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lunes, 27 de mayo de 2019
2002- ELPLANETA DEL TESORO – Ron Clements y John Musker
La relación de Disney con la ciencia ficción nunca ha sido particularmente notable. Quizá sus únicas películas verdaderamente destacables en el género fueron “20.000 Leguas de Viaje Submarino” (1954), “Un Sabio en las Nubes” (1961) y “Tron” (1982). La mayoría de las veces que Disney ha prestado atención a la CF han dado como resultado comedias juveniles como “Piloto a la Luna” (1962), “Mi Cerebro es Electrónico” (1969) o “La Montaña Embrujada” (1975). Sus intentos para competir en la era de las grandes superproducciones que siguió a “Star Wars” fueron fracasos embarazosos como “El Abismo Negro” (1979) o la propuesta versión en clave de CF de “Blancanieves y los Siete Enanitos”, afortunadamente nunca rodada y donde los enanos serían sustituidos por robots.
A comienzos del siglo XXI, Disney empezó a experimentar en el género utilizando la animación: “Atlantis” (2001), “Lilo y Stich” (2002), “Descubriendo a los Robinsons” (2007) o esa extraña mezcla de animales parlantes e invasiones alienígenas que fue “Chicken Little” (2005). Todas ellas fueron recibidas de forma tibia y la taquilla no respondió como se esperaba. Lo mismo ocurrió con “El Planeta del Tesoro”, que apenas recaudó una cuarta parte del presupuesto invertido.
En el planeta Montresor, el joven Jim Hawkins ha crecido soñando con la leyenda del fabuloso tesoro escondido por el capitán pirata Flynn en un planeta desconocido. En la adolescencia y afectado por el abandono de su padre, se ha convertido en un muchacho conflictivo que apenas ayuda a su madre a llevar una posada. Un día, rescata al alienígena Billy Bones, malherido tras estrellarse su nave cerca de su taberna y, antes de morir, le da una grabación holográfica que resulta ser el mapa que indica cómo llegar al no tan legendario planeta. Tan cautivado como Jim está el erudito doctor Doppler, amigo de la familia, que fleta una nave y contrata para comandarla a la capitana Amelia con la misión de llegar hasta ese mundo.
Al iniciar la travesía por el espacio, a Jim se le asigna el puesto de grumete ayudante del cocinero, el ciborg Long John Silver, a quien aprende a apreciar como la figura paterna que nunca tuvo. Lo que Jim no sabe es que Silver se las ha arreglado para que toda la tripulación esté compuesta de piratas como él y está dispuesto a organizar un motín en cuanto se aviste el planeta del tesoro.
Da la impresión de que Disney considera a la ciencia ficción como poco más que material infantil, que basta con coger otras historias encuadradas en otros géneros y añadirles robots y alienígenas para que todo funcione. “El Planeta del Tesoro” es una traslación casi literal de la novela de Robert Louis Stevenson “La Isla del Tesoro” (1883)…con robots y alienígenas. Y eso es todo. La situación recuerda mucho a lo que ocurrió a comienzos de la década de los ochenta del pasado siglo, cuando “Star Wars” dio la gran campanada y todo el mundo se lanzó a hacer películas de ciencia ficción a menudo sin tener mucha idea de cómo hacerlo, recurriendo a trasplantar westerns o historias bélicas a escenarios espaciales. De hecho, el libro de Stevenson ya había sido reconvertido anteriormente en clave de space opera en la miniserie televisiva italiana “La Isla del Tesoro en el Espacio Exterior” (1991). La propia Disney ha mostrado su predilección por el clásico relato de aventuras: en 1950 produjo una versión de acción real y más adelante coprodujo “Los Teleñecos en la Isla del Tesoro” (1996), con las famosas marionetas encarnando los diversos personajes.
“El Planeta del Tesoro” no se esfuerza mucho más allá de replicar los principales hitos y personajes de la novela que le sirve de base, adaptándolos a la imaginería de la ciencia ficción: Silver, en lugar de una muleta tiene un brazo ciborg con más gadgets que una navaja suiza y en vez de un loro un pequeño alienígena multiforme; el náufrago demente Ben Gunn es ahora un robot de programación y comportamiento erráticos; y el mapa del tesoro es un holograma. Al mismo tiempo, se integran los elementos propios de las aventuras de piratas en el espacio exterior (algo que ya habían hecho para Marvel Bill Mantlo y Jackson Guice en la novela gráfica y subsiguiente colección “Piratas del Espacio”): así, las naves son similares a antiguos navíos pero dotadas de velas solares con capacidades warp, aunque se siguen manejando con cordajes tradicionales; la tripulación va vestida al estilo clásico pero sus mosquetes y pistolas son en realidad armas laser. La intención declarada de los directores fue integrar un 70% de futurismo y un 30% del siglo XVII, una especie de pre-steampunk podríamos decir.
Esta mezcla heterogénea de estilos y épocas puede o no convencer según el gusto del espectador. Los diseños son magníficos y algunas de las escenas de vuelo son verdaderamente espectaculares, pero lo que está claro es que no hay la más mínima verosimilitud en todo ello. Los codirectores, John Musker y Ron Clemens, que escribieron además la historia ayudados por Rob Edwards, hicieron poca o ninguna investigación científica, ni siquiera a un nivel básico. Las naves se han diseñado como barcos de vela y están expuestas al vacío, aunque nadie parece tener ningún problema con ello, ni siquiera cuando salen de ellas a bordo de pequeños botes. En una escena, la nave es afectada por la explosión de una supernova, que consiste en poco más que un montón de escombros llameantes (el héroe incluso surfea por el exterior de la nave durante la explosión), cuando en realidad un evento cósmico de esas dimensiones dejaría a la más potente bomba atómica reducida a poco menos que una velita, incinerando absolutamente todo a su paso. La tripulación alienígena no es más que un grupo de matones desagradables sin que la historia haga el más mínimo esfuerzo por diferenciarlos o explorar sus respectivas culturas. En este sentido, “El Planeta del Tesoro” es una película que sólo se aproxima superficialmente a la ciencia ficción sin entender nada de su profundidad conceptual.
Ron Clements y John Musker habían firmado anteriormente películas notables como “Basil el ratón Superdetective” (1986) o “La Sirenita” (1989). Ya en los noventa, se encargaron de algunos de los films más irritantes de la etapa moderna de Disney, como “Aladín” (1992) o “Hércules” (1997). En ellos, los directores subvertían el espíritu de las historias adoptando una actitud forzadamente moderna y permitiendo que los coloquialismos y referencias a la cultura popular del momento se apoderaran de la narración. En su favor hay que decir que todos esos molestos y chirriantes elementos se mantienen a un mínimo en “El Planeta del Tesoro” (excepto una frase que es un guiño a “Star Trek”: “Soy astrónomo Jim, no un doctor”), una película que se toma a sí mismo bastante en serio y nunca excede los límites de su propia verosimilitud, como sí sucedía en “Aladín” o “Hércules”. Posteriormente, Musker y Clements se encargarían de “Tiana y el Sapo” (2009) y “Vaiana” (2016).
El apartado de animación también presenta sus problemas. Se utilizó una técnica que superponía animación manual 2D sobre fondos digitales 3D, lo que le daba a la película un aspecto diferente que, sin embargo, no estaba exento de incoherencias visuales. De esta forma, tenemos algunos momentos espectaculares que verdaderamente despiertan el sentido de lo maravilloso, como ese plano detallado que va aproximándose a la luna para revelar que en realidad es un espaciopuerto, realizando luego un travelling sobre su superficie; o los brillos 3D que recorren las velas solares; junto a otros, quizá demasiados, en los que el resultado es más irregular y se nota en exceso la diferencia entre una técnica y otra. Sin duda fue un intento honesto de innovar en el campo de la animación, pero hoy ha envejecido mal, como si fuera una tentativa demasiada temprana por utilizar los nuevos avances digitales a comienzos del nuevo siglo. Por otra parte, existen otras películas, anteriores y posteriores, que ofrecieron mejor animación tanto tradicional como digital.
Algo parecido ocurre con la música. El score de James Newton Howard funciona perfectamente. Como el que compuso para otra película de animación de Disney relacionada con la CF, “Atlantis”, tiene un tono épico en los momentos de acción y es sutil en los dominados por las emociones, sabe cuándo hacer que la música llegue al espectador y cuándo dejar que permanezca en el fondo. Pero la elección de insertar música pop moderna en ciertos pasajes lastra a la película como producto de su tiempo. Ciertamente, a comienzos de los noventa las producciones de Disney utilizaron músicos pop en algunas de sus películas, pero mientras que, por ejemplo, el Elton John de “El Rey León” tenía un sonido atemporal, “El Planeta del Tesoro” viene aderezado con música muy apegada a su momento y sin el espíritu de perdurar en el tiempo. La inserción de un par de temas de Johnny Rzeznik (miembro de los Goo Goo Dolls) interrumpe la narración para crear una suerte de pequeños y excesivamente sentimentales videoclips que parecen extraídos de la VH1. Esto podría ser aceptable para un estudio de animación que no fuera Disney, pero en su caso y respetando su extenso legado, deberían haber optado por una música que pudieran seguir disfrutando las generaciones venideras.
A pesar de estrellarse en taquilla y que nunca ha alcanzado ese estatus de film de culto tan anhelado por las producciones que en su momento fracasaron comercialmente, hay muchos que hoy la reivindican como mejor producto de lo que se ha dicho. Al fin y al cabo, estuvo nominada al Oscar a la Mejor Película de Animación (ese año la ganó, más que justificadamente, “El Viaje de Chihiro”). Sí, “El Planeta del Tesoro” es una película visualmente atractiva, con buen ritmo y que probablemente gustará a muchos niños. Y ese es el inconveniente: con sus gags simplones y su mascota “divertida” está dirigida casi exclusivamente a un público infantil y juvenil, mientras que una buena película de animación (como muchas de Pixar), ofrece lecturas para los públicos de diferentes edades. El aficionado a la ciencia ficción más veterano y maduro encontrará un film intelectualmente perezoso.
Si algo demuestra esta película es lo merecidamente que tiene ganada la consideración de clásico “La Isla del Tesoro”. Casi siglo y medio después de su publicación original, mantiene su capacidad de entretenimiento y soporta adaptaciones y reformulaciones a otros formatos y géneros. El problema de esta lujosa producción cinematográfica es, precisamente, que aparte de explorar algo más la psicología de los dos protagonistas y la naturaleza de la relación que establecen (se respeta bien la ambigüedad moral de Long John Silver, uno de los grandes personajes de la literatura universal y que aquí despierta tanto rechazo como carisma), aporta poco nuevo en su argumento más allá de la mera sustitución del mar por el espacio y las pistolas de pólvora por armas láser.
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Excelente análisis y crítica de la película , yo la ví, y siento lo mismo que tu afirmas....un abrazo.
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