sábado, 12 de abril de 2025

2018- FREAKS – Zach Lipovsky y Adam Stein


Desde comienzos del siglo XX, la Ciencia Ficción empezó a jugar con la idea de personas con poderes psíquicos, a menudo niños o adolescentes, perseguidas por los humanos ordinarios a causa del miedo que aquéllos les suscitaban. Ahí tenemos, por ejemplo, novelas señeras como “Juan Raro” (1935) de Olaf Stapledon; “Slan” (1940) de A.E.van Vogt; “El Fin de la Infancia” (1953), de Arthur C.Clarke; “Los Cuclillos de Midwich” (1957), de John Wyndham; o “Carrie” (1974) de Stephen King. 

 

El cine se ha prodigado bastante en este subgénero gracias a la flexibilidad que ofrece en cuanto al tono que se puede imprimir a la historia y que va desde el terror a la acción pasando por el thriller. Por nombrar sólo unas pocas: “El Pueblo de los Malditos” (1960), “El Poder” (1968), “La Furia” (1978), “Scanners” (1981), “Ojos de Fuego” (1984), “Akira” (1988), “Push” (2009), “Poder Mental” (2018) o “Mentes Poderosas” (2018). Pero una de las propuestas más interesantes de los últimos tiempos ha sido la que ahora pasamos a comentar.

 

“Freaks” es una producción canadiense que viene firmada, tanto en la dirección como en el guion, por Adam Stein y Zach Lipovsky, quienes ya habían colaborado en las series de televisión “Ingress Obsessed” (2014) y “Mech X4” (2016-18). Antes de eso, codirigieron un corto, “Itsy Bitsy Spiders” (2012), tras el cual siguieron caminos diferentes. Lipovsky haría un puñado de films de género como “Demonios de Tasmania” (2013), “Leprechaun: el Origen” (2014) y “Dead Rising: Watchtower” (2015), mientras que Stein solo dirigió el telefilm de vampiros “Forever Boys” (2016). Se reunieron en 2019 para la versión en imagen real de la serie de animación de Disney Channel “Kim Possible”. Lo cierto es que nada en las carreras de ambos hasta ese momento prometía que su siguiente proyecto conjunto, “Freaks”, fuera a ser algo notable.

 

El comienzo de la película es enigmático. Chloe Lewis (Lexy Kolker) es una niña de siete años que vive con su padre Henry (Emile Hirsch) en una casa en la que éste ha bloqueado todas las ventanas y de la que se niega dejar salir a su hija, asegurándole que ahí fuera la gente quiere matarlos. Tienen en casa cantidades inmensas de dinero en efectivo. En un momento determinado, Emile empieza a sangrar por un ojo, pero no le da mayor importancia. Se palpa en todo momento su constante miedo a que la niña salga de la casa y ensaya con ella una serie de respuestas automáticas a preguntas cotidianas que se darían en el mundo real. Los breves destellos del exterior que se adivinan a través del papel que cubre las ventanas muestran pájaros congelados en pleno vuelo…

 

Un día, Chloe, que jamás ha visto el mundo exterior, ve por la ventana un camión de helados y desea vehementemente probar uno. Pensado y hecho: una niña vecina, Harper Reed (Ava Telek), y su madre Nancy (Michelle Harrison) llaman a la puerta para ofrecerle un cucurucho. Henry interrumpe bruscamente el imprevisto encuentro y les cierra la puerta en las narices. Pero, al mismo tiempo, adiestra a su inteligente hija para que finja que los Harper son sus auténticos padres. De hecho, los nombres de las vecinas habían sido utilizados por la voz en off de Lexy al comienzo de la película como si fueran los de sus auténticas madre y hermana.

 

No mucho después, Henry, que había hecho una de sus infrecuentes salidas para comprar alimentos, regresa a casa herido a causa de lo que parece un ataque, aunque le asegura a Lexi que la mayor parte de la sangre no es suya. Cuando cae inconsciente, las luces y la televisión se encienden de repente y los pájaros comienzan a moverse. Chloe, que ya había tenido discusiones con su padre a tenor de su creciente deseo de autonomía y libertad, aprovecha para salir al exterior, donde conoce al anciano que conduce el camión de helados (Bruce Dern que, con sus 82 años, ofrece una de las mejores interpretaciones de su carrera). Éste se la lleva a dar una vuelta y, en un parque, empieza a interrogarla en relación a sus posibles habilidades especiales, asegurando que es su abuelo. Cuando un policía se acerca y, por razones que Chloe no puede entender, les apunta con una pistola, hace caso al anciano y le ordena al agente que les deje en paz, cosa que éste hace inmediatamente. Conforme se le hace más y más difícil a Henry mantener sus vidas en secreto, los crecientes poderes psíquicos de Chloe amenazan con revelar su existencia a los agentes del gobierno que persiguen a todos los “monstruos” como ellos, con la intención de eliminarlos.

 

La primera impresión que el espectador recibe con las escenas de arranque de “Freaks” es de confusión. No hay forma de saber exactamente qué nos está contando la historia: ¿Es un thriller terrorífico?¿Un drama psicológico? ¿Una tragedia postapocalíptica? ¿Un delirio surrealista? Podría pensarse que es un producto a mitad de camino entre “Llega de Noche” (2017) y “Lunáticos” (1991). Conforme la misteriosa situación va aclarándose poco a poco, se hace evidente que la película es una ingeniosa vuelta de tuerca a un concepto con el que cualquier aficionado al género fantacientífico está familiarizado. Los directores empiezan describiendo un escenario doméstico bastante extraño que sugiere un mundo exterior hostil cuando no letal, antes de mostrar sus cartas y revelarnos que ese exterior es el mundo que conocemos, con sus calles, tráfico, vecinos, comercios… pero no exactamente. Cada una de las peculiares anomalías que habíamos visto al principio resulta tener una explicación bien justificada por un guion más inteligente de lo que podría haberse esperado.

 

(ATENCIÓN: SPOILERS HASTA EL FINAL)

 

Uno de los primeros misterios que desvela la película es que Chloe es diferente porque posee poderes especiales. De hecho, este es un mundo —similar al universo de los X-Men— en el que una mayoría de humanos "normales" temen y persiguen a una minoría con poderes, a los que denominan “monstruos” para despojarlos de su humanidad y aliviar su conciencia ante su eliminación sistemática, de lo que se encarga una agencia gubernamental. Evidentemente, esta idea, como he apuntado al principio, no es nueva y se ha utilizado como alegoría del racismo, la homofobia y, en general, el rechazo o acoso de todos aquellos que se consideran diferentes a la norma. “Freaks”, además, explora como esa injusticia afecta a una familia y, en particular, a la relación entre un padre y su hija, articulando una metáfora de los problemas de criar a un hijo en un mundo volátil y peligroso. Es la dinámica entre ambos lo que sirve de pegamento de la historia, incluso cuando esta va abriendo su foco y ganando en alcance, consecuencias y drama. Chloe pronto se da cuenta de que sus poderes son inmensos; tanto, de hecho, que su manifestación pone en marcha unos acontecimientos que no sólo ponen del revés su vida, sino que, presumiblemente, cambiarán el mundo.

 

A medida que el espectador toma conciencia del tipo de historia que en realidad cuenta “Freaks”, también debe reconocer que, lejos de ser un encadenamiento de clichés o un sucedáneo indie de los X-Men, es una propuesta ingeniosa dentro del subgénero. Incluso cuando ya sabemos perfectamente qué está pasando, Lipovsky y Stein no paran de introducir giros inesperados que mantienen e incluso aumentan el suspense, desde burbujas temporales hasta la reaparición de personajes que se creían muertos. Salpicando todo el metraje, hay escenas que van desde lo chocante a lo impactante, como cuando Chloe “manifiesta” a su vecina Harper en el armario en el que se refugia cuando está alterada; el pasaje en el que el Abuelo lleva a Chloe a una cafetería, interrumpiéndolos la agente Cecilia Rey (Grace Park) e insistiendo aquél en que es un sacerdote y la niña su pupila, y terminando la escena con el cocinero viéndose obligado a apuñalarse el ojo y un gran tiroteo del que abuelo y nieta escapan volviéndose invisibles; cuando un acorralado Henry trata de dejar a Chloe con los vecinos, que reaccionan con miedo al saber que ella es un “monstruo” y ésta utiliza sus poderes para obligar a la madre a decir que la quiere; o el emocionante climax, en el que la agente Rey llega a la casa de Henry y Chloe justo cuando ésta se proyecta psíquicamente a la fortaleza donde están a punto de ejecutar a su madre, interactuando las dos para resolver la doblemente crítica situación de una forma harto inteligente.

 

Es tal la sucesión de escenas memorables en el tercer acto que, en comparación, el primer cuarto de la película podría resultar a posteriori un poco tedioso dado que se centra exclusivamente en los dos personajes principales sin apenas mostrar acción física. Sin embargo, al final, resulta bastante obvio por qué Stein y Lipovsky optaron por esa estructura. Cuanta más información ocultan y cuanto más tiempo mantienen el misterio, más gratificantes son los resultados al salir todo a la luz.

 

En cuanto al reparto, es necesario destacar a Lexy Kolker, una niña actriz cautivadora que a sus siete años despliega tanto carisma como un  impresionante rango de emociones, equilibrando en su personaje inteligencia e inocencia. La responsabilidad que asume no es poca, porque es a través de sus ojos que el espectador se enfrenta a lo desconocido experimentando el mismo sentimiento de confusión y maravilla. Kolker sale airosa del desafío demostrando una madurez superior a la que le correspondería por edad y dejando a sus compañeros de reparto en un claro segundo plano.

 

Emile Hirsch resulta adecuadamente intimidante como padre severo pero cariñoso que guarda para sí terribles secretos, dejando al espectador dudando durante bastante tiempo de sus auténticos motivos. Bruce Dern, como ya dije, brilla de forma especial interpretando a un personaje que durante buena parte de la película resulta inquietante y ambiguo, alguien impulsado por el amor pero con arranques de locura. En cuanto a Amanda Crew y Grace Park, encarnan profesionalmente a unos personajes cuyo principal rol en la narración es la de transmisoras de información.

 

Hay algunos momentos en los que “Freaks” parece quedar limitada por su ajustado presupuesto. Desde luego, si esta hubiera sido una producción de un estudio importante, el apartado visual habría sido mucho más espectacular. Pero es que, en el fondo, la película no lo necesita porque narrativa y emocionalmente, funciona perfectamente bien y Sten y Lipovsky encuentran la forma de contar lo que quieren y plasmar sus ambiciosas ideas con un tono realista que no solo conecta mejor con el espectador, sino que consigue impactarle en mayor medida que con la ya cansina pirotecnia digital de tantos otros films de individuos con poderes.

 

De hecho, Stern y Lipovsky, a pesar de algunos desvíos y giros que abren lagunas lógicas que quedan sin resolver, demuestran su capacidad de guionistas y directores atentos a los detalles, ya sea con diálogos que apuntan sutilmente a revelaciones futuras o con un diseño de producción bien meditado y efectos visuales que, aunque modestos, apuntalan perfectamente la historia. Las escenas mas tranquilas centradas en la caracterización están tan cuidadas como aquellas centradas en la acción y, a pesar de que no todas funcionan con la misma eficacia, no hay un solo ángulo de cámara, elección de iluminación o efecto sonoro que parezcan fuera de lugar.

 

“Freaks” es una historia tan emocionante como emotiva sobre la familia, los héroes, los prejuicios y la forma en que la sociedad lidia con aquellos que son diferentes. Contiene muchísimos elementos que resultan familiares tanto para los aficionados al género fantacientífico como al superheroico, pero se usan principalmente para subvertir las expectativas. “Freaks” no da al espectador lo que espera, sino que lo que no sabía que necesitaba. En su ajustado metraje de una hora y cuarenta y cinco minutos, brinda al espectador entretenimiento con sustancia emocional, un logrado equilibrio entre la luz y la oscuridad morales, ideas de altos vuelos bien desarrolladas e interpretaciones sólidas. No redefine el subgénero de individuos con superpoderes, pero tampoco lo pretende y sería injusto exigirle a una producción tan modesta que aspire a ello. El desenlace no es original ni del todo inesperado, pero esta es una película en la que importa más el viaje que el destino y, en este sentido, ofrece una propuesta satisfactoria, quizá la más interesante desde “Chronicle” (2012).

 

 

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