lunes, 7 de abril de 2025

1984- TRILOGÍA DE EDEN – Harry Harrison (2)

 (Viene de la entrada anterior)

 

En “Al Oeste del Edén”, primera entrega de la trilogía de Edén, Harrison nos había presentado un mundo en el que el meteorito apocalíptico no había exterminado a los dinosaurios y éstos continuaron evolucionando durante millones de años. La historia nos contaba cómo una especie reptiliana bípeda evolucionada cultural y tecnológicamente, los Yilane, trataban de establecer una primera colonia en lo que hoy es Norteamérica, sabedores de que una era glacial estaba engullendo sus territorios originales y su biología no les permitiría sobrevivir a ella. Pero en el Nuevo Mundo se topaban con una nueva especie que desconocían, los humanos, quienes tampoco podían permitirse ceder sus territorios de caza por la misma razón que los recién llegados. Lo que seguía era un violento choque entre ambos pueblos que permitía al autor reflexionar sobre las relaciones entre especies, los ciclos de violencia, la otredad, la guerra, los prejuicios, la naturaleza de la civilización o el poder disruptivo de la religión.

 

En la segunda entrega de la trilogía, “Invierno en Edén” (1986), esas ideas se desarrollan con mayor amplitud al tiempo que el conflicto se agrava y extiende. La historia comienza en el punto exacto en el que terminó el primer volumen, con los supervivientes de los Yilané, alejándose por mar en una de sus embarcaciones vivientes, dejando atrás las humeantes ruinas de su colonia en el Nuevo Mundo, Alpeasak, destruida por los humanos. Las 350 páginas siguientes irán alternando cuatro subtramas principales que, en ciertos momentos, intersectan unas con otras aportando nuevas perspectivas, escenarios, personajes y dilemas.

 

En primer lugar, la de Kerrick, el líder de los humanos que atacaron con éxito Alpeasak y que, como cautivo, había vivido con los Yilané durante muchos años, siendo capaz de entender y hablar su lengua. Empezará la novela quedándose atrás con un grupo reducido mientras el resto del ejército vuelve a los territorios del norte, tratando de descifrar los secretos de la destruida urbe y seguro de que, habiendo huído su lideresa, Vainté, se las arreglará para volver y tratar de reconquistarla. Luego emprenderá un viaje hacia el norte para reunirse con su esposa Armún y su hijo, encontrando que habían sido acogidos por los Paramutan, un pueblo equivalente a nuestros inuit, aunque con un vello que les cubre todo el cuerpo y una cola vestigial. Convencido de que la solución definitiva a la amenaza Yilané se halla al otro lado del Atlántico, en el imperio de esas criaturas, viaja con los Paramutan hacia el este, participando en una expedición ballenera y luego recorriendo la costa hacia el sur hasta que, tras muchas peripecias, establece una alianza de conveniencia con una importante reina yilané y consigue que destierren a Vainté. Su arco es básicamente uno de conflicto interior, tratando de reconciliar su herencia biológica humana con su educación en buena medida Yilané, hallándose dividido entre su instinto protector hacia su esposa e hijo y la necesidad que siente de poner punto final a la guerra entre humanos y reptiles.

 

Armun, la esposa de Kerrick, tiene su propia subtrama hasta que se reúne con éste, compartiendo a partir de ese punto su destino. Huyendo con su hijo y un adolescente renegado de una tribu que ya no la respeta y no pudiendo soportar más la incertidumbre sobre el destino de Kerrick, emprende viaje hacia el sur. Cuando su situación se torna ya desesperada, encuentra una familia de Paramutanes que los acogen. Éstos son un pueblo generoso, alegre, optimista y siempre feliz y, ante la imposibilidad de continuar su camino, decide unirse a ellos cuando regresan a sus helados páramos norteños.

 

La tercera subtrama es la de Vainté, que, deshonrada por la destrucción de la colonia que ella lideraba, regresa al Imperio y maniobra e intriga para obtener apoyos y reunir nuevos ejércitos y tecnologías con los que regresar al Nuevo Mundo y desatar una guerra genocida contra los humanos.

 

Por último, tenemos a Enge, una eminente científica Yilané que se ha convertido en líder de conveniencia de las Hijas de la Vida, una pequeña secta de pacifistas a las que el resto de su pueblo miran con recelo cuando no persiguen o encarcelan. Los intereses de la una y las otras confluyen, puesto que Enge desea viajar al Nuevo Mundo para saciar su ansia de conocimiento y las segundas quieren escapar de la persecución y fundar una nueva colonia con una sociedad no jerárquica. Roban una nave, cruzan el océano y se establecen en la desembocadura de un gran río en Sudamérica, donde la pragmática y racional Enge no tarda en chocar con sus religiosas compañeras. Mientras tanto, descubren una especie nativa de Yilanés primitivos que no sólo tienen un color de piel diferente, sino que su tecnología y estructura social son completamente distintas, empezando porque es el masculino el género dominante.

 

“Invierno en Edén” mantiene la misma línea que la primera novela de la trilogía y hace avanzar la historia de forma coherente respetando las mismas premisas. Harrison trabajó con un grupo de académicos para dar forma a una sociedad no humana con idioma y cultura propios, que se describe con detalle en las 50 páginas de apéndices. Ha habido comentaristas que se han indignado por las insensateces científicas que han encontrado en el texto, pero no creo que ese sea el enfoque adecuado a la hora de abordar esta novela. Harrison quería presentar una cultura no humana fascinante, compleja y verosímil que hubiera evolucionado en un ecosistema coherente, no respetar escrupulosamente el corpus de conocimiento paleontológico (que, por otra parte, cuenta con no pocas divisiones y ha experimentando múltiples giros a lo largo de las décadas, empezando porque no fue hasta finales de los 80 que se admitió la teoría del meteoroide que cayó sobre la Tierra acabando con los dinosaurios).

 

Pero es que, además, Harrison compensa sobradamente los agujeros científicos de su propuesta con unos personajes atractivos, ya sean villanos como Vainté, héroes como Kerrick o neutros como Enge. Los personajes humanos tienen emociones, impulsos y psicologías realistas que podemos comprender. “Invierno en Edén” es, esencialmente, una novela de aventuras con largos viajes, travesías marítimas, exploración de nuevos mundos, huidas y batallas… pero los personajes actúan y reaccionan más como individuos reales que como héroes de una película de acción. Por ejemplo, uno de los humanos, tras la guerra contra los Yilané, padece lo que hoy llamaríamos trastorno de estrés postraumático; Kerrick es el héroe titular de la historia, pero no le sobran méritos para serlo: es un guerrero sólo medianamente competente, un cazador mediocre, sufre de depresiones y su capacidad de liderazgo, cuando no su lucidez mental, es a menudo cuestionada por sus iguales. Y ambos bandos desarrollan innovaciones lógicas en la guerra que los enfrenta: los Yilané utilizan sus conocimientos en genética para crear nuevas armas biológicas tanto ofensivas como defensivas, mientras que los humanos se apoyan en su ingenio y su habilidad para el engaño y las emboscadas.

 

Harrison también utiliza la sociedad reptiliana para presentar una inversión de los estereotipos de género. Hay un pasaje en el que Kerrick se queja de que, mientras que las hembras Yilané solo hablan cuando tienen algo importante que decir, los machos parlotean sin sentido y sin parar. Éstos también demuestran mayor sensibilidad y talento artístico que las mujeres; toda la pintura y escultura de los Yilané son obra de los machos, mientras que las figuras políticas y científicas, dispuestas a sacrificar todo y a todos con tal de acumular más poder o conocimiento, son hembras; por no hablar de que son éstas las que violan sistemáticamente a los machos sin ningún tipo de reparos, manteniéndolos encerrados en recintos custodiados y privándolos de cualquier posibilidad de desarrollo intelectual que pudiera convertirles en competidores sociales.

 

La novela aborda asimismo el viejo dilema entre naturaleza y crianza, biología y educación: ¿hasta qué punto los roles de género y otras formas de entender y relacionarnos con el mundo, son resultado de la biología, y hasta qué punto son decisiones conscientes tomadas por una sociedad (o sus miembros más poderosos)? Kerrick tiene dificultades a la hora de integrarse en otros grupos humanos debido a haber crecido entre los Yilané y absorbido su cultura. Dos machos Yilané abandonados por las hembras en su retirada de Alpeasak, empujados por Kerrick, deben superar su condicionamiento cultural para aprender, a regañadientes, las tradicionales habilidades femeninas de la caza y la supervivencia. La secta liderada por Enge, idealistas amantes de la paz, perseguida por una sociedad que durante milenios ha estado dirigida por dictadoras despiadadas sin oposición alguna, lucha por crear una nueva sociedad viable sobre bases más igualitarias en una tierra remota habitada por otra especie inteligente con ideas muy diferentes sobre los roles de género.

 

“Invierno en Edén” es una continuación muy digna que, quizá no aporte nada demasiado novedoso desde el punto de vista conceptual o temático, pero cuyo estilo ligero, atractivos personajes y ágil ritmo gracias al frecuente cambio de escenarios al ir saltando de una subtrama a otra, lo convierten en una lectura muy entretenida, consistente con lo anterior y que cumple con los objetivos de una secuela: continuar el desarrollo de los personajes ampliando el alcance de la historia y profundizando en las ideas y temas ya expuestos en la primera entrega. Aunque no tiene sentido leerla independientemente, su conclusión –menos dramática de lo que podría esperarse- bien puede tomarse como un cierre para aquellos que no deseen enfrentarse al tercer y último volumen de la serie.

 

(Finaliza en la próxima entrega)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario