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Para el segundo episodio, “El Órgano del Diablo” (1972), Roger Leloup cambia completamente el tono, estableciendo lo que en lo sucesivo va a ser la dinámica de la serie: alternar aventuras de ciencia ficción con thrillers de acción –un género muy popular en el cine de la época- con un componente tecnológico. Será, también, el primer viaje del trío protagonista a Alemania, un país que visitarán en episodios posteriores como “La Frontera de la Vida”. Y es que ya dijimos que Leloup había quedado fascinado en su niñez por las leyendas germanas y aquí se inventa una propia y la ambienta en una de las localizaciones más evocadoras de ese país: el Rhin y, concretamente, el tramo de su curso presidido por la roca de Lorelei, donde se desarrolla uno de los cuentos más trágicos del romanticismo alemán.
Yoko, Vic y Pol están realizando un documental sobre la región y viajan a bordo de uno de los barcos que descienden por el río. Una atractiva muchacha de aspecto cariacontecido a la que Pol está sacando una foto cae al agua. Tras el rescate, Yoko se da cuenta de que está drogada y la foto de Pol revela que fue empujada por un desconocido. Ingrid, que es su nombre, les cuenta que es una organista de prestigio y que se dirige a la casa de su padre, fabricante de órganos, en el pueblo ribereño de San Goar, y que recientemente ha aparecido muerto, presuntamente por suicidio. Antes de morir, sin embargo, le envió un mensaje urgiéndola a recoger en su casa una información importante. Yoko decide ayudarla pensando que la joven se halla en peligro.
Y así es. Tras sobrevivir a un intento de asesinato por parte de un intruso que consigue llevarse una cinta con el importante mensaje que el padre de Ingrid le dejó, encuentran enterrado en el jardín un enorme tubo de órgano cuyo sonido es tal que provoca la rotura de un muro cercano. Siguiendo pistas y hablando con gente implicada en el misterio, se enteran no sólo de que el artesano fue asesinado, sino que estaba tratando de construir un gigantesco instrumento a imagen y semejanza de un legendario Órgano del Diablo. Pero, ¿quién se lo encargó? ¿Tuvo tiempo de finalizarlo antes de morir? ¿Y por qué lo mataron? La investigación del caso situará a los cuatro en una situación de gran peligro.
“El Órgano del Diablo” es un misterio policiaco bien planteado, con pizcas de humor y varias escenas que serían bastante terroríficas de no estar retratadas con el dibujo luminoso de Leloup, poco adecuado para el género del terror. Esa carencia la compensa con un buen sentido narrativo y su ya esperable precisión técnica para construir un comic más emocionante que grotesco. En esta ocasión, el dibujante se enfrentó al desafío, no de imaginar escenarios futuristas como en el álbum anterior, sino de trasladar fielmente a las viñetas la realidad de un paraje auténtico. Haciendo uso de una profusa documentación gráfica, Leloup dibuja con extraordinario detalle los pintorescos paisajes reibreños del Rhin y los barcos que lo surcan así como las calles, castillos y casas centenarios del pueblo de San Goar.
En cuanto a los personajes, están mejor definidos y proporcionados que en el álbum anterior, aunque Paul conserva todavía cierto aire caricaturesco. Esta será la última vez que veremos a Yoko llevando el vestido rojo y negro y las botas de go-go, algo que amenazaba con convertirse en una especie de uniforme poco verosímil (aquí, por ejemplo, se la muestra trepando por un escarpado peñasco con las mencionadas botas de tacón). Empezando ya en este álbum, Leloup irá probando diferentes atuendos de diversos estilos, aportando un grado extra de realismo a la serie. Por otra parte, los héroes visten con colores más luminosos y llamativos mientras que los villanos lo hacen –no podía ser de otra forma- de oscuro y los secundarios con tonos neutrales. Esto ayuda inmediatamente a identificar quién milita en qué bando moral, claro, pero también a distinguir a los héroes en una escena callejera con múltiples figurantes.
