La ciencia ficción es un género que ofrece visiones de futuros potenciales, y es evidente que casi todos los medios de expresión artística han producido en alguna ocasión sus propias visiones del futuro, ya sea como pura concepción estética o como una prospectiva deliberada. Sin embargo, resulta sorprendente que rara vez veamos a la Moda como una forma legítima de exploración futurista, especialmente del último tipo indicado.
La frontera entre el arte y la moda es, como mínimo,
permeable, y en muchos casos directamente inexistente, por lo que quizá no sea
sorprendente que la imaginación encuentre una forma de canalizarse a través de
los tejidos, las formas y los colores, ya sean los aficionados a las prendas de
inspiración steampunk, las creaciones surrealistas de Elsa Schiaparelli y
Alexander McQueen o la fantasmagoría de Rei Kawakubo.
Y, sin embargo, cuando se trata de Ciencia Ficción, existe
una notable divergencia entre las inspiraciones de la era espacial ofrecidas
por talentos como el de Paco Rabanne, que parecen tratar los estilos y
materiales futuristas como algo principalmente estético, y el verdadero
futurismo adoptado por Elizabeth Hawes y su protegido Rudi Gernreich, quienes no
se limitaron a adoptar adornos futuristas, sino que pensaron en el futuro de la
humanidad y lo que vestiremos cuando éste llegue. Lo que distinguió a ambos de
otros diseñadores de su época fue su comprensión de la moda como convergencia
definitiva entre cuerpo humano y el papel que éste jugaría en el cambio social,
desde el movimiento obrero hasta la revolución sexual.
Elizabeth Hawes (1903-1971) fue una de las más grandes
diseñadoras de moda norteamericanas…y también una de las más olvidadas. Fue activista
laboral y futurista militante que podía rastrear sus raíces en la moda hasta el
movimiento constructivista ruso (cuyos principios estéticos han quedado hoy
marginados pero que son reconocibles en la Bauhaus). Fue una escritora mordaz y
divertida que criticó la industria de la moda, así como el movimiento que se
dio tras la Segunda Guerra Mundial para “domesticar” otra vez el cuerpo
femenino.
Sin embargo, fue a través de la ropa que expuso sus
convicciones. Diseñó varios conjuntos de alta costura muy hermosos (algunos de
los cuales, como el más famoso, su modelo Pandora, presentaban labios vaginales
estilizados), pero más adelante en su carrera se manifestó firmemente a favor
de la ropa no adscrita a ningún género ya asociada con el futurismo propugnado
por constructivistas rusos como Varvara Stepanova y Alexander Rodchenko, y fuertemente
alineada con los primeros valores defendidos por los soviéticos en para una sociedad
del futuro.
Los constructivistas consideraban que la vestimenta era algo
estrictamente utilitario y creían que en el futuro se utilizaría para indicar
la afiliación profesional en lugar de la clase social o el género. Este punto
de vista representaba un alejamiento radical del pasado, cuando los atuendos denotaban
barreras entre clases y, consecuentemente, provocaban exclusión. Hawes y sus
antecesores ideológicos rusos imaginaron un futuro en el que todos serían
iguales y donde la afiliación profesional sería la única división significativa
y visible (recordemos que los primeros comunistas también abogaban por el amor
libre y la eliminación total de la institución del matrimonio. Si bien su
historial en materia de igualdad entre los sexos es, como poco, irregular, la
asociación entre el movimiento socialista y el sufragista, así como el trabajo
de la activista política alemana Clara Zetkin entre otros, garantizaron que, al
menos, se hiciera referencia a la igualdad entre géneros). La propia Hawes
vestía cuellos de cisne bajo camisa abotonadas, utilizaba tirantes, pantalones
masculinos y zapatos planos. Su compromiso con la funcionalidad de la moda dio
sus frutos cuando en 1942 se le encargó diseñar los uniformes de los
voluntarios de la Cruz Roja estadounidense en 1942.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Hawes se alejó bastante
de la moda para defender los derechos de las mujeres y los trabajadores (el
socialismo, el sufragismo y los movimientos obreros todavía estaban
profundamente imbricados entre sí); fue incluida en la lista negra del FBI (que
más tarde interfirió en sus intentos de relanzar su negocio informando a todos sus
contactos comerciales que era una peligrosa radical); se mudó a las Islas
Vírgenes de los Estados Unidos; tejió prendas para sus amigas y para ella
misma; y viajó a California. Su intento de reiniciar allí su carrera en la moda,
pero a cambio conoció a Rudi Gernreich, que pronto se convirtió en su protegido
y su alma gemela.
Nacido en Viena en 1922, Gernreich estuvo entre los
refugiados judíos que llegaron a Estados Unidos en 1938. Su primer trabajo fue
en una morgue, donde lavaba cadáveres para prepararlos para las autopsias. Más
tarde, cuando un periodista le preguntó si alguna vez había estudiado anatomía
(porque sus diseños seguían muy de cerca las formas del cuerpo), dijo: "Puedes apostar a que estudié anatomía").
Más tarde estudió arte en el City College de Los Ángeles y trabajó como
aprendiz para un fabricante de ropa. También hizo diseños de vestuario para
Hollywood, pero no era algo con lo que disfrutara. Su fama se la dio el uso de
nuevos materiales (fue el primero en incorporar vinilo y plástico al diseño de moda)
así como a sus opiniones sobre el cuerpo, liberales incluso para los años
sesenta.
Los diseños de Gernreich no solo tenían una faceta
deliberada de comentario social sino que eran un intento de crear ropa para el
"siglo XX y más allá".
Tenía un especial interés en “desexualizar” el cuerpo humano y hacer que la
desnudez se viera como algo normal, no desde un enfoque de voyeurismo pueril o
de vergüenza puritana. Su monokini (un traje de baño que dejaba al descubierto
los pechos) causó un escándalo, pero también diseñó tangas que pretendió se
convirtieran en bañadores unisex cuando California prohibió las playas
nudistas. Diseñó sujetadores de copas blandas y trajes de baño sin sujetadores
incorporados, vestidos con cortes y minifaldas. También impulsó la ropa unisex,
incluidas las faldas para hombres. Mostró sus colecciones indistintamente sobre
modelos masculinos y femeninos, abrazando de esta forma la verdadera
androginia.
La moda constructivista era neutral en cuanto al género, no tendía a ser ni femenina ni masculina, sino más bien infantil: monos coloridos, túnicas y pantalones de corte sencillo y emblemas que indicaban la afiliación profesional. Prescindían de los rasgos que imponían las expectativas de género y estaban diseñados principalmente para facilitar el movimiento. Con ese mismo propósito, Gernreich disfrutaba exhibiendo el cuerpo -era bailarín y entendía la desnudez como una forma de liberar el cuerpo para moverse sin inhibiciones-.
En 1970, Gernreich volvió al diseño de vestuario. Los
amantes de CF recordarán la serie británica "Espacio: 1999" (1975-1977)
y los uniformes que él diseñó para los habitantes de la Base Lunar Alfa. Éstos
se acercan a lo que normalmente asociamos con ropa unisex futurista: conjuntos
y monos a juego que se ajustan perfectamente al cuerpo del usuario sin
imponerle formas masculinas o femeninas. En fin, un vestuario que se ajusta y
al tiempo subvierte la imaginería futurista que ya se había hecho tan familiar
a base de aparecer en cientos de películas y programas de ciencia ficción.
En 1967, el Fashion Institute of Technology organizó una
exposición titulada "Dos artistas modernos de la moda: Elizabeth Hawes y
Rudi Gernreich". La muestra presentaba su trabajo como un comentario sobre
la evolución de la moda y la rapidez con la que modelos como los vestidos
suaves y de corte al bies de Hawe y las formas trapezoidales de Gernreich
pasaron de ser escandalosas a comunes. Al mirar sus diseños con medio siglo de
perspectiva, podemos apreciar su espíritu pionero, aguerrido y su naturaleza de
obras creadas por dos visionarios que proyectaron su conciencia social sobre la
silueta y formas del cuerpo humano.
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