miércoles, 22 de enero de 2025

1986- LOIS MCMASTER BUJOLD Y LA SAGA DE MILES VORKOSIGAN (7)

 (Viene de la entrada anterior)

 “Ethan de Athos” (1986) fue la tercera novela del universo Miles Vorkosigan que publicó Bujold el mismo año, aunque, en la cronología interna de la serie ocuparía el séptimo lugar. Y fue una apuesta peculiar porque Miles, el protagonista nominal de la saga, no tiene presencia alguna en este tercer volumen.

 

En junio de 1986, había aparecido la primera novela de la saga, “Fragmentos de Honor”; en agosto, “Aprendiz de Guerrero” y en diciembre la que ahora nos ocupa. Por tanto, los tres primeros libros no comparten ningún protagonista: “Fragmentos” se centra en Cordelia y “Aprendiz” en su hijo Miles. La siguiente novela llegaría en 1988, “En Caída Libre”, que tampoco incluye a ninguno de los Vorkosigan y, de hecho, transcurre siglos antes de los otros libros (entremedio, eso sí, se publicó “Fronteras del Infinito”, que en realidad es una compilación de tres cuentos). Bujold no escribiría un libro entero repitiendo alguno de los protagonistas de las novelas anteriores hasta el quinto de la saga, “Hermanos de Armas”, en 1989, momento en el cual esta serie cobra entidad, ahora sí como la “Saga Vorkosigan”.

 

En resumen, que antes de 1989, sus cuatro novelas estaban ambientadas en el mismo contexto galáctico. Como otros escritores de Ciencia Ficción (Ursula K Leguin, Iain M.Banks…), Bujold prefiere no tener que reinventar un universo cada vez que escribe un nuevo libro. “Ethan de Athos” parece hoy una entrega atípica pero, claramente, en 1986, la autora no estaba pensando en una serie de libros centrados exclusivamente en una persona o familia concretas. No debe abordarse esta novela como un capítulo más de la agitada historia de Vorkosigan, pero para el lector no informado es normal confundirse al encontrarse con una historia en la que no aparece ningún miembro de esa familia. La única representante en la trama de Miles y, por extensión, de los mercenarios Dendarii que reunió en “Aprendiz de Guerrero”, es la comandante Elli Quinn. De hecho, ni siquiera se menciona la palabra “Vorkosigan”, aunque Quinn se refiere varias veces al almirante Naismith (recordemos, el alias que Miles adoptó para liderar ese cuerpo mercenario. Ellie ignora su verdadera identidad) como un líder contrahecho pero muy inteligente.

 

Entonces, si “Ethan de Athos” no es una novela sobre la dinastía Vorkosigan, ¿de qué trata? Pues bien, en realidad es una historia que aborda el tema de género con un envoltorio de thriller de espionaje.

 

Uno de los propósitos de Bujold con “Ethan de Athos” fue explorar el posible efecto que podría tener el replicador uterino en la historia humana. Este dispositivo, presentado en "Fragmentos de Honor", permite el desarrollo de un feto fuera del cuerpo de la madre. Por lo tanto, permitiría la posibilidad de crear una sociedad capaz de reproducirse sin la intervención de mujeres. La autora tomó conciencia del interés de esa premisa a raíz de una conversación en la que participó durante una fiesta de Nochevieja a finales de 1984, y en la que también tomaron parte un cirujano y un administrador de hospital que tenían ideas opuestas sobre la viabilidad de una sociedad exclusivamente masculina. Mientras que el primero, soltero y varonil, pensaba que los hombres jamás podrían vivir sin mujeres, el segundo, que tenía dos hijos, sí se mostró interesado por el potencial de la idea.

 

Bujold pensó que también sería interesante invertir esa fantasía masculina, ya por entonces muy bien representada en la Ciencia Ficción, de un planeta exclusivamente femenino. Aunque el concepto de una sociedad enteramente compuesta por hombres no era del todo nuevo (por ejempo, Cordwainer Smith lo imaginó para su cuento “El Crimen y la Gloria del Comandante Suzdal”), sí era mucho más inusual. Así que la escritora, con esos mimbres, escribió la primera novela del género, destinada a un público generalista, que tenía como premisa de partida un planeta exclusivamente masculino y, por lo tanto, un protagonista necesariamente homosexual: el Dr. Ethan Urquhart.

 

El planeta nativo del protagonista, Athos, recibe su nombre de la península del norte de Grecia en nuestro mundo, un territorio de 330 km cuadrados y hogar de veinte monasterios en los que se prohíbe la entrada a todas las mujeres. Aunque su nombre figura en el título, lo cierto es que prácticamente toda la acción transcurre en una estación espacial situada en un cruce de rutas. Sin embargo, es en ese mundo donde se sitúa la potente premisa de partida que hace de esta una novela valiente para su época, por lo que me parece interesante describir con cierto detalle el funcionamiento de su sociedad totalmente masculina.

 

Athos es uno de los planetas más aislados de la comunidad galáctica. Y así han querido sus habitantes que sea desde la fundación de la colonia doscientos años atrás. Es un mundo enteramente poblado por hombres que han limitado al mínimo posible el contacto con otros planetas. Las relaciones homosexuales, claro, no es que sean normales sino las únicas posibles y deseadas. A pesar de la ausencia de potenciales enemigos militares y de la carencia de la tecnología necesaria para enfrentarse a cualquier adversario no planetario, el servicio militar es obligatorio en Athos. Aunque el planeta todavía se halla en proceso de terraformación, las áreas urbanas parecen estar bien desarrolladas, contando con viviendas, centros reproductivos y servicios culturales. Las áreas rurales, por el contrario, carecen de un fácil acceso a servicios reproductivos y atención médica.

 

Generaciones de historias misóginas, censura y condicionamiento religioso han infundido a sus habitantes un profundo temor hacia las mujeres, a las que, a pesar de no haber visto ninguna en toda su vida, consideran fuente de todo mal. Los hombres de Athos, sin embargo, están obsesionados por la paternidad. Gracias al replicador uterino, cualquiera puede “tener” hijos con cualquier otro así que la población del planeta ha crecido de forma constante a pesar de siglos de aislamiento masculino. Ahora bien, el coste de esos hijos es muy alto, tanto en lo que se refiere a la utilización del replicador uterino (operado por laboratorios especializados) como a la compra de material ovárico. Y no sólo es cuestión de dinero. Quienes quieran obtener el derecho a tener un hijo o ser un “alterno designado” (cónyuge), deben acumular los créditos necesarios realizando trabajos sociales. Aquellos que eligen ser progenitores, lo asumen como un honor, un privilegio y un acceso a un estatus social superior, algo que reflejan exteriormente dejándose crecer vello facial: bigotes para los alternos designados y barbas para los padres.

 

Ethan, jefe de biología en uno de los centros reproductivos, es una de esas personas que vive para su trabajo. Le encantaría formar una familia, pero hasta el momento no le ha sido posible. Por el momento, debe ocuparse de su hermanastro y pareja, Janos, un individuo atolondrado y proclive a meterse en problemas que utiliza sus créditos sociales para pagar las multas que acumula por sus infracciones.   

 

Ethan está muy bien considerado en Athos. La medicina reproductiva es una profesión muy especializada, delicada y vital para la supervivencia de la sociedad. Además, su dedicación y trabajo duro le han hecho merecedor del nivel más alto de autorización de seguridad, lo que significa que (entre otras cosas) tiene permitido leer revistas médicas de otros planetas con artículos escritos incluso por mujeres (entre ellas, la madre de Cordelia).

 

La crisis estalla cuando Ethan recibe un cargamento defectuoso de cultivo ovárico procedente de otro planeta. La tecnología existente permite extender la vida útil de este material biológico unos doscientos años, pero luego es necesario reponerlo. De otro modo, los replicadores uterinos dejarán de tener materia prima para funcionar. Athos importa sus cultivos ováricos del planeta Jackson´s Whole, en concreto de una empresa llamada Casa Bharaputra. Pero cuando revisa el contenido del último y muy necesario de los envíos, Ethan descubre que no hay nada salvable. 

