La nostalgia puede ser una buena forma de desconectar de las preocupaciones y desvelos cotidianos. Resulta reconfortante retroceder en el tiempo con la mente y rememorar los mejores momentos y experiencias de nuestra juventud a través de la música, la moda o el cine. Pues bien, precisamente eso, la nostalgia, es lo que pretende evocar “Pixels”, una versión moderna y –por desgracia- fallida de “Los Cazafantasmas” (1984) en clave de Ciencia Ficción, aunque sin el carisma ni el ingenio de aquélla.
En 1982, un adolescente de trece años, Sam
Brenner (Anthony Ippolito), participa en un prestigioso torneo de máquinas de
videojuegos; los resultados serán grabados y enviados a bordo de una sonda de
la NASA. Sam tiene un don especial para los videojuegos, pero en la final
pierde contra Eddie Plant (Andrew Bambridge) en el Donkey Kong, una derrota que
le marcará de por vida.
Tres décadas después, Sam (Adam Sandler) se ha
convertido en un fracasado que jamás hizo realidad sus sueños, trabajando en
cambio como apático técnico de instalación de electrodomésticos a domicilio. Un
día, acude a la casa de Violet Van Patten (Michelle Monaghan), cuyo esposo acaba
de abandonarla por una mujer más joven. La chispa que está empezando a surgir
entre ambos queda interrumpida cuando Sam recibe una llamada urgente de su
mejor amigo de la infancia, Will Cooper (Kevin James), ahora presidente de los Estados
Unidos y con el que ha mantenido el contacto desde sus años jóvenes. Resulta
que una base militar en Guam ha sido atacada por unos alienígenas invasores que
parecen hechos de luz y que fueron quienes recibieron aquella sonda ochentera
de la NASA que contenía los diseños de los videojuegos de la época. Sam
identifica los patrones de vuelo de sus naves, que imitan los del antiguo
videojuego Galaga.
Los altos mandos militares se burlan de él,
pero Sam demuestra tener razón cuando los extraterrestres atacan utilizando
otros patrones de antiguos videojuegos. Los altos mandos militares se burlan de
él… hasta que los alienígenas vuelven a atacar utilizando diseños extraídos de
otros videojuegos clásicos. Sam y Will se dan cuenta de que la única opción es
reunir a algunos de los antiguos colegas de los salones recreativos (Ludlow –Josh
Gad- experto en videojuegos y teorías de la conspiración; y Eddie –Peter Dinklage-,
campeón tramposo y actual ciberdelincuente) para librar la batalla que decidirá
el destino de la Tierra.
El origen de “Pixels” se encuentra en un corto
del mismo título del año 2010, dirigido por el francés Patrick Jean y que
mezclaba la animación y la acción real. En él, un puñado de videojuegos
clásicos escapaban de una vieja consola y sembraban el caos en la ciudad. Su único
atractivo reside en ver unos cuantos diseños muy familiares interactuar en el
mundo real, aunque una idea muy parecida ya se había presentado en la tercera
temporada de “Futurama”, concretamente en el segmento “Raiders of the Lost
Arcade” del decimoctavo episodio, “Antología de Interés II” (2002). El caso es
que el corto llamó la atención de la productora de Adam Sandler, Happy Madison,
que compró los derechos y puso a trabajar en ello a dos de sus guionistas
habituales, Timothy Dowling y Tim Herlihy, para expandir la historia hasta
convertirla en una película para cuya dirección llamó a Chris Columbus.
Columbus comenzó su carrera escribiendo
guiones para varias producciones de Steven Spielberg, como “Gremlins” (1984), “Los
Goonies” (1985) o “El Secreto de la Pirámide” (1985) antes de debutar como
realizador con la comedia adolescente “Aventuras en la Gran Ciudad” (1987).
Luego, obtendría éxito con comedias como “Sólo en Casa” (1990), “La Señora
Doubtfire” (1993) o “Nueve Meses” (1995). En este punto, Columbus empezó a
encargarse de adaptar propiedades intelectuales ajenas, como la sosa “El Hombre Bicentenario” (1999, a partir de una novela de Isaac Asimov) o las dos primeras
entregas de la saga de Harry Potter (“La Piedra Filosofal”, 2001; y “La Cámara
de los Secretos”, 2002), seguidas de “Percy Jackson y el Ladrón del Rayo”
(2010), sobre un adolescente que descubre su herencia como semidios griego. Las
películas de Columbus (al menos las que dirige, porque su labor como productor
abarca un espectro más amplio) son comedias familiares bastante convencionales que
se apoyan en recursos emocionales poco sofisticados, mientras que sus
incursiones en el cine de género suelen depender en exceso de los efectos
especiales descuidando el argumento y los personajes.
Para el espectador veterano que vivió su
infancia o adolescencia en los años 80, “Pixels” ofrece un baño de nostalgia,
desbloqueando los recuerdos de tantas horas pasadas en los salones recreativos.
La película evoca juegos de los que no había oído hablar en más de dos décadas.
Para quienes tenemos ya cierta edad, ver esos diseños cobrar vida en el mundo
real, supone una propuesta entrañable. Pero es que, además, es un film muy
ligado a esa década, incluyendo insertos de Madonna, Reagan, Hall & Oates, “La
Isla de la Fantasía” (1978-84), “Max Headroom” o incluso la película más
extravagante de John Hughes, "La Mujer Explosiva” (1985). El guion encaja
varias frases de
l protagonista criticando la era moderna de los videojuegos de
Xbox (a los que considera excesivamente violentos y alienantes desde el punto
de vista social), que ha eclipsado por completo la era de los salones
recreativos. Cabe preguntarse entonces a quién va dirigido "Pixels". Parece
evidente que Sandler y Columbus, quienes crecieron en esa época, se están
permitiendo aquí un capricho nostálgico, pero es poco probable que alguien
menor de cuarenta años entienda la mayoría de las referencias. Y ese no es precisamente el público objetivo
de una película que, estrenada en julio de 2015, aspira a ser un blockbuster
veraniego.
Por muy bienvenida que sea la nostalgia de vez
en cuando, "Pixels" ofrece poco más que un encadenamiento de guiños y
referencias a quienes conozcan la historia de la cultura popular. Tras un
primer acto razonablemente entretenido, lo único que tenemos es a Sandler y
compañía jugando al “Donkey Kong” en la vida real, criaturas pixeladas
sobrevolando la ciudad o edificios desapareciendo como un juego de Tetris. La
premisa, interesante de partida, acaba estirándose tanto que pierde frescura, eficacia
y coherencia interna, como cuando los protagonistas conducen unos Minis por las
calles de Nueva York como si fueran especialistas mientras persiguen o huyen de
un Pac Man gigante. Tampoco resulta demasiado emocionante verlos disparar rayos
a bloques pixelados.
Más allá de ser una suerte de “adaptación
cinematográfica” de videojuegos clásicos, el guion parece forzado al intentar
justificar todo lo que sucede. Funcionó bien como cortometraje de dos minutos
gracias a la originalidad de la idea, pero al extenderla a un formato de
película, el libreto se ve obligado a inventar explicaciones que resultan
absurdas… cuando siquiera se dan, porque la invasión es tan genérica que ni llegamos
a ver a los extraterrestres.
Otro punto negativo es la presencia de Adam
Sandler. Es cierto que el actor tiene su público incondicional y también que,
cuando quiere o se siente inspirado, puede actuar bien, como demostró en “Embriagado
de Amor” (2002) o “Diamantes en Bruto” (2019). Lo que ocurre es que, donde se
siente más cómodo y apreciado por sus fans es con su estilo flojo y superficial
con el que pretende dar la impresión de ser el tipo de más gracioso y guay de
cada escena en la que participa. Y nada de lo que hace aquí contribuye a
redimirlo a mis ojos. Son particularmente lamentables sus escenas “románticas”
con Michele Monaghan: no sólo sus diálogos están mal escritos, sino que ambos
carecen por completo de química.
Al menos, está arropado por un reparto (en el
que participan su amigo y frecuente colaborador Kevin James) que incluye a Josh
Gad y Peter Dinklage y que se esfuerza por insuflar algo de vida al material. Y
hay que admitir que, aunque en el cómputo global no consiguen compensar la
sosería de la mayoría de los gags, de vez en cuando consiguen arrancar alguna
carcajada, como la obsesión del personaje de Peter Dinklage con Serena Williams
o las dificultades de comunicación entre el presidente y su Almirante Porter (Brian
Cox) con sus homólogos británicos, la Primera Ministra (Fiona Shaw) y el oficial
del SAS Hill (Sean Bean).
“Pixels” es, en definitiva, una propuesta escasamente
original que, más allá de sus efectos especiales, espíritu nostálgico y algunos
momentos graciosos, adolece de personajes planos y un argumento que se centra
en el constante caos orquestado a un ritmo que pretende enmascarar sus inmensos
agujeros. Al menos, es una de las pocas películas de Sandler que pueden verse
sin rechinar los dientes. Mezclar la nostalgia por los videojuegos con el
género de desastres, tan popular en el cine actual, era un desafío, sí, pero "Pixels"
carece de la entidad y el ingenio suficientes como para estar a la altura.
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