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jueves, 7 de marzo de 2019
1970- EL CUARTO MUNDO - Jack Kirby (2)
(Viene de la entrada anterior)
Con Kirby, “Jimmy Olsen” se transformó en un viaje futurista alucinógeno, donde se sucedían las extravagancias a un ritmo endiablado. Es verdad que la colección siempre había sido proclive a incluir historias bastante extrañas que no tenían cabida en los títulos regulares de Superman: relatos llenos de viajes espacio-temporales, realidades alternativas, metamorfosis alocadas… La diferencia es que habitualmente el tono de esas historias era burlón, autoparódico y teñido de un humor blando. No es que Kirby ahora hiciera algo más realista, pero sí imprimía un vigor, creatividad y nivel de dinamismo nunca antes vistos en el personaje.
El de Kirby para esta colección era un planteamiento audaz…pero también inconexo e indisciplinado. “Jimmy Olsen” fue su primer trabajo como guionista completo en más de una década. Ciertamente, su etapa en Marvel le debía mucho como creador no sólo de personajes sino también de tramas, pero al desaparecer Stan Lee de la ecuación, se pudo ver mejor qué era lo que cada cual aportaba a su asociación. Lee ponía orden en la continua avalancha de ideas de Kirby, ordenándolas y dándoles coherencia para evitar que los personajes, el argumento e incluso la lógica quedaran sepultados bajo la imaginación del dibujante.
Y así, su etapa en Jimmy Olsen es un carrusel delirante de creatividad e imaginación totalmente impredecible en el que sobre un marco eminentemente aventurero se mezclan todo tipo de elementos, influencias y géneros. Pero es difícil detectar una dirección, un sentido ordenado del drama o una experiencia emocional. Son más importantes las ideas que los personajes que las experimentan; divertido, sí, pero también superficial. Incluso la Newsboy Legion, por la que claramente siente un afecto especial y para la que escribe algunas escenas interesantes, no consigue superar el mero tópico y sus personajes nunca experimentan evolución alguna.
La serie comienza con Jimmy recibiendo un encargo de su jefe, Morgan Edge, presidente de la empresa audiovisual Galaxy Broadcasting System, para que investigue una misteriosa zona en las afueras de Metrópolis conocida como “El Área Salvaje”. Para ello, une fuerzas con la Newsboy Legion (como he dicho, los hijos de los personajes originales de los años cuarenta), que han fabricado un vehículo superavanzado, el Whiz Wagon. ¡Y esto sólo en las dos primeras páginas!
Inmediatamente Kirby demuestra su intención de llevarnos a los sitios más peculiares sin que para ello deba atenerse a lógica alguna. Por ejemplo, ¿cómo es posible que exista una amplia zona sin explorar y llena de misterios justo a las afueras de una urbe como Metrópolis? Incluso su emplazamiento resulta vago por cuanto Jimmy y sus amigos parecen seguir un rio hasta llegar allí; luego se sugiere que se trata de una especie de enorme complejo subterráneo de cavernas en el que hay una ciudad levantada sobre colosales árboles. Uno se pregunta si el autor iba cogiendo ideas concebidas para otros proyectos y contextos, quizá un futuro apocalíptico, un Mundo Perdido o un planeta alienígena, y los iba calzando en la historia sobre la marcha.
Pero si se acepta ese surrealismo producto de la improvisación, puede asistirse a un espectáculo muy divertido plagado de ideas y conceptos muy locos filtrados por la época en la que Kirby estaba escribiendo. Es fácil ver el impacto que le causó su traslado a California: nacido y criado en el Lower East Side neoyorquino, ahora se encontraba rodeado de secuoyas y collares hippies. El propio Superman es recibido en el Área Salvaje por un tipo barbudo que le dice “ahora eres libre para hacer lo que quieras”. Así, Jimmy y los Newsboys se encuentran con una colonia de moteros (de los que el primero se convierte accidentalmente en líder); luego dan con los “Peludos”, una especie de hippies. Kirby trataba de imitar el vocabulario y expresiones de los jóvenes de la época –algo que se pierde en la traducción al español- y se esforzó por adoptar y transmitir su radical visión del mundo pero, como le pasaba a Superman, nunca llegó a salvar del todo la brecha generacional.
