaba a mano para reflejarlo a gran escala.
A comienzos del siglo XXI, los aficionados a este subgénero recibieron con esperanza su renacimiento cinematográfico de la mano de un puñado de películas. Sin embargo, era difícil que sus expectativas quedaran satisfechas con unos productos que o bien eran remakes de films anteriores bastante mejores (“El Amanecer de los Muertos”, 2004) o bien podían ser calificados, como mínimo, de mediocres (“Resident Evil”, 2002, y sus secuelas).
Curiosamente, fue un producto barato, casi de serie B, estrenado sin demasiado ruido, el que acabaría consolidando ese renacer –nunca mejor dicho- zombi y atrayendo el favor de crítica y público, demostrando de paso cómo el cine de ciencia ficción sin grandes recursos financieros puede crear películas con gancho que no solo funcionan narrativa y estéticamente, sino que recaudan montones de dinero. Hablo de “28 Días Después”.
Un grupo de activistas pro-derechos de los animales irrumpe a la fuerza en un laboratorio de investigación y, a pesar de los avisos que reciben, liberan unos monos infectados con una variante

Después de que Mark sea mordido e infectado y Selena tenga que matarlo, ella y Jim encuentran a otros dos supervivientes, Frank (Brendan Gleeson) y su hija adolescente Hannah (Megan Burns), atrincherados en lo alto de una torre de apartamentos. Frank ha captado con la radio una

“28 días después” es una película británica de bajo presupuesto que para sorpresa de propios y extraños se convirtió en un éxito internacional. Se estrenó en su país a finales de 2002, donde sólo cosechó una recaudación modesta; pero tras participar, entre otros, en el Festival de Sundance de 2003, empezó a despegar gracias al “boca-oído”. Fox Searchlight Pictures la compró para lanzarla en Estados Unidos en junio de 2003, sorprendiendo a todo el mundo al recaudar más de 45 millones de dólares y demostrando que las

También supuso la recuperación del mejor Danny Boyle, quien había debutado con el interesante thriller “A Tumba Abierta” (1995) para luego impactar en el mundo entero con la película de culto “Trainspotting” (1996). Sin embargo, al mismo tiempo que su talento atraía el interés de los grandes estudios, también perdió la dirección. “Una Historia Diferente” (1997), era una excéntrica comedia sobre secuestros con algunos momentos salvables, pero en general no recibió críticas favorables; la siguiente cinta, “La Playa” (2000), con aires de superproducción, fue simplemente horrible. Sus siguientes proyectos, ambos para la televisión, fueron la comedia negra “Vacuuming Completely Nude in Paradise” (2001) y “Strumpet” (2001), que aunque tuvieron sus defensores apenas se vieron fuera del circuito de festivales.

Uno de los posters de la película anunciaba de forma grandilocuente: “Danny Boyle reinventa el género de terror zombi”. El problema es que, independientemente de que sea una película efectiva, no es eso lo que hace. En realidad, “28 Días Después” en lugar de redefinir

Pero las dos obras de las que más descaradamente bebe “28 Días Después” son, por un lado, la novela “El Día de los Trífidos” (1951), de John Wyndham-(con diversas adaptaciones

Es difícil decir si “28 Días Después” debe verse como un homenaje a un subgénero en particular (ya sea el post-holocausto o el de zombis) o una regurgitación de los estereotipos de ambos. Se sigue debatiendo cuáles eran las intenciones de Danny Boyle y Alex Garland pero, al final, se tiene la impresión de que la historia aporta demasiado poco en lo que a nuevas ideas se refiere como para calificarla de “renovadora del género”.

Así, en “28 Días Después”, los zombis se crean a causa de un virus diseñado genéticamente que

Desde luego, los principios científicos subyacentes al virus de la Furia son inexistentes: la idea de una enfermedad que dispara una metamorfosis metabólica tan radical en el espacio de diez


Por tanto, aunque “28 Días Después” no sea un film particularmente original, sí que es efectivo. Con poco dinero, es capaz de suscitar las emociones buscadas, esto es, inquietud, desasosiego y terror. Y tiene escenas muy impactantes, como la que transcurre en el túnel, la huída de Jim y

Danny Boyle tampoco realiza aportaciones especialmente originales en la imaginería del género. Hace un excelente trabajo, es verdad, en la creación del Londres desierto por el que camina Jim, atravesando muchos iconos urbanos de la ciudad rodeados de basura, autobuses volcados y sin luz al llegar el ocaso. El mérito de esas escenas se hace patente cuando uno lee acerca de las dificultades logísticas a las que tuvo que enfrentarse Boyle y su equipo. En vez de invertir en costosos efectos digitales, simplemente se levantaron pronto por las mañanas para aprovechar el menor volumen de tráfico y se las arreglaron (utilizando a atractivas señoritas) para retener el tráfico durante sólo unos minutos cada vez. La utilización de cámaras de vídeo digitales ayudó a preparar rápidamente las tomas, filmarlas y marcharse. Las escenas con zombis están montadas como rápidas sucesiones de cortes muy breves que hacen que la acción resulte

Dicho esto, el retrato de la caída de la civilización humana es bastante previsible. Tenemos las típicas imágenes de los supervivientes llevándose artículos de los supermercados desiertos y dejando en el mostrador las ya inútiles tarjetas de crédito –uno no puede evitar recordar las escenas socialmente más significativas de los supervivientes recorriendo los pasillos de un centro comercial vacío en “El Amanecer de los Muertos”-. Hay momentos cinematográficamente muy logrados, como cuando se va abriendo el plano mientras Frank mientras explica cómo recoger agua de lluvia mostrando todo el tejado cubierto de cubos; o el instante en que los supervivientes ven la gloriosa libertad que simbolizan los caballos galopando libres por el campo. Sin embargo, no hay nada en “28 Días Después” que transmita la carga lírica y el sentimiento de soledad y locura de, por ejemplo, la primera mitad de “El Único Superviviente” (1985); el comentario social y la sátira inherentes a unos supervivientes tratando de aferrarse el materialismo de “El Amanecer de los Muertos”; o la desolación y la lógica del hombre ordinario que trata de reconstruir su entorno desde la nada en la televisiva “Survivors”.
El argumente, por otra parte, siembra cierta confusión acerca de si el virus es un fenómeno

A muchos aficionados les disgustó el evidente corte que se produce en el último tercio de la película, cuando Jim, Selena y Hannah llegan al recinto militar. Según ellos, el ritmo de la película decae, y lo que había comenzado como una película bastante canónica sobre zombis se convierte

Efectivamente, la primera parte exhibe un terror mucho más directo y evidente. Los supervivientes han de enfrentarse a una catástrofe natural –puesto que una epidemia no es sino eso- y, para ello, han de derribar dolorosamente cortapisas morales que antes se daban por sentadas. Por ejemplo, Selena no duda en asesinar a su compañero cuando éste se infecta y aunque tanto Jim como los espectadores se quedan horrorizados por tal acto, resulta perfectamente comprensible. Es matar o morir, así de simple. No hay ninguna otra opción.
Pero lo que ocurre entre los militares es diferente (dígase de paso que remite también a ciertos pasajes de la ya mencionada “El Día de los Trífidos”). Los soldados, gracias a su adiestramiento y equipo, han conseguido mantener a raya a los zombis. En el interior del recinto que controlan se pueden sentir razonablemente seguros y a salvo de un peligro inminente. Pero el terror que se fragua allí es de un tipo muy distinto. Privados de contacto alguno con el exterior y ante la

Las dos partes de la película, por tanto, se complementan para tocar una serie de mensajes que no eran ni mucho menos nuevos, pero sí estaban bien articulados: la fragilidad de la sociedad

Por otra parte, la figura del científico/s que aborda sus investigaciones sin ninguna consideración ética es casi tan vieja como el género, siendo aún hoy su representante más insigne el doctor Frankenstein (1818). Los logros científicos impulsados por el egoísmo de un genio aislado y demente han sido siempre particularmente inquietantes cuando tenían que ver con el genoma humano. Hace años resultaba escalofriante la perspectiva de la destrucción mundial a manos de tipos tan lunáticos como el Dr.Strangelove (“Teléfono Rojo, ¿Volamos Hacia Moscú”, 1964), pero hoy asusta más la idea de verse transformados en seres grotescos, física y mentalmente, mediante una ciencia cuyo objetivo debería ser el contrario. Películas como “28 Días Después”, “Resident Evil” (2002) o “Doom” (2005), juegan con esta idea, situando la responsabilidad del apocalipsis no ya en individuos concretos dominados por la megalomanía o el fanatismo político, sino en la ambición de laboratorios privados o multinacionales sin escrúpulos, lo que en sí mismo constituye todo un comentario social.
Por otra parte, “28 Días Después” es una película que tiene la dudosa ventaja de contar con

Boyle consigue sacar un razonable partido de los actores. Cillian Murphy parece alguien demasiado pasivo y carente de personalidad como para sostener la película en un papel protagonista. Apenas aporta nada en toda la peripecia, por lo que, cuando de repente y sin solución de continuidad abandona su confusión para convertirse en un rabioso hombre de acción capaz de dejar fuera de combate a un pelotón de soldados, dicha transformación resulta extrema y totalmente inverosímil. Con todo, esta película supuso el trampolín de Murphy a la escena

Mucho mejor lo hace Naomie Harris, que proyecta una dureza interior y un ingenio corrosivo que atrae al espectador. La interacción entre ella y Cillian Murphy constituye una suerte de línea sobre la que se va apoyando el desarrollo de la trama. Christopher Eccleston aporta presencia a un papel que otro actor habría convertido en el de un villano sin profundidad. Brendan Gleeson, normalmente especializado en personajes de irlandeses duros y cínicos, brinda una interpretación de gran fuerza y emotividad como hombre corriente que intenta permanecer entero psicológicamente, mientras que la joven Megan Burns se ajusta perfectamente bien al rol de su hija.
Puede que “28 Días Después” beba en exceso de obras que le precedieron, pero esas referencias pasan desapercibidas para la mayoría del público, que consideró a esta película no como un plato recalentado, sino como una auténtica evolución en las películas de monstruos. Una cosa es cierta: tras ella, los zombis no sólo pasaron a ser hijos bastardos de la ciencia, sino que volvieron a ser auténticamente terroríficos.
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