martes, 24 de junio de 2025

2023- ROBOT DREAMS – Pablo Berger

 

 Sara Varon es una ilustradora de libros infantiles y autora de comics norteamericana que empezó a publicar a comienzos de siglo. Su novela gráfica “Robot Dreams” cosechó múltiples elogios cuando apareció en 2007. Tan sólo un año después, a Varon le propusieron adaptarlo en forma de film animado realizado por ordenador, aunque este proyecto nunca llegó a materializarse. Mucho más lejos, el director y guionista bilbaíno Pablo Berger Uranga,que previamente ya había escrito y dirigido el drama mudo “Blancanieves” (2012) y las comedias “Torremolinos 73” (2003) y “Abracadabra” (2017), todas estas en imagen real, se propuso encabezar un nuevo intento de adaptación llevado por la impresión que le causó la lectura del comic cuando cayó en sus manos, allá por 2010.

 

Inicialmente, Berger pensó en colaborar con un estudio de animación irlandés, Cartoon Saloon (cuyo primer film, “El Secreto del Libro de Kells”, apareció en 2009), pero abandonó sus planes en 2020 debido a la pandemia de COVID-19. Finalmente, lo que hizo fue ayudar a fundar varios estudios de animación por toda España y apoyarse en la coproducción con compañías francesas, comenzando el proceso de realización a mediados de junio de 2021 en Madrid. Y el resultado estuvo a la altura de la ilusión y el cariño que se invirtió en el film. Triunfó en todos los festivales en los que se exhibió, ganó múltiples premios (Sitges, Annecy, Europan Film Awards, Feroz, Goya…), los críticos la incluyeron entre las mejores películas de su año y acabó nominada al Oscar a la Mejor Película Animada, compitiendo nada menos que con Hayao Miyazaki (“El Chico y la Garza”, que ganó el premio), Spiderman (“Spider-Man: Cruzando el Multiverso”) o Pixar (“Elemental”).

 

En la década de los 80, Perro vive solo en su apartamento de Nueva York. Deseando aliviar su sentimiento de soledad responde a un anuncio que ofrece amigos robóticos por correo. Ilusionado, encarga uno, recoge el envío y monta su robot (viene presentado en un kit, como si fuera de IKEA). Ambos se hacen pronto muy amigos, disfrutando de los pequeños momentos que ofrece la vida y desarrollando una especial complicidad. Un día de final de verano, van a la playa para darse un baño. Todo va bien, pero cuando se pone el sol, el robot se ha oxidado y no puede levantarse de la toalla. Su peso es demasiado como para que Perro pueda transportarlo o arrastrarlo, así que se marcha a casa para volver al día siguiente con herramientas y manuales de reparación. Pero he aquí que cuando regresa, la playa ha sido cerrada por la finalización de temporada. Una puerta cerrada con una cadena, una valla metálica y un guardia de seguridad, le impiden acceder a la arena. Ni siquiera sus intentos de escabullirse dentro por la noche tienen éxito. Sólo puede esperar a que llegue de nuevo el verano.

 

Mientras pasan los meses, su vínculo permanece, pero también la vida va transcurriendo para uno y otro. Perro, que no consigue superar el sentimiento de culpa por haber abandonado a su amigo, trata de aliviar su soledad con otros animales o grupos de ellos, pero nada parece salirle bien. Robot, inmóvil en la playa y sujeto a la acción de los elementos pero consciente de lo que ocurre a su alrededor, tiene varios encuentros con otros animales y pasa el tiempo sumido en sueños en los que se reúne, felizmente o no, con Perro.

 

La animación propiamente dicha es sencilla pero muy eficaz. Comparada con las producciones modernas de Pixar o Disney, esta parece una obra artesanal, algunos dirían que incluso medieval. Cada personaje está bien diferenciado y tiene su propia personalidad. Diseñadores y animadores superan con creces una de las dificultades de a animación: que el diseño, expresividad y movimientos de cada personaje permita deducir inmediatamente qué es lo que hace, qué representa o qué siente. Y en este caso este aspecto suponía un desafío extra, dado que la película carece por completo de diálogos: hay varios efectos de sonido, música, el tarareo ocasional de Robot y Perro y algunos sonidos genéricos emitidos por otros personajes, pero no se pronuncia palabra alguna. Toda la información se transmite a través de la narrativa visual y las acciones y reacciones de los personajes. Incluso las figuras secundarias rebosan vida y personalidad y los fondos están asimismo muy bien realizados aunque en cada encuadre sólo haya un puñado de elementos en movimiento.

 

La banda sonora es asimismo sobresaliente. Compuesta por Alfonso de Villalonga, captura el espíritu y el sonido de la Nueva York de los 80 con una precisión asombrosa. Una canción en particular desempeña un papel relevante en la historia, utilizándose en dos momentos muy diferentes para subrayar sus respectivos núcleos emocionales: “September” (1978), de Earth, Wind & Fire. Y es que puede parecer una canción muy chispeante, pero su letra, más melancólica que su música, describe bien la evolución de la relación entre los protagonistas.

 

La simplicidad de “Robot Dreams” es, precisamente, lo que necesita su historia para llegar al espectador, no una animación sonora y visualmente sobrecargada que distraiga la atención de lo esencial. No es nada fácil reducirlo todo a lo fundamental sin perder por el camino expresividad ni capacidad de sumergir al espectador en ese mundo, pero el equipo de animadores lo consigue con aparente sencillez, lo que todavía tiene más mérito teniendo en cuenta que los personajes son animales (algunos antropomorfizados y otros no) y robots..

 

“Robot Dreams” es una película que conquista con la adorable ternura de los dos personajes. Los vemos pasear por las calles cogidos de la mano, patinando y remando juntos, comiendo perritos calientes y cosas por el estilo. El robot es como un niño puro e ingenuo para el que toda vivencia es una experiencia maravillosa. Y Perro ve en él alguien de espíritu sincero con quien compartir aquello que a él le importa. Hay chispazos de humor negro e incluso crueldad, pero donde la película brilla especialmente es en aquellos momentos en los que, sutilmente, se deja entrever que algo ha cambiado en la atmósfera de las relaciones, por ejemplo, cuando ambos protagonistas quedan separados por la infranqueable valla de alambre que bloquea el acceso a la playa. A partir de ese momento, asistimos a la triste vida que llevan uno y otro, Perro encadenando insatisfactorias relaciones sociales y Robot sumiéndose en fantasías poco reconfortantes. Especialmente emotivas son también las escenas de la familia de pajarillos que anidan junto al robot y se adoptan mutuamente durante algunas semanas.

 

Pero conforme pasan los meses y la trama avanza, va calando la sensación en el espectador de que la historia no va a tener un final convencional. Lo que nos están presentando es un film de animación para adultos y los sentimientos y emociones que aquí se exponen son demasiado complejos como para que un niño los comprenda plenamente. Y así es. La agridulce conclusión no es la que cabría esperar de una película de Disney o Pixar.

 

Uno de los elementos más llamativos del film es su ambientación. A pesar de incorporar mucha fantasía –es un mundo no muy diferente del de, por ejemplo, “Zootrópolis” (2016), en el que diferentes especies animales conviven en una ciudad y desempeñan distintos oficios-, la acción se localiza en un lugar y tiempo muy concretos: la Nueva York de la década de los 80 del siglo pasado, esto es, sin internet, sin smartphones, sin apps… Hay hitos urbanos y geográficos muy reconocibles: Ocean Beach, el Empire State Building, las Torres Gemelas, el sistema de metro tal y como era entonces, Central Park, el puente de Queensboro- y muchísimas referencias a la cultura popular y comercial de entonces: estatuillas de los droides de Star Wars y Mazinger Z, el videojuego Pong, la MTV, los infoanuncios de los cuchillos Ginsu, los refresctos TAB… incluso (y esto es ya una adición de origen claramente hispano- una pegatina de Naranjito, la mascota del Mundial 82.

 

A pesar de su estética agradable e inofensiva que nos remite a los dibujos animados infantiles, “Robot Dreams” dista mucho de ser el típico producto “familiar”. Sin diálogos y con una duración de 102 minutos, tenemos aquí una película más profunda y compleja que la mayoría de las de acción real de la industria cinematográfica actual. Se centra en los detalles másimportantes de las relaciones y utiliza esos fragmentos para crear momentos conmovedores. Es una historia sobre la soledad y cómo tratamos de mitigarla llevados por nuestra necesidad de conectar e intimar; sobre la amistad y su pérdida por el efecto de la distancia y el tiempo; las decepciones que la vida nos interpone y la forma que encontramos de sobreponernos buscando ayuda de otros; y lo triste, pero a la vez poético y hermoso que puede ser la búsqueda de un alma gemela. El mensaje es que, a lo largo de nuestra vida, podemos perder amigos o amantes y ver cómo las relaciones se marchitan y mueren, pero eso no significa que no podamos encontrar otras nuevas, atesorando el recuerdo de las antiguas. 

 

Una película, en fin, espléndida que demuestra el poder no sólo del cine, sino, en concreto, del cine de animación.

 


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