 

Reunido el Consejo de Población, se decide cortar la relación comercial con la Casa Bharaputra y, por extensión, con Jackson´s Whole. Ethan recibe la orden de viajar hasta Kline, una enorme estación espacial y centro de negocios en el que diversos planetas cuentan con representaciones diplomáticas y comerciales. Allí, utilizando una carta de crédito que debe custodiar cuidadosamente, deberá encontrar un nuevo proveedor fiable. Esta misión va a ser todo un desafío para Ethan, no sólo por la responsabilidad que le han confiado, sino porque nunca ha salido del planeta (es el primero de Athos en hacerlo desde hace generaciones) ni tenido relación alguna con mujeres. Preocupado al respecto, se pasa el viaje leyendo textos de obstetricia y reflexionando:

 

“Mujeres. Replicadores uterinos con piernas, como si dijéramos. No estaba seguro de si se suponía que eran incitadoras al pecado, o si el pecado era inherente a ellas, como el zumo a una naranja; o si transmitían el pecado como si fuera un virus. Tendría que haber prestado más atención durante su educación religiosa infantil, aunque siempre se soslayaba el tema de forma misteriosa. Sin embargo, cuando consultó los nombres en una revista, a modo de experimento, le resultó imposible distinguir los artículos según el sexo de su autor.

 

Aquello no tenía sentido. ¿Tal vez lo distinto era sólo sus almas, no sus cerebros? El artículo que, estaba seguro, había sido escrito por un hombre, resultó ser de un hermafrodita betano: un sexo que ni siquiera existía cuando los Padres Fundadores huyeron a Athos; ¿dónde encajaban? Se entretuvo un rato imaginando el alboroto que crearía en la aduana athosiana una criatura así al solicitar su entrada, mientras los burócratas trataban de decidir si admitir su masculinidad o excluir su femineidad... probablemente el asunto pasaría a manos de un comité durante al menos un siglo, y para entonces el hermafrodita ya habría resuelto convenientemente el problema muriéndose de viejo... “

 

Pero todo esto no le va a preparar para su primer encuentro con una auténtica mujer, ya en la Estación Kline: nada menos que Elli Quinn. (SPOILERS A PARTIR DE ESTE PUNTO).

 

La última vez que la vimos, en “Aprendiz de Guerrero”, había quedado desfigurada por un arco de plasma durante una batalla. Miles la llevó hasta la Colonia Beta y le pagó la mejor cirugía reconstructiva disponible. Así es como obtuvo un rostro particularmente hermoso que la hace destacar allá donde va. Como se verá más adelante en la trama, Miles la asignó a la Inteligencia de la Flota Dendarii y la envió en su primera misión a la Estación Kline (que es, por otra parte, donde ella nació y creció, así que conoce muy bien el lugar) para investigar un proyecto genético secreto cetagandano.

 

Ethan la encuentra intimidante y también, posiblemente, una fuente de maldad, así que en cuanto puede, se zafa de ella e, inocentemente, busca un lugar donde comer y beber algo en compañía de hombres a los que ofrecer la posibilidad de emigrar como colonos a Athos (otra de las misiones que le ha encomendado el Consejo). Pero, aunque las relaciones heterosexuales poliamorosas parecen algo cómun en la Estación Kline, las actitudes hacia la homosexualidad son de rechazo y hostilidad, asi que, cuando los borrachos de un bar se enteran de su lugar de origen, le agreden. Elli acude a su rescate y a partir de este momento empieza la trama de thriller de espionaje.  

 

Aún asustado por las mujeres y dispuesto a cumplir su misión lo más rápidamente posible y abandonar la estación para evitar una posible “contaminación cultural”, Ethan se separa de Elli a la primera oportunidad que se le presenta sólo para ser secuestrado por dos oficiales de la inteligencia militar cetagandesa que se pasan horas torturándolo intentando averiguar infructuosamente qué sabe sobre un tal Terrence Cee. En el proceso, los cetagandeses revelan su plan de atacar Athos en los próximos meses y destruir los centros de reproducción. Aunque no han conseguido sacarle ninguna información (dado que Ethan no sabe de qué le están hablando), no quieren dejar ningún cabo suelto y ordenan a uno de sus hombres que lo asesine haciéndolo parecer un accidente. En el último momento, Elli vuelve a rescatar a Ethan y ambos van a tener que sobrevivir a un complot en cuyo centro está un fugitivo, el mencionado Cee, portador de algo que podría en el futuro cambiar por completo el destino de la especie humana. Y es que éste ha sido diseñado genéticamente en un laboratorio de Jackson´s Whole para ser telápata. Los cetagandanos, por supuesto, quieren usarlo como arma.

 

Con el ingenuo y honesto Ethan involucrado en una intriga que no comprende y ayudado por la hermosa, extrovertida y arrojada Elli con la que mantiene una tensa relación, el desarrollo argumental parece predecible: el protagonista se da cuenta de que su cultura está profundamente equivocada en lo que se refiere a las mujeres, rechaza su religión retrógrada y descubre las delicias de la heterosexualidad acostándose con su dispuesta compañera antes de comenzar una nueva vida lejos del sofocante y provinciano Athos… Excepto que nada de esto sucede. Ethan aprende a respetar a Elli y admirarla por su habilidad y valentía, pero lo que a la postre desea de ella resulta ser bastante inesperado pero coherente con el personaje y su trasfondo. Esto puede hacernos pensar que Bujold siente una especial simpatía hacia las minorías, sea cual sea su naturaleza. Miles está físicamente discapacitado, pero supera sus desventajas a base de inteligencia y determinación. La extraña cultura Athosiana es descrita de una forma práctica, sin críticas, apuntando a que todo funciona razonablemente bien para sus ciudadanos; pero fuera de su planeta, Ethan es visto como un “bicho raro” que cae víctima de las burlas y ataques de los homófobos de la estación.

 

Terrence Cee es, de hecho, una minoría de un solo invididuo y se ha convencido de que es un monstruo que no merece el calificativo de humano: “¿Se da cuenta de que no soy un ser humano, doctor Urquhart? Soy un producto genético artificial, un compuesto de una docena de fuentes, con un órgano sensor que nadie ha tenido jamás que se agazapa como una araña en mi cerebro. No tengo padre ni madre. No nací, me crearon. ¿Y eso no le horroriza?” Pero Ethan no sólo es un científico. Él, como todos los habitantes de su mundo, ha sido producido en un replicador uterino; también ha recibido una educación teológica sólida (es uno de los pocos creyentes genuinos que encontramos en el universo Vorkosigan) que le permite asegurar:

 

“Bueno... tiene usted libre albedrío, obviamente, o no podría oponerse a sus creadores. Por tanto, no es un autómata, sino un hijo de Dios Padre que responde ante Él según sus habilidades”.

Cee se inclinó hacia delante.

—¿Qué soy para usted, entonces, si no soy un monstruo? — preguntó.

Ethan se rascó la cabeza, reflexivo.

—Todos somos hijos del Padre, aunque en otros aspectos podamos ser huérfanos. Es usted mi hermano, por supuesto”.

 

El problema que tienen los protagonistas de la novela con Cee es el miedo a que el telépata consiga acceder a sus pensamientos más íntimos, un temor que comparte el propio Cee, ya que desde su infancia lo han orientado para ser el espía perfecto, aunque él claramente es reacio a que lo utilicen como arma. Pero Bujold escribe Ciencia Ficción “médica”, no militar, y Ethan tiene una vida interior con la que se siente cómodo, de la que no se arrepiente y, por tanto, que no siente la necesidad de ocultar. De hecho, le abre los ojos a Cee sobre las posibilidades médicas de su talento: podría saber qué les duele a los bebés y cómo se sienten, o comunicarse con víctimas de un derrame cerebral o personas paralizadas que no puedan hablar o siquiera estén conscientes.

 

Ethan se está enamorando de Cee e imagina llevarlo a navegar por la costa de la Provincia Sur de su planeta, olvidando que aquél es un telépata… hasta que Cee le susurra que nunca antes había visto océanos: "El rubor de Ethan alcanzó su punto máximo. Se sentía transparente como un cristal". Pero acepta este rasgo peculiar de Cee, puede que incluso incómodo, en parte porque lo encuentra atractivo (el agente cetagandés, el coronel Millisor, sugiere que ese es un sentimiento instilado deliberadamente por el telépata ya que la mayoría de la gente se siente atraída por él), pero también porque su mente está de verdad abierta a aceptar la idea de lo diferente. El único defecto de Ethan es que su cultura lo ha condicionado para pensar en las mujeres como algo repulsivo. Puede aceptar toda la narración que Cee hace de su propia historia sin sentirse incómodo hasta que comienza a hablar sobre las relaciones sexuales que su creador había alentado entre él y su “hermana” Janine.

 

Ethan era un hombre que tenía las ideas muy claras antes de llegar a Kline y la experiencia que vive allí no las transforma esencialmente. De hecho, se reafirma en su homosexualidad genética y cultural. Pero lo que sí termina haciendo es algo bastante radical que tendrá importantes implicaciones para el futuro de la gente de su planeta. Y es que, al final, tras muchas persecuciones, peleas, trampas, engaños y dramáticos giros, Ethan y Cee viajan a Athos como pareja para comenzar una nueva vida juntos y, además, llevando consigo material orgánico de la hermana telépata del segundo para mezclarlo con el ADN de los athosianos. Esto, presumiblemente, llevará en el futuro a la génesis de una nueva raza de telépatas, posible trama para futuras novelas que Bujold todavía no ha explotado.

 

Aunque hoy se pueda leer como una space opera ligera, en su momento, “Ethan de Athos” fue una novela que arrastró cierta polémica no sólo por la condición homosexual de su protagonista principal sino por los temas igualmente controvertidos que abordaba: la separación radical entre sexos, los derechos reproductivos, la misoginia, el determinismo genético y, en general, la forma en que los avances científicos pueden afectar la “selección natural”, la relación entre géneros y el propio destino de nuestras sociedades e incluso especie. 

 

De todas formas, mientras que en “Barrayar” (1991), Bujold aprovechará el concepto de replicador uterino para explorar aspectos de la maternidad, no creo que “Ethan de Athos” tenga mucho que decir sobre la masculinidad. Sí, el protagonista sale de su mundo y descubre cómo es el otro género al que tanto había temido. Pero, precisamente, ese mundo habría sido la clave para profundizar por qué su sociedad se comporta de esa manera. Todo el mundo entiende qué es la misoginia, pero ésta generalmente consiste en encajar a las mujeres en un rol social particular, no con deshacerse de ellas por completo. Hubiera sido muy interesante pasar más tiempo en ese planeta y entender cómo se había llegado a prescindir del sexo femenino, pero la autora opta por destacar sobre todo la intriga de espionaje y suspense a bordo de la Estación.  

 

Las dos relaciones que el protagonista mantiene en el libro (con Janos y Terrence) no son precisamente entusiastas ejemplos de amor homosexual. Janos es presentado como un malcriado irresponsable; es difícil no preguntarse cómo su relación con el centrado y sensato Ethan pudo haber durado más de una semana. El problema lo resuelve Bujold haciendo que Janos se marche a las Tierras Lejanas para encontrarse a sí mismo, dejando a Ethan libre para expresar su amor por Terrence. Como he dicho, lo encuentra muy atractivo físicamente, aunque su presencia también le pone nervioso debido a sus capacidades telepáticas. Ethan "le propone matrimonio" a Terrence diciendo que dentro de un año el inmigrante podría tener el estatus de Alterno Designado para luego convertirse en Nutriente Primario de los hijos de Ethan. Esto le daría a Terrence la posibilidad de acumular los créditos necesarios para convertirse él mismo en padre. Terrence dice que entiende que esta relación no es diferente del matrimonio y pregunta si implicaría relaciones sexuales. "No necesariamente", contesta Ethan, que subraya su esperanza de que su nuevo compañero pueda "acostumbrarse a nuestras costumbres". En otras palabras, en el transcurso de la novela, Ethan pasa de una relación tóxica a otra célibe, aunque ambas no son más que ideas vagas contempladas a distancia. Si así lo deseamos, podemos imaginar que Ethan y Terrence vivirán felices juntos, pero Bujold nos niega la certeza.

 

"Ethan de Athos" fue un desafío de Bujold al arraigado conservadurismo de gran parte de la ciencia ficción estadounidense; pero, en última instancia y por alguna razón, el resto de sus novelas parecen en su mayoría sentirse incómodas con una representación positiva de la homosexualidad. Probablemente, no quería ofender a sus lectores (la facilidad con la que éstos se indignan quedó demostrada por su reacción ante la leve actividad sexual –del tipo heterosexual, además- que introdujo en alguna de sus otras obras de Fantasía). Pero, en general, puede decirse que ha explorado las alternativas a nuestras ideas sobre la sexualidad con mucha mayor apertura e inventiva que la mayoría de los escritores de ciencia ficción de su generación. Pocos otros autores, por ejemplo, han creado un personaje importante que sea hermafrodita y mucho menos uno tan carismático como Bel Torne.

