En el momento de su estreno, se consideró a “Blade Runner” (1982) como un fracaso de taquilla. Pero desde entonces, su prestigio y reconocimiento no ha hecho sino aumentar, estándo hoy ya considerado no sólo como un film seminal en la CF sino como un clásico del cine. Sus paisajes urbanos nocturnos, sucios y espesos supusieron una desviación radical de los futuros limpios y elegantes que habían dominado la ciencia ficción audiovisual hasta ese momento, incluso en el caso de las distopías. Su imaginería y conceptos fueron claves para la conformación del movimiento Ciberpunk que aparecería en la literatura un par de años después y que pasó a dominar una parte importante de la CF durante décadas.
Junto con “Alien, el 8º Pasajero” (1979), “Blade Runner”
consolidó la carrera de Ridley Scott y lo convirtió en uno de los directores
más importantes del género (pese a que no ha transitado demasiado por el
mismo). Con el paso de los años, la película fue poniéndose a la venta en
diferentes versiones y con distintos montajes en los que Scott trataba de
orientar la narrativa según su interpretación de la naturaleza de Deckard. De
todo ello ya hablé en sus respectivas entradas y no me extenderé más por el
momento. Lo que sí es sorprendente dada la influencia y fama de “Blade Runner”,
es que durante mucho tiempo nadie se planteara hacer una secuela (dejando al
margen las tres literarias que aparecieron a finales de los 90 firmadas por
K.W.Jeter).
La explicación hay que buscarla en los problemas con los
derechos de la novela original de Philip K.Dick, “¿Sueñan los Androides conOvejas Eléctricas? (1968), en la que se basa la cinta de Scott. Mientras se
resolvían las disputas, el director planteó dos proyectos vagamente conectados
con el universo de Blade Runner y que nunca llegaron a cuajar. Hubo que esperar
nada menos que treinta años tras el estreno de “Blade Runner” para que la
productora Alcon Entertainment se hiciera con esos derechos acatando la
limitación de no realizar un remake a cambio de productos derivados como
precuelas o secuelas. Ese movimiento respondió a la necesidad de Alcon de
aumentar sus beneficios y apoyarse en la secuela de una película legendaria les
pareció la mejor estrategia.
En 2011, Ridley Scott firmó como director de ese proyecto –algo que llevaba años afirmando que estaba en su lista de deseos no cumplidos- y la productora se hizo con los servicios de los guionistas Michael Green (“Logan”, “Alien: Covenant”, “Asesinato en el Orient Express”) y Hampton Fancher (que había escrito el guion de “Blade Runner”). Hubo bastante hermetismo acerca de la aproximación que se iba a elegir para la esperada película pero, al final, Scott renunció para centrarse en “Alien Covenant” (2017) aunque manteniendo cierto grado de supervisión como productor ejecutivo.
Y entonces, Alcon Entertainment buscó a otro director entre
aquellos con los que ya había colaborado: el canadiense francoparlante Denis
Villeneuve, a quien habían financiado su segunda cinta en inglés y aquella con
la que lanzó definitivamente su carrera: “Prisioneros” (2013). En el ínterin,
había dirigido un policiaco, “Sicarios” y un film de CF, “La Llegada” (2016),
cuya buena aceptación sin duda le dio puntos a la hora de ser seleccionado para
“Blade Runner”. Inicialmente, Villeneuve se sintió algo remiso a aceptar el
encargo dado que, siendo un rendido admirador del trabajo de Scott, temía que
una secuela mancillara el legado de aquél. Pero como le gustó el guión y se
sintió arropado por la intervención de Fancher en el mismo, accedió.
Los Ángeles, año 2049. K86-37 (Ryan Gosling), al que
quienes conocen llaman simplemente K, es un replicante que trabaja como blade
runner para el departamento de policía a las órdenes de la teniente Joshi
(Robin Wright). Un día, rastrea y retira a un replicante, Sapper Morton (Dave
Bautista) que trabaja como granjero en una región desértica. Cuando el equipo
forense examina después la zona encuentran el cuerpo enterrado de una
replicante femenina. Pero más sorprendente aún es que las evidencias demuestran
que había dado a luz aun cuando los replicantes fueron diseñados para ser
estériles.
Siguiendo la pista, K acude a los archivos de la ya extinta
Corporación Tyrell, en su mayoría borrados durante el Apagón y ahora
custodiados por la Corporación Wallace, también fabricante de replicantes. Allí
averigua que el ADN de aquel cuerpo pertenecía a Rachel y se entera de su
relación con el blade runner Deckard. Niander Wallace (Jared Leto), el presidente
de la Corporación, se interesa por el caso y envía replicantes de su propiedad
para que borren cualquier evidencia de ese embarazo. Toda esta investigación,
mientras tanto, le da motivos a K para creer que sus recuerdos pueden no ser
implantes sino auténticos y, es más, que él podría ser el hijo de Rachel. Su
búsqueda le lleva hasta las ruinas de Las Vegas, donde encuentra oculto a un
envejecido Rick Deckard (Harrison Ford). Ambos son atacados entonces tanto por
los sicarios de Wallace como por la policía de Los Angeles, todos deseando
saber qué fue del hijo de Rachel para o bien hacerse con el, o bien matarlo.
Puede decirse “Blade Runner 2049” respeta a su predecesora
y ofrece a sus fans abundantes motivos de satisfacción. Además de conseguir que
un Harrison Ford de 75 años vuelva a encarnar a su icónico personaje, hay
también otra escena en la que puede verse a Edward James Olmos como Gaff. Sean
Young hace algo así como una reaparición, aunque este es un nuevo ginoide
“Rachel” recreado sobre el cuerpo de otra actriz (como se hizo con Carrie
Fisher en “Rogue One”). Y, como he dicho, participan en la película Hampton
Fancher y Ridley Scott. El hijo de este último, Luke, también dirigió dos de
los tres interesantes cortos (dos de imagen real y uno de anime) que se
estrenaron simultáneamente a la película principal y en los que se explicaban
acontecimientos importantes del intervalo de tiempo transcurrido entre las dos
entregas. También hay insertos en la trama muchos homenajes y referencias al
original –como la escena de apertura, en la que K retira al replicante granjero
y que fue planificada pero no rodada por Ridley Scott como inicio de “Blade
Runner”-. Y la atmosférica banda sonora de Hans Zimmer se inspira directamente
en la clásica de Vangelis
Incluso y para su desgracia, “Blade Runner 2049” se empeñó
en repetir la trayectoria de su predecesora, convirtiéndose en un caro fracaso
de taquilla al mismo tiempo que acumulaba alabanzas de la crítica. Sobre una
inversión de entre 150 a 185 millones de dólares (según las fuentes), acumuló
en todo el mundo 260,5 millones, cuando lo requerido para equilibrar el gasto
total (incluido todo el de promoción) eran unos 400 millones. Teniendo en
cuenta la expectación que había levantado, nadie se explicaba bien el por qué
de un desempeño tan modesto. Bueno, nadie no. Ridley Scott lo atribuyó al
excesivo metraje de 163 minutos: “Es lenta. Larga. Demasiado larga. Yo le
habría quitado media hora”.
Y es que el metraje no sólo podía aburrir a cierto público
que luego desaconsejaría la película a sus amistades (algo que parece evidente
habida cuenta del continuado desplome de audiencia semana tras semana), sino
que limitaba el número de pases que podía hacer cada sala, condicionando por
consiguiente la recaudación. Además, la campaña de marketing que acompañó el
lanzamiento, en lugar de presentar la película como un producto nuevo y
autónomo, se dirigió principalmente a la nostalgia de un núcleo de fans de la
CF que no eran suficientes para recuperar la inversión realizada.
Pero volviendo a la película propiamente dicha, “Blade
Runner 2049” bebe de la original también en la forma en que recupera y amplía
los temas abordados por aquélla. Se nos muestra por fin cómo y quien elabora
los recuerdos artificiales que se implantan en los replicantes y aparecen
versiones más avanzadas de éstos. Por no mencionar el ingenioso giro sobre la
original que consiste en colocar como protagonista a un replicante encargado de
asesinar a sus congéneres y cuya investigación le lleva a cuestionarse quién es
realmente.
Villeneuve replica fielmente el mundo ciberpunk de la cinta
original y, al mismo tiempo, muestra más del mismo al trasladar al protagonista
fuera de Los Angeles. Vemos en las impecables imágenes los mismos paisajes
urbanos nocturnos, con rascacielos de cristal iluminados con neón y las calles
abarrotadas de gente. Incluso se han respetado los anuncios de compañías que
aparecían en “Blade Runner” y que ya no existen, como Atari, difunta desde
1984. La cultura oriental tan presente en las calles del Los Angeles de la
primera cinta convive ahora con letreros en ruso.
Una de las principales cuestiones sobre la que ha venido
debatiéndose desde hace décadas conforme aparecían los sucesivos montajes de
“Blade Runner” es si Deckard era o no un replicante. Pues bien, Villeneuve
repite el mismo juego de despiste. En este caso, el muñeco de un caballo de
madera desempeña el rol equivlante al de las figuras de origami y el unicornio
onírico de la original, algo que parece apoyar el argumento de que los sueños
de Deckard eran artificiales. Cuando se descubre que Rachel dio a la luz antes
de morir –un acontecimiento que varios personajes califican de “milagro”-, la
película sugiere en más de una ocasión que K podría ser ese niño y Deckard su
padre. “Siempre supe que eras especial”, le dice a K su holograma doméstico,
“Quizá es así: un hijo nacido de mujer y arrojado al mundo, deseado, amado”.
Pero, por otra parte, el elemento central de la trama, a
saber, que Rachel pudo dar a luz un hijo híbrido, está a favor del argumento de
la humanidad de Deckard. Y aunque se apunta repetidas veces a que existe una
conexión entre Deckard y K, resulta que no es así. (Atención: Spoiler) Al final
de la película, Deckard llega al exterior del laboratorio en el que “vive” su
hija perdida, la doctora Ana Stelline (Carla Juri). Le pregunta al malherido K
sobre los sacrificios que ha hecho para llevarle hasta allí. “¿Por qué? ¿Quién
soy para ti?”. K evita la pregunta y le responde: “Ve y busca a tu hija”.
Deckard entra en el edificio y K se queda tendido en la nieve en un final
ambigüo pero en el que, según el guionista Michael Green, el replicante muere.
K no responde a la pregunta de Deckard pero el espectador
atento ya conoce la respuesta: K no es nada para Deckard. Los dos son completos
extraños que sólo se vieron por primera vez el día anterior entre las ruinas de
Las Vegas. Antes de encargarse del caso que mueve la trama, K no tenía ni idea
de quien era Deckard pero, al final, sacrifica su vida para reunir a un
desconocido con su hija. De nuevo, un replicante ha demostrado tener más
emociones (generosidad, compasión, entrega, capacidad de sacrificio) que muchos
de los humanos que le rodean. (Fin Spoiler)
“Blade Runner 2049” es una película visualmente impecable y muy bella. Su metraje es casi 45 minutos superior a la original y, como he dicho antes, se la ha criticado por su rimo lento. No interpreto esto necesariamente como un defecto, sobre todo cuando lo comparamos con las películas modernas de, por ejemplo, “Star Wars”, cuyas escenas con efectos especiales discurren a tal velocidad y con un montaje tan agitado que es imposible recrearse en la belleza de los mundos y las tecnologías que crean sus artistas.
Villeneuve se recrea mucho más que Scott en la puesta en
escena y en despertar en el espectador el sentido de lo maravilloso. Modela
espectaculares planos de los vehículos sobrevolando una ciudad enorme que los
empequeñece, escuadrones de ellos maniobrando bajo la lluvia o aventurándose en
el enigmático y desolador desierto. Igualmente, los decorados, muchos de los
cuales se construyeron a tamaño natural en lugar de crearlos digitalmente, son
sobresalientes, desde las salas de archivo de Tyrell al sancta sanctorum de
Niander Wallace, una especie de isla en mitad de un estanque de tranquilidad
iluminado tenuemente por luces indirectas; y culminando en la angustiosa escena
dentro de un túnel que se está inundando. Igualmente inolvidables son las
que
transcurren en Las Vegas, donde Deckard vive oculto en las ruinas de un
hotel-casino y en cuyo auditorio se libra un combate entre parpadeantes
hologramas de Elvis, Marilyn Monroe y diversas bailarinas.
Entre los temas nuevos que se presentan en esta secuela hay
que citar el de los simulacros. Y no sólo en lo que se refiere a los
replicantes sino, especialmente, a los hologramas inteligentes, que juegan un
papel importante en la trama. Se trata de un concepto que ya había sido
explorado de formas más osadas y profundas en las diferentes series de Star
Trek y sus respectivas holocubiertas. Con todo, “Blade Runner 2049” lleva el tema
del holograma a su terreno. Cuando K no está de servicio, vuelve a su casa para
tener una pantomima de romance con una inteligencia artificial doméstica que se
proyecta holográficamente con la forma de una atractiva joven y que responde al
nombre de Joi (Ana de Armas) que, en realidad, es el nombre comercial del
programa diseñado por la Corporación Wallace. Esta relación evoca la que
mantuvieron Deckard y Rachel treinta años antes pero, sin embargo, uno tiene la
sensación de que en esa sociedad la mayoría de los humanos son como K, más
conectados con su tecnología que con otros humanos. Que K sea también y a su
manera una inteligencia artificial hace ese “amor” más platónico que otra cosa,
pero el concepto no está tan bien cuajado como en, por ejemplo, “Her” (2013) o
incluso algún que otro episodio de “Black Mirror” (2011-2019).
Con todo, la peculiar dinámica entre K y Joi ofrece algunas escenas muy evocadoras, como
esa en la que bailan juntos en la azotea mientras las manos de él y las gotas
de lluvia pasan a través de ella; o cuando se la lleva como ayudante durante la
investigación y se “sienta” superpuesta a él en el coche volador; esos
maravillosos planos en los que K camina por una pasarela de la ciudad y un
holograma gigante se gira para llamarlo; o, quizá la más inquietante, cuando
Joi coordina sus movimientos con los de la prostituta Mariette (Mackenzie
Davis) para crear la ilusión de que K está físicamente haciendo el amor con
ella. Ana de Armas tiene en el personaje de Joi un gran desafío porque el suyo
es el arco más complicado, pero lo solventa con encanto y sin aparente
esfuerzo.
Hablando de mujeres, los roles femeninos en el universo
Blade Runner no parecen haber cambiado mucho. Aunque hayan pasado décadas, ese
mundo sigue estando dominado por los hombres y las mujeres son, en su mayor
parte, caras y cuerpos bonitos que o bien brindan al hombre la ilusión
holográfica de una amante y comprensiva esposa, bien son prostitutas callejeras
o enormes anuncios holográficos con carga erótica. Y cuando no son elementos
decorativos y desempeñan un papel importante en la trama, o bien se definen por
la maternidad o bien se despojan de su femineidad para adoptar aspectos y poses
duros, casi masculinos, como la teniente Joshi o la sicaria replicante de
Wallace, Luv (Sylvia Hoeks).
(Finaliza en la siguiente entrada)
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