Todos los años, en lo que a Ciencia Ficción cinematográfica se refiere, parecen coincidir al menos dos películas de peso sobre el mismo tema. En el año 2000 ese tema fue el planeta Marte. Así, en un corto periodo de tiempo se sucedieron “Misión A Marte” (2000), “Rescate en Marte” (1999, directamente a video) y la que ahora nos ocupa, “Planeta Rojo” (por no mencionar la retrasada “Fantasmas de Marte”, 2001, de James Carpenter; o el rumor de que James Cameron estaba preparando un proyecto similar).
Por desgracia, esa “moda marciana” que parecía estar floreciendo se marchitó rápidamente cuando “Planeta Rojo” sólo consiguió recaudar mundialmente 33 millones de dólares sobre un presupuesto de 120 (marketing incluido). Es más, desde ese momento, los estudios se mostraron reacios a incluir el nombre “Marte” en títulos de películas pensando que sería veneno para la taquilla (de hecho, cuando hubo que promocionar “John Carter” (2012), basado en el personaje de Edgar Rice Burroughs, se eliminó del título cualquier referencia al planeta rojo).
A comienzos del siglo XXI, la humanidad empezó a enviar sondas automáticas a Marte para esparcir algas con las que crear oxígeno y, eventualmente, una atmósfera respirable para el hombre. El propósito de tal proyecto era enviar colonos y aliviar la presión sobre un planeta Tierra que rápidamente se estaba convirtiendo en inhabitable bajo el peso de la superpoblación y la contaminación. Sin embargo, se detectó que, por alguna razón desconocida, las algas habían desaparecido y en 2056, se prepara una misión tripulada, la Mars 1, para investigar el fenómeno.
Una vez situada en órbita de Marte, la nave es golpeada por una tormenta solar y todos los tripulantes excepto la comandante Bowman (Carrie-Ann Moss) se ven obligados a abandonar el transporte y aterrizar en el planeta. Una vez allí, con sus reservas de oxígeno llegando al límite, descubren que, inexplicablemente, pueden respirar. Por algún motivo, el planeta cuenta ahora con una atmósfera; tenue, pero suficiente para sobrevivir. Mientras Bowman trata desesperadamente de poner en servicio la Mars, el grupo de superficie se enfrenta a varios problemas graves. Uno de ellos muere asesinado por un compañero que resulta ser psicológicamente más inestable de lo que nadie suponía; un robot de exploración se bloquea en su antiguo modo militar y empieza a acecharlos; y deben encontrar la forma de sobrevivir al clima marciano mientras dan con un medio de regresar a la Mars 1 antes de que ésta agote el poco combustible que le queda y tenga que regresar a la Tierra abandonándolos a su suerte.
Tanto “Planeta Rojo” como “Misión a Marte” ofrecían múltiples coincidencias en sus respectivas premisas y tramas. En ambas encontramos una expedición tripulada a Marte con el objetivo de investigar algo que ha ido mal con la anterior misión; y tras alcanzar la órbita marciana, la nave es dañada por una erupción solar; la tripulación consigue llegar a la superficie, donde encuentran una forma de vida nativa, algo que tiene una importancia trascendental en el avance de nuestros conocimientos sobre el origen y la naturaleza de la vida. En un sentido más amplio, podría decirse que el 2000 no fue solo el año de Marte en el cine de CF sino el de las películas de supervivencia en un planeta extraterrestre, con “Pitch Black” (2000) incluido en ese grupo. En todas ellas intervienen grupos de individuos atrapados en planetas desérticos y hostiles. Además, “Planeta Rojo” y “Pitch Black” compartieron localización en el paraje minero del desierto australiano Coober Pedy; y los protagonistas de ambas tenían que realizar una peligrosa caminata acosados por criaturas letales.
A mucha gente le disgustó la banal conclusión de “Misión a Marte” por tratar de emular –infructuosamente- las aspiraciones trascendentales de “2001: Una Odisea del Espacio” (1968). Pero dejando aparte eso, es una película de ciencia ficción “dura” bien realizada aun cuando no sea el género en el que su director, Brian de Palma, se desenvolvía mejor. “Planeta Rojo” sigue una línea similar, tratando de reflejar fielmente los fenómenos propios de la gravedad cero o la mecánica del viaje interplanetario (hay un gag casual sobre orinar en baja gravedad que demuestra que los guionistas han hecho su trabajo de documentación). El rodaje en los desiertos australianos aporta a la película un entorno marciano verosímil. Por supuesto, pueden encontrarse en la historia errores de carácter científico; por ejemplo, la dispersión de las algas y un periodo tan corto como 25 años no habría podido generar una atmósfera cerca de la superficie; e incluso asumiendo que ello fuera posible, habida cuenta de la ligereza de esa capa de aire y la lejanía respecto al Sol, las condiciones serían parecidas a las de la Antártida en un mal día en lugar de las relativamente benignas que se nos presentan. Así y todo, la película tiene una sobresaliente factura visual y ofrece algunas secuencias muy emocionantes, como la que transcurre en el interior de la nave mientras Bowman trata de apagar el fuego; o el emocionante rescate de su compañero Gallagher (Val Kilmer).
Los auténticos fallos de “Planeta Rojo” los encontramos en los mismos puntos que en “Misión A Marte”. Ninguna de las dos películas considera que el quedar náufragos en Marte sea suficiente para sostener una buena historia (como sí demostraría Ridley Scott años más tarde con “El Marciano”, 2015), y se sienten obligadas a añadir otros elementos para engordarla: en “Misión a Marte” era el contacto alienígena; en “Planeta Rojo” el robot asesino, los insectos marcianos y el tripulante homicida. Y en ambos casos, cuando se estira el guion para acomodar todo eso, acaba cayendo en los tópicos.
“Misión a Marte” utiliza los clichés sobre trascendentalismo vía contacto alienígena en la línea de “2001: Una Odisea del Espacio” o “Encuentros en la Tercera Fase” (1977); mientras que “Planeta Rojo” recicla el tema del robot loco (aunque al menos evitaba humanizarlo y en lugar de un androide se diseñó algo parecido a lo que se había visto en “Hardware, Programado para Matar”, 1990; o “Máquina Letal”, 1994). Ciertamente, el robot está muy bien construido y es impresionante en acción, pero a la postre, estas subtramas no están bien desarrolladas: la idea de un robot militar reciclado cuyo programa asesino no haya sido borrado parece improbable; y el asunto del tripulante homicida parece algo apresurado e indebidamente justificado, no llegándose nunca a explorar adecuadamente sus remordimientos o las sospechas de sus compañeros.
Y, también como en “Misión A Marte”, uno de los mayores problemas con “Planeta Rojo” es el final. El guion es frustrantemente vago respecto a la forma en que los insectos aparecieron en el planeta. Es biológicamente imposible incluso para una célula individual -no digamos ya organismos complejos- evolucionar en un marco temporal de treinta años. Es algo que un guion que quiere aspirar a ciencia ficción dura debería haber tenido en cuenta. En vez de eso, el film evita dar una verdadera explicación y opta por una vaga espiritualidad que parece sacada de un libro de autoayuda. El único propósito de incluir al personaje de Chantilas (Terence Stamp) es el de exponer la necesidad de conservar la fe y argumentar que hay cosas que la ciencia no puede explicar. Al final, en lo que se refiere al origen de los bichos marcianos, la película opta por encogerse de hombros y cerrar el misterio con la manida frase “Los caminos del Señor son inescrutables”. A mi modo de ver, esto constituye un considerable tropiezo intelectual. “Planeta Rojo” hace un buen trabajo a la hora de recrear un Marte plausible y una expedición científicamente creíble, pero no sabe conformarse con encontrar un inexplorado planeta desolado y recurre a la reconfortante idea de un universo acogedor y supervisado por una autoridad incognoscible, un universo en el que la vida no es tan sólo producto de la recombinación molecular aleatoria sino que cumple un papel dentro de un plan mayor.
El otro gran problema de la película es la escasa caracterización de los personajes. El guion prefiere centrarse en los efectos especiales y el encadenamiento de situaciones de suspense (la avería de la nave, el aterrizaje, el agotamiento del oxígeno, la muerte temprana de dos de los tripulantes, la tormenta, el acecho del robot asesino, los insectos marcianos) en lugar de trabajar la caracterización. Así, tenemos unos personajes planos con los que el espectador tiene complicado identificarse. La apatía y resignación con la que los astronautas aceptan su destino no resulta creíble independientemente de que sean profesionales altamente cualificados. Deberían estar aterrorizados ante la certeza de morir asfixiados o congelados en un lugar alejado de todo lo que conocen y de todos a quien quieren. En cambio, afrontan la situación con un estoicismo pragmático que quizá derive de la propia experiencia personal como Navy Seal de uno de los guionistas, Chuck Pfarrer, pero que en términos dramáticos hace poco por transmitir tensión y emoción al espectador. Al fin y al cabo, si los personajes parecen tan indiferentes hacia lo que va a ser de ellos, ¿por qué iba entonces a importarle al público? Ni siquiera la banda sonora del habitualmente eficiente Graeme Revell puede compensar esa apatía emocional.
Carrie-Ann Moss (recién salida del éxito de “Matrix”) es una actriz inexpresiva a más no poder, de mirada y ademanes fríos. Tampoco Val Kilmer resulta estar muy fino aquí, ni como ingeniero de talento, ni como héroe de acción ni como pícaro interés romántico (aunque sí fue fiel a su reputación de camorrista, enemistándose con Tom Sizemore hasta tal punto que ambos se negaron a participar juntos en las escenas que compartían, habiendo de utilizar a dobles y forzar los planos). Terence Stamp y Tom Sizemore, excelentes actores los dos, no tienen papeles con los que lucirse y los dos miembros restantes del reparto, Benjamin Bratt y Simon Baker son básicamente rellenos. Todo el guión se concentra en la misión y los personajes no se presentan adecuadamente, nada se nos dice de su historia, su entorno o sus familias, aquello que podría arrojar una pista sobre sus motivaciones o personalidades. Es como si toda esa parte se hubiera quedado en la sala de edición, una sensación que viene reforzada por la inclusión de breves e insuficientes flashbacks que desarrollan escenas centradas en las relaciones entre los astronautas durante el viaje a Marte.
Los pobres resultados en taquilla de “Planeta Rojo” condenaron a su director, el sudafricano Antony Hoffman, al exilio cinematográfico. Tras una notable trayectoria como periodista cubriendo las revueltas apartheid y rodar anuncios televisivos ganadores de premios, esta película de CF, su debut en la industria, fue también la que lo apartó definitivamente de la misma, ignoro si por decisión propia o por quedar injustamente marginado como un fracasado. Lo mismo pasó con el guionista Chuck Pfarrer, siendo esta su última película (había escrito antes otras como “Virus” o “Barbwire”, demasiados fracasos para sostener su carrera).
Y es una lástima porque, como ya he apuntado, en el apartado visual es una película muy lograda. Al frente de la fotografía encontramos a un colaborador habitual de David Cronenberg, Peter Suschitzky (que también había dirigido la fotografía de “El Imperio Contraataca”), que sabe aportar una belleza sobresaliente a “Planeta Rojo” ayudado por los paisajes naturales de Australia, el diseño de producción de Owen Paterson (“Matrix”, “V de Vendetta”, Capitán América: Civil War”) con estilo futurista inspirado parcialmente en la estética de la ciencia ficción de los cincuenta, y unos efectos especiales generados por ordenador bastante competentes para la época aun cuando hoy resulten evidentes en algunos momentos..
Dejando aparte su estética y aunque no hay nada rematadamente malo en “Planeta Rojo”, tampoco lo hay digno de encomio. Es una película que quizá no mereció el fracaso tan estrepitoso que tuvo (hay títulos infinitamente peores que inexplicablemente consiguen salvar los muebles en taquilla) y que puede verse como entretenimiento ligero pero que no deja poso y se olvida tan pronto como termina.
Es una peli que disfruto mucho, eso creo que es un punto a favor, pero es cierto gran parte de lo que analizar en tu crítica.
ResponderEliminarUn saludo