Pocas series de CF televisiva han sido más perturbadoramente proféticas que la rusa “Epidemiya”, traducida en inglés y español como “Hacia el Lago”. Y es que el estreno de los ocho episodios que conformaron su primera temporada (y que adaptan parcialmente la novela “Vongozero”, de la escritora rusa Yana Vagner), en noviembre de 2019, en la plataforma rusa Premier, se anticipó apenas un mes a la detección de los primeros casos de Covid-19 en Wuhan, China. Tres meses después, el 11 de marzo de 2020, la OMS declaró que aquel brote se había convertido ya en una pandemia, llevando al planeta a una crisis global como no se había visto nunca en la Historia y que jamás olvidarían quienes la vivieron y sobrevivieron. Con eso en mente, ver “Hacia el Lago” en su momento tuvo que ser una experiencia todavía más desasosegante de lo que es en la actualidad, porque no hubo que esperar más que unas semanas para comprobar que los síntomas de una enfermedad de gran letalidad capaz de cambiar el mundo no tenían porque incluir elementos propios del género de terror (ojos en blanco, aparatosos esputos de sangre, palidez extrema…).
Dicho
esto y como la mayoría de las ficciones sobre apocalipsis víricos o zombis,
desde “El Día de los Trífidos” (1951) a “The Walking Dead” (2010-2022) pasando
por “28 Días Después” (2002) en lo que hace hincapié esta historia es en cómo
los seres humanos, cuando se ven empujados a situaciones desesperadas, pueden
resultar más peligrosos que la enfermedad en sí.
La
psicoterapeuta, Anna (Viktoria Isakova), tras sufrir una pesadilla, recibe el
consuelo de su pareja, Sergei (Kirill Käro), quien poco después recibe un
mensaje en el móvil que le hace acudir de forma un tanto apresurada al centro
de Moscú desde su lujosa residencia en las afueras. Se trata de su suegra, que
lo ha avisado para que pase un rato con su hijo Anton (Saveliy Kudryashov),
encuentro clandestino que es interrumpido por su temperamental exmujer, Irina
(Mariana Spivak), que obstaculiza las visitas de Sergei al hijo que tienen en
común para vengarse por el abandono de éste en favor de Anna. Mientras los
cuatro están en un parque, uno de los transeuntes sufre un colapso víctima de
algún tipo de enfermedad y la madre de Irina, médico, trata de ayudarlo.
A
continuación vemos a Lyonya (Aleksandr Robak) recogiendo de un centro de
rehabilitación a su rebelde hija adolescente, Polina (Viktoriya Agalakova). El
terapeuta le dice que está sobria, pero los actos vandálicos de la muchacha
demuestran lo contrario. Una vez en casa, no tarda ni un segundo en demostrar
lo mucho que desprecia a la joven y embarazada amante de su padre, Marina
(Natalja Zemtsova). Por el camino de regreso, encuentran en la carretera a
Sergei y el hijo autista de Anna, Misha (Eldar Kalimulin), el cual se siente
inmediatamente atraído por Polina, algo que no se le escapa a la joven.
Lyonya
invita a cenar a Sergei, Anna y Misha y, durante la velada ,exhibe sus malos
modales y humor ofensivo. Por su parte, Polina provoca y excita a Misha. Tras
la desastrosa experiencia y de vuelta en su casa, Sergei y Anna se enteran por
las noticias de que la pandemia se está extendiendo por Moscú. Se trata de una
variante particularmente virulenta y contagiosa de la gripe aviar. A los
afectados se les decoloran los iris, escupen sangre y mueren al cabo de pocos
días. Las autoridades han bloqueado los accesos y salidas de Moscú para tratar
de contener el virus.
Esa
noche, aparece Boris (Yuriy Kuznetsov), el ya anciano padre de Sergei y con
quien éste había cortado toda relación, para advertirles de que deben marcharse
cuanto antes. El ejército no podrá contener a las masas de gente que,
desesperadas y hambrientas, tratarán de huir de la capital y se diseminarán por
los alrededores (incluida la exclusiva urbanización donde viven las familias de
Sergei y Lyonya) dispuestos a todo para conseguir algo de agua, comida y
recursos de cualquier índole. Les urge a que recogan lo imprescindible y se
pongan en marcha hacia una casa que él tiene en la región de Carelia. Es un
lugar aislado, en una zona dominada por bosques y lagos, donde podrán hallar
refugio hasta que pase la crisis.
Sergei
se las arregla para sobornar a uno de los camioneros autorizados a llevar
suministros a Moscú para que lo esconda en su vehículo, con el fin de recoger a
su hijo –y, consecuentemente, a Irina- y que se unan a la expedición de la que
también formarán parte sus vecinos Lyonya, Marina y Polina. Éstos, mientras
esperan el regreso de Sergei, deberán afrontar el primer peligro fruto del
apocalipsis en curso: militares desertores y fuertemente armados están
saqueando las casas del vecindario y tratan de violar a Marina.
Este
es tan sólo el resumen del primer episodio, cuyos primeros treinta minutos (de
una duración de 55), apenas dan informacion sobre la pandemia más allá del
mencionado incidente en el parque y una entrevista televisiva con un experto
que niega las cifras oficiales por absurdas y al que se ve claramente muy
nervioso. A diferencia de otras series que optan por prescindir de la
construcción previa de los personajes para introducir la acción cuanto antes,
“Hacia el Lago” se molesta en describir muy eficazmente el carácter de los
protagonistas y las relaciones que mantienen entre ellos.
Anna,
por ejemplo, explica con detalle durante la cena en casa de Lyonya en qué
consiste el trastorno de su hijo, interpretado de forma sobresaliente por Eldar
Kalimulin. Polina demuestra un carácter rebelde que obedece claramente al odio
que siente hacia su padre debido a algo que se nos revelará más adelante. Pero
también resulta ser una chica valiente y decidida cuando debe hacer frente al
saqueador que entra en su casa. Sergei es un pusilánime incapaz de decirle que
no a su indeseable vecino o pararle los pies a su agresiva exmujer. Lyonya es
un tipo maleducado, arrogante y sin escrúpulos que presume de su dinero y de su
joven esposa ex stripper. Anna parece ser la más sensata del grupo aunque, como
se verá hacia el final, esconde su propio y vergonzante secreto.
En
los primeros treinta minutos ya sabemos que Anya odia a Lyonya, Irina odia a
Anya, Misha está enamorado de Polina, etc. Establecer claramente quiénes son
los personajes es importante para una serie como esta, que va a estar
completamente centrada en ellos y que quiere que el espectador se preocupe por
lo que les pase. Con las bases bien asentadas, en cada episodio, el guion puede
aprovechar mejor las personalidades y deseos egoístas de cada uno de ellos para
intensificar la tensión y el suspense que ya de por sí generan los obstáculos
que encuentran a su paso.
Los
siete episodios que siguen al primero narrarán el muy accidentado viaje huyendo
del virus y de una sociedad que se derrumba, recorriendo en pleno invierno
carreteras poco frecuentadas que atraviesan parajes boscosos cubiertos de nieve
y durante el cual no sólo tendrán que ir haciendo frente a diferentes crisis y
peligros, sino que aprender a convivir juntos y confiar los unos en los otros. Las
experiencias que comparten exteriorizan lo mejor de algunos de ellos y lo peor
de otros, revelan secretos y fantasmas del pasado y distancian a algunos
uniendo a otros. Pasarán por averías y accidentes, muertes y extravíos,
encuentros con militares fuera de control, pueblos cuyos vecinos están siendo
exterminados o individuos que, en su aislamiento, o bien han sabido mantener
cierta integridad moral o bien se han abandonado a sus peores instintos.
Como
apuntaba al principo, en sus temas y argumento, “Hacia el Lago”, no se
diferencia tanto de muchas ficciones apocalípticas, sobre todo las que
presentan un virus como el origen del derrumbe social: un grupo de personajes
que deben sobrevivir hasta llegar a un destino en el que creen que podrán estar
a salvo y que, en el trayecto, deberán enfrentarse no tanto al riesgo de
contagio como a unos humanos tan sanos como ellos pero despojados de cualquier
principio moral y dispuestos a lo que sea para seguir vivos un día más.
La
serie, no obstante, tiene algunos rasgos diferenciales que la elevan por encima
de la media. En primer lugar, siempre es agradable ver a actores, entornos y
costumbres con las que estamos poco familiarizados en relación a las
producciones anglosajonas. La inmediata derivada es una sensibilidad diferente,
una forma distinta de enfrentarse a los acontecimientos y mostrarnos el drama
que, sin embargo, tampoco exige un conocimiento previo de la cultura e
idiosincrasia rusas.
A
decir del productor, Valeriy Fedorovich, “Hacia el Lago” no debe considerarse
una crítica social o política. Más bien,
refleja lo que la gente es capaz de hacer cuando está sometida al miedo de
perder la vida, cuando su vida está en peligro. Es nuestra visión de cómo
podría reaccionar la gente ante un nuevo orden cuando las restricciones
sociales dan paso al caos”. La serie se centra exclusivamente en la
supervivencia y el drama humanos, sin incorporar agendas políticas; los dilemas
morales se abordan desde la perspectiva de la necesidad de supervivencia, no
desde la corrección política. Claramente, la televisión rusa no está tan
preocupada por incorporar diversidad racial, de género u orientación sexual
como los medios occidentales, lo que da como resultado un thriller más directo,
crudo y realista.
Siendo
una serie muy rusa que, aún así, puede ser comprendida y disfrutada por un
público internacional y que no trata de crear polémicas, defender posturas
ideológicas o lanzar dardos críticos, tampoco se libró de tener algunos
problemas en el momento de su estreno en la antedicha plataforma rusa Premier, previamente
a la adquisición por Netflix. El quinto episodio muestra a agentes de la OMON (acrónimo
ruso para Escuadrón Móvil para Propósitos Especiales o Unidad Móvil de
Propósitos Especiales, una unidad de la policía) masacrando civiles sin ningún
tipo de escrúpulo. Pues bien, poco después del estreno, la plataforma eliminó
la escena aduciendo “razones de márketing”, lo que llevó al director a
denunciar censura. El episodio fue finalmente restablecido, aunque incluyendo
una aclaración: los asesinos eran personas “que se hacían pasar por agentes de
seguridad”. Medios rusos indicaron que el ministro de Cultura, Vladimir Medinsky,
pudo haber influido en la restauración del episodio.
A
pesar de que, obviamente, la plataforma temió pisar el callo de las
autoridades, no se detecta en “Hacia el Lago” una crítica política explícita,
aunque sí es cierto que hay matices que pueden comprender mucho mejor los
rusos. Por ejemplo, Sergei y Anna pertenecen al 1% más rico de Rusia, y su
viaje representa una “odisea” fuera de su burbuja cosmopolita de Moscú, hacia
un mundo más real y reconocible para la mayoría de la población de ese país. En
cualquier caso, si bien el público internacional no aprenderá demasiado sobre
Rusia con esta serie, su calidad y buena recepción sí propició que plataformas
como Netflix apoyaran más contenido producido y distribuido en otros países
alejados de la órbita anglosajona.
La
caracterización realista y la crudeza son otras dos virtudes que pueden
destacarse de la serie. Los protagonistas, en su periplo, encuentran individuos
que les ayudan de buena fe pero cuya confianza traicionan y abusan recurriendo
a la fuerza. Con la excepción de Misha, que debido a su condición tiene una
forma muy sencilla y moralmente clara de ver el mundo, no hay héroes prístinos
en esta historia (e incluso éste, en un momento determinado, no duda en causar
un gran sufrimiento a su madre para hacer lo que él cree que es correcto). Casi
todos, en un momento u otro, cometen errores y caen víctimas del miedo, la debilidad,
la traición, la desconfianza, el abuso, la insensatez o la venganza,
recordándonos que, después de todo, son personas corrientes que viven unas
circunstancias extraordinarias. En cualquier caso, sus actos son siem
pre
coherentes con lo que ya sabíamos de ellos y están siempre bien justificados
por el guión y la evolución que han ido experimentando conforme avanza la
peripecia. En general, los personajes reaccionan a las amenazas de forma
natural: con pánico, discusiones, parálisis, confusión o impulsividad. No hay
momentos propios de una película de superhéroes ni melodramas exagerados, sino
emociones crudas y comportamientos realistas.
El
buen trabajo de caracterización es lo que hace que cada peligro al que se
enfrentan los protagonistas cause un impacto emocional en el espectador,
manteniéndole en suspense y preocupado por sus destinos. Pero la solidez de los
personajes no sólo depende de un buen guion, sino de unas interpretaciones
convincentes que consigan que la premisa, por extraña e improbable que parezca,
resulte creíble. Y en este apartado, “Hacia el Lago” también acierta. Kirill
Käro encarna con intensidad contenida a Sergei, un hombre común algo apocado al
que las circunstancias han convertido en líder. No es en absoluto un héroe de
acción, sino un padre agotado, asustado y que trata de mantener el equilibrio
emocional entre las dos familias de las que forma parte. Mariana Spivak hace un
excelente trabajo como Irina, rebosante de amargura y orgullo herido. Es un
personaje particularmente complejo porque puede ser terca, agresiva y brusca,
pero en momentos de desesperación, aflora su vulnerabilidad.
Viktoriya
Isakova aporta una fuerza sutil a Anna, la nueva esposa de Sergei. Sus
expresivos ojos transmiten terror, amor y celos, a veces, todo ello a la vez.
Dignos de mención son también los dos actores más jóvenes. Viktoriya Agalakova
está memorable como Polina, la rebelde hija adolescente de Lyonya, a la que
infunde una mezcla de insubordinación, miedo y anhelo perfectamente coherentes
con una adolescente que alcanza la madurez en pleno apocalipsis. Su química con
Eldar Kalimulin (que interpreta a Misha, el hijo autista de Anna) es tierna y
auténtica.
