Desde que la CBS estrenara “City Hospital” en 1951, el drama médico fue uno de los géneros más populares de la televisión. Entre los programas más vistos de cada década siempre hubo alguno: “Dr. Kildare” (1961-66), “Ben Casey” (1961-66), “Marcus Welby M.D.” (1969-76), “Medical Center” (1969-1976), “Emergencia” (1972-79), “M.A.S.H.” (1972-1983), “A Country Practice” (1981-93)…. La lista es larguísima. Y no es de extrañar. El mundo de la medicina y los hospitales dan la oportunidad de abordar innumerables temas, tener una amplia y rotatoria plantilla de personajes e ir alternando el tono de los episodios, de lo trágico a lo cómico pasando por lo cotidiano.
Pues bien, en 1994, la serie “Urgencias”, apadrinada por Michael Crichton, se convirtió en un inmenso éxito de crítica y público. Era cuestión de tiempo que alguien se planteara trasladar ese marco al futuro y/o al espacio. Y ese alguien fue el productor y guionista Trey Callaway (que algún tiempo después sería el impulsor de “CSI: Nueva York”). Imaginó ese escenario médico-futurista a comienzos de 1997, pero no como una serie, sino como una película de gran presupuesto y con el título “Nightingale One” (haciendo referencia a Florence Nightingale, fundadora de la enfermería moderna). Presentó el proyecto a todos los estudios importantes de Hollywood pero nadie pareció prestarle demasiada atención. Finalmente, consiguió convencer a la productora de Peter Guber, Mandalay Entertainment.
La historia de “Nightingale One” transcurría en una estación espacial médica veinticinco años en el futuro y trataba sobre el primer contacto con una especie alienígena. Callaway hizo tres o cuatro borradores de guion y la productora parecía dispuesta a seguir adelante. Entonces ocurrió algo que sacó el proyecto de órbita y lo envió directamente a quemarse en la atmósfera: se estrenó “Tropas del Espacio”, dirigida por Paul Verhoeven. Aunque en la taquilla mundial la película acabaría recaudando 121 millones de dólares, su rentabilidad económica de salida no se consideró en absoluto satisfactoria habida cuenta de que había costado 100 millones.
El miedo de los ejecutivos ante la posibilidad de tener entre manos otra película de CF destinada al fracaso, acabó con ella en una estantería. Al menos hasta que alguien en Mandalay recordó que en una de sus presentaciones, Callaway había mencionado su potencial como serie de televisión. Se pusieron en contacto con él y le vendieron el proyecto a la UPN (United Paramount Network), hogar de la franquicia Star Trek y que tres años después de su fundación seguía ávida de programas con los que llenar su parrilla.
Eso sí, la cadena exigió dos grandes cambios que modificaron la naturaleza original del guion: la acción transcurriría 300 años en el futuro y en un universo en el que los humanos y los alienígenas interactuaban regularmente. La intención parecía ser la de presentarla como un complemento a “Star Trek: Voyager” o, al menos, un producto que apelara al mismo público potencial.
Así que Callaway se puso manos a la obra y reformuló completamente su idea primitiva como una serie de televisión titulada “Mercy Point”. A continuación, se rodó una especie de episodio piloto de bajo presupuesto y con una duración de treinta minutos que diera una idea de cómo quedaría la serie regular. Esta es una herramienta frecuente en Hollywood para ayudar a los ejecutivos a decidir sobre la viabilidad de un proyecto. A menudo, estas “presentaciones” son de consumo interno y no están realizadas para su emisión televisiva. Si se da el visto bueno sin exigir demasiados cambios, se suelen utilizar algunas de sus escenas o planos para la serie propiamente dicha.
