domingo, 17 de mayo de 2020

1948- MONO Y ESENCIA – Aldous Huxley


La mayoría de la ficción escrita por Aldous Huxley es muy distinta en contenido y estilo a su obra más insigne y conocida, “Un Mundo Feliz” (1932). El escritor, sin embargo, volvió a utilizar la mezcla de sátira y crítica social en un marco de ciencia ficción en otras novelas, como “La Isla” (1962) o esta que ahora comentamos, “Mono y Esencia”, una historia pesimista, incluso terrorífica a ratos, ambientada en una distopía futurista. Pero no una derivada de la estricta planificación social como era el caso de “Un Mundo Feliz”, sino de la destrucción y el caos derivados de una guerra nuclear.



Al leer “Mono y Esencia”, es imposible no darse cuenta de las razones por las que esta obra ha quedado oscurecida por “Un Mundo Feliz”. En primer lugar, no se trata de una novela convencional. Como veremos, tiene una estructura irregular cuyo cuerpo central pretende ser el supuesto guión de una película postapocalíptica rechazado por los estudios de Hollywood.

Hay que recordar que el propio Huxley trabajó para el mundo del cine como guionista sin cosechar demasiado éxito con versiones de la vida de Marie Curie, “Jane Eyre” u “Orgullo y Prejuicio”. Es más conocido el guión que le encargó Walt Disney para llevar a la pantalla “Alicia en el País de las Maravillas”, de Lewis Carroll, un proyecto al que el cineasta llevaba dándole vueltas desde hacía décadas. A finales de 1945, Huxley entregó su guión, una combinación de acción real y animación, pero todo el cariño que vertió en ese trabajo se estrelló contra la incomprensión de Disney, que lo encontró excesivamente literario y mayormente incomprensible. La película que finalmente se estrenó en 1951 no retuvo nada de lo aportado por Huxley. Quizá fue esa decepcionante experiencia lo que llevó al escritor a imaginar el truco del guión desechado con el que empieza la novela.

“Mono y Esencia” se abre en 1947, con dos ejecutivos cinematográficos, Bob Briggs y Lou Lublin, conversando sobre el affaire extramatrimonial del primero el día del asesinato de Gandhi. Mientras pasean por los estudios de cine para los que trabajan, junto a ellos pasa un camión cargado de guiones rechazados con destino al incinerador. Algunos de ellos caen al suelo y uno en concreto les llama la atención, “Mono y Esencia”, firmado por un tal William Tallis. Tan intrigados quedan al leer sólo un par de páginas, que deciden ir a visitar a su autor, residente en Murcia, California. Al llegar a su remoto domicilio en el desierto –y que se ajusta a la descripción de la casa en la que vivió Huxley mientras escribió esta novela-, se enteran de que Tallis ha muerto. A continuación, Lublin le rinde homenaje reproduciendo en su totalidad el susodicho guión, que ocupa el resto del libro.

Aunque la acción está ambientada en una distopía postapocalíptica formada tras una Tercera Guerra Mundial, tiene todo el sabor de una tragedia griega, con frecuentes interrupciones de un coro e inserción de poemas y comentarios de un narrador omnisciente. Tratándose de un guión, también incluye las acotaciones necesarias para ayudar al realizador en la puesta en escena.

La trama principal de la historia transcurre en 2108 y está protagonizada por el doctor Alfred
Poole, un botánico participante en una expedición a California con origen en Nueva Zelanda, un país cuyo aislamiento geográfico y escasa importancia estratégica lo salvaron de la destrucción. Su misión y la de sus colegas expertos en otras disciplinas, es explorar la situación de aquellas partes del mundo en las que el nivel de radiación es ya aceptable. La mayoría de los científicos son asesinados por los salvajes que ahora moran entre las ruinas de Los Ángeles, pero Poole, aunque resulta capturado, consigue salvarse e incluso lograr cierta reputación gracias a que propone al líder local aplicar sus conocimientos a la obtención de mejores cosechas –tarea nada sencilla en un suelo contaminado por radiación y con semillas igualmente afectadas-.

Poole se encuentra viviendo en el seno de una sociedad que adora a Satán. Los salvajes, a los que se presenta por primera vez saqueando las tumbas de un exclusivo cementerio, interpretan la antigua guerra como un periodo en el que Satán se apoderó del mundo. “¿Cuál es el principal fin del hombre? Respuesta: El principal fin del hombre es aplacar a Belial, humillarse ante Su Enemistad y evitar la destrucción tanto tiempo como sea posible”. Los clérigos, eunucos sudorosos envueltos
en cuero de cabra, ocupan el estrato superior de un estricto sistema de castas mientras que la gente común vive en un estado de casi esclavitud.

Los libros se queman como combustible y los bebés que nacen con alguna mutación considerada inaceptable son asesinados. Naturalmente, las mutaciones son casi universales habida cuenta de la omnipresente radiación, así que se ha establecido un criterio tan absurdo como cualquier otro: se sacrificarán aquellos niños que nazcan con más de siete dedos o más de tres pares de pezones. Y utilizo la palabra “sacrificio” en su sentido estricto, ya que las criaturas no se limitan a sufrir una muerte rápida y piadosa sino que son acuchillados anualmente en una masacre ritual en honor a Belial –el nombre preferido de Satán en esa cultura, aunque también se refieren a él como Mammon o Señor de las Moscas entre otros-.

La reproducción está estrictamente controlada. Las mujeres son consideradas meras “vasijas”, máquinas reproductoras que son obligadas a llevar ropa con la palabra “NO” cosida estratégicamente a la altura de sus partes pudendas. El Practicante de Ciencia Satánica las describe como “la enemiga de la raza,
castigada por Belial y causa del castigo de todos los que sucumben a Belial en ella”. Las prácticas sexuales están prohibidas a excepción de las autorizadas en el curso de unas orgías masivas que sólo se celebran una vez al año: tras asesinar a todos los niños mutados nacidos a raíz del último acto de este tipo, el Archivicario de la Iglesia de Belial termina su plegaria con “Sea su maldición con vosotros” y la multitud explota a continuación en una furia hedonista de violaciones y abandono carnal.

La mayoría del diálogo de contenido filosófico de la obra se produce entre Poole y el Archivicario durante los infanticidios rituales, en la forma de una extensa conversación análoga a la que en “Un Mundo Feliz” sostienen John el Salvaje y Mustafá Mond. El resto de las experiencias de Poole se narran, como he dicho, intercaladas por reflexiones del Narrador y cortas secuencias con los babuinos, que pasean atados con correas clones de Einstein y otros científicos obligados a llevar a cabo sofisticados ataques biológicos contra grupos babuinos enemigos. Aunque no se explicita qué o quiénes son los
simios, la alegoría está clara: simbolizan la sociedad que terminó destruida por la guerra nuclear y que era la misma en la que Huxley vivía en aquel momento.

Al final, Poole encuentra la tumba de William Tallis, el guionista, que, por tanto, insertó su propia muerte en el libreto –aunque en una localización diferente-, profetizando su propia muerte y cerrando lo que, en último término, no parece sino la introducción a una narración más amplia que nunca llegó a terminar.

“Mono y Esencia” fue escrito cuando aún no sin retirarse del todo los cascotes de la destrucción provocada por la Segunda Guerra Mundial, ya empezaba a olfatearse la potencial aniquilación global que podrían causar las nuevas armas nucleares en el siguiente conflicto. Huxley utilizó esta obra violenta y sexualmente explícita como vehículo surrealista de su amarga decepción por la naturaleza humana. No puede extrañarnos. En el curso de su vida y en menos de treinta y cinco años, Huxley vivió dos guerras calamitosas que se llevaron por delante millones de vidas y que no sirvieron para aprender la lección, sino para inventar nuevas máquinas de destrucción
que prometían hacer de los siguientes conflictos choques de una magnitud inimaginable. Aunque la ficción postapocalíptica tenía ya muchas décadas de existencia, nunca antes la humanidad había estado tan cerca de semejante posibilidad. “Mono y Esencia” es la respuesta de Huxley a la nueva amenaza nuclear.

Así, en las primeras escenas del guión encontramos a los científicos retratados como víctimas de una relación tóxica con la sociedad a la que pertenecen, representada por los babuinos. Faradays, Einsteins, Lavoisiers o Pasteurs son paseados con correas, humillados públicamente y apalizados para divertimento popular. Pero los científicos, a los que los babuinos utilizan para fabricar armas, no son aquí solamente víctimas inocentes sino incautos ansiosos por recibir la aprobación popular. El narrador comenta:

“Biólogos, patólogos, fisiólogos… aquí los tenéis, después de una dura jornada de trabajo en el laboratorio, llegando a su hogar, al seno de la familia. Un abrazo de la dulce esposa. Unos brincos con los nenes. Comida tranquila con unos amigos, seguida de un rato de música de salón o inteligente conversación
sobre política o filosofía. Luego, a las once, a la cama y a los familiares éxtasis del amor matrimonial. Y en la mañana, después del jugo de naranja y la granuja, ahí van de nuevo a su tarea de descubrir de qué modo un número cada vez mayor de familias precisamente como la suya pueda ser infectado con una clase todavía más mortífera de bacillus mallei”.

Después de que la civilización de los babuinos se autoaniquile “mediante la ciencia”, dos Einstein yacen desfigurados y moribundos, tratando de justificarse diciendo que sólo practicaban ciencia porque querían encontrar la verdad. El tema central del libro es la existencia de una paradoja destructiva inherente en nuestra persecución de la ciencia y la tecnología. Buscamos la forma de conquistar la Naturaleza en nombre de la razón, pero nuestra esencia continúa siendo la de animales dominados por impulsos primitivos. El pesimista punto de vista que impregna todo el cuento es que todas las sociedades, tras alcanzar cierto nivel de tecnología y control sobre la naturaleza, se destruyen a sí mismas víctimas de la arrogancia, la codicia y la agresividad. Y aunque una nueva civilización se levante sobre las cenizas de la anterior, volverá a atravesar el mismo proceso. De ahí proviene precisamente el extraño título de la novela: “Sólo
en el conocimiento de su propia Esencia ha dejado el Hombre de ser muchos monos”. El propósito de Huxley, por tanto, era reflexionar sobre la relación existente entre las dos facetas de la naturaleza humana, la civilizada y la bestial, y su conclusión es que sólo comprendiendo que en nuestro interior anida una parte nuclear muy primaria tenemos posibilidades –nunca certeza- de sobreponernos a ella.

Esta idea central se desarrolla en una larga e intencionadamente absurda conversación entre el científico Poole y el Archivicario de la Iglesia de Belial mientras ambos comen manos de cerdo acompañados de los gritos que provoca la masacre ritual de niños. El segundo le explica al primero:

“Como hombre de ciencia debes aceptar la hipótesis provisional que explica los hechos de la manera más plausible. Pues bien, ¿cuáles son los hechos? El primero es un hecho de experiencia y observación, a saber, el de que nadie desea sufrir, nadie desea que le degraden, ni que le mutilen, ni morir. El segundo es un hecho de historia: el hecho de que, en una época determinada, una abrumadora mayoría de los seres
humanos aceptaron creencias y adoptaron líneas de conducta que no podían producir otros resultados que el sufrimiento universal, una degradación general y la destrucción a lo grande. La única explicación plausible es la de que fueron inspirados o poseídos por una conciencia ajena, una conciencia que quiso su ruina, y la quiso con una voluntad más fuerte que la que ellos ponían en querer su propia felicidad y supervivencia”.

El Archivicario explica que la influencia de Satán empezó a dejarse sentir cuando, tras 100.000 años de estancamiento, los humanos comenzaron a ganar la batalla contra la Naturaleza. Con el ascenso de la Ciencia, los hombres se convirtieron en esclavos de la Tecnología. Ciencia y Tecnología desconectaron el impulso sexual de los límites impuestos por la Naturaleza, una disociación que desembocó en superpoblación. Siguiendo los postulados maltusianos, conforme el planeta fue congestionándose más y más, entraron en acción los mecanismos de supervivencia de la especie: las hambrunas por la escasez de alimento y la guerra. Al final, la conquista de la Naturaleza había sido un espejismo y ésta, en último término, nos devuelve al lugar que nos corresponde.

Y así, los adoradores de Satán de esta California postapocalíptica han forzado una perversa
reversión que imita el estado natural: el apareamiento se lleva a cabo en un momento concreto del año y la población se mantiene dentro de unos límites a base del sacrificio masivo de infantes. Poole comienza siendo un hombre de ciencia racional, estirado y con aversión al sexo, hasta que sus vivencias en el seno de esa sociedad distópica y primaria desatan sus más bajos instintos sexuales y acaba entregándose gozosamente a sus festividades carnales.

Hacia el final, Poole se enamora (o al menos encuentra a una mujer dispuesta a tener sexo con él fuera del periodo estipulado oficialmente), acercándose a una nueva transformación que le permitirá trascender el estilo de vida bestial de la sociedad a la que se ha amoldado…o bien dará inicio al ciclo de progreso tecnológico que culminará con una nueva destrucción.

En mi opinión, el principal problema de “Mono y Esencia” radica en la dispersión tanto de su enfoque como de su estructura. No sólo pasa del realismo social a la fábula surrealista para luego caer en un campo que bebe de ambos, sino que su planteamiento narrativo es muy extraño, enlazando de forma
un tanto cogida por los pelos un segmento introductorio realista (los ejecutivos conversando, topándose con el guión e investigando su origen) con el grueso del texto, propio de la ficción especulativa (la distopía postapocalíptica), en el cual, además, se insertan pasajes fantásticos (los babuinos) y divagaciones poéticas de un narrador omnisciente. Esto hace que la historia no sea tanto complicada –que no lo es en absoluto- como compleja por la forma en que está narrada.

Por otra parte, Huxley no se molesta ni en trabajar la sutileza de su sátira ni suavizar la potencial polémica que acompaña algunas escenas. La opereta bufa con ínfulas simbólicas protagonizada por los babuinos no encaja bien con el resto y, sobre todo, ha envejecido mal dada su explícita referencia a una persona (Einstein) y una época muy concretos. Por otra parte, la teología y costumbres rituales de los salvajes parecen deliberadamente concebidos para escandalizar a la conservadora sociedad estadounidense –de entonces y de hoy- por mucho que la idea de una California adoradora del Diablo sea brillante. Los explícitos pasajes sexuales pueden asimismo hacer fruncir el ceño a los lectores más pacatos.

“Mono y Esencia” es una obra satírica, no filosófica, así que no todo lo que en ella se cuenta hay
que tomarlo literalmente. Lo absurdo que resulta la Iglesia de Belial no es sino una alegoría de una civilización igualmente absurda que fabrica armas nucleares tras pasar por dos guerras absolutamente terribles. Huxley no ofrece alternativas ni motivos para la esperanza: estamos condenados por nuestra propia y más esencial naturaleza.

Aunque es un rara avis no sólo en la bibliografía del propio Huxley sino en la ciencia ficción e incluso en la propia literatura moderna, “Mono y Esencia” ofrece una imaginería efectiva y una exploración lúcida sobre la relación entre civilización y ciencia bajo la forma de una de las sátiras más salvajes de la era nuclear. Algunos calificarán de defecto sus excentricidades estructurales y otros opinarán que precisamente eso es lo que la hace diferente y eficaz en su mensaje. Lo que sí parece claro es que, pese a la intensidad de algunos de sus pasajes, “Mono y Esencia” no puede igualar el poder y la atemporalidad de la visión distópica que el autor ya había presentado en “Un Mundo Feliz”. Tanto en esta última como en la posterior “La Isla”, se describen y exponen con mayor acierto y diversión todo lo que de interés contiene “Mono y Esencia”.

Pero en cualquier caso es una obra obra extraña, barroca y pintoresca en su presentación y, además, relativamente breve. Puede que no haya aguantado bien el paso del tiempo y que sea ignorada por la mayoría de comentaristas del género y aficionados, pero todavía puede ser de interés para los amantes de las historias postapocalípticas en su vertiente satírica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario