“Calle Cloverfield 10” es una suerte de secuela de “Monstruoso” (2008, que en inglés se tituló “Cloverfield”), una película de metraje encontrado producida por J.J.Abrams y en la que se narraba la destrucción de Nueva York por parte de un monstruo alienígena gigante. Si es una secuela es solo porque ambas películas comparten título (en inglés) y están producidas por el mismo personal: Abrams y su compañía Bad Robot, mientras que el director de “Monstruoso”, Matt Reeves, y su guionista, Drew Goddard, figuran acreditados también como productores ejecutivos.
El nombre que más llama la atención aquí es el de Damien
Chazelle, que participa en el guion (junto a Josh Campbell y Matthew Stuecken)
y que más adelante dirigiría películas como “Whiplash” (2014), “La La Land”
(2016), “First Man” (2018) o “Babylon” (2022). Las labores de dirección recaen
sobre el debutante Dan Trachtenberg, que previamente sólo había dirigido
publicidad y que unos años más tarde firmaría una entrega bastante recomendable
de la saga Predator: “Presa” (2022).
Ambas películas comparten también la misma premisa general: un grupo de gente que trata de sobrevivir a una catástrofe cuyos detalles son muy vagos. También se establece cierta continuidad a través del uso de los mismos nombres comerciales de algunos productos. Por otra parte, “Monstruoso” era, como he apuntado, un film de metraje encontrado, mientras que “Calle Cloverfield 10” es la única de las dos entregas en las que el nombre “Cloverfield” tiene algún significado (hacia el final, una señal de carretera revela que es la dirección de la granja donde transcurre la acción). Esta fue la segunda de una serie de películas con el nombre de “Cloverfield” y a la que también pertenecería una tercera parte, “The Cloverfield Paradox” (2018), de mucho menor interés y calidad, estando anunciada –aunque sin fecha-, una cuarta.
Michelle (Mary Elizabeth Winstead) abandona a su novio y
deja la ciudad en su coche. Esa misma noche, en una zona rural, sufre un
accidente al ser embestida por otro automóvil. Cuando se despierta, está
encadenada en un sótano. Su captor es Howard (John Goodman), que ha curado sus
heridas y le dice que se encuentra en un bunker perfectamente acondicionado
bajo su granja. El mundo exterior, asegura, se ha tornado inhabitable debido a
una catástrofe de origen poco claro. Cualquiera que ponga un pie fuera del
bunker, morirá a los pocos minutos asfixiado por un aire tóxico. En el bunker
hay otro “refugiado”, este voluntario, Emmett (John Gallagher Jr), también
herido. Michelle trata de escapar sin éxito y, tras un evento inesperado, se
convence de que, efectivamente, algo ha ocurrido. Sin embargo, cree que Howard
oculta algo y logra convencer de ello a Emmett. Ambos, sin embargo, no pueden
hacer mucho. Howard está armado, es el único que tiene las llaves y conoce la
maquinaria que proporciona al lugar aire y agua depurados.
Revelar más de la trama nos llevaría a incurrir en spoilers
y, además, sería inconsecuente con la intención original del productor. Y es
que la mayoría de las películas de J.J. Abrams (“Super 8”, “Monstruoso”, “Star Trek: En la Oscuridad) se preparan y ruedan bajo un velo de secretismo,
llegando incluso a ocultar el tráiler de qué trata la historia. Es la misma
estrategia que tan bien le funcionó al principio a M. Night Shyamalan, cuando
se lo vendía como el director que acababa sus películas con un giro conceptual
con el que daba una nueva perspectiva a todo lo visto anteriormente en la trama.
En el caso de “Monstruoso”, el título ni siquiera se anunció hasta unos meses
antes del estreno. “Calle Cloverfield 10” se planteó de forma similar,
rodándose bajo el título de “Valencia” y sin que el mundo supiera nada al
respecto hasta que salió el tráiler en enero de 2016, dos meses antes del
estreno. Pero es que incluso éste desvelaba muy poco: una situación doméstica (sin
ninguna pista de que transcurría en un búnker), seguida de una escena en la que
John Goodman le ruega a Mary Elizabeth Winstead que no salga al exterior.
Como he dicho al principio, la conexión entre las hasta
ahora tres películas de esta serie es, como mínimo, tenue. El propio Abrams comparó
muy apropiadamente la marca “Cloverfield” con la televisiva “La Dimensión Desconocida”, esto es, una suerte de antología de narraciones fantacientíficas
y terror. Se trata de un enfoque que parece increíblemente anticuado en un
mundo en el que los estudios cinematográficos planifican sus franquicias con
tres o cuatro películas de antelación, bloqueando las fechas de estreno a cinco
años vista. “Calle Cloverfield 10”, en cambio, nos retrotrae a una época más
sencilla.
Este enfoque “retro” halla su reflejo en la propia
historia, un thriller claustrofóbico y paranoide sobre un grupo de gente
encerrada en un bunker e insegura acerca de en quién confiar. Tanto en sus
temas como en su iconografía, la película evoca el clásico miedo al “peligro
rojo”. Esta es una historia en la que nadie se atreve a confiar en los demás,
cuya dinámica de poder sirve para mantener a los jugadores en continuo
desequilibrio mental y que se desarrolla dentro de un refugio antinuclear
durante lo que el personaje de Howard afirma es el fin del mundo.
Aunque los refugios nucleares todavía existen y siguen
siendo construidos y mantenidos por los preparacionistas, lo cierto es que este
tipo de estructuras evocan aun hoy la ansiedad atómica de los años cincuenta,
producto de un viejo orden mundial en el que Estados Unidos alentaba activamente
a las familias a dotarse de esas defensas con el fin de mejorar las
posibilidades ante la eventualidad de un ataque nuclear soviético. Howard se
muestra ambiguo respecto a la naturaleza del ataque, sugiriendo evasivamente
que podría ser "nuclear o químico". Esta misma ambigüedad es,
también, algo muy propio de “La Dimensión Desconocida”.
Incluso el interior del bunker evoca la “Americana” clásica, esto
es, imágenes y símbolos arraigados en su cultura popular y el "American
way of life". Uno de los elementos centrales del refugio que ha construido
Howard es una jukebox, cargada con temas clásicos del pop-rock estadounidense;
las actividades comunes de los tres personajes no incluyen nada más moderno que
los juegos de mesa o los puzzles; en el área común hay un cartel que dice “Home
sweet home” mientras que uno de los toques más irónicos de la película es esa hogareña
alfombrilla con la palabra “Bienvenidos” colocada justo en la entrada de la
cámara de aire que aisla el bunker del exterior. Howard preside las cenas a la
antigua usanza, en torno a una mesa de madera que es una “reliquia familiar”.
Uno de los aspectos más reseñables de “Calle Cloverfield 10”
es, precisamente, la manera en que retuerce esa iconografía evocadora de los viejos
tiempos porque quizá no ha existido mejor momento para revitalizar la paranoia
que permeó la sociedad y la cultura estadounidenses de los años 50 del pasado
siglo. El año en el que se estrenó la película se libró una polémica campaña
presidencial en Estados Unidos durante la cual los candidatos incurrieron
repetidamente en mensajes xenófobos. Donald Trump se presentó a las elecciones
con su famoso lema “Make America Great Again”, apelando deliberadamente a la
falsa nostalgia por unos tiempos más sencillos y honestos en los que era fácil
distinguir entre los buenos (nosotros) y los malos (ellos). Así, el búnker
parece una metáfora particularmente adecuada de la América soñada por algunos
en 2016, un lugar donde Howard puede encerrarse, aislarse del mundo y asumir el
papel de patriarca severo pero cariñoso (desde su punto de vista, claro).
En un momento dado, Howard sugiere que ha tenido que ver
cómo su familia se erosionaba y destruía, siendo abandonado por su esposa y su
hija. Para él, el búnker y el posible apocalipsis representan una oportunidad
de volver a ordenar el mundo como debería ser…como él cree que debería ser. “Así es como siempre iba a ser”, le
asegura Howard a Michelle en cierto momento de la historia. A lo largo de la
película, trata a Michelle de forma condescendiente, incluso como si fuera una
niña y de una manera a veces espeluznante. Insiste en supervisarla mientras usa
el baño; la viste con ropa vieja que perteneció a su hija; durante una partida
de “Tabú”, cuando debe asignar adjetivos a Michelle, se niega a reconocerla
como una mujer adulta, prefiriendo llamarla “niña” o “princesa”, clara
indicación de cómo la ve.
La película no habría tenido demasiados problemas en
reescribirse como obra teatral porque el 95% de su trama transcurre en el
interior del bunker. El suspense que impulsa la historia es doble: por una
parte, el enigma respecto a lo que ha ocurrido en el mundo exterior, de lo cual
se dan solamente algunos detalles que podrían o no ser verdad; por otra, el
estado mental de Howard, que todo apunta podría ser un paranoico con problemas
de control de ira. Es un planteamiento que recuerda a “Take Shelter” (2011), en
la que Michael Shannon interpretaba a un hombre de familia convencido de que el
apocalipsis estaba próximo y se obsesionaba con construir un refugio
subterráneo, mientras quiene
s le rodeaban pensaban que se estaba volviendo
loco. La principal diferencia es que “Take Shelter” transcurría, digamos, sobre
la superficie, dado que el refugio aún no había sido construido, mientras que
la película que ahora nos ocupa tiene lugar enteramente en su interior. Lo que
también comparten ambos films es la ambigüedad respecto a la cordura del
personaje masculino y la dudosa veracidad del desastre. Otra película que viene
a la mente es “Hidden: Terror en Kingsville” (2015), estrenada unos meses antes
y en la que los personajes se refugiaban en un bunker sin que el espectador
tenga muy claro cuál es la amenaza que les acecha en la superficie.
Toda la película, por tanto, se asienta sobre la
ambigüedad: qué ocurrió en el exterior, la cordura o locura de Howard, el
destino de quien él afirma fue su hija Meggan… El director sabe mantener el
suspense a lo largo de los 104 minutos de la trama, consiguiendo que el
espectador simpatice con los intentos de Michelle por escapar encontrando al
final de cada uno de ellos un nuevo giro o pista.
El guión bebe gran medida de la rica tradición de la
ciencia ficción y terror alegóricos. Los gags y las escenas de la película
están escenificados para sugerir las metáforas y analogías que bullen bajo la superficie.
La secuencia del comienzo, por ejemplo, establece un paralelismo entre la
dolorosa ruptura sentimental de Michelle y el posible fin del mundo. El acto
final estira su metáfora como si fuera una goma, tratando de averiguar hasta
dónde puede estirar los clichés del género antes de que se rompan. En este
sentido, el final [ATENCIÓN: SPOILERS), aunque sorprendió a muchos
espectadores, lo cierto es que no es del todo or
iginal. Efectivamente, se
trata, como advertía Howard, de una invasión alienígena con un propósito nada
claro. La película opta por una conclusión moderadamente optimista en la que
Michelle destruye una de las naves y luego se dirige a unirse a la resistencia
humana. Un buen final sorpresa puede cumplir su función de epatar al espectador
o poner patas arriba todo lo visto hasta ese momento, pero este es más del tipo
que deja con una vaga sensación de insatisfacción y ganas de saber más sobre lo
que está sucediendo. (FIN SPOILER).
Si “Calle Cloverfield 10” obtuvo críticas en general
favorables y puede considerársela claramente mejor que “Monstruoso” es gracias
también al sólido trabajo de sus dos actores principales. Mary Elizabeth
Winstead es una de las actrices de género más fiables y aquí hace una labor
excelente interpretando a una mujer corriente (la actriz tiene un atractivo “natural”
muy alejado de la sensualidad de otras colegas de profesión), ingeniosa,
inteligente y que se sobrepone al terror de la situación.
Sin embargo, es John Goodman quien roba todas las escenas
en las que participa. Si la marca “Cloverfield” promete un monstruo, Goodman
cumple aquí perfectamente esa función. Su personaje alterna entre lo conmovedor
y lo aterrador, y su presencia física y su voz son más efectivas que cualquier
monstruosidad generada por ordenador. Dan Trachtenberg juega con la formidable
presencia de Goodman de manera muy inteligente. En repetidas ocasiones, se lo
presenta como un depredador acechando a la vuelta de la esquina. El director se
asegura de que el espectador escuche a Howard antes de verlo en pantalla,
utilizando la mezcla de sonido para que se le oiga moverse por el bunker como si
fuera un dinosaurio. El suelo parece parece crujir y tensarse bajo el peso de su
figura, como esos monstruos cinematográficos cuya irrupción viene precedida por
el crujido del maíz o la madera. Es un toque ingenioso, efectivo e inquietante.
“Calle Cloverfield 10” es un thriller de CF que utiliza la
iconografía y temas del cine añejo del subgénero apocalíptico para explorar y
al tiempo criticar la nostalgia por los años 50 y las implicaciones de aquella
mentalidad, lo que, irónicamente, la convierte también en un film muy moderno a
tenor de ciertas tendencias sociales y políticas norteamericanas
contemporáneas. Una película de terror moderna, en fin, que se apoya en el pasado,
que ofrece un notable trabajo interpretativo, una atmósfera opresiva, un ritmo
y suspense bien dosificados y un metraje ajustado.
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