sábado, 25 de diciembre de 2021

1995- STAR TREK: VOYAGER (5)

(Viene de la entrada anterior)

 

Una y otra vez, “Voyager” enterraba los conceptos y premisas interesantes para optar por lo trillado. Ahí tenemos la adopción de los Borg como la gran amenaza recurrente de este tercer año. Habiendo descartado a los Kazon y los Vidianos como antagonistas, los guionistas optaron no por crear una nueva raza que pudiera constituir un peligro real para la nave a lo largo de un periodo dilatado de tiempo, sino que se sirvieron de los más icónicos alienígenas de la era de Rick Berman, presentados en “La Nueva Generación” y que habían jugado un papel relevante en la recientemente estrenada “Primer Contacto” (1996), que cosechó un gran éxito comercial y de crítica.

 

Sí, es cierto que, tradicionalmente, la franquicia Star Trek ha ido heredando especies alienígenas de una iteración a otra. “Espacio Profundo Nueve” adoptó a los Ferengi y los Cardasianos, creados para “La Nueva Generación”; y ésta utilizó a los Romulanos y los Klingons de la Star Trek original. Sin embargo, tanto EPN como LNG no sólo habían contribuido a desarrollar todas esas civilizaciones, sino que también habían creado especies nuevas que captaron el interés y el cariño de los aficionados. Voyager no hizo ni una cosa ni la otra.

 

Los Borg asoman la patita en “Fiebre en la Sangre” para aparecer ya plenamente en “Unidad” y regresar en el último episodio de la temporada, “Escorpión, primera parte”. Sin embargo, en todos los casos, no se propone nada nuevo, sorprendente o simplemente memorable relacionado con esos alienígenas. Los dos primeros episodios mencionados sugieren que la Voyager está internándose en el espacio Borg, algo que quitaría el sueño a cualquier miembro de la Federación; en cambio, los episodios que median entre una y otra aparición, como “Personalidad Oscura” o “Vida Real”, no hacen mención a ello y muestran a una tripulación ocupándose de sus asuntos de forma rutinaria. Tampoco se tiene lasensación de que cualquiera de los alienígenas que la Voyager encuentra entre “Unidad” y “Escorpión” vivan a la ominosa sombra del Colectivo Borg.

 

Pero, sobre todo, ya lo he dicho, “Voyager” se muestra reacio a inventar nada impactante con los Borg. “Unidad” propone una idea interesante ya sugerida en episodios anteriores de “La Nueva Generación” como “Descenso”: ¿Qué ocurriría si colapsara el Colectivo Borg? Es un concepto del que podrían derivarse docenas de historias con las que abordar todo tipo de cuestiones sociopolíticas en una época, la segunda mitad de los noventa, en la que hacía poco se había vivido la desintegración de la antigua Unión Soviética. Hubiera resultado también coherente con la idea de un Cuadrante Delta equivalente a nuestro Tercer Mundo, una región habitada por potencias menores y alejada de los grandes imperios dominantes en los Cuadrantes Alfa y Beta.

 

En cambio, “Unidad” deja claro que lo único que ha colapsado es una nave Borg y que el Colectivo sigue siendo una amenaza a tener en cuenta. Esto da lugar a todo tipo de problemas a la hora de construir historias subsiguientes alrededor de los Borg, en especial, el grado de peligrosidad real de esa especie. Y es que la tripulación de la Voyager los derrotarán o esquivarán con su astucia una o dos veces por año a pesar de ser tan sólo una pequeña nave alejada de su hogar y sin ningún tipo de apoyo. Para colmo, “Escorpión. Primera Parte” presenta unos alienígenas todavía más poderosos y capaces de arrollar a los Borg sin aparente esfuerzo.

 

Esta dependencia de los Borg es un síntoma de la falta de inventiva de “Voyager”. Pero no es el único. “Los Q y la Vejez” toma prestado de “La Nueva Generación” a su más carismático alienígena y es, de facto, una versión del episodio de aquélla “Qpido”. “Macrovirus” es una copia de “Génesis” y “La muerte de Kathryn Janeway” es un híbrido de “Causa y Efecto”, “La Próxima Fase” y “Tapiz”. Y estos son solo los ejemplos más evidentes de la tendencia de esta tercera temporada a recalentar historias pasadas. El intercambio con un cuerpo malvado ya era un cliché de la franquicia cuando lo utilizó “Espacio Profundo Nueve” en el episodio “La Misión” de su quinta temporada, pero “Voyager” lo recicla una vez más en “El Señor de la Guerra”. En “Alter Ego”, la holocubierta se vuelve loca y en “Fiebre en la Sangre” hay claros rastros de “Tiempo de Amok”. Para ser una serie sobre una nave que exploraba nuevos territorios, todo lo que aparecía en “Voyager” resultaba muy familiar. Por primera vez en la historia de la franquicia, no parecía existir auténtico interés en aportar algo nuevo, explorar conceptos e ideas diferentes, sino de refugiarse en la comodidad de lo conocido.

 

En algunos momentos, el conservadurismo narrativo se solapaba con el político y moral. Para ser una serie ambientada en un siglo XXIV supuestamente más liberal, “Voyager” exhibía de vez en cuando ramalazos bastante reaccionarios, sobre todo en lo relativo a la sexualidad. Episodios como “Fiebre en la Sangre” o “Personalidad Oscura”, contenían el mensaje de que la represión sexual es algo indeseable, pero cuando se trataba de la identidad sexual, cundía el pánico y se buscaba el refugio de la pacatería. A esto se añadían los ocasionales destellos de misoginia. En tres episodios consecutivos de mitad de temporada, B´Elanna Torres sufre algún tipo de maltrato por parte de sus compañeros varones: Vorik en “Fiebre de Sangre”, Chakotay en “Unidad” y el Doctor en “Personalidad Oscura”, ninguno de los cuales es castigado por su comportamiento. Por no hablar de la obsesión de Q por tener relaciones sexuales con Janeway o el detestable retrato de la Q femenina en “Los Q y la Vejez”, la psicoacosadora de “Alter Ego” o las sirenas de “El Hijo Predilecto”.

 

Hay también algo turbio con el empeño de esta tercera temporada en sexualizar a Kes. La actriz Jennifer Lien empieza a vestir un ajustado mono y se deja crecer el cabello en contraste con esa apariencia élfica, casi infantil, que había exhibido en las dos primeras temporadas. Su aspecto aquí es una especie de transición entre la Kes inocente e infantilizada de los comienzos de la serie y la exuberancia sexual de Siete de Nueve a partir del segundo episodio de la cuarta temporada. 

 

Lo cierto es que Kes siempre había sido un personaje problemático. El tono abusivo de su relación con Neelix en episodios como “Retorcidos” o “Celos” resultaba bastante incómodo. Sin embargo, la tercera temporada decide presentarla como una mujer con intereses sexuales pese a ser sólo una niña en relación a la edad del resto de los personajes. Hay un turbio subtexto en episodios como “El Señor de la Guerra”, “Personalidad Oscura” o “Antes y Después” en el sentido de que sugieren que todas las figuras paternas que rodean a Kes sienten en el fondo algún tipo de atracción sexual por ella.

 

Resulta algo descorazonador que la primera serie de la franquicia que tuvo una responsable femenina (Jeri Taylor) y cuyo líder es una mujer (la capitana Janeway), haga gala de un sexismo tan evidente. Dada la demografía del reparto y el equipo técnico y de producción, “Voyager” debería ser un programa progresivo y de mente abierta. Esto es aplicable no sólo a la sexualidad, sino también a la política. En “Desplazados”, por ejemplo, se presenta a los inmigrantes como un peligro cuando la nave recoge a unos viajeros alienígenas aparentemente inofensivos que, en realidad, tienen como objetivo sustituir en sus puestos a la tripulación.  

 

Jeri Taylor reconoció en una entrevista a la revista “Cinescape” que “El Voyager tiene una tripulación realmente buena, pero no se ríen juntos, no bromean, no se divierten”. Y es que las encuestas mostraban que los espectadores veían a los personajes como auténticos profesionales, sí, pero también carentes de carisma. Episodios como “Los Q y la Vejez” trataban de incluir algo de humor, con resultados, ya lo he indicado, discutibles. Si bien Taylor trataba de contentar a los aficionados tomándoles el pulso y dándoles lo que parecían demandar, no siempre lo conseguía. Uno de los “grupos de presión” más ruidoso eran los miembros del club de fans de la Capitana Janeway. “Eran gente muy organizada, militante, incluso estridente, que se sentían con el derecho a dictar quién era Janeway y cómo debería comportarse en cualquier situación. Cuando escribí la novela “Mosaico” (en 1996), la historia del pasado de Janeway, la odiaron y me lo hicieron saber. Se negaron a asumir que su amada capitana pudiera tener momentos de debilidad o problemas a los que sobreponerse. Naturalmente, estaban equivocados”.

 

En esta temporada, el Doctor, gracias a un emisor holográfico portátil inventado en “El Fin del Futuro”, pudo por fin salir de los límites de la enfermería y acompañar al resto de sus colegas en misiones de campo. También se apuntó en varios episodios a un romance entre Paris y Torres. Sin embargo, otros miembros del reparto creyeron que los guionistas no habían prestado la merecida atención a sus personajes. Por ejemplo, Garret Wang, que se quejaba de que Harry Kim seguía sin ir más allá de las pocas líneas que lo habían definido desde el principio: un buen chico, hijo único, que ama a sus padres y es amado por ellos, le gusta tocar el violín, es un graduado de la Academia de la Flota y este es su primer destino.

 

Lo mismo pensaba Robert Beltran respecto a su Chakotey. Ya comenté en una entrada anterior que el actor no tenía pelos en la lengua y en este punto llegó a indisponerse con Brannon Braga (se burlaba abiertamente de sus diálogos en el pase de las tomas diarias), quien decidió marginarlo en sus guiones. Beltran llegó a afirmar: “Creo que tenían la impresión de que todos los actores estábamos completamente entusiasmados semana sí y semana también, episodio tras episodio. Se engañaban. Muchos de nosotros nos cansamos de la forma en que estaban llevando el programa. Te pagan bien y es un trabajo estable, pero es como ser un deportista de la NFL (la Liga de Fútbol Americano). Estás en el último equipo de la clasificación, tienes un excelente grupo de compañeros, pero no haces más que perder partidos”.

 

Kenneth Biller, guionista y más adelante showrunner de “Voyager”, se lamentaba del conservadurismo de Rick Berman, que rechazaba cualquier planteamiento que creyera iba “en contra” del espíritu de Star Trek. “Voyager” no tenía al frente a alguien como Michael Piller (en “La Nueva Generación”) o Ira Steven Behr (en “Espacio Profundo Nueve”), capaces ambos de convencer al productor para explorar nuevos territorios, formatos o ideas.

 

Aunque esta tercera temporada de “Voyager” esté compuesta principalmente y como he dicho, de historias arquetípicas, también está muy anclada en su época. “Espacio Profundo Nueve” tiene cierta cualidad atemporal que le ha permitido envejecer muy bien, pero “Voyager” es claramente hija de los 90 del pasado siglo. Después de todo, el episodio doble “El Fin del Futuro” fue la primera vez que una tripulación de Star Trek viajaba al “presente” desde “Star Trek IV: Misión Salvar la Tierra” (1986), una premisa que repetirán en “La Puerta del Milenio”, en la quinta temporada.

 

En ciertos episodios pueden vislumbrarse preocupaciones propias de aquella década. “El Conducto” es una historia sobre los horrores de la justicia punitiva que aparece en un momento en el que el sistema penitenciario de California se hallaba al límite del colapso. Como ya se había hecho en episodios de la segunda temporada utilizando a los Kazon, la preocupación por el comportamiento potencialmente criminal de los adolescentes es filtrada en “Vida Real” por una lente racista en la forma de jovencitos Klingon. “Unidad” hace referencia al hundimiento de la Unión Soviética y la xenofobia de “Desplazados” evoca la ferviente política anti-inmigración instaurada en la California de entonces.

 

Las teorías conspirativas abundan en la tercera temporada de “Voyager”, ya estén protagonizadas por los militares en “El Fin del Futuro” o se trate de desastres naturales provocados en “Discusiones”; o intentos de ocultar evidencias científicas en “Origen Distante”. Son un reflejo de la moda entonces boyante en la cultura popular y que también afloró en series como “Expediente X” (1993-2002) o las películas de Oliver Stone. El tema de la memoria cultural está implícito tanto en “Orígenes Distantes” como en “Recuerdos” y volverá a surgir en otros por venir.

 

Quizá el aspecto más noventero de esta tercera temporada sea su preocupación por el fin de la Historia. Hay varios episodios en los que se ofrecen destellos del futuro, como “El Fin del Futuro” o “Antes y Después”. En cada caso, se subraya lo poco que han cambiado las cosas: en el primero, vemos una Flota Estelar del siglo XXV y en el segundo un Voyager seis años en el futuro y prácticamente idéntico.

 

En 1992, Francis Fukuyama había publicado “El Fin de la Historia y el Último Hombre”, en el que proponía la tesis de que, tras la desaparición de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, la Historia, como lucha de ideologías, había terminado. La democracia liberal había triunfado y nada podría derribarla. “Voyager” parece abrazar esa filosofía, mostrando en esos vistazos al futuro que todo permanecerá ya estable y constante. Un enfoque, por cierto, que contrasta con la quinta temporada de “Espacio Profundo Nueve”. Por supuesto, la realidad histórica de las últimas tres décadas no ha tratado bien las teorías de Fukuyama, demostrando que las democracias están expuestas a múltiples peligros, internos y externos, y que no todos los países han de culminar necesariamente en un paraíso liberal y democrático.

 

En cualquier caso, lo que sí fue esta tercera temporada fue el final de la Era Dorada de Rick Berman, el punto en el que la franquicia dejo de esforzarse por mantener la innovación que había sido su estandarte desde finales de los ochenta. 

 

(Continúa en la siguiente entrada)

 

 

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