Como elementos quizá un poco chirriantes podemos mencionar el sesgo algo autoritario, incluso agresivo, que exhibe Yoko en ciertas ocasiones. Tanto, de hecho, que es la primera vez –y, afortunadamente la última- que la vemos amenazar directamente a alguien con un arma (una actitud que quizá podríamos justificar por la maldad del villano, uno de los más malévolos que la heroína tendrá que derrotar a lo largo de su extensa trayectoria). Por otra parte, ciertos detalles tecnológicos importantes para la trama resultarán chocantes, como las cintas y grabadoras magnetofónicas o los voluminosos equipos de vídeo, auténticas reliquias analógicas para las generaciones más jóvenes de lectores, aunque no tan lejanas en nuestro pasado.
“La Forja de Vulcano” (1973) vuelve a la CF retomando el hilo de lo ya narrado en el primer álbum. Al término de aquél, Khâny le entregaba a Yoko una esfera de composición desconocida que se volvería opaca cuando los vineanos hubieran podido adaptarse biológicamente a vivir en la superficie y estuvieran dispuestos para revelarse a la Humanidad. Pero he aquí que la esfera no solo no se vuelve opaca, sino que empieza a brillar y genera un intenso campo magnético alrededor. Y ese fenómeno coincide con la noticia de que en una plataforma petrolífera en la costa de Martinica han hallado un material vítreo desconocido en la Tierra pero con las mismas características que la esfera de Yoko. Creyendo que los dos sucesos están conectados con los vineanos, Yoko convence a Vic y Pol para viajar hasta la isla caribeña y tratar de averiguar lo que ocurre.
Cuando llegan a su destino, se encuentran con una situación complicada. Por algún motivo inexplicable, la plataforma está rodeada de enormes olas que ponen en peligro su estructura; y un extraño vehículo ha quedado atrapado en uno de los pilones con un tripulante en su interior. Yoko se las arregla para que los responsables de la compañía les trasladen a la plataforma y rescatar al que resulta ser un vineano. No tarda en emerger del mar una nave vineana a bordo de la cual viaja Khâny, quien urge a Yoko, Vic y Pol a ir con ella hasta las profundidades en las que mora su pueblo.
La amenaza a la que tienen que hacer frente los protagonistas es de mayores dimensiones que las dos anteriores que habían vivido. Los vineanos, preparados ya para establecerse en la superficie, son conscientes de que ningún pueblo de la Tierra les cederá espacio de su propio territorio, así que han emprendido un proyecto de dimensiones titánicas: a través de una extensa y compleja red de conducciones e instalaciones, canalizan magma hacia un volcán submarino extinguido del Caribe para luego solidificarla al contacto con el mar y crear así una nueva tierra emergida en la que establecerse. Pero las perforadoras de la plataforma petrolífera rompieron un tubo de refrigeración y, como consecuencia, uno de los conductos por los que circula el magma se rompe y éste se derrama cerca de un depósito de gas. Cuando una y otro entren en contacto, se producirá una explosión cataclísmica, desatando un tsunami que arrasará Martinica e incluso podría reactivarse el volcán extinto de la isla.
Yoko y Khâny empiezan por tanto una carrera contra reloj para impedir la catástrofe (Vic y Pol se quedan junto a una sosias vineana de la japoesa para despistar a las fuerzas de seguridad). Y la presión es doble, porque la facción más belicosa de los vineanos, con Karpan al frente (recuperado de sus heridas del primer álbum), está dispuesta a utilizar este desastre como primer golpe en una guerra exterminadora contra la especie humana –que no es rival para la tecnología vineana- para luego reclamar la totalidad de la superficie.
Como puede deducirse del argumento, “La Forja de Vulcano” tiene una intensa carga dramática. Lo que está en juego ya no es la vida de los protagonistas (“El Trío de lo Extraño”) o la riqueza de un potentado (“El Órgano del Diablo”) sino el mismo destino de la Humanidad. A pesar de ello, Leloup aún encuentra al comienzo de la historia ocasiones para introducir algún destello humorístico. En relación con esto, queda claro que Leloup reformuló el diseño de Pol, alineando sus rasgos faciales con los del resto del reparto. Alguien, el editor o el propio autor, decidió que el aspecto caricaturesco de Pol era demasiado marcado y que sus tropiezos puntuales eran suficiente para aportar alivio cómico.
Por supuesto, Yoko, aquí más protagonista todavía que en los álbumes anteriores, está a la altura del desafío y gracias a su inteligencia, humanidad y buena forma física, conseguirá conjurar el peligro. Ella y Khâny protagonizan algunas escenas de acción verdaderamente emocionantes y visualmente muy espectaculares, en entornos en los que se mezcla la sofisticada tecnología vineana con la grandiosidad de los paisajes subterráneos. Logros que compensan hasta cierto punto la relativa rigidez anatómica y limitada expresividad de los personajes. Este aspecto siempre fue uno de los talones de Aquiles de la serie. El colosalismo de las máquinas y estructuras alienígenas, el detalle con el que retrataba Leloup la tecnología y los entornos –ya fueran reales o imaginarios, terrícolas o extraterrestres- empequeñece a los personajes que, además y como acabo de apuntar, no transmiten emotividad con sus rostros o cuerpos. Esta frialdad en el dibujo y la tosca caracterización siempre ha impedido que muchos lectores conecten con la serie.
Desde luego lo más llamativo de la aventura es el largo tour subterráneo que, guiados por Khâny, acometen los protagonistas, escenas que Leloup utiliza para avanzar más en la construcción de ese asombroso mundo subterráneo que había empezado a verse en “El Trío de lo Extraño”. Tal es la atención que vierte el autor en la ingeniería y tecnología de la civilización vineana que bien podría pensarse que no habría tenido inconveniente en focalizar toda la serie únicamente en la ciencia ficción. Incluso viste a Yoko con el atuendo vineano y saca de la trama a Vic y Pol durante bastante tiempo. Posiblemente, Leloup era consciente –o así se lo hicieron ver desde Dupuis- que el público de “Spirou” podía encontrar difícil de digerir a la larga una serie de CF dura, así que, como ya apunté, fue alternando los thrillers y las aventuras con la CF. De algún modo, es como si estuviera trabajando en dos series diferentes.
Por otra parte, los vineanos eran una excusa perfecta para generar aventuras y Leloup los utilizaría con frecuencia a lo largo de la treintena de álbumes que ya acumula la colección. Al final de este episodio, Khâny revela a Yoko que su pueblo no permanecerá en la Tierra y que volverá a Vinea para comprobar si es habitable tras el desastre que se abatió sobre él milenios atrás. Semejante cambio de planes puede parecer algo injustificado e incluso incoherente habida cuenta de los inmensos esfuerzos y el tiempo que los vineanos habían dedicado a crearse un territorio y una vida en la Tierra, pero probablemente fue la mejor salida que encontró Leloup para ellos. Su exposición a la especie humana habría dado lugar a una dinámica muy diferente a la que él buscaba, ya que necesariamente habría de pasar por detallar el impacto sobre nuestra civilización de ese súbito contacto con una cultura alienígena, las derivadas políticas, los inevitables conflictos… Demasiado ambicioso y complejo para un autor de la escuela clásica que se sentía más cómodo en aventuras autoconclusivas con una estructura convencional. Por no hablar de que la editorial, Dupuis, tampoco hubiera estado dispuesta a elevar el listón de esa manera, temerosa de ahuyentar a un público infantil-juvenil. Así que la mejor opción era la de devolvería los vineanos a su planeta pero manteniendo vivo un vínculo con los protagonistas que facilitara ulteriores reuniones.
Otro álbum, en fin, con un argumento bien medido y minuciosamente dibujado, dinámico y con un acertado sentido de la épica en el que se mezcla la ciencia, el thriller y la aventura más clásica. Y aunque los héroes estén cortados por un patrón algo vetusto (sin vida privada ni emociones conflictivas, moralmente intachables, nobles y generosos), “La Forja de Vulcano”, en general, ha envejecido mejor de lo que cabría esperar habida cuenta su edad.
(Continúa en la siguiente entrada)
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