Desde hace mucho tiempo, circula por la comunidad científica esa teoría que asegura que probablemente sepamos más sobre el espacio que sobre los océanos de la Tierra. Por supuesto, no hay forma de demostrarlo ya que no tenemos ni idea de cuán grande es realmente el universo. Pero si la inmensidad del espacio puede inspirar historias sobre otros seres, inteligentes o no, pero muy distintos de nosotros, no debería sorprendernos que escritores y cineastas imaginen que las profundidades inexploradas del mar puedan también albergarlos.
Así lo supieron ver desde Arthur C.Clarke a James Cameron pasando por John Wyndham… o el escritor alemán Frank Schätzing, que, cuando en 2004, publicó su ecothriller de CF titulado “El Enjambre” (“Der Swarm”), se convirtió en un superventas no sólo en su país natal sino a nivel internacional, vendiendo 4,5 millones de copias y traduciéndose a veintiséis idiomas. Por eso no fue ninguna sorpresa que Uma Thurman y los productores alemanes Michael Souvignier, Ica Souvignier y Till Grönemeyer compraran los derechos cinematográficos en mayo de 2006. Un año después, anunciaron que ya se estaba preparando la película, con guión de Ted Tally (“El Silencio de los Corderos”) y financiación de Dino De Laurentiis. Estimaron que la fecha de estreno sería 2015, pero ya nunca más se supo.
Los derechos debieron cambiar de manos en algún momento entre ese año y 2021, porque fue entonces cuando el canal público alemán ZDF anunció la producción de una adaptación en forma de miniserie televisiva. La cadena se asoció con France Télévisions, RAI, la austriaca ORF, la suiza SRF, la sueca Viaplay Group y la nipona Hulu Japan para producir, con un presupuesto de 40 millones de euros, la que se convirtió en la miniserie más cara de la historia de la televisión alemana y una de las más costosas jamás rodadas en Europa. El proyecto fue una sorpresa dado que las cadenas públicas europeas no son precisamente conocidas por financiar programas muy costosos dirigidos a un público principalmente joven. De hecho, en su país de origen, la ZDF es conocida sobre todo por sus sensibleras adaptaciones de las novelas románticas de Rosamunde Pilcher. Y esa fue una de las críticas que Schätzing dirigió contra la adaptación de su libro: que había endulzado demasiado su contenido.
La serie (titulada en España “El Quinto Día”), de ocho episodios de unos 40-45 minutos de duración, se presentó en el Festival de la Berlinale de 2023 y su estreno internacional tuvo lugar en Bruselas unos días después, el 1 de marzo. La elección de esa ciudad fue muy apropiada habida cuenta del reparto multinacional que intervenía en la serie, participando actores y actrices de múltiples razas procedentes de Alemania, Bélgica, Italia, Canadá, Finlandia, Japón o Inglaterra, por nombrar sólo algunas de sus naciones de procedencia. Además, aunque el rodaje se llevó principalmente a cabo en Italia y, para las escenas submarinas, en unos estudios belgas, se filmaron escenas en nada menos que trece países. Este es uno de esos casos en los que, aun cuando la serie tiene cierto tufillo norteamericano (al fin y al cabo, el showrunner era Frank Doelger, uno de los responsables de “Juego de Tronos”), la diversidad racial está integrada de forma absolutamente natural, dado que los personajes son científicos de diversos puntos del planeta enfrentados a una amenaza global.
En el buque de investigación Thorvaldson, en el mar de Noruega, el capitán Jasper Alban (Oliver Masucci) recibe al helicóptero en el que llega el profesor e investigador noruego Sigur Johanson (Alexander Karim). Su labor es asesorar a Tina Lund (Krista Kosonen), antigua amante suya que ahora trabaja para una empresa energética llamada Hovedstad, evaluando el posible impacto ecológico que sobre la zona tendrían unas posibles prospecciones. Los drones han descubierto una nueva especie de gusano de hielo de metano (Sirsoe methanicola) que no sólo se reproduce rápidamente sino que son mucho más grandes que otras especies similares en esa latitud. Se alimentan de las bacterias del lecho marino y éstas también parecen estar multiplicándose a un ritmo acelerado.
Tras informar a sus jefes en Hovedstad de que se han descubierto dos nuevas especies cuyo área de distribución se ignora, Tina y Sigur regresan al Thorvaldson. Cuando se realiza una perforación de prueba para tomar una muestra, se libera una bolsa de metano que a punto está de hundir el buque.
Por otra parte, Charlie Wagner (Leonie Benesch), es una doctoranda en biología marina que, en castigo por su temperamento rebelde, ha sido enviada a pasar una temporada monitorizando boyas en el Atlántico Norte desde un faro de la costa de las Islas Shetland. Dos amigos suyos, Jess (Andrea Guo) y Tomas (David Vormweg), la visitan antes de unirse al equipo del buque de investigación Juno, que va a zarpar de Islandia. Poco después, en plena noche y sin previo aviso, el barco es rodeado por algún tipo de sustancia fosforescente y se hunde en cuestión de segundos.
En la isla de Vancouver, en la Columbia Británica, Leon Anuwak (Joshua Odjick) trabaja como cetólogo. Las ballenas de la zona están registrando un comportamiento anómalo y una de ellas, una jorobada, ha llegado incluso a lanzarse contra un barco de turistas, devorando a continuación las orcas a muchos de quienes iban a bordo. Otra ballena se lanzó contra uno de los dos remolcadores que guiaban al carguero Barrier Queen hacia el puerto. Este último, además, llevaba el timón completamente cubierto por mejillones de una nueva especie, algo imposible en un trayecto relativamente corto como el que había realizado.
En un restaurante de Saint-Jean-de-Luz, el pueblo pesquero más meridional de la costa atlántica francesa, un chef está preparando una langosta cuando la criatura explota y lo rocía con un líquido. Dos de sus compañeros de trabajo se deshacen del crustáceo metiéndolo en el triturador. Los tres mueren poco después tras sufrir vómitos, fiebre alta y diarrea aguda. El caso llega a conocimiento de la doctora Cecille Roche (Cécile de France), una bióloga molecular, que descubre que la causa de la muerte ha sido una nueva cepa de vibrio vulnificus, una bacteria que produce una toxina al entrar en contacto con la sangre. Este tipo de infecciones rara vez son mortales en humanos, porque nuestra sangre contiene células que devoran el virus, pero la nueva cepa supera este problema consumiendo rápidamente la sangre con la que entra en contacto. En poco tiempo, el creciente número de infecciones reportadas deja claro que el suministro de agua ha quedado infectado.
En Ginebra, el doctor Johanson se reúne con Riku Sato (Takehiro Hira), que trabaja para el multimillonario naviero japonés Aito Mifune (Takuya Kimura), entre otras muchas cosas, propietario del buque Barrier Queen. El científico comparte con el magnate información sobre la nueva especie de gusanos de hielo, enterándose a su vez de que se han encontrado animales similares en el talud continental frente a la costa sureste de la India y en la costa sur de Shioku, en Japón. Han proliferado en tan enorme cantidad, además, que están debilitando el lecho marino de unas zonas ya de por sí proclives a experimentar deslizamientos tectónicos.
Siguen produciéndose fenómenos cada vez más sobrecogedores: una invasión de medusas en los canales de Venecia, otra de cangrejos muy agresivos en una localidad costera de Sudáfrica, un tsunami en el Atlántico Norte y otro en Nigeria que matan a millones de personas y provoca movimientos migratorios sin precedentes…
En la Isla de Vancouver, Leon realiza la autopsia a una orca varada en la playa y encuentra una sustancia desconocida en el tronco encefálico de la criatura. También observa que los ataques a barcos han ocurrido a lo largo de la ruta migratoria de las ballenas. Para recopilar más datos, Leon coloca una cámara en la espalda de una ballena dormida y la recupera después para revisar las imágenes, que muestran a un grupo de cetáceos sumergiéndose a profundidades inéditas y reuniéndose alrededor de un fenómeno bioluminiscente.
Poco a poco, todos estos científicos, apoyados por Mifune –dispuesto a invertir dinero para averiguar la verdad para reducir los riesgos de sus operaciones mercantiles- irán entrando en contacto unos con otros para compartir sus hallazgos y elaborar una teoría que intente explicar la cadena de extraños fenómenos antes de que los océanos se vuelvan impracticables para los humanos.
Con un reparto tan coral, es difícil destacar a algún actor o actriz en particular. Alexander Karim, que interpreta al biólogo Sigur Johansson, dijo en una entrevista que “La ciencia es la verdadera estrella”. Y así es. Este es un buen ejemplo de CF dura: prácticamente todos los personajes con una mínima importancia son científicos y la historia, punteada por momentos espeluznantes en los que parece que la Naturaleza se rebela contra el Hombre, consiste básicamente en contarnos cómo cada uno de estos hombres y mujeres realizan la investigación en el campo de su especialidad para luego poner en común sus descubrimientos y tratar de hallar una explicación primero y una solución después. La serie consigue alcanzar ese delicado equilibrio entre ser científicamente rigurosa y no caer en aburridos segmentos expositivos.
Pero los espectadores no solo necesitan ciencia para poder disfrutar de una historia. De ahí el intento –y la correspondiente crítica antes apuntada del autor de la novela- de adornar la serie con un cierto grado de drama, dándoles a los personajes diferentes contextos emocionales: la doctora Roche está divorciada y la crisis la obliga a separarse de sus dos hijos; Sigur y Tina han compartido una relación intermitente corrompida por el trabajo de ella para una empresa irresponsable; Charlie pierde en el tsunami a su recién encontrado amante, un pescador de las Shetland y en el hundimiento del Juno a su mejor amiga; Rahim, uno de los investigadores compañeros de Charlie, no se atreve a abandonar a su pareja, enfrentarse a su profesora o unirse al grupo en una misión quizá sin retorno; por el contrario, la astrofísica Samantha, sigue su instinto y se incorpora a la misión apoyada por su novia; Sofía tiene a su madre enferma pero su trabajo, que la lleva por todo el mundo, no le permite cuidarla como le gustaría y se siente culpable...
No obstante, esta dimensión, digamos, personal, no acaba de funcionar bien. El espectador mantiene la atención en la serie no por las tragedias y dilemas personales de los protagonistas –que se concentran sobre todo entre los episodios 3 y 6- sino por el suspense que genera la inseguridad creciente en el mar, la impredictibilidad del siguiente fenómeno o catástrofe y el misterio tras todo lo que está ocurriendo. Los interludios emocionales pueden humanizar algo más a quienes de otro modo no serian sino peones poco empáticos al servicio de una trama bastante fría centrada exclusivamente en la resolución un enigma (como era el caso, por ejemplo, de “La Amenaza de Andrómeda”, 1971), pero también ralentizan el ritmo e, incluso, en algunos casos, se antojan innecesarios dado que la serie, con solo ocho episodios, no va a poder darles el recorrido adecuado.
Otro punto no del todo bien resuelto por los guionistas – y que, junto a la introducción de los dramas personales, provocó la temprana desvinculacion de Schätzing del proyecto- es el no haber sido capaces de actualizar un libro de comienzos de siglo al contexto actual. La premisa principal se centra en un desastre global, algo que, tras haber pasado la pandemia del COVID-19, no resulta del todo inverosímil. Pero se deja de lado, por ejemplo, el factor explosivo de las redes sociales que todo desastre masivo genera hoy en día.
Adaptar la historia a los cambios sociales y geopolíticos acontecidos desde comienzos de siglo también habría mejorado la historia. En 2004, algunas de las ideas de Frank Schätzing todavía sonaban absurdas y los eventos paralelos que describía en la novela parecían bastante inverosímiles. Pero ya estamos conviviendo con algunos de los problemas que el libro presentaba como mera especulación dramática. ¿Acaso no hemos pensado alguna vez en los últimos años que la Naturaleza está volviéndose contra nosotros, respondiendo a nuestras agresiones? Por ejemplo, ya no tenemos que perforar en los hidratos de metano para desestabilizarlos porque de eso ya se encarga el constante aumento de las temperaturas oceánicas. Un cambio al que también han reaccionado muchas especies de ballenas, modificando sus comportamientos. Y en cuanto a la crisis climática, que el propio Frank Schätzing llamaba en su libro "la supercrisis", ya no es un escenario sacado de una novela de terror científico sino una realidad.
Por otra parte, el papel de las autoridades en toda la crisis se deja bastante de lado, limitándose a mostrar una comisión internacional reunida a toda prisa en Ginebra cuando resulta ya imposible obviar la conexión entre todas las catástrofes y fenómenos y que está compuesta por individuos que más parecen políticos que expertos, mostrándose escépticos ante cualquier teoría que les obligue a actuar de forma contundente y, por tanto, poner en riesgo su posición. En cambio, es un potentado japonés el que asume la tarea de financiar la investigación propuesta por los protagonistas y que podría llevar al descubrimiento de algo jamás imaginado.
El final puede resultar algo brusco y abierto y, desde luego, no han sido pocos los espectadores que han mostrado su insatisfacción y demandado una segunda temporada que cierre mejor la historia, nos muestre el destino de los personajes y cómo su descubrimiento afecta a nuestro conocimiento del planeta. (ATENCIÓN: SPOILER A PARTIR DE ESTE PUNTO). Básicamente, los científicos dirigidos por Johansson llegan a la conclusión de que todos los fenómenos responden a una inteligencia que está atacando al hombre, tratando quizá de expulsarlo de los mares y alejarlo de las costas. Analizando las frecuencias grabadas cerca del Juno y las ballenas monitorizadas por Leon, creen que pueden establecer comunicación con ella. La bautizan YRR y exponen su teoría ante la Comisión Internacional, que la encuentra demasiado atrevida y se niega a prestarles apoyo. Es Mifune el que fleta el Thorvaldson y reune al equipo que deberá viajar hasta el Ártico –la zona donde con mayor probabilidad habita la inteligencia- para establecer un primer contacto y convencer a ese ser -o seres- de que deben llegar a algún tipo de acuerdo.
En la novela, la bióloga marina lanza al mar el cadáver infectado por YRR de una periodista de televisión española. Pero ese final no satisfizo a los guionistas, que pensaron que el sacrificio de un cadáver (un obvio intento de engañar a la inteligencia marina) no era un compromiso lo suficientemente convincente por parte de los investigadores, que deseaban a toda costa demostrar que querían comunicarse y que la muerte que habían causado a un segmento del YRR había sido accidental. Así que optaron por terminar la serie haciendo que sea Charlie la que se sacrifique ahogándose al salir del minisubmarino y siendo abrazada por el YRR que, apaciguado, decide salvar al Thorvaldson. La última escena nos muestra a Charlie arrastrada a la orilla de una playa del norte de Europa, despertando y mostrando que sus ojos son ahora azules. Fin.
La novela, sin embargo, continúa a partir de ahí. Un año después, la humanidad todavía se está recuperando del conflicto con la YRR. La revelación de que los humanos no somos la única forma de vida inteligente en la Tierra ha sumido a la mayoría de los grupos religiosos en la confusión, mientras que partes del mundo todavía padecen la epidemia que el YRR envió para destruir la amenaza a su entorno. Los hombres, por tanto, se enfrentan a la ardua tarea de reconstruir su sociedad, su industria e incluso su escala de valores y cosmovisión, evitando entrar en conflicto con la superpotencia que siempre nos va a vigilar bajo el mar.
Este final podría dar lugar a una segunda temporada de la serie, pero lo más probable es que no fuera tan interesante como la primera. Por el momento no hay planes al respecto. No sólo la primera temporada tiene un final –guste más o menos- sino que, como decía al principio, supuso un inmenso esfuerzo financiero y de producción a nivel internacional y no es probable que ese consorcio de cadenas públicas –que, en principio, deberían estar más interesadas en la calidad del producto que en el potencial comercial del mismo- traten de seguir ordeñando la misma vaca. (FIN SPOILER).
Una serie, en fin, con una realización técnica muy notable, que sabe mantener el interés, que nos presenta ciencia y científicos creíbles y que nos anima a reflexionar y debatir sobre nuestra responsabilidad personal y colectiva respecto al medio ambiente. Ahora, como en el momento en que se publicó originalmente la novela, seguimos ejerciendo una presión extrema sobre los océanos a través de la sobrepesca, los vertidos, la basura y la destrucción de hábitats, por no hablar de la fusión de los hielos polares y la destrucción de las barreras de coral. Este ecothriller de CF con sustrato filosófico dirige nuestra mirada hacia los océanos, recordándonos que, sin ellos, nuestra supervivencia no ya como civilización global sino como especie, sería imposible.
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