A la hora de crear una pesadilla a bordo de una nave espacial, no hacen falta xenomorfos que babeen ácido, ordenadores locos, microbios letales ni necesidad de utilizar las propias heces para cultivar patatas. Basta la mala suerte de un infeliz. Eso es lo que nos cuenta “Polizón”, la segunda película de Joe Penna, un músico y director de origen brasileño radicado en Los Angeles que, tras una serie de cortos en la década del 2000, obtuvo reconocimiento con el drama de supervivencia “Ártico” (2018).
La comandante Marina Bennett (Toni Collette) está al frente de una expedición a Marte compuesta por tres personas: además de ella misma, el biólogo David Kim (Daniel Dae Kim) y la doctora Zoe Levenson (Anna Kendrick). No mucho después de su su partida, descubren a bordo a un hombre herido, Michael Adams (Shamier Anderson), que resulta ser un ingeniero atrapado accidentalmente en un mamparo de la nave antes del lanzamiento. Le curan y, como están ya demasiado lejos de la Tierra y en plena aceleración, deciden continuar hacia su destino con él a bordo.
Sin embargo, los cálculos revelan que con uno de los depuradores de oxígeno estropeado más allá de una reparación in situ, no tendrán suficiente oxígeno para alcanzar Marte. Modificar todos los experimentos que David Kim está llevando a cabo con algas para que éstas produzcan oxígeno, tampoco les soluciona el problema. Dado que los tres tripulantes originales han sido adiestrados para la misión y tienen habilidades imprescindibles que Michael no posee, deciden que la única salida es matarlo, una opción que despierta intensas emociones a bordo.
Desde los estrenos de “Gravity” (2013) de Alfonso Cuarón; y “Marte” (2015), de Ridley Scott, se ha podido ver un creciente número de películas en las que se retrata con realismo lo que podrìan ser las expediciones espaciales en un futuro cada vez menos lejano. Entre ellas podemos citar “Europa One” (2013), “Rumbo a lo Desconocido” (2016), “Life” (2017), “Un Espacio entre Nosotros” (2017), “Ad Astra” (2019) o “Cielo de Medianoche” (2020); y en televisión, “The Expanse” (2015-), “The First” (2018), “Away” (2020) y el docudrama de National Geographic “Marte” (2016-2018). A ello hay que añadir films basados en acontecimientos históricos como “Salyut 7” (2017) o “El Primer Hombre” (2018).
Pues bien, “Polizón”, con guion de Ryan Morrison (que además ejerce de montador) y el propio Joe Penna, es otro de estos films realistas sobre exploracion espacial. Aunque se contrató a un consultor científico como asesor y hay pocas meteduras de pata en ese campo (quizá ese plano en el que los cilindros que descuelgan los personajes se empeñan en rebotar contra el costado de la nave, algo que no sucedería en gravedad cero), no es esta una película que exhiba su sustrato científico abierta y orgullosamente, como sí sucedía en “Gravity” o “Marte”.
No pasa mucho tiempo de metraje antes de que resulte evidente que “Polizón” es en realidad una variante de una historia clásica del género, “Las Frías Ecuaciones” (1954), de Tom Godwin. En ese relato, publicado originalmente en “Astounding Science Fiction”, el piloto de una nave que transporta suministros médicos a un planeta descubre a una niña polizón. Dado que el límite de peso de la nave no admite errores, se ve obligado a decidir si la expulsa al vacío. “Las Frías Ecuaciones” está considerado como uno de los cuentos más importantes del género y se ha adaptado a la pantalla en episodios de “Out of This World” (1962) y “La Dimensión Desconocida” (1985-87) así como en una mediocre película de 1996. Pues bien, “Polizón” actualiza ese mismo argumento de acuerdo a los parámetros realistas de las películas modernas de viajes espaciales, pero en esencia es la misma historia.
El guion es muy vago respecto a su premisa principal, a saber: cómo llegó Michael Adams a quedar atrapado e inconsciente en un compartimento de la nave. ¿Se durmió? ¿Perdió el conocimiento por alguna razón? De ser así, ¿no lo habría despertado el inmenso ruido y traqueteo del despegue? Superado ese bache –que nunca se llega a aclarar- y un comienzo sin demasiadas emociones, “Polizón” ofrece un drama sólido y absorbente en cuanto se suscita el debate de si matar o no a Michael y la angustia que ello provoca a todos los implicados, verdugos y víctima. Y es que, aunque Michael es una buena persona que ayuda en todo lo que puede, Marina y David lo ven como alguien sacrificable por el bien de la misión por mucho que les repugne hacerlo. Zoe, en cambio, se esfuerza por salvarle la vida, lo que añade todavía más tensión a la trágica situación.
La escena más dramática de la película es aquella en la que David y Zoe deben salir al espacio y recorrer la larga estructura que conecta el módulo de mando y hábitat con el de los motores (superando la rotación de la nave y los delicados paneles solares) para recuperar unos cilindros de oxígeno líquido que pueden constituir la solución al problema. Pero las cosas se complican a causa de una tormenta solar y no hay un final plenamente feliz. Es una secuencia que consigue transmitir una intensa sensación de vértigo, peligro y urgencia. Si se quiere hilar fino, podrían detectarse ciertos problemas de lógica (por ejemplo, por qué los diseñadores no hicieron el módulo del motor más accesible, dado que es allí donde se encuentra la lanzadera que utilizarian para llegar a la superficie marciana), pero no puede negarse que desde el punto de vista del suspense, el momento es efectivo.
Mi principal queja tiene que ver con el final (SPOILER). Tras perder el cilindro que transportaba, Zoe vuelve a salir en plena tormenta solar para recuperar el segundo cilindro que ella y David habían tenido que abandonar por la urgencia de ponerse a cubierto de la inminente radiación. Ella es una miembro clave de la tripulación y toma la temeraria decisión de exponerse a una muerte segura. ¿Y por qué? La comandante había asegurado justo antes de la tormenta solar que ésta sólo duraría unas cuantas horas. ¿A qué viene esa prisa entonces? ¿Acaso no pueden esperar un poco más y, a cambio, salvar la vida de todos ellos? Esa conclusión suena tan falsa como ese intento final de rematar la tragedia con una nota de esperanza y consuelo. (FIN SPOILER).
Con excepción de esa escena final en el espacio, toda la película transcurre en el interior de la nave y con sólo cuatro personajes. Al convivir y trabajar todos en un espacio muy limitado, se crea una sensación de claustrofobia que no hace sino agudizarse cuando empiezan las discusiones. “Polizón” se beneficia de su limitada escala y su ajustado presupuesto, optando por centrarse exclusivamente en el dilema moral en lugar de, como hacen otras películas, añadir más temas sin poder luego desarrollarlos adecuadamente y envolverlo todo con una factura visual espectacular. En este caso, resulta evidente que los diez millones de dólares de presupuesto no daban margen para momentos muy llamativos (“Gravity” contó con cien millones, por ejemplo); pero también es cierto que tratándose esencialmente de un drama humano, no hacían falta adornos visuales superfluos y las escenas de la nave y en el espacio están resueltas con profesionalidad.
La premisa se establece rápida y eficazmente y aunque ha habido quien se ha quejado de lentitud de ritmo, no me parece una acusación justificada. No paran de suceder cosas, aunque éstas sean conversaciones y no secuencias de acción rebosantes de adrenalina.
Con un reparto de actores tan reducido, el desempeño de éstos es fundamental para que la película tenga la intensidad dramática necesaria. Y resulta curioso que los responsables de casting seleccionaran a unas actrices como Toni Collette y Anna Kendrick, que desde luego no son las primeras que acuden a la cabeza cuando se piensa en aventura espacial. Sin embargo, las dos cumplen perfectamente su papel. De hecho, los cuatro actores hacen una labor muy meritoria.
Como comandante de la misión y piloto, Marina Bennett es la autoridad máxima a bordo, la persona que debe tomar las decisiones más difíciles. Collette transmite bien el espíritu pragmático de su personaje sin caer en los tópicos de la fría profesional o la mujer dura de carácter rasposo. De hecho, al dejar aflorar ocasionalmente su lado emocional, equilibra su papel de líder con su humanidad y se gana con ello la simpatía del espectador. David Kim es lo más cerca que tiene la película de un villano, pero incluso sus actos más cuestionables y su reticencia a seguir órdenes pueden entenderse en el contexto de un peligro extremo y la pasión por el trabajo de toda una vida. Por su parte, Anna Kendrick da vida a la heroína de la historia y aunque no estoy seguro de que resulte del todo creíble como astronauta, sí lo está como brújula moral del grupo. Tiene el carisma natural necesario como para caer bien al espectador desde el principio en su papel de mujer sensible, generosa y profundamente humana.
En resumen, “Polizón” es una película de perfil bajo que se centra en la condición humana y las emociones asociadas a las crisis, cómo tomamos decisiones imposibles en situaciones igualmente imposibles y cómo y por qué decidimos sacrificarnos o sacrificar a otros. No va a ser un film que se recordará como algo especial, pero sí ofrece una ciencia ficción dramática que prioriza lo humano sobre la acción y lo visual y que, con la disposición y el humor adecuados, puede resultar interesante.
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