miércoles, 17 de diciembre de 2025

2025- LA ACOMPAÑANTE – Drew Hancock

 

Desde mediados de la década de 2010, han desfilado por nuestras pantallas grandes y pequeñas un considerable número de películas que abordan temas relacionados con androides e inteligencia artificial. En una época anterior ya hubo films en los que aparecían androides y máquinas capaces de sentir y amar, como “Galaxina” (1980), “Heartbeeps” (1981), “Blade Runner” (1982), “Sueños Eléctricos” (1984) o el episodio “En Teoría” (1991), de “StarTrek: La Nueva Generación”, en el que Data probaba a tener novia. Existe otro sub-subgénero en el que las máquinas desarrollan pensamientos lujuriosos, como “Engendro Mecánico” (1977), “Saturno 3” (1980) y T.I.M. (2023). Y, por último, las famosas amas de casa androides de “Las Esposas de Stepford” (1975).

 

En tiempos más recientes hemos podido ver “Her” (2013), en la que Joaquin Phoenix tenía un romance con un sistema operativo, así como otros títulos de relaciones entre androides o entre éstos y humanos como “Ex Machina” (2015), “Zoe” (2018) y A.I. Rising” (2018); o absurdas comedias como “Hot Bot” (2016) o “Robots” (2023). Los sexbots también aparecen en las películas de Austin Powers, “Cherry 2000” (1987) y “Vice” (2015), mientras que el robot niñera que interpreta Megan Fox en “Alice” (2024) desarrolla también esa utilidad adicional. En “El Androide” (1994), Kathryn Harrold se hacía con un modelo sexual solo para que éste entrara en modo desquiciado tras ella desactivar sus protocolos de seguridad. El thriller erótico “Black Eyed Susan” (2024) llevaba la idea del robot sexual a niveles sorprendentemente oscuros y perturbadores.

 

En 2025, llega “La Acompañante, debut en la dirección del hasta entonces guionista Drew Hancock (quien también escribe el libreto en esta ocasión).

 

(ATENCIÓN: SPOILERS HASTA EL FINAL) Iris (Sophie Thatcher) acompaña a su novio Josh (Jack Quaid) a visitar a unos amigos de éste en la aislada y lujosa casa de uno de ellos, Sergey (Rupert Friend). Todo parece marchar bien hasta que, a la mañana del día siguiente a su llegada, Iris baja al lago cercano y Sergey se une a ella. Poco después, el resto del grupo (la amante de Sergey, Kat (Megan Suri) y la pareja compuesta por Eli (Harvey Guillen) y Patrick (Lukas Gage)) se quedan pasmados cuando ven a Iris regresar a la casa cubierta de sangre tras haber matado a puñadas a Sergey después de que éste intentara forzarla. Josh ordena inmediatamente a Iris que se duerma y la ata a una silla.

 

Al despertarla, Josh le revela que es una ginoide sexual y que todas las emociones y sentimientos que muestra hacia él son mera programación y recuerdos artificiales con los que potenciar aquéllos y darles un contexto lógico. Mientras los demás debaten qué hacer, Iris se libera de sus ataduras y huye, llevándose el teléfono de Josh, el cual contiene el software para controlar todas sus funciones, desde el color de ojos y la voz hasta su nivel de inteligencia. Elevar este último y desactivar el control de apagado es lo primero que hace antes de trazar un plan de huida y descubrir que, desde el principio, todo fue un plan de Josh para asesinar a Sergey y robarle su dinero.

 

“La Acompañante” cuenta con un guion ingenioso y ágil que compensa sobradamente su justeza presupuestaria. Si no se ha visto previamente el tráiler (capaz de arruinar varios giros y sorpresas) y ni siquiera se sabe que se trata de una película de CF, el comienzo remite directamente al melodrama romántico. Vemos cómo Iris recuerda el momento en que conoció a Josh y surgió el amor a primera vista, su inseguridad respecto a cómo será acogida en la reunión de amigos, las interacciones entre todos ellos… Aparentemente, todo marcha bien, pero hay algo difícil de identificar que parece fuera de lugar: una frase, un gesto o movimiento, la forma de mirar de Iris, el rechazo que suscita en Kat o esa extraña escena de coito entre Iris y Josh la primera noche. Y entonces, cuando Iris regresa a la casa tras apuñalar a su anfitrión y Josh pronuncia la orden “Iris, duérmete”, los ojos de ella se quedan en blanco y se desploma. Cuando despierta y él le explica con paciencia y engañosa cortesía quién –o mejor dicho, qué- es ella, “La Acompañante” da su primer giro conceptual poniendo patas arriba las expectativas iniciales del espectador. A partir de ahí, la película avanza con ritmo acelerado encajando giros cada pocos minutos.

