jueves, 10 de marzo de 2022

2021- LA GUERRA DEL MAÑANA – Chris McKay


“La Guerra del Mañana” fue otra de las películas víctimas de la pandemia de 2020. Originalmente prevista para estrenarse en las navidades de 2020, Paramount acabó aprovechando la excusa pandémica para quitársela de encima –junto a otras como “Los Tortolitos”, “El Juicio de los 7 de Chicago” o “El Rey de Zamunda”- y se la vendió a Amazon Studios por –según se dice- 200 millones-, quien, a su vez, la distribuyó en streaming en julio de 2021.

 

Según la plataforma, fue el film más visto del servicio Prime Video. Lo cual, no tiene que extrañarnos porque “La Guerra del Mañana” es un blockbuster típico de la era del streaming, un vistoso anzuelo para atraer a los usuarios compulsivos de las plataformas más que un producto con méritos y entidad suficientes como para justificar el pago de una entrada de cine y el tiempo requerido para verla en una sala grande. Es un film torpe que más bien parece un Frankenstein compuesto de tres películas diferentes mal engarzadas, con un metraje hinchado (dos horas y cuarto) y total ausencia de coherencia interna.

 

Para empezar, llama la atención la elección de director, porque Chris McKay había trabajado en animación para la televisión, sobre todo como director y productor de “Robot Chicken” (2005- ), haciendo su debut en la pantalla grande con “Batman: La Lego Película” (2017). Muchos directores de animación han resultado ser buenos directores de acción real, sobre todo en la época actual, donde reinan las imágenes digitales. Pero no es el caso de McKay, que aquí parece totalmente perdido en una confusión de efectos digitales y un guion incoherente firmado por Zach Dean, quien previamente había escrito otra película de CF y acción, “24 Horas para Vivir” (2017), y una de robos, “La Huida” (2012).

 

En diciembre de 2022, un profesor de ciencias de un instituto, Dan Forester (Chris Pratt), se encuentra en casa viendo por la televisión un partido del mundial de fútbol cuando un portal se abre en el centro del campo y por él aparece un contingente de humanos fuertemente armados y con trajes de combate. Afirman que provienen del año 2050, cuando la Tierra ha sido invadida por alienígenas que han eliminado a casi toda la humanidad. Su viaje al pasado ha sido posible gracias a la invención del Jumplink, que permite trasladarse entre dos momentos temporales.

 

A instancias de estos embajadores y a la vista del desesperado panorama que describen, los gobiernos del mundo acceden a una leva masiva. Los reclutados, sin adiestramiento militar previo, serán enviados a través del Jumplink para que se unan inmediatamente a la lucha, pero las estadísticas no tardan en retratar la cruda realidad: sólo el 30% de los que se marchan sobreviven y vuelven, y parte de ellos lo hacen sumidos en un trauma.

 

Dan –que tiene un pasado militar en las fuerzas especiales- es uno de los llamados a filas y se une a un grupo de atemorizados civiles para saltar al futuro, donde se encuentran inmediatamente bajo ataque de los casi imbatibles alienígenas Púas Blancas. Dan sobrevive para encontrarse con que la comandante en jefe de las tropas humanas de ese futuro es nada menos que su ahora adulta hija Muri (Yvonne Strahovski). Ambos se embarcan en una misión con el objetivo de capturar a un Púas Blancas para utilizarlo en la síntesis de una toxina que pueda acabar con su especie y, en el proceso, Dan se da cuenta de que tiene que elegir entre salvar el futuro y abandonar a la muerte a Muri.

 

En el corazón de “La Guerra del Mañana” hay un concepto de ilustre y longeva trayectoria que ya viene sugerido en el propio título: dos facciones viajando a través del tiempo y peleando por sobrevivir en el futuro, tratando de modificar los acontecimientos del pasado a su favor. Por supuesto, no suena a algo particularmente novedoso, sobre todo para quien disfrutara del cine de serie B de los 80 tras el estreno de “Terminator” (1984) o “Regreso al Futuro” (1985). Ahí están títulos de dudosa recomendación como “El Guerrero del Cuarto Milenio” (1987) o “A.P.E.X.” (1994). Los antecedentes literarios son aún más antiguos, destacando sobre todo “El Gran Tiempo” (1958), de Fritz Leiber.

 

Por desgracia, “La Guerra del Mañana” fracasa miserablemente a la hora de aprovechar el potencial de ese concepto por culpa de su incapacidad para ofrecer una mínima plausibilidad. Para empezar, algunas de las tácticas militares escenificadas no pueden sino despertar la risa del espectador. La idea de que civiles sin entrenamiento alguno puedan lanzarse sin más a una situación de combate es simplemente ridícula. Aunque el protagonista sí tenía experiencia militar previa, la mayoría de los reclutas no saben siquiera de qué lado tienen que insertar el cargador en el fusil. No es de extrañar que mueran a miles, pero el sentido de enviar carne de cañón sin esperanza alguna de victoria se me escapa.

 

Otro estupidez táctica es que manden a los asustados reclutas a la batalla para ser absurdamente superados por un enemigo prácticamente invencible. Utilizan armas automáticas modernas que no tienen el menor efecto sobre la piel acorazada de los Púas Blancas excepto cuando el disparo se realiza a una distancia tan corta que ya es imposible sobrevivir al ataque de la criatura. ¿Por qué no dotarles de munición explosiva y perforante? Y habiéndonos dejado claro que estos alienígenas son prácticamente invulnerables, parece algo contradictorio –o ridículamente superheroico- ver al héroe protagonista derrotar a uno de ellos a puñetazos durante el clímax.

 

Luego está la premisa de partida, en la que unos soldados aparecen salidos de un portal durante un partido y se dirigen al mundo para que les envíen combatientes a millones para luchar en el futuro. De manera en absoluto explicada, los gobiernos de la Tierra compran la historia y permiten que sus ciudadanos sean reclutados a la fuerza y enviados a una casi segura muerte. En el mundo real, cualquier político que firmara una orden que asegurara la masacre del 70% de los reclutas (incluso en la carnicería que fue la Primera Guerra Mundial, sólo murieron en combate el 14% de los soldados) vería su popularidad desplomarse a niveles abisales cuando no enfrentarse a revueltas que harían parecer el movimiento anti-Vietnam un picnic de colegialas. Por no mencionar que vivimos en un mundo en el que todo aquello que vemos en las pantallas y que no se ajusta a nuestras preconcepciones es tachado de “fake news”; o en el que la gente protesta amargamente contra la leve molestia de llevar mascarillas para impedir la transmisión de una enfermedad potencialmente grave, así que imaginemos si se intentará empujarlos a combatir en el futuro.

 

También en lo relacionado con el viaje temporal hay graves agujeros de guion. La gente del futuro viaja hacia atrás en el tiempo para reclutar humanos del pasado, pero sólo aquellos que saben que vivirán en el futuro. Estaría bien de no ser por el pequeño detalle de que el 70% de los que se llevan mueren en la zona de guerra, así que, ¿cómo es posible que también puedan regresar a seguir llevando sus vidas en la misma línea temporal si han muerto en combate?

 

La película nunca se atreve a abordar la lógica pregunta de por qué los humanos supervivientes del futuro no se limitan a retirarse al pasado y prepararse allí para combatir en condiciones ventajosas contra los alienígenas que en algún momento aparecerán, especialmente teniendo en cuenta que en 20 años han sido capaces de desarrollar una tecnología muy avanzada. Después de todo, la existencia de un bucle temporal estable entre 2022 y 2050 permitiría una campaña bélica iterativa: veintiocho años para que la especie humana diseñe una nueva estrategia o tecnología y, si no funciona, volver a viajar al pasado con nuevos conocimientos y replantearse la cuestión, esperar a que aparezcan los alinens y comprobar cómo va la cosa... Y así una y otra vez. 

 

Naturalmente, las películas de viajes en el tiempo descansan a menudo en una lógica nebulosa. La sencillez y elegancia de la idea de la fotografía que se va borrando en “Regreso al Futuro” sirve perfectamente para explicar la mecánica del viaje temporal que rige en esa película y que el espectador compre el concepto sin más preguntas. “Austin Powers: La Espía Que Me Achuchó” (1999) funcionaba siempre y cuando el público no pensara demasiado acerca de su lógica interna. “Avengers: Endgame” (2019) se limitaba a ignorar cualquier cuestión metafísica que pudiera suscitar el viaje temporal. En definitiva, si la película es divertida e interesante, su mecánica interna no importa demasiado.

 

El problema con “La Guerra del Mañana” es que le pide una y otra vez al espectador que se la tome en serio. El primer acto, de unos 40 minutos, es una exposición enfática y grave con la que el guionista parece querer elaborar una forzada metáfora sobre el cambio climático, las guerras de larga duración que están plagando el siglo XXI (desde Siria a Chechenia pasando por Afganistán o Irak) y la idea de que la actual generación dejará a sus hijos un mundo moribundo. La película se construye emocional y temáticamente sobre esas ideas, enfrentando a la actual generación con sus desesperados descendientes implorando su ayuda. Hay discursos y frases solemnes y una discusión indirecta sobre el cambio climático (el protagonista, profesor de ciencias en un instituto, da una clase sobre fotosíntesís, un video educativo sobre el cambio del clima avisa de los peligros que implica la pérdida del hábitat…).

 

El último y tercer acto vuelve sobre el mismo punto, estableciendo una clara conexión entre los peligros que aguardan a la especie humana en el futuro y el daño que el cambio climático está ya provocando en ese mismo futuro. Sin embargo, esa metáfora no funciona como debería. Durante el metraje, los riesgos metafóricos y literales de ese fenómeno atmosférico nunca se presentan como un problema sistémico que requiera una acción a larga escala ya en el presente. Al contrario, “La Guerra del Mañana” se limita a asegurarnos que la astucia y las armas podrán acabar con cualquier peligro potencial. Aún peor, la solución la encuentra y ejecuta por su cuenta y riesgo un puñado de personajes en lo que es una oda al individualismo.

 

Y luego está el gran cúlmen dramático en el que Dan se angustia ante la perspectiva de dejar que su hija Muri fallezca durante el ataque final de los Púas Blancas contra la base del Jumplink en las Bahamas. Su angustia se verbaliza algo así como “No puedo permitir que te quedes aquí y te maten”, y la respuesta de ella es “No me importa porque se trata de salvar el futuro”. Incluso cuando Dan regresa a su propio tiempo, convence a su camarada Charlie (Sam Richardson) de que se una a la causa para así salvar la vida de su hija. Por desgracia, lo que ninguno de los personajes –ni, al parecer, el guionista- parece comprender es que cuando Dan vuelve al presente y consigue impedir la invasión alienígena utilizando la toxina, cualquier futuro en el que Muri muriese a manos de los extraterrestres ya no va a existir jamás.

 

En realidad, la película nunca está muy segura acerca de la dirección que debe seguir Dan Forester en su arco de evolución. La premisa básica sugiere que el corazón emocional debería ser la relación con su hija Muri, que vive en el futuro lo suficiente como para reunirse con él. El clímax debería ser el reencuentro de Muri con su padre perdido y éste reconociendo su deuda con ella. Pero alguien, en alguna parte, pensó que éste no era un arco emocional viable. Así que el primer y último acto se centran en la relación de Dan con su conflictivo padre conspiranoico, James (J.K.Simmons), una subtrama que parece haber sido metida con calzador o engordada artificialmente en la sala de montaje. James sólo aparece en un puñado de escenas, la mayoría compartidas con Dan y sobre todo en el clímax, pero que están aisladas de cualquier interacción con otros personajes.

 

Y esa elección es otro de los problemas de la película, porque James no es un personaje con la suficiente entidad y carisma como para soportar el arco que une ambos extremos de la historia. Es más, la moraleja de “La Guerra del Mañana” es que Dan debería estar en comunicación con su futuro más que con su pasado y, por tanto, la relación clave es la que mantiene con Muri. Esto es lo que sustenta el segundo acto, pero el tercero y último la abandona por completo para centrarse en James, haciendo que todo el conjunto parezca algo deslavazado e incoherente. 

 

“La Guerra del Mañana” debería ser una película sobre padres enfrentándose al terror existencial –pero también muy real- de dejar a sus hijos un mundo en un estado deplorable. Pero en lugar de eso, construye una fantasía sobre cómo esos hijos necesitan de la fuerza de voluntad e ingenuidad de sus padres para resolver los problemas del presente y del mañana. Sólo tras pasar tiempo con su padre llegado del pasado encuentra Muri una solución a la invasión alienígena y así, Dan puede llevar ésta al presente con él y reconocer que, después de todo, las teorías de la conspiración de su padre y los cuestionables métodos que defiende para solucionar problemas pueden ser la correcta aproximación a la amenaza alienígena.  

 

Hay que mencionar también los atroces diálogos. Las frases que escribe Zach Dean parecen a menudo insertadas por un guionista encantado de poseer un ingenio de alto nivel. Es el caso de la que pronuncia James Forester: “Ojalá apareciera Stevie Nicks con su vestido de cumpleaños, un tarro de pepinillos y una botella de aceite para niños”, que probablemente acabará en alguna futura lista de las frases más ridículas del cine de los 2020. Y por si esto fuera poco, Dean va insertando sin ningún sentido de la sutileza elementos que claramente van a servir para conjurar más adelante la amenaza: el niño obsesionado con los volcanes y un conocimiento ridículamente enciclopédico de los mismos; el padre de Dan, que repara aviones para sospechosos clientes…

 

Lo que sí hay que reconocer que es que la película cumple en el apartado visual. Parece que gran parte del presupuesto ha ido dirigido al departamento de efectos especiales, que nos ofrece escenas muy bien diseñadas de alienígenas atacando en masa, humanos repeliéndolos con fuego de artillería, helicópteros derribados y el asalto de la base Jumplink, con ese picado de Dan y Muri cayendo a cámara lenta a una laguna en llamas y rebosante de criaturas. Pero como sucede demasiado a menudo hoy en día, hay que lamentar que se haya puesto tantísimo esfuerzo y talento técnico en una película tan escasa de guion y tan poco ambiciosa a nivel conceptual.

 

No se si será fruto de la edad o mi ya larga trayectoria como aficionado al género, pero parece como si las películas de acción de gran presupuesto de la tercera década de este siglo estuvieran deslizándose hacia la muerte cerebral gracias a sus constantes esfuerzos por esquivar cualquier cosa que huela a sofisticado o intelectual. Las películas de viajes en el tiempo siempre han sido un subgénero proclive a abordar ideas atrevidas. Por el contrario, “La Guerra del Mañana” es un producto al que se le ha despojado de cualquier ambición conceptual para dejar sólo la capa más convencional. Aquí, el viaje en el tiempo no es más que una excusa para encadenar escenas de tiroteos y batallas. Para este viaje no hacían falta estas alforjas.

 


2 comentarios:

  1. Concuerdo, la película es mala y con ganas.

    Saludos,
    J.

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  2. Enhorabuena por la extensa reseña. Sí, concuerdo con lo que dices, pero yo me lo pasé en grande, pues sabía a lo que iba: a devorar palomitas y pasar dos horas sin pensar

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