Suele ocurrir en el cine que en un periodo corto de tiempo, a veces incluso en sólo un año, diferentes cineastas coinciden, por accidente o a propósito, en hacer películas sobre un mismo tema. En el año 2006 le tocó a dos proyectos rivales, ambos ambientados en la época victoriana (aunque uno en Inglaterra y otro en el Imperio Austrohúngaro) y sobre magos rivales: “El Truco Final” y “El Ilusionista”. Los dos propusieron al público una trama enrevesada salpicada de giros y trucos con el fin de hacer creer, al espectador y a los personajes de la propia historia, que alguien había sido asesinado. (También en 2006 aunque con otro registro, se estrenó “The Scoop”, de Woody Alllen, una mezcla de comedia y thriller ambientada en nuestros días y donde uno de los personajes principales es también un mago involucrado en la investigación de unos asesinatos en serie).
En concreto, “El Truco Final” viene firmado por el director Christopher Nolan, quien había ganado una gran prestigio con su segundo título, “Memento” (2000), en el que innovaba el subgénero del thriller narrando a la inversa la investigación que un hombre amnésico hacía del asesinato de su esposa. En 2002, dirigió el remake de una película nórdica, “Insomnio”, ambientada en Alaska y protagonizada por un detective atormentado por la culpa. A continuación, vendría el colosal éxito de “Batman Begins” (2005), que reavivó triunfalmente la franquicia DC. Antes de abordar la siguiente y todavía más exitosa entrega del superhéroe de Gotham, Nolan dirigió “El Truco Final”, colaborando en el guion con su hermano, Jonathan.
En la Inglaterra de finales del siglo XIX, el mago Alfred Borden (Christian Bale) es sentenciado a morir en la horca acusado del asesinato de su rival profesional, Robert Angier (Hugh Jackman). Borden, según se ha establecido, situó un tanque de agua bajo el escenario teatral donde actuaba Angier y durante la función, activó una trampilla que le hizo caer en aquél y ahogarse. Borden, sin embargo, insiste en su inocencia.
Mientras está en prisión aguardando su ejecución, le hacen llegar el diario de Angier y su lectura le lleva a rememorar los eventos que desembocaron en su actual situación. Ambos habían sido compañeros profesionales hasta que Borden, en un arranque de presunción, hizo un nudo en las muñecas de Julia (Piper Perabo), la esposa de Angier, que le impidió soltarse con rapidez y provocó su muerte por ahogamiento durante un espectáculo. Después de eso, ambos se convirtieron en rivales, tratando de superarse el uno al otro sobre el escenario. Angier se vengó de Borden disparándole en la mano durante un truco de “atrapa la bala”, empezando así una escalada de sabotajes mutuos conforme la reputación artística de ambos iba creciendo.
Pero un día, Borden estrena un truco al que llama “El Hombre Transportado”, en el que desaparece por una puerta y aparece casi simultáneamente por otra situada al otro lado del escenario. Angier se obsesiona tratando de averiguar cómo realiza el truco su adversario y hace su propia versión utilizando un doble. Pero el intento acaba mal y, empeñado en conseguir el secreto de Borden, viaja hasta Colorado Springs para solicitar la ayuda de Nikola Tesla, el genio de la electricidad, quien le promete inventar para él una máquina teleportadora.
“El Truco Final” es la muy libre adaptación de una novela, “El Prestigio” (1995), firmada por el escritor británico de ciencia ficción Christopher Priest. En la bibliografía de éste, solo por nombrar unos pocos, encontramos títulos como “Fuga para una Isla en Tinieblas” (1972), ambientado en una Inglaterra distópica del futuro; “El Mundo Invertido” (1974), sobre los habitantes de una ciudad en perpetuo giro sobre su eje; “La Máquina Espacial” (1976), un homenaje a la famosa novela de H.G.Wells en la que el viajero temporal acaba en el Marte de “La Guerra de los Mundos” (1898); “Sueño Programado” (1977), sobre manipulación de la realidad en una Inglaterra totalitaria; o “La Afirmación” (1981), sobre un mundo alternativo soñado. Priest es un sucesor de la tradición británica popularizada por J.G.Ballard, cuyas ficciones subrayan el espacio interior, con especial énfasis en lo relacionado con la percepción.
Ya en 2006, todas las películas de Christopher Nolan parecían incluir personajes consumidos de un modo u otro por una obsesión: Guy Pearce empeñado en encontrar al asesino de su esposa en “Memento”; Al Pacino, en “Insomnio”, trastornado por la falta de sueño debido al perpetuo día del verano boreal y tratando de ocultar su culpa en un asesinato. En “Batman Begins” el protagonismo recaía en un Bruce Wayne atormentado por la muerte de sus padres y obsesionado por la venganza; y en “El Truco Final”, encontramos a dos ilusionistas atrapados en una rivalidad enfermiza que les sumerge en una dinámica de autodestrucción mutua.
“Memento” trataba sobre la desconexión entre la percepción y la realidad, entre la mente y el mundo material. Sus dos siguientes películas, “Insomnio” y “Batman Begins” habían sido algo más convencionales, pero en “El Truco Final”, Nolan vuelve a desafiar al espectador, estructurando y presentando el film como un elegante laberinto de espejos, brillos y reflejos que, como si fuera un truco de magia, durante toda la historia fascinan, distraen, engañan y confunden al público.
Empezando por los personajes protagonistas, Angier y Borden, psicológicamente opuestos: el primero procede de una familia noble y rebosa encanto; el segundo, es de clase humilde y aunque es un mago extraordinario, carece del carisma natural de su adversario. El tema de los dobles permea toda la historia (ATENCIÓN: SPOILER) hasta el final, cuando se descubre que Borden, en realidad, eran dos hombres, dos gemelos, viviendo una sola vida para conseguir la ilusión definitiva. La película termina con la muerte de uno de los gemelos Borden, permitiendo la supervivencia del otro; Angier, por su parte, recorre la senda opuesta: es un hombre que busca desesperada y obsesivamente una forma de replicarse para igualar el truco de su némesis, primero con un doble y luego con versiones de sí mismo creadas por la máquina de Tesla.
El guion de los Nolan permite brillar a ambos personajes sin posicionar abiertamente a ninguno de ellos como héroe o villano. Los dos hacen cosas despreciables para conseguir sus fines (herir al contrario, sabotear su espectáculo, ridiculizarlo, utilizar a la amante como espía, engañar a la esposa mujer respecto a la propia identidad…), pero al principio es quizá más fácil simpatizar con Angier, un hombre destrozado por la muerte de su mujer debido a un error de Borden. De hecho, antes de perder a Julia, Angier transmite la impresión de ser una mejor persona que Borden. Sin embargo y a consecuencia de esa tragedia, el rencor y la obsesión se apoderan de él y acaba cometiendo los peores atropellos desde el punto de vista moral. No vive más que para robarle fama y reconocimiento a Borden y causarle a éste todo el sufrimiento que le sea posible. Es terrorífico ver cómo alguien decente acaba tan corrompido que no tiene inconveniente en encontrar justificaciones para sus terribles crímenes.
Hay quien puede argumentar que Borden alcanza la redención al final de la película. Uno de los gemelos regresa para cuidar de la hija del otro tras la muerte de su esposa, Sara. Sin embargo, difícilmente puede justificarse la decisión de ambos hermanos de vivir como una sola persona, ocultando la verdad incluso a Sara, cuya creciente confusión respecto a los cambios de humor y talante de quien cree su esposo (y que son debidos a que tal rol lo asume uno u otro hermano según las circunstancias), acaba llevándola a la desesperación primero y al suicidio después. Es una actitud la de los Borden desconsiderada, cruel e injusta, motivada únicamente por su enfermiza obsesión por conseguir el engaño perfecto y perpetuo.
Está claro que Christopher Nolan siente una especial predilección por historias que, esté o no justificado por la naturaleza de las mismas, pueda narrar de forma no lineal, empezando por “Memento” y continuando con “Batman Begins”, “Origen” (2010), “Interstellar” (2014), “Dunquerke” (2017) o “Tenet” (2020). Narrativamente, “El Truco Final” funciona como una serie de matrioskas rusas, flashbacks dentro de otros flashbacks que a veces pueden resultar un poco confusos pero que sin duda exigen del realizador y el guionista una minuciosidad de relojero y del espectador una mayor atención de lo habitual. Siendo como es un film sobre ilusiones y magos, “El Truco Final” incluye un nivel de metalenguaje: toda la historia está presentada como un elegante y sofisticado truco con el que engañar al espectador.
Fusionando el tema y la forma, “El Truco Final” reproduce la propia estructura de un truco de magia. El personaje que interpreta Michael Caine, el ingeniero John Cutter, explica al comienzo de la película la anatomía del mismo: “Todo efecto mágico consta de tres partes o actos. La primera parte es la Presentación. El mago muestra algo ordinario: una baraja de cartas, un pájaro o una persona. Os puede invitar a que lo examinéis para que veáis que no hay nada raro, que todo es normal. Pero claro, probablemente no sea así. El segundo acto es la Actuación. El mago con eso que era ordinario, consigue hacer algo extraordinario. Entonces, intentaréis descubrir el truco, pero no lo conseguiréis, porque en el fondo, no queréis saber cuál es. Queréis que os engañen. Pero todavía no aplaudiréis. Que hagan desaparecer algo no es suficiente. Tienen que hacerlo reaparecer. Por eso todo efecto mágico tiene un tercer acto. El más complicado. Este acto es el Prestigio”.
Sin embargo, Nolan quizá no acierta plenamente en distraer por completo al espectador. Tanto la auténtica naturaleza del espectáculo de El Hombre Transportado que realiza Borden como la identidad del misterioso comprador de sus trucos una vez aquél está en la cárcel, son predecibles. De hecho, cuando llega el momento de la revelación del gran secreto de Borden, Nolan no lo presenta con el impacto que hubiera sido deseable, quizá porque el espectador avispado ya se habrá dado cuenta del truco.
Aun cuando las pretendidas sorpresas terminen siendo algo obvias en el desenlace, no se puede negar que “El Truco Final” está muy bien escrito. De hecho, podría decirse que es la película que “El Señor de la Ilusiones” (1995), de Clive Barker, soñó con ser sin conseguirlo. Podría incluso imaginarse “El Truco Final” como un cruce entre “El Señor de las Ilusiones” y su historia de la retorcida muerte de un mago y la resurrección de su rival, con unas pinceladas de “La Mosca” (1986), de David Cronenberg, y sus problemáticas máquinas transportadoras.
Tanto el director de fotografía Wally Pfyster como el diseñador de producción Nathan Crowley hacen un excelente trabajo de ambientación, inspirándose en las imágenes popularizadas por otras obras cinematográficas cuya acción transcurre en la época victoriana, especialmente las protagonizadas por Sherlock Holmes. Incluso y gracias a la introducción de la máquina teleportadora, podría incluirse “El Truco Final” en la categoría de cine Steampunk y su fascinación por los futuros imaginarios levantados sobre la tecnología victoriana del vapor, la electricidad y la arquitectura de hierro. Así, en varias ocasiones de la trama se escenifica la maravilla que despertaba en el público de la época la llegada de la electricidad y los sorprendentes avances que ésta prometía traer consigo.
Relacionado con esto, uno de los aspectos más fascinantes de “El Truco Final” es cómo engarza en la historia el personaje real de Nikola Tesla, interpretado aquí por David Bowie. Tesla (1856-1953) fue un ingeniero eléctrico de origen croata que trabajó para Thomas Edison antes de que su relación se tornara en amarga rivalidad. Hoy se le recuerda sobre todo por su descubrimiento de la corriente alterna, así como por su papel pionero en la transmisión radiofónica –más tarde llevó a juicio a Marconi para alcanzar el reconocimiento por su invento, aunque sin éxito- y las bases de lo que luego sería el radar, entre otras muchas invenciones. Tesla es para muchos casi una figura mística y su inclusión en la historia no resulta del todo inadecuada dado que, en cierto modo, fue un “mago” de la ciencia.
Como los protagonistas, fue un genio de obsesión compulsiva que llevó una vida personal muy extraña y que imaginó artefactos tan osados como rayos de la muerte, máquinas antigravitatorias y cámaras para fotografiar el pensamiento. La ciudad de Colorado Springs, que Angiers visita para contactar con el esquivo inventor, fue en realidad y durante un año el campo de experimentos de Tesla –de hecho, su periodo allí fue aún más extraño de lo que retrata la película, puesto que el inventor afirmó que en su laboratorio experimental recibía señales de radio desde Marte y Júpiter-. Un personaje novelesco, en fin, del que podría hacerse una película realmente extraña sin necesidad de encajar ficción.
El trabajo de orfebrería narrativa de los Nolan correría el riesgo de convertirse en un ejercicio de estilo sin sustancia de no ser por el sobresaliente reparto elegido. Tanto Hugh Jackman como Christian Bale brillan en sus respectivos personajes. Jackman, en una de sus mejores interpretaciones hasta la fecha, interpreta a Angiers como un individuo obsesionado bajo cuya elegante y contenida fachada arde el fuego de la amargura y la venganza. Es especialmente divertido comparar a Jackman encarnando a Angier con el que da vida a su doble en el escenario, un borrachín lenguaraz, demostrando para quien aún tuviera dudas su solidez y versatilidad actoral. Christian Bale, por su parte, había destacado dando cuerpo y voz al sofisticado millonario Bruce Wayne en “Batman Begins” y aquí cambia de registro por completo para dar vida a un hombre huraño de extracción humilde y acento de clase obrera.
El reparto incluye también otros nombres de peso. Michael Caine, habitual en las películas de Nolan, es un actor tan veterano y con tanto carisma que nada malo puede decirse de él. Como el buen vino, no ha hecho sino mejorar con la edad. Son asimismo bienvenidas la inclusión de Andy Serkis y la reaparición de David Bowie después de haber estado ausente, tanto del cine como de la música, desde finales de los ochenta. Scarlett Johansson, en su papel secundario, no acaba de resultar del todo convincente como jovencita británica de clase humilde (especialmente si se la escucha en versión original). Rebecca Hall la supera con mucho en su papel de Sarah, la sensible y progresivamente más atormentada esposa de Borden.
“El Truco Final” es una película a la que el espectador debe acercarse sin expectativas previas porque su mezcla de géneros (drama de época, thriller, ciencia ficción), su estructura narrativa y el juego que propone al público lo hace difícil de clasificar e incluso explicar. Pero en su esencia más básica, es una historia descarnada sobre la identidad y la obsesión y, de hecho, es quizá una de las obras más oscuras de Nolan. No van a encontrarse aquí héroes y villanos claramente delimitados; ni siquiera personajes positivos con los que identificarse. Incluso el final, en el que nadie consigue realmente la redención, está teñido por la amargura y la desesperación. Pero, aun así, es un film muy entretenido, que soporta bien los sucesivos visionados –aun cuando el final, claro, ya no ofrezca la sorpresa del primero-, de factura elegante, narración absorbente y afinado equilibrio entre estilo y contenido.
No es una película de la que tenga buen recuerdo. Aún teniendo las virtudes que comentas, especialmente los dos personajes, su complejidad y matices, así como la labor de los actores, es una película que me decepcionó. Seguramente el pecado original ya está en el libro. El tema es que traiciona su propia base: la prestidigitación es el hacer creer al espectador que algo imposible es posible. La mayoría de los números que se presentan son más o menos elaborados, pero en principio factibles. En cambio, el introducir el elemento fantástico como modo de lograr una ilusión fantástica es decepcionante. En ese sentido me gustó más El Ilusionista, es más honesta con el espectador. O quizás es que entré en la película con el pie cambiado
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