El planeta Marte tiene una larga e ilustre historia en el cine de CF, remontándose nada menos que “A Message from Mars” (1913). Durante la primera mitad del siglo XX, había sido un entorno exótico para aventuras de exploradores más o menos científicos, como en “Un Viaje a Marte” (1918), “Aelita” (1924), “Una Fantasía del Porvenir” (1930), “Cohete K-1” (1950), “Vuelo a Marte” (1951), “La Conquista del Espacio” (1955) o “The Angry Red Planet” (1959).
Más frecuentemente y tomando como referencia la novela “LaGuerra de los Mundos” (1898), Marte fue el punto de origen de invasores
alienígenas, como en “Invasores de Marte” (1953), “La Guerra de los Mundos”
(1953), “La Diabla de Marte” (1953), “El Terror del Más Allá” (1958), “The Day
Mars Invaded Earth” (1962), “Marte Necesita Mujeres” (1968)… y, desde el punto
de vista más cómico, la serie de televisión “Mi Marciano Favorito” (1963-66) o
la película “Santa Claus conquista a los Marcianos” (1964). Incluso Dios
resultó vivir en Marte en “Red Planet Mars” (1952).
Hasta los años 90, el producto audiovisual en el que Marte
jugó un papel más sustancial e insustituible fue la miniserie “Crónicas Marcianas” (1980), adaptación sosa y aburrida de la lírica antología de cuentos
del mismo título escrita por Ray Bradbury. Merece también la pena mencionar
“Robinson Crusoe en Marte” (1964), una historia de supervivencia que ya para su
época cometía graves atropellos con la Ciencia, pero de la que “Marte” toma
prestada su premisa principal: un astronauta abandonado en un planeta y que
trata desesperadamente de sobrevivir.
Desde los años noventa del pasado siglo, la tendencia cinematográfica fue la del rigor científico a la hora de representar Marte en la pantalla. Justo en el cambio de centuria, apareció un trío de films en esta línea, como “Misión a Marte” (2000), “Planeta Rojo” (2000) y “Fantasmas de Marte” (2001), todas ellas odiadas por la crítica y ninguneadas por la taquilla.
El “auténtico” Marte empezó a filtrarse a otras películas
de la época, como “Mars” (1997), “Rescate en Marte” (1999) o “Los Últimos Días
en Marte” (2013). Incluso Steven Spielberg, en su remake de “La Guerra de los Mundos” (2005), optó por un enfoque tan realista que prefirió eliminar
cualquier referencia a Marte como origen de los invasores. Es cierto que
algunos títulos han seguido bebiendo de la imagen que del planeta tenía la
vieja CF, como “Locos Invasores del Espacio” (1990), “Mars Attacks!!” (1996),
“Marte Necesita Madres” (2011) o “John Carter” (2012), pero son todos casos con
un propósito paródico o deliberadamente “retro”, sin ínfulas científicas de
ningún tipo. De hecho, el éxito de “Marte”, la película que ahora nos ocupa,
posibilitó el estreno de otros productos con el mismo espíritu riguroso, como “Un
Espacio entre Nosotros” (2017); el docudrama “Marte” (2016-18), producido por
National Geographic; o la serie dramática “The First” (2018).
En un futuro cercano, los seis tripulantes de la expedición
Ares III a Marte se encuentan en ese planeta realizando tareas científicas
cuando súbitamente y a consecuencia de una tormenta potencialmente
catastrófica, se ven obligados a abortar la misión y despegar hacia la nave
nodriza en órbita. Pero dejan atrás al botánico/ingeniero del grupo, Mark Watney
(Matt Damon), que había sido golpeado por una antena arrancada por el vendaval
y dado por muerto. Sin embargo, Watney ha sobrevivido y se las arregla para
llegar al hábitat.
Tomando conciencia de que es el único ser vivo del planeta,
decide hacer todo lo que está en su mano para sobrevivir hasta que llegue la
siguiente misión Ares, dentro de cuatro años. Opta por reservar todo lo posible
los suministros de comida liofilizada que el equipo había bajado a la
superficie, utilizando sus propias heces para cultivar patatas con las que
alimentarse.
Una técnica de la NASA, Mindy Park (Mackenzie Davis), a través de un satélite que orbita Marte, se da cuenta de que el rover cambia periódicamente de posición y que, por tanto, Watney está vivo. Inicialmente, la Agencia Espacial no sabe cómo reaccionar (dejar atrás a un astronauta por error no es la mejor baza para las relaciones públicas) y su director, Teddy Sanders (Jeff Daniels) decide finalmente anunciar al mundo que Watney sigue vivo, pero oculta la noticia a los tripulantes de la Ares, dirigida por la comandante Melissa Lewis (Jessica Chastain), para evitarles un trauma que podría afectar al desempeño de su misión de regreso a la Tierra.
Watney consigue encontrar y reparar la antigua sonda
Pathfinder para comunicarse con la Tierra y luego improvisa una suerte de
email. Desde la Tierra, la NASA lanza una nave de reaprovisionamiento que
facilitaría su supervivencia mientras se prepara la siguiente misión Ares, pero
explota antes de salir de la atmósfera debido a un error cometido por las
prisas con las que se construyó. Y cuando el hábitat sufre una descompresión
explosiva y todos los cultivos de Watney mueren, con ellos parece volatilizarse
toda esperanza.
De los tres principales nombres asociados a “Marte”, el más
conocido es, desde luego, el de Ridley Scott, director de dos obras seminales
en la CF cinematográfica: “Alien, el 8º Pasajero” (1979) y “Blade Runner”
(1982). El segundo nombre es el de Andy Weir, autor de la novela original, que
después de haberse serializado gratis en su página web y a instancias de los
lectores, apareció publicado en formato digital a través de Amazon. Cuando
alcanzó niveles de ventas de bestseller, dio el salto a la edición impresa y a
la adaptación cinematográfica como gran superproducción. El sueño de un
escritor amateur. Sobre esa novela hablé ya en su respectiva entrada y a ella
me remito.
El tercer nombre sería el de Drew Goddard, guionista de la película. Éste comenzó como escritor en las series “Buffy Cazavampiros” (1997-2003) y “Angel” (1999-2004) antes de cambiar a Joss Whedon por J.J.Abrams para escribir y producir muchos episodios de “Alias” (2001-6) y “Perdidos” (2004-10) además de firmar el guion de “Monstruoso” (2008). De todas formas, fue Whedon quien le dio la alternativa en la silla de director con “La Cabaña en el Bosque” (2012). Guionista de prestigio, escribiría también “Guerra Mundial Z” (2013) y crearía la serie televisiva de “Daredevil“ (2015-18), una de las mejores traslaciones de comics de Marvel. No lo tenía fácil Goddard a la hora de adaptar esta novela de ciencia ficción dura, pero su trabajo de síntesis y su énfasis en lo humano son, desde luego, aciertos.
El argumento está estructurado como una montaña rusa
emocional de triunfos esperanzadores alternados con tropiezos demoledores,
decisiones arriesgadas y planes inciertos: la ingeniosa manera en la que Watney
consigue reactivar la Pathfinder y establecer un código de comunicación; cómo
cultiva los alimentos y obtiene el agua; las discusiones y desencuentros entre
los cerebros de la NASA en relación a la estrategia a seguir; el motín de la
tripulación de la Ares cuando decide regresar a por su compañero; el genial
plan que diseña el joven científico para propulsar la Ares utilizando el tirón
gravitacional de la Tierra; la recogida en órbita de la cápsula con
suministros; la maniobra “Iron Man” de Damon y los riesgos que corren sus
colegas de la Ares para recogerlo… Todo ello salpicado con dosis de humor bien
calculadas que ayudan a humanizar al personaje de Watney (un recurso que la
novela no sabía utilizar correctamente, quizá por faltarle la interpretación de
un actor como Matt Damon).
Los continuos e intensos giros que va tomando la historia,
a diferencia de otros thrillers, no están generados por caprichos del guionista
con el objeto de mantener el interés del espectador, sino que son consecuencias
lógicas desde el punto de vista científico. Toda la energía narrativa que en
otra película de suspense se volcaría en la búsqueda e interpretación de pistas
dejadas por un asesino en serie o la desactivación de una bomba, aquí se
canaliza en solucionar problemas de física, química, ingeniería o mecánica
orbital; en cómo alcanzar un objetivo con las limitaciones impuestas por las
constantes físicas y los recursos escasos.
“Marte” es, por tanto, un film de CF dura que sigue de
cerca la novela de Weir en cuanto a premisa, argumento, datos científicos y las
soluciones que, por un lado Watney encuentra para sobrevivir y, por otro los
expertos de la NASA diseñan para rescatarlo. No es habitual que una superproducción
de Hollywood se atreva con una historia cuyos triunfos se logran no a base de
fuerza, músculo e insensata osadía sino de ingenio y conocimiento de las bases
de la Ciencia (presentadas, además, de una forma comprensible para el gran
público). Se ha dicho en muchos foros y con acierto que la película es una
carta de amor a la Ciencia; y, efectivamente, los héroes aquí son los
astrónomos, los astronautas, los físicos y los ingenieros.
En ese espíritu, no vamos a encontrar en esta película
mascotas robóticas ni ayudantes androides. A diferencia de “Naves Misteriosas”
(1972), “Interstellar” (2014) o incluso “Náufrago” (2000), Watney no
antropomorfiza una máquina o una pelota de béisbol. Está solo y no intenta
aliviar esa sensación artificialmente colocándole una gorra a un robot o
dibujando caritas sonrientes en la pantalla de un ordenador. Y en contra de lo
que planteaban “Moon” (2009), “Interstellar” o “2001: Una Odisea del Espacio”
(1968), la acción tiene lugar en un futuro demasiado cercano como para que
exista una inteligencia artificial viable. Asi que Watney no tiene más compañía
que los programas de televisión y la música de los 70 que sus compañeros
dejaron atrás cuando escaparon. La película crea una dicotomía muy interesante
en el hecho de que,
aunque Watney está solo, también se halla bajo una
constante vigilancia y, por tanto, siente la necesidad de “actuar”, aun cuando
su posible público sean los astronautas que algún día llegarán allí y
encontrarán las grabaciones junto a su cadáver.
Otra mejora respecto al libro es el uso de la música. Mientras que en éste la pasión de la Comandante Lewis por la música disco de los 70 se convertía en una broma facilona y recurrente, en la película las canciones se utilizan para insuflar vida a ciertas escenas clave así como para caracterizar a la propia Lewis: una mujer profesional que mantiene un absoluto autocontrol, pero que de alguna forma encuentra en esa música una forma de liberación.
“Marte” guarda muchos paralelismos con otra película del
espacio que había aparecido un par de años antes, “Gravity” (2013). Los dos son
films de gran presupuesto que representan el espacio de forma realista; ambos
tienen argumentos similares sobre un astronauta perdido en la vastedad del
universo que debe recurrir a su ingenio y conocimientos de física e ingeniería
para sobrevivir a un sinfín de peligros y regresar a casa. Las dos películas
obtuvieron una muy favorable acogida por parte del público y nominaciones a
diversas categorías de los Oscar.
Ahora bien, las diferencias entre ambas cintas son tan
profundas que merece la pena comentarlas. En “Gravity”, la reacción de la
protagonista Ryan Stone (encarnada por Sandra Bullock) a su condición de
náufraga espacial era esencialmente espiritual. Enfrentada a una muerte
solitaria, sus primeros pensamientos son imaginar que su hija muerta aún vive
en algún plano de la existencia diferente al nuestro y se angustia por no ser capaz
de rezar. Su cambio de dirección hacia la Ciencia se produce sólo tras un sueño/delirio
en el que un conocido regresa de la muerte para animarla a resistir. Por el
contrario, la reacción de Watney ante su situación es completamente
materialista. Lo primero que hace después de ocuparse de su herida es inventario
de los suministros, cálculos para ver cuándo llegará la próxima misión Ares y
empezar a servirse de la Ciencia para prolongar su vida hasta ese momento.
Stone llora, hace repaso a su vida con su hija y se pregunta si merece la pena
esforzarse por sobrevivir; Watney trabaja en ello sin descanso, desde el
principio y sin dudas.
Por otra parte, “Gravity” es una historia de supervivencia
individual. Stone está completamente sola y sola se salva. El guion deja a
criterio del espectador interpretar su sueño como una auténtica aparición
onírica de su veterano y muerto compañero (interpetado por George Clooney) que
le aconseja sobre cómo actuar; o bien como un recuerdo de su adiestramiento al
que accede estando inconsciente una vez se ha liberado del pánico que domina su
vigilia. Pero en “Marte” la salvación de Watney es un esfuerzo conjunto, hasta
podría decirse mundial. Sí, el astronauta botánico se las arregla para mantenerse
con vida, pero su vuelta a la Tierra no habría sido posible sin la dedicación y
conocimientos de los científicos e ingenieros de la NASA, el compromiso de los
chinos –que en este punto del futuro ya tienen un activo programa espacial- y
la profesionalidad y adiestramiento de sus compañeros de la Ares así como su
disposición a arriesgar sus vidas por él.
Como suele ser habitual en estos casos, surgieron voces
críticas que protestaban por ciertas inexactitudes científicas. Por ejemplo,
que la fuerza de gravedad de Marte es muy inferior a la de la Tierra,
concretamente un 38% de la que experimentamos nosotros. Si se piensa que la
gravedad de la Luna es el 16% de la de la Tierra y que, como sabemos, obliga a
los astronautas a desplazarse mediante esos peculiares saltos, en Marte el
efecto sería similar. La película muestra a la tripulación de la Ares en
gravedad cero, por lo que resulta chocante que optaran por hacer que Matt Damon
se moviera por la superficie de Marte con normalidad “terrestre”.
Otro aspecto que los más puntillosos subrayaban es que
Marte es un planeta mucho más pequeño que la Tierra (de hecho, el segundo más
pequeño del Sistema Solar). Toda su superficie equivale a la tierra emergida
del nuestro (que, a su vez, sólo supone el 30%, siendo el resto agua). Al mismo
tiempo, la atmósfera de Marte es unas cien veces menos densa que la que nos
rodea a nosotros. En la superficie de la Tierra, cuando miramos hacia el horizonte,
vemos que se difumina neblinosamente en la distancia debido a que nuestra densa
atmósfera refracta la luz. En Marte, en cambio, con menor masa planetaria y
atmósfera, no sólo veríamos el horizonte mucho más cercano y la vista sería más
clara que lo que se muestra en la película, sino que no se dan tormentas de la
intensidad que vemos en la primera escena.
Pero desde el punto de vista dramático y narrativo, todas
esas inexactitudes son irrelevantes. Primero, porque hay otros aspectos más
importantes para la historia, como la enorme distancia Tierra-Marte o los
estrictos requerimientos de combustible para las maniobras orbitales, que están
reflejados con rigor y claridad. Mientras que el libro se estancaba en prolijas
explicaciones y caía con frecuencia en largos párrafos didácticos que eran muy del
gusto de los amantes de la Ciencia pero que igualmente podían espantar al
público generalista, la película es mucho más accesible para éste sin perder
demasiado rigor científico en ese proceso de simplificación.
Y, segundo, porque a pesar de todas las licencias, Marte
está representado con mayor fidelidad y belleza que en sus muchas predecesoras
cinematográficas. Sus paisajes (una composición digital a partir del desierto
de Wadi Rum, en Jordania) transmiten sensación de grandiosidad y, al mismo
tiempo, claustrofobia para recordarnos el apuro en el que está metido Watney.
Para que el espectador no pierda la conexión con el protagonista, Scott
mantiene la cámara cerca de él, intercalando el punto de vista “omnisciente”
con los subjetivos que aportan las cámaras del traje o las del hábitat, dando
impresión de cercanía, inlcuso intimidad. Por eso impactan más los momentos en
que se abre el plano para mostrar los amplios paisajes extraterrestres de
Marte, un mundo desolado, bello, caprichoso e impredecible del que no puede
esperar ayuda ni esperanza de evasión. Para no saturar al espectador y correr
el riesgo de caer en la monotonía, la historia cambia de escenario cada poco
tiempo, mostrándonos lo que ocurre en la NASA o, más adelante, a bordo de la
Ares.
Ridley Scott, en definitiva, compensa los errores cometidos
en su anterior película “espacial”, “Prometheus” (2012), recordándonos todo el
talento y experiencia acumulados en cuatro décadas de profesión, mejorando con
mucho el libro de Weir gracias a una historia sólida y unas imágenes de gran
belleza. Y a diferencia de otras producciones de CF que pretenden abordar
cuestiones metafísicas sin ofrecer auténticas respuestas, “Marte” no necesita
de extraños fenómenos cósmicos ni alienígenas para enviar un mensaje claro y
válido: estamos aquí para explorar, para consturir, para averiguar qué hay más
allá.
Además, Scott se rodea de un reparto de lujo. Cuando se
trata de encarnar al hombre ordinario, difícilmente puede elegirse a alguien
mejor que Matt Damon, que aquí hace un trabajo muy notable. Sin llegar nunca a
caer en los tópicos heroicos, Damon logra conectar con el espectador gracias a
su capacidad para reflejar tanta determinación, valor e ingenio como miedo,
soledad y frustración. Como el personaje del libro, tiene un humor socarrón que
le permite reírse de sí mismo y sobrellevar su difícil situación; pero guion y
actor no se conforman con eso y completan y mejoran la versión literaria
aportando un punto de vulnerabilidad. Igualmente destacable es la degradación
física (supongo que combinando maquillaje y efectos digitales) que va
experimentando a lo largo de su ordalía y que el libro no conseguía transmitir
bien.
El casting incluye a grandes actores incluso para papeles
menores en los que no pueden lucirse demasiado, desde Jessica Chastain a Sean
Bean. Pueden destacarse a Chiwetel Ejiofor, que interpeta con mucho acierto al
inteligente controlador de misión Vincent Kapoore, el otro “corazón” de la
historia; y Jeff Daniels como el director de la NASA, Ted Sanders, uno de los
mejores papeles que ha tenido en años. La tripulación de la Ares, compuesta por
actores como Chastain, Michael Peña o Kate Mara, ofrecen la mezcla adecuada de
serios profesionales y rebeldes temerarios, aunque sus personalidades
individuales queden poco definidas.
“Marte” se distancia también de otras películas clásicas de
astronautas, desde “Elegidos para la Gloria” (1983) a “Apollo 13” (1995)
pasando por “Space Cowboys” (2000) en que presenta un panorama humano diverso
que refleja lo mucho que han cambiado los tiempos. En la época pionera de la
carrera espacial, la NASA era territorio exclusivo de hombres (al menos en
apariencia, porque como nos enseñaba la interesante “Figuras Ocultas”, 2016,
las mujeres desempeñaron un papel esencial en aquella aventura). No sólo eso:
eran hombres estadounidenses y caucásicos. Pero en el futuro cercano que
predice “Marte”, es una mujer, técnica cualificada, la primera en darse cuenta
de que Watney aún vive, los ingenieros veteranos consultan con los “nerds”
descorbatados del J
et Propulsion Laboratory en lugar de con los ejecutivos de la
compañía; la tripulación del Ares consta de cuatro hombres y dos mujeres, una
de las cuales es la comandante; e igualmente importante, cuando la NASA recibe
la oferta de ayuda de la agencia espacial china, la acepta de buen grado.
Recurriendo a nuestras reservas de cinismo podríamos pensar que este último
movimiento responde a una estrategia comercial de Hollywood, buscando
multiplicar sus ingresos con el amplio público potencial del país oriental. Pero
lo cierto es que la colaboración de ambas naciones ya estaba presente en la
novela y, además y a la vista de los pasos que está dando China para
convertirse en potencia espacial, no parece una idea descabellada.
¿Es “Marte” una película magistral? No. ¿Lo pretende?
Tampoco. Difícilmente podía serlo y al mismo tiempo mantenerse fiel a un libro
que tampoco es una obra maestra. Ha habido incluso quien ha lamentado que no
ofrezca más de lo que promete, que le falta ambición conceptual, lirismo o
incluso algún tipo de mensaje metafísico. Pero éstas tampoco eran las
intenciones ni de la novela ni del guionista que, como he dicho, deseaba narrar
una historia con la Ciencia y los científicos en su centro.
Al final, “Marte” no sólo es un thriller de supervivencia
con buenas dosis de suspense y perfectamente medido para mantener el interés de
principio a fin sino, como era el caso del libro de Weir, un banderín de
enganche para la NASA, que colaboró activa y gustosamente en la producción no
sólo asesorando sino incluso prestando sus instalaciones para el rodaje. En su
calidad de aventura inspiradora que exalta la fortaleza del espíritu humano,
nuestra inherente vocación de exploradores y el poder del conocimiento
científico, “Marte” es una película perfecta para despertar vocaciones de
astronauta entre las generaciones más jóvenes, mostrándoles que la exploración
espacial, con todas sus maravillas y peligros, es la mejor profesión que
cualquiera con curiosidad e inclinación científica podría soñar.
Me gustó mucho; es una película larga y sin embargo no se siente pesada y se sigue con facilidad y emoción... Pero como gran admiradora de la película "Lawrence de Arabia" reconocí de inmediato el paisaje tan característico de Wadi Rumm, siéndome imposible entrar en la idea de que era Marte. ¡Hasta esperé ver beduinos! Eso me distrajo un poco. Rarezas que ocurren. "Gravedad" también me gustó bastante.
ResponderEliminar"the martian" estaria muy bien de no ser por lo de siempre en Todas las películas y en lo que "nadie" repara: cuando van hacia marte por 2ª vez uno dice "yo he sacado la pajita más corta", el "Martian" cuando llega rescatado por la fantástica comandante, le dice a uno "hola precioso", el de la nasa jefe de misiones poniéndose el "dedotiesocara", en fin homovicios films tirados a la basura. Lástima. Hay que ver además de mirar.
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