También se presentó el Proyecto Cadmus, un complejo secreto dedicado a la investigación de los misterios de la Ciencia y la propia Vida y donde han conseguido descifrar el genoma humano (años antes de que la mayoría de nosotros oyéramos siquiera el término). Resulta que Superman había conocido desde siempre la existencia del Proyecto, como también un tal Darkseid, que a través de sus agentes en la Tierra (Morgan Edge y los miembros de un proyecto científico rival y malvado, el D.N.Alien), quiere hacerse con sus secretos y luego destruirlo. Por supuesto, aquí no hay código ético de ningún tipo y el Proyecto realiza experimentos genéticos que hoy consideraríamos como mínimo cuestionables. De hecho, su personal está integrado principalmente por clones que no han salido nunca del complejo. ¡El nuevo Guardián era un clon del antiguo y los científicos llegan incluso a crear una réplica del propio Jimmy! Ni los jóvenes protagonistas ni Superman ven nada problemático en la supresión de la individualidad o la restricción de la libertad personal. Y, sin embargo, Kirby consigue salir con bien del asunto, ya fuera por la inocencia de aquella época en estos asuntos o porque expone sus ideas con un entusiasmo tan juvenil que resulta difícil ver a primera vista nada siniestro en ellas o pasarlas por la criba de la ética.
Estos números bullen de ideas originales pero el conjunto, como he dicho, carece de foco, orden y disciplina, un defecto que acompañaría a Kirby en lo sucesivo durante toda su carrera. Parece lanzar conceptos a toda velocidad según se le van ocurriendo y sin sentir la necesidad de profundizar en ellos, de desarrollarlos y ver hasta dónde puede llegar. En lugar de elegir uno como centro y motor de una trama, inmediatamente salta al siguiente sin explorar el subtexto político o social que les dio origen. Hay, sí, una cierta continuidad en los temas y personajes, como Morgan Edge, Intergang, el Proyecto D.N.Alien o el propio Superman, que aparecen en varios episodios y cuyos actos están encadenados de número a número.
Tras pasar seis números en el surrealista entorno de El Proyecto Cadmus y el Área Salvaje, la conclusión de esta parte, en dos capítulos, devuelve a los personajes a Metrópolis para comenzar otra dupla de episodios coprotagonizados por el sosias de un cómico del mundo real, Don Rickles, al cual no conozco más allá de que el suyo era un humor corrosivo e insultante. El resultado tiene poca gracia, quizá porque está descontextualizado de su época o porque para comprender el humor es necesario conocer a su referente. Es una muestra también de lo mucho que necesitaba Kirby de la figura de un guionista o editor. La historia trata sobre cómo Jimmy, Guardián, Superman y Rickles son sentenciados a muerte por Morgan Edge (y Darkseid, claro), pero en ningún momento se aclara por qué quiere acabar con el humorista y se puede incluso aventurar a través de los diálogos que Rickles es en realidad un clon del auténtico.
Jimmy Olsen se convierte bajo la visión de Kirby en un aventurero consumado y audaz, un líder menos dependiente de Superman de lo que había sido hasta entonces. Esta nueva orientación, en la que se abandonaban las ocurrencias absurdas y la comedia ligera y tontorrona a favor de la aventura y la ciencia ficción, no satisfizo a todos los lectores. El correo que llegaba a la editorial se mostraba dividido: o denotaba su rechazo o su fascinación por el trabajo de Kirby.
Desde el punto de vista gráfico y salvo las injerencias de otros artistas a instancias editoriales que antes mencioné, Kirby está aún en plena forma. El comienzo de la década de los setenta supuso su cima como dibujante aunque es cierto que su estilo es hoy un gusto adquirido. Hay algo muy crudo, muy primitivo en su arte, carente de las elegantes estilizaciones de sus contemporáneos, como Barry Smith o Neal Adams. Pero su narrativa y sentido del ritmo son impresionantes, ya sea en sus características escenas de acción explosiva u aquellas con los personajes sentados tranquilamente y charlando, donde demuestra su buen ojo para el lenguaje corporal. Encontramos también los experimentos con collages que tanto le gustaban como fondos de viñeta en aquella época y que ayudaban a darle un toque alucinógeno a ciertos momentos (recordando al famoso viaje del astronauta de “2001: Una Odisea del Espacio”, película cuya adaptación dibujaría años después). El entintador que le asignaron en DC fue Vince Colletta (que también le acompañó mucho tiempo en “Thor” para Marvel), un profesional cuyo estilo casaba poco con los enérgicos lápices del artista titular.
