A mediados de los años cincuenta y con periodicidad anual, los aficionados a la ciencia ficción empezaron a realizar votaciones en las World Science Fiction Conventions (o Worldcons) para otorgar la que todavía hoy es la principal distinción del género: el Premio Hugo, así llamado por Hugo Gernsback e ideado a partir de los Oscars, Edgars, Grammys y Emmys propios de otros medios. A diferencia de los anteriores, no obstante, aquí son los lectores, los aficionados y no los profesionales, los que deciden qué obras componen la mejor ciencia ficción del año.
El Hugo a la mejor novela de 1958 lo ganó Fritz Leiber por “El Gran Tiempo”, una novela corta serializada en “Galaxy Science Fiction y que en 1961 se ampliaría para ser publicada en formato libro. En ella se describía un pasado alternativo en el que el mundo estaba dominado por “Un imperio nazi que se extendía desde las minas de sal de Siberia a las plantaciones de Iowa, de Nizhni Novgorod a Kansas City”.
Curiosamente, cinco años después, en 1963, el Hugo en la categoría de mejor novela fue a parar a una obra que no sólo planteaba otra realidad alternativa, sino que ésta seguía las mismas premisas que la de Leiber: “El Hombre en el Castillo”, escrita por Philip K.Dick. Como la mayoría de sus novelas, “El Hombre en el Castillo” es tan difícil de resumir de forma mínimamente coherente o atractiva para quien desconozca la novela como rica en conceptos y niveles de lectura.
La acción tiene lugar en 1962, el mismo año en el que se publicó el libro. Años atrás, los Estados

La vertiente atlántica en cambio, es dominio de los nazis, fanáticos, inhumanos y todavía embarcados en una cruzada territorial y racial que les ha llevado a Marte y a aniquilar con bombas nucleares a casi toda la población africana y rusa, y desecar el Mediterráneo para convertirlo en tierras de cultivo. Por último, haciendo de amortiguador entre ambas potencias, la zona central, entre las Rocosas y los Apalaches, que ha conseguido mantener una precaria independencia gracias a la neutralidad y a costa del declive económico.

Sin embargo, por las esquinas de esa ahora apacible sociedad acecha la amenaza de una

“Las Islas (Japón) opinan que la pretensión alemana de reducir las poblaciones de Europa y el norte de Asia a la condición de esclavos, esquema completado con el asesinato de intelectuales, elementos burgueses, jóvenes patriotas, etcétera, ha sido una catástrofe económica. Sólo se han salvado gracias al formidable progreso tecnológico de la ciencia y la industria alemanas. Un arma milagrosa.
—Sí (…), Como las otras armas milagrosas de la guerra, las bombas V-1 y V-2 y los cazas.
—Es todo un juego de manos. La utilización de la energía atómica los ha ayudado a mantener el equilibrio. Y también la diversión circense de esos cohetes que viajan a Marte y a Venus. (…) aunque esos viajes han encendido la imaginación popular no han producido ningún beneficio económico importante.”

Pero “El Hombre en el Castillo” no es en realidad un libro que verse sobre los grandes hechos políticos y sociológicos del mundo de ficción que plantea. La poderosa corriente de la historia sólo asoma en ciertos momentos de la novela a través de conversaciones, pensamientos, noticias… No, lo que realmente le interesa a Dick es la vida del hombre normal bajo el gobierno ocupante. Son los personajes, todos ellos claramente insignificantes frente al delicado tapiz histórico sobre el que se desenvuelven, los que a través de sus dilemas e inseguridades nos informan tanto o más sobre su mundo que si leyéramos un libro de historia trufado de hechos y fechas.
Mr.Tagomi es un funcionario japonés de bajo nivel destinado en San Francisco; Robert Childan es un traficante de antigüedades y objetos pop americanos que se aprovecha de la ignorancia de sus compradores; Frank Frink es un artesano que intenta ocultar sus orígenes judíos al tiempo que rehacer su vida de acuerdo a su talento; y su exmujer, Juliana, una profesora de judo emigrada a la América de más allá de las Rocosas en busca de

Lo que buscan estos personajes no es cambiar el futuro de su mundo, sino algo igualmente arduo: en unos tiempos difíciles, hallar una forma digna de vivir, encontrar un sentido a lo que hacen; un propósito para el que también deben armarse de valor: el comerciante que descubre trastornado cómo le han estado engañando y trata de hallar una nueva dirección honorable para su negocio; el funcionario abrumado por su insignificancia en el gran orden de las cosas; el talentoso pulidor que abandona el adocenado y tiránico mundo industrial para dar rienda suelta a su capacidad como artesano; la mujer sentimentalmente fracasada que huye para encontrar una nueva vida lejos de todo lo que conoce… Todos ellos tienen sus propios sueños e inseguridades, muestra de la simpatía que Dick siempre sintió por los débiles y los perdedores, y que, contra todo pronóstico y sometidos a una situación extrema, consiguen sobrevivir. Precisamente una de sus mayores destrezas como escritor fue la de explorar las implicaciones que sobre los individuos tenían las extrañas situaciones que servían de fondo a sus relatos.

El de las realidades alternativas es uno de los subgéneros de la ciencia ficción más fascinantes por las infinitas posibilidades que ofrece, pero también de los más complejos de abordar con éxito.
El concepto de mundos o realidades paralelas surgió en primer lugar en el ámbito del género

Hubo de llegar la Nueva Ola de la Ciencia Ficción en los sesenta para que los mundos alternativos empezaran a adquirir una mayor base “científica”. Contemplado anteriormente como una variante del viaje temporal o un ejercicio intelectual sobre los mecanismos del devenir histórico, en la Nueva Ola este tipo de historias alcanzaron por fin su madurez, presentando escenarios sociopolíticos de altos vuelos y, muy a menudo, distópicos: ¿Qué habría sucedido si Hitler ganara la guerra? ¿Y si los racistas confederados hubieran triunfado en la Guerra de Secesión americana? ¿O Washington hubiera sido asesinado y la Revolución jamás hubiera tenido lugar? ¿Y si Mahoma no hubiera existido? ¿O si la Armada Española hubiera tenido éxito y conquistado Gran Bretaña? La ciencia ficción se internaba en campos destinados a la Filosofía y a ello le acompañó un fuerte deseo de convertirla en una forma de plantear –y, en algunos casos, tratar de responder- a muchas de las grandes preguntas que el ser humano se plantea desde la aparición de la autoconciencia. La nueva hornada de autores quería, en definitiva, elevar a la ciencia ficción al nivel de la Literatura más y mejor reconocida por las élites.

Desde el comienzo de su historia como género diferenciado, la ciencia ficción ha estado

La propia vida de Dick parece uno de sus cuentos en los que la naturaleza de la humanidad, la identidad y la realidad se ponen en cuestión. Hombre problemático, pasó buena parte de su vida luchando contra la enfermedad mental, un tema que encontraría reflejo en muchas de sus obras. También como los personajes de sus libros, Dick trató de buscar alivio a sus tormentos en el consumo de sustancias químicas, legales o no. Esto, unido a la cadena de fracasos sentimentales que jalonaron su vida, acabaron convirtiendo su existencia en una de esas realidades fracturadas que tanto utilizaba en sus novelas. Auténtico discípulo y maestro de la Nueva Ola, Dick hizo de su existencia un ejemplo de las contradicciones inherentes a la esquizofrénica época que le toco vivir.

Sus primeros trabajos, publicados sin demasiado éxito a finales de los cincuenta, bebían directamente de la tradición pulp, centrándose en exploraciones sociológicas y políticas de futuros posibles. Pero Dick era en el fondo un intelectual esperando encontrar su oportunidad, y la halló en el cuestionamiento de la realidad, un tema que abordó en sus obras mediante la construcción de realidades artificiales o alternativas, fabricadas bien mediante las drogas, bien mediante el uso de la tecnología o incluso la intervención de una divinidad. En sus novelas las cosas nunca son lo que parecen. Sus

Sus relatos y novelas son originales y desconcertantes. Durante los sesenta, Dick publicó diecinueve novelas, muchas de ellas directamente en libro. Semejante producción solo fue posible con un ritmo de trabajo frenético que inevitablemente tuvo una repercusión negativa en el estilo y coherencia de algunas de ellas.
De una forma u otra, las historias de Dick satirizan virtualmente todos los aspectos de la sociedad norteamericana (y de la propia “realidad”, como veremos). En el caso de “El Hombre en el Castillo”, su historia alternativa subraya sutilmente los paralelismos entre los triunfantes nazis y las tendencias imperialistas que su propio país estaba desarrollando en el Sudeste Asiático, poniendo los cimientos para el desastre de Vietnam. En una época de conservadurismo y nacionalismo como forma de autodefensa ante el comunismo, hay que alabar la osadía de Dick a la hora de mostrar a un pueblo norteamericano tan humillado y servil como los países del Tercer Mundo víctimas del colonialismo.