“Hacia
el Lago” es, también, una serie tan dura como el invierno ruso en el que
transcurre la acción. Sin llegar a pecar de un exhibicionismo gore gratuito y
facilón, sí ofrece momentos e imágenes muy perturbadoras pero absolutamente
coherentes con el escenario que nos plantean: actos de crueldad e inhumanidad,
cadáveres, asesinatos a sangre fría o defensa propia, canibalismo… No podría
ser de otra forma porque los temas que explora “Hacia el Lago” son los clásicos
de la supervivencia y la fragilidad de la capa de civilización ante situaciones
extremas. Una y otr
a vez, la serie plantea la pregunta de qué estaría uno
dispuesto a hacer para proteger a su familia cuando las instituciones sociales
colapsan. Y, a diferencia de la mayoría de ficciones apocalípticas occidentales,
que tienden a suavizar la crudeza de la situación, esta serie no rehúye la
violencia que se desprende de la adopción de difíciles decisiones morales por
parte de los personajes, quienes, a menudo deben decidir entre ayudar a
extraños o conservar los recursos para sí; mantener los principios morales o
asegurar la propia supervivencia; confiar en la solidaridad ajena o sospechar
por sistema como mecanismo de autodefensa...
Teniendo
un ritmo relativamente lento, su historia está bien narrada, con una buena
dosis de giros, sorpresas y crisis que están puestas en escena con una
fotografía muy cuidada. Todo en el aspecto visual evoca frío y desolación. Los
planos suelen estar bañados en tonos azules y grises que capturan la inhóspita
belleza de la taiga rusa en invierno. Las tomas panorámicas y en picado de
bosques nevados y carreteras desiertas transmiten continuamente una sensación
de aislamiento. Casi se puede sentir el frío penetrante y el silencio sepulcral
de un mundo que se ha venido abajo.
Cabe
destacar que ese realismo se consigue gracias a los efectos tradicionales y el
rodaje en localizaciones al aire libre. Se usa muy poco CGI, optando en cambio
por el fuego real, la nieve de verdad y los entornos naturales. De hecho, el rodaje
se realizó en condiciones de frío extremo para lograr mayor autenticidad.
Algunos vehículos, por ejemplo, se averiaron incapaces de soportar temperaturas
de -26°C. Este compromiso con el realismo se traduce para el espectador en una
experiencia inmersiva y carente de artificios digitales.
La cámara acompaña en su movimiento la atmósfera y tono de la escena correspondiente. En espacios reducidos, se mueve nerviosamente alrededor de los personajes, evocando claustrofobia. Al aire libre, suele alejarse para revelar vistas impresionantes de la naturaleza salvaje que hacen parecer insignificantes a los supervivientes y nos recuerdan el poder implacable de la naturaleza.
En
su momento, “Hacia el Lago” causó sensación a nivel internacional al
convertirse en una de las primeras series rusas de gran éxito que llegaron a Netflix,
y la recepción fue mayoritariamente positiva, tanto entre la crítica como entre
el público, alcanzando el cuarto puesto en la lista global de Netflix una
semana después de su estreno mundial en octubre de 2020. Como podía esperarse y
aunque no fuera intencionado, la serie también dio que hablar por su “oportuno”
lanzamiento, ya que se estrenó, como he dicho al principio, justo en el inicio
de la pandemia de COVID-19. Los críticos elogiaron su trama llena de suspense y
la profundidad de sus personajes, considerándola una alternativa muy
recomendable a las historias apocalípticas salidas de la factoría Hollywood.
Incluso el maestro del terror, Stephen King, la ensalzó públicamente.
Y, ciertamente, en cuanto a calidad de producción e interpretación, “Hacia el Lago” no tiene nada que envidiar a otras series internacionales de subgénero apocalíptico del catálogo de esa plataforma, como la belga “Into the Night” o la danesa “The Rain”. Por su ambientación y tono diferenciales, su atmósfera oscura, visceral y nihilista, la verosimilitud de sus personajes, la universalidad de sus temas y emociones y la intensidad de su drama, “Hacia el Lago” es una serie que demuestra no sólo que se puede hacer buena CF que respete la inteligencia del espectador fuera de la esfera anglosajona sino que tampoco son necesarios ni presupuestos abultadísimos ni sofisticados efectos especiales.
Ahora bien, todo lo comentado se refiere a la primera temporada. La segunda, compuesta por otros ocho capítulos, existe, pero no está disponible actualmente en Netflix, al menos en España. Y, siendo también abierto el final de ésta, debería haber algún día una tercera temporada. Pero, por el momento y dado que los derechos están en posesión de la plataforma, todo esto no va a ser posible debido a las sanciones aplicadas contra Rusia por la guerra de Ucrania. Que cada cual decida si le merece la pena empezar a ver una serie con todas las virtudes antes apuntadas sabiendo que, previsiblemente, no va a poder conocer su conclusión.
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