domingo, 7 de diciembre de 2025

1986- LOIS MCMASTER BUJOLD Y LA SAGA DE MILES VORKOSIGAN (9)




(Viene de la entrada anterior

En abril de 1988, cuando apareció “En Caída Libre”, Lois McMaster Bujold era todavía una escritora relativamente desconocida. Su primera novela, “Fragmentos de Honor”, había aparecido el año anterior, seguida rápidamente por otras dos ambientadas en el mismo universo: “El Aprendiz de Guerrero”, la primera en tener a Miles Vorkosigan como protagonista; y “Ethan de Athos”, sobre una colonia planetaria exclusivamente masculina.

 

Pero fue la cuarta novela de la saga, “En Caída Libre”, la que la catapultaría al estrellato. Se serializó inicialmente en cuatro entregas en la revista “Analog” entre finales de 1987 y principios de 1988, y luego se editó en formato bolsillo por Baen Books en abril de ese último año. Fue nominada al Premio Hugo a la Mejor Novela y ganó el Nébula en esa misma categoría.

 

Desde el punto de vista de la cronología interna de la serie, “En Caída Libre” sería la primera entrega, dado que los sucesos que narra tienen lugar aproximadamente doscientos años antes del nacimiento de Miles y, de hecho, es la única que ni siquiera se menciona a la familia Vorkosigan o el planeta Barrayar. Es una historia y un contexto, por tanto, que resultarán familiares a los que ya hayan leído otras novelas, pero que alguien completamente ignorante de la saga puede disfrutar igualmente.

 

La historia comienza cuando Leo Graf, un prestigioso ingeniero, es contratado por la corporación Galac-Tech para adiestrar estudiantes en una estación espacial lejana de su propiedad, el Hábitat Cay, orbitando un planeta austero y despoblado en cuya superficie también dispone de instalaciones y personal. Leo ha dedicado su vida a la ingeniería y la docencia y su más firme convicción es que lo peor que se puede hacer es un mal trabajo, porque –y tiene experiencia al respecto- en el espacio eso puede costar vidas.

 

Leo desconoce, porque nadie se lo ha avisado con antelación, que sus alumnos van a ser la primera generación de Cuadrúmanos, personas genéticamente modificadas para tener otro par de brazos adicionales en lugar de piernas, lo cual les permite realizar todo tipo de tareas con mayor facilidad en condiciones de ingravidez. Por lo demás, son tan inteligentes como cualquier humano.

 

Cuando Leo los conoce, siente tanta sorpresa como repulsión, pero pronto entiende que los Cuadrúmanos, aunque tengan cuerpos de adulto, mentalmente son como niños o adolescentes que quieren vivir y ser tratados con normalidad. Ni siquiera son conscientes de que sus particularidades anatómicas les granjearían el rechazo de muchos humanos “ordinarios”. La todopoderosa Galac-Tech, su creadora, los mantiene en secreto para esquivar cualquier cuestionamiento ético por parte de las autoridades o la opinión pública. Los está educando como trabajadores especializados en gravedad cero para luego venderlos a otras compañías. Con el fin de evitar posibles brotes de rebeldía, los somete a un estricto control, limitándoles el acceso a la información e imponiéndoles ciclos de gestación obligatorios para garantizar un suministro constante de trabajadores. Trabajan sin remuneración, se les alimenta intelectualmente con propaganda de la compañía y se les enseña a no entender ni interesarse más que por el trabajo que les exige Galac-Tech. Uno de los directores señala que, de hecho, figuran en el balance como activos corporativos (“cultivos de tejido experimental postfetal”), en lugar de empleados. Ni siquiera son conscientes de que, a todos los efectos, son esclavos. Legalmente, incluso pueden ser destruidos al culminar el “experimento”.

 

Leo no puede evitar sentirse incómodo ante la situación, sobre todo cuando descubre que el administrador del Hábitat, Bruce Van Atta, es un individuo egocéntrico y racista. Sin embargo, decide no causar problemas y limitarse a hacer su trabajo, desarrollando poco a poco una gran admiración por sus entusiastas alumnos. Es más, comienza a enseñarles a desafiar sus preconcepciones y pensar más allá del mundo que han conocido hasta entonces.

 

Pero no mucho después, se produce un nuevo avance tecnológico (un sistema viable de antigravedad para las naves y estaciones espaciales) que deja a los Cuadrúmanos repentinamente obsoletos, dado que sus cuatro brazos les otorgan una gran maniobrabilidad en ausencia de gravedad, pero los hacen inservibles en la superficie de un planeta o cualquier entorno en el que tengan peso. La compañía decide entonces poner fin al experimento y eliminar a miles de ellos. Ante semejante crimen, del que nadie fuera de la corporación va a tener noticia, Leo decide tomar partido y, en una carrera contra reloj, poner en práctica sus habilidades de ingeniero para ayudar a los Cuadrúmanos a escapar y darles algo que nunca tuvieron: libertad.

 

Todas las historias que componen la saga de Miles Vorkosigan son dinámicas, entretenidas e incluyen un mensaje moral. “En Caída Libre” no es una excepción. Bujold, como Isaac Asimov, no está interesada sólo en imaginar tecnologías con posibilidades maravillosas, sino también en subrayar la responsabilidad que aquéllas conllevan. En este caso y utilizando la ingeniería genética de excusa, nos ofrece una reflexión sobre las causas de la revolución contra la opresión y la injusticia; la seducción y abuso del poder corporativo sin supervisión de ningún tipo; la diferencia entre tener tiempo libre y ser verdaderamente libre; qué nos hace humanos; cómo abstenerse de intervenir o tomar partido ante una injusticia puede ser no neutral sino directamente inmoral; y cómo una sola persona puede cambiar el mundo. Ciertamente, el contenido ético está expuesto de forma poco sutil, pero ello obedece en parte a la propia peculiaridad del hábitat en el que han sido criados los Cuadrúmanos. Su sociedad se divide básicamente en opresores y carceleros por un lado y víctimas por el otro, con algún personaje algo más ambiguo que deberá decidir, cuando llegue el momento, con qué bando alinearse.

 

El choque de culturas, tanto entre sociedades como dentro de ellas y con resultados tanto negativos como positivos, es un tema subyacente en gran parte de la obra de Bujold. Uno de los principales propósitos del tema del choque cultural en sus obras es el de iluminar a sus lectores sobre las propias sociedades en las que viven. La sátira, en su sentido original y más amplio, es, por lo tanto, una de sus preocupaciones. Este género literario tiene invariablemente una dimensión ética o moral; y el edificio moral que Bujold construye es una parte importante de su éxito como escritora de space opera. Eso sí, en la mayoría de los casos (aunque no en todos), en vez de exponer la situación y dejar que el lector decida, Bujold deja bien claro qué punto de vista moral debe apoyar.

 

En "Fragmentos de Honor", Cordelia Naismith, una mujer de la sociedad igualitaria de Colonia Beta, conoce y luego se casa con Aral Vorkosigan, una personalidad destacada del patriarcado feudal y militarista de Barrayar. En "Ethan de Athos", el protagonista abandona su planeta, habitado exclusivamente por hombres, para encontrarse por primera vez con la homofobia y las mujeres. En "En Caída Libre", se describe el choque entre la ingenuidad y honestidad infantiles de los Cuadrúmanos y las actitudes cínicas e implacables de sus amos corporativos. Más adelante y en otras novelas, conoceremos Komarr, Cetaganda, Jackson´s Whole, Kibou-daini e incluso la Tierra, todos ellos pasados por el filtro de la experiencia de Miles Vorkosigan, él mismo un híbrido betano-barrayarano.

 

Es difícil no sentir empatía hacia los Cuadrúmanos. Son inteligentes y dulces, están indefensos y su situación resulta indignante para cualquiera con un mínimo de sensibilidad. Su causa merece la simpatía del lector, entre otras cosas porque se lo juegan, literalmente, todo. Su lucha por ver reconocida su humanidad, autonomía y derecho no ya a la libertad sino a la pura supervivencia es la piedra angular de la novela junto a la paranoia corporativa y sus exageradas reacciones.

