A día de hoy, cierto número de países ya han legalizado y regulado la eutanasia activa (esto es, la acción directa de un médico para poner fin a la vida del paciente a petición expresa de éste): Holanda, Bélgica, Luxemburgo, España, Portugal, Francia, Canadá, Colombia, Ecuador, Uruguay, Nueva Zelanda y Australia. La mayoría de los países que regulan la eutanasia también permiten el suicidio asistido, esto es, el facultativo prescribe el fármaco y el paciente se lo administra. Es el caso de Suiza y varios estados de Estados Unidos.
¿Cuál es la distancia –legal y moral- entre legalizar la
eutanasia y el suicidio
asistido y animar a los ciudadanos a practicarlo por
parte de unos gobiernos crecientemente asfixiados por los costes de mantener a
personas que ya no se consideran “productivas”, como los ancianos o los
discapacitados. Es una hipótesis inquietante que la directora Caitlin
Cronenberg aborda en su ópera prima, “Humano”.
Caitlin Cronenberg es hija de David Cronenberg, afamado director de películas como “Scanners” (1981), “La Mosca” (1986), “Inseparables” (1988), “Crash” (1996) o “Una Historia de Violencia” (2005), entre muchas otras. También es la hermana menor de Brandon Cronenberg, quien se ha consolidado como un destacado director de CF con títulos como “Antiviral” (2002), “Possessor” (2020) y “Piscina Infinita” (2023).
Antes de debutar cinematográficamente con “Humano”, Caitlin
Cronenberg había desarrollado una sólida y premiada carrera como fotógrafa de
moda, destacando su
trabajo como retratista de celebridades y para portadas de
importantes revistas internacionales o álbumes musicales, llegando incluso a
fotografiar al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en 2017. Su único
trabajo previo como directora había sido en vídeos musicales y un corto. Cuando
por fin se decidió a probar suerte con el cine, lo hizo en el ámbito de la
Ciencia Ficción, un género por el que ya habían transitado abundantemente su
padre y su hermano antes que ella.
En el futuro, la Tierra está sumida en una crisis global provocada por un deterioro medioambiental sin precedentes. En un intento de contrarrestarla, las naciones del mundo han accedido a reducir sus respectivas poblaciones en un 20%. ¿Y cómo conseguir tal cosa de una forma “civilizada”? Pues utilizando toda la maquinaria propagandística disponible para que la gente no sólo contemple la eutanasia indolora y voluntaria por razones económicas (los supervivientes familiares reciben un generoso cheque que les soluciona el futuro) sino altruistas, presentándola como un acto solidario que goza de reconocimiento universal.
Charles York (Peter Gallagher), un periodista jubilado que
sigue gozando d
e un gran prestigio por su honestidad e integridad, convoca a
sus cuatro hijos para compartir una cena preparada por la madrastra de éstos y
segunda esposa de Charles, la chef japonesa Dawn (Uni Park). Los vástagos son
Jared (Jay Baruchel), un antropólogo que lleva a cabo una campaña pública en
defensa de las medidas del gobierno; Rachel (Emily Hampshire), directora
ejecutiva de una farmacéutica y actualmente acusada de corrupción; Ashley
(Alanna Bale), una fracasada aspirante a actriz; y el adoptado Noah (Sebastian
Chacon), un genio musical caído en desgracia a causa de su drogadicción.
En el curso de la vel
ada, Charles anuncia que él y Dawn han
decidido “alistarse”, esto es, someterse voluntariamente a la eutanasia
promovida por el gobierno. Mientras los hijos debaten la impactante noticia y
se niegan a aceptarla porque, dicen, la eutanasia “no es para gente como ellos”,
se descubre que Dawn, incapaz de suicidarse de esa manera, ha huido de la casa.
Pero es demasiado tarde, Bob (Enrico Colantoni), el operario del D.O.C.S
(Departamento de Estrategia Ciudadana, una subcontrata del gobierno), que se
encarga de realizar a domicilio las eutanasias solicitadas, se presenta en la
residencia de Charles. Éste se somete al procedimiento y muere rodeado de su
familia. Una solución, en definitiva, “humana” (que es lo que da título a la
película).
Pero entonces, Bob anuncia a los hijos que la solicitud era
por dos personas y, por contrato, él tendrá que llevarse otro cuerpo más. Dado
que Dawn ha huido, les
deja un par de horas para que decidan cuál de ellos va a
entregar su vida por el bien de la sociedad. Si no lo consiguen, será él quien decidirá
mediante sorteo. No hay forma de eludir las reglas haciendo valer sus
privilegios o contactos porque les han cortado internet y la señal telefónica. Enfrentados
a una tensión inimaginable e incapaces de escapar o resistir (las cuadrillas
del D.O.C.S siempre incluyen personal armado por si se producen altercados o
resistencias), afloran los peores sentimientos de todos ellos, cruzándose
reproches, recriminaciones e insultos antes de entregarse abiertamente a la
violencia homicida.
Vale la pena comparar las visiones del futuro que nos han
presentado los diversos miembros de la fam
ilia Cronenberg en sus respectivas
cinematografías. Los futuros de David, al menos en “Crímenes del Futuro” (2022)
y “Cosmópolis” (2012), se sitúan en la periferia de la historia que se cuenta.
No le interesa tanto cómo surgieron las sociedades en las que se ambienta la
trama como las ideas en juego. Sus películas ponen el foco en los detalles y
las suposiciones que hacen los personajes sobre el mundo que habitan, a menudo
retratado de forma minimalista, incluso espartanas. “Stereo” (1969) y “Crímenes
del Futuro” (1970) se rodaron en los alrededores de la Universidad de Toronto y
la versión de 2022 de la segunda película, en una serie de almacenes de Atenas,
mientras que “Cosmópolis” transcurre en el interior de una limusina.
Mientras que su hermano mayor, Brandon Cronenberg, ha buscado más abiertamente replicar el horror corporal, visceral y satírico de los primeros trabajos de su padre, ofreciendo algunas sensaciones deliciosamente desagradables en títulos como “Antiviral” y “Piscina Infinita”, Caitlin ha optado por salir de la cómoda sombra de aquél y hacer una película que bien podría haber llevado el sello de Blumhouse o Screen Gems: un thriller ambientado en una sola ubicación, que prioriza los giros sangrientos sobre la introspección más reflexiva que suele acompañar las obras de su padre y hermano.
En lo que sí sigue la línea de su padre Caitlin es en la contención
estétic
a y narrativa. “Humano” fue rodada casi en su totalidad en el interior
de una residencia familiar de dos plantas en Hamilton, Ontario (aunque no se
menciona en la historia ninguna localización geográfica o país concretos). La
imagen del futuro que nos ofrece está perfilada a base de detalles dispersos,
como esa toma inicial que muestra a gente haciendo cola para recibir agua de un
camión cisterna para luego desplazarse a los agentes del D.O.C. sacando de la
casa de enfrente una bolsa para cadáveres y entregando un recibo al viudo o
hijo del fallecido/a. Sin una sola palabra, estas imágenes ya nos revelan mucha
información sobre el mundo en el que transcurre la histo
ria. De fondo, se ve a
gente caminando con paraguas y cristales de ventanas o parabrisas de coches
cubiertos con parasoles de material reflectante, lo cual sugiere –aunque no se
menciona explícitamente- que la capa de ozono ha desaparecido o adelgazado
peligrosamente. También hay breves referencias a cómo algunos alimentos que se
sirven para cenar ahora están clasificados como ilegales, o a la culpabilidad
que se achaca a Asia por la crisis y que ha conducido a una ola de vandalismo
étnico del que fue víctima el restaurante de Dawn. El espectador va averiguando
la “letra pequeña” y maldades ocultas de la ley al mismo tiempo que la
desconcertada familia York.
Lo que me parece descabellado es la premisa de partida, a
saber, que los países del mundo acuerden practicar la eutanasia al 20% de su
población. Sólo en Estados Unidos, esto significaría “asesinar” legalmente a 69
millones de pers
onas. En China, esa cifra ascendería a 283 millones de
personas. En España, casi diez millones. Cabe preguntarse cómo los gobiernos
lograron consensuar la adopción de tales medidas —ni siquiera son capaces de
ponerse de acuerdo para reducir las emisiones de carbono— y qué pasaría si un
solo país decidiera no avenirse a ese acuerdo. Con total seguridad, bastaría la
aparición de algún político populista para que, impulsado por el resentimiento
público y prometiendo revocar esas leyes, alcanzara el poder. Dejando aparte
que resulte difícil de creer que semejante volumen de población decidiera
voluntariamente y en aras del bien común dejarse matar, la mayoría de los
países occidentales tienen cifras de desempleo de un solo dígito, por lo que
cabe preguntarse si el mundo podría seguir funcionando con una reducción tan
drástica de la población.
Una crítica frecuente que suele dirigirse contra las
películas de David y Brandon Cronenberg es que no prestan suficiente atención a
los personajes, prefiriendo centrarse más en las ideas que en los viajes
interiores de aquéllos. Esto
no es del todo cierto: obras posteriores de
Cronenberg padre, como “Inseparables”, “M. Butterfly” (1993) o “Spider” (2002),
se adentran en oscuros laberintos psicológicos; “La Mosca” narra la
transformación física y mental de su trágico protagonista, mientras que
“Cromosoma 3” (1979) fue el vehículo a través del cual el director canalizó la
ira que le generó su divorcio. Pero, por otro lado, si nos fijamos en películas
como “Vinieron de Dentro de…” (1975), “Rabia” (1977), “Scanners”, “Crash”,”eXistenZ
(1999) o “Maps to the Stars” (2014), parece que sus personajes son poco más que
nombres y profesiones; se podrían intercambiar los de cualquiera de estas
películas sin que esto afectara a sus respectivas tramas.
Lo que destaca inmediatamente en “Humano” es que su
directora presta mucha atención a los personajes, sus motivaciones, traumas,
reacciones, tormentos personales e impulsos. La mayor parte de la película se
centra en los hermanos ence
rrados en la casa, peleándose verbal y luego
físicamente mientras tratan de esquivar su destino. Particularmente repelentes
resultan los dos mayores, Jared y Rachel. El primero se queda horrorizado al
descubrir que sus conexiones gubernamentales y la fortuna familiar no
garantizan su seguridad ante los atropellos del sistema que él mismo ha venido
defendiendo en los medios de comunicación. No tiene ningún reparo en exhibir su
hipocresía, verbalizando su convicción de que el programa de eutanasia está
pensado para clases sociales inferiores a la suya. Rachel, por su parte, ha
vivido protegida por el mismo muro de privilegios y, como su hermano, adopta la
misma actitud arrogante y egoísta que le ha llevado a prescindir de una vida
personal y participar en delitos empresariales.
Además de mantener el metraje dentro de lo razonable (unos
perfectamente asumibles 93 minutos), Caitlin introduce algo que casi nunca se
ve en las películas de
su padre o hermano: sentido del humor. No es que no
exista en los films de aquéllos, pero a menudo resulta tan negro o seco que
pasa desapercibido. Sin embargo, sería inútil buscar en éstos algo parecido a
escenas como las de la trama secundaria que protagonizan aquí el siniestro Bob
y la joven y temperamental Mia (Sirena Gulamgaus) mientras esperan sentados en
la caravana a que los hermanos se maten entre ellos. Colantoni (el padre de
“Verónica Mars” y el inolvidable Mathezar de “Héroes Fuera de Órbita”) es un
excelente actor secundario y la elección idónea para interpretar al peculiar y
moralmente cuestionable Bob, quien, obviamente, lleva demasiado tiempo
practicando eutanasias. Muestra un inquietante entusiasmo por su trabajo y una
ambigüedad moral que finalmente se revela como sadismo enfermizo y cruel. La
película habría perdido varios enteros de no haber contado con Colantoni para
mantener el interés hasta el final.
“Humano”, por desgracia, tiene tantos problemas como
aciertos. El tratamiento general de la historia es poco cinematográfico, la
iluminación desvaída y el lenguaje visual y narrativo algo pobre. Las escen
as
iniciales con la familia reunida para cenar y Charles York anunciando su
decisión, por ejemplo, son menos intensas de lo que deberían. Faltan frases
ingeniosas y punzantes y solo cuando Bob entra en escena citando el reglamento,
se produce el giro que empuja la historia en una dirección inesperada para el
espectador y desesperada para los personajes. Con todo, el personaje de Bob no
se aprovecha lo suficiente como para explorar algunos temas interesantes, como la
fría burocracia de la muerte, la mano ejecutiva de la injusticia sistémica o la
banalidad en la que se presenta envuelto el Mal. Las escenas más violentas
tampoco son tan impactantes como debieran.
Que los hermanos York resulten ser unos imbéciles ricos es una
refrescante inv
ersión del sobado cliché del “gobierno cruel” con el que muchas
películas nos manipulan para odiar a esa institución cuyas inhumanas políticas
afectan a la buena gente. Pero claro, aquí el efecto obtenido es el contrario.
Como el reparto está compuesto de individuos desagradables e incluso odiosos,
es difícil que al espectador le importe quién muera y quién se salve. Es más,
desde el principio queda claro que Noah, débil, exdrogadicto, inseguro y
adoptado, va a ser el blanco fácil.
Tampoco ayuda que los actores se comporten como si
estuvieran en películas diferentes. Jay Baruchel, en concreto, sobreactúa
constantemente exhibiendo un sinfín de tics para embellecer su personaje y
dominar la escena. Sin embargo, sus muecas no encajan con el enfoque más
naturalista que adopta el resto del reparto. Además, su personaje, Jared, es el
que tiene más desarrollo en el guion, lo que deja a los demás hermanos con
menor recorrido narrativo.
Pero quizá el mayor problema sea que ”Humano” intenta
abarcar demasiadas cosas a la vez. Quiere ser una sátira siniestra, una
pesadilla distópica y una parábola moral, pero no es lo suficientemente aguda,
aterradora o perspicaz como para satisfacer unos objetivos tan
ambiciosos. De
hecho, no estoy seguro de que la película de Cronenberg se proponga siquiera ofrecer
un comentario social sobre los programas gubernamentales de eutanasia. La imprecisa
ambientación de la película impide conectarla con la problemática que en Canadá
ha generado el Programa MAiD (Medical Assistance in Dying, o Asistencia Médica
para Morir), un marco legal aprobado en 2016 que permite a los canadienses
elegibles solicitar y recibir la eutanasia activa o el suicidio asistido. El
principal punto de referencia de la película es un sistema penitenciario
privatizado, como el de Estados Unidos, que ha sido reemplazado por el
“alistamiento”. Bob se lamenta de que atender las necesidades médicas recurrentes
de los presos le resultaba más rentable que simplemente recoger cadáveres, algo
que solo se puede hacer una vez por persona.
Aunque la película reconoce que los programas de eutanasia
como e
l que describe afectan principalmente a las personas más pobres, el drama
se circunscribe al 1% más rico. Que los acaudalados y bien conectados
protagonistas sean incapaces de encontrar una salida a su situación es irreal,
pero aún peor es que un enfoque diferente podría haber permitido explorar algo
más interesante: las consecuencias que sobre diferentes ámbitos tendría matar a
un 20% de la población, como si eso fuera la panacea para todos los problemas
del gobierno. En fin, que ni el guionista (Michael Sparaga) ni la directora
adoptan una postura política respecto al tema central de la eutanasia.
Considerando que la película aborda un tema importante de actualidad y muy
controvertido pero todavía insuficientemente reflejado en la ficción, da la
impresión de haber dejado pasar una buena oportunidad.
La sátira inherente a la premisa, con potencial para
explorar desde la autonomía sobre el propio cuerpo hasta la disparidad entre
clases sociales, nunca trasciende la superficie. Al igual
que las películas
producidas por Blumhouse, el análisis del mundo real no va más allá de lo
relevante para la trama en cada momento. En este sentido, “Humano” sale
perdiendo en la comparativa con la obra de David Cronenberg. Nunca hay una sensación
de que exista un mundo más amplio más allá de los límites de la trama. Tras los
breves y acertados apuntes de las escenas iniciales, una vez se cierran las
puertas de la casa, también se disipa el interés por lo que sucede en el
exterior. La distopía acaba siendo un enrevesado MacGuffin diseñado para presentar
un thriller claustrofóbico de traiciones familiares. Dicho esto, una vez que la
película se vende a los convencionalismos del thriller más convencional,
resulta ser lo suficientemente absorbente como para que no se sienta la
necesidad de saber más sobre esa sociedad disfuncional. A veces, el único
propósito de una premisa de altos vuelos es servir de conveniente excusa para
encerrar a los miembros de una familia y darles una razón para, literalmente,
apuñalarse por la espalda.
Es curioso que Caitlin Cronenberg, hija de uno de los
maestros del terr
or cinematográfico de nuestros días, optara para su debut por
una historia que, en esencia, trata sobre el nepotismo y la rivalidad entre
hermanos. Quizá la situación cambie en el futuro, pero, por el momento y aunque
“Humano” es un debut prometedor que anima a reflexionar y mantiene el interés
en todo momento, por ahora su hermano le ha sacado la delantera. En cualquier
caso, son buenas noticias que la más joven del linaje Cronenberg siga los pasos
de su legendario padre y ya consolidado hermano en el largo, ilustre y sangriento
negocio familiar.

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