Libros, películas, comics... una galaxia de visiones sobre lo que nos espera en el mañana
martes, 13 de septiembre de 2011
1993-LAS AVENTURAS DE BRISCO COUNTY JR.
¿Alguien se acuerda de aquella vieja serie norteamericana titulada "Wild Wild West"? Bueno, los creadores del programa de TV que ahora comentamos sí se acordaban y se inspiraron en su mezcla de aventuras, CF y fantasía para desarrollar una serie inteligente que, desgraciadamente, no llegó muy lejos.
A primera vista, es un serial de aventuras ambientadas en la California del Viejo Oeste a finales del siglo XIX, en las que se van contando las andanzas del protagonista que da título al programa. Pero aunque el decorado de fondo es el familiar en los westerns (diligencias, tiroteos y cantantes de saloon), también hay sitio para guerreros chinos Tong entrenados en cámaras secretas bajo una tienda de aspecto inocente, forajidos que se esconden en guaridas góticas o caballos telépatas. Y lo más extraño de todo: es un mundo bendecido por el Orbe -una misteriosa esfera metálica hallada en un cráter, que puede otorgar asombrosos poderes a su dueño. Y todo el mundo quiere ser su dueño.
Brisco es un graduado en derecho por Harvard e hijo del sheriff con mejor puntería del territorio. Un grupo de adinerados hombres de negocios locales lo alquilan para cazar a una banda de doce forajidos encabezados por el siniestro John Bly. Para Brisco, se trata también de un asunto personal, porque los hombres de Bly fueron los que asesinaron a su padre.
Pero Brisco es algo más que un simple justiciero: es un soñador, un romántico, un visionario con la mirada siempre puesta en el futuro. Esa predisposición le acerca al estrafalario profesor Wickwire (John Astin), obsesionado por viajar a las estrellas y las nuevas tecnologías. Sus otros aliados son su leal caballo telépata Comet, el abogado Socrates Poole y el cazador de recompensas Lord Bowler. Otros personajes habituales eran la ocasional novia de Brisco, Dixie Cousins, el forajido Peter Hutter, el sheriff Aaron Viva (un enérgico sosias de Elvis Presley) y el jugador y playboy Whip Morgan.
En cuanto al Orbe, al principio lo desentierran los trabajadores chinos del ferrocarril. Cuatro de ellos lo tocan y adquieren una gran fuerza que les permite romper sus cadenas. Más tarde, cuando un empleado lo embala para enviarlo por tren, lo etiqueta como "Unearthed Foreigned Object" (Objeto Forastero Desenterrado); "esto es muy lioso", decide otro operario, procediendo a escribir "UFO", en el lateral del baúl. Son detalles como estos los que hacían de la serie una pequeña e ingeniosa joya, burlándose de los clichés propios del western al tiempo que introduciendo detalles característicos del fantástico o la CF.
En una secuencia, por ejemplo, Brisco ata el cohete experimental del profesor Wickfire a un vagón y utiliza su propulsión para frustrar el robo de un tren. En otro episodio aparece el fantasma del padre de Brisco, ofreciéndole consejo como si de Obi Wan Kenobi se tratara e incluso diciéndole que "sienta la Fuerza". Finalmente, el protagonista acabaría descubriendo el secreto de los Orbes (enviados desde el futuro para beneficio de la Humanidad) y enfrentándose a Bly, que resulta ser un fanático del futuro que desea el poder del artefacto para esclavizar a su propia gente.
"The Adventures of Brisco County Jr" resultaron ser demasiado extravagantes para el público americano y la serie no sobrevivió más de una temporada (27 episodios de una hora de duración, incluyendo un piloto de dos horas).
domingo, 11 de septiembre de 2011
1966-ADAM ADAMANT LIVES!
Adam Llewellyn De Vere Adamant fue un hombre adelantado a su época, un aventurero eduardiano congelado en 1902 y vuelto a la vida 64 años después para poner su fenomenal intelecto, sus letales habilidades de combate e indestructible integridad al servicio de un mundo cuyos valores ya no son los que él había defendido.
Las referencias de Adamant -tal y como se detallaban por parte de la BBC al comienzo de su serie en 1966- eran inmejorables. Era el perfecto caballero: elegante, cortés, honorable, gentil y encantador, amigo de reyes y hombres de Estado; atleta, boxeador y espadachín, era rápido como el rayo y capaz de manejar cualquier arma con precisión mortal; como intelectual, era un erudito en todos los ámbitos del conocimiento humano; y, por si fuera poco, como aventurero, se había dedicado a luchar contra el mal y cumplir delicadas y peligrosas misiones para su rey y su país y en defensa de los débiles (especialmente las mujeres).
En 1902, Adam (interpretado por Gerald Harper) es atraído por la hermosa Louise a una casa en la que su archienemigo, "La Cara" -un megalomaníaco que esconde su identidad tras una máscara de cuero- le inyecta una droga que preservará su juventud y lo congela en un bloque de hielo. En 1966, unos obreros de la construcción lo descubren y reviven. Adam Adamant despierta en el desconcertante collage de sonidos y colores que fueron los "Swinging Sixties" londinenses. No tarda en tener dos fieles compañeros: Georgina Jones (Juliet Harmer) es una dedicada admiradora cuyo abuelo le contaba cuentos con las heroicas hazañas de Adamant; William E.Simms es un antiguo artista de music hall y hombre de múltiples habilidades.
Durante dos temporadas (29 episodios), el trío corrió las más extrañas aventuras, enfrentándose a una sucesión de extravagantes villanos que iban desde reinas del crimen fumadoras de puros a satanistas de impecables modales. La segunda temporada trajo de vuelta a la vieja némesis del protagonista, "La Cara", tan intrigante y malvado como en el pasado. El choque entre la estricta moral de Adam y la permisiva sociedad de los sesenta era fuente de momentos humorísticos. Por otro lado, no se creaban demasiadas oportunidades para incidir en la química sexual entre los protagonistas: Georgina Jones, moderna y educada, se limitaba a acompañar al inquebrantable Adam e intentar ligárselo con poco éxito.
La serie no fue producto de la brillante mente de un creador, sino más bien hija de un comité acuciado por las prisas. Al cancelarse el proyecto de una serie de detectives ya programada debido a la caducidad de sus derechos, la BBC llamó a tres de los responsables del “Doctor Who” para que se sacaran de la manga, lo más rápido posible, una nueva idea que reemplazara la anterior. Los productores Verity Lambert y Sydney Newman y el guionista Donald Cotton se unieron a los también guionistas Richard Harris y Tony Williams para alumbrar al héroe eduardiano que viaja a la fuerza en el tiempo.
La semejanza de la serie con "Los Vengadores" no es sorprendente: su supervisor de guiones, Tony Williamson, había escrito varios episodios para esta última y ambas series compartían algunos guionistas. En ambas (que se emitieron al mismo tiempo en diferentes canales, haciendo muy difícil la comparación inmediata en aquellos años en los que no existían los vídeos), un aventurero de corte y aspecto clásico se emparejaba con una estilosa mujer a la moda de los sesenta, la estética era similar y no pocas de las historias guardaban demasiados paralelismos como para tratarse de mera casualidad. Otros comentaristas opinan que Adam Adamant fue la respuesta de la BBC no tanto a "Los Vengadores" como a otras series de acción contemporáneas, especialmente "El Santo". Por último, no pasa desapercibido que sólo dos años antes, Marvel Comics había utilizado un concepto muy similar al de la serie que nos ocupa: en 1964, el Capitán América es hallado congelado en un bloque de hielo por Los Vengadores, un aventurero de tiempos pasados trasladado al mundo presente.
Aunque "Adam Adamant Lives!" influyó en series televisivas como el Doctor Who (en su tercera encarnación) o cinematográficas como Austin Powers, estas aventuras se han quedado decididamente viejas, lo cual es una lástima, porque la idea no era mala, pero su ejecución dejaba mucho que desear. Harper interpretaba a su personaje con una rigidez incómoda, variando el registro de forma imprevisible (tan pronto actuaba con la serenidad y frialdad propia de un caballero inglés como agarraba una espada y arrasaba con lo que se le pusiera por delante); y aunque Juliet Harmmer se desenvolvía con gracia, las escenas que incluían a ambos tenían poco encanto, como si estuvieran en programas diferentes. Y eso se extendía a otros personajes y escenas, donde, por ejemplo, un brillante diálogo quedaba eclipsado por una estúpida secuencia de lucha
Así que importa poco la polémica sobre las razones que llevaron a la cancelación de esta especie de superhéroe de los sesenta. Según unos, no pudo competir con Los Vengadores, una serie más sexy, elegante, misteriosa y, sobre todo, mejor acabada. Según otros, se debió a diferencias del productor jefe con la estrella del programa, Gerald Harper. Probablemente fue la conjunción de todo ello lo que llevó a la BBC a volver a congelar a Adam Adamant, esta vez para siempre.
sábado, 10 de septiembre de 2011
1986-ALIENS - James Cameron
La sabiduría popular nos dice que en la base de cualquier franquicia cinematográfica debe haber siempre un film nuevo, intenso y único. Pero lo cierto es que, con mayor frecuencia, es el segundo film el que demuestra la validez del concepto original, consolida su peculiar universo e inicia la serie propiamente dicha.
Poca gente sabe esto mejor que James Cameron. En el curso de su carrera, ascendió desde el rentable "Terminator" (1984) hasta su exitosa secuela, "Terminator 2: El Juicio Final" (1991). Y, antes, con su secuela a "Alien" (1979) de Ridley Scott, consiguió hacer despegar una franquicia de éxito fenomenal con un total de seis (o cuatro para los puristas) películas hasta el momento, así como dar forma al género de la CF de acción y aventuras que, desde mediados de los ochenta, ha dominado la vertiente cinematográfica del género hasta el vuelco hacia la fantasía que trajo el nuevo milenio.
"Alien" había sido un gran éxito y los productores se mostraron dispuestos a hacer una secuela inmediatamente (algo que, no lo olvidemos, no era tan corriente entonces como lo es hoy en día).También los directivos de la Fox estaban interesados en el proyecto. Aunque en ese momento no se vio así, fue una suerte que cambiaran los miembros de la cúpula directiva del estudio y que los recién llegados no compartieran el entusiasmo de sus predecesores por el repelente alien, aparcando los planes de una continuación. El tiempo pasó, y ello permitió que el director ideal para un retorno al universo alien se formara y llegara al lugar adecuado en el momento adecuado: James Cameron.
Por aquel entonces Cameron era un novato en lo que a dirección se refiere. Había trabajado con el director Roger Corman en películas de bajo presupuesto en las que se había encargado un poco de todo, incluido el diseño y los efectos especiales, aprendiendo el oficio más deprisa y más profundamente de lo que hubiera podido esperarse. Un único trabajo, “Piraña 2”, no le hacía, a priori, el más indicado para encargarse de una secuela de "Alien". Fue por entonces cuando conoció a Gale Ann Hurd, con quien pondría en marcha una película basada en una historia propia, "Terminator", de la que hablaremos en otra entrada. Habían seleccionado a Arnold Schwarzenegger para el papel de robot asesino, pero éste, por imperativos contractuales, hubo de participar antes en “Conan El Destructor”. Eso dejaba nueve meses a Cameron con los brazos cruzados y sin poder iniciar su película o encargarse de otra ajena. Pero sí podía aceptar un trabajo de guionista.
Tal y como ha declarado él mismo, se había sentido impresionado e inspirado por la película de Ridley Scott. Comenzó un borrador de guión para una posible secuela y, sin haberlo finalizado siquiera, impresionó a los directivos de la Fox (que habían vuelto a cambiar, siendo éstos más favorables a producir una secuela) hasta tal punto que decidieron esperar a que Cameron finalizara su “Terminator” para ofrecerle el puesto no sólo de guionista, sino también de director. Si "Terminator" no hubiera sido el gran éxito que fue, es posible que su promesa se hubiera quedado en nada, pero tal y como habían ido las cosas, parecía una elección más que adecuada. Así que Cameron y su esposa Gale Ann Hurd (contrajeron matrimonio en 1985) como productora, asumieron la difícil misión de hacer una película digna de la primera parte.
La historia es la siguiente: al final de la primera película, Ripley quedaba en animación suspendida en una cápsula de salvamento tras la destrucción del Nostromo y la muerte del alien. Cincuenta y siete años más tarde es rescatada por una nave de salvamento y devuelta a una estación orbital de la Tierra. Responsabilizada de la destrucción del Nostromo por la compañía propietaria del carguero, Weyland-Yutani, le retiran la licencia de vuelo y se ve obligada a llevar una vida miserable en la estación por el día y sufrir horribles pesadillas por la noche.
Para colmo, el planeta LV-426 (en el que los tripulantes del Nostromo habían encontrado los huevos alienígenas), ha sido colonizado. Pero las autoridades terrestres pierden contacto con la colonia. Como única superviviente del encuentro con la criatura, ofrecen a Ripley unirse a una expedición militar como asesora. Ripley, un grupo de Marines Coloniales y el representante de la compañía, Burke, se embarcan en la nave Sulaco rumbo al siniestro planeta. Allí descubren que los colonos han sido exterminados por los aliens y usados como incubadoras de sus crías. La única superviviente es una niña llamada Newt (Carrie Henn). Como era de esperar, los marines no resultan ser rivales para una horda de aliens y uno tras otro son sangrientamente aniquilados por las criaturas. Entretanto, se descubre que Burke está allí con el propósito oculto de capturar y llevar a la Tierra a una de los aliens para que la compañía estudie su potencial comercial.
Al final, con los demás muertos o incapacitados, Ripley se verá obligada a armarse hasta los dientes y enfrentarse a la terrible Reina, que pone los abominables huevos.
Cameron no deseaba hacer un simple remake de la primera parte. Tampoco quería limitarse a dar un pequeño paso en la misma dirección del horror gótico que había adoptado Ridley Scott. En cambio, optó por abordar la historia desde el punto de vista de la acción pura y dura: "Alien" tenía una criatura acechando desde las sombras; "Aliens" tenía docenas, atacando desde todos los ángulos posibles (aunque, en realidad, el exiguo presupuesto de 18 millones de dólares sólo había dado para fabricar seis trajes de alien, y eso es lo máximo que se llega a ver en cualquier escena, aunque el talento de Cameron consigue ocultarlo). La dirección artística de "Alien" tenía un aire místico e irreal; en "Aliens" era práctica y cotidiana. Las metáforas de "Alien" eran el nacimiento y la muerte; "Aliens" se centraba en la guerra y la maternidad. Resulta curioso que su película resultara, hasta cierto punto, mejor adaptación de la excelente novela "Tropas del Espacio" (1959, Robert A.Heinlein) que la oficial, dirigida por Paul Verhoeven (1997).
Cameron renunció al terror puro de Scott, pero a cambio, y ya sin necesidad de presentar al alien, introdujo en el guión dos elementos que se convertirían en centrales en las dos siguientes películas de la saga. Por una parte, la ampliación del proceso de desarrollo de las criaturas, imitando el modelo de las comunidades de insectos y despejando las incógnitas acerca de quién ponía los huevos encontrados en la primera parte y cómo eran usados los humanos para "incubar" las larvas.
Y, por otro, como hemos dicho, una profundización en el personaje de Ripley y, en concreto, en el concepto de maternidad. Esto último fue una sorpresa. En un film de acción con marines matando aliens (y viceversa), el director logró hacer sitio a una historia que se centraba en el lado maternal de la protagonista mediante su vinculación a la pequeña niña Newt (Carrie Henn), única superviviente de la colonia. Esta vertiente maternal de Ripley se explicaba mejor en la versión extendida del DVD, en la que nos enterábamos que Ripley había tenido una hija que había crecido, envejecido y muerto mientras ella pasaba décadas hibernada en el espacio; de alguna forma desarrolla hacia Newt un instinto protector equivalente al de una madre. El éxito de Cameron es que la maternidad no es algo ajeno a la historia misma, sino parte esencial de ella: el principal alien de la película es también una madre, una especie de grotesca “alien reina” que pone sin parar montones de huevos. En las siguientes entregas de la saga se continuaría profundizando en este concepto: en "Alien3", la propia Ripley se convertiría en "madre" de un alien; y en "Aliens: Resurrección", el clon de Ripley sería una especie de "hija" de la reina alien.
Sigourney Weaver aceptó volver a protagonizar el personaje, eso sí, exigiendo unos emolumentos tales que la Fox sugirió a Cameron que replantease el guión sin el personaje de Ripley, a lo que el director se negó en redondo. Tuvo razón: Weaver consiguió una nominación al Oscar a la Mejor Actriz por su interpretación, toda una novedad para un film de CF.
Por su parte, el diseño conceptual se lo repartieron dos genios del dibujo: Syd Mead (2010, Blade Runner, Tron) y Ron Cobb (Star Wars, Conan el Bárbaro, Regreso al Futuro). El primero realizó el carguero militar Sulaco y el transporte blindado terrestre, mientras que el segundo visualizó prácticamente todas las instalaciones de la colonia. Peter Lamont (que había trabajado en muchas de las películas de la serie de James Bond) fue el diseñador de producción y responsable de hacer realidad las visiones de Mead y Cobb ciñéndose al presupuesto, tarea nada fácil porque aunque contaban con más de un millón de dólares para los decorados y vehículos, la escala de la película que Cameron deseaba realizar excedía con mucho el dinero disponible.
El rodaje tuvo lugar en Londres, en los estudios Pinewood. Y los que participaron en él no lo recordaron posteriormente como un trabajo agradable. Al difícil y grosero carácter de Cameron, un perfeccionista obsesivo e intratable, y la frialdad en el trato de su mujer y productora, se añadió la diferencia cultural, en lo que a costumbres laborales se refiere, entre americanos y británicos. El rodaje estuvo plagado de tensiones, desencuentros y amenazas en una filmación por lo demás técnicamente compleja.
Cameron mantuvo el concepto visual de Scott inspirado por el estilo biomecánico de Giger que tanto contrastaba con los simétricos y brillantes interiores de "2001 Una Odisea del Espacio" (1968) de Kubrickm que habían dominado la CF hasta entonces. Pero introdujo más aliens, más luz y armas de mayor calibre. Los decorados, bañados en parpadeantes luces rojas, no son tan impresionantes, hostiles o claustrofóbicos como los de la primera parte. Con todo, el planeta LV-426, duro, ventoso y (casi) carente de vida en el primer film, es todavía un lugar muy desagradable. Aunque se haya convertido en hogar de cientos de colonos terraformadores, es oscuro, siniestro y poco recomendable. Naturalmente, los colonos no llegaron muy lejos. Nadie les avisó de que no salieran de excursión sin un traje muy resistente con un casco a prueba de todo y un gran pistolón.
"Aliens" sí superó a su predecesora en diálogos y caracterización. Fiel al original de Scott y en la línea de los films de Terminator, las simpatías de la película recaen en los personajes de la clase trabajadora (en este caso, los Marines Coloniales: fanfarrones, rudos y groseros, valientes pero no heroicos). A diferencia de "Alien", sin embargo, esta una película rápida y ruidosa, con escenas de acción cuidadosamente montadas. Mientras que Scott trasladó el cine de terror al espacio, Cameron tomó su inspiración de las películas bélicas. En la primera entrega, Ellen Ripley era una profesional competente cuyo temple era puesto a prueba en una situación extraordinaria. Cameron completa la metamorfosis a heroína postfeminista, un tanto masculina, armándola hasta los dientes con lanzagranadas, fusiles de gran calibre y lanzallamas. Como Sarah Connor en la segunda entrega de "Terminator", Ripley iguala y supera las hazañas de sus endurecidos compañeros varones. Por su parte, los Marines, a pesar de su vocerío, acaban convirtiendo la misión en un nuevo Vietnam (Cameron declaró que utilizó aquel conflicto como elemento metafórico en el film), experiencia que la administración Reagan se esforzaba por superar.
El director no consiguió evitar repetir algunas de las escenas que tan bien habían funcionado en la primera parte, como el insensato viaje final de Ripley por un entorno industrial a punto de explotar, abriéndose paso por entre nubes de vapor, luces parpadeantes y robóticas voces de advertencia para rescatar, no a un gato, sino a una niña; o la reaparición (¿sorpresa?) del superalien cuando ya todo parecía haber acabado, repitiendo el truquito con el que se cerraba “Alien”. Con todo, Cameron consiguió firmar una película que recibió buena acogida tanto por la crítica como por el público, contentando a sectores tan dispares como los amantes de lo paramilitar y las feministas de línea dura. Hábilmente orquestado y con una tensión creciente, cuando llegaba el clímax final, el público se comía las uñas en las salas de cine.
"Aliens" fue además uno de los primeros films que tuvieron una segunda vida gracias al montaje del director. En 1992 se volvió a lanzar la película con 17 minutos extra respecto a la versión estrenada en 1986. El metraje adicional incluía nuevas escenas que transcurrían en la colonia antes de la matanza, un subargumento en el que Ripley descubría que mientras ella había estado hibernando flotando en el espacio profundo su hija había envejecido y muerto, más información sobre el pasado de Newt y nuevas escenas de acción con los marines.
"Aliens" es entretenimiento puro, sin apenas un momento aburrido. Cameron alterna con brillantez el cambiante ritmo en el que se alterna la acción, el terror, el suspense y el humor. Ciertamente, hay más artificio que reflexión (la siguiente entrega, dirigida por David Fincher, por mucho que se la haya denostado, tiene más profundidad e intriga) pero, a pesar de su esquema un tanto tópico, la película demostraba que la visión personal de un realizador podía fundirse con el espíritu del original y la marea de las modas de cada época, dando como resultado una película sólida que ha resistido magníficamente bien el paso del tiempo.
Poca gente sabe esto mejor que James Cameron. En el curso de su carrera, ascendió desde el rentable "Terminator" (1984) hasta su exitosa secuela, "Terminator 2: El Juicio Final" (1991). Y, antes, con su secuela a "Alien" (1979) de Ridley Scott, consiguió hacer despegar una franquicia de éxito fenomenal con un total de seis (o cuatro para los puristas) películas hasta el momento, así como dar forma al género de la CF de acción y aventuras que, desde mediados de los ochenta, ha dominado la vertiente cinematográfica del género hasta el vuelco hacia la fantasía que trajo el nuevo milenio.
"Alien" había sido un gran éxito y los productores se mostraron dispuestos a hacer una secuela inmediatamente (algo que, no lo olvidemos, no era tan corriente entonces como lo es hoy en día).También los directivos de la Fox estaban interesados en el proyecto. Aunque en ese momento no se vio así, fue una suerte que cambiaran los miembros de la cúpula directiva del estudio y que los recién llegados no compartieran el entusiasmo de sus predecesores por el repelente alien, aparcando los planes de una continuación. El tiempo pasó, y ello permitió que el director ideal para un retorno al universo alien se formara y llegara al lugar adecuado en el momento adecuado: James Cameron.
Por aquel entonces Cameron era un novato en lo que a dirección se refiere. Había trabajado con el director Roger Corman en películas de bajo presupuesto en las que se había encargado un poco de todo, incluido el diseño y los efectos especiales, aprendiendo el oficio más deprisa y más profundamente de lo que hubiera podido esperarse. Un único trabajo, “Piraña 2”, no le hacía, a priori, el más indicado para encargarse de una secuela de "Alien". Fue por entonces cuando conoció a Gale Ann Hurd, con quien pondría en marcha una película basada en una historia propia, "Terminator", de la que hablaremos en otra entrada. Habían seleccionado a Arnold Schwarzenegger para el papel de robot asesino, pero éste, por imperativos contractuales, hubo de participar antes en “Conan El Destructor”. Eso dejaba nueve meses a Cameron con los brazos cruzados y sin poder iniciar su película o encargarse de otra ajena. Pero sí podía aceptar un trabajo de guionista.
Tal y como ha declarado él mismo, se había sentido impresionado e inspirado por la película de Ridley Scott. Comenzó un borrador de guión para una posible secuela y, sin haberlo finalizado siquiera, impresionó a los directivos de la Fox (que habían vuelto a cambiar, siendo éstos más favorables a producir una secuela) hasta tal punto que decidieron esperar a que Cameron finalizara su “Terminator” para ofrecerle el puesto no sólo de guionista, sino también de director. Si "Terminator" no hubiera sido el gran éxito que fue, es posible que su promesa se hubiera quedado en nada, pero tal y como habían ido las cosas, parecía una elección más que adecuada. Así que Cameron y su esposa Gale Ann Hurd (contrajeron matrimonio en 1985) como productora, asumieron la difícil misión de hacer una película digna de la primera parte.
La historia es la siguiente: al final de la primera película, Ripley quedaba en animación suspendida en una cápsula de salvamento tras la destrucción del Nostromo y la muerte del alien. Cincuenta y siete años más tarde es rescatada por una nave de salvamento y devuelta a una estación orbital de la Tierra. Responsabilizada de la destrucción del Nostromo por la compañía propietaria del carguero, Weyland-Yutani, le retiran la licencia de vuelo y se ve obligada a llevar una vida miserable en la estación por el día y sufrir horribles pesadillas por la noche.
Para colmo, el planeta LV-426 (en el que los tripulantes del Nostromo habían encontrado los huevos alienígenas), ha sido colonizado. Pero las autoridades terrestres pierden contacto con la colonia. Como única superviviente del encuentro con la criatura, ofrecen a Ripley unirse a una expedición militar como asesora. Ripley, un grupo de Marines Coloniales y el representante de la compañía, Burke, se embarcan en la nave Sulaco rumbo al siniestro planeta. Allí descubren que los colonos han sido exterminados por los aliens y usados como incubadoras de sus crías. La única superviviente es una niña llamada Newt (Carrie Henn). Como era de esperar, los marines no resultan ser rivales para una horda de aliens y uno tras otro son sangrientamente aniquilados por las criaturas. Entretanto, se descubre que Burke está allí con el propósito oculto de capturar y llevar a la Tierra a una de los aliens para que la compañía estudie su potencial comercial.
Al final, con los demás muertos o incapacitados, Ripley se verá obligada a armarse hasta los dientes y enfrentarse a la terrible Reina, que pone los abominables huevos.
Cameron no deseaba hacer un simple remake de la primera parte. Tampoco quería limitarse a dar un pequeño paso en la misma dirección del horror gótico que había adoptado Ridley Scott. En cambio, optó por abordar la historia desde el punto de vista de la acción pura y dura: "Alien" tenía una criatura acechando desde las sombras; "Aliens" tenía docenas, atacando desde todos los ángulos posibles (aunque, en realidad, el exiguo presupuesto de 18 millones de dólares sólo había dado para fabricar seis trajes de alien, y eso es lo máximo que se llega a ver en cualquier escena, aunque el talento de Cameron consigue ocultarlo). La dirección artística de "Alien" tenía un aire místico e irreal; en "Aliens" era práctica y cotidiana. Las metáforas de "Alien" eran el nacimiento y la muerte; "Aliens" se centraba en la guerra y la maternidad. Resulta curioso que su película resultara, hasta cierto punto, mejor adaptación de la excelente novela "Tropas del Espacio" (1959, Robert A.Heinlein) que la oficial, dirigida por Paul Verhoeven (1997).
Cameron renunció al terror puro de Scott, pero a cambio, y ya sin necesidad de presentar al alien, introdujo en el guión dos elementos que se convertirían en centrales en las dos siguientes películas de la saga. Por una parte, la ampliación del proceso de desarrollo de las criaturas, imitando el modelo de las comunidades de insectos y despejando las incógnitas acerca de quién ponía los huevos encontrados en la primera parte y cómo eran usados los humanos para "incubar" las larvas.
Y, por otro, como hemos dicho, una profundización en el personaje de Ripley y, en concreto, en el concepto de maternidad. Esto último fue una sorpresa. En un film de acción con marines matando aliens (y viceversa), el director logró hacer sitio a una historia que se centraba en el lado maternal de la protagonista mediante su vinculación a la pequeña niña Newt (Carrie Henn), única superviviente de la colonia. Esta vertiente maternal de Ripley se explicaba mejor en la versión extendida del DVD, en la que nos enterábamos que Ripley había tenido una hija que había crecido, envejecido y muerto mientras ella pasaba décadas hibernada en el espacio; de alguna forma desarrolla hacia Newt un instinto protector equivalente al de una madre. El éxito de Cameron es que la maternidad no es algo ajeno a la historia misma, sino parte esencial de ella: el principal alien de la película es también una madre, una especie de grotesca “alien reina” que pone sin parar montones de huevos. En las siguientes entregas de la saga se continuaría profundizando en este concepto: en "Alien3", la propia Ripley se convertiría en "madre" de un alien; y en "Aliens: Resurrección", el clon de Ripley sería una especie de "hija" de la reina alien.
Sigourney Weaver aceptó volver a protagonizar el personaje, eso sí, exigiendo unos emolumentos tales que la Fox sugirió a Cameron que replantease el guión sin el personaje de Ripley, a lo que el director se negó en redondo. Tuvo razón: Weaver consiguió una nominación al Oscar a la Mejor Actriz por su interpretación, toda una novedad para un film de CF.
Por su parte, el diseño conceptual se lo repartieron dos genios del dibujo: Syd Mead (2010, Blade Runner, Tron) y Ron Cobb (Star Wars, Conan el Bárbaro, Regreso al Futuro). El primero realizó el carguero militar Sulaco y el transporte blindado terrestre, mientras que el segundo visualizó prácticamente todas las instalaciones de la colonia. Peter Lamont (que había trabajado en muchas de las películas de la serie de James Bond) fue el diseñador de producción y responsable de hacer realidad las visiones de Mead y Cobb ciñéndose al presupuesto, tarea nada fácil porque aunque contaban con más de un millón de dólares para los decorados y vehículos, la escala de la película que Cameron deseaba realizar excedía con mucho el dinero disponible.
El rodaje tuvo lugar en Londres, en los estudios Pinewood. Y los que participaron en él no lo recordaron posteriormente como un trabajo agradable. Al difícil y grosero carácter de Cameron, un perfeccionista obsesivo e intratable, y la frialdad en el trato de su mujer y productora, se añadió la diferencia cultural, en lo que a costumbres laborales se refiere, entre americanos y británicos. El rodaje estuvo plagado de tensiones, desencuentros y amenazas en una filmación por lo demás técnicamente compleja.
Cameron mantuvo el concepto visual de Scott inspirado por el estilo biomecánico de Giger que tanto contrastaba con los simétricos y brillantes interiores de "2001 Una Odisea del Espacio" (1968) de Kubrickm que habían dominado la CF hasta entonces. Pero introdujo más aliens, más luz y armas de mayor calibre. Los decorados, bañados en parpadeantes luces rojas, no son tan impresionantes, hostiles o claustrofóbicos como los de la primera parte. Con todo, el planeta LV-426, duro, ventoso y (casi) carente de vida en el primer film, es todavía un lugar muy desagradable. Aunque se haya convertido en hogar de cientos de colonos terraformadores, es oscuro, siniestro y poco recomendable. Naturalmente, los colonos no llegaron muy lejos. Nadie les avisó de que no salieran de excursión sin un traje muy resistente con un casco a prueba de todo y un gran pistolón.
"Aliens" sí superó a su predecesora en diálogos y caracterización. Fiel al original de Scott y en la línea de los films de Terminator, las simpatías de la película recaen en los personajes de la clase trabajadora (en este caso, los Marines Coloniales: fanfarrones, rudos y groseros, valientes pero no heroicos). A diferencia de "Alien", sin embargo, esta una película rápida y ruidosa, con escenas de acción cuidadosamente montadas. Mientras que Scott trasladó el cine de terror al espacio, Cameron tomó su inspiración de las películas bélicas. En la primera entrega, Ellen Ripley era una profesional competente cuyo temple era puesto a prueba en una situación extraordinaria. Cameron completa la metamorfosis a heroína postfeminista, un tanto masculina, armándola hasta los dientes con lanzagranadas, fusiles de gran calibre y lanzallamas. Como Sarah Connor en la segunda entrega de "Terminator", Ripley iguala y supera las hazañas de sus endurecidos compañeros varones. Por su parte, los Marines, a pesar de su vocerío, acaban convirtiendo la misión en un nuevo Vietnam (Cameron declaró que utilizó aquel conflicto como elemento metafórico en el film), experiencia que la administración Reagan se esforzaba por superar.
El director no consiguió evitar repetir algunas de las escenas que tan bien habían funcionado en la primera parte, como el insensato viaje final de Ripley por un entorno industrial a punto de explotar, abriéndose paso por entre nubes de vapor, luces parpadeantes y robóticas voces de advertencia para rescatar, no a un gato, sino a una niña; o la reaparición (¿sorpresa?) del superalien cuando ya todo parecía haber acabado, repitiendo el truquito con el que se cerraba “Alien”. Con todo, Cameron consiguió firmar una película que recibió buena acogida tanto por la crítica como por el público, contentando a sectores tan dispares como los amantes de lo paramilitar y las feministas de línea dura. Hábilmente orquestado y con una tensión creciente, cuando llegaba el clímax final, el público se comía las uñas en las salas de cine.
"Aliens" fue además uno de los primeros films que tuvieron una segunda vida gracias al montaje del director. En 1992 se volvió a lanzar la película con 17 minutos extra respecto a la versión estrenada en 1986. El metraje adicional incluía nuevas escenas que transcurrían en la colonia antes de la matanza, un subargumento en el que Ripley descubría que mientras ella había estado hibernando flotando en el espacio profundo su hija había envejecido y muerto, más información sobre el pasado de Newt y nuevas escenas de acción con los marines.
"Aliens" es entretenimiento puro, sin apenas un momento aburrido. Cameron alterna con brillantez el cambiante ritmo en el que se alterna la acción, el terror, el suspense y el humor. Ciertamente, hay más artificio que reflexión (la siguiente entrega, dirigida por David Fincher, por mucho que se la haya denostado, tiene más profundidad e intriga) pero, a pesar de su esquema un tanto tópico, la película demostraba que la visión personal de un realizador podía fundirse con el espíritu del original y la marea de las modas de cada época, dando como resultado una película sólida que ha resistido magníficamente bien el paso del tiempo.
lunes, 5 de septiembre de 2011
1978-DOBLE DIMENSIÓN - Enki Bilal
La revista semanal Pilote se había convertido en los años sesenta en un referente del comic clásico de aventuras no sólo en Francia, sino en toda Europa. Sus personajes, entre los que se encontraban Astérix, el teniente Blueberry o Michel Tanguy, se convirtieron, en muy pocos años, en verdaderos iconos de la historieta. Pero los tiempos cambiaban rápidamente y los autores no se sentían a gusto con el hecho de que sus personajes fueran más famosos que ellos mismos. Cuando llegó Mayo del 68, con su agitación social en las calles de París, los dibujantes se rebelaron contra el consejo editorial de la revista, intentando tomar el control. Al final, los creadores se dieron cuenta de que habían ido demasiado lejos y recularon; pero en el proceso algo se consiguió: obtuvieron mayor libertad creativa, no sólo en los guiones sino también en la línea gráfica, pudiendo por fin alejarse del clasicismo imperante en Pilote hasta el momento. Junto a la serialización de largas aventuras, las páginas de la revista (mensual a partir de junio de 1974) albergarán relatos cortos, humor, historias de corte social e incluso surrealismo gráfico. Esta ruptura con la trayectoria anterior de la publicación, lejos de acabar con ella, la convirtió en el referente europeo del comic y la revista a la que todo el mundo trataba de imitar.
Uno de los jóvenes autores que encontraron acomodo en la nueva Pilote mensual fue Enki Bilal. Nacido en Belgrado en 1951, se traslada a los nueve años a París, donde aprende francés gracias a revistas de comics como "Pilote" o "Tintín". El inicio de su carrera como historietista quedaría marcado por la primera de esas revistas: sus directores, René Goscinny y Jean-Michel Charlier, ven sus primeras páginas, realizadas a los 14 años, y le animan a continuar perfeccionándose en el medio. Unos años después gana el primer premio de un concurso de historietas realizado por Pilote y publica allí su primer trabajo profesional en marzo de 1972: “Le bol maudit” (editado en España en la revista Tótem).
En el transcurso de sus tres primeros años como profesional se encargó de ilustrar para Pilote diversas historias cortas con guiones de otros autores, al tiempo que probaba suerte como autor completo en historias de ciencia ficción, su género preferido. Aquellos primeros trabajos en solitario, realizados entre 1974 y 1977, fueron recopilados en un álbum titulado originalmente en Francia "Mémoires d´Outre-Space" (1978), publicado en España por Norma Editorial en 1989 bajo el título "Doble Dimensión".
Se trata de ocho historias cortas, realizadas en el estilo característico del autor, influido por Moebius o Meziéres. Es un grafismo sucio y algo recargado, que cubre la viñeta con una pátina de desgaste, de óxido, de decadencia. Los rostros están ajados, las estructuras, las máquinas y las naves exhiben un aspecto consumido, agrietado, usado, un estilo visual que Bilal agudizaría en años posteriores. La rigidez facial y corporal -que el autor nunca ha conseguido superar del todo- queda hasta cierto punto mitigada por los originales -e improbables- diseños de toda la parafernalia futurista.
Son historias en las que domina un humor, cínico, negro, sangriento incluso, a veces construidas en torno a un dilema moral, y siempre con final sorpresa. En estas pequeñas píldoras se hace mofa de la cortedad de miras de los militares, el peligro del colonialismo (plasmado como el reclutamiento y adiestramiento de unos superalienígenas sin imaginar las consecuencias que ello tendrá), los robots que enloquecen al intentar hacerlos demasiado humanos, el choque cultural con civilizaciones extraterrestres (tratado de una forma tan hilarante como macabra), la estupidez y naturaleza mentirosa de los políticos o, simplemente, episodios sin más mensaje que el mero absurdo o el enredo cómico.
Una impactante introducción al arte del que acabaría convirtiéndose en uno de los principales dibujantes de CF europeos.
sábado, 3 de septiembre de 2011
1970- LAS AVENTURA DE DON QUICK
Nos encontramos en esta ocasión con una curiosidad de breve vida inspirada en un icono ibérico: una sátira en clave de ciencia ficción basada en el personaje de Don Quijote. Su anti-héroe protagonista, Don Quick, se dedica a cargar contra planetas en lugar de molinos de viento.
Como miembro de la Brigada Intergaláctica de Mantenimiento, Quick solo debería preocuparse por tornillos y tuercas. Pero tan tarea aburrida no le satisface en absoluto y cada vez que él y su fiel compañero el sargento Sam Czopanser (Sancho Panza) aterrizan en un nuevo planeta, se ve a sí mismo como embajador itinerante de la Tierra dispuesto a corregir los males e injusticias –imaginarios- que le salen al paso. Esta tendencia a interferir en los mundos ajenos termina invariablemente con la alteración del equilibrio de la sociedad en la que ha metido las narices.
La serie hizo gala de un buen diseño, con elaborados vestuarios y efectos visuales por encima de la media en la época (en uno de los episodios, el protagonista quedaba reducido de tamaño por la reina de un planeta matriarcal. Por desgracia, la gente no lo encontró lo suficientemente divertido y por mucho que la productora LWT (London Weekend Television) intentó mantenerlo en el prime time (viernes a las 9 de la noche), la cadena de televisión pública de Gran Bretaña (ITV), donde se emitía, lo acabó traspasando a horarios más intempestivos hasta que, seis episodios de 60 minutos más tarde, en diciembre de 1970, se canceló.
Como era costumbre en la época, no se consideraba que las series de televisión tuvieran demasiado valor, y se destruyeron todas las cintas. Hoy día tan sólo se conserva el primer episodio.
1979- Guía del Autoestopista Galáctico - Douglas Adams
Los seriales radiofónicos de CF tienen una larga tradición que se remonta a los populares programas de “Buck Rogers” (1932) o “Viaje al Espacio” (1953-1955) de la BBC. Más tarde, la experiencia visual de la televisión desplazó a la sonora de la radio. Las únicas excepciones fueron aquellas que se apoyaron en la comedia, en la fuerza del humor, en lugar de la recreación de imágenes espectaculares, mucho más atractivas en la forma de una imagen que en la dramatización sonora.
En 1978, la BBC emitió una serie humorística de seis episodios titulada “Guía del autoestopista galáctico”, en la que no se tenían puestas demasiadas esperanzas. Sin embargo, la respuesta de los oyentes fue apabullante. Aquel mismo año hubieron de repetirse las emisiones dos veces, después se editó un LP recopilatorio y un libro, que es el que comentamos aquí. En 1980 se continuó la serie radiofónica con cinco episodios más.
Todo ello fue obra del cómico británico Douglas Adams, quien había colaborado muy brevemente con los Monty Python (por ejemplo, en este sketch, uno de los mejores del grupo). Sin embargo, su estilo no parecía ser el más adecuado para la televisión o la radio de entonces y para ganarse la vida tuvo que trabajar en toda una serie de improbables oficios que iban de portero de hospital a limpiador de gallineros pasando por guardaespaldas para petromillonarios quataríes. Entretanto, no dejaba de escribir sketches para la radio y la televisión, pero pocos eran aceptados y su moral declinaba rápidamente. Y entonces llegó “Guía del Autoestopista Galáctico”.
Arthur Dent, un terrícola ordinario de clase media, escapa de chiripa de la demolición de la Tierra cuando su amigo, Ford Prefect, lo teletransporta. De repente, Arthur pasa a ser el último ser humano de un universo al que el destino de la Tierra no podría importarle menos. Comienza entonces para ambos amigos una odisea en una galaxia que parece extraída de los programas de Monty Python, en compañía del chiflado y fugitivo presidente de la galaxia, Zaphod Beeblebrox, el androide paranoide Marvin (el grupo Radio Head tomaría su nombre para una canción incluida en su álbum de 1997, “OK Computer”) y Trillian, la susceptible última mujer humana del universo.
Aunque parte de la gracia se pierde con la traducción y quizá no todo el mundo disfrute con el humor absurdo, no faltan ideas absolutamente desquiciadas: Lo que creemos son ratones terrestres no son sino proyecciones en nuestra dimensión de seres pandimensionales sumamente hiperinteligentes; la Tierra no era más que un ordenador enorme que llevaba diez millones de años funcionando y que cuando estaba a punto de dar con la Pregunta que aclararía el sentido el universo (la Respuesta ya se sabía, era “42”), es destruida por un error burocrático; los magratheanos llevan cinco millones de años hibernados a la espera de que termine la crisis económica galáctica y vuelva a crecer la demanda para su producto: planetas enteros diseñados, construidos y esculpidos por encargo –la Tierra fue uno de ellos-; bebidas como el detonador gargárico pangaláctico o temibles poetas como Grunthos el Flatulento (autor de un poema titulado “Oda a un bultito de masilla verde que me descubrí en el sobaco una mañana de verano”), son solo algunas de las hilarantes ideas de Adams, intercaladas con entradas de la Guía del Autoestopista Galáctico que nos detallan desde el departamento comercial de la Compañía Cibernética Sirius (“un hatajo de pelmazos y estúpidos que serán los primeros en ir al paredón cuando llegue la revolución”), curiosas listas de seres inteligentes (humanoides, reptiloides, ictioides, arboroides ambulantes, biroides y matices superinteligentes del color azul) o por qué una toalla es el objeto de mayor utilidad que puede poseer un autoestopista interestelar.
El éxito de Adams demostró que la space opera se había convertido en parte de la cultura popular y sus “tics” fuente de bromas satíricas, pero no amargas. Así, la Tierra no resulta destruida como parte de un maléfico plan, sino como efecto colateral en la construcción de una autopista interestelar; y los alienígenas Vogones son universalmente temidos no por su armamento, sino por su insoportable poesía, con la que afligen a quienes se cruzan en su camino.
Las cuatro novelas que continuaron la saga son más irregulares en cuanto a humor y calidad en general. Aunque repletas de situaciones alocadamente caóticas y surrealistas, se detecta cierta autocomplacencia y un humor progresivamente más negro y desencantado. Sigue siendo divertido, sí, pero ya no tan original.
“El restaurante del fin del mundo” (1980) retoma la historia donde “La Guía…” la dejó. Los protagonistas continúan su aventura a la búsqueda de la Gran Pregunta, deteniéndose para tomar un refrigerio en el Restaurante al fin del Universo, situado en los límites del tiempo, minutos antes de la destrucción del Universo, evento que los comensales pueden disfrutar cómodamente. Siguen luego embarcados en una enloquecida y algo confusa búsqueda, topándose con el individuo que gobierna el universo (un cretino de mente ida que no distingue realidad de fantasía) y el origen de la raza humana (un montón de ejecutivos inútiles expulsados de su propio planeta). El libro es menos sorprendente que su antecesor y a pesar de que resulta evidente que buena parte del humor se pierde de forma irremediable en la traducción, contiene pasajes hilarantes, como aquel en el que describe los problemas gramaticales inherentes a los viajes en el tiempo: “En el hecho de convertirse en su propio padre o en su propia madre no existen problemas que una familia bien ajustada y de mentalidad abierta no pueda solucionar (..) Sencillamente, el problema fundamental es de gramática, y para este tema la principal obra de consulta es la del doctor Dan Callejero, “Manual del viajero del tiempo, con 1.001 formaciones verbales”. Ese libro enseña, por ejemplo, a describir algo que está a punto de ocurrirle a uno en el pasado antes de que se salte dos días con el fin de evitarlo (…) La mayoría de los lectores llegan hasta el Futuro Semiincondicionalmente Modificado del Subjuntivo Intencional Subinvertido Pasado Plagal; y en realidad, en ediciones posteriores del libro, todas las páginas que siguen a ese punto se han dejado en blanco para ahorrar costes de impresión (…) El término “Futuro Perfecto” se abandonó desde que se descubrió que no lo era”.
O los pasajes dedicados al rock del futuro: “La Guía del Autoestopista Galáctico observa que Zona Catastrófica, un conjunto de rock plutónico de los Territorios Mentales Gagracácticos, es generalmente considerado no sólo como el grupo de rock más ruidoso de la Galaxia, sino como los productores del ruido más estrepitoso de cualquier clase. Los habituales de conciertos estiman que el sonido más compensado se escucha en el interior de grandes bunkers de cemento a unos 16 km del escenario, mientras que los propios músicos tocan los instrumentos por control remoto desde una astronave con buenos dispositivos de aislamiento, en órbita permanente en torno al planeta, o, con mayor frecuencia, alrededor de otro planeta diferente. En conjunto, las canciones son muy simples, y la mayoría sigue el tema familiar de un ser-muchacho conoce a un ser-muchacha bajo la luna plateada, que luego explota por ninguna razón convenientemente explicada. Muchos mundos han prohibido terminantemente sus actuaciones, algunas veces por razones artísticas, pero normalmente debido a que el sistema de amplificación de sonido del grupo infringe los tratados locales de limitación de armas estratégicas”.
“La Vida, el Universo y todo lo demás” (1982) fue inicialmente escrita como cierre de la saga, con Arthur Dent y Ford regresando al mundo presente solo para toparse con los ciudadanos de Kricket, una enojosa raza que quiere exterminar toda la vida del universo. Aunque aún tiene momentos y personajes memorables (como ese ser inmortal que abre la novela: aburrido de vivir tras millones de años y con un enfado de aupa, decide pasar su eternidad recorriendo el universo entero para insultar, personal e individualmente, a todos los seres vivientes), la obra adolece de cierto localismo inglés, por lo que sus hirientes bromas sobre el cricket, por ejemplo, pierden su chispa para un lector no anglosajón que carezca de las referencias imprescindibles para entender tal humor. Por otra parte, los diálogos y peripecias se antojan demasiado histriónicos y menos originales que los de los dos libros anteriores y el argumento se reduce a un continuo y mareante salto en el espacio-tiempo sin rumbo ni objetivo claros.
Lo mismo puede decirse de los dos siguientes libros, "Hasta luego y gracias por el pescado" (1984) e "Informe sobre la tierra: fundamentalmente inofensiva" (1992). En el primero, Arthur vuelve la Tierra -en realidad un planeta sustituto regalado por los delfines en su campaña "Salvar a los Humanos"-, se enamora de una chica llamada Fernchurch y ambos, junto a Ford, viajan hasta el planeta en el que se ha grabado en grandes llamas el Mensaje Final de Dios a su Creación. En el segundo, Arthur se establece como preparador de sandwiches oficial en una aldea perdida de un planeta ignoto mientras los Vogones hacen una opa hostil contra la "Guía del Autoestopista Galáctico". Ambos libros, pese a tener sus momentos brillantes, son considerablemente más irregulares que sus predecesores y no me atrevería a recomendarlos a menos que se sea un fan declarado de la saga. Lo mismo puede decirse del que en 2009 escribieron el escritor Eoin Colfer (autor de los populares libros de "Artemis Fowl") y la viuda de Adams (él falleció en 2001 a los 49 años), Jane Belson, continuando la aventura: "And Another Thing".
Más allá de las novelas, la “Guía…” se convirtió en una lucrativa franquicia que incluyó una serie de televisión, una película, comics, una obra de teatro, adaptaciones radiofónicas de los últimos libros y todo tipo de merchandising. Incluso en español la obra ha sido reeditada continuamente. Ha conseguido convertirse en una especie de referencia cultural más allá del ámbito de la CF, rompiendo barreras generacionales. La “Guía del Autoestopista Galáctico” fue uno de esos proyectos que no recibió publicidad ni apenas apoyo económico y cuyo inesperado éxito hay que atribuir a la genialidad de Adams como maestro de la sátira inteligente, a su espinoso ingenio, sus agudos comentarios sociales, alocada imaginación y humor absurdo, pero también a su conocimiento de los temas y mecanismos de la CF (y concretamente el subgénero de la space opera).
jueves, 1 de septiembre de 2011
1911-RALPH 124C 41+ - Hugo Gernsback
La historia de Gernsback es típica del sueño americano. Él mismo era un soñador entusiasta, un fervoroso creyente en que el siglo XX sería un futuro brillante que nos liberaría gracias al conocimiento.
Nacido Hugo Gernsbacher en Luxemburgo, el 16 de agosto de 1884, su padre era vinatero, pero el joven Hugo tenía poco interés en continuar los negocios familiares. Una historia popular afirma que quedó fascinado por la ciencia tras leer una traducción al alemán de un trabajo de Percival Lowell sobre Marte, aunque dado que no existió tal traducción durante su juventud, lo más probable es que sea falso. Sí es cierto, en cambio, que siendo un adolescente ya ganaba dinero trabajando en el campo de la electricidad. Estudió ciencias en Alemania y emigró a los Estados Unidos en 1904, deslumbrado por los avances científicos y convencido de que éstos serían el objetivo de su vida. Su primer plan fue vender su nuevo invento, una batería seca mejorada. Poco después de llegar a Norteamérica, fundó la Electric Importing Company -que, según afirmó después, fue la primera suministradora de equipos domésticos de radio del mundo-.
Comenzó a publicar un catálogo de equipo electrónico que, en 1908, se transformó en su primera revista: "Modern Electrics" (su nombre iría cambiando, primero a "Electrical Experimenter" y luego a "Science and Invention"). Al año siguiente y utilizando la publicación como plataforma, fundó la Wireles Association of America que, para 1912, ya contaba con 10.000 miembros. Mientras tanto, Gernsback había estado escribiendo por simple placer, incluyendo una novela picaresca en alemán todavía inédita. En 1911 aprovechó la oportunidad de combinar ambos intereses con una narración larga, "Ralph 124C41+", publicitada como "Un romance del año 2660" y serializada en 12 partes en "Modern Electrics" entre 1911 y 1912.
