lunes, 21 de julio de 2025

2025-EL ABISMO SECRETO – Scott Derrickson

 

Desde principios de los 2000, Scott Derrickson ha ido haciéndose un hueco considerable en el cine de género. Su primera contribución como director llegó con “Hellraiser: Inferno” (2000), más o menos al mismo tiempo que su guion para “Leyenda Urbana 2” (2000). Aunó ambas facetas, la de director y guionista, en “El Exorcismo de Emily Rose” (2005), película que inauguró una nueva racha de films de exorcismos que aseguraban basarse en casos reales. Menos fortuna tuvo su remake de “Ultimátum a la Tierra” (2008), aunque algo mejor le fueron tanto su colaboración con Blumhouse en “Sinister” (2012) como “Líbranos del Mal” (2014), otra película de posesiones supuestamente inspirada por un caso real. Luego, para Marvel, llegaría “Doctor Extraño” (2016), la adaptación de la novela de Joe Hill “Black Phone” (2021) y uno de los segmentos de la antología “V/H/S/85” (2023). Simultáneamente, ha producido “The Visitation” (2006), “Kristy” (2014), “Sinister 2” (2015) y “Doctor Extraño y el Multiverso de la Locura” (2004).

 

El guion de “El Abismo Secreto” viene firmado por Zach Dean, responsable también de “La Huida (Deadfall)” (2012), “24 Horas para Vivir” (2017) y “La Guerra del Mañana” (2021), títulos que, la verdad sea dicha, no invitaban al optimismo. Y, sin embargo, su libreto para “El Abismo Secreto”, que se remonta a 2020, fue considerado uno de los mejores de Hollywood a la espera de ser comprado por algún estudio. Esto ocurrió en 2022, cuando Skydance apoyó el proyecto contratando a Derrickson, Miles Teller y Anya Taylor-Joy. Posteriormente y con esos nombres en cartel, se subió a bordo Apple, que contrató la película para su plataforma de streaming.

 

Levi Kane (Miles Teller) es un francotirador de élite retirado del servicio activo que alquila sus servicios a contratistas privados. Padeciendo de problemas para dormir, deprimido y carente de motivación, la representante (Sigourney Weaver) de una agencia gubernamental, le intriga lo suficiente con su oferta como para que acepte una misión de doce meses que le lleva a una remota garganta en una zona cuya localización no le revelan. Lo transportan sedado en helicóptero y desde allí se tira en paracaídas para tomar el relevo del marine británico (Sope Dirisu) apostado allí desde hace un año. 

 

A cada lado de la garganta, cuyo fondo está permanentemente oculto por una espesa bruma, se yergue una torre de vigilancia, ocupada una por un occidental y la otra por un militar ruso, de acuerdo a un pacto sellado en los años 40. Cada torre controla un amplio sistema artillero, de sensores y minas, destinado a mantener a raya lo que sea que mora en el fondo del cañón, a lo que el predecesor de Levi se refiere simplemente como “Los Hombres Huecos”. Levi tiene órdenes de no comunicarse con la otra torre, pero su homólogo allí, la francotiradora lituana Drasa (Anya Taylor-Joy) rompe las normas y empieza un diálogo a través de letreros que escriben en pizarras y leen con prismáticos. 

 

Durante meses, ambos mantienen esta comunicación a distancia. Hasta que una noche, cuando Drasa, entristecida por la muerte de su padre (cuyo suicidio él le anticipado que cometería esa misma noche para evitar el dolor del cáncer), le dice a Miles que ojalá pudiera estar con ella. Éste no pierde el tiempo: monta una tirolina que salva el abismo y ambos se reúnen y convierten en amantes. Pero cuando regresa a su torre para la llamada mensual de control, la cuerda se rompe fruto de un asalto de las criaturas abisales y cae al vacío, seguido por Drasa que se lanza a rescatarlo. Ambos deberán sobrevivir a lo que mora en el fondo del cañón y comprender cuál es el origen de la amenaza.

 

La historia ofrece una premisa que captura el interés a los pocos minutos de empezar. En primer lugar, se nos presentan paralelamente los trasfondos personales de ambos protagonistas en escenas rápidas que van al grano y dejan clara la información relevante: su excelencia como tiradores, la soledad de Levi, el vínculo de Drasa con su padre exagente del KGB y el secretismo que rodea la misión a la que son enviados con el visto bueno de sus respectivos gobiernos. A continuación, tenemos la llegada de Levi a la Torre que tiene asignada, donde su predecesor comunica con eficacia y nada de grasa todo lo que por el momento debemos saber sobre la garganta: el peligro que esconde, el pacto secreto entre naciones para mantener oculta su localización incluso a los satélites, las medidas de defensa, las rutinas cotidianas y los procedimientos de emergencia. Todo ello, como digo, sin desviarse de lo esencial y creando una sensación ominosa, de peligro que puede manifestarse en cualquier momento.

 

Miles Teller ya había demostrado en “Whiplash” (2014) su talento actoral y aunque luego se perdiera en productos de menor interés como la saga “Divergente” (2014-2016) o la fallida “Los Cuatro Fantásticos” (2015), actualmente puede decirse que ha dejado atrás su etapa de actor adolescente para entrar en una de madurez en la que exhibe una gran confianza en sus capacidades. Pero lo que sin duda dio la mejor baza a la película de cara a atraer espectadores fue contar en el reparto con Anya Taylor-Joy, la actriz del momento, aun cuando no acabo de verla del todo verosímil como una francotiradora de élite. Su carisma, encanto y desenvoltura, por el contrario, funcionan de maravilla en las escenas de flirteo entre ambos. Flirteo, por cierto, que incluye dos guiños a pasados éxitos de los actores: para matar el rato, ambos juegan al ajedrez a distancia (“Gambito de Dama”, miniserie protagonizada por Anya Taylor Joy) y tocan la batería (la mencionada “Whiplash”). En cualquier caso, los dos se desenvuelven bien tanto en los momentos de acción como en aquellos más tranquilos en los que va creciendo su peculiar relación.

 

De hecho, esta historia de amor entre personas afines es quizá el logro más destacado de la película. Tanto las interpretaciones de los actores como los antecedentes de sus personajes dejan claro que Levi y Drasa son individuos solitarios. Como francotiradores, ni siquiera cometen sus asesinatos con un mínimo de, digamos, intimidad. Levi, de hecho, ostenta la segunda marca mundial por disparo letal a mayor distancia. Por eso ambos, a la postre, buscan conectar y hallan en el otro alguien que les comprende. Las escenas en las que ambos se comunican a través de la garganta utilizando pizarras, cuadernos y binoculares, están resueltas con ingenio (aunque recuerdan a la película surcoreana “#Vivo” (2020), sobre dos personas separadas por una calle que forjan una relación mientras un apocalipsis zombi arrasa el mundo) y establecen lo que va a ser la espina dorsal de la película. En una época en la que tantos directores se han sentido obligados a diluir el componente romántico tradicional tratando de adaptarse a las nuevas redefiniciones de la identidad y normas de género, resulta agradable volver a ver en pantalla un romance “normal y corriente” presentado y desarrollado de forma clásica y sin complejos.

 

El guion da un primer giro cuando, apenas Levi y Drasa han empezado a comunicarse y celebrar una fiesta en la que suenan a todo volumen los Ramones, se ven interrumpidos abruptamente por un asalto de las criaturas del abismo que desata una desesperada batalla nocturna con abundante uso de artillería pesada. El siguiente giro –este no del todo inesperado- llega cuando, tras la conexión personal que descubren tras su primer encuentro cara a cara, la vida de ambos se ve alterada por completo tras caer Levi al desfiladero, momento en el que comienza el tercer acto, bastante diferente de los dos anteriores. (ATENCIÓN: SPOILERS). Si éstos estaban dominados por la sensación de una amenaza solo insinuada y el desarrollo de la relación entre los protagonistas, el último tercio se convierte en una película de monstruos bastante convencional y con énfasis en la acción. Levi y Drasa van abriéndose paso por el fondo del desfiladero mientras rechazan el ataque de grotescas criaturas de todo tipo que surgen de la bruma: zombis con aspecto de plantas que cabalgan a lomos de caballos esqueléticos, criaturas arácnidas cuyos cuerpos son cráneos, organismos mutados que se asemejan a inmensas  masas vegetales con cuerpos fusionados… En gran medida lo que tenemos aquí es una historia clasificable dentro del subgénero de “la Zona”, en el que los personajes se adentran en una región fronteriza donde las leyes de la física y/o la biología dejan de aplicarse creando la sensación de un entorno casi sobrenatural.

 

Los monstruos –soldados humanos cuyo ADN se ha fusionado grotescamente con el de la flora y fauna locales- deberían ser una amenaza seria de acuerdo a lo que se nos había contado y mostrado hasta ese momento, pero una vez en su territorio, no lo parecen tanto. En ningún momento los héroes están tan superados como en el primer asalto nocturno a la torre de Levi y éste y su compañera se deshacen de sus agresores con razonable facilidad. Una escena en la que atraviesan un puente cubierto por una especie de repugnante red orgánica con embriones de monstruos, recuerda a “La Cosa” (1982) o la saga de “Alien”, pero sin la misma sensación de peligro y repulsión. No pocas de estas escenas parecen extraídas de un videojuego shooter: los personajes disparan contra sus atacantes y avanzan a través de diversos niveles de dificultad, sirviéndose de una variedad de armas y objetos mientras, simultáneamente, van descubriendo las evidencias que explican el origen de esa fantasmagoría.

 

Relacionado con esto último, inevitablemente, cuando se introduce una explicación racional para las monstruosidades, también se diluye el misterio que las rodea y el impacto que producen. Pero aunque esto es algo consustancial al género de monstruos, la revelación en este caso no resulta lo sorprendente que hubiera sido deseable. El destino del marine al que Levi había relevado ya había dejado claro que los responsables de ese proyecto no eran trigo limpio, conclusión a la que llegan los protagonistas tras encontrar una película dejada allí por los investigadores de lo que fue un proyecto de armas biológicas y que ahora está siendo monitorizado y aprovechado por una empresa privada. Cualquier espectador mínimamente bregado en el género no se llevará sorpresa alguna e incluso diría que ese giro parece una maniobra improvisada y facilona para no presentar al ejército como el auténtico villano de la función (por mucho que se hubiera apuntado al principio que sí estaba en el ajo). Al menos, Derrickson, aunque a estas alturas ha perdido el factor sorpresa ante el espectador, sí consigue mantener el suspense e incluso aumentarlo durante el ascenso vertical de los protagonistas por la pared del cañón utilizando un jeep con cabrestante.

 

“El Abismo Secreto” es, probablemente, la mejor película de Scott Derrickson hasta la fecha. En gran medida, su espíritu está en la serie B, pero, como suele ser habitual en los tiempos que corren, tiene una factura superior a lo que podría esperarse de tal clasificación. Los exteriores (rodados en Noruega) son evocadores y el diseño y los efectos especiales, aunque claramente varios grados por debajo de los que exhiben producciones de mayor calado, son razonablemente eficaces. Es una película que empieza mejor de lo que acaba (mal endémico de tantas producciones de CF) y que ha sido realizada escogiendo ingredientes de diferentes subgéneros y combinándolos en una fórmula no del todo original pero sí funcional. Hay acción a raudales, un final explosivo, amor y suspense, monstruos, conspiraciones, terror y una pareja protagonista con química que conecta fácilmente con el espectador medio. Una película, en fin, que no cambiará la vida de nadie pero que ofrece un rato entretenido, lo cual ya es más de lo que pueden decir muchas otras propuestas de las plataformas de streaming.

 


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