domingo, 20 de julio de 2025

2021- TIEMPO – M.Night Shyamalan





A lo largo de su carrera, M.Night Shyamalan ha sido un autor honesto con el público y coherente consigo mismo, pero también uno de esos directores cuya obra es tan personal como divisiva. Alcanzó una temprana celebridad con su tercer film, “El Sexto Sentido” (1999), gracias en buena medida a su giro sorpresa del final, sin duda uno de los más famosos de la historia del cine. El público siguió apoyándole en sus dos siguientes títulos, “El Protegido” (2000) y “Señales” (2002), aunque sus premisas intrigantes y giros finales empezaban a acusar desgaste para cuando estrenó “El Bosque” (2004) y “La Joven del Agua” (2006). “El Incidente” (2008), “Airbender, el Último Guerrero” (2010) y “After Earth” (2013) recibieron críticas demoledoras y sólo encontró la redención cuando redujo la escala de sus producciones asociándose con el estudio Blumhouse en films como “La Visita” (2015) o “Múltiple” (2017), que le valieron las mejores críticas en una década, aunque el periodo de gracia pareció tambalearse con la secuela de “El Protegido” y “Múltiple”, “Glass”, donde amenazaba con escapar del reducto de la serie B de clase alta en la que se había reinventado con éxito.

 

Y después, bajo el paraguas de Universal, llegó “Tiempo”, que quizá no tuviera el éxito merecido pero que constituye otro ejemplo tanto de su particular forma de hacer cine como de su empeño en no aferrarse a los laureles del pasado, conservando sus principales rasgos definitorios mientras explora nuevos temas y escenarios.

 

La familia Cappa, compuesta por los padres Guy (Gael García Bernal) y Prisca (Vicky Krieps) y los hijos Maddox (Alexa Swinton, Thomasin McKenzie, Embeth Davith) y Trent (Nolan River, Alex Wolf, Luca Faustino Rodríguez, Emun Elliott), de once y seis años respectivamente, están de vacaciones en el resort tropical de Anamika. El matrimonio está atravesando una época difícil y esperan que unas vacaciones con sus hijos ayuden a suavizar las cosas. El sonriente director del establecimiento (Gustaf Hammarsten) les ofrece una escapada a una aislada playa privada. En el viaje se les une otra familia formada por el cirujano Charles (Rufus Sewell), su mucho más joven esposa Chrystal (Abbey Lee), la hija de ambos, Kara (Kyle Begley, Mikaya Fisher, Eliza Scanlen) y la madre del primero, Agnes (Kathleen Chalfant); y la pareja compuesta por el enfermero Jarin (Ken Leung) y la psicóloga Patricia (Nikki Amuka-Bird).

 

El conductor de la furgoneta del hotel (M.Night Shyamalan) les deja en el inicio de un sendero que se interna en un cañón rocoso antes de desembocar en la playa, donde encuentran a un famoso rapero, Mid-Sized Sedan (Aaron Pierre), que prefiere mantenerse alejado. La tranquilidad de todos es abruptamente interrumpida por el descubrimiento de un cadáver, el de la novia de Sedan. La nariz de éste empieza a sangrar espontáneamente y Charles le culpa de la muerte de la joven, pensando que ello es consecuencia de algún intento de defensa por parte de ella. Cuando tratan de marcharse de la playa para dar parte de las autoridades (porque los móviles no tienen cobertura), a mitad del desfiladero sufren unos vértigos y un desmayo, despertándose a continuación de vuelta en la playa. Agnes fallece repentinamente y, acto seguido, descubren que los niños, Trent, Maddox y Kara, han alcanzado la pubertad. No tardan en caer en la cuenta de que ese lugar les está envejeciendo aceleradamente a un ritmo aproximado de un año cada media hora.

 

Trent cree divisar a alguien que los vigila desde lejos y, mientras tratan de encontrar una forma de escapar de la playa, la salud de varios miembros del grupo empieza a deteriorarse producto del envejecimiento acelerado. Pero es que, además de las fuerzas misteriosas que los empujan a marchas forzadas hacia la muerte, la tensión entre ellos aumenta y, con ella, la violencia.

 

M. Night Shyamalan suele recibir más palos de los que merece y estoy dispuesto a defenderlo de la mayoría de ellos. Como mínimo –y no es poca cosa en los tiempos que corren-, es uno de los pocos directores que crea contenido original en lugar de acomodarse en el nicho de secuelas, remakes, precuelas y derivaciones diversas de grandes franquicias. Se arriesga, a veces abarca más de lo que es capaz de sacar adelante, pero siempre ofrece ideas originales e interesantes. Aunque “Tiempo” recibió críticas mixtas (en Imdb tiene una puntuación de 5,8; y de 5 en Rotten Tomatoes), en mi opinión es una de las mejores películas de esta tercera etapa de su carrera.

 

Normalmente, es el propio Shyamalan quien escribe desde cero sus películas, pero en este caso adapta un comic que le causó una honda impresión: “Castillo de Arena” (2010), firmado por el dibujante suizo Frederik Peeters y el documentalista francés Pierre Oscar Lévy. Eso sí, en el proceso de traslación al lenguaje audiovisual, la obra original experimentó ciertos cambios. Shyamalan respetó tanto la premisa como el desarrollo de los acontecimientos; los personajes son también más o menos los mismos (en el comic había además un escritor de CF de mediana edad, mientras que el rapero era en las viñetas un emigrante argelino).

 

La principal diferencia entre ambas obras reside en el desenlace. Mientras que el comic no ofrecía explicación alguna al extraño fenómeno y se centraba, con un tono lírico, en reflexionar sobre la forma en que los personajes afrontaban su inminente vejez y muerte, falleciendo todos al final, Shyamalan sí ofrece una solución al enigma de por qué esas personas y no otras han sido llevadas hasta allí, por quién y por qué razón (aunque el fenómeno en sí sigue siendo un misterio). No tengo ninguna queja al respecto. “Tiempo” no es cine de arte y ensayo sino una película comercial que aspira a atraer a un público lo más amplio posible, el cual, lógicamente, espera recibir a cambio de su tiempo, dinero y atención una explicación a los misterios que sostienen toda la trama.

 

El concepto del rápido envejecimiento no se ha explorado apenas en la pantalla aparte de un rápido gag en “Guerreros del Espacio” (1984) o las maldiciones que sufría Lori Singer en “Warlock, el Brujo” (1989) o la heroína de “El Castillo Ambulante” (2004) así como las escenas con David Bowie en “El Ansia” (1983). El único ejemplo de argumento que se apoya enteramente sobre esa premisa es el episodio “Los Años de la Muerte” (1967) de la serie original de “Star Trek”, en el que la tripulación de la Enterprise envejecía rápidamente a causa de las peculiares condiciones de un planeta que descubrían. Así que “Tiempo”, aunque basado en un comic previo, nos ofrece un desarrollo sustancial de un concepto apenas tocado en el cine.

 

La película va desarrollándose desde el comienzo con una fascinación escalofriante. Shyamalan nos presenta el resort de lujo, pero siempre da la sensación de que hay algo que no marcha del todo bien gracias al uso que hace de los encuadres (ángulos extraños, personajes fuera de marco). El propio camino hacia la playa da la sensación de un alumbramiento (el paso por un estrecho y oscuro canal) y la playa, rodeada por elevados riscos y con fuerte oleaje más allá de una barrera de coral, es un lugar aislado geográfica –y, como se verá, temporalmente-. Tras el descubrimiento del cadáver y el fallecimiento de la anciana, el suspense aumenta cuando los turistas se dan cuenta de que se hallan confinados; y todavía más cuando Shyamalan, de forma muy ingeniosa, revela lo que les ha ocurrido a los niños: Jarin y Patricia reaccionan de forma extraña cuando Maddox y Trent, a los que sólo se les ve parcialmente, les revelan su edad… hasta que llegan los padres y descubren que en unos minutos se han convertido en adolescentes.

 

Una de las escenas más perturbadoras es aquélla en la que vemos a los ya adolescentes Trent y Kara tumbados uno junto al otro bajo unas toallas, compartiendo un momento de intimidad. A continuación, ella aparece con una barriga de embarazada. Shyamalan no se detiene demasiado en este momento -que sí estaba en el comic, donde, de hecho, el bebé sobrevivía hasta hacerse adulto-, probablemente porque plantea algunas cuestiones de difícil explicación cuando no directamente espinosas. Por ejemplo, si la relación sexual entre dos niños de 5 o 6 años con cuerpos de adolescentes puede considerarse algo legítimo; o de qué forma descubren la mecánica del coito. Con todo, la escena tiene un componente embarazoso (nunca mejor dicho) y desagradable que funciona bien a la hora de aumentar la sensación de confusión y terror ante lo desconocido.

 

Algo parecido sucede con un momento posterior, en el que tratan de extirpar el tumor que Prisca tiene en el vientre, descubriendo que cualquier incisión que hacen se sella en segundos debido a la velocidad con la que transcurre el tiempo (de hecho, mi principal problema con la escena es que albergo serias dudas sobre la viabilidad de realizar una cirugía con una navaja y que los asistentes mantengan abierta una herida con las manos desnudas, cuando nadie parece haber pensado en la asepsia más básica, como desinfectar el cuchillo o lavarse las manos). Estos momentos de suspense y terror visceral –que no se encontraban en el comic- se repiten en algunas de las muertes posteriores (un personaje termina convertido en un grotesco amasijo de huesos retorcidos, otro resulta salvajemente apuñalado, otro se desploma desde una gran altura y la sangre de otro se envenena rápidamente) parecen orquestadas para recordarnos que estamos ante una película de terror.

 

Desde el principio hasta el final, Shyamalan hace lo que mejor se le da, a saber, presentar una situación fantástica y luego explorar los parámetros conceptuales que se derivan de ella. El director desarrolla las ideas y racionaliza de forma sólida las consecuencias de la premisa, como la razón de que no puedan abandonar la playa o por qué no se acelera el crecimiento de las uñas y el pelo. Comienza transmitiendo una vaga sensación de amenaza para ir luego aumentando la tensión y revelar el peligro principal. Todo lo susceptible de empeorar a partir de la premisa original, lo hace: la salud física y mental se deteriora, el miedo y la confusión conducen a la ira y la violencia, el crecimiento acelerado de los más jóvenes les hace saltarse pasos y experiencias cruciales provocándoles una angustia y confusión inimaginables y cada intento de escapar de la trampa, termina en fracaso y muerte.

 

Shyamalan consigue mantener en vilo constantemente al espectador no sólo gracias al argumento y el ritmo, sino con su técnica cinematográfica, recurriendo a encuadres descentrados, incómodos primeros planos o una Steadicam temblorosa; todo lo cual combina a la perfección con la vibrante banda sonora del compositor Trevor Gureckis. Además, y aunque no sea evidente al principio de la película, el maquillaje cobra cada vez mayor importancia conforme se desarrolla la historia y los personajes envejecen, un proceso más evidente al principio en los jóvenes, como es natural, pero que luego se manifiesta abiertamente en los adultos.

 

La destreza cinematográfica de Shyamalan no funcionaría tan bien sin el apoyo de unos actores sólidos que consiguen que esta sea una de las películas emocionalmente más conseguidas del director. García Bernal y Krieps son creíbles como padres que se esfuerzan por mantener la serenidad del grupo. Ambos son fuertes y templados en la superficie, pero, en el fondo, se sienten cada vez más asustados y vulnerables. Alex Wolff y Thomasin McKenzie interpretan las versiones adolescentes de Trent y Maddox, ambos sumidos en la confusión y miedo que uno podría imaginar después de despertarse siendo un niño y acostarse como adulto. Los actores secundarios, como Rufus Sewell, Ken Leung y Abbey Lee también hacen un buen trabajo, aunque el guion tiende a marginarlos en segmentos demasiado largos.

 

Precisamente los diálogos son uno de los puntos débiles de “Tiempo”. Primero, porque los personajes tienden a verbalizar lo que la cámara ya muestra; y, segundo, por la circunstancia, derivada de la propia historia, que obliga a parte del reparto a actuar como niños cuando sus cuerpos o bien han llegado a la etapa de la adolescencia o incluso a la madurez. Esta dicotomía crea una experiencia surrealista cuando los actores recitan frases que resultan bastante extrañas, incluso forzadas. Claramente, más que el guion, los puntos fuertes de Shyamalan son los conceptos y premisas sobre los que sustenta sus películas y la forma en que, mediante la dirección y la edición, cuenta sus historias. En resumen, que es mejor director que guionista y ello puede comprobarse en el film que nos ocupa, en el que la idea de partida –que, recordemos, no fue suya- es mucho más interesante que los momentos individuales a los que da lugar.

 

Muchas de las críticas se centraron –como de costumbre con este director- en la resolución final. Sin embargo, ésta no es tanto un giro sorpresa como una explicación de la situación presentada. No se trata, por ejemplo, del mismo tipo de finales sorpresa que remataban “El Sexto Sentido” o “El Bosque”, desbaratando todo lo que el espectador había dado por sentado para revelar una realidad muy diferente. Aquí [ATENCIÓN: SPOILERS] nos enteramos de que todo el complejo vacacional no es sino la fachada de un laboratorio experimental para probar tratamientos farmacológicos en un plazo acelerado sobre incautos a los que atraían con grandes ofertas y de los que ya conocían las dolencias que les aquejaban. Aunque, como he dicho antes, nunca llega a explicarse el origen de las peculiares condiciones de la playa, ese desenlace es lo que coloca a la película dentro del género de CF y no de la Fantasía.

 

Por desgracia, la necesidad que siente el director de aliviar parcialmente al espectador salvando a un par de personajes, hace que el último segmento (la rápida intervención de las autoridades, la asunción como cierto del testimonio de los supervivientes, la clausura del tinglado) sea en exceso atropellado e inverosímil. Es un final que, sin duda, requiere de un apreciable esfuerzo de suspensión de la incredulidad por parte del espectador, aunque, en mi caso personal, no hasta el punto de que sea imposible realizarlo y, por ende, arruine las dos horas y cuarenta y cinco minutos anteriores. Para otras personas, por el contrario, este punto parece ser un obstáculo que les impide apreciar las virtudes del resto de la película y hubieran preferido que la historia respetara el descorazonador desenlace del comic y su tono a lo “La Dimensión Desconocida” (1959-63), sin explicaciones, aclaraciones ni conclusión definitiva. 

 

“Tiempo” es una película intensa. Carece tanto del hálito poético del comic original como de su propuesta de reflexión sobre grandes temas existenciales, pero a cambio ofrece un thriller muy eficaz que atrapa al espectador durante sus casi dos horas de metraje gracias a su firme suspense, implacable terror situacional y capacidad para transmitir el consecuente miedo, confusión, ansiedad e impotencia. Puede que muchos no lo consideren uno de los mejores films de Shyamalan, pero desde luego no aburre, mantiene en todo momento la tensión e incluye algunos momentos verdaderamente perturbadores sin caer en el mal gusto.

 

 

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