Desde principios de los 2000, Scott Derrickson ha ido haciéndose un hueco considerable en el cine de género. Su primera contribución como director llegó con “Hellraiser: Inferno” (2000), más o menos al mismo tiempo que su guion para “Leyenda Urbana 2” (2000). Aunó ambas facetas, la de director y guionista, en “El Exorcismo de Emily Rose” (2005), película que inauguró una nueva racha de films de exorcismos que aseguraban basarse en casos reales. Menos fortuna tuvo su remake de “Ultimátum a la Tierra” (2008), aunque algo mejor le fueron tanto su colaboración con Blumhouse en “Sinister” (2012) como “Líbranos del Mal” (2014), otra película de posesiones supuestamente inspirada por un caso real. Luego, para Marvel, llegaría “Doctor Extraño” (2016), la adaptación de la novela de Joe Hill “Black Phone” (2021) y uno de los segmentos de la antología “V/H/S/85” (2023). Simultáneamente, ha producido “The Visitation” (2006), “Kristy” (2014), “Sinister 2” (2015) y “Doctor Extraño y el Multiverso de la Locura” (2004).
El guion de “El Abismo Secreto” viene firmado por Zach
Dean, responsable también de “La Huida (Deadfall)” (2012), “24 Horas para
Vivir” (2017) y “La Guerra del Mañana” (2021), títulos que, la verdad sea
dicha, no invitaban al optimismo. Y, sin embargo, su libreto para “El Abismo
Secreto”, que se remonta a 2020, fue considerado uno de los mejores de
Hollywood a la espera de ser comprado por algún estudio. Esto ocurrió en 2022,
cuando Skydance apoyó el proyecto contratando a Derrickson, Miles Teller y Anya
Taylor-Joy. Posteriormente y con esos nombres en cartel, se subió a bordo Apple,
que contrató la película para su plataforma de streaming.
Levi Kane (Miles Teller) es un francotirador de élite
retirado del servicio activo que alquila sus servicios a contratistas privados.
Padeciendo de problemas para dormir, deprimido y carente de motivación, la
representante (Sigourney Weaver) de una agencia gubernamental, le intriga lo
suficiente con su oferta como para que acepte una misión de doce meses que le
lleva a una remota garganta en una zona cuya localización no le revelan. Lo
transportan sedado en helicóptero y desde allí se tira en paracaídas para tomar
el relevo del marine británico (Sope Dirisu) apostado allí desde hace un
año.
A cada lado de la garganta, cuyo fondo está permanentemente
oculto por una espesa bruma, se yergue una torre de vigilancia, ocupada una por
un occidental y la otra por un militar ruso, de acuerdo a un pacto sellado en
los años 40. Cada torre controla un amplio sistema artillero, de sensores y
minas, destinado a mantener a raya lo que sea que mora en el fondo del cañón, a
lo que el predecesor de Levi se refiere simplemente como “Los Hombres Huecos”.
Levi tiene órdenes de no comunicarse con la otra torre, pero su homólogo allí,
la francotiradora lituana Drasa (Anya Taylor-Joy) rompe las normas y empieza un
diálogo a través de letreros que escriben en pizarras y leen con prismáticos.
Durante meses, ambos mantienen esta comunicación a
distancia. Hasta que una noche, cuando Drasa, entristecida por la muerte de su
padre (cuyo suicidio él le anticipado que cometería esa misma noche para evitar
el dolor del cáncer), le dice a Miles que ojalá pudiera estar con ella. Éste no
pierde el tiempo: monta una tirolina que salva el abismo y ambos se reúnen y
convierten en amantes. Pero cuando regresa a su torre para la llamada mensual
de control, la cuerda se rompe fruto de un asalto de las criaturas abisales y
cae al vacío, seguido por Drasa que se lanza a rescatarlo. Ambos deberán
sobrevivir a lo que mora en el fondo del cañón y comprender cuál es el origen
de la amenaza.
La historia ofrece una premisa que captura el interés a los
pocos minutos de empezar. En primer lugar, se nos presentan paralelamente los
trasfondos personales de ambos protagonistas en escenas rápidas que van al
grano y dejan clara la información relevante: su excelencia como tiradores, la
soledad de Levi, el vínculo de Drasa con su padre exagente del KGB y el
secretismo que rodea la misión a la que son enviados con el visto bueno de sus
respectivos gobiernos. A continuación, tenemos la llegada de Levi a la Torre
que tiene asignada, donde su predecesor comunica con eficacia y nada de grasa
todo lo que por el momento debemos saber sobre la garganta: el peligro que
esconde, el pacto secreto entre naciones para mantener oculta su localización
incluso a los satélites, las medidas de defensa, las rutinas cotidianas y los
procedimientos de emergencia. Todo ello, como digo, sin desviarse de lo
esencial y creando una sensación ominosa, de peligro que puede manifestarse en
cualquier momento.
Miles Teller ya había demostrado en “Whiplash” (2014) su
talento actoral y aunque luego se perdiera en productos de menor interés como
la saga “Divergente” (2014-2016) o la fallida “Los Cuatro Fantásticos” (2015),
actualmente puede decirse que ha dejado atrás su etapa de actor adolescente para
entrar en una de madurez en la que exhibe una gran confianza en sus
capacidades. Pero lo que sin duda dio la mejor baza a la película de cara a atraer
espectadores fue contar en el reparto con Anya Taylor-Joy, la actriz del
momento, aun cuando no acabo de verla del todo verosímil como una
francotiradora de élite. Su carisma, encanto y desenvoltura, por el contrario,
funcionan de maravilla en las escenas de flirteo entre ambos. Flirteo, por
cierto, que incluye dos guiños a pasados éxitos de los actores: para matar el
rato, ambos juegan al ajedrez a distancia (“Gambito de Dama”, miniserie
protagonizada por Anya Taylor Joy) y tocan la batería (la mencionada
“Whiplash”). En cualquier caso, los dos se desenvuelven bien tanto en los
momentos de acción como en aquellos más tranquilos en los que va creciendo su
peculiar relación.
De hecho, esta historia de amor entre personas afines es
quizá el logro más destacado de la película. Tanto las interpretaciones de los
actores como los antecedentes de sus personajes dejan claro que Levi y Drasa
son individuos solitarios. Como francotiradores, ni siquiera cometen sus
asesinatos con un mínimo de, digamos, intimidad. Levi, de hecho, ostenta la
segunda marca mundial por disparo letal a mayor distancia. Por eso ambos, a la
postre, buscan conectar y hallan en el otro alguien que les comprende. Las escenas
en las que ambos se comunican a través de la garganta utilizando pizarras,
cuadernos y binoculares, están resueltas con ingenio (aunque recuerdan a la
película surcoreana “#Vivo” (2020), sobre dos personas separadas por una calle
que forjan una relación mientras un apocalipsis zombi arrasa el mundo) y
establecen lo que va a ser la espina dorsal de la película. En una época en la
que tantos directores se han sentido obligados a diluir el componente romántico
tradicional tratando de adaptarse a las nuevas redefiniciones de la identidad y
normas de género, resulta agradable volver a ver en pantalla un romance “normal
y corriente” presentado y desarrollado de forma clásica y sin complejos.
El guion da un primer giro cuando, apenas Levi y Drasa han
empezado a comunicarse y celebrar una fiesta en la que suenan a todo volumen
los Ramones, se ven interrumpidos abruptamente por un asalto de las criaturas
del abismo que desata una desesperada batalla nocturna con abundante uso de
artillería pesada. El siguiente giro –este no del todo inesperado- llega
cuando, tras la conexión personal que descubren tras su primer encuentro cara a
cara, la vida de ambos se ve alterada por completo tras caer Levi al
desfiladero, momento en el que comienza el tercer acto, bastante diferente de
los dos anteriores. (ATENCIÓN: SPOILERS). Si éstos estaban dominados por la
sensación de una amenaza solo insinuada y el desarrollo de la relación entre
los protagonistas, el último tercio se convierte en una película de monstruos
bastante convencional y con énfasis en la acción. Levi y Drasa van abriéndose
paso por el fondo del desfiladero mientras rechazan el ataque de grotescas
criaturas de todo tipo que surgen de la bruma: zombis con aspecto de plantas
que cabalgan a lomos de caballos esqueléticos, criaturas arácnidas cuyos
cuerpos son cráneos, organismos mutados que se asemejan a inmensas masas vegetales con cuerpos fusionados… En
gran medida lo que tenemos aquí es una historia clasificable dentro del subgénero
de “la Zona”, en el que los personajes se adentran en una región fronteriza
donde las leyes de la física y/o la biología dejan de aplicarse creando la
sensación de un entorno casi sobrenatural.
Los monstruos –soldados humanos cuyo ADN se ha fusionado grotescamente
con el de la flora y fauna locales- deberían ser una amenaza seria de acuerdo a
lo que se nos había contado y mostrado hasta ese momento, pero una vez en su territorio,
no lo parecen tanto. En ningún momento los héroes están tan superados como en el
primer asalto nocturno a la torre de Levi y éste y su compañera se deshacen de
sus agresores con razonable facilidad. Una escena en la que atraviesan un
puente cubierto por una especie de repugnante red orgánica con embriones de
monstruos, recuerda a “La Cosa” (1982) o la saga de “Alien”, pero sin la misma
sensación de peligro y repulsión. No pocas de estas escenas parecen extraídas
de un videojuego shooter: los personajes disparan contra sus atacantes y
avanzan a través de diversos niveles de dificultad, sirviéndose de una variedad
de armas y objetos mientras, simultáneamente, van descubriendo las evidencias
que explican el origen de esa fantasmagoría.
Relacionado con esto último, inevitablemente, cuando se
introduce una explicación racional para las monstruosidades, también se diluye
el misterio que las rodea y el impacto que producen. Pero aunque esto es algo
consustancial al género de monstruos, la revelación en este caso no resulta lo
sorprendente que hubiera sido deseable. El destino del marine al que Levi había
relevado ya había dejado claro que los responsables de ese proyecto no eran
trigo limpio, conclusión a la que llegan los protagonistas tras encontrar una
película dejada allí por los investigadores de lo que fue un proyecto de armas
biológicas y que ahora está siendo monitorizado y aprovechado por una empresa
privada. Cualquier espectador mínimamente bregado en el género no se llevará
sorpresa alguna e incluso diría que ese giro parece una maniobra improvisada y
facilona para no presentar al ejército como el auténtico villano de la función
(por mucho que se hubiera apuntado al principio que sí estaba en el ajo). Al
menos, Derrickson, aunque a estas alturas ha perdido el factor sorpresa ante el
espectador, sí consigue mantener el suspense e incluso aumentarlo durante el
ascenso vertical de los protagonistas por la pared del cañón utilizando un jeep
con cabrestante.
“El Abismo Secreto” es, probablemente, la mejor película de
Scott Derrickson hasta la fecha. En gran medida, su espíritu está en la serie
B, pero, como suele ser habitual en los tiempos que corren, tiene una factura
superior a lo que podría esperarse de tal clasificación. Los exteriores
(rodados en Noruega) son evocadores y el diseño y los efectos especiales,
aunque claramente varios grados por debajo de los que exhiben producciones de
mayor calado, son razonablemente eficaces. Es una película que empieza mejor de
lo que acaba (mal endémico de tantas producciones de CF) y que ha sido
realizada escogiendo ingredientes de diferentes subgéneros y combinándolos en
una fórmula no del todo original pero sí funcional. Hay acción a raudales, un
final explosivo, amor y suspense, monstruos, conspiraciones, terror y una
pareja protagonista con química que conecta fácilmente con el espectador medio.
Una película, en fin, que no cambiará la vida de nadie pero que ofrece un rato
entretenido, lo cual ya es más de lo que pueden decir muchas otras propuestas
de las plataformas de streaming.
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