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miércoles, 3 de agosto de 2016
1997-LEXX (1)
Las diversas entregas de “Guía del Autoestopista Galáctico” y sus imitadoras son un ejemplo del potencial para la sátira que esconde la ciencia ficción en todos sus formatos. En el ámbito televisivo, mientras que las series del género totalmente volcadas en la parodia han sido relativamente escasas, sí son muchas en las que en un momento u otro han incluido elementos fuertemente satíricos, desde “La Dimensión Desconocida” (1959-1964) a “Expediente X” (1993-2002) pasando por la longeva “Doctor Who” (1963- ). La que ahora comentamos llevó la sátira a nuevos niveles de extravagancia. “Lexx”, como la británica “Enano Rojo” (1988-1999) dispara sus dardos contra la seriedad de la que suelen hacer gala algunas obras de ciencia ficción al tiempo que pone el foco sobre diversos aspectos sociales y políticos de nuestra realidad.
“Lexx” no es una serie para estómagos débiles. ¿En qué otro programa de ciencia ficción podríamos ver comida rezumando por orificios intestinales o chorros de líquido caliente y espumoso brotar de unos pezones parecidos a gusanos…? Así es la vida en el interior de Lexx, una criatura con forma de libélula, del tamaño de una gran ciudad y creada por ingeniería genética. Su misión debía ser la de servir de arma de destrucción masiva, un colosal animal que se alimentaría de planetas enteros. Su palpitante interior es el sueño gastrointestinal de un entomólogo: resbaladizas superficies cubiertas de sustancias grumosas, vibrantes membranas revestidas de barro y plantas de aspecto repulsivo que comen carne humana… Esta curiosa coproducción germano-canadiense puede que sea el programa de TV menos apetecible de la historia… pero eso no tiene por qué ser nada malo.
El padre de la criatura fue Paul Donovan, un licenciado en Física que tras pasarse diez años escribiendo, produciendo y dirigiendo películas de medio pelo, en 1993 decidió dejarse fijarse en sus obras favoritas (de “Alien” al “Superagente 86”, pasando por los Monty Python, la serie original de “Star Trek” y la irreverente “Dark Star” de John Carpenter) para crear un pequeño film enteramente realizado con efectos por ordenador. El resultado intrigó lo suficiente a los inversores como para confiarle los 13 millones de dólares con los que se rodaron las cuatro películas de dos horas de duración de que constó la primera temporada y en las que aparecieron actores secundarios tan conocidos como Tim Curry, Barry Bostwick o Malcolm McDowell (quien, al leer el guión, exclamó: “¿Qué demonios es esto?”).
“Lexx” empezó a rodarse en el otoño de 1995, en la provincia canadiense de Nueva Escocia, utilizando un antiguo almacén de la compañía automovilística Volvo. Dar forma a un universo futurista y espacial en el interior de una nave con temperaturas gélidas durante el invierno canadiense fue una auténtica pesadilla para todo el equipo. Casi el 60% de los fondos y los efectos especiales fueron creados por CGI, aunque otros efectos eran pero que muy físicos: se utilizaban patatas cocidas y trituradas y luego teñidas de naranja para rociar a los actores cuando éstos se suponía que acababan cubiertos de la porquería segregada por Lexx. Metraje adicional se rodó en Babelsberg, Alemania, ciudad en la que se rodaron clásicos del expresionismo alemán como “Nosferatu” o “Metrópolis”. De esta última película toma inspiración Donovan para algunos decorados, mientras que los escasos y discotequeros trajes que visten los personajes fueron diseñados de acuerdo al estilo de la “Star Trek” original. Por su parte, la nave Lexx cuenta con una inteligencia muy rudimentaria y habla con el mismo tono dulzón que Hal 9000, el ordenador de “2001: Una Odisea del Espacio” (1968).
Donovan odiaba los héroes perfectos tan habituales en las space operas, esos individuos varoniles acompañados de bellas féminas que salvaban el universo todas las semanas sin despeinarse lo más mínimos. Así que imaginó un reparto de personajes lastrados por la inseguridad y cuya principal motivación en la vida fuera satisfacer egoístamente sus impulsos sexuales, costara lo que costase. Sus decisiones no las marca el deseo de hacer el bien ni tienen una brújula moral que siempre les indica la dirección a seguir, sino que se meten en aventuras tan sólo por satisfacer sus libidos disfuncionales o avaricia desmesurada.