Pero sobre todo, las novelas de Dick cuestionan las bases sobre las que se asienta la realidad y la diferencia entre lo original y la copia, y en este caso lo hace de una forma que tiene claras implicaciones para el propio proceso creativo.
Uno de los protagonistas es, como hemos dicho, Robert Childan, un comerciante que vende

“Bueno, te explicaré. Todo este condenado asunto de la historicidad es un disparate. Estos japoneses no se dan cuenta. Te lo demostraré —Se incorporó, corrió al estudio, y volvió enseguida con dos encendedores que dejó en la mesita de café—. Míralos bien. Parecen iguales, ¿no es cierto? Bueno, uno es histórico, el otro no (…). Uno vale... cuarenta o cincuenta mil dólares en el mercado de coleccionistas. (…) Uno de esos encendedores estaba en el bolsillo de Franklin D. Roosevelt el día que lo asesinaron. El otro no. Uno tiene historicidad, mucha. El otro nada. ¿Puedes sentirla? (…) No, no puedes. No sabes cuál es cuál. No hay ahí "plasma místico", no hay "aura". (….) Los

Esa obsesión por la autenticidad se extiende a lo largo de toda la novela. Baynes, el escandinavo, es en realidad un agente de contrainteligencia alemán; Joe, el camionero italiano, resulta ser un asesino de la Gestapo; Frank Frink finge no ser judío; Childan, el comerciante, imita los modales y tics culturales de los japoneses, mientras que éstos tratan de ser más americanos.
Pero Dick extiende la noción de lo real y lo falso más allá de los objetos y las personas, hasta abarcar nada menos que toda la realidad en la que éstas habitan y la forma en que toman sus decisiones. Varios de los personajes consiguen hacerse con un ejemplar de una popular novela vendida clandestinamente y titulada “La Langosta se ha Posado”, en la que se describe una realidad alternativa en la que las potencias del Eje perdieron la guerra frente a los

En este nivel, “El Hombre en el Castillo” puede considerarse una reflexión sobre la estética y el metalenguaje literarios interpretando el arte de la escritura como constructora de realidades. Tal y como explicó el propio Dick, uno de sus objetivos a la hora de escribir esta novela fue mostrar cómo el mundo subjetivo de una sola persona con talento creativo puede invadir el de otra, ejerciendo el mayor poder que un ser humano puede tener sobre los demás. Naturalmente, este “gran poder” es el de los escritores, cuyas obras, aunque solo sea momentáneamente, son capaces de desplazar la realidad y los marcos de referencia de los lectores y hacerles soñar con otro mundo posible; o incluso motivarles para alcanzar esa realidad. Esto no es un simple artificio dialéctico. Hemos visto abundantemente en este blog –y

El juego de realidades que plantea Dick va aún más allá. El autor de esa novela dentro de la novela, “La Langosta se ha Posado” es un tal Hawthorne Abendsen, un individuo que vive recluido en la zona de las Rocosas, entre las dos franjas ocupadas por las potencias del Eje. Él es “el hombre en el castillo” del título, pero, de hecho, no sólo no vive en un castillo, sino que ni siquiera puede considerársele responsable del argumento de su novela puesto que la escribió guiándose, como los otros personajes, por el I Ching: “(…) fue armando el libro pedazo a pedazo en miles de consultas, por medio de las líneas. Período histórico, tema, caracteres, argumento. Le llevó años. Hawth llegó a preguntarle al oráculo si el libro tendría éxito, y el oráculo le contestó que sería un gran éxito, el primero de su carrera”.
El “I Ching” es el auténtico nexo común de todos los personajes. Para aquellos que buscan guía

En un curioso paralelismo con su propio trabajo, Dick afirmó que él mismo había utilizado ese sistema para escribir “El Hombre en el Castillo”. De esta forma, reconocía explícitamente la influencia que las nociones taoístas del equilibrio (personificado en el binomio Ying-Yang) tuvo en su estilo, nociones que comparte con su contemporánea Ursula K.Leguin (quien admitió tal ascendiente en la creación de “La Mano Izquierda de la Oscuridad”, 1969). Esta es una característica de las obras adscritas al movimiento de la Nueva Ola: el espacio interior, la mente, es tan importante como el espacio exterior, el cosmos.
Además, mientras que la novela de Abendsen presenta una historia muy próxima a la que nuestros propios antepasados vivieron, también contiene diferencias significativas, dejándonos a los lectores que consideremos nada menos que tres realidades: la nuestra, la de “El Hombre en el Castillo” y la descrita en “La Langosta se ha Posado”. Es más, esas tres realidades se cruzan de diferentes formas, como en el momento en el que uno de sus personajes principales,

Con sus abundantes y chocantes giros, su ausencia de foco argumental y ese estilo inconexo tan propio de Dick, “El Hombre en el Castillo” no es una lectura fácil. Se trata de una historia extraña que no parece dirigirse a ninguna parte y que termina con un final totalmente abierto que puede dejar al lector poco acostumbrado a la obra de Dick con una sensación de desconcierto. Pero lo que no podrá negar es que se trata de una novela original que formó parte de un movimiento que pronto cambiaría la ciencia ficción: la Nueva Ola (recordemos que aquel mismo año se publicaron, por ejemplo, “El Mundo Sumergido” de J.G.Ballard o “Invernáculo”, de Brian Aldiss, también escritores de difícil estilo adscritos a la misma corriente estética).
En una carta escrita a mediados de los sesenta, Dick afirmó que no se sentía especialmente

Una de las mejores novelas sobre mundos alternativos jamás escritas. Este género me fascina porque te hace reflexionar sobre la Historia: un pequeño deslíz, un pequeño contratiempo y cambia para siempre todo un mundo. Mis novelas favoritas, aparte de esta, son Pavana (1968), de Keith Roberts, ambientada en la corriente temporal en que la reina Isabel I, es asesinada en 1588, y Felipe II de España conquista Inglaterra, y la consiguiente Guerra de los Enrique que termina con el triunfo de la Santa Alianza y la Iglesia recupera su antiguo poder. Lo que el tiempo se llevó (1953), de Ward Moore en donde construye su ficción precisamente alrededor de una idea de este tipo: la suposición de que el Sur ganó la Guerra Civil norteamericana. O por ejemplo;ese mundo en el que los chinos fueron los primeros en colonizar América del Norte, como lo hizo Murray Leinster en Sideways in time (1935), o en el cual la sociedad norteamericana contemporánea surja del feliz asentamiento masivo de los vikingos nueve siglos antes, que fue lo que hizo L. Sprague de Camp en The Wheels of If (1940). La Historia es un mosaico que se construye o destruye según el imaginario colectivo. Fíjate ahora cómo están con "la memoria historica".
ResponderEliminarComos siempre, ejemplar repaso el que haces con El hombre en el castillo o El día de la langosta.
Un abrazo.
Hola Francisco.
ResponderEliminarDe "Pavana" tienes un comentario en una entrada de este mismo blog. Libro recomendable, desde luego, aunque muy literario y, por tanto, no del gusto de todos. También son muy famosos los otros que mencionas y que, con tiempo y salud, iré comentando por aquí. Por nombrar otra ucronía que me gustó bastante y que comenté en su día en una entrada anterior: "Agente de Bizancio", de Harry Turtledove, escritor que sabía de lo que hablaba puesto que era doctor en Historia. Un saludo y gracias por tu comentario.
A mi este librome parece el mejor de PKD. Yo era superfan de joven y las relecturas recientes me han revelado novelas aburridas, aunque posiblemente PKD es más para jóvenes que para maduros. Sin embargo, esta sigue siendo genial. Antes me gustaban más Esperando el año pasado y Nuestros amigos de Frolik 8.
ResponderEliminarDe las que mencionáis sólo conozco Pavana. Me aburrió mucho y me pareció muy exagerado. Una visión demasiado británica de los españoles de entonces y de ahora. Las otras me parecen muy prometedoras.
Es cierto que Pavana puede resultar aburrida. Una segunda lectura me pareció más interesante, pero sigue siendo una obra muy literaria. Reitero mi recomendación de "Agente de Bizancio"... Un saludo y gracias por el comentario
ResponderEliminarHombre, Antonio, si cosas como Radio Libre Albemut, Los Tres Estigmas de Palmer Eldritch, Sueñan los Androides, Un Ojo en el Cielo, o esta misma El Hombre en el Castillo, te parecen "más para jovenes" una ciencia ficción "más para adultos" debe circunscribirse a Lem, algo de Ballard y poca cosa más, je, je.
ResponderEliminarA mi por el contrario casi todo lo que leí de joven de Dick (y que me gustó) y que he vuelto a releer de más "talludito" me ha seguido gustando. A El Hombre en el Castillo le encontré multitud de matices y lecturas que no supe paladear a los diecitantos, Ubik simplemente me volvió a fascinar. Una de mis debilidades es Radio Libre Albemut. En mi opinión Roth se la sableó sin complejos en la Conjura Contra América, puede que con más estilo literario pero con bastante menos "gracia".
