lunes, 21 de octubre de 2024

1989 - QUANTUM LEAP – A TRAVÉS DEL TIEMPO

 

La década de 1990 fue quizás la más rica en la historia del capitalismo estadounidense, un periodo marcado por la caída de los déficits presupuestarios gubernamentales y un auge bursátil sin precedentes que se prolongó durante la mayor parte del decenio. Con esta prosperidad de fondo y la Guerra Fría finiquitada, podría haberse esperado un acompañamiento acorde en la Ciencia Ficción, con su largo historial como reflejo del sentir de cada época. Sin embargo, curiosamente, la CF de esa década vino marcada por un desvío de las proyecciones optimistas. Las novelas, películas y series de televisión del género que aparecieron en los 90, o bien decían poco o nada sobre el futuro (como “Expediente X”) o bien anticipaban un porvenir problemático, significativamente más oscuro que el retratado en obras anteriores, como las series familiares norteamericanas y británicas de los 60.  

 

Pero a comienzos de la década, el optimismo y la confianza en el ser humano todavía era la nota dominante en el formato televisivo, tal y como demostraron el éxito tanto de “Star Trek: La Nueva Generación” (1987-1994) como de “A Través del Tiempo”, que enseguida se convirtió en uno de los programas de televisión de CF más vistos de su época, quizá porque en ella había menos de ciencia que de drama humano.   

 

“A Través del Tiempo”, que se estrenó en la NBC en 1989, incluía elementos ya tocados por varias teleseries anteriores, en especial, “El Túnel del Tiempo” (1966-67), también protagonizada por científicos atrapados en bucles temporales; y “Viajeros” (1982-83), en el que un adulto y un niño viajaban al pasado para enmendar errores que podrían alterar la corriente temporal. La originalidad de “A Través del Tiempo” residía en que, en esencia, era una antología de historias semanales protagonizadas por el mismo actor encarnando diferentes personajes… más o menos. Creada por Donald P.Bellisario (el hombre tras “Magnum”, “Airwolf”, “JAG” y “NCIS”), la serie no sólo se saltó las convenciones habituales de las ficciones de viajes en el Tiempo sino que hizo de ello una virtud. "Todos los programas de viajes en el Tiempo se preocupan por las ramificaciones de cambiar la historia", dijo Bellisario. "Pero nosotros no".

 

Unos años antes, la NBC ya había fracasado con una serie de viajes en el Tiempo mencionada antes, “Viajeros”, que no consiguió impresionar al público. Fue el éxito de las películas de “Regreso al Futuro” (1985-1990) lo que llevó a la cadena a volver a intentarlo. Cuando su presidente, Warren Littlefield, escuchó la propuesta de Bellisario, tuvo que admitir que era una idea muy extraña, pero vio potencial en ella.

 

Scott Bakula encarnaba al doctor Sam Beckett, un físico involucrado en un proyecto secreto de viajes en el Tiempo en 1999. Ante la posibilidad de que la financiación se paralice si no consigue probar sus teorías, se somete él mismo al Acelerador de Salto Cuántico y desaparece, despertándose en algún momento del pasado con la memoria borrosa y el reflejo de un extraño en el espejo.

 

Sam acaba enterándose a través de su mejor amigo, Al Calavicci (Dean Stockwell) –o, más bien, su holograma proyectado hacia el pasado, invisible e inaudible para todos excepto para él- que ha quedado atrapado en el Tiempo. Continuará saltando de época, hacia atrás y hacia delante dentro del periodo de su propia vida, ocupando el cuerpo de otras personas, experimentando brevemente sus vidas y, subvirtiendo esa máxima del subgénero de viajes temporales en virtud de la cual debe evitarse a toda costa alterar el curso de los acontecimientos, tratando de enmendar algún error que sus huéspedes han cometido o están a punto de hacerlo. Al cambiar para bien la trayectoria vital de esa persona, por alguna razón, dispara un nuevo salto en el Tiempo. Así terminaban casi todos los episodios, con Sam desmaterializándose en una luz azulada y apareciendo en otro cuerpo en otro año, rodeado de extraños y en una situación desconcertante. Al comienzo del siguiente capítulo, debía hacerse rápidamente cargo de la situación y optar por el curso de acción más conveniente para su involuntario receptor.

 

El único apoyo de Sam a lo largo de las cinco temporadas de las que constó el programa (técnicamente fueron cuatro y media, dado que debutó como una serie de mitad de temporada con menos episodios), sería Al, un individuo mujeriego, fumador y con escaso gusto en el vestir. Si Sam era una especie de “Llanero Solitario” temporal, Al representaría a su compañero Tonto, compartiendo con él su sarcástica sabiduría y datos de probabilidad estadística sobre el próximo salto proporcionados por el ordenador del proyecto, Ziggy, a través de un cutre artefacto manual que parecía una linterna con baterías a punto de agotarse.

 

Los espectadores sólo veían a Sam con su propio aspecto (de lo contrario, el papel de Scott Bakula habría sido insignificante). Sólo cuando Sam contemplaba su reflejo en los espejos, teníamos la oportunidad de ver qué tipo de rostro y cuerpo veían todos los que le rodeaban (la persona a la que Sam estaba sustituyendo acababa en una sala del Proyecto Quantum hasta que aquél terminaba su misión). Al principio, esos rostros eran blancos y masculinos, pero una vez la serie cuajó, los guionistas reunieron valor y confianza para hacer que Sam ocupara los cuerpos de mujeres, negros (lo que, por ejemplo, le generaría un problema al no darse cuenta inmediatamente de la raza que había adoptado y contravenir, en 1955, las leyes de segregación racial), niños, un hombre con síndrome de Down, individuos que desprecia (como un asesino) e incluso un chimpancé astronauta.

 

Los espectadores jamás podían prever dónde y cómo acabaría Beckett al final de cada episodio: un convicto en 1956 condenado a trabajos forzados, un policía neoyorquino de 1960 en su luna de miel, un novelista de terror, un discapacitado, una adolescente embarazada, una mujer víctima de violación, un nativo americano, un concertista de piano ciego, un piloto de pruebas, un padrino de la Mafia, un boxeador, un empollón de instituto, un pinchadiscos radiofónico, el chófer de Marilyn Monroe, un trapecista circense, una estrella de la televisión... Los saltos temporales de Beckett solían estar confinados al territorio de Estados Unidos, pero de vez en cuando acababa en otro país: conoció a un vampiro en Inglaterra, una momia en Egipto y se arrastró por las selvas de Vietnam. Por otra parte, como la cadena quería mejorar los índices de audiencia, forzó la inclusión de algunos personajes históricos, desde Lee Harvey Oswald a Elvis Presley pasando por un joven Buddy Holly; incluso llegaron a intervenir personalidades conocidas y vivas aún por entonces haciendo de “estrella invitada”, como Stephen King o la muy popular doctora Ruth Westheimer, psicóloga y terapeuta sexual que tenía un programa televisivo con millones de espectadores.

 

El éxito que registró “A Través del Tiempo” puede quizá explicarse en base a dos factores. En primer lugar, uno de nostalgia. Como he dicho, Beckett sólo saltaba en el Tiempo durante el periodo que comprendía su propia vida. Dado que había nacido en 1953, esto le colocaba en sintonía con muchos telespectadores de edades comprendidas entre diez y cincuenta años, que podían identificar en las recreaciones de época de cada episodio multitud de elementos familiares extraídos de sus propias vidas, revisitar el periodo que habían conocido personalmente y revivir sus principales hitos. (Bellisario sólo se saltó su propia regla dos veces: una visita a 1945, durante la Segunda Guerra Mundial; y otra a 1862, donde Sam acababa en el cuerpo de su bisabuelo combatiendo en la Guerra de Secesión).

 

En segundo lugar, aunque claramente es una serie de CF, el énfasis se ponía no en la acción física, la aventura o los efectos especiales, sino en el drama humano. No eran tanto historias de héroe y villano como de personajes atrapados en situaciones complicadas (laborales, sentimentales, familiares, incluso delictivas) que debían encontrar –vía la intervención de Beckett- una solución para mejorar sus vidas. Este planteamiento humanista y de exploración de diferentes personalidades apelaba a un público muy amplio que incluía también a quienes habitualmente no se sentían atraídos por la Ciencia Ficción más convencional. De hecho, los aspectos de CF de las tramas eran casi inexistentes y la premisa que las facilitaba, una simple racionalización de un fenómeno, el del viaje temporal y el dispositivo que lo origina, tenía más de fantástica que de científica.

 

Estos dos factores, la nostalgia y el foco sobre el drama y los personajes, hicieron de “A Través del Tiempo” uno de los programas de CF familiar más entrañables y recordados de toda la historia de la televisión.

 

Las aventuras de Sam tenían a menudo un tono ligero y cómico, a veces eran espeluznantes, otras veces emocionantes y otras sentimentales. En ellas se abordaban de forma especial todo tipo de prejuicios: raciales, religiosos, de género… “Recibimos llamadas de escuelas de todo el país pidiéndonos permiso para utilizar nuestros episodios para enseñar a los alumnos temas como los prejuicios, la violencia y los derechos de los animales”, dijo Bellisario. “La serie, literalmente, cambió vidas”.

 

Algunas escenas fueron muy conmovedoras, como aquella en la que Sam, intentando advertir a su propia familia de una tragedia inminente, le toca el tema "Imagine" a su hermana dos años antes de que Lennon la escribiera. Un claro homenaje a "Ghost" fue el momento en el que el holograma de Al "bailaba" con la mujer que lo creía muerto -un error que fue perfectamente corregido en el episodio final de la serie. Ésta también incorporó subtextos pseudoreligiosos: dado que el Proyecto Quantum Leap no controlaba lo que estaba pasando y la pauta que seguían sus saltos temporales era muy clara (se producían cada vez que ayudaba a alguien) Sam llegó a convencerse de que quien estaba controlando sus desplazamientos era Dios. En otro episodio, “Sálvanos del Mal”, aparece una viajera temporal equivalente al demonio, Alia (Renee Coleman), con su propia compañera holográfica, Zoey (Abby Grant) con la aparente misión de sembrar el caos y contrarrestar todo el bien que hacía Sam.

 

La productora ejecutiva del programa (antigua bailarina y actriz y también esposa de Bellisario), Deborah Pratt, sonreía al recordar cómo un irritado crítico y fan de la CF, atacó la premisa de la serie diciendo que “desafiaba todas las reglas del viaje en el Tiempo”, a lo que Pratt respondió “¿Qué reglas del viaje en el Tiempo?” A ella le interesaba mucho más abordar temas reales de la actualidad. Por ejemplo, en su guion “El Incendio Blanco y Negro”, Sam es un hombre negro enamorado de una mujer blanca durante las revueltas raciales de Los Ángeles de 1965. El episodio causó polémica: todos los patrocinadores retiraron su contribución financiera y varios estados prohibieron su emisión. Y esto, en 1990 en un país que se ufana de su libertad y democracia. La NBC, y en esto hay que felicitarla, emitió el episodio igualmente.

 

Otro episodio que también causó cierta controversia fue uno doble titulado “Lee Harvey Oswald”, en el que Sam ocupaba el cuerpo del famoso magnicida. Intenta evitar el asesinato, pero conforme va acercándose la fatídica fecha del 22 de noviembre de 1963, su identidad se diluye en la de Oswald. Justo cuando está a punto de disparar, Sam salta de Oswald a un agente del Servicio Secreto, que salva a Jackie Kennedy del fuego del francotirador. A pesar de las teorías de la conspiración que desde el principio planearon sobre el caso, el guion optó por la hipótesis de que Oswald fue el único tirador (casualmente, Bellisario y Oswald habían servido juntos como marines en Santa Ana a mediados de la década de 1950). Pero a muchos espectadores no les gustó el episodio, considerando su trama morbosa y confusa.

 

Otras ideas nunca llegaron a materializarse, como que Sam entrara en los cuerpos de Robert F.Kennedy, un bebé, un perro e incluso un personaje de dibujos animados. Se trazaron también planes para que Sam “saltara” a otro programa creado y supervisado por Bellisario, “Magnum”.

 

La serie tuvo unos inicios complicados en Estados Unidos, donde no consiguió superar el puesto 88 de los ratings de audiencia en su primera temporada (que, como dije, constó de sólo 9 episodios, emitidos entre marzo y mayo de 1989). En ello tuvo que ver el horario de emisión, el cementerio de los viernes a las 8 de la tarde, cuando mucha gente sale de casa a celebrar el comienzo del fin de semana. Esto bien podría haber desembocado en su cancelación, pero un aluvión de 50.000 cartas de protesta enviadas por los espectadores llamó la atención del presidente de la NBC, Warren Littlefield, que ordenó salvarla de la trituradora.

 

Se la reprogramó para las tardes de los miércoles, lo cual mejoró sus índices considerablemente. La cadena, al menos, demostró sentido del humor cuando emitió una serie de anuncios televisivos que mostraban a un ejecutivo de la NBC enterrado bajo pilas de correo de los fans mientras intentaba anunciar el nuevo horario de “A través del Tiempo”. En su segunda temporada (1989-1990) finalizó en el puesto 58 de 96. Y, más adelante y cuanto ya había demostrado su fortaleza (aunque nunca estuvo entre los más vistos de la cadena), pasó a los viernes. La industria también reconoció los méritos de la serie, nominándola a los Emmy al mejor programa dramático y a Bakula y Stockwell por sus respectivos trabajos en ella.

 

Los recortes presupuestarios y una nueva reprogramación a los martes por la noche, condenaron a la serie, cuyos índices se desplomaron tanto que la única decisión lógica era la cancelación. Más adelante, Warren Littlefield admitió que la cadena debería haber protegido más a una serie que él consideraba sobresaliente.

 

Al final de la quinta temporada, se le pidió a Bellisario que escribiera un episodio que pudiera servir como final de temporada o final de serie, ya que no estaba claro si sería renovada. El episodio incluía algunas respuestas a las preguntas que habían ido planteándose durante los años anteriores, pero también era lo suficientemente ambiguo como para dar pie a una sexta temporada. En ese capítulo, "Imagen de espejo", Beckett se materializa en un pueblo minero de Pensilvania en 1953, precisamente el día de su cumpleaños (una localización elegida específicamente por Bellisario que había crecido en un pueblo minero de ese Estado donde su padre tenía un bar. De hecho, incluso hizo un cameo en este capítulo).

 

Allí, Sam conoce a un misterioso barman que bien podría ser la inteligencia suprema tras su calvario y conversaba con él sobre su destino. Por primera vez, Sam puede ver su propio reflejo en un espejo y se encuentra con una serie de personas de su pasado, todas con diferentes nombres. El significado de todo esto se dejó a expensas de la interpretación de cada cual, porque este episodio estaba originalmente pensado como cliffhanger para un sexto año. Cuando se anunció la cancelación, fue editado para ofrecer un final, pero no todas las respuestas que se esperaba.

 

Aún peor, al final, una voz femenina en off dice: "El Dr. Sam Beckett nunca regresó a casa". Sam siempre había expresado su frustración y deseo de regresar a su propio tiempo, pero una de las cosas que revelaba esta conclusión era que siempre había tenido el poder de reunirse con su cuerpo en el presente; había sido su subconsciente lo que le había hecho elegir continuar viajando por el Tiempo ayudando a otras personas. Así que nunca se reunió con sus amigos, su esposa Donna (presentada en un episodio anterior) o la hija que engendró en otro de sus saltos. En cambio y en línea con el subtexto religioso que apuntaba antes, se sugiere que sacrificará su propia vida para mejorar las de los demás, la de toda la especie en su conjunto, de hecho. Beckett se convierte de esta forma en un Mesías invisible.

 

Muchos seguidores de la serie se sintieron decepcionados. Querían un final feliz para su protagonista, un regreso a casa bien merecido. “A la mitad de los fans les encantó. La otra mitad lo odiaron”, admitió Bellisario. De todas formas, tampoco hubo consenso entre el equipo creativo respecto a la conclusión. Deborah Pratt quería que Beckett siguiera perdido en el Tiempo porque se estaba hablando de la posibilidad de hacer una secuela en forma de película. Pero Bellisario quería llevarlo a casa. Al final, su entonces mujer lo convenció y, con la esperanza de mantener el suspense y resolverlo en una película, terminó la serie como he comentado.

 

Por desgracia, esa película nunca se hizo, aunque la serie fue comprada y reemitida en el mercado sindicado por USA Network y, más tarde, Sci-Fi Channel. La popular revista “TV Guide” situó a Sam Beckett en el puesto número 12 de su ranking de “25 Leyendas de la Ciencia Ficción”.

 

“A Través del Tiempo” impulsó las carreras de sus dos protagonistas. Scott Bakula dijo de la serie que era “el mejor trabajo de actor en la televisión”, puesto que cada semana suponía un desafío encarnar a un personaje completamente diferente de los anteriores. Él y Stockwell se hicieron amigos rápidamente y su química encajó perfectamente en lo que era un programa para toda la familia. Bakula participaría luego en varios episodios de la exitosa “Murphy Brown” y en 2001, empezaría a encarnar al capitán Archer en 98 episodios de “Star Trek: Enterprise”, aunque el programa en donde ha permanecido durante más tiempo ha sido “NCIS: Nueva Orleans” (2014-2021), donde intervino nada menos que en 155 episodios.

 

Por su parte, Dean Stockwell, que había sido un niño actor ya en los años 40, estaba a punto de dejar la interpretación cuando una serie de participaciones suyas en películas de éxito como “Terciopelo Azul” (1986), “Superdetective en Hollywood II” (1987) o “Casada con Todos” (1988) remontaron su carrera. De hecho, fue esta última cinta la que le abrió las puertas de la serie. Bellisario quería un personaje que le diera ingeniosas réplicas a Sam Beckett y cuando vio a Stockwell haciendo de mafioso en esa comedia de Jonathan Demme, decidió que era el actor perfecto para ejercer simultáneamente de “ángel guardián” y “travieso diablo” del protagonista. Una vez finalizada “Atrapado en el Tiempo”, su carrera volvería a tornarse algo irregular, apareciendo en películas y episodios sueltos de distintas teleseries hasta su muerte en 2021, aunque los aficionados a la CF lo recordarían también por su excelente papel de John Cavill en “Battlestar Galactica” (2006-2009).

 

Se habló también de resolver la premisa de "A Través del Tiempo" y crear una nueva serie que presentaría a la hija de Sam y a Al viajando a través del Tiempo. "Quantum Leap: A Bold Leap Home" se rodaría en Australia para el Sci-Fi Channel y Trey Callaway ejercería de productor ejecutivo del episodio piloto: "Yo era un gran fan de la serie original. La premisa del nuevo programa era que la hija de Sam se unía a Dean Stockwell, no solo para continuar el trabajo en el Proyecto Quantum Leap, sino también para averiguar dónde fue su padre. Se suponía que comenzaría con una aparición de Scott Bakula. Hubiera hecho justicia a la serie original y llevado el material a un nuevo lugar para una nueva audiencia. Todo el mundo estaba listo y emocionado. Por razones que no entiendo, se estancó".

 

Pratt no participó en ese proyecto, pero declaró: "Oí que el canal Sci-Fi quería que esa versión tuviera más efectos especiales y fuera más fantástica. Pero lo maravilloso de “A Través del Tiempo” era precisamente que trataba de personas reales y que Sam podía marcar una diferencia en sus vidas. Ese era el verdadero corazón del programa".

 

En enero de 2022, la NBC dio luz verde al episodio piloto de una sexta temporada de “A Través del Tiempo”, ahora con Bellisario formando parte del proyecto, figurando como showrunners Steven Lilien y Bryan Wynbrandt y Deborah Pratt y Martin Gero como productores ejecutivos. La acción tendría lugar treinta años después de la conclusión de la serie original, con un nuevo equipo resucitando el Proyecto Quantum Leap para comprender lo que se había estado haciendo allí y descubrir el destino de Sam Beckett. Se contrató a Raymond Lee para encarnar al protagonista, el doctor Ben Song, quien termina viajando en el Tiempo. Ernie Hudson daba vida a Herbert "Magic" Williams, el responsable del proyecto y un veterano de la guerra de Vietnam cuyo cuerpo ocupó Sam en un episodio de la tercera temporada. Scott Bakula declinó participar encarnando de nuevo a Sam Beckett.

 

NBC dio luz verde a la serie completa y ésta se estrenó el 19 de septiembre de 2022, manteniéndola en antena dos temporadas antes de cancelarla en 2024. Como no he tenido ocasión de verla, me abstengo de valorarla y dar más detalles.

 

“A Través del Tiempo” acumuló en el curso de su trayectoria (que totalizó 95 episodios de 50 minutos más un piloto de 90 minutos) una notable cantidad de seguidores que siempre guardaron un entrañable recuerdo de ella. En su momento, “The Hollywood Reporter” la consideró un hito en la CF: “Su concepto es algo que los espectadores no han visto nunca. Ha ampliado las fronteras de la ciencia ficción televisiva tradicional”. Ciertamente, el concepto del forastero que llega a un lugar y resuelve una situación conflictiva, no era ni mucho menos nueva. Sólo en la misma época, aunque con registros distintos, eso era lo que presentaban, por ejemplo, “Autopista hacia el Cielo” (1984-89) o “El Coche Fantástico” (1982-86). Sin embargo, “A Través del Tiempo”, aparte de llevar esa premisa al campo de la CF, hacía que el protagonista no sólo ayudara a las personas en problemas, sino que experimentaba éstos en sus propias carnes, debiendo además asumir una identidad que no era la suya (una idea ya presente en el comic, en concreto en “El Blanco Humano”, personaje de DC creado por Len Wein y Carmine Infantino en 1972).

 

Revisitar la serie hoy puede ser menos satisfactorio que en su época habida cuenta de la gran evolución que ha experimentado el género en la televisión, no sólo en su forma, fondo y tono sino en la manera de disfrutarlo. Desde luego, hay que reconocer el esfuerzo que suponía crear para cada episodio una identidad diferente, unos personajes secundarios distintos y una crisis nueva. Pero es posible que los espectadores actuales estimen que 22 episodios por temporada son excesivos y que la inalterable fórmula que siguen todos ellos no sólo acaba pareciendo repetitiva y previsible (sobre todo si se consumen varios seguidos en lugar de respetar la original cadencia semanal) sino que encorseta cualquier intento de probar algo diferente.

 


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