John DeLancie, el inefable Q de “Star Trek: la Nueva Generación”, encarnó al doctor DeMilla en ese episodio piloto y los efectos especiales fueron diseñados por Steve Johnson y su compañía, XFX (“Abyss”, “Spiderman 2”). Se rodó en Los Angeles con unos decorados baratos y el guion lo revisó un profesional del gremio, David Simkins, que, en lo sucesivo, aparecería acreditado como creador de la serie, si bien su participación se limitó a este piloto nunca emitido. Esta presentación fue valorada tanto por la cadena como por sus afiliadas por todo el país que emitirían también la serie. UPN, finalmente, aprobó el presupuesto para 13 episodios, media temporada.
“Mercy Point” fue un producto inusual, un drama médico en el espacio que algunos han calificado como mezcla de “Star Trek” con “M.A.S.H.” o “Urgencias” protagonizado por cirujanos con manos de dioses y pies de barro. No hay que olvidar, sin embargo, que la propia literatura de CF ha abordado este subgénero en más de una ocasión. Quizá el más famoso sea el ciclo de las doce novelas de “Sector General”, por James White, sobre una estación espacial-hospital habitada por doctores y pacientes humanos y alienígenas. Otro escritor, Murray Leinster, escribió varias historias sobre un “Doctor a las Estrellas”, un médico que viajaba con su nave a diferentes planetas. Y Lee Correy (alias Harry Stine) escribió un libro titulado “Doctor Espacial” sobre una estación orbital en la Tierra que desempeñaba funciones de hospital.
Estos profesionales de la medicina del año 2249, como sus antepasados de la Guerra de Corea en los años cincuenta del siglo XX, también habitan un entorno físico poco convencional: una estación espacial, Mercy Point, próxima a la colonia Jericho, compuesta por una red de estaciones espaciales independientes, con una población de 50.000 individuos y alojada en la misteriosa región del espacio conocida como la Divisoria Sahartica. Es la primera parada para cualquiera que entre en el Sistema Solar y la última para quien lo abandone.
El Hospital Mercy Point está dirigido por el entrometido y burocrático ISC (Inter-Species Council), una alianza entre humanos y alienígenas; y administrado por el jefe de personal, DeMilla (Joe Spano), un hombre que confía en sus subordinados pero que a menudo tiene que enfrentarse a decisiones difíciles. Allí se atiende a todo tipo de pacientes de cualquier especie en unas instalaciones vanguardistas operadas por los mejores médicos de la galaxia, humanos y alienígenas. El más destacado de ellos es el responsable de emergencias, el hábil Grote Maxwell (Joe Morton), cuyas soluciones ingeniosas, conocimiento y serenidad han hecho de él una leyenda local. Maxwell nació en el seno de una familia pobre de mineros gasísticos y su madre falleció de neumonía lunar cuando él sólo tenía quince años. No ha hablado con su padre y hermanos desde hace mucho tiempo y, de hecho, cuando la serie arranca, está tratando de localizarlos y cerrar esa herida.
La encantadora y entregada doctora Haylen Breslauer (Maria del Mar) ejerce como directora médica del Mercy Point. Atractiva, algo solitaria pero cariñosa, va desarrollando una atracción hacia Maxwell conforme avanza la serie. También ella tenía sus problemas personales con su hermana Dru (Alexandra Wilson), destinada a Mercy Point como médico residente en el primer capítulo, “Nuevas Llegadas”. Haylen se había pasado buena parte de su vida adulta sacando a la irresponsable Dru de los problemas en los que se metía, así que no se siente precisamente feliz de ver cómo su hermana pequeña llega a la primera línea de vanguardia de la exploración espacial.
Dru, por su parte, tiene mucho que demostrar tanto a sí misma como a su hermana mayor. En su agitada juventud, había sido una adicta a los Crobes, una forma de vida microbiana simbionte que proporcionaba a los humanos “subidones” propios de una droga antes de que su uso prolongado acabara provocando calambres, demencia y, eventualmente, la muerte. Después de que una amiga muriera por sobredosis de Crobes, Dru dio un giro a su vida, ingresó en la Escuela de Medicina y acabó destinada en Mercy Point, donde tendrá una relación sentimental con otro profesional estacionado allí: Caleb “C.J.” Jurado (Brian McNamara).
Jurado es el arquetipo de piloto de la CF: aventurero, varonil, mujeriego… Es el responsable del departamento de medicina extra-vehicular, que básicamente se encarga de salir al encuentro de naves dañadas a bordo de ambulancias. Cuando empieza la serie, C.J. estaba saliendo con una estricta oficial militar, Kim Salisar (Salli Richardson), pero la inesperada llegada de Dru Breslauer arruina esa relación. C.J. era un tipo siempre propenso a meterse en problemas. En el episodio piloto que nunca llegó a emitirse, por ejemplo, resultaba decapitado mientras buscaba la caja negra de una lanzadera, teniendo que ser “cosido” por Grote. En la serie propiamente dicha, en el capítulo “Sin Piedad”, C.J. peleaba contra un letal alienígena en una esclusa de la estación y resultaba gravemente herido; en “Cicatrices de Batalla”, sus heridas tuvieron el efecto de presionar el cerebro contra la médula espinal, pero se salvó en el último momento gracias a un procedimiento experimental.
El principal médico alienígena residente de Mercy Point era el doctor Batung (Jordan Lund), un ser reptiliano con cola y tentáculos –su especie es conocida como Shenn-, que tenía que desplazarse en una especie de silla de ruedas debido a que la gravedad de su mundo origen era mucho menor que la que reina en la estación. Batung no entendía bien a los seres humanos y se le conocía por su carácter difícil y arrogante. Como sus colegas alienígenas de otras series corales de CF (Spock de “Star Trek”, Maya de “Espacio 1999” u Odo de “Star Trek EspacioProfundo Nueve”), Batung ofrecía de vez en cuando perlas inescrutables de sabiduría Shenn que parecían sacadas de galletitas de la suerte, como la del episodio “Último Recurso”: “La mayor de las competiciones está siempre en nuestro interior”.
El último personaje principal es ANI (Android Nursing Interface), un exuberante Simbot enfermera interpretada por la igualmente hermosa actriz Julia Pennington. Las otras enfermeras de la estación están celosas de la perfecta ANI, pero a ella no parece importarle dado que su programación no incluye el reconocimiento del sarcasmo, los celos u otras emociones humanas negativas. Como suele ser la norma en este tipo de personajes, ANI está fascinada por el comportamiento humano y aspira a ser como nosotros, ensayando emociones diversas. En el primer episodio, “Nuevas Llegadas”, es ANI la que resulta tener la clave para eliminar un letal virus informático que ha saltado de los ordenadores y empezado a infectar los cerebros humanos. Otros personajes secundarios recurrentes eran el psicólogo Rema Cook (Gay Thomas) y Nagman (Haig Sutherland), un alienígena amistoso que cumple el papel de alivio cómico.
“Mercy Point” duró tan sólo siete episodios de una hora de duración, emitidos entre 1998 y 1999 y rodados por motivos fiscales en Vancouver, Canadá (donde también se produjeron, por ejemplo, “Battlestar Galactica”, “Expediente X” o “Stargate”). Cada episodio, como es habitual en la televisión, desarrolla dos o tres subtramas relacionadas con problemas personales o profesionales. Los argumentos giraban en torno a enfermedades y curas en el marco de la integración entre las comunidades de humanos y alienígenas. En “Cicatrices de Batalla”, por ejemplo, Dru tenía que desintoxicar a un adolescente humano de su adicción al Crobe sin contar con el consentimiento de los padres. En “Último Recurso”, un historiador alienígena moribundo llamado Jeel compartía una transfusión sanguínea con un chico humano enfermo que sufría de “thalanemia”.
