(Viene de la entrada anterior)
Aunque la temporada se compone de doce historias separadas, esto no quiere decir que no estén ligadas por una continuidad. Se ha hablado mucho sobre su conexión con la franquicia Star Trek, pero quizá sea más relevante la solidez de su propia continuidad interna, mucho mayor que en los años anteriores. El secuestro del Ave de Presa klingon al comienzo de “Zona Fronteriza” (cuarto episodio) desemboca en los eventos de “Aflicción” (episodio decimoquinto); o las negociaciones de paz de “Unidos” (capítulo 13) allanan el camino para su ratificación en “Demonios” (20).
También se presta
más atención al universo en sí. El ataque xenófobo que sufre Phlox en “Hogar”
(3) es mencionado en “Aflicción” (15) y condiciona el tono de “Demonios” (20);
el lanzamiento del Columbia está siendo preparado en “Hogar” y se produce en
“Aflicción”; Archer recobra los textos sagrados de Surak en “Kir´Shara” (9) y
T´Pol los estudia en “Efecto Observador” (11). El equipo se esforzó claramente
en aportar mayor textura al universo habitado por los personajes, recordando la
forma en que “Espacio Profundo Nueve” creó su propia continuidad interna en sus
cuarta y quinta temporadas.
Lo que ocurre es que
a menudo la inclusión de esta continuidad interna queda marginada de los
análisis en favor de discusiones sobre si “Enterprise” se ajusta mejor o peor
al canon aceptado de la franquicia. Ciertamente, la serie siempre había
mantenido una relación algo complicada con la línea temporal establecida desde
los años 60 y una de las facetas metafóricas más interesantes de la Guerra Fría
Temporal fue, precisamente, la sugerencia de que “Enterprise”, en realidad, representaba
una reescritura literal de la historia de Star Trek.
Una de la críticas
más frecuentes que tuvo que soportar “Enterprise” en sus primeras temporadas
fue la de ser más una precuela de “La Nueva Generación” que de la serie
original. El personaje encargado de servir de nexo entre ésta y “Enterprise” en
“La Primera Misión”, el capítulo inaugural, había sido tomado de la película
“Star Trek: Primer Contacto” (1996) y no de la serie de los 60. Aunque en “El
Incidente Andoriano” (1x07), los Andorianos desempeñaron su papel más
importante en la franquicia desde “Viaje a Babel” (serie original, 2x10), se puso
un énfasis deliberado en recuperar especies de la “Nueva Generación”, como los
Nausicanos de “El Hijo del Fortunate” (1x10) o los Ferengi en “Adquisiciones” (1x15).
Incluso durante la
segunda temporada, cuando “Enterprise” se dedicaba sin vergüenza alguna ya a
reciclar casi cualquier episodio medio decente de otras series, el equipo de
producción se inclinó por plagiar más a la “Nueva Generación” que a la serie
original. Sí, “El Comunicador” era una revisión algo más oscura de “Una Tajada”
(serie original, 2x17), pero aquello fue más la excepción que la norma.
“Amanecer” era un trasunto de “Darmok”; “Punto de Fuga” fue una mezcla de “El
Reino del Miedo” (LNG, 6x2) y “Recuérdame” (LNG 4x5); “La Brecha” era otra
versión de “Jetrel” (“Voyager”, 1x15)… No es extraño que los aficionados
pensaran que había una clara desconexión entre “Enterprise” y la serie
original.
La tercera temporada empezó a acortar distancias incorporando parte de la ridícula estética que definió en no poca medida la serie original. La paleta de colores ganó en brillantez, incorporando tonos de púrpura; el maquillaje y los efectos especiales se hicieron algo más toscos, probando incluso con insectos generados por ordenador. El episodio “Hora Cero” culminaba con una secuencia en la que Archer peleaba con un reptil malvado sobre un arma espacial gigante…
La cuarta temporada
continuó en la misma línea, adoptando parte de la estética de la Star Trek
clásica. Los Andorianos y los Telaritas juegan un papel más importante y ya no
hay reparos a la hora de utilizar diseños retro para los personajes y
ambientes: las chicas esclavas de Orion (que en la serie original habían
aparecido en los episodios “La Jaula”, “Viaje a Babel” y “A quién Destruyen los
Dioses”) se recuperan en esta temporada en el capítulo “Zona Fronteriza”; el
diseño de decorados de “Estación Fría 12” no le hubiera resultado muy extraño a
Kirk; y para el episodio doble “En Un Espejo Sombrío” se recrearon los
decorados clásicos de la Enterprise de los 60.
Asimismo, la serie
se vinculó más estrechamente con la continuidad establecida de la franquicia. El
primer arco de tres episodios de la temporada estaba relacionado con las
Guerras Eugénicas, un conflicto que se había mencionado en el célebre capítulo
“Semilla Estelar” de la serie original y que resultó luego difícil de casar con
capítulos posteriores como “El Fin del Futuro” (“Voyager”, 3x8). El equipo de
producción también incorporó referencias al juego de rol “The Last Unicorn”
(1998) en los guiones de “Hogar” y “Unidos”. Y, en general, toda la temporada
se dirigió a un desenlace en el que, por fin y gracias a los esfuerzos de
Archer y sus hombres y mujeres, se fundaría la Federación.
Hubo momentos en los
que esta cuarta temporada de “Enterprise” pareció una especie de diario de
viaje o guía del universo Star Trek, pasando más tiempo en territorios ya
conocidos que explorando otros nuevos. “La Forja” fue el primero de un arco de
tres episodios ambientados principalmente en Vulcano y en los que se ofrecía la
descripción más detallada hasta la fecha de ese mundo y su cultura. Aunque
“Babel Uno” y “Unidos” conforman una dupla bastante efectiva, se decidió
ampliar la historia con “Los Aenar”, un capítulo cuya existencia parece
obedecer sobre todo al deseo de que la Enterprise visitara el mundo base
andoriano.
La temporada trata
al universo de Star Trek como si fuera un personaje más, con su propia historia
y perspectiva. Hay docenas de referencias y alusiones a la continuidad entrelazadas
con muchos episodios. En particular, los capítulos sobre Vulcano, integran cada
referencia casual sobre esa cultura que se había visto en la franquicia desde
su inicio para presentar una exploración coherente de la misma, desde el párpado
interior vulcano mencionado en “¡Operación Aniquilación!” (serie original, 1x29)
hasta el cisma romulano de “Equilibrio de Terror” (serie original, 1x14)
pasando por el templo en “Gambito, Parte II”, no se olvida ningún aspecto ya
conocido de la cultura vulcana.
“Aflicción” y
“Divergencia” resolvieron el misterio de las frentes klingon que había
permanecido inexplicado desde la primera película de Star Trek en 1979. “En un
Espejo Sombrío” sirvió simultáneamente de secuela de “La Telaraña Tholiana”
(serie original, 3x9) y precuela de “Espejo Espejito” (serie original, 2x4).
Los Organianos, presentados en “Tentativa de Salvamento” (serie original, 1x26),
reaparecen en “Efecto Observador”. El “fantasma” de Spock sobrevuela toda la
temporada en momentos como la fusión de mentes de Surak y Archer en “La Forja”
o la aparición del bebé híbrido Elizabeth en “Demonios”. En “Zona Fronteriza”
apareció Brent Spinner interpretando a Arik Soong, un antepasado del creador de
Data.
Llegó incluso a
contemplarse la inclusión de William Shatner como una versión “malvada” de Kirk
en un capítulo que explicaría la creación del Universo Espejo. Coto, Braga y
Berman se reunieron con el actor para almorzar y exponerle el proyecto –a decir
de Coto, tuvieron que enseñarle a manejar su recién comprado teléfono móvil, lo
cual no deja de tener su gracia-. Shatner estuvo de acuerdo, pero pidió una
cantidad que Paramount no estaba dispuesta a pagar, unos 100.000 dólares por
cada episodio. La cadena sabía que esta iba a ser la última temporada y no
creía que la presencia de Shatner tuviera el suficiente efecto sobre los
ratings como para compensar el dinero que exigía, impresión que confirmó cuando
hizo algunas proyecciones de prueba en Las Vegas sin conseguir despertar
demasiado entusiasmo. Por otra parte, Shatner, a sus setenta y tantos años,
estaba ya muy lejos de poder encarnar al Kirk más lozano. Al final, el proyecto
se desechó y el guionista Mike Sussman tuvo vía libre para hacer su propia –y
probablemente más interesante- versión del Universo Espejo en dos partes.
Algunas de las
iniciativas que se llevaron a cabo funcionaron bastante bien. Ese rumbo hacia
la formación de la Federación que se apunta en toda la temporada aportó una
línea optimista que contrarrestó el cinismo predominante del año anterior. Fue
refrescante ver a la serie volver a abrazar el idealismo utópico por el que la
franquicia es conocida, sobre todo en un momento en el que la cultura popular
parecía estar dominada por el pesimismo y la imaginería apocalíptica y/o
distópica. Recordemos que esta fue la única temporada de “Enterprise” que se
solapó con la emisión la “Battlestar Galáctica” reimaginada por Ronald D.Moore.
Sin embargo, también
hubo puntos en los que la obsesión por respetar y completar la continuidad
amenazó con sofocar la serie. Por ejemplo, ¿qué aportaba realmente la presencia
de los organianos en “Efecto Observador”? ¿En qué se hubiera diferenciado la
historia de haberse tratado de nuevos alienígenas? La idea de ofrecer una
historia de origen para el transportador condujo a “Dédalo”, uno de los
fracasos más sonados de la temporada. “Aflicción” y “Divergencia” se antojan
capítulos innecesarios. “Vinculados” puso de manifiesto el lado más negativo de
la nostalgia incondicional, abrazando un sexismo sesentero que evocaba lo peor
de Star Trek.
En defensa de esta
cuarta temporada de “Enterprise”, hay que decir que la serie ya había perdido a
la mayor parte de su público ocasional. Debido a la cambiante naturaleza de la
televisión del siglo XXI y al total desinterés de UPN, los únicos que veían el
programa eran los fans incondicionales que, estos sí, tendían a preocuparse por
nimiedades relacionadas con la continuidad. Si bien era poco probable que este
tipo de historias atrajeran a un público nuevo, al menos contaban con una
audiencia base sobre la que sostenerse. El propio Coto era consciente de ello
cuando tomó el timón de la serie: “El
piloto había tenido 12 millones de espectadores. Por desgracia, no les gustó lo
que vieron. Pero el concepto de precuela era válido”. Aceptó que la
audiencia mainstream se había ido para no volver y trató de mantener la nave a
flote con historias que apelaran al interés de los fans por la continuidad y la
formación del universo que ya tan bien conocían.
Teniendo en cuenta
esto, esa obsesión por la continuidad que despliega la cuarta temporada podría
ser excusable. “Enterprise” había muerto ya en “Hora Cero”, el último episodio
de la temporada anterior, y ahora estaba viviendo un tiempo prestado. Dado que
no existía posibilidad alguna de atraer un público más amplio, el equipo
decidió –probablemente con acierto- abordar ese cuarto y último año como un
homenaje al fandom más entregado. De ahí todas esas referencias y alusiones que
tienen poco sentido fuera del contexto de una franquicia con casi cuarenta años
de historia a sus espaldas.
Sin en Star Trek los
episodios relacionados con el Universo Espejo, como “El Otro lado del Espejo”
(“Espacio Profundo Nueve”, 3x19) o “Espejo Destrozado” (“Espacio Profundo
Nueve”, 4x19) siempre dieron la impresión de haber dejado la cámara rodando
mientras el equipo y el reparto aliviaban tensiones, “Un Espejo Sombrío”
parecía una especie de fiesta de despedida en clave distópica con la que poner
punto y final a ese tipo de historias. No pudo ser más apropiado que fuera
durante la producción de este capítulo en concreto que llegó la confirmación de
la cancelación de la serie.
Una vez más, da la
sensación de que esta cuarta temporada se adelantó a tendencias futuras de la
cultura popular, prediciendo el auge e influencia de los fans de línea dura y
los cambios que los medios de comunicación implementarían para atraer a ese
grupo demográfico. Este conjunto de episodios de “Enterprise” adoptó el
concepto de "universo compartido" de una forma que ninguna otra serie
de Star Trek había hecho antes, explorando a lo largo de toda la temporada sus
rincones, curiosidades y mitología. Hubo momentos en los que casi pareció una
especie de manual del universo Star Trek.
En cierto modo, predijo
la fascinación moderna por los universos compartidos y la continuidad. En la
era actual, parece que casi todas las grandes películas o series de televisión
vienen con un manual o una mitología específicas y muy detalladas. Se abren
páginas web para expandir ese universo en particular y explicar todo tipo de
pequeños pormenores descifrando sus significados ocultos; y todo un colectivo
de auténticos fans se moviliza para crear listas de lectura y textos de
referencia al respecto. Todo esto hubiera parecido extraño o incluso surrealista
en 2004 y 2005. Después de todo, la burbuja del cine de superhéroes todavía se
estaba formando y existía aún cierta reticencia por parte de los estudios
cinematográficos y televisivos tanto a asumir los aspectos más estúpidos del
material original como a alienar al público no conocedor del mismo.
“Enterprise” se emitió en un momento en el que, por ejemplo, en “X-Men 3” (2006)
se presentaba una versión de Mariposa Mental cuyo único parecido con el personaje
del comic era su pelo púrpura; diez años después, en “X-Men: Apocalipsis”, los
productores ya no tuvieron ningún problema en vestirla con su absurdo bañador
ninja de colores eléctricos.
La cuarta temporada
de “Enterprise” exploró y explotó el canon de Star Trek de una forma similar a
la que luego harían otras franquicias. Si la serie dedicó dos episodios enteros
a explicar la curiosa forma de las frentes klingon, “Star Wars: Rogue One”
(2016) estaría íntegramente dedicada a desarrollar una sola línea de diálogo
pronunciada en la película de 1977. Es por esta aproximación al material y su
aceptación gozosa del canon que, en su último año, “Enterprise” supo
adelantarse a su época.
De hecho, se puede
trazar una clara línea que conecte la cuarta temporada de “Enterprise” con el
reinicio cinematográfico que no mucho después, en 2009, encabezaría J.J.
Abrams. Irónicamente, dado el lugar un tanto discutido de “Enterprise” en el
canon, sería la única serie que no se vería afectada por la reformulación
propuesta por ese director en el comienzo de su primera película, como lo
demuestra la maqueta de la nave “Enterprise” de Archer visible en el escritorio
del almirante Marcus en “Star Trek: En la Oscuridad” (2013). Sin embargo, las
conexiones entre uno y otro producto son más profundas que ese pequeño detalle
o incluso la elección de Peter Weller como antagonista xenófobo.
Y es que la cuarta
temporada y las dos primeras películas del reinicio de Abrams comparten ideas
parecidas. El transportador de larga distancia inventado por Emory Erickson en “Dédalo”
se hace realidad como parte de la trama básica de “En la Oscuridad”, aunque se
presente como una amenaza existencial menor. El ataque con rayos láser a San
Francisco en el clímax de “Terra Prime” prefigura una secuencia similar en el de
“Star Trek”. No hace falta decir que J.J. Abrams disfrutó de un presupuesto
mucho mayor para llevar a cabo estas secuencias.
Las películas de
Abrams sentían una fascinación por el canon de Star Trek tan intensa como la
cuarta temporada de “Enterprise”. Merece la pena subrayar que lo primero que
hicieron el director y los guionistas de las películas tras bosquejar el
reinicio en la primera de ellas, fue rendir un homenaje a “Star Trek II: La Ira
de Khan” (1982). De igual manera, el primer arco argumental de tres episodios de
la cuarta temporada de “Enterprise” es un homenaje bastante poco sutil a la ya clásica
cinta dirigida por Nicholas Meyer, incluyendo la Estación Fría 12. De igual
manera, tanto esa temporada como la trilogía de Abrams interpretan a Spock como
una encarnación del ideal de la franquicia, una especie de embajador ante el
gran foro de la cultura popular. Los productores lograron convencer a Leonard
Nimoy para que volviera a encarnar a su más icónico personaje en “Star Trek” y
“En la Oscuridad”, trasladándose de un universo a otro como si fuera una
reverenciada reliquia. A lo largo de la cuarta temporada de “Enterprise”, se
presenta a una híbrida vulcana-humana como una suerte de figura mesiánica. Tanto
“Enterprise” como Abrams reconocieron a Spock como la figura más conocida de la
franquicia y así lo interpretaron en sus historias.
Naturalmente, las
películas de Abrams no son una rareza en la cultura pop moderna. Están insertas
en un movimiento más amplio que se basa en la apropiación y reinvención
nostálgica, la fetichización del pasado cultural y la inclinación a considerar
ciertas propiedades intelectuales como una especie de reliquias sagradas. La
gestión y ampliación de las franquicias ha ido convirtiéndose en una tarea cada
vez más compleja. Durante la era de Rick Berman en Star Trek, los estudios
cinematográficos se preocupaban tan solo de hacer secuelas. Ahora tienen que
manejar universos enteros.
Una película como
“X-Men: Días del Futuro Pasado” (2014), con la que se intentaba fusionar en un
todo coherente dos iteraciones de una franquicia, habría parecido un proyecto
ridículo incluso a finales de la primera década del siglo. Sólo hay que
comparar esa cinta con los crossovers que se produjeron en la franquicia Star
Trek, como el episodio “Reliquias” (La Nueva Generación”,6x4) o la película
“Star Trek: La Próxima Generación” (1994), en la que se utilizaba el pasado
principalmente para validar el presente, poniéndose el énfasis en un individuo
encargado de pasar la antorcha a su sucesor más que a reconciliar todo en un
ente mayor. De nuevo, la cuarta temporada de “Enterprise” parece adelantada a
su tiempo.
Para ser justos, esa
fijación por la continuidad y la cohesión sugiere, en un nivel más profundo, un
cierto grado de inseguridad. El equipo de producción era consciente de que se
le estaba acabando el tiempo y su última temporada parece particularmente
preocupada por la forma en que la serie sería recordada por los fans en el
futuro. El episodio doble de apertura de la temporada, “Frente de Tormenta”,
cierra la Guerra Fría Temporal, pero la cuestión del legado y la memoria bulle
bajo la superficie del resto de capítulos. En “Kir´Shara” se recuperan los
sagrados textos perdidos de Surak; en “Dédalo”, Emory Erickson se pregunta cómo
le recordará la posteridad; Archer se preocupa por su legado en “En un Espejo
Sombrío”; la tripulación se lamenta en “Demonios” de que los están borrando de
los libros de historia; y “Terra Prime”, por fin, les concede el protagonismo
histórico que anhelan. En el capítulo final, “Estos son los Viajes…”, se revela
que la tripulación sobrevivió y que sus hazañas han sido recordadas y
admiradas, introduciendo a Riker y Troi para subrayar que el universo de Star
Trek reconoce los logros de Archer y sus hombres y mujeres.
Tal ansiedad es
comprensible. “Enterprise” iba a ser la primera serie de Star Trek en ser
cancelada desde su encarnación original cuarenta años atrás. Pocos programas
televisivos duran siete temporadas, pero se había confiado en que “Enterprise”
tendría un desempeño similar y que incluso podría desembocar en una franquicia
cinematográfica. Así que el cierre de la serie cayó como un jarro de agua fría
–no inesperado, eso sí- y una cura de humildad. Y fue una lástima porque la
tercera y cuarta temporadas de “Enterprise” demostraron ser más ambiciosas que
la mayoría del material que había producido ese universo en las últimas
décadas.
Por otra parte, aunque
la cuarta temporada de Enterprise parece mirar tanto al pasado como al futuro,
también refleja su presente, dado que, en no poca medida, quedó marcada por la
Guerra contra el Terrorismo que surgió a raíz de los atentados del 11-S. “La
Primera Misión”, el capítulo inaugural, se emitió el 26 de septiembre de 2001,
menos de dos semanas después de aquellos atentados que cambiaron el mundo.
Aquella nefasta mañana, el equipo de producción se hallaba trabajando en el
episodio “Civilización” (el noveno de la primera temporada) y el impacto de esos
sucesos se dejó sentir claramente a partir aproximadamente de los dos tercios
de la primera temporada. Gracias a episodios como “Ecos de P'Jem” (el 15 de esa
temporada), el universo de Star Trek se tornó un lugar mucho más extraño y
hostil.
Las referencias a la
Guerra contra el Terrorismo se concentraron sobre todo en la tercera temporada,
lo cual no tiene nada de raro. Ese conjunto de episodios se convirtió en una
gran metáfora de la respuesta de Estados Unidos al 11-S, asumiendo Archer la
misión de aventurarse en una región de la galaxia políticamente inestable para
infligir un castigo a los alienígenas responsables de un devastador ataque
contra la Tierra. Lo cierto, sin embargo, es que la Guerra contra el Terrorismo
siempre formó parte del ADN de la serie. Consciente o inconscientemente, “La
Primera Misión” presentó a Jonathan Archer como un héroe propio de la era del
presidente George W. Bush.
Existe la sensación
de que la Guerra contra el Terrorismo lanzada por el gobierno de Bush contaminó
a “Enterprise”, corrompiendo el ideal utópico de la franquicia hasta tal punto
que ya no era sostenible. Esto se hace particularmente evidente durante la
segunda temporada, cuando aparecen con más frecuencia de la habitual hasta
entonces todo tipo de alienígenas hostiles que habrían podido convivir si su
actitud hubiera sido diferente: “Campo de Minas”, “Amanecer”, “El Cruce”, “Canamar”...
La franquicia de Star Trek siempre había necesitado para su narrativa de
extraterrestres enemigos, pero esa segunda temporada pareció rechazar cualquier
sueño de coexistencia pacífica.
Por eso, la tercera
temporada puede interpretarse como una suerte de exorcismo, un esfuerzo por
limpiar la sensación de paranoia y la retórica reaccionaria para recuperar el
optimismo y la esperanza originales de la franquicia. Funcionó, porque la
cuarta temporada trata básicamente de construir un mundo mejor, presentando un
universo en el que la idea de cooperación pacífica es novedosa y hasta
subversiva, pero no por ello menos necesaria.
Lo cual no quiere
decir que esa temporada final fuera ajena a las realidades de la América
contemporánea. La xenofobia que impregna capítulos como “Hogar”, “La Forja”,
“Aflicción”, “Demonios” y “Tierra Prime” refleja el ascenso de la islamofobia y
los movimientos contra la inmigración de comienzos de siglo. Personajes como
V´Las o Paxton encarnan, llevados al extremo, los ideales reaccionarios que
alimentaron las políticas y filosofías de la Guerra contra el Terrorismo. No es
casual que individuos como estos aniden y prosperen en el corazón de lo que
acabará siendo la Federación. Y eso por no hablar de los paralelismos dispersos
por varios episodios: la representación del pacifismo en “La Forja” o “Los
Aenar”; las
guerras provocadas por informes falsos en “Kir´Shara”; el uso de
drones en “Babel Uno” y “Unidos”; las alianzas meramente pragmáticas y la
realpolitik de “Aflicción” y “Divergencia”; las políticas aislacionistas en
“Demonios” y “Tierra Prime”… Sí, la “Guerra contra el Terrorismo” alimenta y da
forma a la cuarta temporada, pero de una manera que sugiere que el equipo
finalmente comprendió su lado más oscuro. Puede detectarse un claro rechazo al
subtexto más reaccionario presente en la segunda temporada y exorcizado en la
tercera.
Pero los guionistas
no supieron expiar todos los pecados originales. La cuarta temporada conserva
esa extraña sexualidad adolescente que separó ya a la serie desde “La Primera
Misión”, del resto de las series supervisadas por Rick Berman. Hay ciertos
destellos –algo cándidos- de representar con madurez la faceta sexual de
ciertos personajes en episodios como “Hogar” o “En un Espejo Sombrío”, pero
también se insiste en la rancia fantasía de exhibir a mujeres ataviadas muy
reveladoramente, empezando por la recuperación de las esclavas de Orión en
“Zona Fronteriza”. “Los Intensificados” incluye una secuencia completamente
gratuita en la que dos personajes en ropa interior luchan a cuchillo; en “Babel
Uno”, una adiestrada militar andoriana decide que la mejor forma de distraer a
un guardia es quedarse en ropa interior y seducirlo… todo esto desemboca en ese
desastre que es “Vinculados”, el último de los episodios autónomos de
“Enterprise”, en el que Manny Coto trató de reinventar a las esclavas de Orión
en clave feminista solo para fracasar estrepitosamente.
A medida que el
cuarto año de “Enterprise” iba avanzando, los ratings permanecieron
frustrantemente bajos. Algunos críticos la acusaron de seguir siendo una serie
tímida a la hora de reflejar los acontecimientos que estaban teniendo lugar en
el mundo. Pero también hubo muchos aficionados que, por fin, encontraron que
esa temporada les devolvía el auténtico Star Trek. En cualquier caso, y a pesar
de que Coto había conseguido detener la sangría en la audiencia, la cadena
trasladó el programa al horario de viernes por la noche, lo que equivalía a una
condena a muerte. El productor reconocería que “en sus tres primeros años, la serie recibió una increíble cantidad de
críticas negativas y eso fue muy difícil de superar. Además, “Enterprise”
tampoco encajaba en el molde corporativo de la UPN. Buscaban un público urbano,
moderno, más joven y negro”.
El último episodio,
“Estos Son los Viajes…”, es una recreación holográfica de los últimos días del
capitán Archer a bordo de la Enterprise cuando él y su tripulación regresan a
la Tierra para que la nave sea retirada del servicio activo. Archer se prepara
para asistir al acto inaugural de una Federación Unida en la que humanos y
alienígenas podrán resolver sus diferencias pacíficamente. Esta simulación
holográfica está siendo estudiada por el comandante William Riker, de “La Nueva
Generación”, intentando averiguar el origen de un misterioso acontecimiento sucedido
durante el mando de Archer, cuando éste rescató a una chica andoriana de unos
siniestros criminales y Tripp se sacrificó para detenerlos.
Algunos de los
miembros del reparto se molestaron por que se hubieran traído a personajes de
“La Nueva Generación” (también aparecía Marina Sirtis encarnando a la consejera
Deanna Troi) precisamente en ese capítulo de cierre. La siempre locuaz Jolene
Blalock declaró al Boston Herald: “Asumí
que el final sería sobre nuestra serie y no de todo un conglomerado… fue
insultante”. Buena parte de la prensa especializada en televisión opinaba igual,
pero Berman (guionista junto a Brannon Braga de ese episodio) lo justificó
diciendo que lo que se preveía iba a ser un adiós de la franquicia en la
pequeña pantalla debía incluir a todos los trekkis, no sólo a “Enterprise”. De
hecho, los últimos segundos de aquel episodio final incluyeron las famosas
entradillas clásicas con las voces en off de Kirk y Picard.
Con todo, el propio
Braga tuvo que admitir que, aunque la idea de observar a los personajes de
“Enterprise” a través de los ojos de una generación posterior era interesante y
que la intención era correcta, la historia en sí misma resultó ser más plana de
lo que merecía y que matar a Trip molestó a mucha gente. Una parte importante
de los fans e incluso del equipo creyó –y no les faltaba razón- que dar el
protagonismo a Riker y Troi en un capítulo final en el que el centro absoluto
deberían ser los personajes de la serie, fue una falta de respeto hacia éstos.
El propio Jonathan Frakes se sintió incómodo con la situación y comprensivo con
la decepción del reparto; y Manny Coto consideró la dupla “Demonios” y “Terra
Prime” como el auténtico final de “Enterprise”.
El último día de rodaje, aparecieron por sorpresa en el set dos invitados: Majel Barrett Roddenberry y su hijo, Rod, que agradecieron a todo el equipo lo duro que habían trabajado para mantener vivo el legado de su marido y padre.
Durante un tiempo,
se tuvo la esperanza de que Spike TV (el nombre de TNN, The Nashville Network,
a partir de 2003, y cuyo target eran los jóvenes varones de entre 18 y 34
años), que había emitido “La Nueva Generación” con buenos ratings de audiencia,
podría estar interesada en renovarla. Los aficionados trataron de salvarla
organizando una campaña de peticiones epistolares dirigidas a la cadena y tratando
de recaudar 32 millones de dólares con los que colaborar en el presupuesto de
una posible quinta temporada. A pesar de que profesionales anónimos de la
industria aeroespacial que pensaban que “Enterprise” había hecho mucho para
promocionar la exploración espacial se comprometieron a donar 3 millones de
dólares, el proyecto estaba muerto. Al final de la cuarta temporada, Paramount
ya contaba con 98 episodios, suficientes para revenderla en el mercado
sindicado.
Rick Berman diría: “No soy muy partidario de echarle la culpa a
nada. Jonathan Dolgen, presidente de Paramount en aquel entonces, utilizó
conmigo la frase "fatiga de franquicia", que creo que fue una de las
mejores explicaciones de lo que estaba yendo mal. Por entonces, hicimos una
película con uno de los mejores guionistas de Hollywood, John Logan, llamada
"Star Trek: Némesis", y fracasó. Simultáneamente, hubo problemas con
"Enterprise". Así que creo que realmente todo tenía que ver con la
sensación de "fatiga de franquicia" y con el hecho de que se había
producido muchísimo de Star Trek”.
Pero había otros
puntos de vista. El crítico Glen C.Oliver lo interpretó así: “A pesar de mis muchos recelos sobre la
dirección que a menudo tomaron estas series, sostengo firmemente que “La Nueva
Generación”, "Espacio Profundo Nueve", "Voyager" y
"Enterprise" no provocaron "fatiga de franquicia", como
algunos han afirmado. Afirmo que su estilo, su narrativa a menudo carente de
imaginación y los desenlaces blandos que sus historias solían ofrecer fueron lo
que promovió el desinterés por la franquicia. "Fatiga" sugiere
demasiado de algo. En este caso, creo que a muchos fans simplemente les dejó de
importar porque Star Trek los llevó a
esa posición. Por decisiones que se tomaron de forma activa y repetida, y
también por decisiones que no se tomaron. Con el paso de los años, Star Trek
dejó de tratar sobre algo tangible. Y al final, ¿quién quiere ver series que no
parecen estar completamente seguras de su propia identidad? ¿Series que casi
parecen rehuir su propio potencial?”
Hay una innegable dosis de tragedia en el propio espíritu de “Enterprise”. Es una serie que no supo encontrar su rumbo debido a una nefasta combinación de malas decisiones y un timing inapropiado. Es muy significativo que la cuarta temporada muestre a la Enterprise regresando a la Tierra una y otra vez. La serie no pudo escapar de sus problemas internos por mucho que lo intentó.
La cuarta temporada
de “Enterprise” fue audaz y ambiciosa, pero también limitada por las barreras
establecidas por la propia franquicia. Nunca tuvo una oportunidad real de
salvar a Star Trek del desinterés del público y, sin embargo, su último año
brilló con más fuerza, conectando con el pasado y mirando al futuro. Fue el
final de aquella larga etapa de Star Trek, pero no el peor imaginable.
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