La obra del Premio Nobel británico Kazuo Ishiguro conforma un conjunto literario inmediatamente identificable tanto por su estilo como por sus temas, pero rara vez por género, ya que la mayoría de las veces plantea las mismas preguntas adoptando diferentes marcos, por ejemplo, la Britania postartúrica en “El Gigante Enterrado” (2015), o la Inglaterra de mediados del siglo pasado en la que quizá sea su novela más alabada, “Lo Que Queda del Día” (1989). En el caso de su octavo libro, “Klara y el Sol”, el escritor regresa al género de la Ciencia Ficción que ya había abordado en “Nunca Me Abandones” (2005). De hecho y más allá de transcurrir en un futuro cercano, es casi imposible no comparar ambas novelas porque las dos comparten elementos característicos del autor (ironía en un contexto dramático; dilemas éticos surgidos a raíz de algún avance científico o tecnológico; angustia creciente e interesantes reflexiones sobre el poder, la memoria, el amor y la incognoscibilidad tanto del yo como del otro) con el objetivo de reflexionar sobre el significado de ser humano. Aunque quizá menos elegante que “Nunca Me Abandones”, la historia de Klara es un libro particularmente conmovedor.





