Sara Varon es una ilustradora de libros infantiles y autora de comics norteamericana
que empezó a publicar a comienzos de siglo. Su novela gráfica “Robot Dreams”
cosechó múltiples elogios cuando apareció en 2007. Tan sólo un año después, a
Varon le propusieron adaptarlo en forma de film animado realizado por
ordenador, aunque este proyecto nunca llegó a materializarse. Mucho más lejos,
el director y guionista bilbaíno Pablo Berger Uranga,que
previamente ya había escrito y dirigido el drama mudo “Blancanieves” (2012) y
las comedias “Torremolinos 73” (2003) y “Abracadabra” (2017), todas estas en
imagen real, se propuso encabezar un nuevo intento de adaptación llevado por la
impresión que le causó la lectura del comic cuando cayó en sus manos, allá por
2010.
Inicialmente,
Berger pensó en colaborar con un estudio de animación irlandés, Cartoon Saloon
(cuyo primer film, “El Secreto del Libro de Kells”, apareció en 2009), pero
abandonó sus planes en 2020 debido a la pandemia de COVID-19. Finalmente, lo
que hizo fue ayudar a fundar varios estudios de animación por toda España y
apoyarse en la coproducción con compañías francesas, comenzando el proceso de
realización a mediados de junio de 2021 en Madrid. Y el resultado estuvo a la
altura de la ilusión y el cariño que se invirtió en el film. Triunfó en todos
los festivales en los que se exhibió, ganó múltiples premios (Sitges, Annecy,
Europan Film Awards, Feroz, Goya…), los críticos la incluyeron entre las
mejores películas de su año y acabó nominada al Oscar a la Mejor Película
Animada, compitiendo nada menos que con Hayao Miyazaki (“El Chico y la Garza”,
que ganó el premio), Spiderman (“Spider-Man: Cruzando el Multiverso”) o Pixar
(“Elemental”).
En
la década de los 80, Perro vive solo en su apartamento de Nueva York. Deseando
aliviar su sentimiento de soledad responde a un anuncio que ofrece amigos
robóticos por correo. Ilusionado, encarga uno, recoge el envío y monta su robot
(viene presentado en un kit, como si fuera de IKEA). Ambos se hacen pronto muy
amigos, disfrutando de los pequeños momentos que ofrece la vida y desarrollando
una especial complicidad. Un día de final de verano, van a la playa para darse
un baño. Todo va bien, pero cuando se pone el sol, el robot se ha oxidado y no
puede levantarse de la toalla. Su peso es demasiado como para que Perro pueda
transportarlo o arrastrarlo, así que se marcha a casa para volver al día
siguiente con herramientas y manuales de reparación. Pero he aquí que cuando
regresa, la playa ha sido cerrada por la finalización de temporada. Una puerta
cerrada con una cadena, una valla metálica y un guardia de seguridad, le
impiden acceder a la arena. Ni siquiera sus intentos de escabullirse dentro por
la noche tienen éxito. Sólo puede esperar a que llegue de nuevo el verano.
Mientras
pasan los meses, su vínculo permanece, pero también la vida va transcurriendo para
uno y otro. Perro, que no consigue superar el sentimiento de culpa por haber
abandonado a su amigo, trata de aliviar su soledad con otros animales o grupos
de ellos, pero nada parece salirle bien. Robot, inmóvil en la playa y sujeto a
la acción de los elementos pero consciente de lo que ocurre a su alrededor,
tiene varios encuentros con otros animales y pasa el tiempo sumido en sueños en
los que se reúne, felizmente o no, con Perro.
La
animación propiamente dicha es sencilla pero muy eficaz. Comparada con las
producciones modernas de Pixar o Disney, esta parece una obra artesanal,
algunos dirían que incluso medieval. Cada personaje está bien diferenciado y
tiene su propia personalidad. Diseñadores y animadores superan con creces una
de las dificultades de a animación: que el diseño, expresividad y movimientos
de cada personaje permita deducir inmediatamente qué es lo que hace, qué
representa o qué siente. Y en este caso este aspecto suponía un desafío extra,
dado que la película carece por completo de diálogos: hay varios efectos de
sonido, música, el tarareo ocasional de Robot y Perro y algunos sonidos
genéricos emitidos por otros personajes, pero no se pronuncia palabra alguna.
Toda la información se transmite a través de la narrativa visual y las acciones
y reacciones de los personajes. Incluso las figuras secundarias rebosan vida y
personalidad y los fondos están asimismo muy bien realizados aunque en cada
encuadre sólo haya un puñado de elementos en movimiento.
La banda
sonora es asimismo sobresaliente. Compuesta por Alfonso de Villalonga, captura
el espíritu y el sonido de la Nueva York de los 80 con una precisión asombrosa.
Una canción en particular desempeña un papel relevante en la historia,
utilizándose en dos momentos muy diferentes para subrayar sus respectivos
núcleos emocionales: “September” (1978), de Earth, Wind & Fire. Y es que puede
parecer una canción muy chispeante, pero su letra, más melancólica que su música,
describe bien la evolución de la relación entre los protagonistas.
La
simplicidad de “Robot Dreams” es, precisamente, lo que necesita su historia
para llegar al espectador, no una animación sonora y visualmente sobrecargada
que distraiga la atención de lo esencial. No es nada fácil reducirlo todo a lo fundamental
sin perder por el camino expresividad ni capacidad de sumergir al espectador en
ese mundo, pero el equipo de animadores lo consigue con aparente sencillez, lo
que todavía tiene más mérito teniendo en cuenta que los personajes son animales
(algunos antropomorfizados y otros no) y robots..
“Robot
Dreams” es una película que conquista con la adorable ternura de los dos
personajes. Los vemos pasear por las calles cogidos de la mano, patinando y remando
juntos, comiendo perritos calientes y cosas por el estilo. El robot es como un
niño puro e ingenuo para el que toda vivencia es una experiencia maravillosa. Y
Perro ve en él alguien de espíritu sincero con quien compartir aquello que a él
le importa. Hay chispazos de humor negro e incluso crueldad, pero donde la
película brilla especialmente es en aquellos momentos en los que, sutilmente,
se deja entrever que algo ha cambiado en la atmósfera de las relaciones, por
ejemplo, cuando ambos protagonistas quedan separados por la infranqueable valla
de alambre que bloquea el acceso a la playa. A partir de ese momento, asistimos
a la triste vida que llevan uno y otro, Perro encadenando insatisfactorias
relaciones sociales y Robot sumiéndose en fantasías poco reconfortantes. Especialmente
emotivas son también las escenas de la familia de pajarillos que anidan junto
al robot y se adoptan mutuamente durante algunas semanas.
Pero
conforme pasan los meses y la trama avanza, va calando la sensación en el
espectador de que la historia no va a tener un final convencional. Lo que nos
están presentando es un film de animación para adultos y los sentimientos y
emociones que aquí se exponen son demasiado complejos como para que un niño los
comprenda plenamente. Y así es. La agridulce conclusión no es la que cabría
esperar de una película de Disney o Pixar.
Uno
de los elementos más llamativos del film es su ambientación. A pesar de
incorporar mucha fantasía –es un mundo no muy diferente del de, por ejemplo,
“Zootrópolis” (2016), en el que diferentes especies animales conviven en una
ciudad y desempeñan distintos oficios-, la acción se localiza en un lugar y
tiempo muy concretos: la Nueva York de la década de los 80 del siglo pasado,
esto es, sin internet, sin smartphones, sin apps… Hay hitos urbanos y
geográficos muy reconocibles: Ocean Beach, el Empire State Building, las Torres
Gemelas, el sistema de metro tal y como era entonces, Central Park, el puente
de Queensboro- y muchísimas referencias a la cultura popular y comercial de
entonces: estatuillas de los droides de Star Wars y Mazinger Z, el videojuego
Pong, la MTV, los infoanuncios de los cuchillos Ginsu, los refresctos TAB…
incluso (y esto es ya una adición de origen claramente hispano- una pegatina de
Naranjito, la mascota del Mundial 82.
A
pesar de su estética agradable e inofensiva que nos remite a los dibujos
animados infantiles, “Robot Dreams” dista mucho de ser el típico producto “familiar”.
Sin diálogos y con una duración de 102 minutos, tenemos aquí una película más
profunda y compleja que la mayoría de las de acción real de la industria
cinematográfica actual. Se centra en los detalles másimportantes de las
relaciones y utiliza esos fragmentos para crear momentos conmovedores. Es una historia
sobre la soledad y cómo tratamos de mitigarla llevados por nuestra necesidad de
conectar e intimar; sobre la amistad y su pérdida por el efecto de la distancia
y el tiempo; las decepciones que la vida nos interpone y la forma que
encontramos de sobreponernos buscando ayuda de otros; y lo triste, pero a la
vez poético y hermoso que puede ser la búsqueda de un alma gemela. El mensaje
es que, a lo largo de nuestra vida, podemos perder amigos o amantes y ver cómo
las relaciones se marchitan y mueren, pero eso no significa que no podamos
encontrar otras nuevas, atesorando el recuerdo de las antiguas.
Una película, en fin, espléndida que demuestra el poder no sólo del cine, sino, en concreto, del cine de animación.
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