domingo, 1 de septiembre de 2024

1750- MICROMEGAS - Voltaire

 

 

Voltaire, pseudónimo de François-Marie Arouet (1694-1778), es, para muchos, el epítome del espíritu de la Ilustración. Liberal frente al conservadurismo de Swift, Voltaire rechazó la noción de "Providencia" como principio de validez social y defendió en cambio conceptos como el humanismo y la moral. En parte, expresó su filosofía política a través de comentarios escritos, historias y discusiones retóricas, pero hoy es más conocido por su aportación a lo que se conocía como "Contes Philosophiques", básicamente cuentos morales que ridiculizaban y cuestionaban actitudes y costumbres contemporáneas. El primero que escribió fue "Zadig" (1747), de sabor oriental, pero el más famoso en la actualidad es "Cándido o El optimismo" (1759), en el que hace observaciones tanto serias como humorísticas acerca de la brecha que se abre entre la visión optimista que del mundo tiene el protagonista (cuyo nombre refleja también su naturaleza) y las duras realidades de la vida en la Europa del siglo XVIII.

 

Desde luego, “Micromégas” (escrito en 1730 y publicado en 1750) es también un cuento filosófico que incluye numerosos tropos propios de la CF. Micromégas, el protagonista, es un alienígena gigante que mide cinco kilómetros de altura y proviene de la estrella Sirio. Viaja por la galaxia y hace amistad con un nativo del planeta Saturno que “sólo” mide 1.000 brazas (que vendría a ser un kilómetro y medio), un pigmeo al lado del protagonista. Juntos, llegan a la Tierra, donde encuentran a un grupo de filósofos que están regresando de un viaje de exploración al Círculo Ártico. Micromégas coge el navío y examina a sus pasajeros. Una vez los dos extraterrestres se han sobrespuesto a la sorpresa de que esos “insectos invisibles” pudieran poseer inteligencia y alma, empiezan a conversar con ellos.

 

Los alienígenas preguntan a los filósofos cuestiones relacionadas con la Física –la distancia de la Tierra a la Luna, el peso de la atmósfera terrestre- y quedan impresionados por el conocimiento que los humanos tienen de tales materias. Pero cuando Micromégas amplia las preguntas a temas más metafísicos (“cuéntame sobre la naturaleza de tu alma y cómo formas tus ideas”), los filósofos enuncian una multitud de teorías incompatibles enunciadas por diversos sabios como Descartes, Malebranche, Leibnitz, Locke…

 

Ulteriores preguntas confirman la ignorancia esencial del hombre: “¿Qué entendéis por espíritu?”, a lo que le responden: “¿Por qué me preguntas eso? No tengo ni idea”. Otro de esos pensadores promete que todo lo que tiene que ver con las almas se encuentra expuesto en las “Summa” de Tomas de Aquino, asegurando además que ellos, los visitantes, sus mundos y estrellas, fueron todos ellos creados “tan sólo para el beneficio del hombre”. Ante semejante afirmación, Micromégas y el saturnino “cayeron el uno sobre el otro desternillándose con una inextinguible risa”.

 

Antes de marcharse, Micromégas le regala a la Humanidad un libro de filosofía en el que, promete, está contenida toda la verdad sobre las cosas. El volumen es donado a la Academia de París, pero cuando allí lo abren, se encuentran con que sus páginas estan en blanco. Las simpatías de Voltaire hacia el pensamiento de John Locke son evidentes en toda la obra, sobre todo en este regalo final de una tabula rasa, un libro blanco (Locke postuló que, al nacer, la mente es una pizarra en blanco o tabula rasa. Al contrario que la filosofía cartesiana —basada en conceptos preexistentes—, sostuvo que nacemos sin ideas innatas, y que, en cambio, el conocimiento solamente lo determina la experiencia derivada de la percepción sensorial).

 

Los críticos han resaltado a menudo cómo esta fábula de Voltaire reutiliza el tropo de los gigantes y enanos ya presente en los “Viajes de Gulliver” de Swift. Lo que no suele citarse tan a menudo es la forma en que invierte la premisa dominante en la CF del siglo XVII: en lugar de viajeros de la Tierra que encuentran alienígenas y les interrogan acerca de sus creencias cristianas, él imagina extraterrestres viniendo a la Tierra. De hecho, es la primera historia de este tipo en la Literatura. Los terrícolas actúan según solían hacer en aquella protoCF e intentan convencer a los alienígenas de la validez universal de la revelación cristiana, pero Micromégas demuestra la estupidez de tales certezas.

 

La obra es Ciencia Fficción no sólo por presentar la idea de unos visitantes extraterrestres, sino por su conexión con los discursos científicos de la época y la ficcionalización de los mismos. Los viajes espaciales de Micromégas y los de éste y el saturnino a la tierra están basados en los conocimientos cosmológicos de aquel siglo. Además de los “Principia” de Newton, se apoya en la obra de Christiaan Huygens -especialmente su “Systema saturnium” (1659), pero también “Cosmotheoros” (1698)-, así como los trabajos de otros astrónomos contemporáneos. No hay nada intrínsecamente fantástico en estos viajes porque Micromégas tiene un conocimiento tan completo de “las leyes de la gravitación y todas las fuerzas atractivas y repulsivas” que puede servirse de ellas para desplazarse sin necesidad de esperar a que pase un cometa para subirse encima.

 

La premisa de Voltaire le permite extrapolar la revolución copernicana a los asuntos humanos. De la misma manera que la Tierra ya no era el centro del cosmos, la Humanidad no puede seguir considerándose el foco filosófico o teológico del universo. Micromégas se maravilla ante la insignificancia física de los habitantes de nuestro planeta (en su escala, microscópicos) y su perspectiva es lo suficientemente ampia como para poner de manifiesto lo absurdo de las aspiraciones y certezas humanas, tal y como sucede cuando uno de los filósofos explica: “En este mismo momento, hay 100.000 idiotas de nuestra especie llevando sombrero que están matando a otros 100.000 que llevan turbante”, y todo por hacerse con una diminuta porción de, a ojos de Micromégas, una esfera insignificante.

 

La clave del texto puede encontrarse en su rechazo a la noción de la comparativa. Micromégas y el saturnino, antes de llegar a la Tierra, discuten sobre la Naturaleza:

 

- Sí -dijo el saturnino-, la Naturaleza es como un parterre cuyas flores...

- Ah -dijo el otro-, deja ahí tu arriate.

- Es -continuó el Secretario- como una reunión de rubias y morenas, cuyas galas...

- ¿Qué tengo yo que ver con tus morenas?, dijo el otro.

- Es como una galería de cuadros cuyos rasgos...

-¡No! -dijo el viajero-; Lo diré otra vez, la Naturaleza es como la Naturaleza. ¿Para qué buscar comparaciones?

- Para complacerte –respondió el Secretario.

- No quiero que me complazcan -replicó el viajero-, quiero que me instruyan.

 

Esta hostilidad a la idea del símil es fundamental en la aproximación de Micromégas al Universo. Como los despistados filófosos humanos al final del cuento, nos damos cuenta de que es un error tratar de traducir el Universo a términos metafóricos. Esto, a su vez, explica las enormidades presentes en la narración. Voltaire no utiliza los cambios de escala con fines metafóricos, sino que subraya con ellos la enormidad real del cosmos, la inmensidad del Universo que la astronomía del siglo XVIII empezaba a revelar. Micromégas y el saturnino son así de altos porque ésas -dice Voltaire- son las escalas del universo en el que vivimos. “Micromégas”, en este sentido, no es un texto metafórico sino, precisamente, instructivo.

 


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