sábado, 21 de junio de 2025

El CINE DE CIENCIA FICCIÓN EN LA DÉCADA DE 1890

 



La década de 1890 fue la que marcó el nacimiento del cine. Los avances en el campo de la fotografía llevaron a William K. Dickson, de la American Edison Company, a inventar la primera cámara de cine funcional en 1891, y en 1893 el kinetoscopio, el primer dispositivo con mirilla para ver películas. La primera sala de kinetoscopio se inauguró en Nueva York en 1894. Las primeras películas que se exhibieron en sus diez máquinas tenían una duración inferior a un minuto, una película por máquina. Todas las películas se grabaron en el primer estudio cinematográfico del mundo, el Black Mariah.

 

Nuevas cámaras de película y máquinas de mirilla comenzaron a desarrollarse en Europa, principalmente en el Reino Unido, Francia, Polonia y Alemania, además de Australia. Poco después y de forma independiente, varios inventores comenzaron a experimentar con el cine como medio de entretenimiento masivo, descubriendo formas de proyectar películas en una pantalla. Sin embargo, fueron los hermanos Lumière en París quienes, a finales de 1895, realizaron la proyección pública más famosa, convirtiendo rápidamente la ciudad en la capital internacional de la producción cinematográfica.

 

Si bien los Lumière fueron los primeros gigantes de la industria cinematográfica, pronto dos grandes compañías parisinas tomaron el relevo: Pathè, una compañía de fonógrafos; y Gaumont, fabricante de placas fotográficas. Sin embargo, la compañía que realmente revolucionaría el cine fue un estudio independiente llamado Star Film, dirigido por el actor, propietario teatral y mago escénico Georges Méliès. Éste combinó sus trucos escénicos con exquisitas escenografías teatrales y una fascinación infantil por la narrativa de aventuras, convirtiéndose en el pionero de muchos de los trucos de efectos especiales que serían básicos en la industria cinematográfica durante las décadas siguientes, como el stop motion, las pinturas mate, las dobles exposiciones, la fotografía sobre pantalla negra, la pantalla dividida o la perspectiva forzada. También trasladó a la gran pantalla efectos escénicos, como el humo y la pirotecnia.

 

Otros pioneros en este campo fueron los franceses Alice Guy Blaché y Ferdinand Zecca, los británicos Robert W. Paul y Walter R. Booth, así como los estadounidenses Edwin S. Porter y Wallace McCutcheon. Pero fue Méliès quien lideró el movimiento con películas cada vez más largas y elaboradas, inspiradas directamente en un estilo teatral francés, el féerie, conocido por sus tramas fantásticas y espectaculares efectos visuales, que incluían espléndidos paisajes y efectos mecánicos. El estilo féerie combinaba música, baile, pantomima y acrobacia, así como transformaciones mágicas creadas por diseñadores y técnicos de escena. El primer éxito internacional de Méliès fue su adaptación de “La Cenicienta” en 1899, seguida de una nueva versión del mito de Juana de Arco en 1900, convirtiéndolo rápidamente en el cineasta más exitoso e imitado del mundo.

 

Sin embargo, la década de 1890 no aportó demasiada ciencia ficción a la gran pantalla. Tres películas que podrían considerarse al menos proto-ciencia-ficción se rodaron en los últimos años del decenio: “La Charcutería Mecánica” (1895), de Louis Lumière; y “Gugusse y el Autómata” (1897) y “El Sueño del Astrónomo” (1898), ambos de Méliès. La más importante de estas fue la última, porque duraba más de dos minutos y contaba una historia sustancial con un arco dramático claro. También presentaba la cara en la luna, algo con lo que Méliès había jugado en películas anteriores y que se convertiría en un tropo tan imitado y usado que se ha convertido en el símbolo definitorio de los primeros 15 años de la Historia del Cine.

 

La década de 1890 estuvo dominada por un gran optimismo tecnológico. Junto con el cine, los dos inventos que destacaron por encima del resto fueron el automóvil y el avión. El primero ya estaba en producción comercial en 1890, y durante la década se crearon innovaciones como el motor diésel. Inventores de todo el mundo experimentaban con el vuelo, y se lograron varios avances cruciales que permitirían a los hermanos Wright surcar los cielos en 1903. Esta confianza en el avance tecnológico se manifestó abiertamente en las primeras películas, que representaban máquinas mágicas como la de “La Charcutería Mecánica”.

 

Pero a pesar de que el proyector de cine convirtió las películas en un medio de comunicación masivo gracias a ofertarlo a precios populares, tenían la reputación de ser un entretenimiento de baja estofa. Se solían proyectar sobre todo en ferias junto al bebé de dos cabezas y la mujer barbuda. Pocos actores serios se aventuraban en el cine y ningún director de escena con un mínimo de dignidad soñaría con rebajarse al nivel del mago teatral o el malabarista circense.

 

Y muy pronto, tras la sorpresa y maravilla iniciales, el apetito del público por los trucos y las imágenes en movimiento se desvaneció. Los noticiarios cinematográficos, que mostraban escenas recreadas o incluso documentales de la guerra greco-turca, la hispano-estadounidense y la filipino-estadounidense, así como de asuntos internos como el caso Dreyfus, las numerosas huelgas tanto en Estados Unidos como en Europa incitadas por el creciente movimiento obrero, el socialismo y el anarquismo, así como los movimientos por la templanza y sufragista, cautivaron al público durante un tiempo. Sin embargo, estos noticiarios también perdieron pronto su atractivo y, al entrar en el siglo XX, la incipiente industria cinematográfica se enfrentó a una crisis y a una posible desaparición, confirmando que, como los Lumière habían pensado, no se trababa sino de una moda pasajera. En busca de una solución, los estudios observaban con gran interés las películas de fantasía, cada vez más largas, producidas por figuras como Alice Guy Blaché, y en particular Georges Méliès.

 

En el ámbito literario, la ciencia ficción —aunque este término no se había acuñado todavía y solía utilizarse el de “romance científico”- se iba conformando como un género propio. En las décadas de 1860 y 1870, el escritor francés Julio Verne se había consolidado como el maestro de la novela de aventuras con sus Viajes Extraordinarios, y en la década de 1890 seguía siendo un escritor muy productivo, tanto en su faceta de novelista como en la de dramaturgo. “Robur el Conquistador” se estrenó en 1886, una novela que inspiraría muchas otras ficciones de aviación. Si bien para entonces había escrito sus obras más famosas, algunas de las novelas de esta última fase se adentraban claramente en la CF, como “La Isla a Hélice" (1895), “El Secreto de Maston” (1889), “La Esfinge de los Hielos” (1897) o “Ante la Bandera” (1896).  

 

Si Verne fue el gran maestro del romance científico, su preeminencia fue desafiada en estos años por un recién llegado de origen británico, socialista y antiimperialista: H.G.Wells, cuya gran imaginación, formación en ciencias y conciencia política le sirvió para aportar a sus relatos un subtexto político, ético y social. Entre 1895 y 1900 publicó cinco de sus seis primeras, y quizás las más importantes, obras de ciencia ficción: “La Máquina del Tiempo” (1895), “La Isla del Doctor Moreau” (1896), “El Hombre Invisible” (1897), “La Guerra de los Mundos” (1898) y “Cuando el Durmiente Despierta” (1899). En 1901 publicaría la sexta: “Los Primeros Hombres en la Luna”.

 

Por su parte, “Frankenstein”, de Mary Shelley, seguía siendo muy leído y un visitante asiduo de los escenarios teatrales. Edgar Allan Poe ya era considerado un clásico. En 1886, Robert Louis Stevenson continuó su legado con “El Dr. Jekyll y Mr. Hyde”. Y en 1897, Bram Stoker publicó “Drácula”. Durante el siglo XIX habían sido muchos los autores que se habían adentrado en la CF, pero el género seguía sin tener presencia en estas primeras películas, una ausencia que se prolongaría durante la primera década del siglo XX, con la única excepción de Verne.

 

En lo que se refiere al cine de CF, la década de 1890 podría considerarse principalmente un mero ensayo. Sólo sería más adelante cuando el género irrumpió en la industria como parte de un deseo más amplio de experimentación en cuanto a técnicas y temas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario