George R.R.Martin escribió en su propia página web que “algunos de los fans de “Canción de Hielo y Fuego” parecen creer que irrumpí en la escena literaria ya completamente maduro con la aparición del primer volumen de esa saga, pero en realidad, cuando se publicó “Juego de Tronos” en 1996, ya llevaba veinticinco años escribiendo profesionalmente”. Y así es. Antes de concentrar toda su atención en Poniente, antes incluso de empezar a tejer la enrevesada épica que allí iba a tener lugar, Martin exploraba los confines del espacio escribiendo híbridos de ciencia ficción y terror en el marco de otro universo imaginario conocido como “Mil Mundos”.
Ya los
primeros trabajos publicados de Martin, el cuento “El Héroe” (que apareció en
la revista “Galaxy” en 1971) y su primera novela, “Una Canción para Lya” (1976)
estaban ambientados en esos “Mil Mundos”, que también englobarían a “Los Reyes
de la Arena” (1979), “Muerte de la Luz” (1977) o “Los Viajes de Tuf” (1986). El
contexto de fondo era el de una Humanidad diseminada por los restos de un
desintegrado imperio con origen en la Tierra que colapsó víctima de una guerra
con alienígenas. Con el tiempo, acabó restableciéndose el vuelo interestelar y,
poco a poco, volvieron a entrar en contacto culturas humanas separadas durante
mucho tiempo. Es un interesante tapiz que Martin utilizó como base para su
mejor ficción previa a “Canción de Hielo y Fuego” y que comprende casi dos
docenas de historias y novelas de diferente extensión escritas en los setenta y
ochenta y en las que fue desarrollando sus dotes de escritor puliendo la forma
de crear tramas, personajes, estructura y construcción de mundos, antes de
desembocar en la famosa saga de Fantasía que desde entonces ha monopolizado su
tiempo. Y ahí, en los “Mil Mundos”, es donde se ambienta esta actualización de
las historias de casas encantadas que es “Nómadas Nocturnos”.
El
origen de esta novela corta –como también fue el caso de “Los Reyes de la
Arena”- se encuentra en la autoimposición de un desafío. Martin leyó en alguna
parte la aseveración de un crítico sobre la naturaleza opuesta e incompatible
de los géneros de terror y ciencia ficción. Como veterano fan de ambos, aquello
le pareció una soberana tontería y ¿qué mejor manera de demostrar la falsedad
de semejante comentario que escribiendo un relato que fusionara ambos?
La acción transcurre enteramente en el interior de una nave en la que viajan nueve científicos procedentes del planeta Avalon, dispares no sólo en las disciplinas que estudian sino en sus excéntricas personalidades. Lo único que tienen en común es que todos ellos son, de una u otra forma, parias entre los suyos.
Su
misión es estudiar a los Volcryn, una legendaria y misteriosa especie
extraterrestre que, se dice, lleva viajando eones a velocidades sublumínicas en
un eterno periplo hacia los confines del universo. Salir al encuentro de su
flota y descubrir su propósito es la obsesión de toda una vida para el líder de
la expedición, Karoly d´Branin. Acompañándole como parte del equipo, hay dos
lingüistas, una telépata, un psíquico, una ciberneticista, un xenobiólogo, una
xenoingeniera y una mujer mejorada genéticamente que actuaría de “músculo” llegado
el caso.
Pero el “Nómada Nocturno”, la nave, ofrece sus propios enigmas y maravillas. Es un vehículo único en su clase, fabricado a medida con especificaciones muy peculiares, completamente autónomo y dirigido por un solo individuo, el capitán Royd Eris, que, por razones que se niega a desvelar, permanece aislado en una cámara donde nadie puede entrar y que se comunica exclusivamente mediante voz y hologramas, como si fuera un fantasma. Para colmo, se dedica a espiar a sus pasajeros, observándolos mientras duermen o se entregan a actividades sexuales.
La suya
no es la única presencia inquietante a bordo, como detecta el telépata Thale
Lasamer, que siente una fuerza fría y oscura acechándolos a todos; un temor que
demuestra estar fundado cuando los tripulantes empiezan a ser asesinados uno a
uno o por parejas de formas harto misteriosas y grotescas. La única esperanza
de sobrevivir para los humanos descansa en una de las tripulantes, Melantha
Jhirl, la mencionada mujer genéticamente mejorada mental y físicamente. Y,
conociendo como conocemos hoy a Martin, podemos imaginarnos que ninguno de los
personajes tiene la supervivencia asegurada.
“Nómadas
Nocturnos” apareció originalmente como un relato de 23.000 palabras en la
revista “Analog” en 1980. Un año después, Martin lo amplió hasta las 30.000
palabras para que pudiera encajar en los parámetros de la colección “Binary
Star” de la editorial Dell Publishing, que reunía dos libros en un solo volumen
(en su caso, con la novela de ciberpunk “True Names”, de Vernor Vinge). Para
ello, añadió trasfondo biográfico a algunos personajes y bautizó a otros que en
el cuento eran meras presencias anónimas. Un año después, “Nómadas Nocturnos”
fue nominada para el Premio Hugo a la Mejor Novela Corta y, aunque no ganó, si se
llevó el Locus en la misma categoría.
Como
decía al comienzo, este libro puede sorprender a quienes sólo conozcan a Martin
por sus voluminosos libros de fantasía épica. En “Nómadas Nocturnos”,
encontramos una historia breve, compacta y autocontenida que bebe en su
argumento y estilo tanto de la ciencia ficción como del terror clásicos, una
especie de mezcla entre Robert A.Heinlein y Stephen King pasada por el filtro
de “La Dimensión Desconocida”. Mezcla que tiene sus virtudes y defectos. Entre
las primeras, destacan una premisa muy seductora, un ritmo ágil, unos cuantos
giros bien colocados y las adecuadas respuestas finales con las que comprender
el conjunto. Tanto en su corazón como en su envoltorio, “Nómadas Nocturnos” es
un relato de mansión embrujada, ambientada, eso sí, en una nave espacial y
adornado con alienígenas de misterioso origen y propósito. Pero esto último es
accesorio porque lo que impulsa la trama, absorbe los esfuerzos narrativos de
Martin y mantiene el interés del lector es el enigma de a bordo: quién o qué
está tras la maldad que impregna la nave.
En cuanto a los puntos débiles, podrían citarse todos los demás elementos de la historia: el desarrollo de personajes, los diálogos y la empatía que puedan generar aquéllos con el lector. Lo que conocemos sobre los nueve tripulantes se nos describe de forma somera y distante: su apariencia (y, por tanto, lo sexualmente deseables que resultan para sus otros compañeros) y la importancia de su puesto en base a los criterios del sospechoso Royd Eris. No se invierte tiempo en desarrollar los personajes o sus relaciones, en dotar a cada uno de su propia voz. En cambio, hay diálogos reiterativos (Melantha, por ejemplo, no pierde ocasión de presumir de su superior genética) y no la suficiente interacción con la que acercar a los tripulantes al lector para que, llegado el momento, le afecten de verdad sus muertes (un aspecto este que Martin puliría mucho más en “Canción de Hielo y Fuego”).
Por
otra parte, hay aspectos aquí que muchos lectores desearían haber visto explorados
con mayor profundidad, como el pasado de Royd y su madre; o los propios
Volcryn. Sin duda, de aquí podrían haberse derivado al menos otros tres libros diseccionando
con mayor extensión todos sus personajes y elementos pero, por otra parte,
resulta asimismo refrescante leer obras sin pretensiones de saga multivolumen,
tan solo historias que comienzan y terminan, dejando que la imaginación del
lector complete los huecos o aventure una continuación.
A pesar de lo difícil que resulta conectar emocionalmente con los personajes, “Nómadas Nocturnos” es una lectura muy entretenida, concisa y que no creo que pretenda a aspirar a más de lo que es. Sobre todo, sabe combinar eficazmente los elementos propios de los dos géneros que deliberadamente quiso combinar Martin. Por una parte, el suspense, la claustrofobia y la sensación de amenaza propios del terror; y, por otra, un entorno, premisa e incluso sentido de lo maravilloso (como el encuentro del líder, Karoly d´Branin, con sus anhelados volcryn en el clímax de la aventura) que caracterizan a la ciencia ficción.
Con
todo lo dicho, “Nómadas Nocturnos” reúne los ingredientes para ser reciclado
como serie televisiva, un formato que permitiría explorar en mayor profundidad
los personajes y la misión en la que se hallan embarcados. Y –dejando al margen
la justamente olvidada versión ochentera que dirigió para el cine T.C. Blake-
eso es precisamente lo que se propuso Syfy. Pero de eso hablaré en otra
entrada. Baste decir ahora que cuando el canal anunció su elección de actores, Martin
aprovechó la ocasión para abordar un tema que le llevaba molestando desde hacía
treinta años: el grupo étnico de Melantha Jhirl. Según él mismo explicó había
concebido al personaje –cuyo nombre viene del griego y significa “Flor Oscura”-
como una mujer negra, exuberante y capaz en todos los ámbitos. Textualmente, la
describe así:
“Joven,
sana y activa, Melantha Jhirl tenía una vitalidad de la que carecían los demás.
Era grande en todos los aspectos: una cabeza más alta que el resto, de
complexión ancha, pechos generosos, piernas largas y músculos fuertes que se
movían con elasticidad bajo una piel brillante y negra como el carbón. También
tenía grandes apetitos: comía el doble que cualquiera de sus compañeros, bebía
como si no tuviera fondo y nunca parecía borracha, y se pasaba horas haciendo
ejercicio con el equipo que había instalado en una bodega de carga. A las tres
semanas ya había sexeado con los cuatro hombres de la nave y con dos mujeres.
Era activa hasta en la cama, y llevaba a la extenuación a casi todas sus parejas”.
Pero cuando llegó el momento de publicar “Nómadas Nocturnos” como novela y hubo que escoger una portada, se impusieron las actitudes racistas de los editores, recelosos de que colocar en la ilustración a una mujer de raza negra pudiera tener un efecto negativo sobre las ventas. Así que optaron por representarla gráficamente como de raza blanca. En aquel punto de su carrera, Martin había sido rechazado por su anterior editor y no se sentía con poder suficiente como para discutir esta traición a sus ideas y tuvo que callar. Sin embargo, por muchas reediciones que se hicieron de su libro, siempre con una mujer blanca en la portada, el sentimiento de incomodidad e incluso de vergüenza, nunca le abandonó (al menos en eso, Syfy le hizo caso y para el papel de Melantha escogió a una actriz negra. Pero sobre eso, como ya he dicho, hablaremos en una próxima entrada).
Hace unos cuantos años (antes de la explosión de Canción de Hielo y Fuego) leí Muerte de la Luz, y me encantó por la atmósfera de lirismo y decadencia. No sabía que Martin había ambientado más historias en ese universo, le echaré un vistazo en cuanto pueda.Y estoy de acuerdo contigo: una novela corta que deja flecos a la imaginación del lector es muy refrescante y muchas veces más satisfactoria que una epopeya interminable y agotadora
ResponderEliminarExcelente Reseña! Solo podría añadir la influencia literaria que han producido en incontables escritores de Ciencia Ficción (relatoscomo "Destructor Negro" de Van Vogt, y que sirvieran de argumento cinematográfico de la legendaria película Aliens, el Octavo Pasajero y actuales series televisivas)
ResponderEliminarCorrecto. Si bien en este caso Martin no recurrió al consabido alienígena grotesco que acecha a los humanos, sino que imaginó algo más retorcido, más psicológico. Tengo pendiente reseña de esa obra de Van Vogt, sí... grcias por recordármelo.
EliminarEsperare ansioso la reseña del relato "Destructor Negro" del escritor Canadiense. Gracias a ti por tu blog y difusión del genero literario mas hermoso de todos
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