martes, 26 de agosto de 2025

2000- EL SEXTO DÍA – Roger Spottiswoode

En la década de los 80 y primeros 90, Arnold Schwarzenegger no sólo fue uno de los iconos del cine de acción sino un actor que cambió el género y lo imprimió a fuego en el recuerdo de toda una generación de espectadores. Sin embargo, a finales del pasado siglo, su estrella había empezado a declinar tras participar en una serie de fracasos comerciales como “El Último Gran Héroe” (1993) o “Batman y Robin” (1997). Durante ese periodo, el actor se esforzó sin éxito por recuperar su estatus de héroe de acción en películas como “Eraser” (1996) o “El Fin de los Días” (1999). Tampoco “El Sexto Día”, para el que se rodeó de un director y unos actores secundarios a priori competentes en un último intento de replicar glorias pasadas, le trajo a Schwarzenegger el éxito que esperaba aun cuando pueda considerársele el mejor film de entre los que protagonizó esos años. 

 

En un no muy lejano futuro, la sociedad vive rodeada de todo tipo de avances tecnológicos, desde helicópteros que se convierten en jets a novias holográficas domésticas. El más significativo, sin embargo, ha llegado en el campo de la clonación, con la que se reemplazan mascotas muertas o copian órganos para trasplantes. La clonación de humanos completos, sin embargo, fue prohibida en los Estados Unidos por la llamada Ley del Sexto Día.

 

En ese contexto, el piloto de helicópteros comerciales y dueño de su propia empresa de vuelos chárter, Adam Gibson (Arnold Schwarzenegger), se enfrenta al dilema de si clonar o no al recientemente fallecido perro de su hija. Personalmente, está en contra de esas prácticas, pero, por otra parte, quiere evitarle la angustia a la niña. El día de su cumpleaños, cuando llega a su casa tras terminar un trabajo para el millonario Tony Goldwyn (Michael Drucker), descubre que su mujer e hija están en compañía de un doble suyo que le ha reemplazado en su rol de esposo y padre. Mientras trata de asimilar la idea de haber sido clonado, se ve envuelto en una conspiración urdida por Replacement Technologies, la compañía dirigida por Goldwyn que, obviamente, ha comenzado a violar las leyes éticas y experimentar con clones humanos completamente formados.

 

Para evitar que el error cometido por esa empresa salga a la luz, Goldwyn envía unos operativos en su busca y Gibson se ve obligado a huir para salvar la vida. Su férrea determinación, ingenio y habilidad se ponen a prueba con unos asesinos que, cada vez que mueren, son inmediatamente clonados y enviados de vuelta a su labor. Con su familia, su vida y su propia identidad en juego, Adam va a tener que luchar desesperadamente por recuperar su existencia y averiguar por qué fue víctima de una clonación ilegal. Pero ¿y si no estuviera solo en esa misión? ¿Y si pudiera reclutar a alguien que lo conociera como él mismo se conoce?

 

“El Sexto Día” parece un intento deliberado de invocar el futuro imperfecto descrito en otro de los títulos más recordados de Schwarzenegger, “Desafío Total” (1990), añadiendo a la mezcla unas gotas de “Blade Runner” (1982). Como en la película dirigida por Paul Verhoeven, el protagonista es aquí un hombre corriente cuyo mundo se vuelve del revés de un momento al siguiente y que se ve obligado a huir mientras afronta un confuso laberinto de cuestiones relacionadas con su identidad. Pero mientras que “Desafío total” era un excéntrico thriller futurista que describía una realidad tan brutal como lo era su protagonista con sus adversarios, “El Sexto Día” se queda muy corto en ingenio, ambición transgresora y violencia.  

 

La película transcurre con razonable fluidez gracias a la labor del director canadiense Roger Spottiswoode, quien previamente había dirigido títulos interesantes como “El Tren del Terror” (1980), “Bajo el Fuego” (1985) o una de las entregas de James Bond, “El Mañana Nunca Muere” (1997). El amante del cine de acción encontrará aquí todas las predecibles persecuciones (en helicóptero, en coche), explosiones y tiroteos, pero sin que lleguen a saturar por completo la película ni ahogar la trama. Trama que, por otra parte, presenta no pocos agujeros (por ejemplo, por qué fue necesario clonar a Gibson; seguramente una compañía tan poderosa podría haberlo hecho desaparecer con mucha mayor facilidad) e imposibilidades que podrían haber tenido un pase en el cine de serie B de los 40 o los 50 de la centuria pasada, pero que en el siglo XXI rayaban ya lo ofensivo.

 

En aquella época, la clonación estaba en boca de todos. La oveja Dolly, el primer mamífero clonado, nació en julio de 1996 y su existencia se reveló al mundo un año después (por cierto, fue clonada a partir de células extraídas de la glándula mamaria de una oveja adulta, así que su nombre era una referencia jocosa a la muy generosamente dotada cantante Dolly Parton). Los temores que surgieron sobre las implicaciones éticas de este desarrollo, aireados especialmente por grupos religiosos, fueron noticia de primera plana durante cierto tiempo. Pero en su intento de darle un barniz de ciencia ficción al concepto, “El Sexto Día” combina la ciencia real de la clonación con la absurda fantasía de transferir de un cuerpo humano a su clon la personalidad y recuerdos completos del original. En realidad, un clon, aunque genéticamente idéntico a una criatura anterior, sigue siendo una forma de vida única. En el mundo futurista que nos plantean en la película, la clonación equivale a una especie de resurrección de entre los muertos al estilo Frankenstein.

