En 1979, el título estrella de Marvel era “Star Wars”, con 280.000 copias vendidas cada mes. Siempre fiel a su política de explotar todo lo posible las fórmulas de éxito demostrado, la editorial siguió negociando la compra de licencias para lanzar nuevas colecciones. De hecho, casi todos los títulos nuevos con los que Marvel alimentó su catálogo ese año estaban basados en propiedades ajenas. A los ya existentes “Star Wars”, “Godzilla”, “Conan”, “La Mosca Humana”, personajes de dibujos animados de Hanna-Barbera, Tarzán y John Carter, Marvel añadió ahora “Battlestar Galáctica”, “Shogun Warriors” o “ROM”.
Durante algunos meses de 1979, una quinta parte de la producción de la editorial consistió en productos licenciados, una situación que no fue del gusto de muchos aficionados, que creían que el Universo Marvel que tanto amaban se estaba diluyendo. Se negaban a aceptar que los comics eran, en primer lugar, un negocio y que los directivos de Marvel pensaban que editar tebeos basados en personajes licenciados atraería nuevos lectores.
Una de aquellas colecciones estrenadas en 1979, concretamente en el mes de enero, fue la de “Los Micronautas” que comenzó como una importación americana de unos juguetes japoneses y floreció como épica de ciencia ficción en viñetas que abarcó dos universos. Los Micronautas pasaron del plástico a la tinta para convertirse en un comic de culto muy recordado por algunos aficionados. Pero la génesis de esos personajes se remonta a varios años atrás, así que toca hacer un poco de historia.
En 1972, la compañía japonesa de juguetes Takara, lanzó una variante futurista de su línea de figuras de acción “Combat Joe” (que, a su vez, era la versión japonesa de la americana “G.I.Joe” que fabricaba Hasbro en Estados Unidos) a la que bautizó Henshin Ciborg, que significa algo así como Ciborg que se Transforma. Para reducir los costes de fabricación de esta nueva línea de ocho figuras de 22 cm de altura, se lanzó una versión algo más pequeña en 1974 llamada Microman. Lo que los hacía únicos era que se vendían como auténticos alienígenas biónicos que procedían de un lugar llamado Micro Tierra. Su talla, por tanto, era la normal en esa dimensión. Los primeros juguetes se vendían formando parte de un kit que el niño debía montar. El producto fue tan popular que Microman acabó siendo un spin-off de Henshin Ciborg.
Y ahora saltamos al otro lado del Pacífico para conocer a la Corporación Mego, una compañía fundada a comienzos de los años 50 del siglo XX por David Abrams y que hasta 1971 había sido conocida sobre todo por fabricar juguetes baratos para quioscos y tiendas de golosinas. Pero en ese año, Martin, el hijo del fundador, compró los derechos para vender figuras de acción de los personajes más populares de Marvel, DC o Star Trek dentro de una línea que llamó “World´s Greatest Super Heroes”. El éxito obtenido les llevó, en 1976, a importar la línea Microman de Takara, renombrándola para el mercado norteamericano como Micronautas, un término que evocaba la palabra “astronauta”. Una de las características más relevantes de esas figuras fue que sus partes eran intercambiables: los niños podían quitarle a una de ellas sus brazos, por ejemplo, y colocárselos a otra. Los Micronautas, sin embargo, tenían una altura de tan solo unos 4,5 cm, similares a las figuras de Star Wars que venían arrasando en el mercado desde 1977.
Los Micronautas fueron una adquisición extraordinariamente lucrativa para Mego, que lanzó un total de cinco series de figuras, vehículos y escenarios. Sin embargo, la gloria no duró mucho. En 1982, entró en bancarrota y un año después había dejado de existir. Puede que ello fuera en debido, al menos en parte, al éxito que estaba teniendo su competidor más directo, Kenner, con las mencionadas figuras de Star Wars, una licencia que Mego había rechazado previamente. Una equivocación que, al principio, no afectó demasiado a las ventas, pero, a la larga, sus figuras de “Moonraker”, “El Abismo Negro” o “Star Trek” no fueron rivales para Luke Skywalker y sus colegas de plástico.
Y ahora saltamos a 1977, el año en que se descubrieron los anillos de Urano; la NASA lanzó su primer transbordador espacial, la Enterprise, con el reparto original de Star Trek invitado al lanzamiento; Elvis da su último concierto a menos de dos meses de su muerte; en Inglaterra, aparece el primer número de la revista “2000 AD”; en la televisión, CBS estrena la serie de “El Increíble Hulk”; y en el cine arrasan “Fiebre del Sábado Noche” y, por supuesto, “Star Wars”.
Pues bien, aquellas navidades de 1977, en la casa de Will y Nancy Mantlo en Long Island, Nueva York, el principal regalo que iba a dejar Santa Claus a su nieto Adam iba a servir de inspiración para su hijo, Bill, guionista de Marvel Comics.
William Timothy Mantlo había nacido el 9 de noviembre de 1951 (que también fue, curiosamente, el día en el que vino al mundo Lou Ferrigno, el Hulk de la mencionada serie de televisión). Desde tierna edad, había sido un devorador lector y fan de los comics, pasión que le llevó a matricularse en la Escuela de Arte y Diseño de Manhattan para especializarse en pintura, mientras que estudiaba fotografía en la Cooper Union School of Art. Tras graduarse, desempeñó varios trabajos, como pintar retratos a partir de fotografías, hasta que un día recibió una llamada de una amiga, Annette Kawecki, que trabajaba como rotulista –profesión que más tarde y ocasionalmente ejercería también la esposa de Bill, Karen- en Marvel Comics. Estaban buscando a alguien para ocuparse de algunos trabajos gráficos muy rutinarios.
Una vez allí, viendo la trastienda del trabajo editorial, Bill perdió el interés en dibujar comics. Guionistas y dibujantes discutían sobre los comics y algunos de los primeros no llegaban a entregar sus trabajos dentro de las fechas límite, algo que Mantlo no podía entender. Para él, ese trabajo no parecía tan difícil, especialmente teniendo en cuenta la calidad del material que Marvel ponía a la venta por entonces.
Fue el editor Tony Isabella quien le dio a Mantlo su primer encargo como guionista, una historia de terror titulada “El Fuego Interior”. Estaba destinada a publicarse en “Tales of the Zombie”, una de las revistas de terror en blanco y negro que Marvel publicaba bajo el sello Curtis (por Curtis Circulation Company, un distribuidor y empresa asociada a Marvel por entonces), pero la cabecera fue cancelada antes de que pudiera aparecer la historia de Mantlo. No mucho más tarde, un día, Isabella, entra desesperado en el despacho del director de producción, John Verpoorten, y le dice que necesita a alguien que escriba para el día siguiente una historia de los Hijos del Tigre a partir de un borrador que él ya había preparado y con destino a “Deadly Hands of Kung Fu”, otra revista en blanco y negro de Curtis, ésta dedicada a las artes marciales. Como era lo habitual en la Marvel de entonces, a Isabella le había alcanzado la fecha de entrega y no podía ocuparse él mismo; pero Verpoorten no podía pasar el trabajo a otros guionistas sin interferir en el trabajo que ya estaban haciendo. Y entonces, Mantlo interviene y dice: “Tony, yo lo hago”.
Aquella frase y algunos cambios menores en su guion fueron el trampolín de Mantlo a la categoría de guionista profesional. Con esta historia, trece páginas dibujadas por George Pérez y titulada “Tigres en la Jaula de la Mente”, comenzó una notable etapa en “Deadly Hands of Kung Fu” que se extendería de 1974 a 1977 y durante la cual crearía al Tigre Blanco, el primer superhéroe de raza hispana. Su rapidez y fiabilidad le aseguraron un puesto permanente en Marvel y una reputación de guionista “express” que podía entregar prestamente un número de relleno cuando los creativos regulares de una colección se retrasaban con las fechas de entrega. Trabajaría en multitud de series de Marvel, como los “X-Men”, “Thor”, “Marvel Team-Up”, “Spectacular Spiderman”, “Incredible Hulk”, “Alpha Flight”, “The Champions”, etc… Su gusto por la ciencia ficción le llevó a crear y escribir, por ejemplo, “Piratas del Espacio” (1985-87), “ROM” (1979-86) o la serie que ahora nos ocupa, “Los Micronautas”.
Pues bien, volviendo al principio, en las navidades de 1977, el joven Adam Mantlo abrió con entusiasmo sus regalos en la casa de sus abuelos. Su padre se dio cuenta de que los juguetes que más le gustaron eran cuatro figuras de acción llamadas Micronautas. Mientras Adam creaba en su cabecita aventuras para sus nuevas adquisiciones, su padre hizo lo propio, perfilando lo que podría ser una nueva colección de Marvel.
Una semana después de las fiestas navideñas, Mantlo organizó una reunión con el editor de Marvel, Jim Shooter, para presentarle la propuesta de un comic protagonizado por esos muñecos y tratar de convencerle para que adquiriese los derechos correspondientes. Una de las primeras cosas que Shooter había hecho al ocupar su puesto fue animar a los creadores a presentar nuevos personajes e ideas. Y cumplió su palabra. Habló con Stan Lee, quien por entonces ocupaba el cargo de editor en jefe y éste, a su vez, con Mego. No debieron ser unas negociaciones muy difíciles. Los juguetes ya eran muy populares gracias a su exposición publicitaria en revistas y televisión, y que Marvel diera más trasfondo a los personajes, ampliando el reparto junto a nuevas naves, vehículos, etc, multiplicaba las posibilidades de ampliar la línea además de llegar a un nuevo nicho de mercado y gozar de publicidad gratuita.
“Los Micronautas” era diferente a otros comics licenciados como “Tarzán” o “Star Wars”, que ya habían llegado a la editorial con sus personajes y mundos bien construidos. Como ya he indicado, Mego le había dado a todas sus figuritas y aparatos sus nombres correspondientes, pero poco o ningún trasfondo. Los nombres sugerían conceptos, pero en algunos casos eran inmanejables, así que Mantlo decidió que se limitarían a ser títulos, apelativos. Entonces, quedaba por determinar quiénes eran realmente los Micronautas.
Mantlo trató de responder a la pregunta creando para cada uno de ellos un pasado que iría revelándose en el comic. No era una tarea fácil porque requería de un dibujante capaz de dar vida a ideas a veces un tanto abstractas. Inicialmente, fue Bob Hall no sólo el editor asignado a la futura serie sino quien realizara algunos diseños conceptuales a partir del generoso lote de productos cedidos por Mego y que contenía cientos de diseños, incluidos los de prototipos aún sin fabricar. Es más, la compañera juguetera permitió a Marvel elegir los personajes que mejor le pareciera para su adaptación y crear las historias que deseara sin ninguna interferencia.
Sin embargo, teniendo ya varias tareas asignadas en Marvel y trabajando además como coautor y coproductor de una obra teatral Off-Broadway, “La Pasión de Drácula”, a Hall le resultaba imposible asumir el dibujo de una colección mensual. Su puesto como editor fue asumido por Al Milgrom.
Se sugirió a Jack Kirby como artista, pero su contrato con Marvel estaba próximo a finalizar y, llegado el momento, no se renovó. George Pérez se mostró interesado, pero ya estaba muy ocupado con otras colecciones. Al final, fue Jim Shooter quien le sugirió a Mantlo el nombre de Michael Golden, un joven que había saltado de la ilustración y el arte comercial al comic, haciendo un interesante trabajo en títulos de DC como “Batman Family” y “Mister Miracle”.
La reacción de Golden ante la propuesta varía según las fuentes que se consulten. De acuerdo con Bill Mantlo, al principio se mostró reacio a dibujar un comic “sobre juguetitos”. El propio Golden afirmó que Shooter en persona le ofreció trabajar en Marvel pagándole por página diez dólares más que en DC. Eso era ya de por sí un buen aliciente. Pero Shooter le comentó además que tenían desde hacía tiempo un proyecto llamado los Micronautas, revelando algo sobre los personajes y su entorno de ciencia ficción pero sin decirle que tenía nada que ver con juguetes. En ese momento, Golden se encargaba de un par de colecciones de superhéroes mensuales en DC, pero en realidad no le interesaba demasiado el género y anhelaba hacer algo distinto. La puntilla llegó con la Gran Implosión de DC en 1978. Treinta y una series fueron canceladas de un día para otro (entre ellas las dos que realizaba Golden), casi la mitad de toda su línea de comics. Al día siguiente, a las 6.30 de la mañana, muchos guionistas y dibujantes autónomos que se habían quedado en el paro hacían cola ante las oficinas de Marvel. Golden, que ya traía los deberes hechos, subió inmediatamente a bordo de “Los Micronautas”.
Para analizar la larga trayectoria de los Micronautas en Marvel conviene dividirla en etapas. Más tarde, hacia el final del recorrido de Mantlo como guionista de la serie, se conocería como “Las Guerras Karza” a los combates que libraron los protagonistas contra el Barón Karza, el villano principal. El primero de ellos se narraría en el primer arco argumental, dibujado por Golden con tintas de Joe Rubinstein (nº 1-7) y Al Milgrom (8-12) –este último sería además el editor de la cabecera hasta el número 20, regresando luego para los números 38 a 51-. Steve Ditko, cocreador de Spiderman y el Doctor Extraño, dibujó el primer Anual de la serie, una trilogía de historias cortas ambientadas cronológicamente antes del primer número.
Bill Mantlo y Michael Golden aparecen acreditados como argumentistas en la primera saga de los Micronautas, si bien la descripción del proceso creativo difiere según quien lo recuerde. Bill Mantlo declaró en una entrevista que él, Golden y el editor Bob Hall dejaron planteados los primeros doce números, esto es, toda la saga de las Guerra Karza, antes de empezar a trabajar en ellos. Es decir, había un plan predeterminado, elaborado de forma conjunta y que contemplaba un punto y aparte en la serie. Golden, en cambio, lo recuerda de forma mucho más anárquica. Si él figuraba como coargumentista era simplemente porque aceptaba sin reservas todo lo que le enviaba Mantlo y lo hacía funcionar gráficamente. Según él, todo se hacía sobre la marcha y siguiendo protocolariamente el “Estilo Marvel”.
Sea como fuere, Mantlo y Golden empezaron a crear personajes nuevos y perfilar los aportados por Mego. Entre los primeros se encontraban Bug y Marioneta, cuya función era la de dinamizar las interacciones. El aspecto del primero estaba lejanamente inspirado en el de la figura del Guerrero Galáctico, si bien su rol en los comics la asumió Acroyear. Bug, en cambio, funcionaba sobre todo como alivio cómico. La Princesa Marioneta no tenía un juguete propio y se creó para servir de interés romántico para el Comandante Rann (cuya figura de referencia era la de Space Glider). Bill Mantlo, en la introducción al “Micronauts Special Edition” nº 2 (octubre 83) reconoció el mérito de su compañero: “Michael cogió los diseños conceptuales sugeridos por los juguetes e insufló en ellos cosmicidad. Yo podía aportar ideas, sugerencias, palabras… pero fue Michael quien hizo a Bug, hizo a Marioneta, hizo la Endeavor y los Acroyears.”
Al principio, Marvel no estaba segura de si Mego le permitiría mezclar a los personajes de nueva creación con los tomados de la línea de juguetes, pero no hubo problemas al respecto. Mego hacía honor a su promesa de no intervenir. El primer número que presentaron Mantlo y Golden resultó tan enrevesado que Jim Shooter y Stan Lee les propinaron una reprimenda. Con el ánimo algo deprimido, siguieron adelante tratando de simplificar la historia sin sacrificar por el camino ninguno de los elementos de ciencia ficción que la caracterizaban. Su perseverancia dio frutos y, tras algunas correcciones, recibieron luz verde para lanzar esta space ópera al tiempo microscópica y de proporciones galácticas, protagonizada por héroes y villanos de la vieja escuela.
(Continúa en la siguiente entrada)
Muy interesante lo que nos cuenta, siendo fans de comic no sabia de la existencia de Los Micronautas.
ResponderEliminarA la espera de la segunda parte.
Saludos