 

Por sorprendentes que sean, los Cuadrúmanos están moldeados por su entorno y, en este sentido, Bujold hace una excelente labor. El Hábitat Cay es menos una prisión que un invernadero de flores raras. Galac-Tech ha invertido mucho dinero en su creación y tiene grandes expectativas de beneficio, por lo que los trata con cuidado y los vigila muy de cercas. Su entorno está aislado de cualquier otro hasta el punto de resultar incluso claustrofóbico; la cantidad de estímulos que reciben está controlada y es limitada y han sido condicionados para obedecer la autoridad sin cuestionarla. Y, sin embargo, despliegan una energía excepcional que es más difícil encontrar en entornos condicionados por la gravedad. Al carecer de privacidad, han desarrollado un conjunto de normas sociales adaptadas a grupos pequeños y que incluyen pequeñas transgresiones, como obtener de contrabando novelas románticas y vídeos de baja calidad con los que escapar mentalmente del confinamiento al que han sido condenados.

 

El propósito inicial de Bujold había sido el de escribir sobre un grupo de gente modificada genéticamente para trabajar en el espacio, pero el protagonista iba a ser Arde Mayhew, un piloto que había aparecido brevemente en “Fragmentos de Honor” y, luego ya con mayor peso, en “Aprendiz de Guerrero”, donde fue uno de los fundadores de los Mercenarios Dendarii. De haberlo hecho así, obviamente, “En Caída Libre” habría quedado incluida en el marco temporal de las vidas de Aral y Miles, convirtiéndose en algo parecido a “Ethan de Athos”, esto es, una novela de Vorkosigan que no menciona a esa familia. Bujold le contó por teléfono la idea a su editor, Jim Baen, que estaba esperando una continuación a las tres novelas ya publicadas y, aunque se mostró entusiasmado con el concepto de los modificados genéticamente, no tanto con Arde Mayhew. Esto llevó a Bujold a poner más atención en los Cuadrúmanos y, eventualmente, a localizar la acción en un momento bastante anterior de la colonización espacial. Una conversación con un amigo ingeniero de su hermano Jim, Wally Voreck, le dio la idea para uno de los puntos clave de la trama. Una vez decidida la forma de la historia –que es básicamente un Éxodo bíblico-, pensó en hacer una trilogía, narrando los cuarenta años vagando por el espacio en el segundo volumen y la llegada a la Tierra Prometida en el tercero. Pero luego se volcó en la siguiente entrega de la saga, “Hermanos de Armas”, y ese proyecto quedó sin completar.

 

La novela resultó ser muy diferente de lo que habría sido con Arde Mayhew como protagonista. El libro está dedicado al padre de Bujold, profesor de ingeniería de soldadura, y en el cual, como confirmó su hermano Jim, está inspirado Leo Graf, un ingeniero maduro y muy experimentado. El Dr. MacMaster había enseñado soldadura, al igual que Leo en el libro; ambos comparten un desprecio por los burócratas y un compromiso con la integridad y la honestidad. Bujold se inspiró en la carrera de su padre también en otros puntos: los nombres de Leo y Graf fueron solo dos de los nombres que tomó prestados de colegas y alumnos del Dr. McMaster. Éste falleció en julio de 1986, cuando ella apenas llevaba terminados cinco capítulos de la obra. Afectada, decidió interrumpir “En Caída Libre” y escribió "Fronteras del Infinito" antes de estar lista para retomarla.

 

Leo Graff es un protagonista bastante diferente a los de otras novelas de la serie Vorkosigan. Encaja en el molde de “héroe ingeniero”, tan común en la Edad de Oro de la Ciencia Ficción: alguien brusco, estricto, muy competente, que no sabría qué hacer con un arma ni aunque le dieran una y que resuelve las crisis abordándolas como si fueran problemas de ingeniería que hubiera que resolver. No es alguien astuto en el sentido de que escape de los apuros con trucos, engaños, argumentos ingeniosos o planes sofisticados, sino construyendo la solución con sus propias manos (ayudado por sus amigos Cuadrúmanos). A lo largo de la trama, Leo va ideando soluciones y adaptándose a las situaciones cambiantes.

 

Desafortunadamente, la novela se centra a veces demasiado en este tema, sobre todo cerca del final, cuando algunos de los personajes llevan a cabo un audaz rescate, que transcurre enteramente fuera de escena y el libro vuelve repetidamente a Leo mientras intenta un experimento de ingeniería para lograr la evasión definitiva.

 

Pero, aunque Leo es un hombre muy pragmático capaz de afrontar los problemas con frialdad analítica, al mismo tiempo demuestra una profunda humanidad que le permite conectar emocionalmente con los Cuadrúmanos y verlos no como engendros genéticos o productos sino como personas que están siendo explotadas. Bujold siempre ha destacado por su talento a la hora de caracterizar a sus personajes y con Leo vuelve a demostrarlo: un hombre corriente, no partidario de la acción física, pero hábil e inteligente, que debe aplicar sus talentos al dilema moral que se le presenta.

 

En relación a la caracterización, existen varios puntos de vista repartidos entre diversos personajes, lo cual puede ser efectivo en novelas más extensas, pero no es este el caso. En consecuencia, la narración no puede detenerse demasiado en la mente de nadie excepto en la de Leo, por lo que la mayoría del reparto no es tan complejo ni está tan desarrollado como debería.

 

Es el caso de los Cuadrúmanos. Dependen tanto de Leo para conseguir su independencia que, individualmente, tienen menos peso en la trama que él, aunque colectivamente sí transmiten una energía y entusiasmo vitales que les granjea la simpatía del lector: el habilidoso Tony, su leal novia Claire (la estrecha relación que ambos forjan es una de las cosas que GalacTech quiere evitar a toda costa) y su amiga Silver, cuyo atractivo físico esconde una astuta mente estratégica... El problema es que estos personajes no son particularmente carismáticos e incluso responden, hasta cierto punto, a clichés bien identificables. Silver, por ejemplo, está concebida y manejada narrativamente para servir de poco convincente interés romántico de Leo (a pesar de que, en el mejor de los casos, apenas puede considerársela una adulta y su experiencia sexual se reduce a ofrecer su cuerpo a trabajadores humanos del Hábitat para conseguir cosas para sus congéneres). Además, los Cuadrúmanos se quedan algo marginados en el aspecto de la caracterización al convertirlos a menudo en transmisores de información técnica que, aunque ayuda a dar al entorno una pátina de autenticidad, también da lugar a diálogos aburridos por demasiado técnicos, torpes y poco fluidos.

 

Lo mismo puede decirse del antagonista, el doctor Cay, poco sutil y unidimensional –aunque no tanto como el administrador, Van Atta-. Es el jefe científico a cargo de la estación y de los experimentos con los cuadrúmanos. Representa la fría indiferencia corporativa y científica que ve a los Cuadrúmanos tan solo como una propiedad, meros "cultivos de tejido" sin alma ni personalidad. Es, de facto, el amo del lugar y, aunque antipático, no se puede decir que sea abiertamente malvado, sino alguien vendido a unos intereses ajenos que va tomando, una detrás de otra, malas decisiones.

 

Aunque “En Caída Libre” no esté a la altura de las mejores entregas de la saga Vorkosigan, funciona como fuente de entretenimiento y reflexión. La trama es sencilla y comienza con un ritmo algo lento que sirve para ir introduciendo gradualmente al lector en el confinado mundo de los Cuadrúmanos y el personal del Hábitat, pero cobra impulso con rapidez y luego mantiene un tempo razonable hasta llegar a un desenlace con tensión creciente que atrapa la atención hasta el mismo final.

 

“En Caída Libre” tiene bastantes cosas interesantes que decir sobre temas importantes, y lo hace sirviéndose de una premisa potente, un entorno bien pensado, escrito de forma realista y poblado de personajes quizá no muy carismáticos pero sí entrañables y un problema ético que hoy parece más relevante que a mediados de los 80, cuando apareció la novela. Puede leerse sin tener conocimiento previo alguno de la saga, pero para quienes ya estén familiarizados con la misma ofrece una interesante mirada a los márgenes de su núcleo principal. Sienta las bases para algunas cosas que aún están por venir. Los Cuadrúmanos reaparecen más adelante en la línea temporal, en “Laberinto” o “Inmunidad Diplomática”. También presenta, en estado incipiente, una tecnología que más tarde será de vital importancia: la creación de los Cuadrúmanos ha sido posible gracias a los replicadores uterinos, cruciales para la familia Vorkosigan en Barrayar. Y aunque esta no es una historia bélica sino un thriller de acción, ya hacen aquí su aparición los arcos de plasma.

 

Dicho esto, también es un libro que parece más tosco que otras entregas de la saga, sin el humor y el ingenio habitualmente presente en ellas. Si se busca hacer una lectura integral de la serie, es una opción interesante, incluso esencial; pero si se busca una puerta de entrada a la misma, ésta quizá no constituya la mejor elección por mucho que cronológicamente sea la primera aventura.

 

(Continúa en la siguiente entrada) 


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