“Lexx” es más una parodia que ciencia ficción pura (al estilo de, digamos, “Star Trek”, “Farscape” o “Babylon 5”). Lo que hacen sus guiones es recoger tratamientos estándar de determinados temas del género y luego retorcer (o, según el caso, burlarse) de la expectativa que el espectador tiene sobre ellos. También se centró en temas (especialmente los relacionados con el sexo) deliberadamente evitados por la mayoría de series de televisión hasta el momento –aun cuando la literatura llevaba décadas adentrándose sin problemas en los mismos-. Aún así, tanto la parodia como la exploración de temas inusuales, funcionan sólo para el público capaz de comprender las tradiciones del género. Con todo lo original que fue, “Lexx” dependía, de esta forma, de cierto grado de nostalgia o, al menos, de memoria de sus espectadores.
“Lexx”, como la mayoría de las space operas televisivas, desarrollaba una elaborada mitología que explicaba las condiciones políticas, tecnológicas y biológicas de ese universo ficticio y aportaba un telón de fondo básico sobre el que iba a evolucionar la acción de la serie. En este caso, sin embargo, esta mitología se antoja demasiado retorcida, casi hasta rozar el ridículo. Como sucede en las mejores sátiras, “Lexx” dependía para conseguir el impacto buscado precisamente en ir un punto más lejos que sus predecesoras, en crear situaciones exageradas que ayudaran al público a contemplar el estereotipo del género bajo una nueva perspectiva. Así, en “Lexx” existen dos universos paralelos: uno de luz –en el que se inicia la acción en la primera temporada- y uno de oscuridad, ignorancia y maldad –que resulta ser, en un irónico y nada sutil giro, aquel en el que existe nuestra propia Tierra. El universo “bueno”, sin embargo, tiene su propia dosis de oscuridad, ya que está dominado por el régimen distópico de “Su Divina Sombra”, cuya liga de 20.000 planetas tiene su capital en el mundo llamado Racimo. Sus líderes son pequeños y rencorosos cerebros conservados en recipientes de cristal que deciden ejecutar a todos los habitantes del planeta. Los prisioneros son aplastados con grandes bloques de cemento y sus cerebros y entrañas arrojados a bancos de proteínas.
La primera temporada arranca cuando una revolución contra Su Divina Sombra pone en marcha una serie de acontecimientos que obliga a los protagonistas a subir a bordo de Lexx, como he dicho más arriba, una criatura colosal diseñada genéticamente para destruir planetas, pero cuyo rayo mortal sólo podía desencadenar el portador de “la llave”, una especie de fuerza energética que únicamente podía ser albergada por una persona al mismo tiempo. En este caso, por puro accidente, la llave acaba en poder de Stanley Tweedle (Brian Downey), un guardia de seguridad que había sido sentenciado a muerte por una infracción menor.
Al actor Brian Downey le encantaba el personaje del Dr.Smith, el cobarde y malvado científico de la serie de los sesenta “Perdidos en el Espacio”, e hizo de Stanley una combinación de aquél y Charles Chaplin. Por primera vez en su vida, el ya crecidito Stanley se encuentra, como capitán no oficial de la Lexx, con verdadero poder en sus manos, un poder que, sin embargo, contrasta con su naturaleza egoísta, cobarde y libidinosa. Encima y para su desgracia, su extraño carácter le convierte en un paria: las mujeres no quieren saber nada de él y los alienígenas se aprovechan de sus neurosis.
También a bordo de la Lexx se encuentra Zev (Eva Habermann),quien creció desde niña confinada en un pequeño y protegido cubículo en el planeta B3K, educada para ser la esposa perfecta, pero que acabó convirtiéndose en una mujer de mediana edad abotargada, físicamente poco atractiva y nada dispuesta a aceptar a su esposo, a quien tiene la mala idea de insultar en su primer encuentro. Como castigo, es enviada a Racimo para someterse a un condicionamiento que la convertirá en una esclava sexual, lo que incluía una transformación física espectacular –acorde con el físico de la actriz- y un lavado de cerebro que aumentaría su libido y la prepararía para enamorarse desesperadamente del primer hombre que viera y caer sometida a sus pies. Sin embargo, el procedimiento falla en su última etapa y en el caos subsiguiente, el ADN de Zev acaba mezclándose con el de una agresiva criatura reptiliana nativa del planeta, lo que la convierte en una mujer joven, valiente, superfuerte y superveloz, pero también belicosa e hipersexual.
La fase final del condicionamiento destinado a Zev, acaba aplicándose por error a la cabeza decapitada de un robot, 790 (a la que pone voz Jeffrey Hirschfield), que estaba precisamente encargado de todo el proceso. Como resultado, esta cabeza mecánica (fabricada de forma ridícula y deliberadamente tosca en contraste con los ya sofisticados efectos que podían verse en las series de la época) se enamora perdidamente de Zev, componiendo para ella toda suerte de obscenas canciones y poemas de amor. 790 es el centro de algunos de los momentos mas cutres y divertidos de la serie.
Poco después de su escapada, la Lexx es succionada por un agujero de gusano que la envía a la Zona Oscura, un universo de maldad y caos. A partir de ese momento, el trío de parias que viaja en su interior tratará de encontrar un mundo al que poder llamar hogar.
Los personajes de “Lexx” son tan únicos como disfuncionales. Robot 7-90 ofrece los predecibles análisis científicos de turno, pero prefiere verter todo su veneno contra Stanley, a quien califica como “grano en el abismo de la vida” o “decadente saco de carbono”. En otra ocasión recita un poema que se burla de la vida de Stanley y que remata con un pedo. Desea el cuerpo de Zev, pero sus bancos de memoria son amargamente conscientes de que, puesto que él es todo cabeza, sus opciones sexuales están tremendamente limitadas, así que satisface sus fantasías mediante películas pornográficas.
Si todo esto suena a locura extravagante, es porque lo era. Y Donovan, perfectamente consciente de ello, no las tenía todas consigo acerca de las posibilidades de que “Lexx” tuviera continuidad más allá de las primeras películas. Pero así fue, renovándose como serie de 20 episodios de 48 minutos en la que se desarrollaría un arco argumental de fondo.
Eso sí, la actriz Eva Habermann, elección perfecta para interpretar a Zev, hubo de abandonar la serie. Sus delicadas facciones y conseguida expresión de asombro maravillado hacían digeribles algunas de las historias más bizarras. Pero tras finalizar las primeras cuatro películas tenía otros compromisos de trabajo en Alemania y hubo de renunciar a “Lexx”. Ahora bien, siguiendo el ejemplo de “Doctor Who”, los guionistas fueron capaces de mantener básicamente el mismo personaje ideando una forma de regenerarlo en la ficción. Así, Habermann haría dos apariciones como estrella invitada en la segunda temporada en las que se contaría la muerte y posterior resurrección de su personaje ya en el cuerpo de otra actriz. En el episodio “La Terminal”, Zev se transforma en una masa pegajosa de color dorado, afirmando mientras se disuelve: “Tuve una buena vida para una chica que creció en una caja”. El capítulo terminaba con Robot 7-90 llorando sobre sus restos líquidos. Pero esa sustancia acaba siendo manipulada genéticamente para crear a Xev Bellringer, una mujer diferente y más ruda que interpretaría la voluptuosa actriz Xenia Seeberg. Sus exagerados atributos sexuales casaban bien con la acelerada libido del personaje y desde ese momento, Xev sentía unas irrefrenables ganas de tener sexo con todos los hombres del universo –excepto Stan, claro-.
La dinámica interpersonal de los protagonistas se complicaría y haría aún más bizarra con la inclusión en el reparto regular de Kai (Michael McManus), el último de los heroicos Brunnen-G, una raza de guerreros destruida por las fuerzas de Su Divina Sombra. Kai es, de todos los hombres del universo, el que más desea Xev. Es atractivo, mortal e indestructible. Por desgracia, sus poderes y osadía provienen del hecho de que fuera asesinado dos mil años atrás por Su Divina Sombra, siendo después reanimado para utilizarlo como asesino gracias a una sustancia, denominada proto-sangre, que necesita desesperadamente para sobrevivir. Kai acabaría cumpliendo la profecía que lo designaba como el ejecutor de Su Divina Sombra, pero por desgracia la escasez de proto-sangre le obligaba a permanecer la mayor parte del tiempo en un estado de animación suspendida a la espera de que Stanley y Xev lo despierten para que les saque de algún lío. Mientras tanto, en su condición de “muerto”, no tiene sentimientos ni emociones y, por tanto, no puede corresponder el “afecto” de Xev. La expresión impávida y monocorde tono de voz con que McManus interpretaba su personaje y recitaba sus frases es otra de las fuentes recurrentes de hilaridad en la serie. Paulatinamente, Kai sofoca sus instintos asesinos, aprende el significado de la compasión y se convierte en amigo de sus compañeros de aventuras. Cuando Xev, en su búsqueda del hombre perfecto, a punto está de causar la muerte de Kai, ella le pide perdón y él le contesta indulgente: “Sólo te ocupabas de tus necesidades”.
Por otra parte, Stanley respeta a Kai, ama a Xev e incluso trata de razonar con 7-90 aunque nunca pueda traspasar la barrera del sarcasmo del robot. Y Xev, en su búsqueda del perfecto hombre viril, acaba siendo víctima de perversas aventuras sadomasoquistas con alienígenas, ya sea una cuchilla balanceándose cada vez más cerca de su entrepierna en el mejor estilo Edgar Allan Poe o bien atenazada por hambrientas y sobonas lianas.
En uno de los episodios, Stanley es atraído por una hermosa mujer al interior de una nave espacial sólo para encontrarse con que ella no es sino “él”: un poco agraciado hombre con un disfraz que le obliga a desnudarse y chillar como un gorrino. El robot 7-90, escuchando los aterrorizados gritos porcinos de Stanley, se burla: “¡Después de todo, hay justicia en el mundo!” Ciertamente, a Stanley no le respeta nadie (“¿Qué clase de perdedor vuela en un insecto?” pregunta un modesto mecánico espacial en un capítulo), pero tampoco se lo merece: en una ocasión, por ejemplo, se permite rechazar a una agradable mujer sólo porque tiene poco pecho, prefiriendo babear sin esperanzas tras una cabeza hueca de formas rotundas.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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Excelente artículo amigo, a esta serie le tuve unas ganas enormes cuando salió. Luego intenté pescarla de distintas maneras siempre sin suerte. Ahora dudo que tenga el tiempo.
ResponderEliminarTe recomendaría que picaras tus artículos con subtítutlos y redondearas las ideas, por ejemplo una sección para hablar de la trama, otra sección para hablar de los personajes, y otra para comentar los efectos especiales (por poner un ejemplo).
Pienso también que Las imágenes se verían mejor si se vieran mas grandes, eso ayudaría a picar mas los textos y hacerle mas suave la lectura a los visitantes.
Finalmente comentarte que he creado un nuevo subreddit llamado "Frikis" en donde acabo de compartir tu genial artículo. Espero pases a darle un ojo.
Gracias por tu comentario. en cuanto a tus recomendaciones, el problema es que no siempre sigo un esquema fijo a la hora de comentar una obra y mezclo unas cosas con otras, por lo que dividir el análisis en secciones fijas no resultaría bien en muchas ocasiones. En cuanto a las fotos, depende bastante de su calidad. A veces la resolución no es buena y ampliar el tamaño sólo serviría para revelar el pixelado. Por otra parte -y de esto sí he ido haciendo pruebas- en muchos de los artículos ya señalo para las imágenes un tamaño "grande". Ampliarlo aún más llevaría a que los textos acabarían encajonados en los márgenes de las fotos y la lectura -repito, de acuerdo con las pruebas que he hecho- se haría bastante incómoda. En cualquier caso, gracias por molestarte en dejar tus observaciones y espero seguir leyéndote por aquí!! Un saludo
ResponderEliminarGracias por tu comentario. en cuanto a tus recomendaciones, el problema es que no siempre sigo un esquema fijo a la hora de comentar una obra y mezclo unas cosas con otras, por lo que dividir el análisis en secciones fijas no resultaría bien en muchas ocasiones. En cuanto a las fotos, depende bastante de su calidad. A veces la resolución no es buena y ampliar el tamaño sólo serviría para revelar el pixelado. Por otra parte -y de esto sí he ido haciendo pruebas- en muchos de los artículos ya señalo para las imágenes un tamaño "grande". Ampliarlo aún más llevaría a que los textos acabarían encajonados en los márgenes de las fotos y la lectura -repito, de acuerdo con las pruebas que he hecho- se haría bastante incómoda. En cualquier caso, gracias por molestarte en dejar tus observaciones y espero seguir leyéndote por aquí!! Un saludo
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