 

En otro orden de cosas, destaca también la descripción que Bujold hace del entorno de la estación Kline, su estructura, funcionamiento, idiosincrasia y mantenimiento a través del recorrido que los personajes hacen por sus diferentes dependencias. Por ejemplo, el intercambio CO2-O2 se controla por medio de algas emplazadas en inmensos estanques. Para controlar su crecimiento, se introdujeron salamandras que se alimentan de las mismas. Pero cuando éstas comenzaron a reproducirse descontroladamente en un entorno rico en alimento y sin depredadores, no quedó más remedio que ir haciendo purgas regulares y convertirlas en alimento, sobre todo destinado a la exportación. Todo el personal de la estación viste monos de colores que denotan su área de actividad. Y también tiene importancia en la trama la labor de control microbiológico, esencial en una estructura cerrada, hermética y repleta de zonas de difícil acceso en la que cualquier plaga puede convertirse en una amenaza existencial para sus habitantes.

 

También es de relevancia la información que aquí se ofrece de los cetagandanos, de los cuales Elli conoce su interés por la ingeniería genética aunque no la existencia del proyecto para crear agentes telépatas. La charla de Ethan y Elli sobre la economía de criar un ejército de clones es nuclear en el libro y muy revelador de la visión que cada uno tiene del asunto:

 

“Los cetagandanos han sido siempre un puñado de militaristas agresivos. Tal vez pretenden crear batallones de supersoldados mutantes en tinas, como ustedes los athosianos, y apoderarse del universo o algo así.

—No es probable —puntualizó Ethan—. Batallones no, al menos.

—¿Por qué no? ¿Por qué no clonar a tantos como quieras, si ya tienes el molde?

—Oh, desde luego, se podrían producir cantidades enormes de niños... aunque para ello harían falta unos recursos enormes. Técnicos altamente cualificados, además de equipo y suministros. Pero verá, eso es sólo el principio. No es nada, comparado con lo que hace falta para criar a un niño. Vaya, en Athos consume la mayoría de los recursos económicos del planeta. Alimentación, por supuesto... vivienda, educación, ropa, atención sanitaria... si sólo mantener estable la población requiere casi todos nuestros esfuerzos, imagínese lo que supondría incrementarla. Ningún Gobierno podría permitirse criar un Ejército especializado e improductivo.

Elli Quinn alzó una ceja.

—Qué extraño. En otros planetas la gente nace a montones, y no se empobrecen, que digamos.

—¿De veras? No veo cómo. Verá, los costes para llevar a un niño hasta la madurez son astronómicos. Debe de haber alguna equivocación en sus cuentas.

En los ojos de ella apareció de pronto una expresión irónica.

—Ah, pero en otros planetas los costes de criar a un niño no son añadidos. Eso se hace gratis.

Ethan se la quedó mirando.

—¡Qué muestra tan absurda de hipocresía! ¡Los athosianos nunca permitirían una economía sumergida! ¿No consiguen los nutrientes primarios créditos por su deber social?

—Creo —la voz de ella estaba cargada de una sequedad especial—, que lo llaman trabajo de mujeres. Y la oferta normalmente supera la demanda... no hay acciones sindicales, como si dijéramos, que regulen el mercado.”

 

Con “Ethan de Athos”, Bujold nos ofrece otra novela bien escrita y con ritmo muy dinámico que absorbe fácilmente al lector. Y esto no es cualquier cosa. Muchísimos libros de CF no se acercan ni de lejos. Aquí, en una obra que no llega a las trescientas páginas, encontramos personajes multidimensionales con tantos defectos como carisma; momentos cómicos y dramáticos bien equilibrados; diálogos ingeniosos y ágiles; giros inesperados y temas de gran profundidad y mensajes de tolerancia y compasión expresados sin moralina e insertados con destreza en una trama llena de acción, aventura y suspense. Recuperar al personaje de Ellie es un acierto (volverá a aparecer en futuras entregas de la saga) y Ethan es un personaje bien construido con el que resulta fácil simpatizar (aunque, en su caso, ya no lo encontraremos más). Que el lector no eche de menos a Cordelia o Miles dice mucho del talento de la escritora.

 

(Continúa en la siguiente entrada)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario