sábado, 10 de febrero de 2024

2021- SILENT NIGHT - Camille Griffin

 

Cualquiera que haya leido o visto alguna ficción apocalíptica seguramente se habrá preguntado: si supiera que el fin del mundo es inminente, ¿cómo decidiría pasar mis últimas horas? Y, abriendo el foco al nivel de colectivo: ¿se sumiría la especie humana en el caos o se sentaría a esperar pacientemente el último latido de corazón? Poetas, escritores, cineastas y eruditos han dedicado mucho tiempo a reflexionar sobre esto y, aunque muchos han ofrecido reflexiones interesantes al respecto, en realidad nadie sabe con certeza qué ocurriría en semejante coyuntura.

 

El cine ha ofrecido un buen número de enfoques apocalípticos, desde lo más sobrecogedor hasta lo más cómico, de lo íntimo a lo espectacular, utilizando como catalizadores desde la radiación a los zombis pasando por trífidos o catástrofes naturales. El ejemplo que ahora nos ocupa, “Silent Night” (que es como se conoce en inglés al popular villancico “Noche de Paz”) fue una más de la serie de películas sobre grupos de amigos reunidos ante un escenario apocalíptico, como “Melancolía” (2011) o “Adios, Mundo” (2013), con derivaciones más humorísticas en “It´s a Disaster” (2012) o “Juerga Hasta el Fin” (2013). Aún más temprana fue “Last Night” (1998), escrita, dirigida y protagonizada por Don McKellar, en la que un grupo de personas se enfrentaban al inminente fin del mundo. También puede incluirse en este mini subgénero el episodio “La Última Noche del Mundo”, de la antología “El Hombre Ilustrado” (1969, traslación del libro de cuentos del mismo título de Ray Bradbury), en el que unos padres se debatían sobre si dar a sus hijos unas píldoras letales tras experimentar una premoción del apocalipsis.

 

“Silent Night” fue el debut cinematográfico de la directora Camille Griffin, que previamente había realizado media docena de cortos. A pesar de ser una desconocida, consiguió reunir para este su primer largometraje (del que también firma el guion) a un impresionante reparto que incluye actores de renombre como Keira Knightley o Matthew Goode y otros cuya estrella estaba en ascenso, como Annabelle Wallis o Lily-Rose Depp (la hija de Johnny Depp). Por no mencionar que como productores figuran los nombres de Matthew Vaughn (director de “Kick Ass”, 2010, o “Kingsman”, 2015) y Trudie Styler, la esposa de Sting, que también aparece en pantalla como la abuela y cuya cinematografía en la labor de producción incluye varias de las primeras películas de Guy Ritchie o “Moon” (2009).

 

El matrimonio compuesto por Nell (Keira Knightley) y Simon (Matthew Goode), junto a su hijos, Alex (Kirby Howell-Baptiste) y los gemelos Hardy (Hardy Griffin Davis) y Thomas (Gilby Griffin Davis) reciben en su aislada casa en el campo a un grupo de viejos amigos para la cena de Nochebuena. Los invitados son otro matrimonio, Tony (Rufus Jones), su narcisista esposa Sandra (Annabelle Wallis) y su hija Kitty (Davida McKenzie); Bella (Lucy Punch) y su novia, Alex (Kirby Howell-Baptiste); y James (Sope Dirisu), un exitoso médico, y su pareja, la americana Sophie (Lily-Rose Depp).

 

Mientras llegan, se ponen al día, hacen los últimos preparativos y se sientan a la mesa, el ambiente es jovial, pero si hay instantes en los que esa camaradería parece forzada es porque, en realidad, todos están tratando de olvidar en la medida posible el hecho de que un veneno letal liberado a la atmósfera en Rusia, imposible de evitar y que mata toda forma de vida que encuentra a su paso, está previsto que llegue hasta ellos al día siguiente. El gobierno ha distribuido píldoras para que los ciudadanos se suiciden ahorrándose el dolor y la agonía. Ya con la noche avanzada, cada una de esas personas, afronta a su manera el inminente e inescapable fin, deciciendo en último término si tomar o no las pastillas.

 

“Silent Night” es una de esas películas que agradecen verlas por primera vez sin haber leido demasiado sobre ellas. La breve sinopsis que acompañaba al material promocional decía: “Nell, Simon y su hijo Art están preparados para recibir a amigos y familia en lo que promete ser una reunión navideña perfecta. Perfecta excepto por una cosa: todos van a morir”. Estas líneas podían llevar a pensar que se trataba de una historia de terror (como sí había sido el caso de una película anterior con el mismo título, “Silent Night”, en 2012). ¿Era quizá un thriller, un slasher en el que los anfitriones iban liquidando uno tras otro a sus invitados? Ni mucho menos.

 

El argumento se presenta y desarrolla inicialmente de forma muy engañosa. Durante al menos la primera media hora, todo lo que vemos es algo que recuerda a productos como “Los Amigos de Peter” (1992) u alguna otra película de sabor navideño escrita por Richard Curtis, como “Love Actually” (2003): un grupo de viejos amigos y sus respectivas parejas e hijos que se reúnen para cenar en una fecha señalada, poniéndose al día, reviviendo viejos tiempos y aflorando traumas, secretos y resentimientos ocultos desde hacía mucho. Sin embargo, ciertos diálogos y miradas dejan entrever algo oscuro y peligroso bajo la superficie desenfadada y feliz.

 

Intercalados con esas escenas ligeras, hay fragmentos de noticias sobre la nube de veneno, conversaciones entre los hombres mientras comparten un porro en el invernadero y muestras de apoyo a James cuando éste recuerda cómo tuvo que administrar la eutanasia a los ancianos y enfermos del hospital donde trabaja. Poco a poco, se confirma de que “Silent Night” es en realidad una película apocalíptica con una premisa que recuerda a la de “La Hora Final” (1959), aquella deprimente cinta ambientada en Australia en la que la población esperaba resignada la muerte por radiación tras una guerra mundial que ya había exterminado al resto del planeta.

 

“Silent Night” pertenece a la tradición apocalíptica inglesa que Brian Aldiss bautizó como “cosy catastrophe”, que podría traducirse como “catástrofe cómoda” y en la que británicos de la clase media se enfrentan al apocalipsis con flema y estoicismo. Son ficciones contenidas y limitadas geográficamente que no caen en los escenarios hiperbólicos de muerte y destrucción a gran escala a los que son tan aficionados los norteamericanos. Los personajes de esta película, todos ellos profesionales bien acomodados económica y socialmente, beben cocktails, intercambian regalos y conversan educadamente mientras aguardan con una calma imposible el inminente fin del mundo, tragedia que sólo conocemos indirectamente a través de sus comentarios. Todos ellos son arquetipos perfilados por un puñado de rasgos en general desagradables que hace en ocasiones difícil lamentar el destino que les espera.

 

El final de la película generó cierta polémica en el circuito de festivales dado que muchos quisieron ver en él una defensa de la postura antivacunas, pero dado que se rodó meses antes de que la pandemia del COVID matara a millones de personas por todo el globo, esto parece más un caso de desafortunada coincidencia. Dicho lo cual, si hubo una película navideña adecuada a aquel aciago periodo fue esta. La sensibilidad social que afloró durante aquella tragedia puede detectarse en momentos como esa discusión sobre cómo los sin techo e inmigrantes ilegales deberían ser abandonados a su suerte porque, como dice James, “No podemos hacer nada por ellos”, quizá un eco de los debates en el seno de ciertas comunidades y gobiernos acerca de adoptar la “solución” de “inmunidad de rebaño”.

 

El tono ligero, festivo y costumbrista del principio acaba derivando en una tragedia muy sombría. De hecho, puede que esta sea la película navideña más deprimente jamás realizada. Camille Griffin oscila de forma desasosegante entre la calidez hogareña y la angustia ante la catástrofe inminente, a veces incluso simultaneando ambas, como esa escena en la que se ve la nube letal avanzando sobre los campos y pueblos mientras los amigos beben, bailan y ríen con el villancico “Noche de Paz” sonando de fondo.

 

La premisa de partida abre un campo muy amplio para que la directora/guionista pueda explorar cuestiones morales, existenciales, sociopolíticas, psicológicas… Por desgracia, hay que asistir a múltiples disputas y conversaciones vacuas de estos personajes de clase privilegiada antes de llegar al punto en el que la película tiene por fin algo interesante que decir. Y es también hacia el final cuando algunas escenas combinan de forma un tanto desconcertante la tragedia y el humor negro. El grupo se separa en diferentes habitaciones para afrontar el final y toman sus pastillas; pero las cosas se tuercen de formas diferentes: algunos caen en la cuenta de que han olvidado despedirse; Bella le da a su ebria e inconsciente novia Alex la pastilla, sólo para que ésta se despierte súbitamente y la vomite después de que la propia Bella haya tomado la suya; o la escena en la que Simon ha de lidiar con los gemelos, que primero exigen tomarse la píldora cada uno con su propia Coca-Cola suficientemente fría, lo que le obliga a él, en un estado crecientemente alterado, a correr hasta la cocina para coger más latas primero y hielo después. Esta mezcla de tonos es bastante peculiar y probablemente divertirá a unos espectadores tanto como molestará a otros.

 

El propio título de la película tiene una intencionalidad siniestramente irónica, porque los personajes no paran de hablar en toda la noche, compitiendo en frases ingeniosas y comentarios mordaces… hasta que, efectivamente, llega el silencio definitivo… en el mismo aniversario, precisamente, en que se conmemora el “nacimiento de Cristo”.

 

Como he apuntado antes, la película cuenta con un excelente reparto de actores que parecen sentirse muy cómodos con sus no demasiado sofisticados personajes. Puede destacarse de forma especial a Annabelle Wallis, que ofrece una gran interpretación, por ejemplo, en la escena en al que el grupo recuerda quién durmió con quién en sus años jóvenes. También merece una mención Roman Griffin Davis, cuya decisión de no tomar la pastilla letal (en lo que parece un postrer desafío a la autoridad por parte de un adolescente) se convierte en el principal punto dramático de mitad de la película: la escena en la que le comunica a Sophie que permanecerá con ella hasta el final; y la siguiente, en la que Nell le suplica que reconsidere su decisión enfrentándole a la horrible realidad que se les viene encima, constituyen algunos de los momentos más intensos del film.

 

En muchos sentidos, la película de Griffin parece aspirar a ser la antítesis cinematográfica absoluta de otra comedia inglesa ya clásica, la mencionada “Love Actually”, que también exploraba la mentalidad de diferentes personajes en distintos contextos y conflictos durante la temporada navideña. Ambas películas se servían del reparto para sostener una trama muy endeble conectada por un hilo muy fino. Pero mientras que “Love Actually” conseguía que el espectador conectara fácilmente con sus personajes (o, al menos, con algunos de ellos) dándoles un arco emocional, una evolución que culminaba haciendo de ellos alguien mejor, “Silent Night” no ofrece esperanza de redención para los suyos ni, a la postre, siquiera un mensaje o moraleja aprovechable más allá del “vive mientras puedas porque pronto morirás”. De hecho, la Navidad no es más que un recurso para reunir al reparto y dejando de lado la decoración, la música y un par de gags, no juega ningún papel en lo que se refiere a sentar el tono, espíritu o atmósfera de la historia.

 

En último término, estoy dispuesto a recomendar “Silent Night”, pero no sin reservas ni para todo tipo de público (desde luego, no es la mejor opción para una velada familiar en Nochebuena). Es ocasionalmente divertida y afilada en sus comentarios sobre la condición humana, pero también muy dura –aunque con un educado tono “british”- con sus personajes y el espectador. Y aunque se beneficia de cierto humor negro, una ajustada duración de 92 minutos, un ritmo adecuado, una tensión y claustrofobia crecientes y unas buenas interpretaciones, a la postre, todo el conjunto está impregnado de un patetismo tal que incluso los momentos de humanismo, que deberían reconfortar anímicamente al espectador, acaban pareciendo huecos e inútiles.

 


2 comentarios:

  1. Al autor del blog, reciba un cordial saludo.
    Paso por aquí para felicitarlo por su excelente blog, sin duda uno de los mejores y también de los pocos que presentan esta interesante y notable cantidad de contenido sobre el tema de "ciencia ficción", tema que personalmente me apasiona. Lo animo a seguir publicando mas contenido, para tener el grato gusto de leerlo y referenciarlo en mis actividades, tanto creativas como instructivas. ¡¡Larga vida a "Un Universo de Ciencia Ficción"!! Gracias por su atención. : )

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  2. Te recomiendo unos libros:
    1. La Cultura de Iain M. Banks
    2. El Paralaje Neanderthal de Robert J. Sawyer
    3. El problema de los tres cuerpos de Liu Cixin

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