Neal Stephenson es un escritor brillante que no tiene miedo a explorar nuevas ideas de las maneras más originales y entretenidas. Su sentido del humor es más sutil e ingenioso que el de la mayoría de los autores de CF, y su capacidad para crear mundos, excepcional. Todas esas virtudes se dan cita en “La Era del Diamante – Manual Ilustrado para Jovencitas”.
En el futuro postciberpunk del siglo XXII, cualquier
cosa, por trivial que sea, pued
e fabricarse a partir de caldos moleculares. Los
C.M o Compiladores de Materia, capaces de crear a partir de moléculas sueltas
cualquier objeto, orgánico o no y de cualquier tamaño, a partir de unas órdenes
programadas, son de uso común y doméstico. Por tanto, dado que la mayoría de
los bienes y alimentos pueden producirse casi sin coste mediante los C.M, la
economía global tal y como la conocemos ha desaparecido –el comercio ya no es
necesario, al menos el material. El tráfico de tecnología es otra cuestión-.
La misma suerte han corrido las antiguas naciones-Estado que, carentes de propósito y herramientas de control y administración, han sido sustituidas por “phyles” o colectivos culturales compuestos por personas que comparten –por nacimiento o elección- una serie de valores, intereses, creencias religiosas, estilo de vida, etnia… Las principales phyles son las del Reino Celestial chino Han, la Nueva Atlántida neovictoriana, Nipón e Indostán; pero hay otras muchas, como la de los zulúes, los boers, los Tamborileros, los Dovetails, los Parsis, los Judíos, los Mormones, la Primera República Redistribuida, CryptNet… Estas phyles forman sus propios enclaves autónomos y separados de las demás entre los caóticos restos de las antiguas naciones, interactuando de acuerdo a un conjunto de normas consensuadas y al que conocen como Protocolo Económico Común (PEC).
Aunque a primera vista pueda parecer una sociedad en
la que no tiene cabida la escasez, esto dista mucho de ser cierto. Con bienes
básicos y sustento alimenticio disponibles gratuitamente, muchos de los
trabajos tradicionales han quedado obsoletos, por lo que gran parte de la gente
ha quedado inactiva o subempleada. No existiendo gobiernos centrales que
implementen y gestionen un sistema educativo obligatorio y universal, la tasa
de analfabetismo es muy alta. Esta sensación general de falta de propósito y
destino, ha creado en muchas ciudades una amplia capa de delincuencia, de la
que la gente sólo puede protegerse integrándose en una phyle fuerte. Quienes no
pertenecen a ninguna, los “tetes”, son, por el contrario, vulnerables a todo
tipo de adversidades. Por otra parte, las modificaciones corporales son
frecuentes. Se realizan mediante “sitos”, nanobots introducidos en el torrente
sanguíneo que pueden, entre otras muchas cosas, mejorar los reflejos, provocar
dolor o placer, afectar al cerebro y generar percepciones falsas o interactuar
con otros objetos externos, como gafas o armamento.
En este contexto, John Percival Hackworth, es un artifex
o programador
de nanotecnología neovictoriano, residente en Shanghai. Los
miembros de esta phyle son una suerte de luditas, obsesionados por utilizar
objetos manufacturados de forma artesanal, por ejemplo, papel auténtico, aun
cuando la nanotecnología haya permitido que los ordenadores sean tan delgados
como el papel y existan páginas inteligentes capaces de mostrar imágenes con
mejor resolución aún que nuestros actuales monitores. La nanotecnología de “La
Era del Diamante” ejemplifica el concepto de "tecnología mágica" de
una manera que pocas obras steampunk habían imaginado antes: puede crear islas
pobladas de criaturas míticas, instalar armas bajo la piel o crear cuadrículas
de captura de movimiento en los rostros de los actores.
Uno de los líderes neovictorianos, Lord Finkle-McGraw, le encomienda a Hackworth la creación de un manual que enseñe a su nieta, Elizabeth, a pensar de forma creativa, independiente, inquisitiva y, en último termino, subversiva. Quizá así, algun día, pueda cambiar el mundo:
“Para educar una
generación de niños que puedan alcanzar todo su potencial, debemos encontrar
una forma de hacer que vivan vidas interesantes. Y la pregunta que tengo para
usted, señor Hackworth, es: ¿cree que nuestras escuelas lo
consiguen? ¿O son como las escuelas de las que se quejaba
Wordsworth? (….). Mis tres hijos se criaron en esas escuelas, y las conozco
bien. Estoy decidido a que Elizabeth se eduque de forma diferente”.
Lord Finkle-McGraw ha comprendido el problema fundamental del sistema de phyles. En su momento, la gente eligió la “tribu” a la cual adherirse por su propia conveniencia y protección, pero la siguiente generación ya nace y crece en el seno de una microsociedad que les parecerá "natural" simplemente porque es la única que conocen, permaneciendo fieles a la misma no por elección sino por costumbre. Finkle-McGraw cree, por supuesto, que ser neovictoriano es la mejor opción de todas, pero tiene el suficiente espíritu liberal y mente abierta como para desear que su nieta Elizabeth se críe y eduque de tal manera que, con el tiempo, tenga las habilidades y conocimientos necesarios para tomar esa decisión por sí misma.
El caso es que el encargo de Finkle-McGraw, a través
del genio de Hackworth,
acaba adoptando la forma de algo más que un “simple”
libro: el Manual Ilustrado para Jovencitas es una especie de ordenador portátil
interactivo en cuyo interior anida una sofisticada Inteligencia Artificial capaz
de adaptarse a las necesidades específicas y entorno de la niña que la conecta
por primera vez.
Pero Hackworth hace trampas. Diseña y fabrica el libro, pero se las arregla para sacar fuera del enclave neovictoriano la información confidencial que permite su fabricación en cualquier C.M. Su intención es proporcionarle a su propia hija, Fiona, un ejemplar. Para ello, hace un trato con un científico que opera en el mercado negro, el Dr.X, quien posee C.M. autónomos no conectados a la red de Tomas general que alimenta esos ingenios y son, por tanto, imposibles de rastrear. Pero cuando regresa a casa, Hackworth es asaltado por una banda de delincuentes enviada por el Doctor, que le roban todo lo que tiene de valor, incluido el Manual.
Uno de los agresores es Harv, un adolescente que, sin
ser consciente de su valor, le lleva el libro a su hermanita pequeña, Nell,
criada en un hogar tete disfuncional en la parte más pobre de la ciudad. Su
madre está ausente la mayor parte del tiempo y sus novios o bien le prestan
poca o ninguna atención o bien la maltratan. Sin embargo, el Manual construye
rápidamente para la niña un mundo de cuento de hadas con la princesa Nell como protagonista.
Bajo la tutela de Dojo, un ratón artista marcial, la princesa aprende defensa
personal, más tarde a leer y luego diferentes habilidades progresivamente más
sofisticadas, incluyendo, en un momento dado, programar máquinas de Turing.
El Manual es capaz de analizar las circunstancias y
sentimientos de la primero niña y luego adolescente Nell e ir adaptando progresivamente
la narrativa fantástica interactiva en la que se sumerge a diario para ayudarla
a avanzar en la vida. Así, escapa de la violencia doméstica, encuentra un
refugio seguro en el que establecerse y madurar durante algunos años hasta, por
fin, salir al mundo exterior para enco
ntrar su destino. Siempre acompañada de
su Manual, que le sigue proporcionando aventuras y enigmas didácticos que
continúan formando su mente, su primer trabajo es el de escribir escenarios
para una especie de burdel interactivo.
Paralela a su desarrollo transcurre la vida de la actriz interactiva Miranda, que es quien durante años pone voz al Manual de Nell (éste se conecta con un servicio remoto de actores que son quienes, a petición de los clientes, leen e interpretan el texto que se les envíe), estableciendo una conexión especial con esa niña a la que nunca ha visto y a la que tanto desea conocer que llega a obsesionarse con encontrarla.
Mientras tanto, el delito de Hackworth (tráfico de
tecnología propiedad de una empresa) es descubierto y cae víctima del chantaje
del Doctor X, que le obliga a buscar al Alquimista, un enigmático individuo que
podría desarrollar una nueva y revolucionaria tecnología, la Simiente, que
permitiría al Reino Celeste prescindir de la nanotecnología –para la cual se
necesita una red de Tomas que alimentan los Compiladores de Materia y que
controlan las phyles más poderosas. Al mismo tiempo, el Doctor X está llevando
a cabo otro plan secreto: recoger huérfanas chinas víctimas de la guerra civil
en su país, cuidarlas en secreto en una serie de grandes cargueros y educarlas
con copias del Manual que él mismo fabricó en su C.M. a partir del original de
Hackworth.
No es este un libro del que resulte sencillo hacer una
reseña porque a lo que llama en realidad es a la disertación intelectual. No
sólamente cuenta una historia compleja de multiples capas y numerosos
personajes de los más variados perfiles, sino que también es muy ambiciosa en
cuanto a los temas abordados, su carga filosófica y su sustra
to emocional.
Exige del lector atención, tiempo, paciencia, compromiso y reflexión. Este es
uno de esos libros cuyo máximo aprovechamiento sólo se consigue con segundas o
sucesivas lecturas, dada la enorme cantidad de información, situaciones y
dilemas a los que se enfrentan los personajes.
De entrada, su estilo narrativo es rico, denso y muy descriptivo, inspirado en la literatura decimonónica pero con la adición de elementos modernos. Stephenson adopta, refinándola, la técnica de "sobrecarga de información" de, por ejemplo, “Neuromante” (1984), de William Gibson. Desde el principio, aparecen vocablos nuevos que definen conceptos, tecnologías, objetos o lugares que nos son ajenos y cuya naturaleza, significado y propósito irán desvelándose conforme avanza la novela. Este estilo narrativo formal y descriptivo permite a Stephenson representar cada escena de la historia con una viveza propia de una película en alta definición.
Estilísticamente, el autor juega también a contraponer al suyo propio otros estilos, como el ciberpunk de los 80 al principio de la novela; o el que utiliza para narrar la aventura que Nell corre en la realidad virtual del Manual, que empieza como un cuento de hadas infantil y va espesándose y complicándose conforme la historia avanza y Nell crece.
La inclusión de elementos fantásticos, en particular,
no solo distingue a “La Era del Diamante de otras ob
ras steampunk anteriores y
posteriores, sino que también es una adición perfectamente aceptable, dado el
fervor con el que la cultura victoriana tardía abrazó los cuentos de hadas, no
solo los de tradición oral, como los de los hermanos Grimm, sino también las
obras de este tipo escritas por Oscar Wilde o Hans Christian Andersen. Los
estudios académicos sobre este subgénero de la Fantasía han demostrado que estos
cuentos fueron concebidos originalmente como historias didácticas con las que
transmitir valores morales y éticos, que es exactamente lo que hace el Manual
con Nell, modelándole hasta convertirla en alguien muy especial respecto a los
niños criados bajo un sistema educativo formal condicionado por la cosmovisión
de un grupo cultural concreto.
Por otra parte, estructurando la novela en base a
capítulos cortos que van alternando personajes, escenarios y tonos, Stephenson no
sólo contrarresta la posible densidad narrativa con un ritmo ágil, sino que
logra mantener un difícil equilibrio entre l
a ciencia ficción dura, la aventura
y la intriga política que se desarrolla entre las phyles y un Reino Celeste que
aspira a fundar una nueva China regida por principios confucianos.
Durante la primera mitad de la novela, Stephenson sienta las bases de su mundo, lo puebla de personajes y los hace avanzar en sus respectivos arcos tejiendo un tapiz fascinante. Alterna las trágicas peripecias de Hackworth con las de Nell, intercalando las historias que el Manual va creando para la niña utilizando elementos de la realidad (sus peluches y juguetes desempeñan un papel fundamental en su enseñanza) y animándola a pensar de maneras originales para encontrar soluciones a sus problemas. Stephenson describe una sociedad del futuro intrincada y maravillosa, con tantos logros asombrosos como peligros indeseables. Su estilo no está pensado para mimar al lector dándole toda la información masticada en forma de diálogos explicativos o notas al pie, pero aún así resulta absorbente.
Aproximadamente hacia la mitad de la novela, la
coherencia del conjunto empieza a debilitarse al incorporar nuevas subtramas
que se desvían de los protagonistas principales y abandonan a algunos
personajes que ya habían conseguido captar la atención del lector, como el Juez
Fang y sus ayudantes o la misteriosa organización CryptN
et. El foco de la historia
pasa de lo personal a lo político. Técnicamente, se podría argumentar que esta
siempre ha sido una obra política –al fin y al cabo, el catalizador de la
acción es el plan de Finkle-McGraw de inculcar la subversión entre los
jóvenes—, pero hasta este punto la narración siempre se había centrado en los
individuos.
El problema se agrava hacia el final porque, en lugar
de cerrar progresivamente los multiples arcos que se han ido introduciendo, la
acción, se acelera en las últimas cien páginas, cayendo en una carrera
desesperada y algo confusa por rematar todas las tramas… sin conseguirlo. El
protagonismo lo toma el conflicto, no demasiado claro, entre El Reino Celeste y
La República Costera, una réplica de la Rebelión de los Boxers de 1900. Los
revolucionarios Puños de la Recta Armonía, enviados por el Reino Celeste,
invaden el territorio de la República primero y amenazan con hacer lo propio
con Nueva Atlantis (el enclave neovictoriano), tratando de cortar las Tomas
provenientes de esos territorios y así reemplazar la nanotecnología por la
Simiente. Se revela entonces que el periodo de diez años en el que Hackworth estuvo
desaparecido tras haberse convertido en un agente doble del Doctor X, lo pasó
en co
mpañía de una phyle/secta llamada Los Tamborileros, que funcionan como una
mente grupal y que, trabajando junto a un oscuro grupo de hackers llamado
Cryptnet, han acumulado el conocimiento necesario para fabricar la Simiente.
Demasiada información expuesta demasiado rápida y atropelladamente.
De hecho, una de las principales críticas que se ha dirigido contra “La Era del Diamante” tiene que ver son su abrupto final, el cual incluso los más fieles defensores de Stephenson han tenido problemas para explicar. Sí, se responden algunas preguntas, pero dejan la mayoría de los enigmas sin descifrar y el destino de los personajes sin aclarar. Aunque quizá decepcionante para muchos lectores, es posible que Stephenson decidiera terminar donde lo hizo al pensar que había alcanzado una cierta resolución en lo que respecta al núcleo principal de la historia: el proceso de madurez de Nell.
Si bien Stephenson tuvo dificultades para llegar a una
conclusión gratificante tanto en “Snow Crash” (1992) como en la obra que ahora
nos ocupa, sí lo consiguió con “Criptonomicón” (1999), que tiene casi el doble
de páginas. ¿Significa eso que necesita extensiones semejantes para aclarar las
cosas y cerrar todas las tramas? En este s
entido, hay quien lo ha acusado de
escritor autocomplaciente con tendencia a incluir largas digresiones a menudo
irrelevantes para los temas principales de la historia e incapaz de estructurar
sus novelas de forma equilibrada para que, después de cientos o incluso miles
de páginas (como el caso de su Ciclo Barroco), sus finales no sean
anticlimáticos
Por otra parte, los personajes y la sociedad futura de “La Era del Diamante” son más complejos y realistas de lo que cabría esperar. A diferencia de las novelas ciberpunk más clásicas de los años 80, los protagonistas aquí no son antiheroes antisistema. De hecho, Stephenson abre la historia haciendo un guiño irónico al subgénero antes de subvertirlo casi inmediatamente, presentando en clave paródica a Bud, un personaje que parece extraido de la típica novela ciberpunk:
“A Bud le
gustaba llevar ropas ceñidas de cuero para marcar los músculos. En una visita
anterior a la modería, dos años atrás, había pagado para que le impla
ntasen un
montón de ‘sitos en los músculos: pequeños bichos, demasiado pequeños para
detectarlos, que estimulaban eléctricamente las fibras musculares de
Bud con un programa que se suponía maximizaba el volumen. En combinación con la
bomba de testosterona insertada en el brazo, era como entrenar en un gimnasio
día y noche, sólo que nunca tenía que hacer nada y no sudaba. El único
inconveniente era que el montón de pequeños pinchazos le volvían tenso y
predispuesto a los espasmos. Se había acostumbrado, pero todavía le causaban
una cierta inestabilidad cuando iba en patines, especialmente cuando corría a
cien kilómetros por hora por una calle repleta. Pero pocos se metían con Bud,
incluso cuando los derribaba en la calle, y después de hoy nadie se volvería a meter
con él nunca más”.
A Bud lo arrestan y condenan rápidamente a muerte, no
volviéndoselo a mencionar en el resto de las casi 600 páginas de la novela. A
diferencia de los arquetipos como él, los protagonistas de "La Era del
Diamante" son personas de diferentes estratos soci
ales que viven en un
mundo complejo y peligroso y cuyos habitantes y no cuentan con las antiguas protecciones
de los gobiernos nacionales. Son hombres, mujeres y niños con emociones,
motivaciones y personalidades bien diferenciadas, ya sea Nell tratando de
sobrevivir y encontrar un hogar y un propósito, las tribulaciones del inteligente
pero desgraciado Hackworth, el arco argumental de la actriz de “ractivos”
Miranda, o las creencias confucianas del juez Fang que lo llevan en una
dirección inesperada.
En términos emocionales, esta historia ofrece asimismo una gran variedad. Hay segmentos descriptivos que provocan maravilla, escenas reconfortantes, momentos sorprendentemente duros por su violencia, partes realmente deprimentes seguidas de otras inspiradoras, pasajes humorísticos y otros trágicos o inquietantes.
En especial, me pareció un acierto que Nell no acabara
siendo la hija secreta de algún líder o personaje importante de ese futuro. Son
mucho más interesantes las historias de personas que triunfan gracias a su propia
determinación, no a su linaje
ni a sus privilegios de nacimiento. La otra
historia principal, la de Hackworth, en cambio, siendo interesante, carece de
la profundidad emocional de la de Nell. Es un ingeniero cuyas desventuras son
producto de su imprudencia al crear una copia ilegal del Manual y creo que en
ningún momento consigue conectar con el lector con la facilidad con que lo hace
Nell, quizá debido a que su educación victoriana le impide exteriorizar sus
sentimientos, tal y como se ve en la entrevista que mantiene con su esposa Gwen
tras reencontrarse con ella diez años después de desaparecer del mundo.
Como punto claramente mejorable, o incluso prescindible, en el apartado de personajes, cabe mencionar a los Tamborileros, la extraña secta clandestina en la que acaba metido Hackworth y cuyos miembros parecen ocupar todo su tiempo tocando los tambores en laberintos construidos en el lecho marino y participando en orgías desenfrenadas e inacabables que terminan por borrar sus identidades individuales y sentido del tiempo. Más tarde, se descubre que son en realidad un enorme ordenador biológico, siendo la conciencia colectiva de todos sus miembros utilizada en tareas computacionales mientras sus cuerpos expulsan semen ardiente. Todos los pasajes relacionados con los Tamborileros tienen un aire onírico, pesadillesco incluso, pero se sienten en exceso forzados e incongruentes, como si Stephenson intentara homenajear la filosofía de amor libre de los cuentos que Heinlein escribió en su madurez, pero no supiera cómo insertarlo en la historia que tenía entre manos.
Casi podríamos considerar también al propio Manual
como un personaje más. Stephenson no
s ofrece aquí un invento maravilloso con
una gran carga simbólica que recoge y enriquece el tropo del niño marginado que
encuentra consuelo en los libros. El Manual no es sólo algo que se lee. Responde
a su lector; usa los acontecimientos de su vida como base para diseñar las
lecciones que necesita aprender en cada momento; puede ampliar y reducir
imágenes y textos, mostrando tanto los detalles más nimios como el panorama
general; contiene planos, manuales, cuentos, claves, mapas… Incluso pueden
tomarse notas en él. A poco que uno le gusten los libros, es fácil sentirse
fascinado por este hallazgo, aunque solo sea por la forma en que literaliza la
profunda verdad que todo lector conoce: en muchos momentos, un libro puede ser
el mejor amigo.
Otro de los grandes atractivos de “La Era del
Diamante” es la gran cantidad de temas que explora en sus páginas. Uno de ellos
es la inclinación de la gente a
dar sentido a lo nuevo a partir de lo antiguo. En
esa sociedad del futuro hay ciertos grupos que recuperan antiguas formas de
vida y sistemas de valores, tratando no sólo de dar sentido a sus vidas sino de
alcanzar un grado de supuesta superioridad respecto a otras comunidades. Ya
sean los neovictorianos (que intentan emular a sus homónimos del siglo XIX) o
los tradicionalistas chinos que siguen las enseñanzas de Confucio, gran parte
de la novela trata sobre cómo las personas intentan, con distintos grados de
éxito, aplicar viejos estándares al nuevo mundo al que ha dado a luz la
nanotecnología.
Otro gran tema presente en toda la narración es el poder y el valor de las historias. En este sentido, “La Era del Diamante” es un ejemplo perfecto de metaficción porque no sólo contiene una historia (la aventura de Nell en el Manual) dentro de otra, sino que toda la novela trata sobre el impacto que una persona puede causar en el mundo tras leer un libro. Relacionado con esto, se nos recuerda cómo las historias tienen el poder de educarnos de múltiples maneras, desde el plano intelectual al moral, y, por consiguiente, modelar nuestra personalidad y el camino que sigamos en la vida. “La Era del Diamante” es, por tanto, una celebración de la magia que reside en el acto de leer y contar historias.
La novela también explora la tensión existente a nivel
individual entre la rebeldía y el conformismo. Si bien una parte considerable
de la obra se centra en el aprendizaje de Nell para defenderse y pensar por sí
misma, su historia personal se ambienta en un m
undo fragmentado en numerosos
microestados gobernados por otras tantas "tribus" ideológicas. Stephenson
expone las ventajas e inconvenientes tanto de la independencia espiritual como
de la adscripción a un código ajeno compartido y defendido por una
colectividad, dejando al lector que saque sus propias conclusiones ante los
dilemas que ello plantea; por ejemplo, ¿es mejor mantener la independencia
frente a una situación de peligro, o disfrutar de la seguridad que brinda la
pertenecencia a un grupo pagando el precio del absoluto conformismo? Conviene
tener este tema presente puesto que el final de la novela carece de sentido sin
él.
Stephenson adopta también una postura clara respecto a
la importancia de la familia y los vínculos filiales. Gracias a la educación
que le ha brindado el Manual, Nell se convierte en alguien inteligente e
incluso peligroso en cuanto subversivo. Y, sin embargo, está también incompleta
porque nunca ha sentido el apoyo, protección y cariño de una auténtica madre;
carencia que, en última instancia, se co
nvierte en la obsesión por encontrar a
Miranda, aquella que, a través del Manual, fue guiándola por las tribulaciones
de la vida. En este sentido, hay una frase en el libro bastante reveladora: “En un mundo de abstracciones, nada era más
concreto que un bebé”. Esto nos da la pista de que, en el fondo y pese a
que a veces no lo parezca así, “La Era del Diamante” es un libro esperanzador.
No plantea un futuro sombrío, sino que sugiere la esperanza de uno mejor que,
lejos de las estiradas maneras victorianas, sepa expresar sus sentimientos.
Pero hay más temas presentes en la novela: la pobreza y la estratificación social, el capital cultural, la dicotomía naturaleza vs. educación, las políticas de género, cómo la tecnología modifica la sociedad y puede ser utilizada como palanca de poder por parte de los poderosos o como herramienta de una revolución… En fin, un libro temáticamente denso que interesará a quienes la exigen a la CF algo más –mucho más, en este caso- que puro entretenimiento.
En cualquier caso y con todos sus defectos, Stephenson
ganó con “La Era del Diamante” los premio
s Hugo y Locus. Las pegas apuntadas no
deberían ser una excusa para que cualquier aficionado a la CF le diera una
oportunidad, especialmente porque la novela ha envejecido muy bien. Treinta
años después de su publicacion original, el futuro que retrata sigue pareciendo,
valga la redundancia, futurista para nosotros al tiempo que la narración
transmite una sensación de, si se me permite el término, moderna atemporalidad.
Salvo quizás algún pasaje, descripción o referencia más anclada en su tiempo
(como el Kentucky Fried Chicken), “La Era del Diamante” ha conservado una plena
actualidad.
Una novela, en fin, que mezcla el post-ciberpunk, el steampunk y la fantasía infantil de forma inteligente, profunda, original, sugerente, compleja, que se resiste a desaparecer del recuerdo una vez leída y que, aunque exigente para el lector, también ofrece recompensas a la altura del esfuerzo requerido. Una obra que ofrece sentido de lo maravilloso y misterio pero, eso sí, dados su estilo y duración, sólo apta para lectores veteranos y sin miedo a enfrentarse a libros exigentes.

No hay comentarios:
Publicar un comentario