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sábado, 4 de mayo de 2013
2002-FIREFLY - SERENITY - Joss Whedon (1)
Si el espíritu americano pudiera asociarse a un paisaje, éste sería probablemente el Oeste. En la mitología americana, el Oeste representa un lugar de inmensos paisajes, cielos interminables y una moral clara y sencilla. Hay pocos grises en el mito del Oeste. Los buenos llevan sombreros blancos y los malos negros. Históricamente, el Oeste era un lugar al que cualquier hombre se podía dirigir para emprender un nuevo comienzo sin importar lo humildes que fueran sus orígenes. La tierra era barata, fértil y estaba ahí para ser reclamada. Este concepto aún sigue vivo aunque aquellos días –si alguna vez existieron- hace tiempo que terminaron. Cuando el historiador Frederick Jackson Turner propuso su “tesis de la frontera” en 1893, el público americano acogió con entusiasmo la idea. Dicha tesis afirma que los hombres podían ir al oeste y buscar su lugar en el mundo, pero debían hacerlo en un “lugar donde los ideales americanos de democracia, igualitarismo y confianza en sí mismos no sólo pudieran sino que debieran ponerse en práctica”. Por desgracia, expuso esa teoría tres años después de que el gobierno de su país declarara la frontera oficialmente cerrada.
Sin embargo, la idea de “la frontera” continuó unida a la cultura norteamericana durante los siguientes cincuenta años. Fue en ese periodo cuando nació el género cinematográfico del western en Hollywood. Ya no había Frontera, pero personalidades del mundo del cine como William S.Hart, John Wayne o John Ford, dieron forma a una nueva -e irreal- que alcanzó una difusión masiva en películas, televisión, revistas populares y libros. Con el tiempo surgió la corriente revisionista en virtud de la cual se introdujeron en el género temas sociales y humanos, especialmente la relación entre colonos y nativos. El western fue ampliando su catálogo temático y conceptual, incluyendo en él los cambiantes movimientos culturales.
No puede sorprender pues, que al comienzo de la Edad Espacial, escritores y cineastas desviaran sus ficciones a la nueva frontera que aguardaba en el cosmos. En 1966, el capitán Kirk afirmaba: “El Espacio, la última frontera” en su monólogo de apertura de “Star Trek” (1966-69). De hecho, Gene Roddenberry imaginó su proyecto como una “caravana hacia las estrellas”. La relación de la ciencia ficción con el western se estableció ya en épocas muy tempranas (ver la entrada “El hombre de vapor de las praderas” para ampliar este aspecto). En los setenta y ochenta, la fusión de ambos géneros fue explícita en películas como “Almas de Metal” (1973), “Atmósfera Cero” (1981) o “Regreso al Futuro III” (1985).
Y llegamos al otoño de 2002, cuando la Fox anunció el estreno de una nueva serie titulada “Firefly”, a la que definía como “un Western ambientado en el espacio”, creada por el “padre” de “Buffy Cazavampiros”, Joss Whedon. Éste halló su inspiración en la novela ganadora del Pulitzer “The Killer Angels” (de Michal Shaara), un relato sobre la batalla de Gettysburg. El heroísmo y los problemas a los que se tuvieron que enfrentar los protagonistas de aquella difícil época le fascinaron y decidió trasladar parte de aquel espíritu a un universo futurista.
A pesar de contar con catorce episodios rodados, “Firefly” sólo llegó a ver emitidos once antes de ser cancelada por la Fox. Entonces ¿qué distingue a esta serie de otras igualmente efímeras y que, en cambio, se desvanecieron sin que nadie se acuerde ya de ellas? La diferencia tiene un nombre: Joss Whedon. Su abuelo y su padre ya habían trabajado en programas cómicos televisivos y el propio Joss inició su carrera escribiendo para “Roseanne”. En el mundo del cine firmó los guiones de “Buffy Cazavampiros” (1992), “Toy Story” (1995), “Alien: Resurrección” (1997), “Titan A.E.” (2000) y “Atlantis: El Imperio Perdido” (2001). Pero su estatus de autor de culto vino de la mano de sus éxitos para la televisión con “Buffy Cazavampiros” (1997-2003) y su spin-off, “Angel” (1999-2004).