Fue en “Jimmy Olsen”, como he dicho, donde Kirby empezó a construir un nuevo universo de personajes edificado a partir de las ideas concebidas en Marvel y archivadas a la espera de poder darles salida bajo su exclusivo control. Ya en el segundo número de su etapa, el 134 (diciembre 70), presentaba a sus lectores un adelanto en la forma de un personaje destinado a convertirse en clave dentro de la propia DC, aunque en ese episodio no era más que una cara fugaz en una pantalla: Darkseid. A la altura del tercer número ya estaba claro que había una historia subyacente, un evento de grandes dimensiones preparándose en la sombra. Ese nuevo universo, no obstante, eclosionó en las tres siguientes colecciones que aparecieron en 1971 y de las que hablaré a continuación. Sería allí donde crecería y se desarrollaría la épica del Cuarto Mundo. “Jimmy Olsen” era parte de ella, pero marginal. Irían apareciendo de vez en cuando personajes extraídos de ese conflicto cósmico que se narraba en otra parte, pero no siempre. Kirby quería que la colección fuera básicamente un título de aventuras mayormente independiente que pudiera traspasar a otro equipo creativo bajo su supervisión.
Así que en 1971, debuta con cadencia bimensual “Forever People” (febrero-marzo 71). De nuevo, los lectores asistían al bombardeo de toda una nueva galería de personajes y conceptos desde el mismo comienzo de la aventura. Sólo en las primeras ocho páginas presentaba al Boom-Tubo, cuatro de los cinco protagonistas titulares, el SuperCiclo, el ordenador viviente Caja Madre y los villanos de turno, Inter-Gang, que podían comunicarse con una especie de teléfonos móviles con Skype con su jefe, Darkseid. Y a partir de aquí, se sucedieron todavía más cosas: Supertown, las Sigma-Pistolas, los Gravi-Guardias con la capacidad de “transmitir ondas gravitacionales desde galaxias de gran masa”, el Hombre Infinito, la Ecuación de la Anti-Vida, el quinto miembro del grupo (Hermosa Soñadora) y, en mitad de ese torrente desatado, Superman.
Por cierto, que en el nº 1 Kirby añadió su propio toque al habitualmente invariable y estirado Hombre de Acero. Tras el encuentro con un boxeador que se siente inferior al lado de Superman, Clark Kent se entrega a cierta autocompasión. En un monólogo interior, el periodista se pregunta si el hombre corriente, en su fuero interno, alberga resentimiento e incluso odio hacia su alter-ego. Y es por eso por lo que recibe emocionado las noticias de la existencia de SuperTown, la ciudad de los Nuevos Dioses, donde quizá pueda encontrar su verdadero lugar entre seres tan poderosos como él. Al final, sin embargo, decidirá quedarse en la Tierra al darse cuenta de que su presencia puede ser necesaria en lo que cree va a ser “el campo de batalla para alguna extraña super-guerra”.
Aun cuando efectivamente se estaba librando una suerte de guerra encubierta a tres bandas (la Tierra, Nueva Génesis y Apokolips) y que sus combatientes estaban alineados en bandos bien definidos. Kirby enfatizó que los jóvenes miembros de la Forever People eran “no violentos” y que abogaban por lo mismo que la nueva generación de muchachos americanos: la coexistencia pacífica. Este grupo de Nuevos Dioses adolescentes fueron creados a imagen y semejanza de muchos de los jóvenes que Kirby veía a su alrededor y de cuya compañía disfrutaba. Los protagonistas expresaban claramente sus ideas pacifistas y ecologistas, vestían atuendos “modernos” de colores llamativos…Eran, en definitiva, un trasunto de hippies que habían conseguido sobrevivir al Verano del Amor de 1967. En plena guerra del Vietnam, él se identificaba plenamente con aquellos que se oponían a Richard Nixon y su escalada militar en Asia. Veía en ellos pasión, idealismo y la esperanza de un futuro mejor, virtudes todas ellas que trasladó a los personajes de este título, que asumían la responsabilidad de hacer de un mundo peligroso un lugar algo mejor oponiéndose a Darkseid, encarnación del militarismo y el imperialismo.
El primer número de “Forever People” fue algo verdaderamente novedoso en el mundo del comic-book mainstream. Nada parecido se había intentado antes. Por supuesto, tenía los elementos característicos de Kirby, como personajes intensos de gran poder y acción explosiva, pero no era exactamente un tebeo de superhéroes sino una pieza dentro de un gran rompecabezas épico que se extendía por otros tres títulos. Era evidente que Kirby quería hacer evolucionar el medio, probar nuevas formas de contar las historias. Aparecerían elementos y personajes compartidos con las otras colecciones aún por estrenarse, pero otros eran exclusivos de esta cabecera, como el Hombre Infinito, un ser producto de la fusión de cuerpo y mente de los cuatro protagonistas y que venía a simbolizar el poder de la unión de los hombres.
(Continúa en la siguiente entrada)
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