En general, el tono de la serie era realista, incluso sombrío, sin caer en el edulcoramiento de las situaciones. Aunque las historias incluían las convenciones propias de los dramas médicos con situaciones de vida o muerte, también es cierto que no siempre se encontraba una cura de último minuto. En un episodio, una gimnasta tenía que afrontar la pérdida permanente de sus piernas; en otro, un adolescente que soñaba con ser escritor moría víctima de una enfermedad; otro argumento presentaba el trasplante de un feto en peligro de una madre embarazada con un corazón débil a un útero artificial donde permanecería el resto de la gestación; en otra, una piloto moría a bordo de su nave por una tormenta magnética y su marido podía revivir sus últimos momentos mediante una especie de subrutina en la memoria que estaba relacionada, además, con un joven enfermero atormentado por una erección perpetua consecuencia de una relación ilegal con un bot sexual.
Otro acierto de “Mercy Point” fue trasladar los tópicos y situaciones propios de los dramas médicos al espacio profundo dándoles un giro futurista. Por ejemplo, la estación estaba equipada con un ordenador parlante llamado Hip (de Hipócrates) que podía verbalizar el pronóstico de un paciente tras un rápido escaneo, ejecutando hologramas en los que se mostraban sus órganos internos. Los doctores se “duchaban” en descontaminadores sónicos, utilizaban escalpelos láser y ponían a los pacientes en crioestasis mientras buscaban una cura. Cuando la situación lo exigía, los médicos podían operar en quirófanos de gravedad cero, reemplazar miembros amputados con bioimplantes e incluso realizar “memprints”, descargas de memoria de pacientes moribundos. En algunos casos, se utilizaba tecnología holográfica para consultar a miembros de la familia del paciente y facilitar las despedidas de quien iba a morir. Una de las historias incluso presentaba un parásito alien que actuaba como una “bomba vírica”: si la cirugía no tenía éxito, se recurriría a “pirolimpieza”, es decir, tanto el alien como el doctor (Dru) serían incinerados para evitar contagios.
Durante su corto recorrido en antena, “Mercy Point” se permitió incluso narrar un arco argumental de tres episodios (“Segundas Oportunidades”, “Sin Piedad” y “Cicatrices de Batalla”) con un misterio relacionado con un asesino de pacientes alienígenas en la estación. Se culpaba al doctor Maxwell y se le investigaba por esos crímenes. Mientras duró la emergencia, la estación se segregó en una sección humana y una alien y el gran experimento interespecies que era Mercy Point a punto estuvo de llegar a término. Al final, el responsable era un alien que se oponía a la influencia que los humanos estaban teniendo sobre su propia especie y la integración de ambas. Dado que Mercy Point representaba como ningún otro lugar esa armonía y Maxwell era la cabeza visible de la estación, su objetivo era desprestigiarlo.
La serie también hizo algunos intentos de establecer una continuidad interna. La historia de Dru con los Crobes aparece en el cuarto episodio, “Segundas Oportunidades”; y el tratamiento de desintoxicación del adolescente se narra dos capítulos después. Además, una enfermedad llamada HSS (Home Sickness Syndrome) hace acto de presencia en varios episodios. Claramente, los creadores de la serie estaban intentando construir desde cero un universo nuevo y detallado.
En un episodio, se describe a la estación médica Mercy Point como una pecera y eso bien puede describir también el principal problema de la serie. Algunas veces, parece que el espectador está mirando una pecera. Los decorados son claustrofóbicos y el espectador nunca tiene la oportunidad de acercarse a los personajes durante sus horas de asueto para así tener una mejor comprensión de quiénes eran realmente. El espacio es inmenso, pero “Mercy Point” tenía tendencia a transmitir la sensación de que no lo era tanto. Podría haberse aliviado el problema recurriendo a planos generales para abrir una secuencia y localizar la acción: el exterior de la estación, naves que se aproximaban o alejaban de la misma, ambulancias en vuelo… pero todos los planos con efectos espaciales están mal resueltos y ni siquiera se tiene una vista prolongada y detallada del exterior de las instalaciones.