Para su nuevo proyecto, el guionista y productor desarrolló con cariño y solidez un nuevo universo que mezclaba la space opera con el western crepuscular, lo pobló de personajes creíbles y nos narró no sólo los problemas cotidianos de la tripulación de la nave que da título a la serie, sino que introdujo cuestiones y problemas con las que los lectores podían identificarse a pesar del entorno futurista. La tripulación estaba compuesta por personajes bien diferenciados, los diálogos eran excelentes, las historias se desarrollaban con fluidez a pesar de su complejidad y el entorno estaba magníficamente bien diseñado. En lugar de limitarse a tópicos propios de la ciencia ficción estadounidense, Whedon recogió elementos de diversas culturas del mundo y las fundió en un atractivo híbrido que sedujo a los fans.
“Firefly” esta ambientado en el año 2517. Los recursos de la Tierra han sido exprimidos hasta tal punto de que la Humanidad se ha visto obligada a expandirse por el espacio, terraformando planetas lejanos para hacerlos habitables. Más allá de éstos merodean los Reavers, una especie de horrendos zombies mutantes que se alimentan de carne humana y atacan a las naves indefensas. En el momento en el que comienza la serie, la sociedad acaba de salir de una guerra civil que enfrentó a la Alianza Sino-Americana de Planetas Centrales con aquellos mundos exteriores recién colonizados y que se negaban a someterse a un gobierno centralista de corte autoritario. Los “rebeldes”, apodados “Browncoats” sufrieron la derrota final en el valle de Serenity, entre ellos el capitán Malcolm Reynolds (Nathan Fillion), un desaliñado veterano muy en el estilo de Han Solo.
Tras la guerra, el desencantado y cínico Reynolds compra y equipa una destartalada nave de transporte de clase Firefly, a la que bautiza Serenity. Se convierte así en el líder de un estrafalario grupo de parias, siempre un paso por delante del omnipresente gobierno de la Alianza y dispuestos a realizar cualquier trabajo que puedan encontrar (legal o no) con tal de permanecer al margen de los mundos controlados por aquél. La tripulación consta de ocho miembros, entre los que se encuentran un predicador, un genio de la mecánica, un mercenario, una militar veterana, una prostituta de élite (denominada “compañera” en ese universo), un piloto, un doctor y su trastornada hermana.
Lo que situó a “Firefly” por encima de otras series de ciencia ficción fueron sus personajes, peculiares pero de espíritu romántico. Desde el comienzo queda claro que cada uno de los personajes tiene un pasado bien construido y una interesante historia que contar, se expresa y desenvuelve de forma diferente y coherente a lo largo de todos los episodios. Además, “Firefly” disfrutaba de unos guiones extraños, atrevidos y viscerales apoyados en poderosos diálogos, mezcla de bromas, pullas, tópicos de las viejas revistas pulp e insertos de chino mandarín.
Malcolm Reynolds, pícaro y arrogante, ejerce su liderazgo con un personal sentido del humor, al tiempo que soporta con orgullo la carga de ser un “Browncoat. Reniega del fascismo inherente a la política del gobierno de la Alianza , pero tampoco simpatiza con los criminales y malhechores con los que se ve obligado a tratar. Traficará con animales vivos, comida o medicinas, rapiñará los restos de naves siniestradas, incluso robará en bancos de la Alianza, todo con tal de conseguir que su nave continúe volando y su tripulación permanezca unida. Puede que perdiera la guerra, pero su militar sentido del honor permanece intacto y la preocupación por sus compañeros/subordinados será siempre su prioridad.
Wash (Alan Tudyk) es un piloto de primera, divertido y locuaz pero poco amigo de la acción violenta. Jayne (Adam Baldwin), en cambio, es un matón políticamente incorrecto, de alma mercenaria y traidora. Book (Ron Glass) es un sacerdote de pasado misterioso que actúa de conciencia de la tripulación y que durante su estancia en la Serenity se verá enfrentado a inquietantes desafíos éticos; Simon (Sean Maher) es un joven y brillante cirujano educado en la alta sociedad y que se encuentra perdido en el mundo de estafadores y contrabandistas al que ahora, en su calidad de fugitivo, pertenece por obligación.
Pero son los personajes femeninos los más interesantes y llenos de matices. La experiencia de Whedon en este aspecto era amplia, puesto que su anterior serie “Buffy Cazavampiros” (1997-2003) ya había demostrado la capacidad del productor para jugar con los estereotipos, haciendo que la tópica y aparentemente inocua rubia de instituto se convierta en azote de vampiros y demonios.
Históricamente y debido a las condiciones extremas en las que vivían, las mujeres de la frontera llevaban existencias difícilmente asimilables a comportamientos tradicionales o divisiones de roles según sexo. Whedon traslada esa pauta –que normalmente era suprimida en los westerns de ficción- a los personajes femeninos de “Firefly”, habitantes de un mundo en los márgenes de la civilización. Pero su acierto no se limita a la simple traslación, sino que adapta esos elementos a la sensibilidad del siglo XXI y le da a sus mujeres no solo una importancia equivalente a sus contrapartidas masculinas, sino una complejidad considerablemente superior.
Zoe (Gina Torres), por ejemplo, es la segunda al mando de Mal, su “compañera” en los momentos de acción. El papel de “compañero” del protagonista es un tópico del Oeste (desde el Pancho de Cisco Kid al Tonto del Llanero Solitario), pero que ese rol recaiga en una mujer es mucho menos frecuente; como también lo es que el “compañero” sea un luchador más competente que el “héroe”, caso de Zoe. Esta inversión de papeles –que aparece en bastantes episodios- da lugar a momentos cómicos, pero también define a los personajes: Mal queda a la sombra de la habilidad de Zoe cuando se trata de pelear, ya sea cuerpo a cuerpo o con armas, pero también en lo que se refiere a sentido común, lo que le resta estatura heroica y lo acerca al hombre corriente.
Pero Zoe es también la esposa de Wash, quien, a su vez, desempeña el tradicional rol femenino pacífico y de guardián del fuego doméstico esperando ansioso y preocupado a que su guerrera esposa regrese al hogar, en este caso la nave Serenity. Incluso en el ámbito de la sexualidad, Wash admite sin reparos la superioridad de Zoe.
Inara (Morena Baccarin) representa a la típica prostituta de tantos westerns; sin embargo, su adiestramiento, elegancia y conocimientos –además de que su profesión está altamente considerada en esa cultura- la sitúa por encima de sus compañeros, tanto masculinos como femeninos, aportándoles un grado de respetabilidad. Su posición exclusiva en “Firefly” le convierte en nexo de unión de dos mundos y plantear un misterio: ¿es leal a la Alianza a la que debe su estatus social y poder? ¿o es una fugitiva huyendo de algún secreto pecado? La serie es deliberadamente ambigua a este respecto, no aclarando nunca del todo por qué Inara ha decidido dirigirse a los márgenes de la civilización.
De cualquier modo, Inara nos permite visualizar el contraste entre el mundo en el que se mueve Malcolm Reynolds, dominado por el polvo, la precariedad y criminales de poca monta, y el ámbito de trabajo de ella, rebosante de glamour, lords aristócratas, bailes de gala y joyas. Ello nos muestra la decadencia del imperialismo de la Alianza y explica por qué aquellos hombres con algo de moral puedan preferir huir a los mundos exteriores en lugar de glorificar el elitismo imperialista.
La dulce pero firme personalidad de Inara está maravillosamente bien reflejada en la interpretación de Morena Baccarin. Inara ocupa un puesto muy especial en la nave, atrapada entre los estereotipos del Western y el papel de cortesana característico de la tradición asiática y cuyo mejor y más conocido ejemplo es el de la geisha. Puede parecer raro, pero esa mezcla tiene perfecto sentido en el contexto de “Firefly”, cuyo universo es una fusión de las culturas sajona y china (recordemos que la emigración China jugó un papel importante en la historia del Oeste americano). Inara viste al estilo oriental, con elegantes trajes largos de seda; sus aposentos tienen un estilo inspirado en esa cultura y su adiestramiento en el arte de satisfacer al cliente recuerda al de las geishas japonesas (tradición que, a su vez, llegó a la Tierra del Sol Naciente importada de China durante la dinastía Ming). Ese adiestramiento, según se nos muestra, incluye no sólo técnicas sexuales, sino rituales de hospitalidad, medicina, esgrima o tiro con arco.
Su refinamiento y conocimientos le confieren un elevado estatus social en el entorno de las élites. Pero la típica moralidad de frontera del capitán Reynolds, incapaz de captar las sutilezas de la cultura oriental y lastrada por el concepto judeo-cristiano del pecado y la culpa, no puede sino sentirse ofendida por su profesión, considerándola poco más que una prostituta. En cambio, Inara viene de una tradición más liberal en la que el sexo se celebra como una unión sagrada –de hecho, es ella quien elige a sus clientes y no al revés-. Esta disparidad de ideas entre Inara y Mal se extiende a la política puesto que ella apoyó durante la guerra al bando de la unificación. Y, con todo, la atracción entre ambos es evidente y la tensión sexual da lugar a escenas que oscilan entre lo cómico y lo dramático.
Kaylee (Jewel Staite) es otro personaje intrigante, una mezcla entre la osada pionera y le feminista del siglo XXI, que despierta una simpatía inmediata en el espectador. Su honestidad e inocencia primitiva pero también su capacidad de trabajo y su disposición a mancharse las manos cuando y cuanto sea necesario, podrían estar inspirados por la novela “La Casa de la Pradera” (1935) en la que su autora, Laura Ingalls Wilder, describe su propia vida como pionera en Kansas en el último tercio del siglo XIX; o las igualmente autobiográficas novelas de Willa Cather.
Pero, al mismo tiempo, bajo el inocente exterior de Kaylee anida una mujer sexualmente liberada, que no solo no se avergüenza sino que disfruta con desenvoltura de los placeres que puede ofrecer su cuerpo. Esto supone una desviación radical del tópico de la mujer pionera. Su honestidad sexual difícilmente tendría cabida en un episodio de “La Casa de la Pradera”. De nuevo, Whedon crea un personaje femenino que fusiona con éxito dos tradiciones aparentemente opuestas, la libertad sexual propia del feminismo y la inocencia femenina característica de la literatura romántica. Y aunque Kaylee es inocente y soñadora, ello no la convierte en ilusa. Tiene muy claro quién es y no se deja subyugar por los encantos masculinos ni aparece como objeto de deseo (aunque a veces lo desearía). Todo lo contrario, es ella la que intenta seducir –sin éxito- a su compañero el doctor Simon.
Y, finalmente, River Tam (Summer Glau), otro ejemplo de fusión de tópicos tradicionales y nuevas interpretaciones. River parece la típica chica de ciudad de clase alta, a la que todos deben proteger de los indios (papel que en el universo “Firefly” asumen los terroríficos Reavers que, como los indios, mutilan su propio cuerpo y el del adversario). Es este otro tópico del western. Recordemos “El Último Mohicano” (1826, James Fenimore Cooper), en el que las hermanas Alice y Cora son defendidas por Ojo de Halcón y sus compañeros nativos. El trastorno mental de River, producto de los experimentos que sobre su cerebro realizó la Alianza, potencia su aspecto vulnerable y frágil.
Sin embargo, esa chica perturbada y débil, esconde un secreto que, excepto a su hermano Simon, pasa desapercibido para todos a pesar de que Whedon ofrece destellos del mismo en la serie. Será en la subsiguiente película, “Serenity”, donde veremos florecer al personaje y descubriremos que en realidad no sólo es la más inteligente de todos ellos sino la luchadora más letal.
(Continúa en la siguiente entrada)
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Completísimo artículo ( a falta de leer la continuación ) de una serie estupenda y ya convertida en culto. Mis felicitaciones, Manuel. Seguro que muchos que no la conozcan no tardaran en lanzarse a verla en cuanto lean tu magnífica entrada. Y quién sabe igual algunos se conviertan en "browncoats".
ResponderEliminarEspero que pronto veamos la continuación de la entrada.
Saludos desde dentro del laberinto.
La continuación ya la tengo lista. Le subiré enseguida. Supongo que se nota que es una de mis series favoritas -y la de mucha gente-. teniendo en cuenta lo poco que duró, el material disponible en internet (incluso una "fireflypedia") es abrumador. Aunque creo que no se llegó a emitir en España, es imprescindible para todo amante de la ciencia ficción bien hecha.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo Antonio. Esa es precisamente su baza: sus personajes. Inolvidables. Es lo que te hace reponer la serie de vez en cuando. Un saludo
ResponderEliminarBrillante Artículo!
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