viernes, 10 de octubre de 2025

2006- ORBITAL – Runberg y Pellé

 

La space opera moderna, si bien mantiene la esencia de la aventura épica a escala galáctica, ha evolucionado significativamente respecto a sus predecesoras clásicas de comienzos y mediados del siglo pasado. Hoy, este subgénero presta mucha mayor atención a la política y la sociedad, introduciendo intrigas más elaboradas con facciones diversas que operan de acuerdo a motivaciones ambiguas o complejas; explora sistemas sociales, religiosos y políticos de civilizaciones y razas alienígenas; aborda temas relevantes como la moralidad de la guerra, las consecuencias de la expansión humana o el impacto de ciertas tecnologías; introduce personajes más matizados psicológica y moralmente, que no encajan fácilmente en los arquetipos tradicionales; hace gala de un mayor rigor científico; y tiene una escala épica que sigue comprendiendo imperios inmensos, batallas espaciales y viajes interestelares pero combinada con una reducción del foco a la problemática de ciertos planetas o entornos, pero siempre transmitiendo la sensación de grandeza y diversidad del universo.

 

Aunque sagas como las de Star Wars o Star Trek son unánimamente consideradas modelos icónicos e inmensamente influyentes de space opera, las obras más modernas ofrecen a menudo un tono más oscuro, una narrativa más compleja y una mayor profundidad temática. Ahí están, por ejemplo, “Hyperion” (1989), de Dan Simmons; la televisiva “Babylon 5” (1994-1998); “Justicia Auxiliar” (2013), de Ann Leckie; la saga de “The Expanse” (2011-2021), de James A.Corey; o la de la Commonwealth (2001-2012), de Peter F.Hamilton.

 

También el comic tiene ejemplos notables de space opera moderna, como “Estela” (1998-2024) o la que ahora vamos a comentar: “Orbital”, serie creada por el guionista belga Sylvain Runberg y el dibujante francés Serge Pellé y publicada originalmente por Dupuis. Vendría a ser una evolución y actualización de los clásicos “Valerian y Laureline”, si bien inserta en un universo más rico y complejo en el que multitud de razas se entremezclan dando lugar a los predecibles conflictos políticos que requieren de la intervención de agentes de paz. 

 

La serie comienza en un futuro indeterminado, cuando la Tierra, tras conocer la existencia de una Confederación que agrupa a más de 500 especies alienígenas, es invitada a unirse a ella. La mayoría de los humanos lo ven como una oportunidad maravillosa de pasar a formar parte de una comunidad que les permitirá el acceso al espacio y la colonización, la obtención de nuevas tecnologías y el comercio. Pero una facción importante y muy combativa ve la propuesta con temor y suspicacia, prefiriendo que nuestra especie se mantenga al margen.

 

Kristina y Caleb Swany son los hijos de los promotores pro-Confederación, y la noche en que se va a efectuar la gran votación, mientras contemplan a distancia la cúpula del edificio donde tendrá lugar el acontecimiento, un comando de aislacionistas lanza un misil y aniquila a todos los asistentes. Semejante violencia no contribuye precisamente a mejorar la reputación de los humanos y, a partir de entonces, aunque finalmente admitidos en la Confederación, se convierten en una especie de ciudadanos galácticos de segunda clase.

 

Años después, en Orbital (el centro del poder confederado, una ciudad con más de 300 millones de alienígenas de todo tipo situada en una brecha espacio-temporal que la salvaguarda de los azares de nuestro universo), tiene lugar la graduación de los nuevos agentes de la ODI, la Oficina Diplomática Intermundial, una organización dedicada a “preservar únicamente por vía diplomática el entendimiento y la paz en el seno de nuestra vasta confederación”, según dice su líder, la Dignataria Primordial Evona Toot. Pero, como dice el adagio latino: “Ama la paz, pero prepárate para la guerra”, así que estos agentes reciben un extenso y completo adiestramiento no sólo en las artes de la negociación, sino en las del combate.

 

También actúan por parejas y Evona Toot decide que una de ellas estará compuesta por el humano Caleb Swany (ahora ya convertido en un adulto) y la sanjarr Mezoké Izzua. Esta combinación es tan llamativa como deliberada, por cuanto quince años atrás, los humanos agredieron a los sandjarr hasta casi exterminarlos. Con esta asociación, Toot quiere lanzar el mensaje de que es posible el entendimiento y la superación de los prejuicios para colaborar en una causa común.

 

Lo cierto es que nadie confía demasiado en la pareja, ni siquiera sus propios compañeros de la ODI. Caleb es el primer humano en entrar en el cuerpo y la opinión general es que no estará a la altura dado que, como he dicho, la reputación de nuestra especie en la Confederación es muy mejorable. En el fondo, sigue siendo el niño idealista, curioso y ansioso por explorar las maravillas del universo que habíamos visto al comienzo e intenta desde el principio tender puentes con su compañera/o (los pocos rasgos visibles de Mezoke –básicamente unos ojos rojos opacos y unos labios que destacan en una cabeza negra-, son fácilmente identificados por los humanos como femeninos, pero en realidad, en su especie, ello no es indicativo de ningún género en concreto. En lo sucesivo, no obstante, utilizaré el femenino para referirme a este personaje), pero ésta se muestra distante y reservada.  

 

Su primera misión les va a poner a prueba mucho más de lo que nadie preveía. Un grupo de humanos aislacionistas derrotados en batalla por las fuerzas de la Confederación cuando aquéllos intentaron aniquilar a los indefensos sandjarr, se ha establecido en la luna de Senestam, donde llevan años excavando para obtener trelium, un mineral convertible en carburante para determinadas naves estelares. Sin embargo, la civilización javloide, que habita el planeta alrededor del cual orbita esa luna, Upsall, quiere ahora ejercer sus derechos de propiedad sobre ella y exigen que los humanos, que nunca pidieron permiso para establecerse, se marchen. Una plaga ha arrasado recientemente su principal fuente de ingresos económicos y una parte del gobierno de esta especie habitualmente pacífica y desmilitarizada, quiere aprovechar el trelium para compensar esas pérdidas.

 

Pero los humanos, que han trabajado duramente, sufriendo muchas pérdidas de vidas en esa luna tan hostil (llueve continuamente, suelen producirse deslizamientos de barro y existe una especie animal muy peligrosa –una mezcla de los xenomorfos cinematográficos y los “calamares” de “Matrix”- no están dispuestos a marcharse. A ello se suma la muerte, no se sabe si accidental o deliberada, de una patrulla javloide clandestina que había viajado hasta las minas para evaluar el grado de explotación de las mismas.

 

Y allí llegan Caleb y Mezoke, acompañados de un comando de fuerzas especiales (por si las cosas se tuercen) y a bordo de Angus, un neurónomo o nave viviente, pilotada por una casi anciana humana, Nina Liebert. Mientras los militares se quedan en órbita, los agentes de la ODI bajan a la superficie de Senestam, donde inmediatamente se encuentran con un ambiente hostil, en buena medida por ser Mezoke una sandjarr. Además, se niegan a abandonar pacíficamente la luna aun cuando la Confederacion se ofrece a buscarles otros mundos habitables. Mientras tanto, la situación en Upsall, manipulada por políticos sin escrúpulos y ventajistas, degenera; y otras especies, con poco cariño hacia los humanos, están dispuestas a intervenir con sus flotas estelares.

 

Las historias de “Orbital” constan de arcos de dos álbumes, estando normalmente el primero centrado en describir la naturaleza y detalles de la crisis a la que tendrán que hacer frente los protagonistas, y el segundo más volcado en la acción, el suspense y la resolución del problema. Así, tras el primer volumen, “Cicatrices” (2006), el segundo, “Rupturas” (2007), describirá la escalada del conflicto a base de sabotajes, intentos de asesinato, traidores y quintacolumnistas, batallas desesperadas contra hordas de alienígenas letales y enfrentamientos intestinos. Problemas más que suficientes para que Caleb y Mezoke demuestren su valía y aprecio mutuo.

 

Al ser el arranque de una serie, Runberg y Pellé, enfrentados a la necesidad de establecer lo más rápido posible el marco general, recurren a la inclusión de abundantes textos explicativos. Disponen de 46 páginas para explicar la situación en la Tierra, qué es Orbital y la IDO, cómo operan sus agentes y el tipo de crisis política que deben solucionar los protagonistas. No es poca cosa, pero, afortunadamente, una vez resuelto ese obstáculo, la historia avanza con más fluidez en el segundo volumen, cuya gran escena final, rebosante de acción, culmina y resuelve con acierto toda la trama. No hay tregua en ese pasaje de doce explosivas páginas, con persecuciones de vehículos terrestres, ataques alienígenas, suspense en el espacio, evacuaciones in extremis y bombardeos. Runberg les pone las cosas muy feas a sus protagonistas y luego les hace sudar para conseguir la victoria (que no final feliz) sin recurrir a giros inverosímiles o deus ex machinas.

 

El dibujo de Serge Pellé es excelente, tanto en el diseño como en la narrativa y el color. Los extraterrestres, los planetas y las naves tienen fisonomías, ecosistemas y estructuras diferenciados y muy imaginativos que llaman a la contemplación de cada página. La sencillez de Mezoké, en particular, es un hallazgo, dado que sus rasgos no permiten adivinar lo que está pensando, convirtiéndola en un personaje siempre enigmático. Pero, además, esa elección estética puede tener un propósito alegórico, acercándola a la población negra que, en nuestro mundo, fue objeto de explotación y racismo. Ciertamente, aunque Runberg y Pellé hayan encontrado inspiración para esta serie en “Valerian y Laureline”, no hay una intencionalidad de sátira político-social tan marcada como la que Pierre Christin incluyó en sus guiones para esos personajes. Lo cual no quiere decir que no haya un mensaje claro en relación a la xenofobia, el aislacionismo y la intolerancia.

 

Pellé dibuja sus personajes con una combinación de realismo y caricatura, pero los inserta en fondos y entornos minuciosamente detallados y realistas, ya sean ciudades, estaciones orbitales, paisajes extraterrestres o naves de todo tipo. Como hay mucho que contar, el dibujante se ve obligado a encajar en cada página más viñetas de lo que suele ser habitual, pero ello no significa que tome atajos descuidando unas en favor de otras. Sus escenas siempre tienen un alto grado de detalle y ninguna parece resuelta a desgana o de forma apresurada. El color es una herramienta importante aquí para la creación de atmósferas. Básicamente, Pellé se limita a una paleta de verdes, azules pálidos y amarillos con los que moldea detalles y texturas, si bien a veces se echa de menos un poco más de viveza.

 

El estilo semicaricaturesco con el que Pellé dibuja a sus personajes, ya sean humanos o alienígenas, y el pintoresco reparto de criaturas que desfila por sus páginas, no debe llamar a engaño. Bajo esa superficie gráfica que algunos podrían confundir con algo ligero y apto para un lector juvenil, se narra una intriga política bastante sofisticada y densa donde no tiene cabida el humor, pero sí bastante violencia. Esa madurez se extiende al tratamiento de los personajes. Es cierto que no puede decirse que haya un gran trabajo de caracterización. Los secundarios más relevantes tienen más matices, el resto son básicamente parte del decorado y, en cuanto a los protagonistas y tratándose de una historia de presentación en la que enseguida son engullidos por la acción, sólo se aportan una serie de rasgos básicos y necesarios para explicar sus actos.

 

Ahora bien, mencioné antes que la pareja asignada a Caleb es un sandjarr, pero nos dicen que esa especie solo revela su sexo cuando lo considera apropiado, así que Caleb desconoce si su pareja es macho, hembra o ninguna de las dos cosas. Esto crea una dinámica interesante entre ambos que excluye el elemento romántico. Su relación es profesional, a veces discrepan y poco a poco aprenden a confiar el uno en el otro. Caleb tiene un lado oscuro, mientras que Mesoke suele ser la voz de la razón, es más callada y reservada, a veces incluso parece abatida, como si fuera una víctima pasiva, pero ese lenguaje corporal suele ser indicativo de que comprende algo que los otros han pasado por alto.

 

Por desgracia para los aficionados al buen comic de CF, “Orbital” sólo tiene dos álbumes publicados en español por Norma Comics, los primeros de la serie, en 2007 y 2010 respectivamente. Ignoro si esa interrupción se debió a unas ventas decepcionantes o a algún problema con los derechos, pero quienes habíamos disfrutado con este arranque de la colección nos quedamos sin saber más de ese universo. En Francia/Bélgica se han publicado un total de 8 números, el último de ellos en 2019, lo que totaliza cuatro historias en total. El segundo arco (números 3 y 4), aborda la circunstancia de que, al unirse la Tierra a la Confederación, los extraterrestres también pueden visitar e incluso establecerse en nuestro planeta, lo que da lugar a fricciones culturales con ciertos colectivos humanos. A partir del número 5, las tramas de los números anteriores se entrelazan para construir una historia más amplia en la que Caleb y Mesoke se convierten en víctimas de una conspiración que intenta engañar a la humanidad.

 

Un comic, en fin, que demuestra que la space opera, muy lejos ya de sus orígenes pulp en los años 30 del pasado siglo, sigue viva y perfectamente capaz de vehicular los problemas y conflictos que aquejan a nuestros mundo y tiempo. Comic inteligente y entretenido, no destaca por una gran originalidad pero sí ofrece un buen equilibrio de intriga política y acción además de un dibujo de gran nivel con el que se describe un universo vibrante de vida y maravillas.

 

 


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