Al final, como dije, solo se emitieron siete episodios de los trece previstos. Callaway atribuyó la rápida muerte de “Mercy Point” a tres factores. Por una parte, su costo. Como sucede con muchos programas de ciencia ficción, crear un mundo que no existe y, además, con un reparto amplio, es caro. El ahorro fiscal de rodar en Vancouver no compensaba el gasto en diseño de producción y efectos visuales. Por otra parte, el primer episodio se emitió simultáneamente a las Series Mundiales de béisbol, lo que le restó mucha audiencia.
Y, por último, estuvieron las cadenas afiliadas a UPN, que hicieron piña para organizar una minirevuelta y exigir menos ciencia ficción y más “Moesha”. Ésta era una sitcom de adolescentes protagonizada por la cantante pop Brandy, que se había estrenado en 1996 y cuyo éxito le llevaría a perdurar seis temporadas. Aunque sobre el papel se suponía que “Mercy Point” iba a compartir franja horaria con “Star Trek: Voyager”, al final fue emparejada con “Moesha” el martes por la noche, lo que la privó de su público potencial. Carecer de fondos destinados a la promoción, no ayudó a compensar esa zancadilla en la programación.
Además, al quedar conectados por horario a una serie para adolescentes, los guionistas se vieron obligados a cambiar el tono y orientación de “Mercy Point”. En lugar de concentrarse más en el aspecto dramático, ético y tecnológico, tuvieron que poner más énfasis en los elementos propios del culebrón, como el consumo de drogas, las rivalidades familiares y los romances y rupturas sentimentales entre miembros de la tripulación. Lo que, a su vez, despertó las quejas de algunos críticos –muchos de ellos, por cierto, los mismos que se mostrarían luego encantados por la inclusión de esos mismos ingredientes en, por ejemplo, “Battlestar Galactica” (2005-2009)-. Otros veían con preocupación que la serie acabara convertida en “la enfermedad de la semana… en el espacio”, un temor legítimo que, efectivamente, podría haberse materializado de haber continuado la serie más allá del corto recorrido que tuvo.
El programa fue declarado oficialmente muerto cuando se acababa de emitir el tercer episodio y el equipo se hallaba rodando el octavo. Se dio tiempo suficiente a los guionistas, productores y montadores para que incluyeran en el que iba a ser el séptimo y último capítulo tramas y escenas destinadas al octavo. Fue un amargo canto del cisne. Los cuatro últimos episodios fueron empaquetados y montados como dos películas de dos horas y emitidos por las cadenas el mes de julio siguiente. Al menos, se consiguió darle al conjunto cierto aire coherente y autoconclusivo y los siete episodios pueden verse como una miniserie.
“Mercy Point” no fue ni mucho menos una serie perfecta (fue la primera que creó Callaway y trató de complacer a demasiada gente con intereses muy dispares), pero merece cierto crédito por la ambición de su premisa además de por el sólido trabajo de varios miembros del reparto a pesar del desagradecido trabajo que era el verbalizar complicadas frases que mezclaban lo médico y la tecnocháchara. Al fin y al cabo, estamos hablando de una serie que se emitió en la misma época que “Star Trek: Espacio Profundo Nueve”, “Star Trek Voyager” o “Babylon 5” y, a diferencia de éstas, no necesitó de ninguna especie alienígena de honorables guerreros ni conflictos entre civilizaciones de ningún tipo. Tampoco hay intentos de construir tramas políticas o rivalidades entre imperios galácticos. Los temas de la vida y la muerte son universales y podían disfrutarse por parte de un amplio rango de público.
Creado alrededor de una premisa tan sencilla como “M.A.S.H.” en el espacio”, “Mercy Point” fue un experimento fallido pero curioso al que, a la postre, resulta más sencillo aproximarse que las series de la franquicia Star Trek en los noventa.
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