martes, 12 de agosto de 2025

1953- CUENTOS - Philip K.Dick (5)



(Viene de la entrada anterior)

  

“En el Jardín” fue publicado originalmente en “Fantasy Fiction” en agosto de 1953.

 

Robert Nye, un hombre de clase media recién casado, conversa con su amigo Tommy Lindquist durante la visita de este último a la casa del primero. Hablan del jardín y del animal favorito de su esposa Peggy, un pato al que llaman Sir Francis. Lindquist, quien sólo había coincidido brevemente con Peggy antes de esa ocasión, se siente inmediatamente atraído por ella. Sin embargo, el tema de conversación sigue girando alrededor del pato. Robert tiene poco interés en el animal, pero Peggy, claramente, está enamorada de él. Lindquist, en tono desenfadado, recuerda el mito en el que Zeus se transformó en cisne para seducir a Leda, engendrando a Helena de Troya. La historia le causa un inesperado impacto a Peggy, quien de repente confiesa que está embarazada, insinúa que Tommy lo sabía y que sacó a colación esa historia para insultarla. Por su parte, Sir Francis le grazna a Robert.

 

Nace el hijo de la pareja, Stephen, pero la tensión en el hogar de los Nye desde la reunión en el jardín con Tommy no ha desaparecido. Tensión que también es palpable entre Robert y el pato. El marido no puede sino relacionar la leyenda que recordó su amigo, la fascinación de su esposa por el animal y la animosidad que se profesan mutuamente. Aunque todo es bastante absurdo, Robert se consuela pensando que la carga de la crianza de los hijos pondrá fin al tiempo que pasan juntos Peggy y Sir Francis. Un día que Robert ve al pato buscando lombrices por el jardín, lo mete bruscamente en el coche y se lo lleva al campo.

 

En ausencia del animaito, Peggy pasa su tiempo con el pequeño Stephen pero, para disgusto de su marido, esos largos ratos transcuren en el mismo jardín que Peggy solía compartir con aquél. Robert se siente distante de su hijo, el cual disfruta del aire libre, las flores y las historias de Peggy.

 

Un día, Robert ve a Stephen dibujar y, de repente, siente un arranque de orgullo y ve la oportunidad de conectar con su hijo. Le habla de su propia juventud como artista y le anima a dedicarse a ello. Inesperadamente, el niño, llamándole por su nombre de pila, le pregunta por Sir Francis. Sin embargo, ni Robert ni Peggy, aparentemente, le habían contado nada del pato. Stephen le pregunta si Sir Francis se parecía al sol de su dibujo, de color amarillo. Robert, horrorizado, ve reforzada su intuición de que el nacimiento del niño fue, de algún modo, sobrenatural.

 

Stephen, todavía llamando a Robert por su nombre de pila, lo invita a una fiesta secreta en el jardín, lo cual le da al padre nuevas esperanzas de establecer algún tipo de vínculo con el niño. Sin embargo, al llegar a la mesa que éste ha preparado, la encuentra llena de gusanos y arañas. Robert dice que no le gusta ese tipo de comida y se marcha, convencido de que el verdadero padre de Stephen es Sir Francis.

 

El conflictivo primer matrimonio de Dick –con Jeanette Marlin, con la que se casó y divorció en 1948- es uno de sus temas más recurrentes y este cuento es un buen ejemplo. Desde las primeras frases de esta historia y hasta su final, el matrimonio entre Robert y Peggy Nye es distante y problemático. No sólo se cierne sobre ellos la sombra del adulterio, sino que parecen tener poco en común. En cierto momento, Robert se enfada abiertamente porque su esposa regresó a casa unos minutos antes de lo previsto interrumpiendo su momento de soledad. Peggy pasa la mayor parte del tiempo con otras personas. La única muestra de atracción sexual hacia Peggy proviene de otros (Tommy Lindquist o Sir Francis).

 

Robert tampoco logra conectar con Stephen. Gran parte de la tensión proviene de las dudas sobre quién es su padre, pero las relaciones entre los tres son, cuanto menos, problemáticas. Esta es la forma en que muchas veces Dick describía a la familia de clase media en sus cuentos y novelas, algo que no sorprende conociendo su infancia y adolescencia, los traumas que sufrió y la carencia de afecto por un padre que lo abandonó y una madre emocionalmente distante.

 

Los esfuerzos de Robert por comprender a su hijo conforman el núcleo emocional de la historia, lo que hace que la revelación final sea todavía más trágica. Una forma de interpretar esto es como crítica a la paranoia de los esposos de clase media respecto a la paternidad de sus hijos. Pero la verdadera causa de la alienación familiar de Robert es su propia incapacidad para apreciar o participar en los intereses de su esposa e hijo. Intenta salvar la distancia con Stephen a través del dibujo, pero esto solo lo sabe hacer llevando la conversación a sus propias actividades artísticas en lugar de centrarse en lo que el niño está haciendo. Al final, Robert, que se considera el patriarca familiar, es refractario a la subjetividad ajena. El adulterio de Peggy, por su parte, aunque ciertamente extraño, es una falta que tiene explicación en la separación emocional con su marido.

 

En este cuento, Dick toma claramente referencias de la mitología griega y, en especial, de las leyendas en las que desempeñaba un papel el bestialismo. Para los griegos, la línea entre lo humano y lo animal era difusa. Estaban fascinados por las parejas humano-animal o las uniones entre humanos y dioses que daban como descendencia criaturas grotescas y poderosas que adoptaban los atributos de diferentes seres. Dick traslada la esencia de ese mito a la actualidad suburbana para examinar las tensiones de las familias de clase media.

 

“El Rey de los Elfos” apareció originalmente en “Beyond Fantasy Fiction” en septiembre de 1953.

 

Shadrach Jones es el anciano propietario de una gasolinera en el minúsculo pueblo de Derryville, marginado por un nuevo ramal de autopista. Apenas gana dinero, pero tiene pocas necesidades más allá de su subsistencia básica. Un día, llegan a su gasolinera tres elfos (ojo, estas no son las espléndidas criaturas de Tolkien sino seres pequeños que visten ropas de colores llamativos), de los cuales uno dice ser "el Rey de los Elfos". Shadrach invita a los cansados viajeros a su casa.

 

El rey le explica a Shadrach que fueron atacados por trolls cerca de las Montañas Imponentes (una cresta local) y que escaparon por el Sendero Interminable (la carretera). Los elfos se disculpan por molestarlo, pero insisten en que su situación era desesperada. Shadrach tiene sus dudas, pero la verdad de lo que ve se confirma cuando un elfo anuncia que el rey ha muerto. Según la tradición, el rey no se elige, sino que cada uno nombra a su sucesor. Y, en este caso y antes de morir, el ya difunto monarca nombró a su anfitrión, profetizando que vencería a los trolls.

 

Al día siguiente, en la gasolinera, Shadrach se encuentra con un vecino, Phineas Judd, y le confiesa que es el Rey de los Elfos. En una comunidad tan pequeña, la noticia se extiende como la pólvora y casi todos los vecinos o bien creen que Shadrach está loco o bien que tiene un motivo oculto para decir semejante estupidez. Phineas es de los que está más preocupado por el estado de salud mental de su vecino.

 

Esa noche, unos elfos se acercan a Shadrach y le dicen que los trolls están acechándoles aprovechando de la muerte del anterior rey. Shadrach, sintiéndose obligado por la confianza que han depositado en él, sale al encuentro de su enemigo. Phineas lo ve y, creyéndolo presa de algún ataque psicótico, le convence para que entre en su casa a tomar un café y darle la oportunidad de que se relaje y vuelva en sí. Sin embargo, a la luz del atardecer, Phineas se le aparece a Shadrach con rasgos bestiales y rodeado de unos trolls que salen en masa del sótano para atacarle. Con ayuda de los elfos, Shadrach, repele la agresión y mata al Gran Troll… que resulta ser Phineas. Tras la victoria, Shadrach tiene la intención de renunciar a la corona, pero finalmente decide asumir su responsabilidad como Rey de los Elfos y abandonar su destartalada gasolinera.

 

Pese a lo que pueda parecer, Philip K. Dick escribía, en gran medida, sobre el mundo real. Escogía sus temas y perspectiva directamente del mundo que le rodeaba. Por supuesto, no hay nada de extraordinario en ello. Gran parte del poder e interés de la Ciencia Ficción reside, precisamente, en su compromiso social y político. “El Rey de los Elfos” parece ser la historia de alguien que se hunde cada vez más profundamente en un delirio fantástico. No puedo afirmar con certeza cuál era la opinión de Dick sobre el género de la Fantasía porque el grueso de su producción fue de CF y ficción realista y sus únicas obras fantásticas datan de los inicios de su carrera. Quizás Shadrach es una alegoría del género fantástico, a saber, alguien completamente desconectado de la realidad. Al abandonar su trabajo en la gasolinera y aceptar convertirse en el Rey de los Elfos, el protagonista abraza plenamente su alejamiento del mundo real. Precisamente, durante la campaña contra los juegos de rol que se vivió en Estados Unidos durante los años 80, uno de los argumentos que esgrimían sus militantes era que tales actividades fomentaban un peligroso desapego del mundo. Lo cierto es que la Fantasía no solo ha ido ganando más y más aficionados desde entonces, sino que ha demostrado ser también capaz de abordar grandes cuestiones morales y políticas.

 

Difícilmente puede tomarse como real la perspectiva de Shadrach. El pueblo cree que se ha vuelto loco y Phineas, su vecino, es el que más abiertamente se preocupa de su salud mental. El sentido común nos indica que cuando invitó a Shadrach a pasar a su casa aquella noche lo hizo con genuinas intenciones de ayudarle y no como argucia para luego darle muerte, que es lo que, en un arranque de psicosis, cree Shadrach. Al recuperar brevemente la cordura, éste se da cuenta de lo que ha hecho e, incapaz de afrontarlo, se entrega por completo a su delirio.

 

Por otra parte, de no ser por el asesinato de Phineas, no parece haber mucho de malo en las fantasías de Shadrach. El resto del pueblo lo ve como fuente de diversión, está cerca de la jubilación, tiene pocas necesidades, carece de familia y solo cuenta con un puñado de amigos. La vida le ha dado muy poco, “suficiente para comprar tabaco, leña y revistas, y sentirse a gusto mientras aguardaba a que algún coche se detuviera”. Su comunidad lo está dejando atrás de la misma manera que el capitalismo ha abandonado al pueblo en el que vive. La carretera está en mal estado y la mayor parte del tráfico toma otra ruta. En realidad, es un buen candidato para ser el inofensivo loco del pueblo, de no ser por el giro violento que adopta su delirio.

 

De forma harto sorprendente, Disney tiene un proyecto para llevar al cine “El Rey de los Elfos” en formato de animación. Se anunció en 2009 para estrenarse en 2012 dirigida por Chris Williams, co-director de “Bolt”. Tras un año trabajando en ella, el director perdió el interés y se marchó a hacer otras cosas, dejando huérfano el proyecto. Ignoro qué vió Disney en este cuento de Dick aparte de elfos entrañables y divertidos (se pueden ver los diseños conceptuales en Internet) visitando a un amable viejecito, pero dudo mucho que se atrevan a respetar el giro del relato original. Si de verdad quieren hacerle justicia, la escena final debería mostrar a un Shadrach empapado en sangre alejándose lentamente por una vieja y desierta carretera en un plano que revele en el último momento que los elfos han sido simplemente una fantasía. ¿De verdad alguien espera que Disney se atreva a hacerlo?

 

“Colonia” fue publicada originalmente en “Galaxy” en su número de junio de 1953.

 

El Mayor Lawrence Hall y el Teniente Friendly, oficiales de un equipo de reconocimiento planetario, conversan asombrados sobre el mundo en el que se encuentran –el Planeta Azul-, carente de formas de vida peligrosas u hostiles. Un planeta tan "inmaculado" contradice toda su experiencia en exploración espacial. Cuando Friendly deja a Hall trabajando en el laboratorio, su microscopio cobra vida y trata de estrangularlo. Hall consigue liberarse y desintegrar al instrumento con su pistola. A continuación, corre a avisar de lo sucedido a la Comandante Stella Morrison, pero cuando llegan al laboratorio, encuentran el microscopio intacto y en su lugar habitual. Obviamente, Hall se presenta para una evaluación psiquiátrica y se le diagnostica un alto índice de inestabilidad. Cuando regresa a su camarote para ducharse, le ataca la toalla. Después, es la silla la que se vuelve contra él. Morrison teme que Hall se esté volviendo loco y haya que retirarlo del servicio. Acuden al capitán Taylor para poner a Hall bajo custodia y se lo encuentran estrangulado por una alfombra. Morrison ordena a la tripulación que se arme.

 

Se dan cuenta de que los objetos que los atacan no son los originales porque éstos son los que siempre se encuentran, inertes, después de cada ataque y la desintegración del objeto agresor. Mientras tanto, se producen más incidentes en la base. Un par de guantes que lleva puestos el teniente Dodd se rebelan, cogen una pistola y disparan al dueño; una alfombra destroza los pies del teniente Fulton; el capitán Unger es digerido por un vehículo; Gail Thomas muere aplastada por un árbol en el bosque.

