Nadie lo vio venir cuando “Star Wars” se estrenó, el 25 de mayo de 1977, en poco más de treinta salas de cine de Estados Unidos, tal y como era la costumbre entonces en los lanzamientos cinematográficos. La respuesta fue tan inmediata y abrumadora que la 20th Century Fox se apresuró a expandir su lanzamiento a muchas más salas en las semanas siguientes, convirtiendo una “simple” película de aventuras espaciales en un fenómeno cultural absolutamente masivo y sin parangón en la Historia del Cine.
Llegó a ser
la película más taquillera de todos los tiempos en ese momento, superando a “Tiburón”
(1975) -hasta que E.T. (1982), también de su amigo Steven Spie
lberg, la
desbancó cinco años después-. Con presupuesto de aproximadamente 13 millones de
dólares, recaudó más de 775 millones a nivel mundial, una cifra asombrosa para
la época. Recibió diez nominaciones a los Óscar (incluyendo Mejor Película,
Mejor Director y Mejor Guion Original), de los cuales ganó siete,
principalmente en categorías técnicas. Fue acreedore de múltiples premios
internacionales, varios Grammys y nombrada "Película del Año" por la
revista “Time”. Revolucionó la tecnología de los efectos especiales y catapultó
a Industrial Light & Magic, otra empresa de Lucas, a lo más alto de ese
particular rincón de la industria.
Y no sólo
transformó la CF, sacándola de su nicho para alzarla a la vanguardia de
Hollywood, sino que inspiró a incontables creadores en las décadas por venir.
Aún más, el acuerdo de merchandising que orquestó Lucas fue una jugada maestra.
El éxito de la película generó una demanda sin precedentes de todo tipo de
productos imaginables, sentando las bases de cómo se monetizarían las grandes
franquicias cinematográficas en el futuro.
Fue para
gestionar específicamente los derechos de merchandising que Lucas
creó otra
empresa, Black Falcon Limited, de vital importancia en los inicios del éxito
financiero de Star Wars, aunque su existencia fue relativamente breve. Su
principal función fue centralizar, negociar y supervisar las licencias,
regalías y acuerdos con los fabricantes de juguetes, cómics, ropa y otros
productos promocionales. La encargada de la parte editorial y artística en esa
compañía fue Carol Titelman, responsable de encontrar al autor que pudiera
encargarse de las tiras de prensa de “Star Wars” que iban a empezar a distribuirse
a través del Los Ángeles Times Syndicate a partir del 11 de marzo de 1979.
Los
comics
para la prensa fueron otra pieza en la expansión y evolución que en ese momento
estaba produciéndose en el recién nacido universo salido de la imaginación de
George Lucas. Desde 1977, Marvel venía publicando con gran éxito un comic book mensual. La misma editorial lanzó en octubre de ese mismo año la cabecera
“Pizzazz” que nutrió sus 16 números con artículos sobre estrellas del rock,
cine y la serialización de comics originales de Star Wars en entregas de tres
páginas. A esto se sumaban las editoriales Ballantine/Del Rey Books, que habían
publicado tanto la novelización de “Una Nueva Esperanza (escrita por Alan Dean
Foster), como la novela original “El Ojo de la Mente”. Además, la aclamada
trilogía de Han Solo, escrita por Brian Daley, y que ayudó a definir el pasado
del contrabandista mucho antes de conocer a Luke Skywalker, estaba próxima a
llegar a las tiendas.
Faltaba, por
tanto, un mercado por atender: el de las tiras de prensa. Un comic al m
es y un
puñado de novelas cada tantos años no era suficiente para satisfacer la inmensa
demanda de contenido relacionado con Star Wars por parte de unos aficionados
que devoraban todo aquello que caía en sus manos. En cambio, las tiras de prensa
diarias y las planchas dominicales eran leídas por millones de norteamericanos.
No hacía falta esperar semanas o meses hasta la próxima dosis de Star Wars.
Bastaba con comprar el periódico del día.
La aparición de la tira de prensa de Manning llegó en un momento crucial: la evolución de la ficción derivada de Star Wars hacia un universo narrativo rico y complejo. Todo este material publicado en forma literaria o gráfica, era sólo moderadamente supervisado por la gente de Lucas. No existía el concepto de Canon o Universo Expandido, tan sólo un puñado de reglas básicas que los autores debían respetar. Por lo demás, eran libres de imaginar nuevos mundos, alienígenas y aventuras, expandiendo de esta forma ese universo a base más de frescura e improvisación que de cuidadoso análisis, control y coherencia. Y esa es, precisamente la virtud y la parte más interesante de esta etapa, entre “Una Nueva Esperanza” y “El Retorno del Jedi” (1983), antes de que Lucasfilm empezara a ejercer una supervisión castrante en aras de edificar una mitología monolítica, sin fisuras lógicas pero también endogámica.
Ahora bien, ¿a quién elegir para llevar a cabo la intimidante tarea de encargarse de este material?
Escribir y
dibujar comics sobre personajes consolidados no es tarea fácil. Con sus propias
creaciones, guionistas y dibujantes
pueden dar rienda suelta a su imaginación y
dejar que las historias fluyan en la dirección que estimen conveniente. Pero
cuando aquéllas son propiedad de terceros y, además, son inmensamente populares,
las restricciones a la libertad creativa aumentan de forma alarmante. En
aquella época, a pesar de que todavía quedaba mucho universo por crear, las
traslaciones de “Star Wars” a otros medios ya eran difíciles. Los creadores
debían atenerse a la escasa información que podía obtenerse de la película
propiamente dicha y, además, abstenerse de hacer nada que contradijera lo que
ya estaba en el horno para la siguiente entrega (en ese caso, “El Imperio
Contraataca”, cuyo rodaje arrancó, precisamente, en marzo de 1979). Y ello sin
tener acceso –porque era un secreto bien guardado- al guion de la misma. Por si
todo esto fuera poco, el muy limitado formato de tira diaria impedía en buena
medida trasladar el dinamismo y espectacularidad v
isuales que había fascinado
al público de la película. En fin, que era una tarea sólo al alcance de un
profesional bien bregado y acostumbrado a trabajar no sólo rápido sino dentro
de unos parámetros estrictos.
El elegido fue el californiano Russ Manning. Por entonces contaba 49 años y era considerado una leyenda dentro de la industria. Aficionado a la Ciencia Ficción desde su infancia, completó su formación artística y, desde finales de los años 40, empezó a colaborar con fanzines especializados en el género antes de ser movilizado por la Guerra de Corea. Al volver a casa, retomó la relación que ya había iniciado con Western Publishing, la editorial propietaria de los comics que aparecían con el sello “Dell” y “Gold Key”. Para este último creó Manning la serie “Magnus Robot Fighter 4000 A.D.” junto al editor Craig Chasem. Tuvo tanto éxito que llegó a vender más que “Superman”. Con el declive en las ventas de comic-books, empezó a ocuparse de otro de sus personajes favoritos, Tarzán, primero en comics publicados por Gold Key y luego ya en la prensa, ámbito en el que se centraría por completo en 1967 y donde permanecería los siguientes once años y medio.
Manning
había visto la película de Lucas tres veces cuando, mediando Shel Dorf (uno de
los fundadores de la San Diego Comic-Con), representantes de Black Falcon se
pusieron en contacto con él tras haber descartado a otros dos candidatos por
diferentes razones. Manning tenía amplia experiencia no sólo en el comic sino
con este formato en concreto, escribía sus propias historias y contaba con
ayudantes (Mike Royer, Bill Stout, Dave Stevens) que le asistían con el
entintado o la rotulación. Y no sólo era, como he dicho, un gran fan de la CF,
sino que, en ese punto, estaba buscando la forma de cambiar de aires tras más
de una década dibujando selvas, animales y hombres en taparrabo. Se firmó el
contrato y Manning, sin abandonar las dominicales de “Tarzán”, pasó a realizar
también las de “Star Wars” así como las tiras diarias. Una sobrecarga de
trabajo que, como veremos, se cobró su precio.
El prim
er
arco, titulado “El Mundo de los Jugadores” (12 de marzo a 8 de septiembre de
1979) es, no se puede decir de otra forma, decepcionante. Luke, Leia y los
droides acuden al planeta Vorzyd 5, al que, por algún motivo, se le conoce como
“El Planeta de los Jugadores”, aunque nada hay en esta aventura que justifique
ese título más allá de una escena inicial en un casino. Su misión allí es
esperar a ser contactados por un agente rebelde que, a su vez, les conducirá a
un misterioso simpatizante de la Rebelión que podría interrumpir y desviar el
dinero que el Imperio canaliza a través de ese mundo. Se presenta un nuevo
villano, Blackhole, sicario de Darth Vader, que se muestra sólo como una
especie de sombra holográfica y que va a enviar a sus tropas (unos soldados de asalto
imperiales de coraza negra) tras los héroes.
Suceden
muchas cosas, pero poco interesantes. Luke y Leia están muy desdi
bujados y su
papel es el de sosos y genéricos héroes. Claramente, el interés de Manning
recaía sobre todo en C3PO y R2D2, a los que dedica extensos pasajes de la
peripecia. Al fin y al cabo, recordemos, había sido el creador de “Magnus,
Robot Fighter”, cuyo protagonista luchaba principalmente contra robots
renegados y jefes de policía robóticos que buscaban imponer un gobierno
totalitario. Por desgracia, sus diseños para esta tira saben demasiado a
rancio. En otro contexto, podría buscarse consuelo en la nostalgia o el sabor
retro, pero no era eso lo que pedía esta serie en ese momento. En fin, que pese
a un cuidadoso y muy limpio trabajo de entintado, sus personajes carecen de
carisma y sus escenas de acción de dinamismo. Para colmo, termina la aventura
dejando a varios de los personajes secundarios en una situación apurada cuya
resolución nunca llegamos a conocer. Aún peor, aunque al final se revela la
identidad del colaborador rebelde situado en el máximo nivel del gobierno de
ese planeta, la entrevista se remata de forma abrupta sin haber llegado a
acordar nada.
Entretanto,
Manning también se ocupaba de las páginas dominicales a color, un formato que
le permitía estirar algo más los músculos gráficos. El p
ri
mer arco, titulado
“El Asunto Constancia” (11 de marzo-8 de julio 1979) no es en realidad más que
una larga secuencia de acción sin demasiado sustrato. La primera plancha
consiste en C3PO prestando su informe a un gran ordenador, Mnemos –que también
aparecía en “El Planeta de los Jugadores”-, a petición de la Alianza Rebelde,
que quiere registrar toda la información relativa a Luke. El droide comienza su
relato recordando cómo él y R2D2 quedaron flotando en el vacío del espacio tras
la aparente destrucción de la nave de Luke. Son rescatados por Han Solo y
Chewbacca, que acudían a una llamada de socorro de aquél a bordo del Halcón
Milenario y que llevan consigo a un reciente ligue del contrabandista,
Gyla.
La ap
arición
de unos cruceros de combate imperiales y sus correspondientes cazas, lleva a
una peligrosa persecución entre peñascos de hielo que orbitan el planeta
Constancia y donde Chewbacca demuestra su talento sobrehumano para pilotar. Tras
librarse de los cazas imperiales, encuentran una base camuflada donde se reúnen
con Luke, la guerrera Sharlee y la telépata Gamine. El imperio ha amenazado con
destruir al planeta Constancia si los telépatas no acceden a poner sus
habilidades a su servicio. La Alianza tiene un plan para rescatarlos, pero
Gamine debe llegar a su mundo y explicárselo al pueblo. Y eso es exactamente lo
que hacen Luke, Han y Chewie, ayudados por Sharlee, destruyendo las naves
imperiales que merodean por la zona y siendo recibidos en Constancia como
auténticos héroes.
No es que
haya demasiada sustancia argumental aquí y, de hecho, volvemos a encontrarnos
con un final brusco que nada resuelve, pero, al menos, el formato de página
completa le da la suficiente flexibilidad a Manning como para ju
gar algo con
las composiciones e insertar viñetas de mayor tamaño que añaden una
espectacularidad visual de la que carecía la tira diaria.
Claramente, compaginar la autoría de las dominicales de “Tarzán” y las diarias y dominicales de “Star Wars”, se cobró su precio en términos de calidad, por mucho que Manning contratara a Mike Royer como entintador de esta última serie. A ello se añadía su peculiar método creativo, que consistía básicamente en no planificar nada con detalle más allá de los aspectos más básicos de cada aventura, como la premisa, los villanos y el final, resolviendo el resto sobre la marcha. No es de extrañar que el resultado de todo ello fuera, siendo amables, irregular, con personajes absolutamente genéricos, tramas mal equilibradas, segmentos poco o nada interesantes que duraban demasiado y otros importantes que se resolvían de un plumazo y conclusiones abruptas que olvidaban dar respuesta a ciertos interrogantes planteados.
Por otr
a
parte, Manning tenía que atender las exigencias de Black Falcon. En primer
lugar y como ya he apuntado antes, no contar nada que pudiera interpretarse
como adelanto de la siguiente película ya en rodaje, “El Imperio Contraataca”
(1980), aun cuando él mismo desconocía el guion de la misma. Por eso, y a
diferencia de “Tarzán” –en la que gozaba de total libertad por parte de Edgar
Rice Burroughs, Inc-, debía enviar a Carol Titelman muestras de su trabajo en
“Star Wars” para su aprobación previa. De hecho, su primera propuesta para la
historia a desarrollar en las tiras diarias, fue rechazada porque comenzaba
justo al terminar la ceremonia de entrega de condecoraciones con la que finalizaba
la primera película. Por tanto, Manning se centró en historias genéricas,
independientes entre sí y que no hicieran avanzar en absoluto ni a los
personajes ni al conflicto central en el que se hallaban inmersos, a saber, la
guerra entre el Imperio y la Alianza Rebelde.
En segundo
lugar, recibió una llamada de atención por parte del propietar
io de los
derechos por utilizar personajes compartidos en la tira diaria y en la plancha
dominical. Según le dijeron, tener a Luke y los droides corriendo una aventura
de lunes a sábado y otra diferente los domingos, podría confundir a los
lectores. Por eso, en el tercer arco argumental, “Las Profundidades de
Kashyyyk” (dominicales del 15 de julio-9 de septiembre de 1979), se limitó a
utilizar a Han Solo, Chewbacca y los droides (estos últimos eran, claramente,
los personajes favoritos de Manning).
Cuando la
pareja de contrabandistas y los robots llegan al planeta natal del Chewbacca,
se e
ncuentran con una gran agitación. El líder de los wookies comunica a su
pueblo que no podrá celebrarse su más sagrado ritual dado que es peligroso
descender a los niveles más profundos del bosque, donde se encuentra una raíz
muy especial e imprescindible para la celebración. Para evitar males mayores,
Han se ofrece a buscar ese ingrediente acompañado de su camarada y los droides.
Al llegar a su destino, encuentran una partida de soldados y científicos
imperiales destrozando el entorno y siendo a su vez atacados como respuesta de
una naturaleza irritada e inteligente. Han sólo salva a Gyla Petro, una de las
científicas –y que habíamos visto ya en “El Asunto Constancia” presentada, ya
lo dije, como
un simple ligue-. Cuando vuelven a los niveles superiores en
poder de la raíz buscada, son recibidos como héroes y vitoreados por el pueblo
wookie.
Al término de su relato, Mnemos le recuerda a C3PO que sus archivos apuntan a que Gyla Petros podría ser una espía del Imperio. Pero este es un hilo que muere en esa misma viñeta porque a partir de ese momento, las planchas dominicales pasarían a estar integradas con las tiras diarias en una única narrativa que, además, contaría ya con guiones de otros escritores que no estaban interesados en continuar lo que Manning había venido haciendo.
Y es que,
tras seis meses, Manning y Black Falcon (que, cumplido su propósito inicial
pronto fue absorbida por Lucasfilm Ltd) tuvieron que reconocer que su colaboración
no estaba dando los frutos deseados. Manning no era capaz de asumir la carga de
trabajo q
ue suponían las dos series y Star Wars le exigía mucho más trabajo que
Tarzán. Llevaba muchos años contando las aventuras del personaje de Edgar Rice
Burroughs y ya disponía de abundante documentación en la que apoyarse para
dibujar fondos selváticos o animales –si es que a esas alturas no era capaz de
hacerlos con los ojos cerrados-. Pero el universo de Lucas era completamente
diferente. No se había diseñado nada más que lo que aparecía en la película. El
resto, era necesario imaginarlo desde cero. Y eso exigía un tiempo y esfuerzo
del que Manning no disponía. Lamentablemente, cuando es necesario un esfuerzo
especial en el diseño de las naves, entornos, armas, criaturas, arquitectura y
demás detalles, y no se dispone del tiempo preciso para perfilar bien todos
estos elementos, o bien se recurre a ciertas fórmulas ya conocidas por el artista,
o bien se solventa de la forma más genérica y sosa posible. Y esto es lo que
ocurrió. Sus diseños, o bien eran ramplones, o bien recordaban a cierta
estética ya trasnochada en el género y que no casaba bien con la desarrollada
por el equipo artístico de Lucas.
Por si fuera
poco, llegó un momento en que las exigencias de Lucasfilm se convirtieron en
una carga. Manning debía enviar sus propuestas de guion para s
er aceptadas y
luego escribir y volver a mandar para su supervisión un guion técnico completo,
aceptando los cambios que se le indicaran. Le dejaron hacer durante un año,
pero llegó un momento en que su paciencia se colmó. No les gustaban sus guiones
y Manning no se sentía a gusto con el tipo de historias que le pedían. Fue por
entonces cuando, además, empezó a padecer dolores que él achacó a una úlcera
agravada por la presión de las fechas de entrega (y que luego resultó ser un
cáncer). Pero tampoco quería abandonar una tira que, habida cuenta del éxito de
la película, le aseguraba una gran proyección internacional y unos ingresos
regulares. Así que aceptó dibujar los guiones escritos por quien ellos
designaran.
El p
rimero
de ellos fue Steve Gerber, que había alcanzado reputación de guionista
inteligente, original y atrevido gracias a sus trabajos para Marvel en
colecciones como “El Hombre-Cosa”, “Los Defensores” o “Howard el Pato”. Y fue
él quien escribió el siguiente arco argumental, que unificaba tiras diarias y
planchas dominicales y que llevó por título “Viaje a Tatooine” (10 septiembre-5
noviembre 1979).
Luke, que
está realizando una misión de reconocimiento en compañía de los droides, recibe
la orden de volver a Tatooine para investigar una cápsula que ha aterrizado de
forma imprevista allí y tras la cual van también los soldados imperiales. Luke
obedece a regañadientes porque lo que menos desea es
regresar al planeta del
que se pasó años queriendo huir. Allí contacta con una agente simpatizante de
la Alianza, Anduvil de Ogem, con la que descubre que la cápsula contiene una
enfermedad muy contagiosa y letal, la Bledsoe. Resulta que los infectados
desarrollan una extraña condición en los ojos, los cuales pasan a reflejar una
suerte de mapas estelares en los que se ubican las localizaciones de bases
rebeldes secretas. El Imperio ha estado lanzando este tipo de cápsulas en
múltiples mundos para obtener esa información de los contagiados y, por el
momento, les ha salido bien.
Ha
y que
admitir que la propuesta de Gerber es muy original, aunque un tanto
descabellada incluso para el universo Star Wars. Por desgracia, su espíritu
iconoclasta (en “Howard el Pato” ya había presentado una parodia de la
película) no tenía espacio para evolucionar en un formato tan limitado como el
de la tira (hay que tener en cuenta que se las tenía que arreglar para que los
lectores dominicales pudieran ser capaces de seguir el hilo aun sin haber leído
las entregas diarias, lo que da lugar a repeticiones bastante molestas una vez
se revisa todo el arco en una sola lectura) y tan controlado por los
propietarios de los derechos. Una vez más y salvo algún apunte casi anecdótico
relacionado con Luke, la caracterización brilla por su ausencia y la historia,
bastante genérica, se corta sin ulterior desarrollo dado que a Gerber le
sustituiría Russ Helm en el siguiente arco.
Al menos, el
respiro que le dio a Manning desentenderse de los guiones, h
alla cierto reflejo
en el dibujo, algo más trabajado que en los meses anteriores. Con todo, sigue
estando lejos de los grandes clásicos que firmó en los años 60, quizá debido a
que para entonces ya estaba luchando con el cáncer que le llevaría a la muerte,
con 52 años, en 1981.
Pero, por la razón que fuese, la participación de Gerber en el universo de Star Wars se limitó a esa aventura, ya fuera por falta de tiempo del guionista o porque el enfoque de éste era incompatible con el de Lucas. Para el siguiente arco, “Princesa Leia, Sirviente Imperial” (6 noviembre-31 diciembre de 1979), se contó en las labores de escritura con un tal Russ Helm. Algunas fuentes sugieren que ese nombre pudo ser un seudónimo utilizado por el guionista Archie Goodwin, dado que en ese momento estaba bajo contrato para escribir “El Agente Secreto X-9”, otra tira de prensa pero propiedad del King Features Syndicate, competencia del Los Angeles Times Syndicate que distribuía las de Star Wars.
Sin embargo,
otras fuentes, como el guionista Mark Evanier, desmintieron tal hipótesis como
una leyenda urbana, asegurando que Russ Helm era una persona real que escribía
bajo su propio nombre. Según el texto introductorio del volumen recopilatorio de
esta etapa, Helm era “un batería y
escritor amigo de Lindsay Smith” (escritora, guionista y por entonces
editora literaria de Lucasfilm. En cualquier caso, más allá de tres arcos
argumentales en esta serie, Helm no volvería a internarse en el mundo del
comic.
Las órdenes
de los responsables de la tira eran alternar el trío de personajes principales
en cada aventura así que, si en la anterior había sido Luke el protagonista,
ahora le toca a Leia, que tras ser destruida su nave por un caza imperial
,
llega en una cápsula de salvamento al planeta más cercano, una colonia imperial
donde se extraen los musgos megonite, un valioso recurso para el Imperio pero
muy difíciles de manipular dado que cualquier alteración de temperatura o
vibración los hace explotar. Los obreros, que se juegan y pierden la vida todos
los días, son tratados como esclavos por Lady Tarkin, la esposa del gran Moff
Tarkin, quien murió en la explosión de la Estrella de la Muerte (y que Manning
dibuja como una especie de Cruella de Vil, reciclando varias veces la misma
imagen de la misma). Tomada al principio por otra esclava más, Tarkin se da
cuenta de que es alguien más cultivado y la aparta para servir en su
residencia, donde pronto tendrá lugar una cumbre diplomática a la que acudirán
representantes de todo el Imperio. Leia llega a un inestable acuerdo con otros
dos esclavos tan ansiosos de escapar de allí como ella y q
ue ya tienen un plan
en marcha, si bien les hace falta alguien como Leia, con acceso al transmisor
que Tarkin tiene en su casa. Las cosas se complicarán cuando Darth Vader, que desde
su destructor imperial capta la transmisión de la princesa pidiendo ayuda a un
contrabandista, acude al evento diplomático dispuesto a averiguar lo que
ocurre.
Luke y Han
son los protagonistas del siguiente arco, “El Segundo Corredor de Kessel” (1
enero-25 febrero 1980), en el que ambos deben detener una nave capaz de
modificar el clima de los planetas de la que se ha apoderado el imperio y cuyo
inventor es obligado a colaborar
presionado por el chantaje. Otro guion de Russ
Helm que no aporta demasiado ni en trama ni en caracterización y para el que
Manning tampoco se muestra particularmente inspirado. De hecho, las planchas
dominicales tienen una factura considerablemente más acabada que las tiras
diarias, quizá por la intervención de algún ayudante no acreditado.
Poco nuevo
puede añadirse de “Traedme a los Niños” (26 de febrero a 21 abril de 1980), aun
cuando este arco venga firmado por otro guionista diferente, Don Christensen, un
veterano del medio audiovisual que había empezado trabajando para Disney en
1937 como guionista gráfico de películas
como “Pinocho” o “Dumbo”. Dejó el
estudio tras la histórica huelga de animadores de 1941, uniéndose a Warner
Bros, donde se convirtió en un artista clave de storyboard para la unidad del
director Bob Clampett, quien lo consideraba "uno de los mejores"
guionistas gráficos del estudio. Después de la Segunda Guerra Mundial, se
centró en el mundo de los cómics y la ilustración, utilizando frecuentemente el
seudónimo "Don Arr" para sellos como Sangor, DC o Dell. Volvió a la
animación en los 60, trabajando como guionista, artista de storyboard o
director artístico para estudios como DePatie-Freleng, Filmation Associates y
Hanna-Barbera.
En fin, un
auténtico pilar del entretenimiento del siglo XX que, no obstante, en esta
ocasión no se luce demasiado porque “Traedme a los Niños” es una historia
bastante sosa en la que Vader secuestra a una maestra y sus alumnos con el fi
n
de utilizar su ejecución como cebo para los rebeldes que, sin duda, acudirán a
rescatarlos. Y, efectivamente, Luke, Leia, Han y un puñado de contrabandistas
amigos del último junto al hijo de la maestra urden un plan para burlar la
emboscada y liberar a los cautivos.
Tambien de Christensen es el arco “Mientras Estemos Vivos…” (22 de abril – 16 de junio 1980), en el que la decadencia de Manning ya se hace dolorosamente patente, no sólo en su dibujo, sino también en los problemas de enlace entre las tiras diarias y las dominicales, con repeticiones de escenas innecesarias y demasiado largas e incluso algún que otro error de coherencia. En esta ocasión, la aventura tiene una premisa más interesante, la del tráfico de armas, si bien su potencial se diluye bastante en una ejecución ramplona.
Luke y Leia
se encuentran en el planeta Arda-2, cuyos empresarios han hecho fortuna
diseñando y vendiendo a la Rebelión componentes de los sistemas de armas de los
Ala-X. Sin embargo, los rebeldes han detectado que alguien de entre ese círculo
de hombres de negocios se ha dedicado a vender los mismos componentes al
Imperio, los cuales, modificados, neutralizan la capacidad de combate de sus
adversarios. Luke exige que les suministren un sistema de protección total, a
lo que los fabricantes responden indignados argumentando que son hombres de
negocios que no hacen beneficencia. Los argumentos de Luke respecto al espíritu
traicionero del Imperio no les hacen mella. Pero Leia, que viene de un planeta
pulverizado por la Estrella de la Muerte, puede hacer cambiar de opinión al
pueblo. Para evitarlo, el traidor, Mag Doum, envía a dos deudores, un padre y
su hijo, a secuestrar a Leia, lo que inicia una cadena de acontecimientos que
culminará en una gran batalla espacial entre los rebeldes y los destructores
imperiales de Vader. Una historia, en fin, que podría haber sido mejor pero
que, al menos, tiene el valor de no concluir con un final totalmente feliz.
“El Mundo
Helado de Ota” (17 de junio – 10 agosto 1980) marca la
salida de un ya
demasiado enfermo Russ Manning, convencido de que el estrés asociado a los
estrictos plazos de entrega era el causante de la úlcera que padecía y, por
tanto, confiaba en que el abandono de la serie le permitiría recuperarse. Lamentablemente,
su condición decayó aún más, lo que hizo necesaria una operación,
descubriéndose entonces que el mal era un cáncer de colon que lo llevaría a la
tumba poco después, el 1 de diciembre de 1981, con tan solo 52 años.
Quien lo
sustituyó en este arco fue su ayudante, Rick Hoberg, quien llevaba colaborando en
la tira más o menos un año. Éste, a su vez, fue asistido por otros dos
artistas: un debutante Dave Stevens, que en 1975 se había introducido en la industria
como ayudante de Manning en la tira de Tarzán y que poco después, en 1982,
crearía su gran “Rocketeer”; y el filipino Alfredo Alcalá, un veterano que
desde comienzos de los 70 había brillado en trabajos diversos para Marvel, DC y
Warren. Y hay que decir
que el trabajo de ambos –sobre todo Alcalá, que durante
un tiempo sería el dibujante principal de la tira- resulta más moderno, acabado
y, en definitiva, adecuado, al estilo de la saga cinematográfica.
La historia –Luke, Han y Leia apresados por los nativos de un planeta helado que les exigen reactivar los generadores de la ciudad en la que vivían y cuya tecnología han olvidado- no es gran cosa, pero llama la atención el papel relevante que se le da a Boba Fett, cuya intervención aquí responde a su presentación en “El Imperio Contraataca”, estrenada el 21 de mayo de 1980, poco antes de que comenzara la serialización de esta aventura. Aunque, siendo estrictos, el personaje había aparecido dos años antes en el infame “Star Wars Holiday Special”, emitido el 17 de noviembre de 1978 (concretamente en el corto animado “La Historia del Wookiee Fiel”).
Permanentemente enfundado en su armadura y con su rostro oculto por un casco, Boba Fett aquí desempeña el mismo rol que en la película: un cazarrecompensas a sueldo del Imperio que inicialmente persigue a Luke pero que luego ve la oportunidad de doblar sus ingresos capturando también a Han Solo para entregarlo a Jabba el Hutt.
“Planeta
Kadril” (11 agosto – 5 octubre 1980) tuvo guion de Russ He
lm y dibujos de
Alfredo Alcalá. Las tropas imperiales bajo el mando de Darth Vader han ocupado
el planeta del título. Para someter a los habitantes y eliminar la resistencia
de forma no letal, están utilizando un agente químico llamado "Pacibruma",
un gas que tiene el efecto de volver dóciles y pasivos a los habitantes,
dejándolos así incapaces de oponerse al dominio imperial. La misión de la
Princesa Leia, Luke y Han consistirá en encontrar lo más rápido posible una
manera de contrarrestar esa sustancia y liberar a la población del control
mental. Es una lástima que este thriller de espionaje y rescate tenga no sólo
un guion flojo sino un Alfredo Alcalá muy lejos de su potencial. Darth Vader y
los soldados imperiales están mal dibujados y muchísimas viñetas carecen por
completo de fondos o detalles. Quizá por la intervención de ayudantes, la calidad
mejora hacia el final, sobre todo gracias a un entintado más sólido, pero ya es
demasiado tarde para compensar la mediocridad general de este arco.
Y hasta aquí
llega la primera etapa de las tiras de prensa de “Star Wars”, hoy compiladas en
un solo volumen. Lo que no se puede negar es que Manning invirtió mucho
cariño
y detalle en las páginas dominicales. Si bien su Han Solo está resuelto de
forma bastante torpe, el resto del reparto principal está retratado con su
característico estilo elegante. Manning aprovecha bien el espacio disponible y demuestra
un buen sentido del diseño, aunque no en línea con la estética que había fijado
Lucas para sus películas. Las tiras diarias son mucho más toscas y no demasiado
interesantes. Por otra parte, los guiones, primero de Manning y después de Helm
o Christensen, carecen de sofisticación, dando la impresión de que están
escritos sobre la marcha y resueltos de cualquier manera, sin trasladar a los
personajes principales sus voces características y convirtiéndolos en héroes
absolutamente genéricos y sosos. Es como si esperaran que el público juvenil al
que iban dirigidas estas aventuras fuera a perdonar cualquier cosa ávido como
estaba de material relacionado con Star Wars. Puede que en aquel momento esa
suposición se acercara a la realidad, pero el tiempo es un juez más severo que
la actualidad y hoy, alejados de aquel entusiasmo inicial, la valoración dista
de ser positiva.
No se va a encontrar en este primer volumen la máxima y mejor expresión de la saga, por lo que puede sólo recomendarse a fans incondicionales y completistas de la franquicia y admiradores de la obra de Russ Manning.
(Continúa en la siguiente entrada)

No hay comentarios:
Publicar un comentario