La historia no dejaba de ser una prolongación de las edisonadas (ver entrada correspondiente) en la que se conservaba el optimismo científico y la tecnofilia propia de los relatos con chico inventor. Sin embargo, aquí no nos encontramos con un simple muchacho brillante: el protagonista, Ralph 124C41+, es casi un superhombre del siglo XXVII, uno de los diez cerebros más brillantes de la Tierra (tal y como indica el "+" al final de su alfanumérico nombre). Ralph, “el gran inventor americano", es la culminación del muchacho hecho a sí mismo, el chico inventor definitivo y exagerado hasta lo absurdo: "Su superioridad física... no era nada comparada con su gigantesca mente". Como un Edison maniaco, Ralph dedica su vida a mejorar la utópica sociedad globalizada en la que vive con una lista interminable de inventos.
La historia comienza como una mezcla de relato utópico y crónica viajera, con Ralph guiando a su novia Alice en un recorrido por las maravillas científicas de la América del año 2660. Pero el asunto deriva hacia el melodrama cuando aparecen otros dos rivales por el afecto de la chica. Uno de ellos, Fernand 60O10, casi tan genial como Ralph, secuestra a Alice y se la lleva al espacio. Ni corto ni perezoso, el protagonista inventa una especie de radar para rastrearlos y se lanza en su persecución por el Sistema Solar. La chica pasa a manos del gigante marciano Llysanorh, que la mata justo cuando Ralph alcanza la nave de su enemigo. Yendo más allá de cualquier edisonada al uso y recurriendo a un toque de horror gótico, Ralph utilizaba entonces su inteligencia para conservar el cuerpo de Alice hasta su regreso a la Tierra, donde consigue encontrar una sustancia que la revive en el laboratorio. Gernsback amplió y revisó la historia para su publicación en forma de libro trece años después, en 1925, tratando de combinar todos esos elementos absolutamente dispares y añadiendo de paso algo de sátira. Pero eso no mejoró la incoherente versión inicial.
Porque el argumento es endeble, simplón e improvisado, el ritmo desesperadamente lento y la prosa rígida y torpe. Lo que hace a esta novela merecedora de una mención destacada es la larga lista de inventos que consiguió imaginar Gernsback (la mayor parte eléctricos de una u otra forma, como podía esperarse del fundador de una revista titulada "Modern Electrics"). Entonces, aquellos maravillosos artilugios futuristas no eran más que fantasías, pero muchos de ellos se harían realidad siglos antes del momento en el que transcurría la acción de "Ralph124C41+". Por ejemplo, la televisión, invento que aunque no era nuevo en la ficción (ya había sido imaginado en fecha tan temprana como 1895), sí fue Gernsback uno de los principales responsables de popularizar tanto el concepto como la palabra, ya que en 1909 había publicado en "Modern Electrics" un artículo sobre los pioneros experimentos alemanes con la transmisión de fotografías, titulado "Television y Telefoto".
En la novela propiamente dicha, además de la televisión, se mencionan, por ejemplo: la luz fluorescente, los letreros aéreos efectuados por aviones, las máquinas automáticas de empaquetado, los plásticos, una especie de posicionador geográfico por radio, las juke-box, los altavoces, los fertilizantes líquidos, el cultivo hidropónico, las grabadoras en cinta magnetofónica, el microfilm, máquinas expendedoras de comida y bebida, ciudades vacacionales flotantes, descontaminadores bacterianos por irradiación, energía solar, veloces aeronaves, gases para incrementar el apetito, aparatos que transcriben los pensamientos, tejidos de vidrio, ingenios para aprender mientras se duerme, conservantes alimenticios basados en el gas, sistemas de iluminación que responden a la voz humana, estaciones de control meteorológico, túneles submarinos para trenes magnéticos que unen Europa y Norteamérica, materiales sintéticos como el nylon y una inspirada descripción del radar (al que bautiza como Onda Etérea Pulsante Polarizada)...
Tratándose de un serial de ficción publicado en una revista técnica, se podía esperar cierto fetichismo tecnológico. El problema es que la narración se resiente fatalmente de ello. Cada vez que se menciona uno de esos artilugios, la historia se detiene y Ralph o el narrador se pasan páginas y páginas describiéndolos. Deslumbrado con los inventos, el escritor no se molesta en profundizar en los personajes ni en reflexionar sobre el efecto que una mente tan brillante como la de Ralph tendría sobre sus congéneres (que ni le temen ni le envidian, sino que parece que le admiran a juzgar por la torre de vidrio y acero que han levantando en su honor en Nueva York); en resumen, que los personajes son tan aburridos como la sociedad hipertecnificada en la que viven. En el prefacio que Gernsback escribió para la reedición del libro en 1950, dejaba claro que sólo valoraba la precisión de sus profecías, apuntando que algunas "ya se han convertido en realidades" y su confianza en que "todas ellas serán comunes para 2660".
Pero, subyacente al burdo estilo de Gernsback hay algo más. Ralph se alza sobre la anónima población a la que dona sus inventos, es un genio mundial lastrado por la responsabilidad; y los villanos que se le enfrentan deben mostrar igual altura intelectual; las viejas batallas motivadas por la virtud femenina ahora se libran en un entorno interplanetario. Este gigantismo traslada las coordenadas tradicionales del inventor: la de una especie de sacerdote en posesión de un conocimiento especializado al que no tienen acceso las masas. Como el Gobernador Planetario le recuerda a Ralph: "Eres un gran inventor... y un factor clave en el progreso del mundo. Eres de un valor incalculable para la Humanidad, irreemplazable. Le perteneces al mundo, no eres dueño de ti mismo". Es un símbolo no sólo de la obsesión norteamericana por la tecnología y sus gurús, sino de la brecha que se estaba abriendo entre los heroicos ingenieros que inventaban y controlaban las máquinas y los que se beneficiaban de ellas sin comprenderlas. La novela, con toda su ingenuidad conceptual y burdo acabado literario, es una defensa de la élite tecnocrática que ya estaba surgiendo.
Hoy, el libro ha perdido su encanto innovador y su evocación de un futuro maravilloso y la historia es, como hemos dicho, lenta y aburrida, por lo que no resulta raro que casi nadie se siente a leer "Ralph 124C41+". Y, sin embargo y sorprendentemente, se ha reeditado en más ocasiones de las que uno podría esperar (1929, 1950, 1958, 2000), permitiendo a la novela ejercer su limitada influencia en el género (aunque sólo sea por las veces que ha sido parodiada como ejemplo perfecto de lo que la CF debería evitar). Y también tiene sus defensores. Éstos no se apoyan en argumentos de tipo literario o estético, sino en el papel que la novela jugó en el desarrollo de la ciencia ficción y su toma de conciencia como género propio y diferenciado, desarrollo en el que Hugo Gernsback jugó un papel clave.
Porque Gernsback era, en primer lugar, un editor, no un escritor; y su principal contribución a la CF fue en ese campo. Efectivamente, el éxito inicial de "Ralph 124C 41+" animó a Gernsback a contratar a otros escritores de ficción para su revista. Al cabo de unos años, el negocio editorial se había convertido en su principal interés, al que dedicaba todas sus energías. Creía firmemente que la CF podía ser un mecanismo eficaz de diseminación del conocimiento científico y servir de inspiración a los jóvenes, convirtiéndolos en la siguiente generación de inventores y científicos. Plasmó esa intención pedagógica no solo en la novela que comentamos ahora, sino unos años más tarde, en la más famosa de las revistas que fundó, "Amazing Stories" (1926), cuyos editoriales dejaban claro que su intención a la hora de publicar historias de ficción era didáctica.
Su visión acabó diluyéndose y el género siguió pronto otros derroteros, pero su labor aún sigue siendo reconocida en los prestigiosos premios que llevan su nombre.
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