 

Todo esto viene acompañado de diálogos rápidos y momentos inspirados, como ese flashback repetido con modificaciones en el que Eli/Josh y Patrick se conocieron durante una fiesta; o el encuentro de Iris con el agente de policía, programándose a sí misma para hablar en alemán y así no mentir respecto a su asesinato y, al mismo tiempo, obedecer las órdenes de aquél sin que pueda entender sus respuestas (los androides no pueden mentir). Cada vez que la película roza lo predecible y aburrido, Hancock encaja un giro ingenioso para mantener al espectador enganchado. Eso sí, el rápido encadenamiento de sorpresas que mantienen vivo el suspense tienen su coste en términos de imposibilidad de profundizar sobre ciertos temas importantes, como la auténtica naturaleza de la atracción humana.

 

Dejando aparte agujeros de guion flagrantes (¿cómo es posible que a un androide de compañía el usuario pueda modificarle su nivel de agresividad hasta el límite de poder matar a un humano? ¿cómo genera doce millones de dólares en efectivo un simple vendedor de césped artificial?), el final es francamente inverosímil. Sí, funciona como triunfo de un androide sexual que consigue liberarse de las cadenas de su horrible amo humano. Iris mata a Josh, se lleva todo el dinero, tira el teléfono que la controla y se marcha conduciendo un Mustang rojo descapotable. Pero es que ese triunfo, si se piensa por un segundo, deja atrás demasiados asuntos colgando como para ser duradero. Por ejemplo, los seis cadáveres abandonados en la casa y sus alrededores, incluyendo a Josh y sus amigos, un agente de policía y un técnico de la empresa Emphatix. Además, hay un androide destruido cuya CPU y la información grabada en la misma no parecen haber sido borradas por Iris. También queda con vida un técnico de Emphatix que tendrá a sus empleadores haciéndole un montón de preguntas. Sin mencionar que Sophie tiró el teléfono de Josh justo enfrente de la casa, el cual tiene una foto de ambos como fondo de pantalla que seguramente hará que las autoridades se pregunten dónde está la ginoide. Y eso sin contar que Emphatix dispondrá de un protocolo establecido para esta eventualidad, quizá pudiendo desactivar un androide remotamente o rastrearlo a través de un chip GPS insertado en algún punto de su cuerpo.

 

Con todo y con eso, la película no anda corta de aciertos. Los personajes actúan y reaccionan de forma natural y cada nuevo giro de la trama deja espacio al espectador para asimilarlo y respirar. La banda sonora está integrada por canciones de amor melosas que actúan como contrapunto perfecto a la oscura subversión del amor romántico que es esta historia. Toda la acción se desarrolla en una casa y el terreno circundante, con sólo cinco personajes de cierto peso e interacciones mínimas con otros tantos; y, aún así, nunca se tiene la sensación de que esas limitaciones impuestas por el reducido presupuesto lastren un ápice la historia. Los actores protagonistas hacen un trabajo muy sólido, empezando por Sophie Thatcher, quien tiene que caminar por una línea muy fina y matizada. Ciertos detalles importantes de su personaje, como los cambios que experimenta en su nivel de inteligencia o la calidad de su voz, habrían superado la capacidad de una actriz menos dotada que ella. Jack Quaid (cuya peculiar sonrisa lo delata como hijo de Dennis Quaid) se transforma convincentemente de atento y cariñoso novio a despreciable tirano sin sentimientos. El resto del reparto tiene menos espacio para lucirse, pero sí cabe destacar a Lukas Gage, que borda un papel más complejo de lo que parece a simple vista.

 

Hay que decir que algunos espectadores podrían ver diluido su disfrute de la película por la necesidad que tiene su director/guionista de encajar un mensaje feminista. Desde hace algunos años, menudean las cintas en las que los hombres son representados como seres violentos, ignorantes, explotadores, cretinos o todo ello a la vez. A veces el tono es más amable, como en “Barbie” (2023) y a veces se llega incluso a instar al exterminio masculino como en “Hunt Club” (2022). Pues bien, el final de “La Acompañante” muestra a Iris, por fin liberada del control humano-masculino, echándole en cara a Josh una larga lista de defectos, desde su incapacidad de controlar su amargura hasta su carácter débil, con mención especial a la escasa dimensión de su pene. Se diría que después de haberle visto asesinar, robar y apuñalar por la espalda a todos los que lo rodean, el guionista no lo considera suficiente como para calificarlo de canalla ante el público: hay que desmantelar también su masculinidad.

 

Dicho esto, es interesante el enfoque que la película le da al concepto de robot sexual. En el futuro en el que transcurre la película, la empresa Emphatix comercializa sus androides como “robots de apoyo emocional”, pero seguramente nadie los llama así. De hecho, el diálogo entre los dos técnicos reparadores de esa compañía nos revela que mucha gente los adquiere para maltratarlos sádicamente sin miedo a sufrir consecuencias por ello. Y cuando digo maltratarlos, no me refiero a lo que se haría con un electrodoméstico cualquiera, pegándole patadas para que se encienda o por mera frustración ante su avería. No, estos androides no saben que son robots. Están programados para sentir dolor físico y emociones y creen tener libre albedrío. Ignoran que su “pareja” les puede desconectar pronunciando una simple palabra y que el amor incondicional que sienten por su dueño/a ha sido programado pudiendo aumentarse o disminuirse a voluntad de éstos/as. Por eso, la decisión de comprarlos con el propósito de causarles daño deliberadamente es propia de desaprensivos y psicópatas.

 

“La Acompañante” no comienza con una escena –que luego sí vemos en un flashback- en la que unos técnicos le entregan a Josh una caja y unas instrucciones, ni nos muestran la cadena de montaje de la fábrica. Eso serían las opciones más obvias. En cambio, arranca con un emotivo y retroactivamente escalofriante momento de "amor a primera vista” que bien podría estar en cualquier comedia romántica, una situación cotidiana en la que Josh adopta el rol de empollón tímido y desgarbado ante una chica increíblemente guapa que encuentra su torpeza encantadora en lugar de molesta. Pero ese momento no es real. Josh lo eligió de entre las posibilidades disponibles en un menú desplegable porque así es como quiere verse a sí mismo.

 

Más allá de ser una simple crítica a la masculinidad tóxica, la película va añadiendo capas a medida que avanza. Durante un tiempo, Kat manipula la situación y no tiene problemas en utilizar y mentir a todos para conseguir lo que desea. Sergey está más que dispuesto a violar a un robot que no sabe que lo es. Eli prefiere quedarse con Patrick aunque éste sea un modelo obsoleto, porque lo puede apagar en cualquier momento y porque le da pereza o no tiene la autoestima necesaria como para abordar la tarea, posiblemente más difícil, de establecer una relación honesta con otro ser humano.

 

En cuanto a Josh, sabiendo que Iris experimenta emociones y dolor físico, no tiene reparos en hacerle todo el daño posible y no es difícil imaginar que, de no existir consecuencias legales, haría lo mismo con una mujer de carne y hueso. Pero incluso después de todo ese abuso, Iris es incapaz de dispararle cuando por fin tiene las riendas de la situación. Contra toda lógica, le permite a su “ex” tomar la delantera una última vez porque cree en el amor que sentía por él, y solo actúa, al final, en defensa propia. Y es que los dos robots son los únicos que honestamente creen en el amor y eso les hace vulnerables. Incluso después de haber aumentado su nivel de inteligencia, el amor sigue siendo el punto débil de Iris.

 

“La Acompañante” podría haber sido una historia mucho más simple sobre una mujer que descubre que es un robot sometido a los caprichos de un hombre cruel, recupera el control, aumenta su inteligencia y fuerza, y se venga. Podría haber formado equipo con el otro robot para matar a todos los humanos. Podría haber sido una historia superficial sobre la masculinidad tóxica. En cambio, Drew Hancock se toma a sus personajes en serio. Hace que Eli le declare su amor sincero a Patrick, porque, al fin y al cabo ¿quién sabe siquiera en qué consiste el auténtico amor? ¿Por qué Eli no puede amar a un robot? ¿Quién dice que Patrick no puede corresponderle? Si Patrick e Iris sienten amor por sus respectivas parejas, ¿quién podría decir que están equivocados, dictar qué emociones son las genuinas o despreciar como falsas las suyas? Al tomar conciencia de su auténtica naturaleza artificial, Iris y Patrick, como cualquier humano, toman sus propias decisiones. El segundo prefiere la muerte a una vida sin Eli; la primera, tras asumir que Josh está inextricablemente ligado a su mente, decide matarlo y trazar su propio camino. El director no está interesado en juzgar a sus robots ni en decirnos quiénes son "realmente", sino en preguntarnos a nosotros quiénes creemos ser.

 

“La Acompañante” es una película de bajo presupuesto que, sin ser excepcional, sí es mejor que la media. Es divertida, violenta, oscura y desquiciada, tiene una duración ajustada de poco más de hora y media, buen ritmo y actuaciones bien afinadas, que además de generar dinero (recaudó 37 millones de dólares sobre un presupuesto de 10) y desafiar las expectativas del público, da que pensar. El guionista y director utiliza el formato del thriller para poner sobre la mesa temas como la naturaleza del amor y la consciencia o la veta misógina que se oculta justo bajo la superficie de muchas relaciones aparentemente felices. Para los más cínicos, funcionará también como antídoto para los excesos empalagosos de un día de San Valentín cualquiera. 

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario