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lunes, 17 de octubre de 2016
1984- 2010: ODISEA DOS – Peter Hyams
“2001: Una Odisea del Espacio” (1968) es, con toda seguridad, una de las películas de ciencia ficción más importantes de todos los tiempos. Su ambición temática –la evolución humana, la transcendencia, el efecto de la tecnología sobre el hombre y los peligros que entraña- y su audacia visual no han sido igualadas. En la década de los ochenta, cuando la literatura de ciencia ficción por fin gozó de una aceptación general entre el público lector, el co-creador de “2001”, el escritor Arthur C.Clarke, fue uno de los maestros de ciencia ficción –como también Isaac Asimov, Robert Heinlein, Larry Niven o Harry Harrison- que recuperaron sus éxitos de antaño, los expandieron y exprimieron para transformarlos en grandes universos compartidos. Así, Clarke publicó tres secuelas de “2001” -“2010: Odisea Dos”, 1982; “2061: Odisea Tres”, 1988; y “3001: Odisea Final”, 1997-, progresivamente más mediocres conforme la idea original y el misterio que impregnaba la primera novela iban diluyéndose.
La segunda novela de la serie, “2010: Odisea Dos” obtuvo un gran éxito de ventas y, en mitad de la fiebre por la ciencia ficción que siguió al estreno de “Star Wars” (1977), los derechos de adaptación del libro se convirtieron en objeto de deseo de varios estudios, aunque fue Metro Goldwyn-Mayer quien se llevó el gato al agua invocando una cláusula del contrato original para la película de “2001” que hacía referencia a las secuelas. Se hicieron incluso intentos de involucrar a Clarke y Kubrick en el proyecto, pero éste se retiró del asunto rápidamente y el segundo declinó la invitación aduciendo motivos de edad y salud (ya por entonces residía en Sri Lanka, de donde apenas salía).
Al final, la labor de realización recayó sobre Peter Hyams, quien ya se había ganado el aprecio de los fans gracias a dos films del género: “Capricornio Uno” (1978), una inteligente sátira del programa espacial pasada por el filtro del escándalo Watergate; y “Atmósfera Cero” (1981), una traslación a las estrellas de “Solo Ante El Peligro” (1952). Algunos críticos (entre ellos el siempre agresivo Harlan Ellison) trataron de ridiculizar injustamente a Hyams señalando varios errores científicos cometidos en sus películas, pero en general esta trilogía de inteligentes historias de ciencia ficción lo convirtieron durante un tiempo en uno de los más prometedores realizadores del género (una promesa que, por desgracia, no se cumplió a la vista de sus siguientes incursiones en el fantástico, como “Permanezca en sintonía” (1992), “Timecop, Policía en el Tiempo” (1994), “The Relic” (1997), “El Fin de los Días” (1999) o “El Sonido del Trueno” (2005).
“2010” fue considerado todo un evento y su producción despertó un gran interés… para pasar, inmediatamente tras su estreno, a calificarlo como una decepción. Por mucho que se la haya subestimado, comparado desfavorablemente con su antecesora e incluso criticado ácidamente, la adaptación que hizo Hyams de “2010” resultó ser mejor película de lo que a menudo se le concede, tal y como demuestra lo bien que ha soportado las tres décadas que han pasado desde su estreno.
Tras el fracaso de la misión a Júpiter, el doctor Heywood Floyd (Roy Scheider) cayó en desgracia y languidece ahora en el ámbito docente. Se ha vuelto a casar y tiene un hijo pequeño (su otra hija, la que aparecía en “2001”, ya es adulta y se menciona sólo de pasada). Un día, es contactado por los rusos, quienes le invitan a participar en un viaje a aquel planeta a bordo de la nave “Leonov” con el fin de investigar el destino de la “Discovery”. Los rusos tienen ya preparada la nave mientras que los americanos aún tardarán varios años en tener lista la suya. En cambio, carecen de la información acerca de lo que sucedió a bordo y los conocimientos técnicos específicos que permitan poner la “Discovery” operativa de nuevo. Floyd sabe que esta será su única oportunidad para comprobar que los hombres que envió al espacio diez años atrás no murieron en vano. Así, consigue manipular al gobierno estadounidense para que le permita a él, al ingeniero Walter Curnow (John Lithgow) y al creador de HAL, el doctor Chandra (Bob Balaban), unirse a la tripulación rusa.
Una vez que la “Leonov” ha llegado a la órbita de Júpiter y tomado contacto con la “Discovery”, los astronautas descubren que HAL sufrió una neurosis cuando trató de conciliar dos órdenes contradictorias: la propia de su programación original (compartir toda la información con los astronautas a los que debía proteger) y la recibida a posteriori, justo antes de partir, por el gobierno americano obligándole a guardar el secreto sobre el auténtico objetivo de la misión. Cuando están terminando de activar todas las funciones de HAL, Dave Bowman se le aparece a Floyd urgiéndole a que abandonen inmediatamente la órbita de Júpiter puesto que algo de importancia cósmica va a suceder allí…
“2001” no necesitaba de secuela alguna, pero “2010” cumple tal función sorprendentemente bien, aunque su planteamiento sea radicalmente diferente del de aquélla. “2010”, la novela, ofrece un entretenido y bien documentado viaje por el sistema joviano que apela al sentido de la maravilla no tanto del amante de la ciencia ficción como del de la ciencia astronómica y astronáutica. En cambio, la trama y la construcción de personajes no consiguen ni de lejos igualar la intensidad de los pasajes descriptivos de Europa, Júpiter o las maniobras orbitales de las naves implicadas. “2010” la película sigue las mismas directrices que el libro: carece de la ambición y el alcance de “2001”: mientras ésta abarcaba la totalidad de la evolución humana, aquélla es simplemente la narración de una misión de exploración que trata, además, de averiguar lo que le había sucedido a la expedición anterior. “2010” alcanza su clímax con una visión magnífica, la transformación de Júpiter en un nuevo sol, que casi logra recuperar la épica de la primera entrega.
Peter Hyams sabía muy bien que no tenía la talla cinematográfica e intelectual de Kubrick, por lo que en ningún momento trató de estar a su altura, sino “sólo” hacer justicia a la historia narrada en su película. Tampoco significa eso que fuera un profesional mediocre: a menudo, y en eso se parecía a Kubrick, se encargaba no sólo de las labores de dirección, sino que realizaba la adaptación del guión, producía y supervisaba la fotografía. Pero a diferencia de Kubrick, sus películas distaban de ser obras maestras, especialmente a partir de la que nos ocupa.
Hyams, con el beneplácito de Clarke (¡con quien se comunicaba mediante un antecesor de nuestro actual correo electrónico!), recortó varios pasajes, bien por considerarlos digresiones de la trama principal de poco peso añadido (las tribulaciones de la nave china en Europa) o bien por ser claramente imposibles de trasladar a la pantalla con un mínimo de calidad (el viaje “astral” de Bowman a través de las capas atmosféricas de Júpiter hasta llegar a su núcleo). En cambio, añade todo un subargumento de tensión Este-Oeste ausente en la novela de Clarke, que es hijo de su tiempo y que probablemente es lo que más envejece la película, mucho más, de hecho, que los efectos especiales. A mediados de los ochenta, Ronald Reagan dio luz verde a la Iniciativa de Defensa Estratégica (popularmente conocida como “Star Wars”), provocando un recalentamiento de la Guerra Fría y, simultáneamente, enfriando las esperanzas de que ese enfrentamiento que ya se prolongaba casi cuatro décadas pudiera acabarse algún día. Nadie sospechaba entonces que tan solo cuatro años después del estreno de la película caería el Muro de Berlín y empezaría el proceso de descomposición del bloque comunista.
En esas circunstancias, imaginar que algún día los Estados Unidos y Rusia podrían unir fuerzas en algo tan complejo como una misión espacial era tan ciencia ficción como viajar a Júpiter. La de la película es, con todo, una unión difícil con la que se sienten incómodos los dos gobiernos y algunos miembros de la expedición. La desconfianza y el secretismo que se respira a bordo de la Leonov añade complejidad y verosimilitud a la trama. Sí, todos ellos son científicos, pero también –al menos en lo que a los rusos se refiere- son militares y, además, adscritos a un régimen especialmente proclive a la paranoia y el secretismo. Ni siquiera la superación conjunta de problemas y el logro de victorias en el curso de la misión permiten que soviéticos y americanos puedan ignorar las instrucciones de sus gobiernos; gobiernos, situados a millones de kilómetros, que disputan por minucias mientras acontecimientos cósmicos de inmensa relevancia se están produciendo en Júpiter. Y, desgraciadamente, ése es precisamente el fallo en el que cae Hyams: ensombrecer la grandiosa belleza del clímax con banales e ingenuas homilías acerca de la hermandad universal y la cooperación internacional.
Donde mejor funciona “2010” es, precisamente, en aquello en lo que “2001” más flojeaba. Hyams sabía que nunca podría revolucionar el campo de los efectos especiales o presentar una historia tan extrañamente heterodoxa como la de Kubrick, así que se concentró en hacer de la suya una película más cálida, más humana y más accesible. Donde “2001” era lenta y minimalista, “2010” es dramática y emocionante. Aquélla transmitía la impresión de haber sido compuesta por solapamiento de varias historias sobre un marco temático más amplio y adoptar deliberadamente un lenguaje cinematográfico complejo y poco ortodoxo para obligar al espectador a reflexionar. Ésta, por el contrario, ofrece una trama lineal y bien explicada. Mientras que en la película de Kubrick los personajes eran planos y carentes de vida, en los de Hyams son vitales y ricos emocionalmente.
Y es que el reparto de “2001”, aunque adecuado, fue instruido por Kubrick para evolucionar con una frialdad tal que ni siquiera parecían totalmente humanos. Hay que tener el alma de un robot para “videofonear” a tu hija pequeña el día de su cumpleaños y que la ocasión suene como una llamada de negocios, pero eso era lo que Heywood Floyd (William Sylvester) hacía en “2001”. Para Kubrick, el hecho de llamar desde el espacio era más importante que el que estuviera hablando con su hija en un momento muy especial.
En contraste, en “2010” encontramos la secuencia en la que la “Leonov” va a iniciar una maniobra de frenado atmosférico sobre Júpiter, algo que en teoría debería funcionar pero que nunca se ha intentado en la práctica. Floyd no va a desempeñar ninguna tarea en todo ello y se instala en su cabina a esperar lo mejor, acogiendo a una joven rusa de la tripulación más aterrorizada aún que él. La solución más convencional a esa escena habría sido que ambos compartieran emotivamente sus temores y esperanzas más íntimos. Pero al carecer de un lenguaje común (ni él habla ruso ni ella inglés), ambos se limitan a abrazarse. Cuando el trance ha terminado, ella le besa dulcemente en la mejilla antes de marcharse. Es un momento que recuerda a la escena de “2001” en la que los simios, aterrorizados por los peligros de la noche pero incapaces aún de comunicación verbal, se apretaban unos contra otros en la cueva.
Un momento igualmente intenso es cuando Walter Curnow y el ruso Max Brailovsky dan un paseo espacial desde la Leonov hasta la Discovery. En el espacio, es el ruso el que debe calmar al poco experimentado americano, mientras que ya dentro de la nave será Curnow quien mantenga la serenidad y tranquilice al que, gracias a la experiencia que han compartido, se ha convertido ya en su amigo. Hyams se esfuerza por no reducir la trama a un mero thriller. Incluso la comandante rusa (interpretada por una Helen Mirren de 39 años) no responde al estereotipo de “mujer dura”: como Floyd, desea sacar adelante una misión científica pero a su pesar tiene que lidiar con los problemas políticos que los envuelven.
Para “2010”, sólo repitieron del reparto original Keir Dullea (Dave Bowman) y Douglas Rain (cuya voz para HAL era tan irreemplazable como la de Anthony Daniels para C3PO). El otro personaje que regresaba era el doctor Heywood Floyd, que ahora estaba interpretado por Roy Scheider. William Sylvester había sido una elección perfecta para el enfoque adoptado por Kubrick en “2001” (entre otras cosas porque ya había participado en otras cintas de género, como “Gorgo” o “El Muñeco Diabólico”). Pero al elegir a Roy Scheider, un actor conocido hasta ese momento (además de por “Tiburón”) por papeles de tipo duro en films de ambientación urbana como “Marathon Man”, “French Connection” o “Los Implacables, Patrulla Especial”, Peter Hyams quiso ofrecer al espectador un actor –y, por tanto, un personaje-, con el que se pudiera identificar inmediatamente, que ni tenía el atractivo casi plastificado de otras estrellas de Hollywood ni la expresión muerta de William Sylvester. Frente al aspecto de burócrata de este último, Scheider sí daba la talla de científico y, al mismo tiempo, tenía el aspecto y el porte de alguien normal, con quien uno podría disfrutar tomando unas copas (lo cual no se podía decir de ninguno de los personajes de “2001” con la posible excepción de HAL). Es él sobre todo quien aporta el corazón de la historia. A destacar asimismo el trabajo de Bob Balaban como el inteligente pero algo desequilibrado –al menos, emocionalmente- Dr.Chandra. Trata a HAL como un hijo y no como un conjunto de circuitos programados. Sus extrañas conversaciones humano-máquina están dominadas por el respeto y el afecto mutuos sin por ello resultar ridículas.
Y hablando de HAL, éste es el tercero del reparto original que alcanza la redención. Floyd comprueba que la misión que envió a Júpiter diez años atrás no fue en vano y que tuvo éxito al encontrar una inteligencia extraterrestre. Bowman se manifiesta para, en su contacto final con la Humanidad, lanzar un mensaje a sus antiguos congéneres. Y, por último, la historia redime a Hal por partida doble: por una parte, explicando que su mal funcionamiento en la “Discovery” fue, después de todo, un error humano y en absoluto producto de la maldad; y, por otra, salvando a sus “amos” humanos antes de la explosiva transformación de Júpiter. Su amistosa conversación final con Bowman y la reunión de ambos como entidades incorpóreas que se preparan para explorar las maravillas del cosmos es una conclusión entrañable y satisfactoria para este auténtico icono de la CF.
Quizá el aspecto más destacable de “2010” sean los efectos visuales que, diseñados por Richard Edlund (un graduado de Industrial Light and Magic que había participado en “Star Wars” y “Battlestar Galactica”) en su tiempo pudieron contarse entre los mejores que se habían visto en una película de ciencia ficción. Aunque no se llegó a los extremos obsesivos de Kubrick, se prestó aquí mucha más atención a la representación realista de la vida y el movimiento en el espacio de lo que lo hicieron prácticamente todos los demás filmes surgidos a raíz del boom de “Star Wars”.
Como curiosidad podemos decir que aquí se encuentra una de las primeras inserciones de secuencias digitales en el cine: los millones de monolitos que van envolviendo a Júpiter y lo transforman en una estrella fueron creados por ordenadores. No sólo resultan espectaculares las imágenes de las naves con el maravilloso Júpiter de fondo, sino que fueron diseñadas para ajustarse con la mayor precisión posible a los postulados científicos. Como sucedió con su antecesora, ver esta cinta en una pantalla de gran formato tuvo que ser una experiencia impactante: la maniobra de impulso alrededor de Júpiter, la secuencia de aproximación de los dos astronautas a la rotatoria Discovery o el clímax, son todos ellos momentos magistrales en su planteamiento y ejecución. A diferencia de otros títulos de Hyams, la luz dominante es suave y difusa y los personajes a menudo aparecen iluminados desde atrás.
Además, los diseños replican con precisión los que se habían visto en “2001” y si se ponen una frente a otra las imágenes de ambas películas la continuidad es prácticamente perfecta –si bien aquí hay se respira menor austeridad y la nave tiene un aspecto más funcional y menos estéril. No fue tarea fácil la que tuvo que llevar a cabo el diseñador de producción Albert Brenner, puesto que no contaba ni con los decorados originales de la “Discovery” (que habían sido ya destruidos, al parecer debido a lo caro que resultaba tenerlos almacenados) ni con los diseños originales. Hubo, por tanto, de recurrir a ampliaciones de una copia de 70 mm de “2001”, lo cual generó sus propios problemas, puesto que, al utilizar casi siempre Kubrick un gran angular, las dimensiones reales de los objetos eran engañosas y había que reconstruirlas a partir de elementos de referencia como alguno de los astronautas.
Asimismo destacable es la labor de Syd Mead, el legendario diseñador que ya por entonces había trabajado en “Star Trek: La Película” (1978), “Tron” (1982) o “Blade Runner” (1982). Suyos fueron los minuciosos y realistas diseños para construir la Leonov. Tan impresionado por su trabajo quedó James Cameron que inmediatamente lo contrató para que creara la nave “Sulaco” en su próximo “Aliens” (1986).
En muchos sentidos, “2010” es la antítesis de “2001 y probablemente ésa sea la causa de que goce de una inferior reputación. La película de Stanley Kubrick era todo intelecto, un retrato frío y carente de sentimientos del Hombre en su viaje hacia el Futuro con la discreta ayuda de unos alienígenas misteriosos. Para comprender totalmente “2001” es necesario leer la novela de Arthur C.Clarke, lo que ya da una idea de sus ambiciones tanto intelectuales como narrativas. “2010”, por el contrario, se centra en la emoción y las relaciones: Floyd y Kirbuk, Chandra y Hal, Hal y Bowman, Curnow y Max… La película filtra todo a través de sus personajes, mientras que Kubrick filtraba a los personajes a través de su tecnología, asimilándolos, por tanto, a las máquinas que ellos mismos habían fabricado, ya fuera una nave espacial, un ordenador inteligente o un simple hueso de animal. Incluso los alienígenas se manifestaban exclusivamente a través de los silenciosos y enigmáticos monolitos. En “2010”, en cambio, la inteligencia extraterrestre se demuestra a través de la relación que establece con los humanos (la viuda y madre de Bowman, Floyd) y su impulso al desarrollo de la vida en Europa.
Dicho todo lo cual, no se puede negar que “2001” cambió la ciencia ficción y se convirtió en un icono cultural, mientras que “2010” es, “simplemente”, un buen film. Desde este punto de vista, la segunda siempre estará a la sombra de la primera. Aún así y aunque sea políticamente incorrecto decirlo, “2010” resulta mucho más recomendable para la mayoría del público. Siendo rigurosa desde el punto de vista científico, también es una historia más ligera y menos ambiciosa. Pero, sobre todo, el espectador se sentirá más identificado con Roy Scheider, Helen Mirren o John Lithgow, siempre dispuestos a asombrarse con las maravillas que van encontrando en el curso de su aventura, que con el estirado William Sylvester durmiendo mientras viaja a la Luna o los gélidos Keir Dullea y Gary Lockwood matando el aburrimiento a bordo de la “Discovery”.
Vista hoy, lejos ya de la expectación levantada por su estreno y las inevitables comparaciones con su antecesora, “2010” ha resultado ser una recomendable y elegante continuación de la visión de Clarke y Kubrick (más, de hecho, que las posteriores novelas que Clarke escribió como parte de la saga), un film de CF “dura” que ha aguantado el paso del tiempo infinitamente mejor que muchas de sus contemporáneas y también un refrescante ejemplo de que el cine de ciencia ficción no necesita de acción desenfrenada y efectos especiales explosivos para mantener el interés del espectador.
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esta película la vi hace mucho por el canal tnt que la pasaba generalmente los sábados a la noche, en el mismo bloque en el que te podías encontrar con thx de george lucas o time after time de nicholas meyer. me ocurrió lo mismo que a vos, primero uno piensa que es una película hecha para lucrar pero es muy entretenida e ineresante.
ResponderEliminarcoincido plenamente que esta hecha para completar la otra película en el sentido de que si en 2001 una vez que pasabamos a las estrellas la humanidad era desperzonalizada y pasaba a ser parte del engranaje en 2010 tenemos un cast casi de lujo diria visto al día de hoy, con actores con los cuales el espectadora pueda relacionarse plenamente.
y soy de los que prefieren la novela 2001 al film el cual disfrute pero considero muy aburrido.
gran blog! segúi así!
Desde luego, dos películas muy diferentes. Y, como comenté en la entrada de "2001" y vuelvo a mencionar aquí, por mucho que aquélla tenga una aureola especial y esté considerada como un clásico del cine, a la hora de la verdad es un film difícil que a mucha gente le resulta aburrido. "2010" es más convencional, pero está muy bien realizada y tiene personajes más empáticos. Eso sí, no creo que pueda entenderse sin haber visto antes la primera película, así que.... Un saludo y gracias por tu comentario.
ResponderEliminarComo siempre un gran artículo! Gracias por darte el tiempo y compartirlo con los lectores como uno. A todo esto, no has hecho nada de Solaris cierto? Estuve buscando pero no encontré nada en el blog. Saludos!!
ResponderEliminarGracias! ¿Solaris? Próximo artículo...!!
ResponderEliminarYo me quedo con Odisea 2010 y con diferencia, no me canso de verla, para mi es una película bella y seria sobre el espacio, que trata algo maravilloso como la creación de un nuevo sol y de camino vida en un planeta cercano a nosotros.
ResponderEliminarAunque los críticos de cine(que veneran a Odisea 2001) la fustiguen, esta es una excelente película, un clásico de la ciencia ficción. Yo me la repito siempre, mucho más que la original.
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