 

Lo que a priori sería el punto fuerte de la historia, esto es, la confusión de identidad, acaba desaprovechado por un guion (escrito por Cormac y Marianne Wibberley) que prefiere jugar sobre seguro abrazando por completo la fórmula del thriller más trillado, marginando la caracterización y nunca profundizando en la cuestión de la identidad tan acertada y profundamente como lo hiciera, por ejemplo, “Blade Runner”. Planteando una premisa y desarrollo iniciales que sin duda resultan intrigantes, el guion no sabe capitalizarlos y la trama va perdiendo interés conforme avanza.

 

La principal diversión que puede extraerse de la película (al menos en la primera mitad) es la misma que suele proporcionar el ciberpunk, a saber, los ingeniosos dispositivos y aspectos de la cultura del futuro que se hallan dispersos por toda la trama: plátanos con sabor a nachos, referencias a una mujer presidenta del país y las Guerras de la Selva Tropical, una visita a una tienda de clonación de mascotas, Simdolls perturbadoramente realistas con cabello auténtico, neveras inteligentes, vehículos autónomos, novias digitales y, en una comisaría, un abogado y un psicólogo virtuales. Ahora, todo esto son básicamente adornos que halagan a la vista pero que contribuyen poco o nada a la trama.

 

Por otra parte, “El Sexto Día” es una película que se muestra confusa respecto al dilema ético central, a saber, la clonación humana. Por una parte, se detecta un claro tono conservador que considera –como lo hace su protagonista- que esa práctica desafía la divina providencia. En un momento dado, el malvado empresario interpela al héroe: "¿Quién debería decidir estas cosas?", a lo que éste responde contundentemente: "¡Dios!". En resumen, que desafiar el orden natural es un ultraje moral; que las cosas están mejor como están, esto es, imperfectas; y que el pecado de arrogancia contra Dios anula cualquier beneficio que pudiera aportar la tecnología de clonación. En este sentido, “El Sexto Día” se alinea con las películas de científicos locos de la década de 1930, que acababan siendo víctimas de sus impíos procedimientos, desde resucitar a los muertos hasta trasplantar cerebros pasando por alargar la vida.

 

Pero es que, aunque quien practica aquí la clonación es un multimillonario corrupto y asesino, los argumentos que éste aporta defendiendo el uso de esa tecnología son mucho más sólidos y concretos que las vagas reticencias religiosas del héroe nominal. Es más, el clon de éste cuenta con los atributos positivos del original, lo que contradice extrañamente todo lo que la película ha estado defendiendo. Así que el espectador termina sin saber cuál es exactamente el mensaje que pretende transmitir la historia respecto a la clonación humana, básicamente porque los guionistas tampoco parecen tener una idea clara al respecto.

 

Como muchas de las películas más modernas de Arnold Schwarzenegger, “El Sexto Día” trató de venderse como una cinta de acción con una línea políticamente correcta en cuanto a la violencia. La publicidad previa al estreno mostró al actor asegurando que no quería figurar en el poster sosteniendo un arma, como si eso compensara de algún modo en la cantidad de armas que luego sí utilizan todos los personajes durante gran parte de la película. Hay una escena particularmente divertida en este sentido en la que Gibson, intentando rescatar a su familia, les dice a dos guardias: “Mi hija está al otro lado de esa puerta. No quiero exponerla a ninguna violencia explícita, ya tiene suficiente en los medios”. En fin, un momento a caballo entre lo absurdamente incoherente y lo autoparódico.

 

En relación con esto mismo, otro problema es lo errático del tono. Algunos de los momentos de acción son tan disparatados que anulan cualquier suspense que pudieran tener. Por algún motivo, director y productor accedieron a un montaje horrendo, con unas transiciones torpes y dolorosamente ancladas en el cambio de siglo. Añádase a esto unos efectos visuales de segunda, un mal elegido Robert Duvall que interpreta su papel como si estuviera en una película mucho mejor, y un Michael Rapaport en modo comedia de los 2000, esto es, incómodamente sórdido para la sensibilidad actual

 

A pesar de tantos fallos, todavía le quedaba a Schwarzenegger algo de su vieja magia como para evitar la completa espantada de sus seguidores. Obviamente, se divierte actuando y, por supuesto, encuentra el momento para lanzar algunas de sus “ingeniosas” y contundentes réplicas. "El Sexto Día" funciona mejor como una película “tontorrona” de Schwarzenegger aderezada con elementos de ciencia ficción que como una propuesta mínimamente seria en torno a la clonación. También puede destacarse el cuarteto de asesinos que le siguen la pista liderados por el siempre repelente Michael Rooker, progresivamente más cabreados por sus sucesivas muertes.  

  

“El Sexto Día” es una muy irregular película que intenta combinar la acción explosiva con una historia admonitoria contra la manipulación del ADN humano y el uso amoral de la clonación. Lo cual no deja de tener su punto de ironía porque terminó siendo un clon de inferior categoría de “Desafío Total”. Es un thriller sin suspense, con una trama de acción que no llega a conectar con el espectador y momentos cómicos fallidos, donde no parece haber nada demasiado importante en juego y cuya violencia y contenido sexual fueron probablemente diluidos en postproducción. Para fans incondicionales del exculturista austriaco y el cine de acción noventero en su fase crepuscular.

 

 

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