sábado, 5 de abril de 2025

2023- EL MOLINO - Sean King O'Grady

 


Las películas en las que los personajes se hallan confinados a la fuerza en un determinado lugar, suelen hacer hincapié en el terror y la angustia psicológica, explorando la psique humana en un contexto de supervivencia y desesperación. Ahí tenemos desde “Saw” (2004) a “Buried” (2010) pasando por “Calle Cloverfield 10” (2010). En 2023, la plataforma de streaming Hulu produjo un thriller de ciencia ficción distópica escrito por un recién llegado, Jeffrey David Thomas, que parte de la misma premisa para lanzar un ataque contra la tóxica “ética” del trabajo promocionada entre sus empleados por tantas grandes empresas modernas.

 

Joe (Lil Rey Howery) es un ejecutivo de nivel medio de una gran corporación del futuro, Mallard, que aspira a ser la compañía omnipresente y eterna. Un día, sin previo aviso ni explicación, vestido con su traje, recobra el conocimiento en un recinto al aire libre rodeado de muros inescalables y en cuyo centro se encuentra un molino harinero. Los gritos desgarradores que escucha por la noche le indican que no está solo en esas instalaciones y las conversaciones a través de un conducto de ventilación con el cautivo de la celda anexa le revelan algunas de las reglas vigentes allí. Cada día, una voz y una presentación visual le explicará cuántas vueltas debe empujar el molino esa jornada para obtener alimento. Al término de la misma, si no satisface el objetivo, morirá horriblemente. Y lo mismo le ocurrirá a aquel de entre todos los desgraciados que allí se encuentran en quedar el último del grupo, independientemente de que haya cubierto el cupo asignado.

 

En los días que Joe pasa allí, nos enteramos de que está felizmente casado con Kate (Karen Obilom) y espera un hijo. Tras diez años trabajando en Mallard, se ha quedado atascado en un nivel del que espera salir con un próximo ascenso. Sin embargo, la compañía piensa que últimamente no ha estado a la altura y lo ha enviado allí para “motivarlo” e incitarlo a esforzarse. Despojado de su identidad y libertad, Joe debe enfrentarse a la dura realidad de su situación. Obligado a asumir el papel de una bestia de carga, se convierte en un mero engranaje de una maquinaria que no entiende, trabajando hasta la extenuación y degradando su cuerpo y su mente sin otro propósito aparente que el de sobrevivir. No consigue que Mallard le revele la duración de su estancia allí y, aún peor, las reglas parecen cambiar caprichosamente a diario. Ni sus súplicas ni su intento de rebelión surten efecto alguno.

 

“El Molino” es una alegoría del tipo de comportamientos que las grandes empresas despliegan con sus empleados, producto de su consideración, no como personas sino como “recursos” a los que explotar y, llegado el caso, desechar. La retórica motivacional de estas corporaciones viene sustentada por argumentos engañosamente positivos, un vocabulario y mensajes aparentemente amables pero agresivos en el fondo y una actitud condescendiente que apenas se esfuerza por ocultar una postura dominante y explotadora. Difícilmente nadie que trabaje en una empresa de ese perfil dejará de identificar en esta película frases, razonamientos y amenazas leídas o escuchadas en su ámbito laboral.

 

El mensaje de la historia es, por tanto, inequívoco. Ataca el nada saludable desequilibrio entre la vida laboral y personal que, como Mallard, tan a menudo elogian esas empresas y nos recuerda cómo dejamos de vivir lo verdaderamente importante por entregarnos ciegamente al servicio de unos amos corporativos que sólo van a recompensar el trabajo duro elevando sus expectativas y duplicando el esfuerzo exigido. Este tema sin duda apela a un público muy amplio porque es difícil para cualquiera que se desenvuelva profesionalmente en el ámbito privado no haberse topado con un superior jerárquico que trata a sus subordinados como números y no como personas. Los atropellos laborales, los objetivos imposibles de alcanzar, el deterioro en las condiciones de trabajo, la brecha salarial entre los niveles inferiores y superiores de una compañía, la externalización de la gestión de personal para eliminar el factor de la empatía, las paparruchas motivacionales… son, muy desgraciadamente, temas de conversación de plena actualidad y cuya traslación a la pantalla de forma alegórica constituyen uno de los puntos de interés de “El Molino”.

 

El otro apartado destacable de la cinta es el interpretativo. “El Molino” es una película que, esencialmente, solo tiene un personaje –aunque en momentos puntuales aparezcan otros, éstos son un mero apoyo y no tienen ni recorrido ni profundidad-. Esto supone una gran responsabilidad para cualquier actor, dado que debe mantener en todo momento al espectador conectado con su lucha interna y reflejar un amplio rango de emociones conforme Joe comprende, acepta, se resigna y luego se rebela ante su situación. Lil Rey Howery (que también aparece acreditado como productor), muy lejos del registro cómico con el que se ha hecho un nombre en la industria, sale airoso del desafío, transmitiendo convincentemente el terror de la situación; y ello sin contar con el apoyo de otros personajes con los que interactuar más allá de unas voces sin cara. Su interpretación eleva a su personaje por encima de lo descrito en el guion y lo convierte en alguien que siente y se comporta de forma verosímil a pesar de la surrealista situación en la que se halla inmerso.

 

Esta es la segunda película dirigida por Sean King O'Grady, un productor activo desde la segunda década del siglo y que, tras algún cortos y documentales, debutó como director con “We Need to Do Something” (2021), un thriller psicológico con bastante violencia. “El Molino” recupera la atmósfera claustrofóbica pero elimina todo el gore y la brutalidad física sustituyéndolo por la manipulación y la agresión psicológica. Aunque O´Grady no esté particularmente inspirado en la composición de los planos y siendo ésta, por su propia naturaleza, una cinta austera en lo visual, es de justicia destacar la fotografía de Seamus Tierney, que transmite con una extraña belleza la desolación y el confinamiento. El entorno bajo cielo abierto en yuxtaposición con la atmósfera claustrofóbica del recinto en el que se encuentra Joe, crea una tensión visual que añade profundidad a la narrativa. La estética visual del film ayuda al espectador a sumergirse en la sombría realidad de Joe, mejorando la experiencia narrativa.

 

Donde la película tropieza es en la resolución del misterio central. Desde el primer momento, la historia ha ido creando un aura de suspense e intriga en torno a los orígenes de la prisión y el propósito último del encarcelamiento de Joe. Pero, desafortunadamente, la trama no desemboca en un desenlace satisfactorio, dejando sin respuesta varias cuestiones cruciales. La ambigüedad, aunque podría ser eficaz en un contexto diferente, aquí deja al espectador con un sabor de experiencia inconclusa, incluso desconexión, diluyendo el impacto emocional del clímax y, por tanto, la posibilidad de dejar una huella duradera en la memoria.

 

Otro problema reside en el ritmo. Teniendo un metraje mucho más ajustado que la mayoría de las producciones actuales (106 minutos), se tiene la sensación de estar ante un corto alargado artificialmente. Esto es debido al innecesario estiramiento de algunas escenas, creando momentos de estancamiento que interrumpen el flujo general de la narrativa. Esta inconsistencia en el ritmo dificulta el mantenimiento de la tensión y pone en peligro la atención del espectador. Un trabajo de edición más minucioso y un enfoque más centrado en la narración podrían haber mejorado significativamente el impacto final de la película.

 

Con las pegas apuntadas y sin alcanzar su máximo potencial, “El Molino” ofrece una premisa intrigante sobre la que desarrolla una historia que combina suspense y drama psicológico apoyándose en la sólida interpretación de su único actor y un apartado visual muy logrado para criticar la ética de trabajo y las tácticas motivacionales impuestas por las grandes empresas modernas, subrayando en último término la resiliencia del espíritu humano ante la adversidad.

 

 

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