A mi es que Dick me parece mucho Dick. Que todo el mundo vaya continuamente a beber de él aunque sea para hacer blockbusters de medio pelo o reinterpretaciones de los más peregrinas parece indicar un universo de lo más rico y fascinante.. y sin necesidad de troles, gnomos, hechiceros, dragones y demás gente de mal vivir, je, je.
Saludos y gracias Manuel por tu estupendo Blog.
Ramiro, precisamente Albemut nunca la he leído. De las demás tengo que releer la de los Androides y sospecho que esa si se mantiene muy lozana.
ResponderEliminarAclaro que con lo de Dick para jóvenes no me refería a que es ligero o algo así, sino que su desorden, audacia, escepticismo... encaja mejor con un joven que con un adulto que ya tiene experiencia y por eso está menos abierto a nuevas cosas y tolera menos el caos.
En mi caso concreto, hay algunas obras de Dick que me gustaron siendo adolescente, como "Laberinto de Muerte". Pero la mayoría de las escritas durante su etapa de madurez (de "El Hombre en el Castillo" en adelante) he necesitado llegar a la edad adulta para poder extraer de ellas más jugo. En su momento me parecieron demasiado "extrañas" y con argumentos poco claros.
ResponderEliminarHola, Antonio. Efectivamente, pensaba que te referías a que fuera de tono más "ligero". Aclarado ese punto, estoy más con Manuel en lo de que el Dick de los 60 en adelante necesita de cierta madurez para sacarle su jugo... lo que tampoco debería de impedir su disfrute a edades más tempranas. Yo llegué a Ubik después de haber leído de Dick sólo algunos relatos y La Penúltima Verdad (que me gustó pero que es desde luego menos "psicodélica"). Después de venir de mucho Asimov, Clarke, Heinlein y demás me dejó turulato (en el buen sentido). Afortunadamente en su relectura, veintimuchos años después, no he quedado decepcionado. Por desgracia no me pasó lo mismo con el Hombre Demolido, de Bester. Debe ser por eso que no me he atrevido a releer Tigre, Tigre, otra que me encantó en su momento.... si lo hago ya os contaré.
ResponderEliminarSaludos
Es la segunda vez que leo una crítica de esta novela (la anterior, tan buena como la tuya fue en otro blog español y que te recomiendo harto: http://www.kindlegarten.es/ ). Creo que era muy joven e inexperto cuando leí esta novela, pues no la disfruté tanto como me habría gustado. ¿Sabías que hicieron recientemente una peli basada en ella?
ResponderEliminarHola. Te animaría a que le dieras a la novela una segunda oportunidad, aunque entiendo perfectamente que Dick sea un escritor que no se ajusta a todos los gustos. Sobre la película, me parece que es una serie de televisión producida por Ridley Scott, ¿no?
ResponderEliminarEs más interesante el artículo que la novela. Bueno, a decir verdad, comencé la novela muy interesado, especialmente por la descripción de los sutiles cambios en las costumbres al Oeste y al Este de USA, ocupada por japos y nazis respectivamente. Por motivos que ahora ya no recuerdo, el personaje principal viaja con una mujer a un lugar donde mora el autor de una novela muy perturbadora y ademas, prohibida, donde los yanquis ganaron la guerra. Lo que si recuerdo es que El hombre en el castillo termina muy precipitadamente sin que pase nada. A ver, uno esperaba algo espectacular al final (yo tenía 16 años), que se yo, que el autor revelara un pasaje secreto a otra dimensión, de donde copiaba la historia que es "nuestra" historia. Pero no, nada, muy chato, mucho suspenso, pocas nueces. Muy bien escrita, buen comienzo, buen intermedio, mediocre final.
ResponderEliminarEfectivamente, es tal y como tu dices y yo mismo apunto en el artículo. No hay un argumento concreto y el final es brusco y desconcertante. Dick tenía buenas ideas, pero un estilo inconexo quizá fruto del atropellamiento con el que escribía. Por eso, a pesar de que es el autor más adaptado al cine, esas adaptaciones son muy parciales y pulen, expurgan y desnaturalizan las historias en las que se basan, a veces para mejor, a veces para peor. Un saludo y gracias por opinar.
ResponderEliminarAhora tendría que venir un comentario de la serie, que ya va a estrenar su tercera temporada
ResponderEliminarPues sí, es cierto. Pero es que llevo un retraso colosal con las series de TV... En cuanto pueda, lo subo.
Eliminarmuy bueno todos los comentarios y la nota sobre el hombre del castillo.
ResponderEliminarSolo me queda una duda:
ResponderEliminar¿Porque los androides sueñan con ovejas eléctricas?