 

La tripulación determina que los ataques son perpetrados por seres vivos orgánicos. Haciéndose pasar por objetos cotidianos, la vida extraterrestre está matando lentamente a todos los hombres, uno a uno. En treinta encuentros con esta forma de vida extraterrestre, diez personas han muerto. Hall realiza algunos experimentos que demuestran que la base, que alberga a 100 personas, está saturada de la forma de vida alienígena. La pérdida de toda la unidad podría ser inevitable, ya que regresar a la Tierra conllevaría un riesgo inasumible dado que sería imposible determinar qué objetos o componentes de la nave son reales y cuáles son extraterrestres miméticos. Son infinitamente divisibles y difíciles de erradicar.

 

Morrison concluye que, dado que aparentemente no pueden imitar la vida orgánica, sino solo objetos inorgánicos, regresarán a casa sin nada, ni siquiera ropa. Contactan con un crucero cercano para que llegue al planeta y les auxilie, informándoles que la tripulación abordará desnuda su nave. El vehículo de socorro llega diez minutos antes de lo previsto y los hombres y mujeres de la base comienzan a entrar en ella. Algo más tarde, el auténtico crucero aterriza y empieza a esperar a la unidad del Planeta Azul sin saber que será en vano…

 

Dick explicó “Colonia” como una reflexión sobre la paranoia. Al menos así lo escribió en 1976: “Para la mente normal, los objetos a veces parecen poseer voluntad propia; no hacen lo que se supone que deben hacer, se interponen en el camino, muestran una resistencia antinatural al cambio”. Creo que hay buenas razones para no confiar ciegamente en la interpretación que, en la última década de su vida y tras su desafortunado giro religioso, dio Dick de sus propias obras. Tanto su metafísica como su política se tornaron algo confusas. “Colonia” es, en cambio, un relato que guarda muchos paralelismos con “¿Quién anda ahí?” (1938) de John W. Campbell.

 

Uno de los subtextos que podemos identificar aquí es el de la locura que impulsa la exploración humana. Creo que Dick, en buena parte de sus primeras obras, fue en gran medida optimista respecto a la exploración interplanetaria. Veía esta gran empresa colectiva como la clave para revigorizar una cultura decadente (por ejemplo, en el “Hombre Variable”). Sin embargo, aquí se nos describe una exploración que casi se podría describir como enloquecida. El científico Hall comenta que la Tierra pierde todos los días tripulaciones de 100 hombres cumpliendo con su misión exploratoria. Estas atroces pérdidas son vistas, por tanto, como rutinarias, quizá producto de las mismas prisas que llevan a la perdición a la unidad de Planeta Azul, en absoluto preparada para un encuentro con vida alienígena.

 

Otra posible interpretación es que Dick nos hable del consumismo. Si bien el autor creía que los bienes de consumo tienen cierto poder sobre los humanos y que gran parte de su peligro reside en la banalidad y redundancia de los mismos, lo que mantiene esta interpretación, al menos dentro del ámbito de lo posible, es el énfasis que pone Dick en la relación entre las personas y los objetos materiales que rodean y condicionan sus vidas. Creemos tener una relación estrecha con nuestro microscopio (es decir, trabajamos con él a diario), nuestra toalla o nuestra alfombra, pero ¿cuánto sabemos realmente de esos objetos? ¿Con qué facilidad podemos ser engañados, sobre todo cuando tantos de ellos parecen exactamente iguales? ¿Cómo podemos mantener una relación estrecha con un objeto concreto cuando existen miles de copias del mismo?

 

Resulta escalofriante reflexionar sobre la posibilidad de que cada uno de nosotros tenga un doble, pero en realidad estamos rodeados de copias rudimentarias de las cosas. El mimetismo de la vida extraterrestre en el Planeta Azul es una metáfora del dominio que sobre nosotros tienen los objetos de consumo reemplazables: “Su mimetismo, al menos de objetos inorgánicos, es perfecto. Miré por uno de ellos, Stella, cuando imitaba a mi microscopio. Amplió, ajustó y reflejó como cualquier microscopio. Es una forma de mimetismo que sobrepasa todo cuanto hemos imaginado”. Uno de los aspectos más interesantes de la impresión 3D es que, de hecho, podría hacer más sencilla la personalización de los bienes de consumo y, por tanto, conseguir que el consumismo cumpla con la individualidad que promete.

 

Más adelante, Dick utilizará conceptos esbozados en esta historia para aplicarlos al capitalismo de consumo. En más de una novela, presentará organismos unicelulares capaces de copiar bienes materiales en la producción congelándolos en una forma específica.

 

(Continúa en la siguiente entrada) 

 


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